Lo que ocultan sus ojos

Los rayos del sol se filtraban por entre las cortinas de su apartamento. ¿Era un nuevo día quizá? Un calor muy placentero lo envolvía. Un aroma muy conocido y anhelado penetraba en su nariz adormecida. Los cálidos rayos solares acariciaban sus párpados animándolos a despertar. Se sentía realmente bien. Hacía muchos meses que no sentía ese bienestar interior. Abrió los azulados ojos lentamente. El retrato de Serena estaba frente sus ojos brillante y reluciendo con el sol. Miró dulcemente a la chica del retrato y notó una mano cruzando su pecho. Lentamente e incrédulo desvió la vista encontrando a una hermosa chica con la cabeza apoyada en su regazo. No cabía en si de gozo al mirar a la joven de dorados cabellos dormir plácidamente a su lado. Sintiendo un cariño inmenso en el corazón, acarició lentamente la cabellera rubia de la chica mientras susurraba su nombre al oído de esta. La joven empezó a moverse perezosamente en su regazo y lentamente alzó sus ojos hasta encontrarse con los de él. Darien se perdió en esa mirada que conseguía que en el interior del corazón naciesen cosas increíbles. Sus ojos azul cielo le reconfortaban y le daba un calor a su corazón que jamás había podido sentir con otra persona. Ella le sonrió abiertamente mientras acercaba su rostro al de él y le abrazaba. Los sonrosados labios de Serena susurraron delicias en los oídos de su príncipe mientras este se derretía más a cada palabra. Ella sonrió una vez más y con un sutil pero sensual movimiento sus labios encontraron los de él en un beso suave, cálido, pero apasionado.

- ¿Estoy soñando?
- Sí amor.
- Pues entonces no quiero despertar. Quiero quedarme así para siempre, contigo mi amor.
- No puedes, pero nos volveremos a ver, y cuando eso ocurra ningún mal será lo suficientemente fuerte como para separarnos una vez más, ni tan siquiera el olvido. - Sus palabras eran susurros que tranquilizaban el alma del joven. Este la abrazó dulcemente y sonrió por primera vez en mucho tiempo.
- Sí mi amor, pero ahora estas aquí. Conmigo.
- Debes despertar, lo sabes.
- No quiero - El chico apretó más su cuerpo contra el de ella, abrazándola con fuerza.
- Debes mi amor, no te preocupes, despierta...

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Los rayos del sol se filtraban por entre las cortinas del apartamento. ¿Era un nuevo día quizá? El frío de la mañana lo había despertado. Los encargados de la limpieza estaban limpiando los pasillos y el fuerte olor a lejía se introducía en su nariz adormecida. Los cálidos rayos del sol quemaban sus párpados obligándolo a entrecerrar los ojos. Una mañana más, como todas, fría y solitaria. Al fin pudo abrir sus azulados ojos. Un cuadro de un hermoso unicornio fue el primero en darle los buenos días. Desvió la vista hacia el lado opuesto de la cama. Vacío, como siempre. Su corazón volvió a sentir el dolor y la angustia de la noche anterior, ahora con más fuerza pues se posaba ante sus ojos la dolorosa realidad y le despertaba cruelmente de un irreal pero hermoso sueño. Darien restaba sin camisa y una fina sabana era lo único que cubría su torso desnudo. Miró el reloj de la mesita, las 7.15. Había logrado conciliar el sueño un par de horas. Miró a su alrededor, estaba en el apartamento de ella, de su princesa. Lentamente y sin ánimos se incorporó. Nada podría calmar el dolor de su corazón, ni el llanto que sus ojos retenían con fuerza. Pero una ducha de agua caliente quizá aligeraría un poco la pesada carga y despejaría ligeramente el frío que sentía. Sin hacer mucho caso del olor a desinfectante proveniente del pasillo y arrastrando los pies Darien se dirigió hacia el cuarto de baño. Por suerte era un día festivo y no debía trabajar en el hospital. Recordó entonces que a eso de las nueve ella vendría a hablar con él. ¿Pero como actuar? ¿Cómo reprimir sus sentimientos cuando la tenga frente a él mirándole con esos hermosos y cálidos ojos azulados?

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Los rayos del sol se filtraban por entre las cortinas de la cabaña. ¿Era un nuevo día quizá? Un calor muy placentero lo envolvía. Un aroma muy conocido y dulce penetraba en su nariz adormecida. Los cálidos rayos solares acariciaban sus párpados animándolos a despertar. Se sentía realmente bien. Hacía muchos meses que no sentía ese bienestar interior. Abrió sus azulados ojos lentamente. Miro perezosamente las cortinas de la ventana cuando notó una mano cruzando su pecho. Lentamente desvió la vista encontrando a una hermosa chica con la cabeza apoyada en su regazo. No cabía en si de gozo al mirar a la joven de dorados cabellos dormir plácidamente a su lado. Sintiendo un cariño inmenso en su corazón acarició lentamente la cabellera rubia de la chica mientras susurraba su nombre al oído de esta. La joven empezó a moverse perezosamente en su regazo y lentamente alzó sus ojos hasta encontrarse con los de él. Una sonrisa escapó de sus labios al contemplar los hermosos ojos color cielo de su amante. Ella sonrió gustosa al encontrarse con Aiyes. Apretó su cuerpo al de él mientras bostezaba ligeramente. Él sonrió por el cómico gesto de ella y cogió su rostro acercándolo hasta él. Sus labios se encontraron en un apasionado beso que despertó todos los sentidos de ambos. No podían creer lo que había pasado la noche anterior. Ella desvió el rostro y miró hacia el exterior.

- Aísha ha hecho que amaneciera.
- Sí, pero los rayos del sol parecen tan cálidos como los de verdad. Y contigo a mi lado aún más.
- Eres demasiado amable conmigo.- Láctea sonrió con picardía al chico y se incorporó lentamente. Otro bostezo escapó de sus sonrosados labios. Alzó sus brazos estirándose graciosamente y dejó escapar una pequeña queja a la vez que intentaba levantarse. Pero unos fuertes brazos agarraron su cintura y la atrajeron hacia atrás. Su espalda quedó oprimida contra el fuerte pecho de Aiyes que no tenía intención de soltarla. El chico hundió su rostro en el suave y largo cabello de ella que sonrió juguetona.
- Amor... tengo que ir a ver al príncipe.
- Aún es temprano, seguro que Aísha a levantado el sol antes de hora, ya sabes que es muy madrugadora. - El chico giró el rostro de ella besando nuevamente sus dulces labios.
- El reloj marca las 8.00, tengo que irme prepararme para irme. No seas niño.
- No soy niño- Aiyes dejó escapar las palabras en un puchero.- Pero si lo fuera aferraría a mi juguete con la misma intensidad que te estoy aferrando a ti.
- ¿Ah... soy un juguete Aiyes?- La chica le miró fingiendo enfado para luego dejar escapar una sonrisa- Vamos amor, suéltame ya.
- Vale, como ordene señorita Barbie - El chico la soltó también fingiendo un pequeño enfado provocando una carcajada en ella que una vez liberada de los fuertes brazos de su amante se incorporó del todo para luego arrojarse a los brazos de Aiyes que la recibió sorprendido. Ella besó apasionadamente sus labios y acarició con sus suaves manos el pelo azabache de él.
- Ahora debo irme.

Láctea se levantó nuevamente ante el sorprendido Aiyes y salió con una provocativa sonrisa por la puerta. Aiyes se quedó sin habla un momento, sentado en la cama y aún mirando por dónde ella había salido. Una sonrisa apareció entonces en sus labios y se tiró para atrás mientras reía a carcajadas. Ella siempre lograba hacerle sentir en una nube. La quería más que a su vida y no pensaba perderla una vez más. Perdió la sonrisa de golpe y se incorporó de la cama completamente serio. Se acercó a la ventana y observó como Láctea saludaba sonriente a Aísha que entrenaba en la orilla del lago. Sus ojos miraron los movimientos de la chica llenos de deseo y una sonrisa confiada escapó de sus labios para luego recuperar el semblante serio.

- Darien, esta vez Serena es mía.

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El aroma a café había substituido el horroroso olor de la lejía. Sus párpados caían pesadamente entrecerrando sus cansados ojos y las ojeras se hacían perceptibles en su rostro. Su ceño huraño era más profundo que de costumbre y su serio semblante ahora era triste. Su mano derecha sujetaba la cucharita y la hacía moverse pesadamente removiendo el café, ya frió. La otra mano sujetaba la cabeza con flojera mientras sus ojos observaban el vacío. Unos pasos delicados despertaron sus sentidos y se giró rápidamente algo alterado. Una figura femenina apareció entonces por la puerta de la cocina. El cuerpo de la chica estaba cubierto por una extraña capa de color negro y una capucha cubría su pelo y parte de su rostro. La joven alzó el rostro y clavó sus hermosos ojos en los del príncipe que se sintió desfallecer una vez más.

- Soy yo alteza, no os preocupéis. Parecéis cansado. ¿Os encontráis bien?
- Eh... sí, sí. ¿Se.. Láctea?
- Oh, disculpe. Se me olvidaba. - La chica retiró entonces la capucha que cubría su cabeza dejando caer su sedoso cabello dorado. Levantó la vista una vez más y sonrió a su príncipe con una dulzura inusual en ella.- Buenos días alteza. - Darien suspiró hondo al ver el hermoso rostro de la chica. El cabello de ella le caía sobre los hombros libre y mecido por el viento, bajaba delicadamente por su espalda y acababa un poco más debajo de la cintura. Se sorprendió al ver lo largo que lo llevaba ahora la joven y una enorme nostalgia inundó su ser al recordar el peinado que ella lucía en la preparatoria.
- Buenos días Láctea. Llegas puntual.
- Siempre procuro llegar a la hora alteza. Pero de verás le noto cansado.
- No he dormido bien...- Darien no podía dejar de mirar sus azulados ojos y la chica empezó a sentirse algo cohibida por la profunda mirada de él.
- Oh, veo que ha hecho café, hace años que no pruebo una taza.
- Oh, claro, perdona mi descortesía. ¿Te sirvo una taza?
- Oh no alteza, no quería decir eso, simplemente era un comentario. Usted no debe perder el tiempo con esas cosas.
- Permíteme, no es ninguna molestia servir una taza más.
- Pero su alteza no debería... yo puedo señor...
- Por favor, de verás, no es molestia.- La chica se había acercado hasta su príncipe para impedir que este preparara más café pero el chico le dijo que se sentara dulcemente. El corazón de ella latió velozmente sorprendiéndola. Algo en él hacia que su corazón no encontrara el equilibrio. - Me temo que está algo frío. Lo caliento en un momento. - Darien puso nuevamente la cafetera en el fuego y se sentó frente a la chica que restaba algo incomoda. Él la miraba cohibido y deseoso de que ella levantara la vista una vez más. Su corazón saltó cuando esta le miró a los ojos con nerviosismo. Se sentía como un niño ante la mirada de ella. Un profundo dolor atravesó su corazón al recordar nuevamente que ella estaba prohibida.
- Alteza, he venido hasta aquí para hablar sólo con vos de la misión que recae sobre sus espaldas.
- Sí, si, pero dime Láctea ¿qué me dices de ti?
- ¿Disculpe?
- Tú también soportas una pesada carga sobre tus espaldas, incluso me atrevería a decir que mayor a la mía.
- No debe preocuparse por mí. Yo he sido entrenada para la batalla.
- Sí, lo sé. Pero tienes también sentimientos, ¿no es así?- La chica se sonrojó hasta más no poder y agachó la vista una vez más. La profunda y analizante mirada del príncipe la ponía muy nerviosa. Daba la sensación de que él la desnudaba con la mirada.
- Mis sentimientos no son importantes, además ya le dije que están controlados, no pueden alterar la misión. Jamás pueden ser más importantes que la misión alteza.
- ¿Entonces no puedes amar?- El sonrojo de ella aumentó exageradamente. Darien sonrió al observar la reacción de la joven. Deseaba que le contestara, necesitaba saber si aún como guerrera del cambio él podía esperar que se enamorara nuevamente de él.
- Si puedo alteza. Pero hasta que termine la misión jamás será un amor real.
- No entiendo que quieres decir.
- La misión que me encomendó mi señora esta por delante de todo. Si tuviera que elegir entre la muerte de un ser amado y cumplir mi misión, con la de salvarlo a él y poner a la misión en peligro mi corazón decidiría sin duda cumplir con la misión encomendada. Es mi mayor prioridad, por eso no puedo amar con la misma libertad que vos, que habéis dado la vida innumerables veces por vuestra princesa. Ese amor es inimaginable para mí señor. Simplemente puedo sentir una representación irreal de este, como un reflejo, pero es más que suficiente alteza. - El rostro de Darien se endureció repentinamente. Su corazón se heló ante las frías palabras mientras observaba el rostro impasible de ella.
- Tus palabras son muy frías y crueles.
- Lo siento alteza, pero no sé como explicarlo de otra forma.
- ¿No te sientes sola?
- En absoluto. Pero señor, sin querer ser impertinente, yo he venido para hablar con vos de la misión, no de mí alteza.
- Claro, perdona- Darien se dejó caer hacia atrás. Miró entonces el café que empezaba a hervir. Se levantó pesadamente y alcanzo la cafetera. Con maña sirvió el café a la chica que sonrió agradecida. A Darien le parecía imposible creer que aquella cariñosa sonrisa que ella le brindaba era una ilusión, un reflejo de los sentimientos que ella es incapaz de sentir.
- Gracias alteza. Permítame que le sea directa alteza. Desde el momento en que se revelaron nuestros rostros el peligro ha aumentado considerablemente. Ahora el enemigo sabe a quién se enfrenta. Akasha recuerda a la perfección todas las batallas en que nos hemos enfrentado, y sabe que siempre ha sido derrotada. Incapaz de darse por vencida intentará encontrarnos en los momentos más imprevistos y en los cuales estemos más indefensos. A partir de ahora sois una presa fácil. Es por ello que debemos empezar el entrenamiento cuanto antes. Nosotros estamos para protegerle, yo en especial soy su guarda real. Es de suma importancia que hoy aplique un hechizo sobre usted para mejorar su protección.
- ¿Un hechizo?
- Sí. Nosotros nos resguardamos en las cuevas de Morthackt y usted deberá venir a resguardarse allí.
- ¿Morthackt? Esas cuevas son muy misteriosas. Hay miles de leyendas sobre esas cuevas. Se dice que nadie ha logrado penetrar en ellas y todos aquellos que se han acercado han sido asesinados violentamente.
- Así es alteza. Es muy grande la maldad que reina allí. Es por esa razón que nuestra guarida está en las profundidades de esas cuevas. Allí estamos completamente aislados. Akasha nunca nos buscará en las entrañas de las malvadas cuevas de Morthackt. ¿Cómo sospechar que el enemigo del mal descansa en el mal mismo? Nuestro refugio es un lugar santo. Aunque un mortal logrará vencer el mal que resta dormido en las cuevas jamás podría cruzar las puertas de nuestra guarida. Sólo los dioses pueden adentrarse en él.
- ¿Dioses? Entonces ustedes...
- Sí. Somos dioses, al igual que vos alteza. - Darien abrió los ojos sorprendido.- ¿Qué explicación encontrabais a vuestra vida inmortal? Al morir vuestro cuerpo vuestra alma duerme hasta llegado el momento de la reencarnación. No siempre fue así. Al enamoraros de la princesa de la luna renunciasteis voluntariamente a vuestra divinidad para poder vivir con ella una vida mortal.
- Pero tú... quiero decir... la princesa tiene también alma inmortal.
- Así es, pero no como la que teníais vos. Al ser hijo del dios supremo teníais un don especial y diferente. Erais invulnerable al paso del tiempo. Una vez vuestro cuerpo adquiría la forma de un joven de unos 20 años, vuestro crecimiento se paró en seco. Al igual que Idiones, vuestra madre y creadora vuestro cuerpo no sufría ninguna alteración con el pasar de los años. Hasta que conocisteis a la princesa. Ella también había sido bendecida con la gracia de la inmortalidad, pero desde un ángulo muy distinto. Su cuerpo disponía de una gran longevidad y permanecía joven a lo largo de los años. Pero una vez agotado su tiempo de vida su cuerpo desaparecía dejando paso a la muerte. Entonces su estrella escapaba del consumido cuerpo y permanecía dormida miles de años hasta el momento de su reencarnación. Pero al reencarnar no recordaba sus vida pasada hasta alcanzar una edad madura o si alguien provocaba que sus recuerdos despertaran bruscamente.
- Sí, recuerdo que la reina de la Luna ya nos lo explicó más o menos en el pasado.
- Sí alteza. Entonces vos, que habíais quedado prendado de la hermosa diosa de la luna, incapaz de imaginar una separación de miles de años, renunciasteis a la idea de la tener un cuerpo inmortal como el de vuestra madre, Idiones, y aceptasteis el mismo destino que la princesa. Vuestro cuerpo moriría al cumplir los mil años más o menos, y vuestra estrella inmortal dormiría junto a la de la princesa esperando el momento para renacer las dos juntas.
- No soy capaz de recordar eso.
- Mi señor, vos conocisteis a la princesa en el milenio de plata, pero la historia es siempre la misma. Se ha repetido una y otra vez alteza. Con el morir y el renacer de la galaxia siempre se volvía a repetir.
- Pero tú dijiste que volveríamos a esta época. ¿Me estas diciendo que todo volverá a empezar? ¿Qué tendré que pasar por todo una vez más y que el futuro que hemos visto jamás llegará?
- No alteza. Por fin el poder que duerme en vuestro interior se ha endurecido lo suficiente como para impedir que la galaxia tenga que volver a sus inicios. Por fin sois lo suficientemente fuerte para impedirlo alteza. Yo sólo debo enseñaros la forma de controlar vuestro poder y junto con el mío impedirlo por primera vez en la historia.
- ¿Pero entonces cual es tu poder?
- El mío alteza es el de destruir la galaxia y permitir que esta pueda nacer nuevamente.
- Entonces...
- Hasta ahora yo he llevado la misión final alteza. Vos jamás intervinisteis directamente en el momento final, pero esta vez, lo haréis.
- ¿Cómo estar seguros de que saldrá bien?
- No se puede alteza. Pero debemos confiar en que saldrá bien. Idiones cree que es el momento propicio. Debemos confiar en ella.
- ¿Por qué no puedo recordar todas esas batallas anteriores?
- Sería demasiada información para un cerebro mortal. Vos renunciasteis a la divinidad que os había sido otorgada, por ello vuestra mente necesita olvidar. Sería demasiado peso para vos.
- ¿Y tú? Tú lo recuerdas ¿no?- Los ojos de Darien seguían analizando cada gesto de la joven. Su corazón intentaba asimilar las mil sensaciones que recorrían todo su ser.
- No alteza, a mí sólo me han contado la historia. Tan sólo respondo con los conocimientos que Idiones me dio.
- Entonces "dios" es en realidad ella.
- Sí.
- Esto es demasiado confuso par mí.
- Lo sé. Pero debe dejarme que aplique el conjuro sobre usted cuanto antes. Luego habrá tiempo para responder todas sus preguntas.
- ¿En que consiste el hechizo?
- Os lo contaré en cuanto lo aplique alteza. ¿Confiáis en mi?- Darien la miró algo nervioso. Láctea le sonreía dulcemente y no podía evitar complacer a la joven en todo lo que podía.
- Sí, claro.

Láctea se incorporó lentamente y se acercó hasta su príncipe. Cogió las manos de él entre las suyas sin ser consciente de los miles de choques eléctricos que despertaba en el joven. Ella misma se sorprendió al notar la calidez de las manos del príncipe y le costó lo suyo evitar otro sonrojo. No entendía lo que su corazón sentía al estar junto al príncipe. Sujetando fuertemente las manos de él le indicó que se incorporará junto a ella y acercó nerviosa su rostro al de él.

- Ahora alteza permaneced quieto y callado. - Sus palabras resonaron delicadamente en los oídos de Darien mientras este notaba como sus piernas apenas le sujetaban.

Las manos de Láctea soltaron las del príncipe y empezaron a dibujar a su alrededor un circulo. Unas palabras que parecían élfico antiguo escaparon de sus labios a la vez que su mano derecha reseguía la silueta del príncipe. Ella calló su musical voz repentinamente y se dejó caer pesadamente en la silla.

- Ya.. ya esta....- Darien se agachó preocupado al lado de ella.
- ¿Estas bien?
- Sí. No es nada. Sólo estoy cansada.
- Ahora dime, ¿para qué sirve el hechizo?
- Es un hechizo de protección. A partir de ahora, todas las heridas que le hagan desaparecerán de su cuerpo.
- ¿Cómo?
- Desaparecerán de su cuerpo para aparecer en el mío. A partir de ahora su dolor se traspasará a mí. - Darien abrió los ojos como platos y agarró a la joven por los hombros.
- ¿Qué estas diciendo? ¿Por qué has hecho algo así?
- Es mi deber procurar que su alteza no sufra ningún daño. Mientras yo siga con vida vos no sufriréis más.
- Pero no deberías... ¡vuestra vida es igual de importante que la mía!
- En eso os equivocáis. Ya os dije que lo más importante ahora sois vos.

La chica no podía contener más los latidos de su corazón ante la proximidad de su príncipe. No podía interpretar lo que sentía y eso la confundía cada vez más. Se separó delicadamente de los brazos que sujetaban su cuerpo cansado y miró al príncipe a los ojos.

- Debo irme ya alteza. Estaréis más seguro en nuestra guarida, las chicas nos informarán cuando ataque el enemigo. Esta tarde Aiyes vendrá a buscaros y os llevará hasta allí. Aísha informará a las chicas.
- ¿Y tú?
- Shin esta llegando al apartamento en estos momentos para llevarme hasta la guarida. Yo estoy demasiado cansada y debo reponerme en Morthackt. Os espero allí. Por favor, acudid sin reparos, es por vuestra seguridad.
- ¿Pero y el hospital, y mis pacientes?
- Aísha ya se ha encargado de ello. Ha cambiado la memoria de los encargados. Están convencidos de que sufres una fuerte enfermedad y que estas dado de baja. - La chica se alzó lentamente ante los ojos de Darien que se había sentado en el suelo por la impresión.- Ahora debe pensar sólo en la misión.

Láctea perdió las fuerzas por un momento desmayándose en brazos de Darien que se levantó alarmado. La chica se incorporó pesadamente y miró al chico a los ojos. Sentía una gran atracción hacia él, quería acercarse más. Quería sentir más el calor de su inesperado abrazo. Sin saber que hacia la chica se abrazó a Darien que no supo como reaccionar. Rápidamente apretó el suave cuerpo de ella contra el suyo. Sintió aquel aroma una vez más, el aroma de su hermoso cabello y no pudo reprimir el deseo de hundir su rostro en él. Láctea estaba sumida en un extraño letargo y no fue consciente de que sus brazos rodeaban el cuello de su príncipe. Rápidamente se incorporó algo asustada y se separó bruscamente de él que no tuvo apenas tiempo de disfrutar el momento.

- Lo lamento alteza, apenas puedo con mi propio peso- Láctea estaba sonrojada de pies a cabeza y miraba el suelo con impaciencia. Darien no podía aguantar más el impulso y quiso lanzarse en busca de sus labios.
- ¿Láctea?- La voz de Shin resonó en el apartamento sorprendiendo a ambos jóvenes. La chica se giró agradeciendo la oportuna aparición del chico. Se había comportado de forma muy extraña y se sentía avergonzada.- Buenos días alteza. Vengo en busca de Láctea, veo que ya ha podido terminar el conjuro.- Darien le miró fríamente y Shin le devolvió la mirada de igual forma.- Si me disculpa, debo llevármela.
- Adiós alteza, le espero esta tarde. - La chica le sonrió aún muy sonrojada, pero un poco más tranquila por la presencia de Shin.
- Sí...

Darien no tuvo apenas tiempo de reaccionar que Shin ya había cogido en sus brazos a Láctea y se la había llevado volando. Darien se acercó hacia la ventana mirando como sus veloces siluetas se perdían en el cielo azul.

Continuará.....

Comentarios de la autora: Bueno, otro más, espero que les guste. Supongo que tendrán dudas en la cabeza, ¿verdad? Tranquilos que ya se irán resolviendo todas. Por cierto... ¿Acaso Aiyes lo recuerda todo? Ahhhhh, jejejejejejejeje