CHOCOLATE


—¡Jum...! Hola, bonita.

—¡Soy un varón, maldito imbécil!

Ethan escupió al darse cuenta que le estaba piropeando a Silver y empezó a frotarse la lengua en su presencia. Ni siquiera le tomó importancia al evidente enojo que ambas cosas provocaron en el niño, quería provocarlo de paso. Terminó de dar arcadas falsas y se giró para mirarlo, bastante ofendidísimo. El otro lucía igual de ofendidísimo.

—¿¡Qué fue eso!?

—¿Por qué te ocurrió que debías plancharte el cabello justo el día de hoy, Cherry Berry?

—Qué te importa y no me refiero a eso, me refiero a eso de «bonita», ¿en serio crees que te va a hacer caso? ¡Y deja de llamarme así!

Había que estar ciego para no notar desde mil metros que ese perdedor estaba prendado de Kris, una entrenadora de Pueblo Primavera. Silver arrugó la nariz cuando se dio cuenta, ¿qué de bueno tenían las niñas? En el colegio no podías jugar a quemados con ellas porque lloraban, y a él le aburría patear suave. Peor aún en las batallas pokémon, ¡les ponían moños a los pokémon! ¡moños! Definitivamente no entendía, ni eso ni que Ethan se sintiera tan seguro con su próxima respuesta que colocó ambas manos en su cintura y sacó pecho.

—¡Claro que sí! Después del fracaso de la goma de mascar en el cabello y de molestarla todo el día, por fin tuve asesoramiento de primera mano.

—Ver novelas con tu mamá no es asesoramiento.

—Claro que sí, porque se besaron al final. Pero ¡ewww!, qué asco, eso no lo haré. Solo quiero llegar a segunda base: tomarnos de la mano. Besarse no, wak, no quiero sus gérmenes.

—¿Sabes que segunda base significa...? No, olvídalo. Vas a fracasar, igual que fracasaste antes y fracasarás después.

—¡Mira y aprende! —el insultó le resbaló totalmente—. Además, nadie está contando mis intentos.

—Van siete.

—¿Ah?

—Con hoy, ocho.

—¡Ugh, pero no los cuentes!

Ethan lo empujó hacia un arbusto cuando vio a la niña que gustaba venir a lo lejos. Se acomodó la sudadera, el gorro, quitó posible tierra en sus zapatillas y se aclaró la garganta para luego poner su mejor sonrisa. Hoy era el día.

Pero sintió que estaba sonriendo como idiota así que la quitó.

Kris era una niña increíble, sabía usar la patineta, ¡la patineta! Y dominaba la pirueta que tanto le costaba. Además, era la única de su pueblo que ya tenía la quinta medalla de gimnasio mientras que todos, incluyendo él, todavía estaban en la tercera. Tampoco nadie olía a Baya Aranja como ella, su cabello era de un bonito color azulado y lo mejor de todo: No tenía piojos. Seguramente se vería muy bonita al llegar a la pubertad.

Kris rodó los ojos al verlo saludarla a la distancia y aceleró el paso, no quería que le hable el niño que le había pegado goma de mascar en el cabello para que lo notara. Caminó todo lo que pudo, pero al verlo correr se rindió, y gruñó para sus adentros cuando la alcanzó.

—¡Hola, Kris! ¿Cómo estás?

—Hola, Ethan... Me tengo que ir para... allá.

—¡Yo también! ¡Vamos juntos!

Cambiar de acera no le sirvió de nada. Táctica número dos.

—Ahora que recuerdo, tengo que irme para... hacia allá.

—¡Y yo también!

Okey, la táctica número dos tampoco sirvió. Prefirió no mirarlo y seguir caminando, se cansaría en cualquier momento. De todas formas, tampoco lo odiaba. Los siguientes sesenta segundos fueron extraños para ambos, Kris pisando fuerte e Ethan calladito.

Ethan ocultó las manos en sus bolsillos, ya empezaba a sentirse nervioso. No quería arruinar su gran día, pero tener a Kris cerca le resultaba demasiado y todo lo que había practicado era más fácil frente a su espejo con Quilava de testigo (y el pokémon le aplaudía, así que debía estar bien). No le quedaba mucho tiempo para que se separaran, debía actuar ahora o arrepentirse después.

—Oye, ¿te gustaría ir a un día de campo el sábado? Te gustarán mis sándwiches, el secreto es llenar de mantequilla los bordes antes de usar la mermelada, así no dejas ningún trozo. ¡Y si quieres algo salado, uso tres mortadelas en lugar de una!

—Bueno...

La verdad es que Ethan se notaba nervioso a pesar de su energía y eso le daba un aire bastante... ¿lindo? Tampoco tenía nada que hacer ese día, sus pokémon estaban en la guardería hasta el domingo o quizás lunes. No pasaba nada por aceptar, igual le daba hambre y no quería gastar dinero.

—¡Está bien, trato hecho! —aceptó con una risita—. ¿Pasas por mí? Estoy en el Centro Pokémon de Azalea.

—¿Por qué tengo que pasar por ti? Es en el mismo parque de Azalea, no te vas a perder.

Kris rodó los ojos y se fue sin decirle adiós.

—Hombres...


Ojalá Silver estuviera ahí para sacarle la lengua y gritarle: «¡Te equivocaste y yo no!». Kris llegó puntual y oliendo a galletas de vainilla. ¡Qué bonita que era! Hasta verla morder su sándwich era lindo...

—¿Te gustó?

—Estuvo bien —Hasta verla chuparse el dedo era adorable.

—Puedes comer más, todos lo que quieras.

—Ya no, gracias, me comí tres, es suficiente.

—En realidad te comiste cinco, pero no te preocupes, nadie los está contando.

Kris sintió que le ardieron furiosas las mejillas. Terminó el sándwich y se limpió las manos con velocidad. Ethan no entendió su reacción, pero le pareció graciosa.

—¿Y dónde están tus pokémon, Kris?

—Los dejé en la guardería para que suban unos niveles mientras se divierten. ¿Y los tuyos?

—¡Yo igual! —respondió emocionado, ¿sería coincidencia? —. Yo los dejé en la guardería de mis abuelos. Merecen un descanso después de toooodo el trabajo que hicimos para la tercera medalla.

La emoción le invadió hasta la garganta cuando Kris le sonrió con alegría y mucha, pero mucha aprobación.

—Eres un buen chico.

—¿Y te gustan los chicos buenos? —preguntó, levantando las cejas.

Táctica número ocho de coqueteo en acción.

—No, me gustan los chicos malos.

Al diablo la táctica número ocho. Mentiras, todo eran mentiras en esa novela. Palabras al viento.

—¡Qué bien, yo soy malo! —lo siguió intentando.

—No eres malo, eres tonto.

—¡Soy ambas cosas! ¿Sabes quién fue el que puso esos antiácidos en la bebida que nos invitó el profesor el día que fuimos a elegir nuestro inicial?

—¿¡Fuiste tú!?

—¡N-no! —Ethan se mordió la lengua al verla asqueada, para él había sido gracioso—. Sigo buscando a ese tipo para darle una lección...

—¡Ese tipo de bromas son sucias! —hasta su forma de quejarse era finísima—. Esos no son los chicos malos que me gustan. Me gustan otro tipo de chicos malos.

—¿Cómo quién?

—Como...—le sorprendió que de verdad se lo estuviera pensando. Afinó el oído para no perderse detalle—. Como... ¡Ah! ¡Como él!

Ethan siguió el dedo estirado de Kris hasta girar la cabeza, levantarla y ver algo que lo marcaría en su cortísima vida.

Ahí a lo lejos, en el parque, en el parque donde estaban, en el parque donde estaban Kris y él. En el parque donde estaban Kris y él sentados. Ahí en ese parque había una banca. Una banca en ese parque, como en todos los parques pues, ahí estaba sentado el niño ese con cabello de niña. Ethan quería gritar al ver el dedo de Kris señalar a Silver, recto y firme, mientras él se tomaba una cajita de jugo los más tranquilo del mundo, y sin el ceño fruncido, eso sí que era raro, más raro que la elección de Kris, valgan verdades.

—No... ¡No me digas! ¿¡Te gusta Silver!?

—¿Verdad que es un chico malo? Ah... —suspiró como princesa de cuento—. Así es como me gustan...

Su corazoncito hizo «crack», como la galleta soda que se acababa de comer.

Oh no, no iba a permitirlo.

—¡Él no es malo! ¡Sólo se la pasa fingiendo! —chilló tan fuerte que los transeúntes se giraron a verlos. Kris siguió soñando despierta.

—¿No me lo presentas? —ignoró por completo sus gritos—. Los he visto combatir varias veces.

—¡Por eso! ¡No te conviene!

—¿Por qué no?

—P-porque es... ¡Malo!

—¡Qué bueno! ¡Me gustan los chicos malos!

—¡No! ¡Es decir que es malo en todo!

—¿De verdad?

—¡Sí, él es...! Es..., es un... ¡Es...! Wah... ¡Bwaaaaaa! ¡No puedo hablar mal de Silver, lo quiero mucho!

Kris se sorprendió al verlo con pequeñas lágrimas en los ojos y apresuró a palmear su hombro con solidaridad. Ethan parecía un loco a veces, pero se sorprendió de lo sensible que era. El niño se secó las lágrimas con la manga de su sudadera y tomó una servilleta para sonarse la nariz. Parecía un cachorrito triste.

—Ya, ya. Tranquilo. Eres un buen amigo.

—¿T-Te gustan los que son buenos amigos?

Ni llorando dejaba de intentarlo.

—Ehm, supongo.

—Está bien, ¿Y si te ayudo?

—¿Qué?

Ethan terminó de secarse las lágrimas y limpiarse la nariz con servilletas. También había visto en esa novela con su mami que el otro que no se quedó con la protagonista había dicho algo parecido. No entendía muy bien por qué lo hizo, le parecía muy tonto. Aun así, no perdía nada con intentarlo y podría decir que él había ayudado en algo a Kris y por eso ella lo quería mucho.

—¿Por qué no? No hay nadie que conozca a ese tonto mejor que yo. Pregúntame lo que quieras.

Kris se acomodó frente a él y lo miró con unos ojitos brillosos, ilusionados porque iban a hablarle del amor de su vida y con quien iba a criar muchos huevos de pokémon en una casa en la colina.

—Veamos… ¡Ya sé! ¿Cuántos años tiene?

—Diez, igual que nosotros. Pero hace un mes tenía nueve, es un niño, ¿ves? Yo soy mayor que él —trató de hacerse el hombre, pero Kris ni al caso.

—¿Dónde vive?

—No sé, pero por su acento creo que es de Kanto. Creo.

—Oh, ¿y cuál es su comida favorita?

—No tengo idea.

—Ya... ¿postre favorito?

—Tampoco.

—¿Cuál es su pasatiempo?

—Supongo que entrena, nunca le pregunté.

La niña sintió un tic en el ojo —¿Y supuestamente eres su mejor amigo?

—¡Por supuesto que lo soy! Sé todo de él, pregúntame lo que quieras —dijo bastante orgulloso.

—¿Por qué le llamas «Cherry Berry»?

—Tiene el cabello bastante rojo y liso y no le gusta, por eso usa gel. La primera vez que lo vi pensé que era niña*. Todavía lo confundo a veces. Es su culpa.

Kris soltó la risa e Ethan se sintió en las nubes.

—Ya, le preguntaré y te lo puedo decir.

—Está bien, de todas formas no me habla.

—¿Y cómo eres su mejor amigo? —comenzaba a marearse con su lógica—. Nunca lo oí mencionarte cada vez que nos cruzamos.

—Lo soy, confía en mí. Nos hemos cruzado tantas veces que ya se lo que hará. Te cuento: Primero, me reta; luego, lo derroto; después, me empuja y por último se va enojado. No haría eso si no fuéramos los mejores amigos.

—Hace lo mismo conmigo.

—¡Pero yo soy su mejor amigo!

Ah, no, eso sí que no. Silver ya le estaba quitando al amor de su vida y no iba dejar que Kris le quitara a su mejor amigo.

La niña arrugó la nariz por no entender ni papa, pero volvió a su expresión ilusionada al recordar que tenía algo en su mochila. Con cuidado la tomó y rebuscó con una mano hasta dar con algo que coloreó sus mejillas de rojo. Sacó la mano para revelar un chocolate mal envuelto en papel platino y con un listón rosa en la punta. Ethan entendió de qué se trataba y quiso llorar otra vez.

—He visto que Bayleef es su pokémon principal, así que le preparé un Bayleef de chocolate. ¿Crees que le guste?

—Seee… —respondió como quien no quiere la cosa.

La verdad era que prefería pegarle goma de mascar babeada en todo el cabello rojo a ese mal amigo que permitir que le quitara a su novia, pero Kris se veía tan feliz, que pensarla triste le hacía querer llorar otra vez.

—¡Podemos intentarlo! ¿A quién no le gusta el chocolate? Seguro que se lo come en un ratito.

—¿Tú crees?

—¡Por supuesto que sí! ¿Qué te parece hacerlo ahora?

—¿Ahora? —se quedó con la boca abierta al verlo levantarse y correr como una bala.

Silver seguía en su banca, tomando su juguito en caja en ese parque construido porque el alcalde de Azalea no se robaba los impuestos, por supuesto que no, y por eso podía construir parques para tomar juguito mientras se descansaba de la maldad. En fin, seguía tomando su juguito en caja el niño de diez años, cuando otro niño de diez años apareció frente a él sin decir nada y mirándolo mal.

Silver sorbió un ratito antes de abrir la boca— ¿Qué quieres?

Ethan le tiró un manotazo directo en su mano. Silver tuvo una epifanía: el juguito salió volando, en cámara lenta y en blanco y negro (y con música clásica, además). Cayó al suelo, rebotando dos, tres veces con golpes que hicieron un eco triste y la música clásica aumentando de volumen y de tristeza. Allí yacía su jugo, en el suelo, bien muerto.

—¿¡Qué demon-!?

—Toma —Lo interrumpió, estrellando en su pecho el chocolate mal envuelto.

—¿Ah?

—Tú no me quieres y yo no te quiero, pero si le rompes el corazón a Kris voy a patearte —Ethan le susurró en la cara y luego arrancó un pedazo del chocolate para comérselo como señal de amenaza.

—¿¡De qué hablas!? —Jugo muerto, chocolate en sus manos y un estúpido cogiendo aire frente a él; su cerebro iba a terminar hecho puré.

—¡Kriiiiiiiiiiiissss! —Ethan soltó el aire de golpe con ese grito—. ¡Silver me dijo que quiere ser tu novio!

Misión cumplida.

Silver se levantó por auto reflejo y se fue corriendo con Kris detrás sin saber qué estaba pasando exactamente, y tampoco quería que le explicaran.

Y el pequeño Ethan...

Lloró otro poquito porque se quedó solo y feo, y porque a los diez años y con el corazón roto es lo peor que le ha pasado en su cortísima vida.

—Silver, ojalá te contagien piojos...


*Cuando GS salió al mercado, el fandom creyó que el rival era mujer por su sprite.

Ethan es el nombre canon del personaje en el occidente. Su versión de 1999 no tenía nombre, pero lo apodaban Gold. Decidí no usar ese apodo para no confundirlo con su contraparte de Special.

Relato del año pasado publicado originalmente en wattpad. En mi trabajo, uno de los niños le dijo a su compañera que sea su novia y ella comenzó a gritar diciéndole que no porque le daba asco xdd