Holap!! Pues nada, que ya estoy aquí, después de una eternidad sin que se me viera el pelo por ningún lado ^^' Es que a ver, no tengo tanto tiempo como antes!! Y como encima escribo dos fics a la vez... de todas formas procuraré ir algo más rápido, aunque no contéis con el ritmo que llevaba con La Piedra Del Tiempo porque me va a ser imposible T_T. Aún así, creo que este cap vale la pena, os aseguro que es mucho más ameno que el anterior y tiene su cosa... XD, mejor que lo leáis y ya me comentáis... por que, ¡oh! Qué cosas, adoro lo reviews XD.

4. Lo que nunca debiste hacer

Harry, Ron y Hermione desayunaron muy rápidamente al día siguiente. Los prefectos de Gryffindor se encargaron de repartir los correspondientes horarios, mientras ellos se dedicaban a esta reconfortante tarea. Ron analizó el suyo críticamente mientras masticaba un cacho de tostada.

—Vaya, por una vez no tenemos a Snape el primer día... a eso le llamo yo empezar con buen pie —dijo, aliviado.

—Habla por ti. Yo lo tengo dos horas seguidas esta tarde.

Harry se giró hacia Hermione y la miró asombrado.

—¿Qué? ¿Cómo es eso?

Hermione le enseñó su horario desalentada. Harry pudo ver que, encabezando el pergamino, se podía leer en un rótulo: "itinerario para sanador/medimagia". Harry comprendió entonces.

—Pff, ni me acordaba... escogiste otro itinerario.

Hermione sabía perfectamente que Harry había elegido el itinerario para auror el año anterior, después de los exámenes de junio. Habían pasado tantas cosas el año pasado, que ya apenas se acordaban de esos detalles. Sin embargo, en ese momento, les parecieron muy importantes.

—¡Pero entonces no vendrás con nosotros en clase! —Ron parecía realmente indignado. También había escogido el itinerario para auror.

—Bueno, coincidimos en muchas horas. ¿Ves? —Hermione señaló con el índice su horario—. Hoy tenemos varias clases juntos.

—No entiendo en qué consisten los itinerarios, si las asignaturas son las mismas —señaló Harry, comparando su horario con el de la chica.

—No sé... a lo mejor lo que importa es el contenido de las clases —replicó Hermione distraída, recogiendo su horario y guardándolo en la mochila—. Pero lo mejor será que salgamos ya de aquí. No quiero llegar tarde.

Como siempre. Haciéndole caso, aunque de mala gana, los otros dos recogieron también sus cosas y salieron al pasillo. Mientras caminaban para dirigirse a la clase de encantamientos, Harry se sentía cada vez más tranquilo y reconfortado. Por fin estaba en Hogwarts y todo volvía a ser como siempre. Los intercambios de miradas hostiles con Malfoy por el pasillo, los insultos entre Gryffindor y Slytherin, las desapariciones de Trevor, el sapo de Neville... sin darse cuenta, una enorme sonrisa se le había ido dibujando en la cara conforme andaba, hasta casi el punto de hacerle parecer idiota. Pero no lo podía evitar. Aquella escuela le había dado más quebraderos de cabeza que otra cosa, pero al mismo tiempo era su casa, su mundo. Y estaba de vuelta. Era feliz.

Por fin llegaron a la dichosa clase, y como encontraron la puerta abierta, entraron directamente. Se sentaron casi en primera fila (es lo que tiene ser amigo de Hermione), sacaron sus cosas y esperaron al profesor, que por suerte o por desgracia, no tardó mucho en aparecer. El enano profesor Flitwick les soltó el clásico discurso alentador de principios de curso (N/A: cómo se nota que acabo de empezar el colegio XD) y sin más dilación comenzó su clase. Fue bastante pesada. Después de muchos apuntes, explicaciones, más apuntes y más explicaciones llegó la hora de la siguiente clase. Y eso sin haber sacado las varitas. Se fueron bastante decepcionados.

—¿De verdad es necesaria toda esta enciclopedia para encantar trasladores? —bufó Ron, mientras salían, refiriéndose a sus apuntes.

—Ya ves que sí —dijo Hermione, sin darle importancia—. Oíd, ¿os toca herbología?

—No, transformaciones.

—Vale, pues entonces nos vemos luego.

Y sin añadir nada más, se fue a toda prisa, dejándolos con la palabra en la boca.

—¿Se habrá vuelto hiperactiva este verano? —preguntó Ron, mirando cómo se alejaba.

—Qué va. Lo que pasa es que el invernadero está lejos y le aterra llegar tarde —rió Harry.

Bromeando se dirigieron al aula de transformaciones. La clase con la profesora McGonagall siguió un esquema semejante a la de Flitwick. Mucha explicación y nada de varita. Harry empezaba a pensar que sexto sería un curso bastante pesado, a pesar de haber pasado ya la mala experiencia de los TIMOs. Estuvo un tanto ausente mientras escribía en su pergamino, pensando en lo mucho que iba a echar de menos a los gemelos Weasley aquel año... y tampoco estaría Lee Jordan el comentarista, ni Angelina... eso significaba que tendrían que renovar el equipo de quidditch y elegir un nuevo capitán. Aunque probablemente lo habían elegido ya, tal como hicieron el año pasado. Estuvo dándole vueltas al tema del quidditch el resto de la hora. Pero era el primer día. No pensarían que nadie fuera a atender en serio, ¿no?

Al acabar la segunda hora, los dos amigos dejaron el aula seguidos por el resto de la clase, pensando que si todo el día iban a tener clases como aquellas, más les valdría prepararse bien para el aburrimiento. No habían dado más que dos horas y ya los estaban acribillando a base de teoría y más teoría.

Bajaron al vestíbulo, aliviados por el descanso, y se encontraron a Hermione esperándolos.

—Buenas, ¿qué tal herbología? —saludó Harry.

—Bien, por lo que ha dicho la profesora Sprout, este año en mi itinerario estudiaremos las propiedades medicinales de más de cien especies mágicas y sus aplicaciones en medimagia... Neville parece emocionado —respondió ella, echando a andar hacia la salida.

El jardín estaba resplandeciente, bajo la luz matinal. Bastantes alumnos habían salido para aprovechar el descanso de la mañana. Como estaban a principios de septiembre todavía no hacía demasiado frío y el ambiente era muy agradable. Se sentaron al pie de la escalera.

—¿Neville ha cogido tu itinerario? —preguntó Ron, mientras se acomodaba.

—Sí. Y francamente: creo que es el que mejor le va.

Ron asintió y acto seguido le hizo saber a la chica su disconformidad con respecto a lo aburrida que estaban siendo las clases de esa mañana. Mientras Ron protestaba enfáticamente, Harry desvió la mirada y vio unos pocos metros más hacia allá, a un chico larguirucho de pelo lacio y castaño que caminaba en dirección contraria a ellos. Era Jill. Al reconocerlo, Harry se levantó y lo siguió rápidamente, dejando a Ron y Hermione dentro de su apasionante diálogo.

—¡Eh, Jill! —llamó.

Jill se dio la vuelta y se detuvo al ver a Harry que caminaba hacia él. Cuando llegó, Harry le sonrió, procurando parecer amable. No es que Jill le cayera mal, simplemente se sentía incómodo cada vez que lo veía. La muerte de Cedric no atormentaba solamente al slytherin de segundo curso.

—Hola —saludó este, tranquilo—. ¿Qué pasa?

—Nada, sólo quería hablar un momento contigo —dijo Harry, aunque le costó sacar el tema directamente, por lo que trató de sacar un poco adelante la conversación—. ¿Es verdad que sigues saliendo con Ana?

Jill se acaloró un poco.

—¿A qué viene eso?

—Curiosidad, supongo —disimuló Harry.

—Pues no te importa. Pero si lo quieres saber, puedes preguntárselo a ella, seguro que estará encantada de contártelo —Jill puso las manos en los bolsillos—. Y ahora en serio: ¿qué pasa?

Harry rió.

—Vale, lo que tú quieras —miró un momento a izquierda y derecha por si había alguien cerca y preguntó en voz baja—: ¿Todavía la tienes?

Jill miró a Harry un tanto asombrado.

—Sí, claro que la tengo —replicó en el mismo tono—. Y a buen recaudo, por si te interesa saberlo.

—Me alegro, entonces. ¿Has intentado ya algo? —preguntó Harry, alegrándose de comprobar que efectivamente Jill era de fiar.

—Sí. Pero no he llegado a nada —dijo el otro, algo decepcionado.

—Ya te lo dije: es muy probable que no llegues a nada —replicó Harry, meneando la cabeza—. De todas formas, si decides librarte de ella habla primero conmigo o con Dumbledore, ¿de acuerdo? Recuerda lo que me prometiste.

Jill asintió y se alejó pensativo. Harry lo observó un rato mientras se alejaba y volvió junto a Ron y Hermione, que habían aprovechado para darse el lote en su ausencia.

—Eh, tórtolos. Despegaos un rato, que tenemos clase —les dijo al pasar junto a ellos, subiendo las escaleras.

Ron y Hermione obedecieron al instante, colorados, y se pusieron en pie, aclarándose la garganta. Harry ni se giró a verlos mientras subía, pero sonrió para sí al oírlos subir por detrás de él atolondradamente.

Los tres entraron en el colegio y se encaminaron a su siguiente clase. Era astronomía, y la tenían juntos. Como era de esperar, no hicieron más que escuchar al profesor y tomar apuntes, aparte de copiar un plano del antiguo sistema geocéntrico que debían analizar para el viernes. De todas formas, esperar una clase de astronomía práctica a plena luz del día era de ser un poco ingenuos.

Por fin acabaron las clases de la mañana. Contentos, dejaron el aula y se dirigieron al comedor, donde esperaban recibir una suculenta y bien merecida comida. Bajaron al vestíbulo otra vez y atravesaron las puertas del comedor. Nada más hacerlo, una voz airada les llamó la atención a su derecha.

—En serio, vosotras lo habéis visto, ¿no? ¡Eso no ha sido inocente! Iba a pillarme, estoy segura...

—¿Krysta? —preguntó Harry, al reconocer a la dueña de la voz.

La chica se hallaba junto a la puerta, con dos chicas que Harry no conocía y que debían ser amigas suyas. Krysta se giró y sonrió al ver a los tres amigos.

—¡Ah, chicos! Esperaba veros. Oíd... ¿os he presentado alguna vez? —dijo, refiriéndose a las dos chicas.

Ante la negativa que recibió, Krysta se hizo a un lado para que sus amigas pudieran presentarse.

—Ella es Emma —indicó, señalando a la primera—. Y ellos son Harry, Ron y Hermione.

Una chica rechoncha y bajita se adelantó para saludarlos. Tenía el pelo corto, color castaño muy claro y ondulado. Los ojos los tenía color avellana, pequeños y entrecerrados en un rostro moreno. La nariz era algo chata. Sonrió débilmente mientras intercambiaba unas palabras de saludo. Su rostro apacible y amable inspiraba simpatía.

Krysta iba a presentar a la segunda, pero esta se le adelantó.

—Yo soy Lor, y sé perfectamente quienes sois vosotros, gracias —dijo, añadiendo esto último hacia Krysta.

La chica que había hablado era bastante alta, incluso un poco más que Krysta. Su pelo era largo, lacio y muy negro, y se había teñido las puntas de color morado. Lo llevaba recogido en una especie de moño que le dejaba mechones sueltos saliendo en todas direcciones. Los ojos grises se le marcaban de forma especial en su rostro pálido, debido a las pestañas negras. Sonreía con picardía. A Harry le pareció un tanto mística.

Krysta rió.

—Lor siempre se entera de todo antes que todos. Sería una buena espía —bromeó.

Intercambiaron nuevas palabras de saludo, tras las cuales, Harry retomó la conversación.

—Krysta, ¿de qué te quejabas cuándo hemos llegado? Se te oía desde el vestíbulo.

Krysta intercambió miradas con las dos ravenclaws antes de contestar.

—De la profesora Montblanc —dijo, algo malhumorada.

Hermione la miró, sorprendida.

—¿La nueva? ¿Por qué, ha pasado algo?

—A mí me pareció una mujer amable —comentó Ron.

—No, si amable es... con quien le interesa. Huelga decir que yo nos estoy dentro de sus intereses —ironizó Krysta.

Emma le lanzó una mirada de reproche.

—Krysta, no seas paranoica. No ha sido para tanto, y lo sabes.

—¿No? ¿Y entonces por qué me ha preguntado sólo a mí? —dijo la otra irritada.

—¿Que te ha preguntado? Bueno, Krysta, eso lo hacen todos los profesores. Snape... —empezó Harry.

—No, no lo entendéis. No me ha preguntado en ese sentido. Me ha preguntado cosas personales, cosas que no le incumbían... ¡y que me han molestado! Me ha restado cinco puntos cuando le he respondido un poco mal... Y luego, al acabar la clase, me ha hecho quedarme para limpiar la pizarra y recoger los pergaminos tirados por el suelo... ¡en el primer día! Esa mujer tiene algo contra mí, os lo digo yo —insistió—. Suena raro porque en teoría es la primera vez que la veo, ya lo sé... ¿Tú que crees, Lor?

Lor la miró indiferente. Al cabo de un rato contestó.

—Creo que es una bruja irascible, con un sentido del humor retorcido, y es obvio que te tiene manía —Lor se interrumpió y esbozó una sonrisa satisfecha—. Me cae bien —concluyó.

Emma bufó.

—Lor, se supone que tienes que animarla.

Lor se encogió de hombros.

—Yo creía que tenía que decirle la verdad, puesto que soy su amiga y me lo ha pedido, pero si quieres que en su lugar suelte una piadosa y, al mismo tiempo, ruin mentira, pues vale: Krysta, esa mujer te adora, está loca por ti y estoy convencida de que tiene ganas de adoptarte. ¿Cuándo comemos?

Todos prorrumpieron en carcajadas excepto Emma, que miraba a su amiga exasperada, mientras esta sonreía tranquilamente analizándose la manicura.

En ese momento, un tercero hizo su aparición en la escena y se acercó a Krysta con una resplandeciente sonrisa que seguramente llevaba practicando desde hacía días.

—¡Krysta, llevo una eternidad buscándote! Quería preguntarte una duda —dijo el recién llegado.

Krysta cambió su expresión risueña por otra de absoluto desdén.

—Hola Derek. Qué ilusión verte por aquí —ironizó, nada más reconocerlo.

—¿Sí, verdad? Yo también me alegro de verte.

—"Este tío es tonto o se lo hace" —pensó la chica, exasperada—. ¿Qué duda dices que tienes? No estoy de humor para hablar de las clases —dijo, ya en voz alta.

Derek se le arrimó con su sonrisa encandilada y apoyó la mano en la pared, mirándola fijamente.

—¿Y qué te hace pensar que mi duda tiene algo que ver con los deberes, preciosa?

Krysta puso los ojos en blanco y bufó, dándose la vuelta rápidamente y echando a andar hacia la mesa de Ravenclaw. Derek la observó un rato. Al fin se dio la vuelta y sonrió a Harry.

—Una chica encantadora, ¿eh?

—Creo que deberías darle un respiro —replicó Harry.

—Sí, sí... por cierto, ¿nos conocemos?

Harry le dijo su nombre. Al conocerlo, Derek se presentó con mucho floreo y manifestó su "congratulación por haber conocido por fin a semejante celebridad". Luego se presentó a Ron y Hermione, y terminado el asunto, se volvió hacia sus compañeras de Ravenclaw.

—Muy bien, chicas, lamento no poder quedarme, pero tengo que solucionar un asunto en la mesa de Ravenclaw —les guiñó un ojo mientras se despedía—. Nos vemos luego.

Emma lo observó mientras caminaba.

—Es un estúpido —dijo, meneando la cabeza.

—Un estúpido que está bueno —puntualizó Lor.

Y las dos lo siguieron en silencio.

Por su parte, Harry se quedó plantado, sin tener muy claro si lo que acababa de saludarle era un versión mini de Lockhart, o de Percy... o de una mezcla de los dos.

*    *    *

Andrew atravesó a toda prisa el largo pasillo pasando junto a un montón de puertas entreabiertas, despachos, oficinas y más despachos. Por fin, llegó a la que le interesaba. Mirando a un lado y al otro, sacó una llave del bolsillo y la abrió, mientras con la otra sujetaba un portafolios enorme. Cuando la puerta se abrió con un leve chasquido, se escurrió dentro y cerró a sus espaldas, sonriendo para si.

Acababa de entrar en su despacho, en el ministerio. Una sala amplia, iluminada por un gran ventanal que se hallaba en la pared enfrentada con la puerta.  El resto de paredes estaban ocupadas por estanterías hasta el techo repletas de libros, libros y más libros, aparte de algún otro cachivache sin importancia. No quedaba apenas espacio para un cuadro, el único adorno era una planta de interior mustia al lado de la puerta, que se acordaba de regar un día sí, cinco no. En el centro estaba su mesa, de madera oscura y muy grande... lo que era una suerte, porque así, aunque la llenara de papeles y trastos aún quedaba un buen espacio utilizable e incluso daba la impresión de que estaba ordenada (N/A: este chico no tiene cura, con eso del orden XD).

Feliz por haber despachado todo lo que tenía que despachar el día anterior y estar por fin en su adorado ministerio de investigación, tras una semana de trámites, echó a andar, dejó caer el portafolios sobre la mesa sin el más mínimo cuidado y se desabrochó el cuello de la camisa, sintiéndose liberado. Abrió una hoja de la ventana dejando que entrara la brisa matinal (emulada mágicamente, claro), y se volvió hacia la mesa. Colocó la placa con su nombre en su debida posición y luego, de un salto, se acomodó en la silla y apoyó los pies sobre la mesa, cruzando los brazos por detrás de la cabeza. Su primer día de verdadero trabajo desde que había vuelto. Sonrió de nuevo.

—"No más alumnos, no más clases estúpidas, no más profesores entrometidos... pero lo que es más importante: ¡no más alumnos! Y tengo todo el día para mí, o por lo menos, un buen rato hasta que a estos inútiles se les caliente la cabeza y vengan a molestarm..."

No pudo seguir deleitándose en su suerte, porque justo en ese momento, alguien llamó a la puerta. De prisa y corrida, bajó las piernas, se colocó otra vez bien el cuello de la camisa y adoptó una expresión grave al tiempo que un montón de bellos y sutiles sinónimos aptos para representar cosas harto desagradables le venían a la cabeza. Se aclaró la garganta e invitó a pasar al recién llegado.

Un hombre delgado, de pelo castaño claro veteado de gris y brillantes ojos grises ensombrecidos por unas ojeras enfermizas apareció en el quicio de la puerta con una sonrisa que a Andrew no le gustó nada.

—Tenías que ser tú, Lupin, no podía ser otro —gruñó Andrew al reconocerlo.

Remus amplió la sonrisa aún más.

—Lamento molestarle "señor director" —esa falsa e inusual muestra de respeto en Lupin le gustó aún menos—. Pero tiene visita.

—¿Sí? Qué emoción. Dile que concierte hora y que venga a verme más tarde —ironizó Andrew—. Venga ya, Remus, te he dicho que esta mañana no quiero que me molesten... estoy muy ocupado —aún no le había perdido el gusto a eso de mentir descaradamente.

—No puedo, es una invitada de honor, Andrew. Eres muy desagradable, ¿no vas a dejar pasar a tu pareja de baile? —Remus estaba disfrutando, de eso no cabía duda.

—Que te digo que tengo trabaj... ¿¿¡¡Mi qué!!?? —se interrumpió de golpe, pensando que había oído mal.

Remus se hizo a un lado, encantado, dando paso a una chica joven de unos dieciocho años que irrumpió en la sala con una enorme sonrisa en la cara y los ojos brillantes de ilusión. Se paró delante del hueco de la puerta algo cortada.

—Hola profesor Darkwoolf —saludó, mirando a su idolatrado y antiguo profesor.

No, por Merlín, no... aquella voz... no, otra vez no. Una alumna no...

—¿Aerin? —dijo Andrew, creyendo estar alucinando.

—¡Sí! —replicó la chica, feliz—. ¿Qué le pasa? ¡Ni que hubiera visto un fantasma! Si ya sabía que venía, hombre.

Al oír esto, Andrew se giró rápidamente hacia Remus y le lanzó una mirada envenenada que podría haber superado al mismo Snape.

—¿Lo sabía? —le preguntó.

Remus le devolvió la mirada, pero sonriente.

—¡Claro! No seas idota —se burló Remus—. ¿Crees que yo sería capaz de olvidarme de avisarte de una cosa así? —Remus usó la ironía tan hábilmente que Aerin ni se percató de ella, pero Andrew sí, claro.

¿Pero sería cabrón? ¡Se estaba riendo de él!

—Muy bien, Aerin, pasa —invitó Andrew, todavía perforando a Remus con la mirada.

Aerin se adelantó encantada, porque lo que es entrar, ya lo había hecho. Se sentó en una silla libre en frente de Andrew sin borrar la sonrisa.

—Bueno, yo me voy ya —dijo Remus volviendo a coger el pomo de la puerta—. Que os divirtáis —añadió, con sorna.

Andrew, reaccionó al oír esto y le lanzo un libro que había encima de la mesa, pero fue demasiado lento, puesto que Remus la cerró antes de que pudiera alcanzarlo. Desde dentro, Andrew pudo oír las carcajadas burlonas de Remus. Aerin también se rió.

—Sigue usted igual que siempre, profesor —dijo.

—No lo sabes tú bien —replicó Andrew, volviendo a adoptar una postura formal—. Bueno, ¿para qué has venido? —Mejor acabar rápido.

Aerin pareció asombrada al escuchar esto.

—Bueno, está usted muy poco enterado, ¿eh? ¡Vengo a trabajar aquí, hombre!

Ahora fue Andrew quién se alucinó.

—No lo dices en serio —dijo, con una media sonrisa.

—Claro que sí.

—¿A trabajar?

—Sí.

—¿Aquí?

—No, en El Tíbet... ¡pues claro, hombre!

Andrew sintió el impulso de salir corriendo y evitar lo que seguramente se estaba convirtiendo en una entrevista de trabajo.

—Yo... eh... ya lo sabía, claro. Quería saber si estabas segura.

Iba a matar a Remus. Lo iba a matar, lo iba a...

—¡Pues estoy segura! Me apasiona ust... ¡la investigación, la investigación!

—Ya veo —Dios mío... —. ¿Y qué experiencia tienes en este campo, si puede saberse?

—Oh, pues he seguido esta orientación desde los TIMOs. Me interesa lo nuevo, descubrir cosas que nadie ha descubierto... de hecho, he estado este verano informándome acerca de un tema que me entusiasma, y casi he elaborado unas teorías propias...

—¿De qué tema estamos hablando?

—Pues...

Aerin rebuscó en un bolso que se había traído y rápidamente sacó un par de libros, no demasiado grandes, que dejó caer sobre la mesa. Andrew cogió uno y lo examinó. Lanzó sobre Aerin una mirada analítica.

—¿El triángulo de realidades? —inquirió.

—Sí. ¿No cree que es apasionante? Es un tema del que se ha hablado poco en los últimos siglos, pero yo creo firmemente en la veracidad de esa teoría. Aún hay muchas cosas que se pueden descubrir al respecto, mucho que avanzar... ¿no está de acuerdo conmigo?

—Bueno, no es algo que me haya cuestionado —replicó Andrew indiferente, devolviendo el libro—. Se dejó de hablar de la teoría de realidades hace mucho tiempo ya...

—¡Ése es el problema! ¡Casi nadie se lo cuestiona! —saltó Aerin entusiasmada—. Pero yo sí, y le prometo que si me deja entrar en el departamento, no se arrepentirá.

Andrew meditó un momento.

—Bueno, Aerin, tu propuesta es original, de eso no cabe duda... pero eres muy joven aún, acabas de dejar Hogwarts y tu experiencia es mínima...

—¡No diga eso! —se quejó la chica—. Si no me da una oportunidad, ¿cómo quiere que adquiera experiencia?

Andrew sonrió.

—Tienes razón —se inclinó hacia delante, apoyando los codos en la mesa—. Te diré lo que haremos: entrarás en el departamento durante seis meses a modo de prácticas, si en ese período de tiempo me demuestras que vales la pena, entrarás a trabajar en serio. ¿Te parece bien?

Aerin tuvo que reprimir un salto de alegría para no parecer informal.

—¿De verdad? ¿Puedo hacer eso? ¿En serio? ¿No me está tomando el pelo? ¡Guauuuuuuu! Me encanta! ¡Es una gran idea, gracias, gracias, gracias! ¡No lo defraudaré, profesor Darkwoolf, no...!

Andrew la cortó con un gesto.

—Acerca de eso, Aerin... ¿podrías dejar de llamarme profesor? —pidió.

Aerin se paró en seco, pero reaccionó en un momento, aún ilusionada.

—¡Anda! ¡Pues es verdad! ¡Si ya no es mi profesor! Ahora es mí... —miró momentáneamente la placa de la mesa— ¡eso! ¡Director! ¿Cómo quiere que le llame? ¿Señor Darkwoolf? ¿Director Darkwoolf...? ¿Señor director Darkwoolf?

Andrew hizo una mueca cansina y dijo, derrotado:

—Llámame Andrew.

Aerin se levantó, feliz, recogiendo sus cosas.

—¡Muy bien! Entonces vuelvo mañana, ¿Eh prof... Andrew? —se corrigió—. ¡Oh, qué difícil es tutearlo!

¿Qué iría mejor para matar a un licántropo, el cianuro o un hongo venenoso?

—Sí, eso. Nos vemos mañana. Te acompaño a la salida —no fuera a ser que se le ocurriera volver.

Andrew se levantó también y apoyó una mano en la espalda de Aerin, empujándola fuera del despacho. La chica se dejó guiar por el ministerio, más feliz que unas pascuas. Tenía el trabajo de su vida y el profesor de su vida, todo en un mismo sitio. ¿Podría haber algo mejor?

Por fin llegaron a las chimeneas de salida del ministerio. Aerin había traído sus propios polvos flu y se despidió de Andrew antes de utilizarlos, muy ilusionada. Por fin desapareció entre las llamas y Andrew pudo descansar. Ahora sólo le quedaba despachar un tema pendiente: matar a Remus Lupin. ¡Y pensar que el año pasado se llegó a  sentir culpable por habérsela jugado a semejante cabrón! Tenía que pensar en algo para devolverle esta bromita de hoy, ya vería, ya...

Caminó hasta su despacho rápidamente y abrió la puerta distraído, para encontrarse con una sorpresa dentro de la habitación. Una persona estaba ahí, sentada en su silla, apoyando los pies en su mesa. Una mujer. Los cabellos negros, lacios y brillantes le caían sobre los hombros, enmarcando una cara pálida y cetrina, en la que parecía no haber dado nunca el sol. Vestía una túnica negra. Alzó la cabeza y miró al recién llegado con sus ojos, también negros. Andrew notó que podría haber sido una mujer bella, si no hubiera sido por esa sombra oscura y enfermiza que parecía cubrirle las facciones, y esa sonrisa maligna que lucía con brillante habilidad. El recién llegado cerró la puerta a sus espaldas y miró a la mujer, sin alterarse.

—Espero que mi silla no le resulte demasiado alta... si hubiera sabido que venía, le habría encargado otra más a su medida —dijo, cruzando los brazos.

No sabía quién era ni lo que estaba haciendo ahí, pero mejor tantear el terreno primero.

—Qué atento. No me esperaba tanta amabilidad —replicó la mujer, sin variar la sonrisa—. Pero puedes dejar la silla como está, gracias.

—Muy bien. Y dígame: ¿sería demasiado pedir, el conocer el nombre de tan inesperada visita?

La mujer bajó las piernas de la mesa y le dedicó una mirada perversa.

—Todo a su tiempo, Darkwoolf... antes me gustaría tomar un café. ¿O el alcance de tu amabilidad se limita a las sillas?

—El alcance de mi amabilidad se limita a mi sentido del humor —respondió Andrew, empezando a perder la paciencia.

—Bastante pobre, por cierto.

Andrew frunció el ceño.

—Muy bien. Dígame lo que tenga que decirme y yo decidiré si le traigo ese café —dijo, cambiando la expresión irónica por otra de fría hostilidad—. Pero dése prisa, no le conviene enfadarme.

La mujer cruzó los dedos de las manos, sonriente.

—Eres tan fantasma como siempre. No has cambiado nada —replicó.

—Oh, esto sí que me sorprende. Usted  cree conocerme.

—No lo creo, te conozco, Darkwoolf. Mis amigos dicen muchas cosas de ti... y la mayoría me disgustan. Pero hablando con sinceridad: no pareces en absoluto tan peligroso como se cuenta.

Andrew soltó una risa fría.

—En ese caso, es obvio que usted no me conoce. Tengo curiosidad: ¿qué es lo que sus amigos entienden por peligroso?

—Oh... bueno, supongo que traicionando a mi señor te apuntaste un buen tanto, así como atacándolo, hace tres meses... pero en mi opinión, no eres más que un cobarde. Huyes, siempre huyes. Y volverás a huir, estoy segura —se burló ella.

—Entiendo... —Andrew la observó analíticamente—. Si no le importa, voy a sentarme. Tengo la impresión de que esta será una larga charla.

Se acercó a la mesa y se sentó enfrente, justo donde había estado Aerin apenas diez minutos antes. Una vez lo hizo, retomó la palabra.

—Muy bien. Y ahora que parece que estamos avanzando, dígame: ¿qué quiere ése reptil rastrero que se hace llamar "su señor", señorita? ¿O debería llamarlo Voldemort?

La mujer pareció perder parte de su frío autocontrol al escuchar este insulto descarado hacia todo lo que representaba sus ideales y su mundo. Un brillo de furia apareció en sus ojos, y la sonrisa se transformó en mueca.

—¡No te atrevas a insultarlo, Darkwoolf! ¡No estás en posición de insultar! —escupió, con rabia.

—Oh, señorita, no me haga reír. Si la sola mención de Voldemort la turba tanto, ¿cómo quiere que la tome en serio? —se burló ahora él.

La mujer pareció tranquilizarse un momento. Al cabo de unos segundos volvió a sonreír, pero esta vez con una maldad mucho más pronunciada y un destello de odio en la mirada.

—Te perdonaré esta grosería, Darkwoolf, puesto que no tienes idea de nada, patético ignorante  —Andrew detectó cierta sorna disimulada entre la rabia en la voz de aquella mujer endiablada—. ¿Sabes lo que hiciste al traicionarlo? Causaste tu propia desgracia. Eres... mejor dicho, eras un peligro a eliminar. Sin embargo las cosas han cambiado desde entonces y creo que vas a lamentar lo que hiciste si no decides con cuidado... piénsalo, Darkwoolf. Esa traición fue algo que nunca debiste hacer.

Andrew la miró en silencio sin dejar traslucir ninguna emoción. Esperó, puesto que la otra no había terminado.

 — Escúchame atentamente: tu situación ahora no es demasiado aventajada. Aunque eso es algo de lo que ni te has percatado. ¿Qué es lo que te crees? ¿Qué eres libre? ¿Dueño de ti mismo? Sí, y... como era... sí: "feliz" —la mujer soltó una risa satírica—. Qué ingenuo. Resulta hasta tierno.

Las facciones de Andrew se congelaron todavía más.

—Puede guardarse los sarcasmos. Acabe de una vez —exigió.

Ella rió.

— No te impacientes, amigo, no es propio de ti. Me has preguntado qué quería el Señor Tenebroso... pues bien, quiere darte una segunda oportunidad. Es así de simple. Te está llamando de nuevo a  su lado, Darkwoolf. Vuelve ahora y no sufrirás tanto.

Andrew soltó una carcajada al escuchar esto. Ahora fue él el que sonrió con malicia.

— ¿Tan desesperado está el señor del mundo, el maestro de las artes oscuras, el terror de la sociedad mágica? ¿Tanto, que le daría una segunda oportunidad a un traidor? Disculpe si le parezco grosero, señorita, pero esto más que miedo me da risa.

La otra siguió sonriendo imperturbable.

—Qué tonto eres, Darkwoolf. No te burles sin razón, porque sabes perfectamente que mi señor siempre se guarda un as en la manga. Si rehúsas al trato, ya sabes lo que puedes esperar... y te aseguro que desearás estar muerto.

—Y usted debería saber que a mí esos faroles baratos no me asustan. Voldemort es un fracaso. Tuvo sus días de gloria. Se fueron, son historia, y él también. Que lo acepte de una vez. Vaya y dígaselo, ya que no puede llevarle nada más provechoso.

La mujer se levantó, con tranquilidad. Si las palabras de Andrew la habían ofendido no lo demostró. Rodeó la mesa.

—Al fin y al cabo, yo tenía razón: una vez más, huyes —dijo, con lo que parecía decepción. Andrew no respondió.

Cuando estuvo cerca, se inclinó sobre Andrew de nuevo con una sonrisa helada.

—Muy bien, así será. Iré y se lo diré, si eso es lo que quieres. Pero el día que desees no haber nacido espero que te acuerdes de mí. Sólo ten presente esto: mi señor ha conseguido algo contra lo que nadie en esta patética sociedad que tanto te gusta puede estar prevenido. Reza por tener una segunda oportunidad, cariño, porque un día te levantarás y descubrirás que todo lo que tenías ha desaparecido para siempre.

—Se ha quedado sin café —fue toda la respuesta de Andrew.

Ella simplemente mantuvo su sonrisa burlona y se dio la vuelta, tranquilamente, mientras sacaba la varita para irse.

—Ah, señorita —la detuvo Andrew, antes de que pudiera desaparecerse.

Ella se detuvo un momento y le miró una vez más.

—¿Me voy a quedar con las ganas de conocer el nombre de semejante belleza? —preguntó él, torciendo una sonrisa.

—Soy la señora Lestrange... pero tú puedes llamarme Bellatrix, cariño.

Y dedicándole a Andrew una última mirada llena de malicia, se desapareció.

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UAJAJAJAJAJA!!! No me pude resistir a una escenita de Bellatrix y Andrew. No creéis que pegan? Aunque mi Andrew es infinitamente mejor que esa warra Lestrange que hizo... aquello T_T *sob*. De todas formas como personaje me gustó, aunque le tengo una rabia... ya verá, ya, ahora está en mis manos!!!! XDDD. Ale, que espero que os haya gustado, porque después de esperar tanto sólo faltaba ^^' Un besote gordo a todos, paso a las contestaciones y tal...

Contestaciones a los reviews:

Nariño-Chan: pues me alegro de que te guste!! Si no has leído el anterior, te recomiendo leerlo. No es por hacer propaganda ni nada de eso, pero si lo haces comprenderás mejor algunas cosas y disfrutarás más este fic. En fin, no te preocupes, si Derek es un plasta, lo entiendo. Y Andrew... aawwwwwwww!!! Ése sí que me chifla!! ^____^ Weno, ya tendrás tu dosis de Snape correspondiente, tranki (aunque con sinceridad, no suele tener protagonismo en mis fics, es un personaje que me da bastante igual ^^') Ala, ya nos vemos. Ta otra!

May potter: vamos a escatimar tiempo, dinero y amor, y escribamos la respuesta a los tres revis en un solo párrafo (lo del tiempo se comprende, pero lo del dinero y el amor?? o_O''). Vale, que sí. Jijiji, me alegro de que te guste!! Ya ves que aunque no lo parezca así a simple vista el argumento tiene su complicación y me lo he currado jojojojo. Lo del pollo me apetecía mucho escribirlo, es que es tan entrañable... así insultándose en plan hogareño, qué monos XDD. Y no es tan poco Andrewístico que tenga gato, porque además de que antes no era tan maloso, en el fondo se siente un poco solo (aaayyyyyyy!!! *___*). Ves que original soy, con lo del acné? XDD. Vaya, que es adolescente!! Ni que fuera un ser sobrenatural!! La escena de la fiesta es muy linda, verdad? De slash, nada. A ver, cómo he de decirte que me aman a mí? ¬¬ Y Andrew es impuntual por culpa de Krysta, que es más lenta comiendo que na XD. Oh, y no has salido porque no pintabas nada, pero paciencia, ya aparecerás, ya aparecerás (y Estela XD). Lo de los tutores sacrificados me emociona a mí también. Es que te los ves ahí con cara de mártires, todo monos XD. Wes, lo de veraneo por España... no es sólo por tópico, lo hice adrede por otra cosa. Y sólo faltaba que se emborracharan en lo de la cerveza XDD. A que es buena la presentación de Krysta? Es que el Derek... wah, qué cruz de niño. Y la verdad es que Ron sí que mete la pata hasta el fondo, el pavo, con lo del "megalómano Andy" *AWWWW!!* Oye, pues que me alegro de que te guste tanto, y a ver si lo sigues con el mismo interés!! ^__^. Nos vemos, y recuerda: Aley Paylas power!!!

Cintia: un revi muy expresivo, asias!! XDD. Pues nada, chica, que lo de siempre: gracias y hasta la welta! -.^

Duende: muchas gracias! La verdad, me ha sorprendido descubrir gente que yo no sabía que seguía mis fics, en esta secuela (porque no recuerdo haberte visto nunca siguiendo mi anterior fic ^^') Me alegro mucho de que te parezca bien lo de hacer esta secuela, y ojalá que te siga gustando. Gracias y hasta pronto.

Synn: pssss... no pasa na. Si a mi eso de olvidarme de los revis que dejo me pasa casi siempre!! Además, más vale tarde que nunca, no? XD. Sí, verdad que se echaba de menos a Ana y a Jill? JIJI, qué monos son. Y lo de Egipto... aaaaahhh... qué pasará en Egipto? Tralarí, tralará XDD. Finses, que veo que te gusta, tú. Pues nada, si necesitabas más, aki has tenido más!! A ver si te ha gustado, eh? Un besazo y hasta la próximaaaaa!!!

Lora Chang: sí? Ta gustado? Pos eso que este capi era más monótono que los anteriores... ala! Cómo que no te gusta tu fic?? No debes dejarte condicionar por los reviews que te dejan. La historia te ha de gustar a ti y disfrutar escribiendo, que es lo que importa. Síguela, que ibas mejorando mucho pavota!!! XDDD, tú siempre a lo pragmático, eh? Pues el hermano de Derek es monín, con cara de serio, y un poco "me la suda todo lo que pasa alrededor de mí". Te haces una idea? Y no, no tiene nada que ver con Andrew ¬¬. A que son lindos Ron y Herm? No como en problemas de química, que... whoah. Lo de cada hermano en una casa era por romper el tópico y tal... y tranki, que ya te sacaré, ya. Un besote, wappetona. Nos vemoooos!!!

Gracias a todos por leer, tralarí y tralará.