Notas de la autora:

¡Hola Minna-san! ¿Ven que estoy actualizando seguido? No se podrán quejar pues ya tengo dos fics actualizados y aunque no lo crean escribir y planear una historia que se ha tenido descontinuado no es nada fácil. Por fin de vacaciones y lista para escribir mis fics. Espero disfruten el capítulo.

¡¡¡VAMOS AL FIC!!!


Disclaimer:

RK no me pertenece. Las únicas cosas que realmente me pertenecen son mis CDs de RK, mis videos, mis fics y todo eso

Dedicatoria:

Este fic está dedicado a Akari-chan, o Ali-chan como yo la conozco. Muy bien amiga, a ver qué te parece este capítulo.

Recuerden esto:


////Recuerdos ////
////Pensamientos////


"El primer beso, sabedlo, no se da con la boca, sino con los ojos" Berhardt.




Falso Olvido


por Shiomei


-Cuarto capítulo-


El día no pudo haber sido peor. La sala de operaciones estuvo llena desde la mañana y todos los pacientes requirieron cirugías delicadas que le exigieron el doble de concentración y mucha, mucha paciencia. Cerró los ojos y trató de escaparse de la realidad por un segundo. Grave error. Apenas se dio cuenta que no podía escapar de la realidad, sus ya cansadas neuronas empezaron a trabajar y trajeron a su mente alguna clase de hace tiempo.

Lo que vemos es construido por nuestra mente, que al codificar un estímulo externo del mundo real (que nos es desconocido) lo transforma en el mundo mentalmente proyectado (MMP) que a diario vemos. Así, alumnos, la realidad está ahí pero nosotros no la conocemos, solo aquello que nuestra mente tras un proceso de organización nos da. ¿Por qué todos pensamos igual? Pues simple, pensamos igual porque esta capacidad codificadora es igual en todos, innata al hombre. Venimos con una maquinaria que al encontrarse con ciertos estímulos de la realidad (que son imposibles de no encontrarse) proyecta una idea del mundo. Para hacerlo simple, la silla en que están sentados es silla en el MMP, en la realidad, no sabemos qué es en verdad.

Movió la cabeza. No más, no pensamientos, nada. Realmente necesitaba un descanso. Si tan solo pudiese dormir un poco sería excelente y si tan solo pudiese salir volando de este consultorio como todos sus colegas al terminar su hora de trabajo sería aún más genial. Pero, no, él se quedaba pues irse a su casa era sinónimo de más dolores de cabeza y mientras pudiese evitar alguna confrontación se quedaría aquí, aburrido, casado, con sueño y con el cerebro que parecía que estallaría en cualquier momento.

Así que Kenshin Himura, a las doce y veintitrés de la noche estaba en su consultorio, sentado en su silla reclinable y descansado su cerebro maltrecho que parecía pesar más que los 1,3 kilos comunes para un hombre de su edad.

Se levantó del asiento y se acercó a la cafetera que estaba en la mesita, al pie del marco de la ventana. Ahí, al costado un periódico y una revista de medicina yacían. La revista ya la había leído mas el periódico permanecía intacto. Todos los días le llevaban uno y todos los días olvidaba leerlo. Con razón vivía tan alejado de la realidad. Lo abrió en política y lo cerró al instante. Nunca le gustó ese tema ya que si fuera así quizá sería un abogado más sobre la tierra (y la sola idea le daba escalofríos). Avanzó a la parte de economía y aunque más interesante no estaba de ánimos para oír sobre cifras. Quizá cultural, se dijo. Apenas iba a abrir en esa parte su teléfono sonó. Dejó el periódico en la mesa y lo atendió inmediatamente pues tan solo el sonido le hacía dar dolor de cabeza.


- ¿Sí?

- Himura-sensei

- Pero ¿qué hace hasta estas horas aquí, mujer?. Váyase a su casa, no necesito que usted se desvele.

- No es problema para mí, doctor Himura, vivo muy cerca y nunca me acuesto temprano. Además, estoy aprovechando también para ordenar los archiveros. A propósito, tiene una llamada de su esposa. ¿La comunico? - pasaron unos segundos de silencio- ¿sensei? ¿qué es lo que debo hacer?


No otra cena, por favor, no más...
Tan solo el recuerdo de las noches anteriores, especialmente la de ayer, lo empezaban a molestar. Definitivamente era por esto que no estaba ahora en su cama durmiendo.

- Disculpe, Shura-san. Claro, comuníqueme por favor.

- Enseguida


La música habitual empezó a tocar y él se pasaba las manos por el cabello mientras bostezaba. Una voz suave de repente interrumpió aquella música de espera molesta.

- ¿Kenshin?

- Sí, Tomoe, ¿qué pasa?

- Oh. Me alegra que estés en tu consultorio. Supongo que mucho trabajo pendientes ¿verdad amor?

- Sí, sí, bastante. Pero ya estaba yendo a la casa, no tenías que preocuparte.


Un silencio molesto le siguió a su respuesta.


- ¿Sabes?- dijo en tono herido, casi de reproche- No tienes que hacerlo tan obvio, pero no te culpo igualmente. Ya se fue.

- ¿Quién ya se fue? Y ¿Qué es lo que hago obvio?

- Enishi

- Oh... respecto a eso Tomoe, no es por afán de ofenderte pero tú sabes muy bien que él y ...

- 'yo no nos llevamos muy bien' Lo sé, lo sé. Pero ya volvió a Tokio hace una hora. Como no llegabas pensé que deberías saberlo y, así, sacarte un peso de encima. Suminasen. - terminó con voz muy tenue, casi imperceptible y antes que él pudiese responder ella se despidió rápidamente y colgó.


Kenshin sostuvo el auricular por unos segundos más y luego lo dejó con más fuerza de la necesaria en su lugar. Se sacó el mandil y lo colgó en el perchero de la esquina del lugar. Apagó las conexiones de luz y todo el lugar quedó a oscuras. El pantalón negro de dril y la camisa color mostaza que llevaba estaban ligeramente arrugados. Salió del cuarto y se encontró con su secretaria que estaba echada sobre su escritorio, durmiendo. Movió la cabeza de un lado a otro y suspiró. Esa mujer no tenía remedio. Se acercó y movió su bronceado y bien formado brazo un poco. Inmediatamente ella reaccionó y volteó. Se encontró con un par de ojos violeta que estaban justo al frente de los suyos; ella no pudo evitar bajar la vista hacia su boca, nunca la había tenido tan cerca.


- Shura, será mejor que te vayas a casa. Estás muy cansada.


Ella solo movió la cabeza afirmativamente, su mirada fija en los blanquísimos dientes de su jefe.

- ¿Shura-san estás bien?

- Podría estar mejor- respondió ella ahora viéndolo a los ojos.

- Pues estoy seguro que en su casa estará mejor. Vamos levántese, le dijo extendiéndole una mano ayudándola a incorporarse. Es más, yo la llevo a su casa.

- Oh no, doctor Himura, no es posible, yo nunca...

- Este es su bolso ¿verdad? - ella asintió- pues tómelo, aquí está su chaqueta, póngasela que a esta hora corre mucha brisa y vamos, que mi auto sigue en el estacionamiento.- Terminó con usa sonrisa.


- Ah... eee-está bien, doctor.


Hizo todo lo que le dijo y caminó junto a él hasta el estacionamiento. Luego ella le guío hasta su departamento, que no quedaba más que a cinco cuadras del consultorio. Cuando él frenó y se cuadró en la misma puerta del edificio, ella volteó a verlo para despedirse mas no pudo emitir palabra alguna. Kenshin se preocupó.


- ¿Es aquí verdad? ¿Pasa algo?


- Oh nada- dijo ella sonrojándose- me preguntaba si gustaría subir - dijo ella muy rápido. - Kenshin estaba sorprendido.

- Oh, Shura, esa no fue mi intención para nada. Disculpe si la llevé a pensar que yo...


No pudo terminar la frase pues los labios de su eficiente y no menos bella secretaria estaban sobre los de él. Luego de unos segundos, ella los dejó ir pero solo para ir dejando pequeños besos desde su boca hasta su oreja. Tomó el lóbulo suavemente entre sus dientes y luego lo soltó. Muy bajo le susurró al oído:


- Pero es mi intención.


Kenshin estaba sorprendido, nunca se hubiese imaginado que Shura... cogió sus brazos y la empujó hacia atrás, volviéndola a su lugar. La quedó mirando y empezó una plática que iba totalmente contra lo que sus instintos le decían que hiciera en ese momento.


- Yo... yo estoy casado, Shura, creo que debe recordar eso. Lo siento.


Shura abrió los ojos de repente, luego bajó la vista y asintió sin verlo a la cara.


- Entiendo, y disculpe. Mañana tendrá mi carta de renuncia sobre su mesa.

- Vamos, Shura, esto es algo sin importancia- dijo casi sin convicción en la voz- no tiene que irse. Mire, usted está cansada, es por eso que todo esto pasó. Lo mismo conmigo, quizá debí hacerla parar antes pero no lo hice ¿ve? Es cuestión del cansancio. Vaya a dormir tranquila que no ha pasado nada.


- Muy bien. Oyasumi, doctor Himura.


- Oyasumi- dijo él viéndola bajar del carro y caminar con aquella minifalda y esa blusa que no dejaban casi nada a la imaginación.


No sabía por qué, pero por un momento se arrepintió de no haber subido. Movió la cabeza y dejó todos esos pensamientos de lado. Soy un hombre casado, se dijo una y otra vez camino a casa. Llevaba diez años diciéndose lo mismo y por fuerza de hábito más que de deseos siguió cumpliendo con lo que consideraba su deber.


****


El día no podía ser mejor, pensó Kaoru Kamiya abriendo la mampara de su cuarto que daba a su balcón. Aún con el camisón de seda pero envuelta en la ligera bata salió a recibir el día con una sonrisa en el rostro. Se sentía libre, el peso que llevaba encima se había aligerado considerablemente. Colocó las manos en la baranda y respiro el aire limpio, con olor a flores que solo su jardín podía ofrecerle. Esta contenta aquí. Su casa era perfecta, se amoldaba a sus gustos, sus amigos estaban cerca de ella y a su hijo parecía no disgustarle mucho la idea de quedarse a vivir en Japón.

Vio que el chofer abría la reja que daba al jardín y dejó entrar, tras un saludo, a Soujiro y Misao. Ambos estaban vestidos muy informales. Ella llevaba un blue-jean y una blusa estilo chino color rosado con blanco. Su cabello estaba recogido en un moño y el ligero maquillaje que tenía la hacía ver naturalmente bella. Soujiro, en cambio, llevaba un buzo y un polo simples, color negro y rojo respectivamente. Ambos se veían muy naturales y, sobre todo, muy bien juntos. Misao se reía de algo y Soujiro sonreía aquella sonrisa suya mientras la veía a los ojos, escuchando lo que la imparable lengua de Misao producía. Misao levantó el rostro y se encontró con una Kaoru, aún en bata que los observaba sonriendo. Soujiro al verla con el cabello suelto, como una cortina color ébano rodeando una escultura de marfil, se quedó sin palabras. Kaoru siempre había sido linda pero ahora era una mujer bella y que derrochaba elegancia con solo un gesto como pararse en su balcón. La postura en que estaba era digna de pintarse, pensó.


- ¡Kaoru-chan! ¿Recién te levantas?


- Ohayo. Sí, recién me levanto ¿Qué hora es?


Soujiro vio su reloj y respondió:


- Diez y media, Kao-chan


- Oh... es tarde- dijo con una sonrisa- Pero bueno, pasen, que bajo en unos segundos. Déjenme despertar a Kenji, también.

Ambos pasaron a la sala de estar y fueron recibidos por la empleada doméstica que inmediatamente los guío a la sala de estar. Kaoru ordenó que despertaran a Kenji y luego abrió su guardarropa. Suspiró. No tenía nada informal que usar, bueno, claro que tenía pero su informalidad no rozaba los estándares de informalidad de sus amigos. Hacía tiempo que no usaba ese tipo de prendas. Se dio cuenta que su vida había cambiado totalmente, incluso en detalles mínimos como esos. Se dio un baño rápido. Cogió una falda color palo de rosa. Una punta le llegaba hasta las rodillas y la otra subía cinco centímetros descubriendo un poco más de su pierna. Se puso una blusa color negro que se ceñía a su figura perfectamente. Sandalias de verano negras adornaban sus delicados pies. Tras cepillarse el cabello y aplicarse un poco de perfume fue al encuentro de su hijo.

****


Kenji estaba en su habitación mirando hacia el techo pensando en el tema que plagaba de insomnio sus noches y lo mantenía ocupado cuando no tenía nada que hacer: la salida súbita de su madre del Japón cuando era joven, casi una niña. Él era un niño aún, lo tenía muy en cuenta, y sabía que era debido a eso que su madre nunca le quiso decir claramente la razón por la que llegó a Francia. Y eso lo frustraba. Quería crecer, hacerse merecedor de saber sobre la historia de su madre y de los verdaderos motivos que hicieron que ella dejara su país natal en el que tenía a amigos, algunos familiares y estabilidad y aventurarse a otro país así nada más, sin ninguna razón en específico.

Dio la vuelta, abrió su buró y sacó la foto en el que estaban su madre, su padre y él de bebé. Su padre era un hombre sonriente de cabellos rubios y ondulados de ojos rasgados (debido a la influencia japonesa en su sangre) y de un color verde muy oscuro y bello. Era un hombre muy apuesto, elegante y se podía ver que era amable pues tenía en los ojos ese brillo gentil que no todos poseen. Tenía una mano sobre el hombro de su madre quien sonreía al bebé que tenía en los brazos. Ella también se veía hermosa, juvenil y elegante en un vestido de flores azules claros en fondo blanco; su cabello estaba suelto y se mantenía en su lugar por una bincha de tela color azul. Sujeta por la parte superior de la oreja estaba una violeta fresca que le otorgaba casi con un aire de niña del que ahora carecía pues, aunque seguía luciendo joven, en estos tiempos irradiaba la elegancia de una mujer madura, sofisticada y profesional. Una mujer de mundo. No aquella joven sonriente de la foto. Algo en su sonrisa o en la forma de ver al niño dejaban ver su inocencia, su ternura... La foto era bella y provocaba en él sensaciones igualmente bellas.

¡Cómo hubiese querido conocer a su padre! Mamá siempre repite que él fue un hombre excelente, tierno, que a pesar de sus responsabilidades nunca estaba ocupado para ellos. Él inclusive después de casados había motivado a mamá a que fuera a la Universidad y la ayudó en todo lo que pudo en su carrera en ciernes como escritora. Aun cuando la Universidad le quitaba tiempo compartido a su matrimonio (pues el que le quedaba se lo dedicaba casi enteramente a Kenji) él puso primero la realización personal de su esposa antes que su propio disfrute. ¡De grande quiero ser como papá!

Todo esto lo llevó a pensar que si no fuera por aquello que la obligó a dejar Japón a su madre ella nunca hubiera conocido a su padre, se hubiesen enamorado y casado poquísimo tiempo después. Era una lástima que su padre hubiese muerto cuando él era aún muy pequeño para recordarlo exactamente.

- ¿Kenji?


Kenji salió de sus pensamientos cuando oyó la suave voz de su madre llamándolo desde el umbral de su puerta. Tenía un gesto de preocupación en el rostro.


- Okaa-san... - saludó él sonriendo.


- ¿Pasa algo hijo? - preguntó mientras se acercaba a su cama. Una vez ahí se sentó al costado de su hijo y empezó a acariciarle la cabeza.

- No, Okaa-san, ¿por qué lo preguntas?

- Es que tardaste en oír que te llamaba ¿te sientes bien?- Automáticamente una mano con una suavidad de ángel y perfecta manicura se posó sobre su frente chequeando si de casualidad el niño tenía fiebre.

- ¡Daijoubu, Kaa-san! ¡Estoy muy bien!, solo pensaba... - en la última parte su voz perdió vigor.

- ¿Y en qué pensabas, hijo mío?

- Pues en mi padre ¡de grande quiero ser como él Okaa-san!


Kaoru dejó de acariciarlo de pronto, No sabes lo que estás diciendo, ¡oh Kami! Kenji la quedó mirando sorprendido. De repente su madre estaba pálida mas casi automáticamente ella le sonrió y siguió haciéndole esas caricias.


- Hai, hijo, hai. Inclusive serás mucho mejor que tu padre, de eso no hay duda...- dijo como si estuviese hablándose a sí misma.

- ¿Honto ni?

- Sí, hijo, lo serás- terminó ella sonriendo mucho.

- ¿Okaa-san?

- ¿Sí, Kenji?

- ¿Sigues enojada por lo del otro día? Yo no quise ofenderte, kaa-san, solo que... - su oración fue interrumpida por dos dedos sobre sus labios.


Kaoru movió la cabeza de un lado a otro. Con aquella mirada que solo tenía para su hijo sobre procedió a decirle:


- Kenji, Kenji, no tienes nada de qué disculparte

Luego lo atrajo hacia sí y lo abrazó muy fuerte, como si fuera la última vez que lo haría. ¿Cómo estar molesta si es que tienes todo el derecho a preguntar y a obtener respuestas? ¿Cómo molestarme contigo si es que tú eres la persona que menos culpa tiene en todo?


- Hijo, Okaa-san no está molesta, nunca lo estaría por mucho tiempo con un niño tan bueno como tú. Ahora vístete que tus tíos acaban de venir.

- Hai


Kaoru se paró y se retiró de la habitación para dejar que su hijo se arreglara. Bajó las escaleras aún recordando cómo casi una semana atrás había volcado los miedos y el conjunto de sentimientos que había guardado por tanto tiempo en la conversación que tuvo con Soujiro. Su amigo la había escuchado y por fin había llegado a entender todos los cambios en la vida de Kaoru, su viudez, su dinero, su fama como escritora, y sobre todo, había llegado a entender por qué había dejado Japón diez años atrás.

La única razón: Kenji.

Bajaba las escaleras aún pensando en todo aquello que le preocupaba cuando sintió dos brazos que la rodearon con fuerza. Alguien la abrazaba. Ella se sorprendió y luego de un momento reconoció a su mejor amiga. Ella sin soltarle le dijo:

- Soujiro me explicó todo, Kaoru, siento no haber estado contigo cuando más lo necesitaste. Nunca más estarás sola, nos tendrás a nosotros, ya verás.

Luego vio a Kaoru frente a frente y le dio un beso en cada mejilla y la volvió a abrazar. Tan solo esas palabras trajeron lágrimas a sus ojos. Por un momento creyó que nada había cambiado, que todo era como antes cuando no tenían ninguna preocupación. Quiso ser aquella jovencita de quince años nuevamente para no cometer los mismos errores de antes. Devolvió el abrazo y solo pudo decir:

- Arigato, Misao, arigato.


Al pie de la escalera de madera de pino las observaba Soujiro. La sonrisa que tenía en el rostro parecía ser inamovible, solo que esta vez era un poco distinta, quizá formada menos por hábito y más por sentimiento.


****


Un apuesto hombre que no sobrepasaba los treinta años de edad abordó el avión que lo transportaría de Kyoto a Tokio, donde residía actualmente. El viaje era corto pero eso no le quitaba lo fastidioso. Odiaba la comida de avión (aunque siempre viajara en preferencial), odiaba que estuviese lleno, odiaba las voces de aquellas viejas ricachonas que se creían importantes por el dinero que tenían pero que al final nadie podía ser más vacuas que ellas. Detestaba a las aeromozas y sus sonrisas que sabía eran fingidas, les pagaban para eso después de todo. Le molestaba el cinturón de seguridad. No podía soportar que su whiskey en las rocas nunca fuese servido con la cantidad exacta de hielo que a él le gustaba. Y sobre todo, odiaba las miradas que aquellas chiquillas mimadas le lanzaban y que lo invitaban (muchas veces) con la mirada a encuentros en el baño de la parte trasera del avión o apenas bajaran del avión. Oh... aquellos tiempos en los que él era quien se dedicaba a convencer pequeñas adolescentes vírgenes y les hacía conocer el cielo apoyadas en los flancos metálicos del baño habían pasado y ahora simplemente le aburría ser molestado con sus miradas. Vamos, ¡era un hombre de casi treinta años, ya no se dedicaba a levantarle la falda a la primera mujer atractiva que veía y se decidía a seducir! Con el tiempo descubrió que eso era más fácil de lo que había pensado y se desvaneció la idea de que era un reto tener encuentros sexuales en los lugares y situaciones más extraños. Por la fuerza de la costumbre todo eso terminó siendo algo poco llamativo.

La muchacha rubia que estaba en una fila delantera, a la izquierda, tenía la mirada fija en él hace rato. Él estaba leyendo un libro muy interesante y estaba disfrutando cada segundo de los análisis de Huxley cuando sintió la mirada lasciva de aquella niña en él. Suspiró. Rogaba porque se cansara en cualquier momento. Siguió leyendo. El libro estaba demasiado interesante para no aprovecharlo. El párrafo seguía:


...pero la pobre Susan tenía, en verdad, poco que ver con los pesares de Burlap en el papel de Cristo. Su amor hacia la Susan viviente había sido tan inducido e intensificado por sí mismo como el dolor de su muerte. Él había amado no a Susan, sino la imagen mental de Susan y la idea del amor, sobre las cuales había concentrado fijamente su espíritu, al mejor modo jesuítico, hasta que se hubieron hecho alucinadoramente reales. Sus amores por ese fantasma sumido a su amor por el amor, a la pasión por la pasión, que había podido extraer de lo más hondo de la conciencia, conquistaron a Susan, que se imaginó que tenían alguna relación con ella. Lo que más le agradaba a ella en estos sentimientos era la cualidad de su 'pureza', que no tenía nada de masculino. Sus ardores eran los de un niño hacia su madre (un niño un tanto incestuoso, es cierto; pero ¡con qué tacto y delicadeza se portaba el pequeño Edipo!); su amor era a la vez infantil y maternal; su pasión era una especie de mimo pasivo. Frágil delicada, sin haber alcanzado la plenitud vital ni, por consiguiente, la madurez siempre más joven que su edad, Susan le adoraba como un amante superior y sagrado. Burlap, en cambio, adoraba su fantasma privado, adoraba su magnífica concepción cristiana del matrimonio, adoraba su propia cualidad adorable de marido...


¿No podía dejar de mirarlo? ¡Caramba!
Como si ella fuera más interesante que el libro que estaba leyendo. Podía jurar que se excitaba más viendo la tapa del libro (¡ni siquiera leyéndolo!) que a esa mocosa desvistiéndose en frente de él mientras baila la danza de los siete velos. Cerró el libro, marcó la hoja y se apresuró a anotar en su agenda que apenas llegase a Tokio y antes de llamar al encargado de su galería para confirmar el día de la presentación de sus obras llamaría a su hermana para recomendarle el libro, todo en esa obra era realmente excelente.

Se levantó para ir al baño pues muy a su pesar las necesidades fisiológicas se imponen a los deseos del hombre. Dejó el libro sobre su lap top al lado de su asiento (había pagado el pasaje de ese asiento para viajar solo pues no era muy dado a la filantropía o inclusive a la ocasional conversación con el compañero de asiento que bien podía ser una como la rubia del frente que creía que estaba haciendo un buen trabajo lanzándole esas sonrisas predadoras) y se encaminó al baño de la parte posterior del avión.

Enishi Yukishiro no se dio cuenta cómo el rostro de felicidad de la rubia se tornaba a uno de cólera cuando aquel hombre extremadamente atractivo paso por su lado y ni siquiera le prestó atención. No, pues los deseos de volver a continuar su lectura y ver cómo iban sus acciones de vez en cuando en su Macintosh eran tan grandes que no le costó nada ignorar a la rubia.


****

Un gran barullo se podía oír en la residencia Tetsuya. Misao, Soujiro y Kenji estaban celebrando la elección de Kenji de ir a la escuela Kojimachi, tal como lo había recomendado Soujiro. Kaoru había accedido más que feliz pues era una escuela excelente, una de las mejores, según le habían dicho y ese mismo día se encargaría de delegar la responsabilidad de la matrícula y los pagos respectivos. Por la alegría de saber que su hijo aceptaba la idea de ir al colegio (aunque no muy convencido todavía) Kaoru decidió que sería bueno celebrar y entonces invitó a todos a cenar fuera. Misao propuso que sería mejor quedarse pues Soujiro y ella no estaban vestidos adecuadamente y ¡qué mejor idea que llamar por teléfono y ordenar la comida! ¡sería como en los viejos tiempos! Para Kaoru este era un cambio refrescante pues hacía mucho tiempo que no ordenaba nada por teléfono. Todos eligieron comida china. Soujiro conocía de un lugar que hacían llegar los deliveries muy rápido.


La comida llegó en poco tiempo y escuchando unos discos compactos de música francesa que Kaoru había traído, sentados en los sillones de cuero que estaban delante del bar, empezaron a comer. Para Kenji todo esto era raro. Tan solo ver a su madre con la caja de fideos en una mano y cogiéndolos con los palitos con la otra era algo que podía ser descrito como fuera de lugar para ella. Inclusive más extraño era verla sentada sobre sus piernas en el sofá, al igual que Soujiro y Misao, quienes al parecer estaban acostumbrados a eso. Solo él estaba sentado propiamente, como le fue enseñado por su madre (que increíblemente era esa mujer totalmente informal que tenía al frente). Luego de un momento de sentirse extraño terminó por querer saber cómo se sentiría estar en esa posición. Dejó sus zapatos en el suelo, levantó las piernas y al poco tiempo descubrió que era realmente cómodo.


- Y Kenji supongo que estarás feliz de ir a ese colegio. ¡Es muy bueno! - Kenji levantó la vista de sus tallarines que estaban realmente sabrosos y tragó lo que tenía en la boca, se limpió las comisuras con cuidado y respondió:

- Sí, claro, tía. - dijo no con muchos ánimos.

- ¡Vamos, Kenji-kun! ¡No creo que sea para tanto! Después de todo los estudios no creo que sean el problema. Por lo que me ha dicho tu madre eres realmente muy inteligente. - Al terminar su frase Kenji se sonrojó.

- Eto... no... yo no...

- ¡Además habrá muchas chicas lindas que se morirán por un jovencito tan guapo como tú!

- Ano...

- Vamos, Misao estás haciendo sonrojar al niño- dijo Misao sin borrar la amable sonrisa de su rostro.

- ¿Pero acaso no es un niño guapo? ¡Ni que estuviera mintiendo! ¡Es lindísimo, tanto que da ganas de abrazarlo todo el día!- Pobre Kenji estaba más ruborizado que nunca. El color de sus mejillas le hacía la competencia al de su propio cabello.

- Muy cierto, Misao, no me imagino a la cantidad de novias que traerá a la ca-


Kaoru no pudo terminar la frase porque la mucama entró al lugar y después de hacer una reverencia se dirigió a ella, no sin antes cubrir la expresión de sorpresa al encontrar a su siempre formal patrona en una posición bastante impropia, para los estándares a los cuales ella sabía que estaba acostumbrada:

- Disculpe, Tetsuya-dono, pero hay un caballero en la sala de estar que solicita verla lo más antes posible. Me dice que usted solicitó su presencia desde Francia.

- ¡Oh, Dios Santo, es verdad! ¡Por poco y lo olvido! - dejó la caja que contenía sus fideos sobre la mesa de centro y procedió a salir. - Gracias Sakura-san.- la mucama hizo otra reverencia y se fue por donde vino.

- ¿A quién has llamado?- preguntó Kenji parándose tras de su madre.

- Ya verás, ya verás, Kenji. Tú quédate con tus tíos - dijo mientras traspasaba la puerta.

Kenji se quedó observando la puerta por un segundo. ¿A quién podría haber solicitado su madre sin habérselo comentado antes?


****

El día estaba soleado, mucho para su gusto pues odiaba que la luz le cayera a los ojos en la mañana. Lo hacía lagrimear demasiado. Puso su mano hacia la izquierda y encontró vacío ese lado de la cama. Suspiró. ¿Qué hora sería? ¿Si estaba tarde? Se destapó y se paró de un salto pensando que llegaría unfashionably late, como dicen los ingleses, a su trabajo,. Sus cabellos iban en todas direcciones, sus ojos estaban lagrimeando y no los tenía totalmente abiertos, los bóxer que traía puesto (y que era lo único que usaba para dormir) estaban un poco más debajo de la cadera. Se rascó la nuca mientras salía del cuarto hacia el corredor descalzo. Pasó las demás habitaciones y al frente de él estaba la puerta de la cocina y más a la izquierda la puerta que daba que daría inmediatamente al comedor. Eligió la cocina, la última vez que decidió entrar directamente se vio frente a frente con una familiar que había decidido llegar temprano a visitar, tan temprano que lo encontró semidesnudo frente a ella. Es que él odiaba usar batas y no le encontraba razón a usarlas dentro de su propia casa. Dio la vuelta a la manija de la puerta y vio a una mujer de espaldas en bata echándole agua a la cafetera. Su cabello negro muy largo y color azabache estaba suelto y le llegaba un poco antes de su cintura.

- Ohayo, Tomoe

La mujer volteó y le sonrió aquella sonrisa particular suya: no muy amplia, apenas perceptible.

- Ohayo, Kenshin

Kenshin vio el reloj de la refrigeradora y casi grita. Eran las diez de la mañana. Estaba más que tarde.

- Me hubieses despertado, es demasiado tarde, ahora...

- ¿Demasiado tarde para qué? Si hoy es domingo, además ayer llegaste muy tarde, merecías el descanso. - dijo ella en aquella voz suave que la caracterizaba. Tenía una taza de café en cada mano. Se acercó a él y puso en su mano una de ellas. No le quemó pues sus tazas eran de un material que mantenía el calor dentro de la tasa pero no permitían que traspasase; un excelente descubrimiento en una de sus visitas a la sección de 'hogar' de un centro comercial.

- Arigato. ¿Es domingo? Por un momento... Bueno, mejor aún, no tendré que salir hoy y pasaremos el día juntos- dijo él acercándose a ella, que estaba sentada en una de las sillas de su pequeño comedor dentro de la cocina.

Puso su taza en la mesa, junto a la de ella, y la abrazó por detrás. Inclinándose, le dio un beso en la frente y se fue a sentar en la silla, al costado de ella. Ella se levantó y le acercó una parte del periódico mientras ella leía otra. Sin prestar atención al periódico él le cogió la mano, causando que ella lo viera directamente a los ojos.

- Gomenasai

- ¿Por qué te disculpas?

- Por lo de ayer. No quise molestarte con mi ausencia, es solo que...

- Yo comprendo- dijo ella acariciando el lateral de su rostro- mi hermano no es la mejor de las compañías cuando así lo desea.

- Pero yo debí...

- No, no debiste nada. En todo caso él debió portarse como es debido. Yo soy la que debería disculparme, ayer no debí decirte lo que te dije por teléfono.

- No es nada- dijo él atrayéndola para abrazarla. - No es nada- repitió- Yo prometo tratar de llevarme mejor con Enishi la próxima vez que venga, que espero que no sea muy pronto- agregó en tono de juego. Sintió el ligero golpe de la mano de Tomoe sobre su espalda. - Hey! ¿Maltratando a un débil e indefenso hombre como yo?


Ella se separó de él y le sonrió, lo que él correspondió con otra sonrisa. La acercó a él nuevamente y la besó en los labios ligeramente. Una de sus manos en su nuca y la otra en su cintura. Se separaron.


- Aishiteru- le susurró él a ella al oído.


Luego de un momento ella respondió también:


- Aishiteru

Ella tomó su mano derecha y la dirigió a su estómago. Él la quedó viendo como preguntándole qué pasaba. Su brazo lo rodeó por la nuca y lo atrajo más hacia sí, lo abrazó con fuerza, se aferró a él. Sintió las lágrimas resbalando por sus hombros desnudos, su cuello, su pecho.


- ¿Tomoe?

- Estoy embarazada


Y él la abrazó fuertemente. Sus lágrimas mojaron la espalda de Tomoe a través de la bata.


- Todo estará bien, todo estará bien. Aishiteru. Verás que sí, Tomoe. Me haces tan feliz. No sabes cuánto rogué por esto.


Ella no respondió, siguió apoyada en su hombro, llorando lágrimas que no solo eran de felicidad.

****


En camino a la sala de estar, Kaoru Tetsuya pasó por el espejo que estaba al final del pequeño corredor izquierdo de su casa y no tuvo quejas de su apariencia. Al menos su ropa no estaba tan arrugada y su cabello aún estaba en su lugar. Siguió caminando y llegó por fin. Ahí con la espalda hacia ella se encontraba su visita observando un cuadro de un paisaje de Normandía. El cuadro fue pintado especialmente para ella y uno de los regalos de cumpleaños de su fallecido esposo, y se veía en él la hermosa casa en que vivieron junto a Kenji. Por un momento el solo ver aquel cuadro la hizo extrañar esos tiempos en que él vivía todavía y como siempre que recordaba aquellos tiempos felices, su sonrisa, sus caricias, aquella mirada que solo era para ella, se sintió sola. Lo extrañaba mas se compuso inmediatamente.


- Qué gusto tenerlo tan pronto por aquí

- Me dijo que era imperioso verme, Tetsuya-san- respondió aquel hombre aún de espaldas.

Inclusive de espaldas aquel hombre era una figura imponente. Espalda ancha, brazos fuertes que dejaban verse a través de la camisa de seda color marrón oscuro que traía puesta. Aquellos pantalones de vestir color crema muy claro contrastaban perfectamente con la camisa. Estaba vestido lo más sport posible. Bueno, lo más sport que él podía llegar a aceptar. Ya su esposo lo había una vez definido como increíblemente formal y en todo sentido, había agregado después de una ligera risa.

Se dio la vuelta y los cabellos que cubrían parte de sus facciones, cubrieron su faz aun más cuando hizo una reverencia. Luego se irguió nuevamente y con un movimiento muy particular de cabeza sacó sus cabellos de en medio sin necesidad de usar sus manos y dejó vislumbrar un par de ojos azules cuya mirada parecía ser un escáner. Hasta el alma parecía ser leída por esos ojos increíblemente hermosos en color y a la vez terriblemente fríos. A cualquiera aquella mirada hubiese paralizado, dejado sin palabras y con miedo a tan solo abrir la boca mas no a Kaoru Tetsuya, estaba acostumbrada y ella misma podía lanzar una mirada no menos fría cuando así lo quería.


- Tetsuya-san - dijo como saludo formal.


Ella contestó con una sonrisa y una pequeña reverencia, luego dijo:


- Veo que nos hemos adherido muy bien a la sociedad japonesa.

- Eso parece

- A la tierra que fueres, haz lo que vieres ¿no es así?

- En efecto, eso dicen.


Aoshi Shinomori. Tan parco como siempre. Era bueno verlo nuevamente.


- Espero que mi llamada no lo haya distraído de sus ocupaciones, Shinomori-san. Ahora que lo pienso de repente fue algo inadecuado llamarlo así de repente.

- En lo absoluto, Tetsuya-san.

- Me alegro. - respondió ella con otra sonrisa- Bueno, adelante - y señaló con uno de sus brazos hacia el comedor.


Él inclinó un poco la cabeza en agradecimiento y caminó hasta donde estaba ella. Le ofreció su brazo a Kaoru quien lo tomó y procedió a guiarlo hasta su oficina lanzando una sonrisa antes de comentarle:


- Bueno, nada puede ser perfecto. Viejos hábitos no mueren pronto.


Él contestó con una risa casi imperceptible. Una vez dentro lo invitó a sentarse frente en el asiento que estaba frente al suyo y él lo hizo no sin antes esperar que ella estuviese sentada primero. El lugar era elegante aunque no muy grande, lo suficiente como para trabajar con comodidad. Todas las comodidades escondidas tras puertas, cajones, en fin, toda clase de mobiliarios de madera reluciente. Tras de ella, a lo alto, como haciendo un espacio divisorio entre las dos alas de su inmenso estante lleno de libros, estaba un cuadro de ella, Kenji y su fallecido esposo. Aoshi desvío la mirada del cuadro para prestarle atención a la mujer que tenía en frente.


- Seré concreta - dijo ella adoptando un aire profesional, uno al que él estaba más que acostumbrado. Aquella seriedad en su rostro juvenil y sus manos juntas sobre el escritorio en la parte superior forrado en cuero marrón eran suficientes para saber que estaba tratando con la mujer de negocios que había en ella. El solo asintió como era su costumbre. Ella no se inmutó por su falta de respuesta, hace tiempo que ella se había acostumbrado a su circunspección. - Lo mandé llamar porque requiero de sus servicios aquí en Japón. - otro asentimiento- y no por solo un período como le dije la última vez que nos vimos en París, sino de forma perentoria. ¿Qué me dice?


Si la noticia lo sorprendió o generó algún tipo de sensación en él no lo dejó ver. No dejó ver nada.


- Es de suponer que piensa residir en Japón.

- Así es -dijo ella muy seria- Y no es una decisión impulsiva. Estuve pensándolo durante estos días y lo decidí.

- Tengo entendido que en Francia tienen otra idea de todo esto. Ellos creen que usted está vacacionando, Tetsuya-san.

- Lo sé pero yo me encargaré de arreglar eso con los señores de la comitiva, es imposible que puedan objetar mi decisión. - después de un momento de silencio y solo miradas, ella rompió el silencio.

- Aunque no lo diga sé que no está convencido con esta decisión.

- No creo que mi opinión personal vaya a convencerla de tomar una decisión contraria, Tetsuya-san.

- Está en lo cierto, Shinomori-san - respondió sonriente- pero inclusive a sabiendas de eso me gustaría saber qué opina.

- Pues supongo que si lo ha decidido debe tener razones de peso para hacerlo y si es así estoy seguro que su decisión debe ser la correcta, aunque hasta ahora aparentemente sea una decisión impulsiva y poco previsora.

- Por el contrario, Shinomori-san, he pensado esto mucho y tengo razones, realmente las tengo y, sepa usted, no solo son razones referidas a los negocios sino que también están referidas a mí y a Kenji.

- ¿Se reunió con sus amigos por fin?

- Sí, los encontré muy rápidamente. Su trabajo ha sido tan excelente como siempre y se lo agradezco. - él solo asintió - Uno de mis proyectos tienen que ver con ellos también.

- ¿Piensa invertir en arquitectura entonces?

- Pues no necesariamente. Mis ideas tiene que ver más con ciertas construcciones que quiero que sean realizadas lo más antes posible.

- ¿Discutió el tema con ellos?

- No, aún no. Esperaba a que usted llegara, Shinomori-san. Y bien ¿qué me dice? ¿Acepta la proposición?


Levantó los ojos hacia aquel cuadro y los fijó en la cara de Tetsuya-san, su amigo de tantos años. No había posibilidad alguna de negarse. Es más, la situación se le presentaba más fácil de lo que hubiese esperado. Se evitaba inventar excusas y mentir.


- Acepto- respondió tras un breve espacio de tiempo.

- Excelente- respondió ella con una sonrisa verdadera.

Luego se paró y caminó hacia la puerta. Él hizo lo mismo no sin antes ver una vez más el cuadro y volver a centrar su mirada en su amigo. Aún podía escucharlo decir todo aquello que le confió esa noche en un restaurante de París. Y cuán en lo cierto había estado él. Quizá él había sido una de las únicas personas (sino la única) que podía prever decisión alguna de parte de Kaoru Tetsuya.


- ¿No viene?- preguntó ella parada desde la puerta


- Suminasen, por supuesto.


No, definitivamente no había posibilidad de decir que no. Tenía una promesa que cumplir.


¡¡¡Hola de nuevo!!! ¿Qué les pareció? ¿Creyeron que el misterio sería revelado ya? ¡Pues si es así no conocen cuán cruel puedo llegar a ser! Bueno, por fin hizo su aparición Kenshin. El misterio se hace aún más grande con la presencia de Aoshi y Enishi ¿no es así? ¡Esperen el próximo capítulo y mientras tanto dejen sus reviews! ¡Este fic es uno de los que más me divierte escribir! ¡Quiero saber qué les parece!

Ja ne!

Shiomei


***Respuestas de los reviews del capítulo pasado***


Madam Spooky-san:
¡¡¡Amiga!!! Bueno, por fin puedo publicar este capíulo. Disculpa la demora y espero te guste. Estaré esperando tu review.

Kao (chan) - san: ¡Hola! Bueno, me estarás odiando ahora mismo. No, todavía el misterio (que es más amplio que solo el hecho de que Kaoru y Kenshin estén separados) no será resuelto y no lo hago precisamente por cruel sino porque la historia está planificada así. ¡Gomenasai por mantenerte en ascuas! Espero que sigas leyendo este fic y me dejes otro review. ¡Arigato gozaimasu!

Karura-san: Bueno, gracias por decirme que escribo bien. ¡Me alegra el día! Y, bueno, ya actualicé Prueba de Fuego así que debes estar feliz ne? ¡Espero otro review! Arigato!

Sol Himura-san: ¿Qué tal onee-chan? Gracias por el saludo de cumpleaños (¿realmente me he demorado desde el 21 de Julio pasado en actualizar? ¡Qué vergüenza! Pero bueno aquí hay otro capítulo. ¡Y estás en lo cierto con respecto a Kenji! ¿Otro review diciéndome qué te parece este capítulo sería mucho pedir?

Hitokiri Lady-san: ¡Querida amiga a ti sí que se te extraña! ¡Gracias por tus siempre bellos reviews! ¿Es este capítulo suficientemente emocionante? Espero que cubra tus expectativas.

Mery-san: ¡Gracias por tus palabras! ¡Espero este capítulo sea de tu agrado!

Gaby: ¡Gracias por lee la historia! ¡Ojalá te guste este capítulo! Y sí, lo catalogaré de misterio, como me sugeriste, tienes mucha razón. ¡Espero otro review! Arigato!