Las disculpas y las súplicas desesperadas las dejo para el final ^^'. Mejor leed a ver si se os aplaca la furia asesina, y ya aclararemos cuentas después XD.

5. Extorsión

Un insolente rayo de sol se filtró por entre las cortinas de la ventana de la habitación de los chicos de sexto, en Gryffindor. Harry, despertándose de golpe, se despegó de las sábanas entre gruñidos y se las desenredó de los pies, girando el cuerpo hacia un lado, con lo que no solo no consiguió desembarazarse de la maraña de sábanas, sino que además se cayó de la cama quedando boca abajo sobre la alfombra de la habitación. Volvió a quedarse dormido.

Ron bufó y le dio una patada para despertarlo de una vez. Harry saltó por fin, con un "¡ouch!" de protesta.

—Eso no era necesario —se quejó el chico moreno frotándose las costillas al tiempo que se incorporaba.

—Como se nota que nunca has intentado despertarte a ti mismo. ¿Qué demonios hiciste anoche, Harry? Y disculpa si soy malpensado.

Harry se levantó y le dio un puñetazo a Ron en el hombro.

—Imbécil —replicó. Cogió la ropa de su baúl y empezó a vestirse—. Sólo pasó que me costó dormirme. Estuve mucho tiempo pensando.

—¿En qué? —Ron cogió su material de clase, pues ya le llevaba bastante ventaja a Harry y hacía rato que se había vestido.

—En cosas.

Ron no preguntó. Supuso que Harry, como siempre, se sentía preocupado por el comienzo del curso. Y después de todo era nomal. Todos los años intentaba matarlo alguien. Por si acaso, Ron le recomendó mientras bajaban las escaleras momentos después, que no se fuera sólo al despacho de la nueva profesora, que ya habían sido bastantes profesores de defensa contra las artes oscuras los que intentaban matarlo. Harry sonrió.

—Tranquilo, después de tropezar dos o tres veces en la misma piedra, creo que ya he aprendido la lección. De todas formas la profesora de este año parece normal.

Llevaban casi dos semanas de curso y ya habían tenido varias clases con la profesora Montblanc. Era una profesora convencional en casi todos los sentidos. Conseguía hacer sus clases bastante interesantes, aunque les daba más teoría que Andrew el año pasado. De todas formas habían aprendido algunos mecanismos de defensa contra encantamientos de ensoñación bastante útiles. También habían repasado los grindylows. En cuanto a su carácter, era fuerte, pero no desagradable. Puede que no muy chistosa, a decir verdad no sonreía casi nunca, pero era amable y no demasiado estricta. A Harry le gustaba bastante como profesora. Seguía sin entender por qué Krysta se quejaba tanto de ella...

—Sí, sólo tiene un acento de mil demonios —comentó Ron.

Atravesaron la sala común sin molestarse en buscar a Hermione. Seguramente había bajado a desayunar hacía rato. Salieron por el hueco del cuadro y caminaron por el antiguo pasillo, lleno de armaduras vivientes y cuadros parlantes.

—Bueno, tampoco es tan difícil de entender. Su inglés es bueno. Lo que me sorprende es que Hermione no haya averiguado aún de dónde es...

Poco tiempo después se encontraron en el amplio e iluminado vestíbulo del castillo. Entraron y se sentaron cerca de Hermione, saludándola. La chica ya casi había acabado de desayunar y tenía entre sus manos un número del profeta. Lógicamente ya había llegado el correo de la mañana. Alzó la cabeza para saludar a los chicos y lanzó un pergamino amarillento hacia Harry, quien se servía un croissant en esos momentos.

—¿Y eso? —preguntó el chico.

—Para ti. Correo —replicó Hermione en plan telegrama y completamente inmersa en su lectura.

Harry abrió la carta y comprobó con alegría que era de Sirius. La leyó mientras masticaba su croissant.

Buenas Harry:

¿Qué tal te van las cosas por Hogwarts? Hace tiempo que te fuiste y aun no he podido escribirte. Ya sabes que ahora trabajo. Sí, en serio, incluso yo soy capaz de asumir cierta responsabilidad, ¿qué te parece? Ahora vuelvo a ser auror. Aunque seguramente habrá poca faena por aquí en bastante tiempo, ahora que Quién-Tú-Sabes está desaparecido... respecto a eso, te agradecería que me enviaras cualquier información que recibas acerca de algo que se salga de lo normal, así que por favor estate atento. No debería decirte esto, pero aquí en el departamento estamos con el ojo puesto en tu nuca, no sé si me entiendes. Lo que quiero decir es que ante cualquier posible reaparición de Voldemort, el blanco más probable serás tú, así que eres como una especie de señuelo. De todas formas no te preocupes, no creo que pase nada en mucho tiempo.

Oh, vaya, Remus quiere saludar. Parece que le va bien trabajando con Darkwoolf, creo que sólo se han intentado matar dos os tres veces, lo que ya es un logro. Claro, Remus tiene que controlarse, después de todo Darkwoolf es su jefe, y si se pasa puede perder el trabajo... no, Lunático, no yo a borrar eso, que para algo es mi carta. Perdona Harry, es este viejo lobo chiflado, que me distrae... sí, eso te he llamado, ¿qué pasa? *Es a Remus, no a ti* Claro que lo repito, estás chiflado. Oye, ¿Qué haces con esa llave inglesa, no pretenderás...? No, Remus, ¡¡¡noooorrrrllllgggggg!!!

Te quiere:

SIRIUS

Harry dejó la carta con una risilla de diversión. Sirius estaba cada día más loco. Conforme pasaban los años parecía ir olvidándose de su horrible experiencia en la prisión mágica e ir recuperando su buen humor. La carta le había ilusionado mucho, pero también lo había inquietado un poco. Eso del señuelo no le gustaba ni pizca... la verdad es que Sirius tenía muy poco tacto de vez en cuando. En fin, ya se vería.

Guardó la carta y se terminó el desayuno. Hermione dejó por fin el diario con el ceño fruncido en una expresión de preocupación.

—Qué cosa más rara... —comentó para si.

Ron le preguntó qué pasaba, después de que Harry le hubiera comentado la carta de Sirius.

—Mira esto —Hermione se apresuró a buscar una página concreta en El Profeta. Cuándo la encontró se la tendió a Ron—. Toma.

Ron y Harry la miraron con curiosidad. Una foto ocupaba un cuarto de la página. Era la foto de un hombre, que estaba tumbado boca arriba, con los ojos muy abiertos y vidriosos. Los labios los tenía entreabiertos en una mueca carente de expresión por completo. El tono de su piel era blanco, no pálido no, sino literalmente blanco. Harry dedujo por la inmovilidad de la foto que ése hombre estaba muerto. Leyó el enorme titular que iniciaba la página "Otro caso de Síndrome de Sueño Muerto detectado en Cambridge". Ron miró a Hermione completamente extrañado.

—¿Síndrome de Sueño Muerto? ¿Ahora palmarla se dice así?

Hermione lo miró con exasperación.

—No idiota. Ése hombre no está muerto.

Ron volvió a mirar la foto, donde el hombre pálido y agarrotado permanecía en su sitio, inmóvil.

—Pues vale, no está muerto, pero qué quieres que te diga... en mi vida he visto un fiambre más logrado que ése —insistió.

—¡Que te digo que no está muerto! Mira, dame eso que ya te lo explico yo — Hermione le arrebató el periódico al chico pelirrojo—. Este hombre —señaló con énfasis la foto— padece una enfermedad extraña que se ha detectado este último mes. Ya es el tercer caso, y todavía no saben qué lo provoca. La gente se queda inmóvil, pálida, fría y agarrotada como los muertos, y caen en un estado comatoso por lo que parece... pero no mueren. Su actividad cerebral y cardiaca continúa funcionando, aunque de forma cada vez más lenta y trabajosa. Y a pesar de ello están constantemente fríos, como si su cuerpo hubiera muerto. Es incomprensible. Ahora mismo tienen a tres personas afectadas en San Mungo y parece que se busca alguna clase de relación entre ellas, aunque aún no se ha avanzado nada. Llevo todo este mes tratando de averiguar más cosas, y esta es la primera vez que describen los síntomas con tanto detalle. ¿No es fascinante? Es una enfermedad rarísima y nueva.

Harry asintió sorprendido y cogió el periódico para observar una vez más al hombre estático. Era escalofriante. Ron se limitó a encogerse de hombros.

—Bueno, enfermedades de estas raras aparecen con frecuencia en el mundo mágico. Estoy seguro de que al final no será más que una tontería —dijo, con indiferencia.

—Pues a mí me parece algo alucinante —dijo Hermione—. Todas las enfermedades lo son. Cuando sea sanadora en San Mungo me dedicaré a investigar las enfermedades más raras y a buscarles remedio. ¿No te parece que se me dará bien, Ron? Creo que tengo vocación.

—Sí, bueno... pásame una tostada.

Hermione lo miró impaciente.

—Podrías poner algo más de interés por tu parte. Yo creo que lo del Síndrome de Sueño Muerto es algo como para preocuparse y...

—Vale, Hermione, tienes razón, lo siento, ¿me das un beso? —la cortó Ron poniendo morritos.

Hermione, muy lejos de responder a su petición, se levantó fulminándolo con la mirada y se fue del comedor, lanzando un fuerte suspiro de incomprendida. Ron la observó sin entender.

—Bueno, ¿y ahora qué le pasa? —se quejó—. Esta chica es incomprensible...

—Todas las chicas son incomprensibles... pero tú también pecas de ser un poco corto en estos temas, Ron —replicó Harry levantándose y cogiendo sus trastos.

Ron lo imitó.

—De eso ni hablar. Es ella, que es más rara que un pulpo rosa.

—Hay pulpos rosas —rió Harry.

—Hablo en serio, Harry. Ya verás como se tira toda la mañana sin hablarme.

Ron parecía muy fastidiado por lo de Hermione, así que Harry dejó el tema y se encaminó seguido por su amigo hacia el jardín, para dar la clase de Herbología. Cuando salieron, Harry se fijó en lo bien que se había recuperado el jardín después de todos los destrozos que había tenido que sufrir el año pasado por culpa de los continuos ataques de Voldemort. Pudo ver mientras se dirigían a los invernaderos que incluso el lugar donde Voldemort y Andrew habían estado a punto de destrozarse mutuamente hacía apenas seis meses, volvía a estar recubierto de una hierba verde y fina. Casi ni se apreciaban huellas de su anterior estado.

La responsable de esta considerable reparación no era otra que la profesora Sprout, que los esperaba dentro de los invernaderos, como de costumbre. De hecho, habían empezado con la preparación de abonos especiales para las plantas, que conseguían efectos increíbles, como un crecimiento extra-rápido, cambios de color en las hojas y las flores, mayor producción de néctar... Harry imaginó mientras apuntaba una lista interminable de ingredientes, que esos abonos eran precisamente lo que había usado la profesora para regenerar el jardín.

Al terminar la clase de Herbología se dirigieron de nuevo hacia el castillo para dar Defensa Contra las Artes Oscuras. Esa clase la tenían con Hermione, así que al entrar, Ron aprovechó para sentarse a su lado y comprobar si todavía estaba enfadada. Hermione simplemente lo ignoró. Harry se sentó al otro lado de la chica, para ver si así podía evitar verse envuelto en las tonterías de esos dos pesados.

La profesora Montblanc entró en ese momento, cerrando la puerta tras de si y sentándose tranquilamente en su silla, tras la mesa del profesor. Como de costumbre, vestía al más puro estilo Mediterráneo, con una túnica blanca y sandalias. Se había echado una pesada capa sobre los hombros para combatir el frío clima norteño. Observó un momento la pizarra garabateada y le indicó a Lavender que la borrara mientras sacaba el libro y señalaba una página en concreto dentro del mismo. Harry oyó como Ron refunfuñaba mientras sacaba su libro, y cómo Hermione suspiraba a su lado. Movió la cabeza.

—Bien, ¿alguien podría decirme lo que tenemos aquí? —empezó la profesora, refiriéndose al libro, en cuanto Lavender se hubo sentado.

Harry se fijó con asombro en el encabezado de la página, casi al final del libro. "Vampiros", se leía en grandes letras negras. Justo debajo, se hallaba la foto de un vampiro, que miraba hacia la cámara con una fría e inquietante mirada.

Varias manos se alzaron tras la pregunta.

—¿Sí, señorita Patil?

—Es un vampiro, ¿no?

La profesora sonrió.

—Sí, es la foto de un vampiro. Y puede añadir lo que está pensando, señorita Patil, es un vampiro ciertamente muy guapo.

Parvati enrojeció. Lavender, a su lado soltó una risilla.

—Bien, la señorita Patil nos ha demostrado lo bien que lee —Harry sonrió, al leer de nuevo el encabezado de la página—. Pero me gustaría saber qué ideas tienen sobre los vampiros, en general. Supongo que todos aquí habrán oído hablar de la famosa estaca en el corazón, ¿no?

Hubo un asentimiento general.

—¿De qué más tienen idea? Díganme: ¿conocen todas esas conjeturas acerca de las cruces, lo del ajo...?

De nuevo todos asintieron.

—Ya veo. Conocen exactamente lo que menos les puede servir para algo. No se lo tomen a mal. Yo sé lo que ustedes saben, y la verdad, no tienen ni idea. Para hablar claro: respecto a este tema no saben ni hacer la "o" con un canuto, si saben a lo que me refiero... —la profesora hablaba con seriedad, pero no estrictamente, y sin malicia. Su indiferencia ante el asombro que había causado en la clase llamó la atención de Harry—. De todas formas no se inquieten, es algo que ya me esperaba. No me molestaré en comprobar lo que saben, porque algo me dice que me voy a arrepentir... Empezaremos desde el principio con los vampiros, y para ello, es necesario que se olviden de todas esas estúpidas supersticiones que tan bien conocen y me escuchen atentamente.

La profesora levantó el libro y lo sacudió ligeramente.

—Pero antes que nada... aquí está todo lo que necesitan saber. Quiero que se lean las seis primeras páginas del tema y que hagan un resumen, aportando su propio punto de vista. Nos servirá como introducción. Después, podremos seguir con asuntos más ilustrativos, a este respecto. —volvió a dejar el libro en la mesa—. Lo quiero la próxima clase, ya pueden empezar.

Harry se apresuró a sacar un buen rollo de pergamino. Cuanto más adelantara ahora, menos tendría que hacer después. Ron volvió a refunfuñar. Cuando Harry se giró para mirarlo, vio que Hermione tenía la mano levantada. Un momento después, la profesora Montblanc le había cedido la palabra.

—Profesora... no es por contradecirla, pero... ¿no es un poco pronto para empezar con los vampiros? En teoría, deberíamos darlos a final de año, incluso hay veces que se dejan para séptimo... —Hermione se interrumpió al ver que la profesora asentía con la cabeza lentamente.

—Lo sé, señorita Granger —replicó tranquilamente—. Dígame, ¿sabe por casualidad lo que deberíamos estar dando ahora?

—Pues si no me equivoco, en sexto se hace un repaso completo de las criaturas mágicas peligrosas, empezando por los grindylows, que ya los hemos dado... teóricamente, ahora deberíamos empezar con los Hinkypunks.

Harry se fijó en cómo Paravati movía la boca imitando penosamente a Hermione. Le tiró una bolita de pergamino a la cabeza, y ella le dedicó una mirada asesina.

—Muy bien, debe de ser la única que se ha repasado el temario —dijo la profesora con una sonrisa—. Pero antes de darle una molesta explicación que seguramente, usted ignorará, me gustaría hacerle una pregunta: ¿reconocería a un Hinkypunk con facilidad? ¿Sabría distinguirlo si lo viera, de forma que pudiera afirmar con certeza lo que ve?

—Yo diría que sí —replicó Hermione, segura.

—Bien, ¿y un vampiro? ¿Puede afirmarme lo mismo, en este caso?

—Pues sinceramente, yo creo que s...

—No —la cortó la profesora, suavemente—. Puedo asegurarle que usted no distinguiría jamás a un vampiro de una persona normal y corriente, a no ser que él quisiera ser reconocido. Probablemente no lo sabría hasta que él la hubiera mordido... momento bastante triste e inútil para darse cuenta.

Hermione la miró no muy convencida. La profesora continuó.

—Una sola pregunta más, señorita Granger: ¿cuál de las dos criaturas que hemos mencionado le parece más peligrosa? En el más amplio sentido de la palabra.

—El vampiro, sin lugar a dudas, pero pienso que...

—Estupendo... —la profesora cortó con una sonrisa indiferente— ya que lo ve así, sin lugar a dudas, no hay nada más que decir. Baje la cabeza, métala en su libro, y déjeme enseñarle cosas útiles, señorita Granger.

Hermione no tuvo más remedio que callarse y obedecer, aunque a regañadientes. La profesora no parecía dispuesta a seguir discutiendo el tema.

—Tú no te agobies, Herm, que has hecho muy bien en preguntar —le susurró Ron cuando la profesora desvió la vista.

—Yo no me agobio —replicó la chica, lacónica.

—¿Es que sigues enfadada? —protestó Ron—. No es justo, tienes muy mal pronto, Hermione.

—No estoy enfadada. Ponte a trabajar de una vez.

—Sí estás enfadada.

Hermione bufó.

—Mira, me desenfado si prometes que te callarás y me dejarás en paz.

—Hecho —Ron se puso contento como unas pascuas y reprimió a duras penas el impulso de besar a la joven en mitad de clase. Ya hablarían más tranquilamente luego...

La clase acabó poco después. Todos se pusieron en pie y comenzaron a recoger, cuando la profesora lo indicó. Hermione recogió sus libros rápidamente y se dispuso a dejar su sitio cuando Harry la tomó del brazo.

—Espera Hermione. Quería preguntarte... ¿por curiosidad sabes ya de dónde es? —señaló a la profesora con la cabeza—. Ron y yo lo hemos comentado esta mañana. Me extrañaría mucho que no lo supieras, la verdad.

Hermione rió.

—Precisamente pensaba en ello hace un momento. Creo que ya lo he averiguado... sabía que su acento me sonaba de algo. ¿Me acompañáis a preguntárselo? Quiero saber si he acertado.

Los chicos se encogieron de hombros. ¿Por qué no? Siguieron a Hermione mientras se acercaba a la profesora cargando con su material. La alcanzaron cuando esta ya salía por la puerta.

—Eh... espere, profesora, por favor. Si me disculpa... quisiera hacerle una pregunta sin importancia. ¿Ust...?

—Sí... soy española —cortó ella. Los tres la miraron asombrados—. ¿Qué pasa? Os he oído hablar hace un momento —sonrió, al ver la expresión de los chicos.

Hermione sonrió.

—Me imaginaba que sería española, ¿sabe?... aunque me parecía raro, porque si se llama Lucy... ¿no es ése un nombre inglés? Y perdone si me meto en lo que no me importa —se apresuró a añadir Hermione.

—Da igual, me lo preguntan con frecuencia. La verdad es que me llamó "Lucía", pero cuando vine a vivir aquí, todos empezaron a llamarme "Lucy"... supongo que es más fácil de pronunciar —suspiró, mientras levantaba su cartera—. ¿Sólo queríais saber eso?

—Pues la verdad es que sí. Teníamos la curiosidad...

—Bueno, pues ya no la tenéis —cortó la otra, con indiferencia—. Ahora, si me disculpáis, tengo prisa. Y Hermione, olvídate del temario. No soy partidaria de seguirlo, lamentablemente.

Y sin añadir nada más, dejó la sala. Ron se rascó la cabeza, observando cómo se alejaba.

—Es todo un carácter. A decir verdad, si Krysta está en lo cierto y Montblanc le ha cogido manía, más le vale hacer las maletas y largarse lejos por un tiempo.

—Mira que eres exagerado —dijo Hermione, mientras echaban a andar hacia el vestíbulo para tomarse el descanso de la mañana.

—Por cierto, Herm, parece que habías acertado con lo del país, ¿eh?

—Pues claro —dijo Hermione, sonriente—. Pasé allí mis vacaciones de verano, y no sabéis lo horrible que pronuncian el inglés. Montblanc tiene mucho más mérito de lo que creéis.

Harry y Ron se limitaron a asentir y siguieron caminando para bajar al vestíbulo. En unos minutos habían salido al jardín, donde Krysta los esperaba sentada al pie de las escaleras de la entrada. Bajaron de dos en dos y se sentaron con ella, agradeciendo el ambiente soleado y fresco del jardín, nada que ver con las oscuras y viejas clases de Hogwarts. Ella los saludó con voz somnolienta. Parecía que le costaba mucho mantener los ojos abiertos.

—Krysta, ¿pasa algo? —preguntó Harry, al fijarse en este detalle.

—¿Si pasa algo de qué? —replicó ella, distraída.

—Es que tienes pinta de no haber dormido en una semana.

—Pues es verdad —aprobó Ron.

—He dormido mal. Necesito dormir mucho, y cuando me desvelo... en fin, al día siguiente no me tengo en pie. No es nada —explicó Krysta, sin darle al asunto la más mínima importancia.

—¿No nos tomas el pelo? —inquirió Hermione, desconfiada.

—¡No! Pero qué paranoicos sois... ¿tan raro os parece?

—Bueno, considerando que la última vez que nos soltaste esta canción oías voces dentro de tu cabeza... sí, nos parece raro —respondió Hermione, causando las risas de Harry y Ron.

—No seáis imbéciles —Krysta se levantó—. No pasa nada de eso... mirad, me voy a hablar con Lor, que tengo que decirle una cosa. Cuando se os pase la neura me avisáis. Ah, y si veis a Derek, decidle que me ha atropellado un camión en Hogsmeade y que estoy en proceso de rehabilitación a muchos, muchos kilómetros de aquí.

Y se alejó después de despedirse brevemente. Los tres chicos se miraron.

—Creo que la hemos molestado —dijo Harry, algo incómodo.

—¿Y cuándo no? Últimamente no se le puede decir nada —replicó Ron con fastidio—. ¿Sabéis? Me voy para dentro. Ya estoy harto de que las chicas se enfaden conmigo.

Harry y Hermione se encogieron de hombros, y una vez Ron echó a andar, lo siguieron dentro del castillo. Harry pensó mientras subía. La verdad era que hacía tiempo que no se topaban con Derek... ¿acaso tendría algo que ver con el malhumor de Krysta? Movió la cabeza con una sonrisa irónica. Derek siempre tenía algo que ver con el malhumor de Krysta...

*   *   *

Caía sobre la habitación un silencio pesado, hallándose ésta sumida en una penumbra titilante. La única fuente de luz era un triste candelabro apoyado sobre una mesa, en un lateral de la sala. El techo era alto, y en las paredes se amontonaban estanterías llenas de libros a rebosar. En la pared opuesta a la mesa, había también un viejo espejo ovalado de cuerpo entero, tan gastado que hasta tenía el cristal picado. Una pesada alfombra cubría parte del oscuro suelo de madera. Sobre ella, en un almohadón, reposaba un gato negro. También había una gran ventana con las cortinas descorridas que se abría al exterior de la habitación, justo enfrente de la puerta. A través de ella sólo se distinguía oscuridad.

El silencio se vio roto momentáneamente por el rasgar de una pluma sobre un pergamino. Andrew Darkwoolf era el dueño de la misma. Molesto, el gato soltó un quejido y se giró para mirar al hombre, con reproche. Éste se hallaba sentado frente al escritorio, de espaldas al animal. Andrew no le prestó atención. Estaba enfrascado en su trabajo, y aún le quedaba mucho que hacer. Allí había infinidad de proyectos sin empezar que debía analizar y valorar, y lo peor es que la mayoría eran pura basura. Proyectos sin futuro. A este paso, el departamento de investigación empezaría a ir para atrás. Lo mejor sería poner una norma más severa para la gestación de proyectos...

Un ruido a sus espaldas le llamó la atención. Se giró para ver cómo la puerta se abría y entraba una elfina doméstica orejuda y menuda de complexión, dando saltitos y con un plumero en la mano. Dirigió sus enormes ojos color gris hacia su amo.

—¡Señor! ¡Limpieza de despacho! —agitó el plumero, fervorosamente—. Sí el señor le deja un momento, Windy terminará la limpieza en seguida.

Sin prestarle mucha atención, Andrew se dio la vuelta y volvió a lo suyo, mientras decía:

—No es necesario. Windy, vete a descansar.

La elfina abrió todavía más sus ojos saltones, horrorizada.

—¡No puede ser, Windy no puede hacer eso! El señor le dijo a Windy que limpiara a fondo sólo los sábados. Hoy es sábado. ¡Windy tiene que acabar la limpieza!

—Y yo te repito que no es necesario que acabes la limpieza. El despacho está bien como está. Vete y déjame trabajar, por favor.

En vez de tranquilizarse con eso, la elfina se puso todavía más nerviosa. Se echó a temblar, completamente trastornada.

—¡No! ¡Windy nunca ha dejado a medias su trabajo! —parecía a punto de echarse a llorar—. ¿Por qué es tan malo, señor? ¡Windy no ha hecho nada mal!

Andrew respiró hondo un par de veces. ¿Por qué demonios tuvo que hacerse con una elfina doméstica? ¿Por qué no se había comprado simplemente un loro? Al fin y al cabo, el papel sería el mismo: chillan igual e incluso comen menos. Bueno, en realidad, él sí que sabía por qué tenía a Windy... sin ella, su casa sería un absoluto desastre.

Se dio la vuelta de nuevo y volvió a hablar, despacio, a ver si conseguía que se fuera de una vez.

—Windy, ya sé que no has hecho nada mal. Lo único que digo es que te vayas. ¿Entiendes? No es necesario que limpies por hoy. Pue-des ir-te.

Windy se calmó un poco, pero no se fue. Si no que miró a Andrew muy extrañada.

—Windy no lo entiende. El señor le dice que limpie bien, y luego le dice que lo deje. ¡Si Windy lo deja, no puede limpiar bien! Windy no quiere desobedecer, de ninguna manera no no no no no no... pero no sabe qué hacer.

Dios mío, ¿podía existir una elfina más desesperante en el mundo?

—Windy, no pasa nada por que desobedezcas una orden alguna vez...

—¡Si que pasa! ¡El señor dijo hace tiempo que si Windy le desobedecía alguna vez, le cortaría las orejas y la colgaría boca debajo del alféizar de la ventana! —se agarró las orejas, asustada otra vez de sus propias palabras—. Windy no quiere perder las orejas.

Andrew se rió al escuchar eso, dejando a Windy más sorprendida todavía.

—Pues no me acordaba de eso... mira, te voy a ordenar que dejes el maldito plumero y te largues, antes de que me entren ganas de cumplir mi promesa. ¿Lo vas ha hacer de una vez?

—¿Qué pasará con las orejas de Windy?

—Se quedarán donde están.

—¡Entonces Windy se va! —hizo una profunda reverencia—. Buenas noches, señor.

Y por fin la histérica elfina se fue de la habitación. Atlas soltó un gruñido bajo, mirando hacia la puerta por donde acababa de salir Windy. Ella lo había despertado del todo. Andrew sonrió para si, moviendo la cabeza, y se dispuso a trabajar. Pero de nuevo algo lo interrumpió. Atlas ya no gruñía. Bufaba.

Se dio la vuelta sorprendido y molesto a un tiempo. Si era necesario, sacaría al gato de las narices de su habitación, aunque fuera a patadas. De un tiempo a esta parte, su casa se había vuelto un lugar imposible para trabajar. Pero inmediatamente, sus pensamientos siguieron rumbo bien distinto. Un resplandor azulado y titilante se extendía por la habitación. Y la fuente de esa luz no era otra cosa que el espejo que tenía delante. Sorprendido, y sintiendo una punzada de miedo, se puso en pie. Atlas salió corriendo de la habitación, erizado. Lo peor era que el sexto sentido de ese gato muy rara vez fallaba.

Andrew se quedó donde estaba, muy quieto, observando ese óvalo luminoso que unos segundos antes fuera su espejo. No tuvo que esperar demasiado para descubrir que su preocupación sí tenía fundamento. Al cabo de poco tiempo, el resplandor azulado se desvaneció del espejo, mostrando una figura en su lugar. Un hombre alto, pálido, sin nariz, de ojos rojos y manos largas que lo observaba desde detrás del cristal, imperturbable. Andrew fue incapaz de reprimir su asombro. Frunció el ceño. Realmente, esa era una "visita" muy inesperada.

La habitación había vuelto a quedar en penumbra tras desvanecerse la luz del espejo. Andrew se encontró enfrentado cara a cara con un Voldemort incorpóreo, alumbrado simplemente por la luz temblorosa de su candelabro. No entendía qué estaba haciendo Voldemort dentro de su espejo, ni cómo había llegado hasta allí, pero en esos momentos no era lo que más le preocupaba.

—Buenas noches, Andrew —saludó cínicamente la figura del espejo. La voz aguda de Voldemort resonó por la habitación—. Lo lamento, si soy inoportuno, pero me apetecía tener una interesante charla contigo.

Andrew se dejó caer en su silla con una mueca de desdén. Cruzó una pierna por encima de la otra.

—Una visita suya, milord, siempre resulta inoportuna —dijo, con malicia—. Y en cuanto a lo de la charla, no es que tenga muchas ganas de desperdiciar mi tiempo hablando con usted.

Voldemort respondió con una risa fría y suave. Andrew sintió un escalofrío, que supo disimular.

—No te preocupes, Andrew, viejo amigo. No te robaré mucho de tu precioso tiempo —las ironías de Voldemort sonaban especialmente desagradables—. Es más, simplemente me limitaré a hacerte una oferta que, si eres inteligente, no rechazarás. Después, dejaré que vuelvas a tu patética vida.

Voldemort borró la sonrisa de su cara, transformándola en mueca. Los ojos le brillaban  con auténtica maldad.

—Creo que sé cual es tu oferta, y tengo la seguridad de que tú sabes cuál va a ser mi respuesta. ¿Por qué insistes? Sabes que no voy a volver —dijo Andrew, tranquilo. Si se dejaba intimidar estaba perdido.

Voldemort volvió a reír de esa forma sibilante y desagradable.

—Muy agudo, Andrew. ¿Pero de verdad no entiendes por qué insisto? —La mueca irónica de Voldemort pasó a  convertirse en una mirada aguda y llena de odio. Una mirada más dura y fría que el hielo. Una mirada de furia—. ¿No se te ha ocurrido pensar que, después de traicionarme y casi causar mi desgracia, después de unirte a mi peor enemigo, después de reírte de mí una y otra vez, en mis narices y a mis espaldas, me puedo sentir ligeramente molesto? ¿No se te ha ocurrido pensar que quizá quiera tenerte cerca para convertir tu vida en un infierno? Borrarás para siempre esa mirada arrogante, Andrew. Tu vida acaba aquí y ahora. Tanto si aceptas como si no, te hundiré en la miseria. Créeme, sé cómo hacerlo. Desearás morir.

Andrew tragó saliva. Sabía muy bien que Voldemort no estaba bromeando. Y también sabía, que si quería destrozarle la vida, probablemente lo conseguiría. De todas formas, sonrió con sorna. No había nada que Voldemort le pudiera quitar realmente. Él nunca había sido lo que se dice feliz.

—Así que se te han quitado las ganas de matarme, ahora te apetece torturarme... curioso. Pensaba que yo no era tan importante como para ocupar un hueco de ese prestigio en tu lista negra. De todas formas intenta lo que quieras. No puedes preocuparme más, tampoco puedes molestarme más. Y en cualquier caso, ahora que sé que pretendes, todavía estoy menos dispuesto a seguirte la corriente —dijo, transformando su miedo en malicia—. Oh, y ya que estás, podrías enviarle recuerdos a la mortífaga de la otra vez. Sumamente molesta, pero tenía muy buen culo, y todavía mejor lengua... una lengua realmente afilada.

Andrew sólo llevaba intención de molestar. Era algo que siempre se le había dado muy bien. Pero Voldemort se limitó a acentuar su mirada de odio, sin ponerse nervioso. Más bien, pareció calmarse.

—Idiota... no sabes lo que estás diciendo. ¿Estás seguro de que no existe nada que pueda herirte? Lamentablemente no eres de piedra, Andrew Darkwoolf... ya no.

Andrew frunció el ceño, hastiado.

—¿De qué estás hablando?

El Señor Tenebroso rió, estaba disfrutando. Mala señal.

—Hay algo... o mejor dicho, alguien que constituye tu fibra sensible. Y si no quieres que ese alguien sufra un accidente por tu culpa... yo me plantearía la posibilidad de reconsiderar mi oferta.

Andrew se puso pálido. No pudo disimular su miedo. Se dio cuenta de repente de que Voldemort tenía razón. Le podía quitar algo... la única parte de su vida que conservaba algo de luz. No podía tolerarlo. La perspectiva de vivir sin esa luz se volvía insoportable. Sólo de pensarlo... Se levantó de repente y se acercó al espejo de un salto. Estaba furioso.

—¡No te atrevas a tocarla! —gritó, fuera de sí. Sin quererlo, había perdido el control. Pero por un momento no le importó en lo más mínimo—. Si lo haces... aunque sólo sea un pelo...

—¿De verdad crees que estás en posición de amenazar? —replicó Voldemort con desdén—. No tienes ni idea del poder que tengo ahora mismo en mis manos, Andrew... un solo movimiento en falso, y será tu desgracia. Y te aseguro, que hagas lo que hagas la encontraré. Vaya donde vaya, haga lo que haga, nunca podrá librarse de mí. Así que por favor —volvió a sonreír con sorna—, piénsatelo con cuidado.

Andrew se abalanzó contra él, rabioso, pero ya era demasiado tarde. El resplandor azul volvía a invadir el espejo, y pronto la figura de Voldemort desapareció de ante sus ojos, envuelta en una llameante luz. Cuando esta se desvaneció, ya no había nada en el espejo. La penumbra volvió a caer, el cristal picado le devolvió de nuevo su propio reflejo. Un reflejo de si mismo cansado, pálido y tembloroso. Furioso y lleno de rabia, golpeó el cristal con el puño. Luego se apartó del espejo y se mesó el pelo hacia atrás, tratando de calmarse y pensar.

Qué clase de hechizo había usado Voldemort para comunicarse con él a través de su espejo, no lo sabía. Pero fuera lo que fuera, una cosa estaba clara: Voldemort había encontrado la manera de recuperar definitivamente su poder. Y estaba seguro de que su última promesa de encontrar a Krysta estuviera donde estuviese, no le sería demasiado difícil de cumplir. Krysta...

Salió corriendo de golpe, atravesando la puerta del despacho estruendosamente. Corrió por el pasillo hacia las escaleras que daban al primer piso y las bajó de tres en tres. Saltó a la alfombra del recibidor y se lanzó hacia la puerta del salón. En un momento se hallaba delante de la chimenea. Se agachó jadeante y sudoroso frente a la misma, cogiendo un trozo de leña del cesto de al lado para encenderlo después con la varita, dentro de la chimenea. El fuego no tardó en iluminar la oscura habitación. Se levantó, abrió una cajita que había en la repisa de la chimenea, sacó un saquito de dentro y la volvió a cerrar. Lanzó parte de los polvos que había dentro del saquito hacia el centro mismo de la hoguera, que creció y se iluminó con un llamativo resplandor verde. Andrew soltó el saquito de cualquier manera y se agachó de nuevo para meter la cabeza entre las llamas. No tardó en sentir cómo su cabeza se separaba del cuerpo, volando a toda velocidad a través de la red Flu.

Cuando cesó la primera impresión, se halló mirando a través del hueco de otra chimenea, hacia una sala de estar pequeña y muy bien iluminada, en comparación con su salón a oscuras. Un hombre le daba la espalda, pero casi inmediatamente se giró, llamada su atención por el súbito cambio de luz dentro de su chimenea. Era un hombre delgaducho, algo desgarbado, que vestía de forma sencilla. Coronaba su pálida cabeza una mata abundante de pelo rubio y rebelde, que se encrespaba hacia arriba. Llevaba unas gafas viejas de montura redonda, tras las cuales brillaban dos ojos pequeños de color castaño. Una barba también rubia y no muy poblada le recubría la parte inferior de la cara. Sonrió cuando reconoció al recién llegado.

—Buenas noches, Andrew. ¿No son unas horas un poco raras para pasearse por la red Flu? —comentó, despreocupadamente—. Pero ya que estás ahí, ¿por qué no pasas y me ayudas con la clasificación de financiaciones del mes? Te invitaré a café.

Andrew no le devolvió la sonrisa. Estaba demasiado preocupado para tomarse con humor la siempre imperturbable y cínica tranquilidad de Gneus Whitemann. El único hombre que conocía que podía tirarse una noche entera trabajando y llegar al día siguiente al Ministerio silbando y tarareando óperas de Wagner.

—Gneus, no tengo tiempo para eso —replicó, impaciente—. Sólo he venido a decirte que me voy por unos días. Tengo que hacer un viaje urgente. Tendrás que ocuparte tú del Departamento de Investigación en mi ausencia.

Whitemann alzó las cejas, dando una ligera muestra de asombro.

—Para que tú estés tan alterado tiene que ser algo grave. ¿Ha pasado algo en el departamento?

—No. Se trata de asuntos personales. Tú haz lo que te he dicho y no preguntes. Si quieres contactar conmigo envíame una lechuza a Hogwarts.

Whitemann frunció el ceño.

—¿Me estás diciendo que te vas a ése colegio otra vez? No puedes desentenderte de tus obligaciones ahora, Andrew. Yo no tengo experiencia en la dirección y... —intentó explicarse. Ya estaba bastante harto de las desapariciones de su director.

—No me digas lo que tengo que hacer —cortó Andrew, bruscamente—. Si te interesa conservar el trabajo cállate y obedece. Sólo serán unos días.

El otro suspiró hondamente y se encogió de hombros.

—Cuando te pones tan irascible no hay quien razone contigo. Muy bien. ¿Puedo pedirte un favor? No tardes en volver.

Andrew no respondió. Se limitó a mover la cabeza, para desaparecer de la chimenea del resignado Gneus Whitemann. Por fin salió de la red Flu.

Se quedó sentado en el suelo, mirando las llamas del fuego con una expresión impasible. Permaneció así, inmóvil unos segundos. Después dejó caer la cabeza enterrándola en las palmas de las manos, con un suspiro de cansancio. Fue una débil y aguda vocecilla a su lado la que lo sacó de su ensimismamiento, al cabo de un rato.

—¿Señor?

Andrew alzó la cabeza. Vio a Windy inclinada a su lado, mirándolo muy atenta con sus enormes ojos grises. Sonrió, pero con una sonrisa llena de melancolía.

—El señor parece triste —diagnosticó Windy, con una expresión de pena infantil.

Andrew no dijo nada. Se levantó despacio y se alisó las mangas de la camisa, ausente.

—Windy, prepárame el equipaje. Voy a salir por un tiempo —dijo, mirando de nuevo hacia el fuego.

—¿Se va? —preguntó Windy con un gemido quejicoso—. ¿Y... tardará en volver?

Andrew la miró de nuevo, con la misma sonrisa derrotada de antes.

—No... espero que no.

Y tras decir esto se dio la vuelta, dejando el salón en silencio mientras Windy lo observaba, asombrada y preocupada a un mismo tiempo.

*****************************************************************************

Y un capítulo más… realmente no sé qué hacer. Ya sé que he tardado una eternidad y que no merezco perdón (de hecho, si alguien ha leído este capítulo se lo agradezco enormemente, porque dudo que os acordéis de nada ^^'), pero no es cuestión de vagancia, en serio. De repente, tengo el tiempo más justo que nunca y muchas cosas por hacer (ahora escribo en otro blog que me exige bastante más puntualidad), también dibujo, y eso sumado a los estudios y a todas las actividades extraescolares y de ocio personal… os podéis hacer una idea. He pensado varias veces en dejar los fics colgados hasta que tenga más tiempo, pero realmente no estoy muy segura de que volviera a retomarlos si lo hiciera, y eso sí que me daría rabia. Me apetece acabar estos fics, sobretodo este, que ya le tengo pensada la trama como al primero. No sé… me lo tendré que pensar. De momento, aquí tenéis este capítulo para ir tirando (y la nueva profesora no es una Marie-Sue, a pesar de que lo parezca… espero que lleguéis a ver por qué XDD). Paso a las contestaciones:

Contestaciones a los reviews:

Synn: disculpa no haber tenido noticias mías desde hace tanto, pero es que he llegado a la conclusión de que la vida es un asco XD. En fin, ya sabes que me alegro mucho de recibir tus reviews y todo eso… no sé si desmelenaré a Derek, pero sí que llevaba la idea de desmelenar a Andrew (con todo lo que eso conlleva *babea irrefrenablemente* XDD). Ya sé que Bella y Andy aparecieron muy benévolos el uno con el otro… pero no tenía ganas de montar una escena violenta, preferí la sutil ironía y los comentarios mordaces XD. Además, Andrew ya tendrá sus momentos de malote  cuando toque juajuajuajua. En cuanto a Jill, no creo que La Piedra del Tiempo cobre mucho protagonismo aki. Puede que algo salga, pero no se. Ya veremos. Un besote guapa, y gracias por ser tan fiel a la historia -_^.

Snivelly: hola, y encantada de conocerte. Siento de veras haber tardado tantísimo, espero no haberte decepcionado, pero si has leído mis insulsas excusas, sabrás por qué pasó lo que pasó XD. En fin, gracias por tus halagos, y la verdad, comparto tu opinión respecto a Lestrange: que zorra es!!!! Creo que la trataré mal en tu honor (es lo que mola de escribir, que te entra como sensación de poder XDD). Weno, nada más, un besazo ya hasta más ver (poner hasta pronto sería un tanto hipócrita por mi parte ^^')

Cintia: hola después de milenios!! XDD. Repito que o siento y que lo siento y que lo siento infinitas veces, pero es que la vida es cruel. Me alegro de que te gustara la conversación entre Andrew y Bella, la verdad es que me encantó escribirla (me preguntaba cómo sería desde que leí el 5º libro XD). Y la frase del "se ha quedado sin café" es mi favorita también XDDD. ¿De verdad no te acordabas de que Ron y Mione estaban juntos?XDDDDD, pobre, te habrás quedao flipada. Oh, y desde luego que te puedo meter en el fic (no serías la primera , la verdad XD), ya me inventaré algo (y sacaré tiempo de algún lado T_T) Un abrazo y ya nos veremos…

Rakshah: holaaaaaaa. Pues continuarlo pronto, no lo he continuado, pero algo es algo, no? (si, lo de más vale tarde que nunca no cuela, pero por intentarlo…^^'). Pues claro que me fijé en que salías tú… ¡si escribí yo el cap! XDDD. Me lo pasé bomba con tu escena, de las más divertidas que he escrito. Y ya te expliqué lo del besito que le ibas a racanear a Andy, eh? Aro, que a estas alturas cualquiera se acuerda ^^'. Finses, Andrew me dice por atrás que te diga, que Nicky no está  ala altura de Krysta, y que ella nunca se iría con un muerto de hambre actorzuelo de tres al cuarto como él, que se deje de pullas insulsas y… ¿qué dices, cari? Ah, y que si vuelve a soltar una animalada como esa, le colgará por los cojones de la veleta del campanario de su pueb… ¡mierda! ¡Mira lo que me has hecho escribir! ¿Quieres callarte de una vez? Joer, que chico más poco civilizado… ignora eso último, wappa, y ya hablamos, que tinc mal de cap ^^' *cállate ya, megalómano histérico*

Lora Chang: XDDDDDDD, como de costumbre se te ha cortado el revi. Como no se lo que ibas a poner, pues te doy las gracias muchas veces por el revi (al fin y al cabo la intención es lo que cuenta) y me despido ya, a ver si la próxima vez tienes más cuidado, tú XD. Un kiss y nos vemos!

May: después de dos meses y pico, he welto de echar la meada y te respondo al revi *si se te queda esta cara tras leer eso último: o__O'' es que probablemente no recuerdas de qué coño hablo, y necesitas releer tu propio review XDDD*. Vale, a ver… me alegro de que el cap te resultara :B. Y ya ves qué monos son los dos lobitos… (el esquizo (aka Remsie)y el metafórico (aka Andy) XDDDDDDDDD). La verdad es que Andy sale muy benévolo últimamente… tendré que sacar su faceta maligna a relucir de nuevo (aunque si lo pienso, ya conseguí traumatizar a Haz el otro día con él XDDDDD *qué mono*). Bien, creo que no te toqué el bombo, sino otra cosa… PERVERTIDA!!! ¿¿QUÉ COÑO ESTÁS PENSANDO?? XDDDDDD. Weno, mayor fan de Andrew, me despido ya que me da el jamacuco… un beseeeeet!!!

Gracia a todos por leer y no perder la paciencia en el intento XDD.