Sin recuerdos
El aire acariciaba su rostro dulcemente y mecía los dorados cabellos. Sus ojos brillaban en la oscuridad del lugar reflejando la luz de las estrellas. Su respiración era algo agitada y sus alas restaban inmóviles en la espalda. Miraba el lugar con cierta melancolía y reproche. Era hermoso, un paraíso sólo para los elegidos. Un hermoso lago y una cascada fluían a sus pies. Bosques tropicales lucían salvajes ante sus azulados ojos y lo que antaño fue su hogar le parecía aún más hermoso. Sin embargo no podía sentirse feliz. El estar allí sólo significaba una cosa: la separación y el olvido.
Serena acarició con sus manos la madera de la ancha cabaña. Sus delicados pies subieron lentamente la vieja escalera que crujía a cada paso rompiendo el llanto de la cascada. Se adentró en ella. Miles de sentimientos recorrieron su cuerpo y los recuerdos de antiguas épocas la invadieron. Cuatro guerreros, todos con una misión y un destino, sin recuerdos ni alma. Sus sentimientos controlados y su amor atado dentro de limites. Un príncipe, su príncipe. Una lágrima escapó de sus ojos al pensar en él. Todo caería en sus espaldas, y ella no podría hacer más que protegerle ajena a todo antiguo sentimiento. Olvidaría quién era, olvidaría cómo era, y lo que más le dolía, olvidaría lo que siente por él. Dejaría de amarlo. "Darien... te amo... lo digo ahora pues ya no te veré, en unos cuantos años... amor...volveré. Lo sabes, nuestro amor a luchado y ha vencido siempre. Una nueva batalla se aproxima y nuestro amor esta prohibido una vez más. Pero aún así estaré a tu lado, protegiéndote muy de cerca y cuando todo termine volveremos a estar juntos. A mí todavía me falta mucho, años, pero para ti todo será más leve, no te preocupes amor. Te amo" Ella miró fijamente el cielo estrellado, sabía que era sólo un conjuro, que no era el cielo real, pero aún así ver la luna calmaba profundamente su ser. Debía partir, lo sabía, pronto estaría lejos de todo cuanto ama. Volvería a ver a sus compañeros, de nuevo. Volvería a ser una de las guerreras y con ello, volvería a olvidar y a sufrir. Salió de la cabaña y se adentró en la playa. Sus pies rozaban las cálidas aguas del lago y con una sonrisa miraba la peculiar casa. "Te he dejado un mensaje, sé que la guerrera lo encontrará y que te lo traerá Darien. El resto del mensaje queda en mi bolsillo y cuando sea el momento yo misma lo descubriré recuperando así por fin mis sentimientos por ti." Serena se adentró lentamente en el agua. Nadaba con gracia y delicadeza hasta la hermosa cascada que fluía con más fuerza a cada brazada de ella. Ya estaba cerca, muy pronto olvidaría toda su felicidad y volvería a nacer como una guerrera del cambio.
Láctea se despertó alterada. Su respiración era sumamente agitada y los latidos del corazón eran tan rápidos que le quitaban las fuerzas. Había soñado algo, no recordaba qué, pero era importante. Sus ojos buscaron en la oscuridad el reloj de mesa. Eran las cuatro de la mañana, hora Míriadana, es decir, de la galaxia en la que se encontraba. Ya había pasado el tiempo acordado para su entrenamiento, seis meses terrestres, pero para ella seis años vívidos en Miria, planeta en el que se encontraba, centro de la galaxia. Su corazón empezaba a calmarse. Miró el espejo que tenía frente la cama y analizó su aspecto. En seis años había madurado mucho. Su estatura actual era la de toda una mujer adulta, medía aproximadamente entre 1,63 y 1,65. El pelo le caía caprichosamente sobre su rostro y llegaba hasta la altura de las rodillas, le había crecido increíblemente y en cierto modo le molestaba, pero le gustaba tan largo y sedoso. Sus ojos seguían tan azules y brillantes como antes y su sonrisa igual de blanca y limpia. Sin embargo lo que más había cambiado era su cuerpo. Su pecho y caderas habían crecido en gran medida y su cintura se remarcaba con más sensualidad. Sus piernas parecían más largas y más torneadas y sus pies ahora medían casi un 38. Pero no se sentía afortunada por su actual aspecto, al contrario. Se recogía su melena en una cola de caballo y vendaba su pecho. A su parecer era mucho más cómodo en la batalla.
Láctea se levantó lentamente y miró por la ventana. En unas horas partiría hacia la Tierra nuevamente. Ardía en deseos de ver a sus compañeros, en especial a Aiyes. Pero por alguna extraña razón también quería volver a ver a su príncipe, lo deseaba fervientemente. Su entrenamiento había concluido con éxito, y sus maestros la habían elogiado sinceramente. Estaba lista para la batalla, muy pronto volvería a la lucha.
Idiones, su maestra de concentración, diosa de las artes de Míriadana, le había besado la frente en señal de respeto y deseado buena suerte. Era como una madre para ella y bueno... aunque fuera una contradicción, ella era él. La madre de Darien, la diosa, la creadora, era todo. Ella le había dicho todo cuanto debería hacer a partir de ahora. La advirtió de que en cuanto el príncipe y las demás vieran el rostro de los guerreros sería el momento de la verdad, en cuanto su rostro fuera descubierto llegaría la hora de entrenar al príncipe de la Tierra. Idiones era una hermosa diosa, con un poder de adivinación sorprendente y con un don muy especial, el de ver a través de las personas. Idiones era "Dios", tal y como los humanos le llamaban, pero para Láctea era como una madre que nunca tuvo y, junto con los demás maestros, su familia. Se despidió de ella esa misma noche, sabía que no la vería en mucho tiempo y le daba pena, pero su misión estaba por delante de todo, a partir de ahora se dedicaría solo a cumplir. Entrenaría al príncipe, lucharía contra el caos y luego, con la ayuda del príncipe destruiría toda la galaxia para crear una nueva. El sol empezaba a salir anunciando un nuevo día. (Allí el sol sale a las 5 de la mañana y se hace de noche a las 6 de la tarde). La hora había llegado ya, debía partir.
El día había sido por lo demás, cansado, muy cansado. Tres accidentes y cuatro operaciones de urgencia. La ronda habitual a sus pacientes y la comprobación de miles de casos simples. Por si fuera poco, al llegar a su apartamento había encontrado la nevera bacía y la cama sin hacer. Eran las doce de la noche y no podía ni tenía ganas de salir a comprar algo. Así que se acostó tal cual, se desnudó pesadamente y sin tomarse una ducha ni comer nada se quedó dormido sobre las desordenadas sabanas. La brisa tardía entraba por entre la ventana que en un descuido se había quedado abierta. Las cortinas se mecían al compás del viento y acariciaban dulcemente su espalda. Un extraño silbido despertó levemente a Darien, que se giró pesadamente cubriendo sus oídos con las almohadas. Una mano se posó entonces en su hombro alterando al joven que rápidamente se puso en guardia.
- Tranquilo, alteza. Somos nosotros. Tenemos problemas, los idroc están atacando la zona, le buscan.
- Ah... ¿qué? Me han asustado...
- Lo lamento alteza, pero es importante. Debemos ir a luchar.
- ¿Luchar? Pero si en seis meses no ha pasado nada... ¿por qué ahora? ¿Y quién son esos idrocs?
- Son sirvientes del mal- La voz de Shin, ya de por sí fría y seca había sonado terrorífica- Lo lamento alteza pero debe venir con nosotros, no podemos dejarle solo, los idrocs son listos y rastrean los olores a larga distancia, si le encuentran sólo sería su fin.
- Bien... esperen... me cambio y... - Aísha se sonrojó levemente al notar que su príncipe estaba desnudo y lo único que cubría su cuerpo eran las finas sabanas.
- Le dejamos solo un instante alteza. - Aísha salió hacia el comedor, seguida muy de cerca por los dos guerreros. Darien empezó a vestirse con un mal presentimiento.
- Chicos... ya han pasado los seis meses, ella volverá muy pronto, y seguramente con ella los problemas, Idiones sabe que ocurrirá y por eso durante el entrenamiento de Láctea no ha ocurrido nada en la tierra, pero ahora que ha acabado el plazo... ¿creen que ella sabía cuando atacaría de nuevo el enemigo?
- Posiblemente. Idiones es la diosa mayor, sus poderes se salen de nuestra imaginación. Es muy posible que domine el tiempo.- Aiyes estaba inquieto. Sentía en su corazón que pronto vería a su Láctea, y aunque eso significara olvidarse de la paz, para él era un alivio.
- Ya estoy listo.
- Marchemos entonces alteza. Me temo que esta noche será algo larga.
- Sí, claro... cómo no... - Las ojeras de Darien se veían en varios kilómetros a la manzana.
Viajaron bajo el cielo nocturno de Tokio durante unos veinte minutos. El aire era cálido y acariciaba el rostro del príncipe despertando un poco así sus sentidos. Los tres guerreros patrullaban delante muy atentos a su alrededor. Se movían sincronizadamente y sus movimientos dibujaban una danza en el aire. Darien los observaba perplejo. Era increíble ver a esos tres guerreros, tan seguros, tan audaces y poderosos, pero sobretodo tan fríos. Láctea le había contado que habían perdido todos sus recuerdos pasados y carecían de alma. Para una persona como Darien eso significaba una vida muy triste y desesperante, pero para ellos era rutina, simplemente no conocían otra cosa. El joven príncipe siempre se preguntó quien podría ser tan cruel como para borrar los sentimientos del corazón de una persona. Parecía injusto que tuvieran que vivir siempre de batalla en batalla. Una luz de color rojo sangre llamó la atención de Darien rompiendo así su cadena de pensamientos. Los tres guerreros se hicieron señas con la cabeza y el chico observó como Aísha dejaba a los guerreros y se dirigía hacia él. Estaban encima de un boque.
- Aiyes y Shin irán ahora a comprobar quién es el enemigo. Yo me ocuparé de protegerle alteza.
- Gracias, pero no hace falta. Se como cuidar de mí mismo.
- Lo siento alteza, pero es mi misión. No piense ni por un momento que le dejaré solo, no con enemigos sueltos. - Darien miró a la chica con cierto pesar. Nunca había aceptado que le protegieran, y por alguna razón todavía le hacia menos gracia que fuera una chica quién cuidara de él. Se sentía como un niño indefenso.
- Bien, pero bajemos, no vamos a dejar que se enfrenten solos a la situación.
- Pero alteza...
- He dicho que bajemos.- Por primera vez en su vida hizo voto de su autoridad, otorgada por su rango de príncipe y ordenó a la chica que siguieran juntos a los dos guerreros. Aísha acató las ordenes con algo de humillación.
Los dos guerreros luchaban contra unas criaturas nuevas para él. Parecidos a hombres lobo, cinco guerreros se alzaban en armas contra ellos. Median unos dos metros y su fuerza equivalía a la de cuatro hombres. Darien les observaba algo inquieto. En cuanto él llegó las criaturas dejaron sus armas y le miraron con recelo. Dos de ellas se abalanzaron hasta él dejando la batalla contra los otros dos. Aísha, sin embargo, se interpuso en su camino sin dar oportunidad al príncipe de que luchara. Este gruñó por dentro mientras la chica acababa fácilmente con la vida de las dos criaturas y los otros hacían el resto. En menos de un par de minutos las cinco criaturas estaban muertas. Los dos guerreros miraron a Aísha con recelo.
- ¿Por qué has bajado? Te dijimos que mantuvieras lejos al príncipe.
- Lo hubiera hecho si el príncipe no me hubiera ordenado lo contrario.- Ambos guerreros miraron a Darien con algo de ira, la cual no pasó inadvertida por él.
- Siento haber usado mi rango, pero no tolero que se me excluya de esta manera en las batallas.
- Alteza, no pretendo irritarle, pero recuerde que nosotros estamos para cuidar que su crisma real siga en su lugar y permítame decirle que no lo pone fácil.
- Mi vida, Shin, no ha corrido peligro en ningún momento. Soy capaz de cuidar de mí mismo gracias.
Pero un brazo en su cuello interrumpió su pequeño discurso. Una criatura de piel pálida y ojos azules cristalinos apretaba fuertemente su cuello sin dejarlo respirar. Darien intentó restar la fuerza de la criatura aferrándose al brazo y tirando de él. Pero la diferencia de fuerzas era muy superior. Los tres guerreros se pusieron en guardia y atacaron al oponente, que lejos de soltar su presa, le apretó con más fuerza y se alzó en el cielo nocturno. Los tres guerreros alzaron el vuelo tras él, pero a pesar de la resistencia de su príncipe el malvado ser corría increíblemente.
- Creo que deberías soltar a su alteza, no eres digno de tocar su real cuello.- Una voz dulce y muy familiar resonó en el aire. Como un as de luz algo golpeó la criatura que soltó con un quejido a Darien. Este no tardó en alzar sus alas y salir volando mientras acariciaba su dañado cuello. El mismo as de luz cruzó nuevamente delante de sus ojos acabando con la vida de la criatura - Alteza, ¿os encontráis bien?
- ¿Láctea?- La voz de Darien sonó grave y ahogada, esa maldita criatura había apretado con furia su brazo contra su cuello. Sin dar crédito a lo que sus ojos veían una hermosa figura se posó delante de él comprobando su estado. Una chica de hermosa y larga cabellera rubia contemplaba con sus preciosos ojos azules que él no tuviera ningún rasguño. Sin ningún disimulo miró el cuerpo de la joven algo sorprendido. El rostro de la chica seguía cubierto como siempre, y el traje era exactamente el mismo, pero ahora... ahora... se veía mucho más hecha y... mucho más alta y formada. Si antes ya era una belleza ahora era una diosa.
- Sí alteza, he vuelto, gracias a dios, por qué os encontrabais en graves apuros.
- Alteza... ¿Láctea?
- Hola Aísha, Ayies, Shin, que gusto verles de nuevo- Una hermosa sonrisa se dibujó debajo de la tela que cubría su rostro. Ella corrió y se lanzó en brazos de sus amigos para luego saltar jovialmente en brazos de Ayies, que la recibió muy sorprendido.
- Que cambio chica... estas hermosa, divina, esta es mi láctea, los seis años te han sentado de maravilla.
- ¿Seis años?
- Sí alteza, en esta galaxia transcurre el tiempo mucho más lentamente que en Míriadana, galaxia en la que me he entrenado, un mes terrestre equivale a un año allí. - Darien miró sorprendido a la chica y sin poder disimular un sonrojo. Ahora aún le parecía más madura y soberbia.
- Pero veo que su alteza no estaba muy bien protegido. ¿Cómo es que un vampiro de segunda clase ha alcanzado al príncipe?
- Lo lamentamos Láctea, pero el príncipe se muestra muy reacio a recibir nuestra ayuda. Ordenó a Aísha que bajara hasta donde nos encontrábamos nosotros, luchando contra unos idrocs. Luego nos ha mostrado su profundo desacuerdo a ser protegido y entonces ha aparecido el vampiro, completamente demasiado lejos de nuestro alcance.
- Ya veo Shin. Pero tu tono se sale del protocolo, deberías tratar a su alteza con más respeto. - Shin gruñó con cierto desagrado mientras la chica sonreía. Estaba claro que la relación entre el príncipe y los guerreros no había mejorado, o mejor dicho, no había ningún tipo de relación entre ellos.- Alteza, lamento deciros esto, pero debéis saber que el destino del universo esta en vuestras manos. No deberíais tomar vuestra seguridad a la ligera.
- Nadie habla a Darien de esa forma. ¿Qué os habéis creído?- La voz de Rei se oyó en el lugar.
- ¡Chicas! ¿Que hacen aquí?
- Hola Darien, hemos notado energías fuera de lo común y las hemos seguido con el ordenador.- Amy sonrió al príncipe con dulzura para luego clavar una mirada fría a Láctea. Todas se sorprendieron por su gran cambio.
- Ustedes no deberían estar aquí.- La mirada fría de Aísha se clavó en las miradas de ellas.- No son nadie para decirnos como debemos luchar o hablar. Tienen un poder insignificante y jamás podrán proteger a su príncipe.
- Vasta Aísha, por favor.- La mirada suplicante de Láctea se clavó en ella.- No nos peleemos entre nosotras. Chicas, lamento si mi tono no les ha agradado y pido disculpas. Pero deben saber que no solo la vida de este planeta esta en juego, todo un universo depende de que su alteza este con vida, no nos podemos permitir el lujo de descuidarnos un solo momento. Les pido que se unan a nosotras y que protejan a su príncipe con la vida.
- Tú eres Láctea... has cambiado mucho...
- Sí, mi entrenamiento ha sido largo y duro, pero me ha dotado de una fuerza difícil de imaginar.
- ¡Chicas! ¡Algo se acerca!
- Son vampiros Amy. No os preocupéis. Aísha, Ayies, Shin, en menos de un minuto tendremos a unos 30 vampiros de segunda división y sólo uno de primera. Os dejo los de segunda, yo me encargaré del de primera.
- A sus ordenes.
- Alteza, vos estaréis escondido con las chicas tras esas rocas. Le pido por favor que no salga en ningún momento, aún si nuestras vidas corren peligro. Chicas, les dejo a su cargo la protección de su alteza, cuiden de él. Ahora corran. No tenemos mucho tiempo.
Las chicas corrieron hacia las rocas, arrastrando a Darien que protestaba constantemente. Pocos segundos después de su marcha vieron como un gran número de criaturas ascendían hasta los guerreros y empezaban una lucha fría y difícil. Láctea mataba algunas de las criaturas mientras buscaba con los ojos a uno en especial. Sin embargo un grito por parte de ella alteró a las chicas y al príncipe.
- ¡Cuidado, esta frente a vosotras!
Una figura parecida a un hombre se abalanzó contra ellas golpeando fuertemente sus cuerpos y dejándolas casi inconscientes. Sólo quedaba Amy que protegía a su alteza. Un ser blanco como la porcelana miraba sus azules ojos con mofa. Antes de que ella pudiera reaccionar ya había sido golpeada y restaba con sus compañeras, incapaz de mover más que la cabeza. Le dolía todo el cuerpo y no podía levantarse. Las demás estaban igual. Darien dejó escapar su poder. Un carácter chino se dibujó en su frente y las alas aparecieron majestuosamente en su espalda. Una brillante y dorada espada se formó en su mano y la empuñó con fuerza. La criatura sonrió satisfecha y se abalanzó contra él. Darien esquivó a duras penas el golpe y no tuvo tiempo de reaccionar para parar el siguiente. Un látigo negro se acercaba a su rostro y no podía hacer nada para pararlo. Sus ojos se cerraron con fuerza, pero no notó ningún golpe. En vez de eso abrió los ojos encontrándose a Láctea frente a él. Había parado el látigo con su mano y esta sangraba levemente. Darien se sintió culpable.
- Maldito... juegas sucio, yo soy tu rival.
- Niña, aparta de mi camino, el príncipe de la Tierra es mi blanco y una mujer no podrá impedir que lo mate.
- ¿Niña? Habéis firmado vuestra pena de muerte. Ahora pereced sanguijuela.
La chica saltó velozmente tirando del látigo y haciendo que la criatura perdiera el equilibrio. Láctea cerró sus ojos y sus labios pronunciaron un fuerte conjuro.
- ¡Unmaso kiogada! ¡Unmaso kiogada!
Una luz plateada salió de sus manos hasta alcanzar al vampiro que se retorció de dolor. Este se alzó en el aire y con movimientos veloces recuperó su látigo y atacó el brazo de la joven, que lo esquivó fácilmente. Sin embargo un par de vampiros de segunda distrajeron su atención. Estaban atacando al príncipe con gran fuerza y aunque este se defendía bastante bien había recibido varios golpes. Las chicas permanecían en el suelo sin poder ayudar. Así la chica saltó esquivando a su rival y atacó a los dos vampiros con otro conjuro que quemó sus cuerpos y los redujo a cenizas, pero había sido demasiado confiada y el vampiro del látigo ahora estaba delante de Darien, apuntando hacia él su mortífero látigo. Darien había perdido la espada y no sabía como defenderse de su atacante. Ella no podía hacer mucho, pero no dudo dos veces.
Todo fue muy rápido. Tenía al vampiro frente a él. Este le miraba con una sonrisa fría y cargada de ironía. Había perdido su espada y no tenía nada a mano con que parar el golpe del látigo.
- Adiós, alteza.
La criatura empuñó el látigo fuertemente y le atacó sin miramientos. Pero una sombra cubrió el cuerpo de Darien y paró con sus manos el golpe del látigo. Pero no había sido lo suficientemente rápida y el látigo había golpeado levemente y con la punta, su hermoso rostro rompiendo la negra tela que lo cubría. Un gran chorro de sangre caía de su mano. Darien observó la espalda de la chica asustado y vio como el trozo de tela que antes cubría la faz de la chica caía a sus pies. Ella seguía de espaldas a él.
- Ya me he cansado. ¡Muere!
Una gran fuerza salió de la chica y golpeó al vampiro que gritó de dolor a la vez que empezaba a quemarse lentamente hasta desaparecer. No fue hasta entonces que la chica soltó el látigo y respiró tranquila. Los guerreros habían acabado con los vampiros de segunda y ahora corrían hasta ella. Ayies se quedó aterrado al ver un corte en la ceja de la chica y la tela que cubría su rostro en el suelo. Láctea estaba aún dando la espalda a las chicas y a Darien, que aún no reaccionaban.
- Láctea...
- No os preocupéis. Idiones me había informado de que pronto habría llegado el momento de revelar nuestros rostros. Quitaos las mascaras.- Los tres guerreros la miraron dubitativos. - Vamos... ¿a qué esperáis?
Uno a uno se despojaron de la tela que cubría su faz y alzaron la vista fijándola en Darien y las chicas y esperando su reacción. Ellas estaban con la boca completamente abierta y Darien se había sentado en el suelo pesadamente. Todos reconocían a dos de los guerreros. A la chica, Aísha y a Ayies, el único de los tres que no habían visto nunca era Shin. Darien alzó la vista y la clavó en Ayies que le miraba seriamente. " Es Seiya, no me lo puedo creer es Seiya." Las chicas miraban sorprendidas al joven y a la chica. No lo podían creer. Lita estuvo apunto de llamar al chico pero Amy la detuvo diciéndole en un susurro que ellos no recordaban nada ni debían recordar nada de sus antiguas vidas. Rei miraba a la chica con asombro. " Galaxia... sabia que tu peinado me era familiar... pero no te reconocí, dios, que destino tan cruel el vuestro. No le desearía a nadie una vida sin recuerdos ni amor. Sólo luchas." Láctea seguía de espaldas a ellos y miró el rostro serio de sus guerreros.
- Bien. Ha llegado el momento de que el príncipe reciba nuestras lecciones. Le entrenaremos para la batalla final. - Láctea giró por fin el rostro y miró directamente a los ojos del príncipe.
El corazón de Darien dejó de latir. Su respiración se paró en seco y un fuerte sentimiento de desesperación y angustia inundó su ser. Sus azulados ojos se salían de sus orbitas y miraban el rostro de la chica con frustración. Una lágrima escapó de ellos y aterrizó en el suelo mientras sus labios dibujaban un susurro que ningún oído sería capaz de escuchar. "SERENA"
Continuará.....
Comentarios de la autora: Madre... esto se pone interesante. Ya estoy deseando escribir el siguiente capítulo. Un beso y hasta pronto. No aguanto la intriga!
El aire acariciaba su rostro dulcemente y mecía los dorados cabellos. Sus ojos brillaban en la oscuridad del lugar reflejando la luz de las estrellas. Su respiración era algo agitada y sus alas restaban inmóviles en la espalda. Miraba el lugar con cierta melancolía y reproche. Era hermoso, un paraíso sólo para los elegidos. Un hermoso lago y una cascada fluían a sus pies. Bosques tropicales lucían salvajes ante sus azulados ojos y lo que antaño fue su hogar le parecía aún más hermoso. Sin embargo no podía sentirse feliz. El estar allí sólo significaba una cosa: la separación y el olvido.
Serena acarició con sus manos la madera de la ancha cabaña. Sus delicados pies subieron lentamente la vieja escalera que crujía a cada paso rompiendo el llanto de la cascada. Se adentró en ella. Miles de sentimientos recorrieron su cuerpo y los recuerdos de antiguas épocas la invadieron. Cuatro guerreros, todos con una misión y un destino, sin recuerdos ni alma. Sus sentimientos controlados y su amor atado dentro de limites. Un príncipe, su príncipe. Una lágrima escapó de sus ojos al pensar en él. Todo caería en sus espaldas, y ella no podría hacer más que protegerle ajena a todo antiguo sentimiento. Olvidaría quién era, olvidaría cómo era, y lo que más le dolía, olvidaría lo que siente por él. Dejaría de amarlo. "Darien... te amo... lo digo ahora pues ya no te veré, en unos cuantos años... amor...volveré. Lo sabes, nuestro amor a luchado y ha vencido siempre. Una nueva batalla se aproxima y nuestro amor esta prohibido una vez más. Pero aún así estaré a tu lado, protegiéndote muy de cerca y cuando todo termine volveremos a estar juntos. A mí todavía me falta mucho, años, pero para ti todo será más leve, no te preocupes amor. Te amo" Ella miró fijamente el cielo estrellado, sabía que era sólo un conjuro, que no era el cielo real, pero aún así ver la luna calmaba profundamente su ser. Debía partir, lo sabía, pronto estaría lejos de todo cuanto ama. Volvería a ver a sus compañeros, de nuevo. Volvería a ser una de las guerreras y con ello, volvería a olvidar y a sufrir. Salió de la cabaña y se adentró en la playa. Sus pies rozaban las cálidas aguas del lago y con una sonrisa miraba la peculiar casa. "Te he dejado un mensaje, sé que la guerrera lo encontrará y que te lo traerá Darien. El resto del mensaje queda en mi bolsillo y cuando sea el momento yo misma lo descubriré recuperando así por fin mis sentimientos por ti." Serena se adentró lentamente en el agua. Nadaba con gracia y delicadeza hasta la hermosa cascada que fluía con más fuerza a cada brazada de ella. Ya estaba cerca, muy pronto olvidaría toda su felicidad y volvería a nacer como una guerrera del cambio.
Láctea se despertó alterada. Su respiración era sumamente agitada y los latidos del corazón eran tan rápidos que le quitaban las fuerzas. Había soñado algo, no recordaba qué, pero era importante. Sus ojos buscaron en la oscuridad el reloj de mesa. Eran las cuatro de la mañana, hora Míriadana, es decir, de la galaxia en la que se encontraba. Ya había pasado el tiempo acordado para su entrenamiento, seis meses terrestres, pero para ella seis años vívidos en Miria, planeta en el que se encontraba, centro de la galaxia. Su corazón empezaba a calmarse. Miró el espejo que tenía frente la cama y analizó su aspecto. En seis años había madurado mucho. Su estatura actual era la de toda una mujer adulta, medía aproximadamente entre 1,63 y 1,65. El pelo le caía caprichosamente sobre su rostro y llegaba hasta la altura de las rodillas, le había crecido increíblemente y en cierto modo le molestaba, pero le gustaba tan largo y sedoso. Sus ojos seguían tan azules y brillantes como antes y su sonrisa igual de blanca y limpia. Sin embargo lo que más había cambiado era su cuerpo. Su pecho y caderas habían crecido en gran medida y su cintura se remarcaba con más sensualidad. Sus piernas parecían más largas y más torneadas y sus pies ahora medían casi un 38. Pero no se sentía afortunada por su actual aspecto, al contrario. Se recogía su melena en una cola de caballo y vendaba su pecho. A su parecer era mucho más cómodo en la batalla.
Láctea se levantó lentamente y miró por la ventana. En unas horas partiría hacia la Tierra nuevamente. Ardía en deseos de ver a sus compañeros, en especial a Aiyes. Pero por alguna extraña razón también quería volver a ver a su príncipe, lo deseaba fervientemente. Su entrenamiento había concluido con éxito, y sus maestros la habían elogiado sinceramente. Estaba lista para la batalla, muy pronto volvería a la lucha.
Idiones, su maestra de concentración, diosa de las artes de Míriadana, le había besado la frente en señal de respeto y deseado buena suerte. Era como una madre para ella y bueno... aunque fuera una contradicción, ella era él. La madre de Darien, la diosa, la creadora, era todo. Ella le había dicho todo cuanto debería hacer a partir de ahora. La advirtió de que en cuanto el príncipe y las demás vieran el rostro de los guerreros sería el momento de la verdad, en cuanto su rostro fuera descubierto llegaría la hora de entrenar al príncipe de la Tierra. Idiones era una hermosa diosa, con un poder de adivinación sorprendente y con un don muy especial, el de ver a través de las personas. Idiones era "Dios", tal y como los humanos le llamaban, pero para Láctea era como una madre que nunca tuvo y, junto con los demás maestros, su familia. Se despidió de ella esa misma noche, sabía que no la vería en mucho tiempo y le daba pena, pero su misión estaba por delante de todo, a partir de ahora se dedicaría solo a cumplir. Entrenaría al príncipe, lucharía contra el caos y luego, con la ayuda del príncipe destruiría toda la galaxia para crear una nueva. El sol empezaba a salir anunciando un nuevo día. (Allí el sol sale a las 5 de la mañana y se hace de noche a las 6 de la tarde). La hora había llegado ya, debía partir.
El día había sido por lo demás, cansado, muy cansado. Tres accidentes y cuatro operaciones de urgencia. La ronda habitual a sus pacientes y la comprobación de miles de casos simples. Por si fuera poco, al llegar a su apartamento había encontrado la nevera bacía y la cama sin hacer. Eran las doce de la noche y no podía ni tenía ganas de salir a comprar algo. Así que se acostó tal cual, se desnudó pesadamente y sin tomarse una ducha ni comer nada se quedó dormido sobre las desordenadas sabanas. La brisa tardía entraba por entre la ventana que en un descuido se había quedado abierta. Las cortinas se mecían al compás del viento y acariciaban dulcemente su espalda. Un extraño silbido despertó levemente a Darien, que se giró pesadamente cubriendo sus oídos con las almohadas. Una mano se posó entonces en su hombro alterando al joven que rápidamente se puso en guardia.
- Tranquilo, alteza. Somos nosotros. Tenemos problemas, los idroc están atacando la zona, le buscan.
- Ah... ¿qué? Me han asustado...
- Lo lamento alteza, pero es importante. Debemos ir a luchar.
- ¿Luchar? Pero si en seis meses no ha pasado nada... ¿por qué ahora? ¿Y quién son esos idrocs?
- Son sirvientes del mal- La voz de Shin, ya de por sí fría y seca había sonado terrorífica- Lo lamento alteza pero debe venir con nosotros, no podemos dejarle solo, los idrocs son listos y rastrean los olores a larga distancia, si le encuentran sólo sería su fin.
- Bien... esperen... me cambio y... - Aísha se sonrojó levemente al notar que su príncipe estaba desnudo y lo único que cubría su cuerpo eran las finas sabanas.
- Le dejamos solo un instante alteza. - Aísha salió hacia el comedor, seguida muy de cerca por los dos guerreros. Darien empezó a vestirse con un mal presentimiento.
- Chicos... ya han pasado los seis meses, ella volverá muy pronto, y seguramente con ella los problemas, Idiones sabe que ocurrirá y por eso durante el entrenamiento de Láctea no ha ocurrido nada en la tierra, pero ahora que ha acabado el plazo... ¿creen que ella sabía cuando atacaría de nuevo el enemigo?
- Posiblemente. Idiones es la diosa mayor, sus poderes se salen de nuestra imaginación. Es muy posible que domine el tiempo.- Aiyes estaba inquieto. Sentía en su corazón que pronto vería a su Láctea, y aunque eso significara olvidarse de la paz, para él era un alivio.
- Ya estoy listo.
- Marchemos entonces alteza. Me temo que esta noche será algo larga.
- Sí, claro... cómo no... - Las ojeras de Darien se veían en varios kilómetros a la manzana.
Viajaron bajo el cielo nocturno de Tokio durante unos veinte minutos. El aire era cálido y acariciaba el rostro del príncipe despertando un poco así sus sentidos. Los tres guerreros patrullaban delante muy atentos a su alrededor. Se movían sincronizadamente y sus movimientos dibujaban una danza en el aire. Darien los observaba perplejo. Era increíble ver a esos tres guerreros, tan seguros, tan audaces y poderosos, pero sobretodo tan fríos. Láctea le había contado que habían perdido todos sus recuerdos pasados y carecían de alma. Para una persona como Darien eso significaba una vida muy triste y desesperante, pero para ellos era rutina, simplemente no conocían otra cosa. El joven príncipe siempre se preguntó quien podría ser tan cruel como para borrar los sentimientos del corazón de una persona. Parecía injusto que tuvieran que vivir siempre de batalla en batalla. Una luz de color rojo sangre llamó la atención de Darien rompiendo así su cadena de pensamientos. Los tres guerreros se hicieron señas con la cabeza y el chico observó como Aísha dejaba a los guerreros y se dirigía hacia él. Estaban encima de un boque.
- Aiyes y Shin irán ahora a comprobar quién es el enemigo. Yo me ocuparé de protegerle alteza.
- Gracias, pero no hace falta. Se como cuidar de mí mismo.
- Lo siento alteza, pero es mi misión. No piense ni por un momento que le dejaré solo, no con enemigos sueltos. - Darien miró a la chica con cierto pesar. Nunca había aceptado que le protegieran, y por alguna razón todavía le hacia menos gracia que fuera una chica quién cuidara de él. Se sentía como un niño indefenso.
- Bien, pero bajemos, no vamos a dejar que se enfrenten solos a la situación.
- Pero alteza...
- He dicho que bajemos.- Por primera vez en su vida hizo voto de su autoridad, otorgada por su rango de príncipe y ordenó a la chica que siguieran juntos a los dos guerreros. Aísha acató las ordenes con algo de humillación.
Los dos guerreros luchaban contra unas criaturas nuevas para él. Parecidos a hombres lobo, cinco guerreros se alzaban en armas contra ellos. Median unos dos metros y su fuerza equivalía a la de cuatro hombres. Darien les observaba algo inquieto. En cuanto él llegó las criaturas dejaron sus armas y le miraron con recelo. Dos de ellas se abalanzaron hasta él dejando la batalla contra los otros dos. Aísha, sin embargo, se interpuso en su camino sin dar oportunidad al príncipe de que luchara. Este gruñó por dentro mientras la chica acababa fácilmente con la vida de las dos criaturas y los otros hacían el resto. En menos de un par de minutos las cinco criaturas estaban muertas. Los dos guerreros miraron a Aísha con recelo.
- ¿Por qué has bajado? Te dijimos que mantuvieras lejos al príncipe.
- Lo hubiera hecho si el príncipe no me hubiera ordenado lo contrario.- Ambos guerreros miraron a Darien con algo de ira, la cual no pasó inadvertida por él.
- Siento haber usado mi rango, pero no tolero que se me excluya de esta manera en las batallas.
- Alteza, no pretendo irritarle, pero recuerde que nosotros estamos para cuidar que su crisma real siga en su lugar y permítame decirle que no lo pone fácil.
- Mi vida, Shin, no ha corrido peligro en ningún momento. Soy capaz de cuidar de mí mismo gracias.
Pero un brazo en su cuello interrumpió su pequeño discurso. Una criatura de piel pálida y ojos azules cristalinos apretaba fuertemente su cuello sin dejarlo respirar. Darien intentó restar la fuerza de la criatura aferrándose al brazo y tirando de él. Pero la diferencia de fuerzas era muy superior. Los tres guerreros se pusieron en guardia y atacaron al oponente, que lejos de soltar su presa, le apretó con más fuerza y se alzó en el cielo nocturno. Los tres guerreros alzaron el vuelo tras él, pero a pesar de la resistencia de su príncipe el malvado ser corría increíblemente.
- Creo que deberías soltar a su alteza, no eres digno de tocar su real cuello.- Una voz dulce y muy familiar resonó en el aire. Como un as de luz algo golpeó la criatura que soltó con un quejido a Darien. Este no tardó en alzar sus alas y salir volando mientras acariciaba su dañado cuello. El mismo as de luz cruzó nuevamente delante de sus ojos acabando con la vida de la criatura - Alteza, ¿os encontráis bien?
- ¿Láctea?- La voz de Darien sonó grave y ahogada, esa maldita criatura había apretado con furia su brazo contra su cuello. Sin dar crédito a lo que sus ojos veían una hermosa figura se posó delante de él comprobando su estado. Una chica de hermosa y larga cabellera rubia contemplaba con sus preciosos ojos azules que él no tuviera ningún rasguño. Sin ningún disimulo miró el cuerpo de la joven algo sorprendido. El rostro de la chica seguía cubierto como siempre, y el traje era exactamente el mismo, pero ahora... ahora... se veía mucho más hecha y... mucho más alta y formada. Si antes ya era una belleza ahora era una diosa.
- Sí alteza, he vuelto, gracias a dios, por qué os encontrabais en graves apuros.
- Alteza... ¿Láctea?
- Hola Aísha, Ayies, Shin, que gusto verles de nuevo- Una hermosa sonrisa se dibujó debajo de la tela que cubría su rostro. Ella corrió y se lanzó en brazos de sus amigos para luego saltar jovialmente en brazos de Ayies, que la recibió muy sorprendido.
- Que cambio chica... estas hermosa, divina, esta es mi láctea, los seis años te han sentado de maravilla.
- ¿Seis años?
- Sí alteza, en esta galaxia transcurre el tiempo mucho más lentamente que en Míriadana, galaxia en la que me he entrenado, un mes terrestre equivale a un año allí. - Darien miró sorprendido a la chica y sin poder disimular un sonrojo. Ahora aún le parecía más madura y soberbia.
- Pero veo que su alteza no estaba muy bien protegido. ¿Cómo es que un vampiro de segunda clase ha alcanzado al príncipe?
- Lo lamentamos Láctea, pero el príncipe se muestra muy reacio a recibir nuestra ayuda. Ordenó a Aísha que bajara hasta donde nos encontrábamos nosotros, luchando contra unos idrocs. Luego nos ha mostrado su profundo desacuerdo a ser protegido y entonces ha aparecido el vampiro, completamente demasiado lejos de nuestro alcance.
- Ya veo Shin. Pero tu tono se sale del protocolo, deberías tratar a su alteza con más respeto. - Shin gruñó con cierto desagrado mientras la chica sonreía. Estaba claro que la relación entre el príncipe y los guerreros no había mejorado, o mejor dicho, no había ningún tipo de relación entre ellos.- Alteza, lamento deciros esto, pero debéis saber que el destino del universo esta en vuestras manos. No deberíais tomar vuestra seguridad a la ligera.
- Nadie habla a Darien de esa forma. ¿Qué os habéis creído?- La voz de Rei se oyó en el lugar.
- ¡Chicas! ¿Que hacen aquí?
- Hola Darien, hemos notado energías fuera de lo común y las hemos seguido con el ordenador.- Amy sonrió al príncipe con dulzura para luego clavar una mirada fría a Láctea. Todas se sorprendieron por su gran cambio.
- Ustedes no deberían estar aquí.- La mirada fría de Aísha se clavó en las miradas de ellas.- No son nadie para decirnos como debemos luchar o hablar. Tienen un poder insignificante y jamás podrán proteger a su príncipe.
- Vasta Aísha, por favor.- La mirada suplicante de Láctea se clavó en ella.- No nos peleemos entre nosotras. Chicas, lamento si mi tono no les ha agradado y pido disculpas. Pero deben saber que no solo la vida de este planeta esta en juego, todo un universo depende de que su alteza este con vida, no nos podemos permitir el lujo de descuidarnos un solo momento. Les pido que se unan a nosotras y que protejan a su príncipe con la vida.
- Tú eres Láctea... has cambiado mucho...
- Sí, mi entrenamiento ha sido largo y duro, pero me ha dotado de una fuerza difícil de imaginar.
- ¡Chicas! ¡Algo se acerca!
- Son vampiros Amy. No os preocupéis. Aísha, Ayies, Shin, en menos de un minuto tendremos a unos 30 vampiros de segunda división y sólo uno de primera. Os dejo los de segunda, yo me encargaré del de primera.
- A sus ordenes.
- Alteza, vos estaréis escondido con las chicas tras esas rocas. Le pido por favor que no salga en ningún momento, aún si nuestras vidas corren peligro. Chicas, les dejo a su cargo la protección de su alteza, cuiden de él. Ahora corran. No tenemos mucho tiempo.
Las chicas corrieron hacia las rocas, arrastrando a Darien que protestaba constantemente. Pocos segundos después de su marcha vieron como un gran número de criaturas ascendían hasta los guerreros y empezaban una lucha fría y difícil. Láctea mataba algunas de las criaturas mientras buscaba con los ojos a uno en especial. Sin embargo un grito por parte de ella alteró a las chicas y al príncipe.
- ¡Cuidado, esta frente a vosotras!
Una figura parecida a un hombre se abalanzó contra ellas golpeando fuertemente sus cuerpos y dejándolas casi inconscientes. Sólo quedaba Amy que protegía a su alteza. Un ser blanco como la porcelana miraba sus azules ojos con mofa. Antes de que ella pudiera reaccionar ya había sido golpeada y restaba con sus compañeras, incapaz de mover más que la cabeza. Le dolía todo el cuerpo y no podía levantarse. Las demás estaban igual. Darien dejó escapar su poder. Un carácter chino se dibujó en su frente y las alas aparecieron majestuosamente en su espalda. Una brillante y dorada espada se formó en su mano y la empuñó con fuerza. La criatura sonrió satisfecha y se abalanzó contra él. Darien esquivó a duras penas el golpe y no tuvo tiempo de reaccionar para parar el siguiente. Un látigo negro se acercaba a su rostro y no podía hacer nada para pararlo. Sus ojos se cerraron con fuerza, pero no notó ningún golpe. En vez de eso abrió los ojos encontrándose a Láctea frente a él. Había parado el látigo con su mano y esta sangraba levemente. Darien se sintió culpable.
- Maldito... juegas sucio, yo soy tu rival.
- Niña, aparta de mi camino, el príncipe de la Tierra es mi blanco y una mujer no podrá impedir que lo mate.
- ¿Niña? Habéis firmado vuestra pena de muerte. Ahora pereced sanguijuela.
La chica saltó velozmente tirando del látigo y haciendo que la criatura perdiera el equilibrio. Láctea cerró sus ojos y sus labios pronunciaron un fuerte conjuro.
- ¡Unmaso kiogada! ¡Unmaso kiogada!
Una luz plateada salió de sus manos hasta alcanzar al vampiro que se retorció de dolor. Este se alzó en el aire y con movimientos veloces recuperó su látigo y atacó el brazo de la joven, que lo esquivó fácilmente. Sin embargo un par de vampiros de segunda distrajeron su atención. Estaban atacando al príncipe con gran fuerza y aunque este se defendía bastante bien había recibido varios golpes. Las chicas permanecían en el suelo sin poder ayudar. Así la chica saltó esquivando a su rival y atacó a los dos vampiros con otro conjuro que quemó sus cuerpos y los redujo a cenizas, pero había sido demasiado confiada y el vampiro del látigo ahora estaba delante de Darien, apuntando hacia él su mortífero látigo. Darien había perdido la espada y no sabía como defenderse de su atacante. Ella no podía hacer mucho, pero no dudo dos veces.
Todo fue muy rápido. Tenía al vampiro frente a él. Este le miraba con una sonrisa fría y cargada de ironía. Había perdido su espada y no tenía nada a mano con que parar el golpe del látigo.
- Adiós, alteza.
La criatura empuñó el látigo fuertemente y le atacó sin miramientos. Pero una sombra cubrió el cuerpo de Darien y paró con sus manos el golpe del látigo. Pero no había sido lo suficientemente rápida y el látigo había golpeado levemente y con la punta, su hermoso rostro rompiendo la negra tela que lo cubría. Un gran chorro de sangre caía de su mano. Darien observó la espalda de la chica asustado y vio como el trozo de tela que antes cubría la faz de la chica caía a sus pies. Ella seguía de espaldas a él.
- Ya me he cansado. ¡Muere!
Una gran fuerza salió de la chica y golpeó al vampiro que gritó de dolor a la vez que empezaba a quemarse lentamente hasta desaparecer. No fue hasta entonces que la chica soltó el látigo y respiró tranquila. Los guerreros habían acabado con los vampiros de segunda y ahora corrían hasta ella. Ayies se quedó aterrado al ver un corte en la ceja de la chica y la tela que cubría su rostro en el suelo. Láctea estaba aún dando la espalda a las chicas y a Darien, que aún no reaccionaban.
- Láctea...
- No os preocupéis. Idiones me había informado de que pronto habría llegado el momento de revelar nuestros rostros. Quitaos las mascaras.- Los tres guerreros la miraron dubitativos. - Vamos... ¿a qué esperáis?
Uno a uno se despojaron de la tela que cubría su faz y alzaron la vista fijándola en Darien y las chicas y esperando su reacción. Ellas estaban con la boca completamente abierta y Darien se había sentado en el suelo pesadamente. Todos reconocían a dos de los guerreros. A la chica, Aísha y a Ayies, el único de los tres que no habían visto nunca era Shin. Darien alzó la vista y la clavó en Ayies que le miraba seriamente. " Es Seiya, no me lo puedo creer es Seiya." Las chicas miraban sorprendidas al joven y a la chica. No lo podían creer. Lita estuvo apunto de llamar al chico pero Amy la detuvo diciéndole en un susurro que ellos no recordaban nada ni debían recordar nada de sus antiguas vidas. Rei miraba a la chica con asombro. " Galaxia... sabia que tu peinado me era familiar... pero no te reconocí, dios, que destino tan cruel el vuestro. No le desearía a nadie una vida sin recuerdos ni amor. Sólo luchas." Láctea seguía de espaldas a ellos y miró el rostro serio de sus guerreros.
- Bien. Ha llegado el momento de que el príncipe reciba nuestras lecciones. Le entrenaremos para la batalla final. - Láctea giró por fin el rostro y miró directamente a los ojos del príncipe.
El corazón de Darien dejó de latir. Su respiración se paró en seco y un fuerte sentimiento de desesperación y angustia inundó su ser. Sus azulados ojos se salían de sus orbitas y miraban el rostro de la chica con frustración. Una lágrima escapó de ellos y aterrizó en el suelo mientras sus labios dibujaban un susurro que ningún oído sería capaz de escuchar. "SERENA"
Continuará.....
Comentarios de la autora: Madre... esto se pone interesante. Ya estoy deseando escribir el siguiente capítulo. Un beso y hasta pronto. No aguanto la intriga!
