Atrasada otra vez, pero muy contenta con mi aporte hoy, es con mucho cariño al Drinny y espero que les guste. ¡Es mi cumpleaños! Y me concentré tanto en escribir para el día 9 que no lo he terminado ni colgué esto en tiempo.
Ténganme consideración y no abandonen a mis Draco y Ginny, ¡seguimos en el reto!
DrinnyDrinnyDrinnyDrinnyDrinnyDrinnyDrinnyDrinnyDrinnyDrinnyDrinny
Capítulo Día 7. Capilla.
Cuando al fin pudo graduarse del octavo-séptimo año que cursó en Hogwarts, la mayor parte del tiempo de Draco era ocio.
Era muy bueno haciendo pociones así que sus padres lo dejaban estar. Permitieron que gastara su dinero en artefactos e ingredientes y que los elfos le prepararan una habitación alta y bien ventilada para "su pasatiempo".
Dejaron que comprara una moto mágica para explorar los caminos y carreteras en busca de hierbas que no vendían en el callejón Diagon y que experimentase un poco de la libertad y juventud que había perdido en la Guerra.
A Draco le gustaba la sensación de la moto, era mucho más cómodo que ir en escoba y si se requería, podía atravesar caminos muggles sin meterse en problemas.
Algún día tendría que buscar un puesto en el Ministerio, administrar la fortuna que heredaría y todo lo que su apellido implicaba. Pero no tenía que hacerlo todo ese verano.
Los Malfoy no esperaban que Draco hiciera nada en realidad ese verano, que buscara al menos la forma de ocuparse les mantenía tranquilos.
Porque ese verano todo estaba muy reciente: la mansión había sido revisada por aurores y ya había sido limpiada de todo rastro de que fuese cuartel general del Señor Oscuro, Narcisa pasaba mucho tiempo con los elfos revisando las colecciones de plata y joyas por si del ministerio se habían llevado algo y Lucius… en realidad, ninguno sabía que cálculos o planes hacía desde su despacho. Pero aparentemente también tenía mucho por ordenar.
Un verano tranquilo y seguir adelante.
Un verano tranquilo.
Y ya.
Fue perdido en algún camino muggle que Draco lo averió todo. O a sí mismo.
Desde temprano los cielos de Escocia amenazaban con una tormenta, debería haber aprovechado para caldear alguna conserva de ingredientes.
En cambio, terminó siendo atraído por una procesión de gaitas, música y una enorme columna de muggles: una boda tradicional escocesa en camino a la iglesia.
Un poco fastidiado por su propia curiosidad, Draco se mantuvo en el camino detrás de ellos, casi en cuanto terminaron de entrar todos en la capilla, antigua y orgullosa, comenzó la tormenta.
Draco se refugió inicialmente bajo uno de los tejados que rodeaban la capilla recriminándose a sí mismo por haberse distraído. No le gustaba volar la moto mágica en tormentas como esa y no había mucho que pudiera hacer en ese perdido camino. ¿De dónde habían salido tantos muggles?
Debía reconocer que el escenario era dramático y precioso, muy boda de amores imposibles…
Tenía que verlo.
Entrar y escuchar la ceremonia fue el mejor terrible error de su vida.
Escuchar los votos, ver a la novia, al enorme pelirrojo vistiendo orgulloso el tartán de su clan pero que lagrimeaba un poco cada vez que miraba a la joven vestida de blanco. El pacto y su significado.
Esa tarde, embriagado probablemente por la atmosfera de felicidad romántica-trágica con la que los novios y sus familias llenaban la capilla, con algunas lágrimas en sus propios ojos, Draco decidió ir a buscar a Ginny.
Todas sus distracciones, todos los cambios, todos los recorridos y paisajes. Nada se comparaba ya con el deseo de que fuera ella a quien el contemplara en un escenario como el que lo rodeaba.
Había sido un idiota por aceptar que se separaran al terminar el colegio.
La extrañaba demasiado, sin importar a donde fuera o lo que hiciera.
Apenas la tormenta dio una tregua, Draco Malfoy condujo como loco a la casa de los Weasleys.
-Es urgente que hable con Ginevra—soltó apenas le abrieron la puerta.
"Un verano tranquilo" y un demonio. Lo que él quería, era a ella.
