¿Sentimiento dividido?

Sentía sus fuerzas completamente renovadas. Por primera vez en mucho tiempo sentía un haz de luz iluminando la oscuridad de su corazón. La hermosa chica de ojos azules estaba frente al espejo peinando su larga cabellera rubia. El cepillo resbalaba suavemente por entre los mechones dorados y se podía oír el dulce sonido del cabello al rozar con él. Láctea entrecerró los ojos mientras sus labios tatareaban una dulce melodía. No sabía dónde la había aprendido, sin embargo la reconfortaba y le daba ánimos para continuar adelante. La chica pudo percibir entre sus susurros cómo algo detrás de ella se empezaba a mover. Abrió los ojos lentamente y a través del enorme espejo pudo ver la silueta de Ayies entrelazada con las delicadas sabanas. La chica sonrió con una dulzura ya común en ella y devolvió la vista a su cabello para continuar con su tarea y entontando con su melodiosa voz de nuevo la canción. Los ojos de Ayies empezaron a cobrar vida y en pocos segundos se acostumbraron a la pálida luz del sol que le daba los buenos días. El dulce canto de la muchacha provocó una sonrisa en sus labios mientras se alzaba lentamente sobre los codos para reposar su cabeza en una de sus manos. Sonrió más ampliamente al ver a la chica sentada frente al espejo. Parecía ocupada peinando su larga melena. Los azules ojos del chico la observaron de pies a cabeza. Su cuello permanecía desnudo, la larga cabellera que siempre lo cubría había sido colocada hacia delante para poder ser peinada con más éxito y había dejado la tersa y blanca piel de la joven a la vista. Dos finas tiras de seda blanca eran lo único que cubría un poco sus hombros y bajaban en una hermosa tela cubriendo levemente la espalda de la chica. Era un hermoso camisón blanco largo hasta los pies. Podía ver una de las piernas de la joven a través de el atractivo y seductor talle de la prenda. El chico devolvió la vista hacia el espejo y se sorprendió levemente al ver cómo los ojos de la chica estaban clavados ahora en él. La chica sonrió ampliamente ante la reacción de él. La dulce voz de la muchacha lo devolvió a la más dulce de las realidades.

- Buenos días. ¿Has dormido bien?
- Buenos días bombón. Contigo siempre duermo bien. - Ella se sonrojó levemente mientras con un lazo de color esmeralda empezaba a trenzar su cabello. - Esa melodía que tus labios tan dulcemente dejan fluir me suena...
- ¿Sí?- La chica acabó de trenzar la dorada melena y dejó que cayera a su espalda con un gesto sutil.- No logro recordar dónde la escuché.
- No importa, es hermosa.- Ayies se levantó lentamente hasta estar tras la chica. Posó ambas manso en los hombros desnudos de ella y con dulzura besó uno de ellos.- Sin embargo tú eres aún más hermosa bombón.- Láctea dejó que su cabeza cayera hacia atrás reposándola en el pecho de él.
- Eres demasiado dulce...- Un suspiro escapó de sus labios mientras se alzaba hasta estar completamente de pie y con un giro sobre su cuerpo se abrazó a él. - Pero esa dulzura es lo que más me gusta de ti.

Láctea besó con cariño y sensualidad a su amado que le correspondió con la misma o más pasión y luego salió del cuarto con una sonrisa. El chico iba a preguntar dónde iba a las seis de la mañana, pero al ver la determinación con la que salía y la sospechosa sonrisa que parece estar diciendo "algo estoy tramando", era mejor olvidar por una rato a la chica y pensar en vestirse. Así Ayies entró en el baño de la joven para darse una muy merecida ducha.

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La chica salió un momento al exterior dejando que sus pulmones aspiraran por unos minutos el aire puro de la mañana. Se sentía demasiado feliz. No entendía cuales eran aquellos sentimientos que albergaban su corazón y cada vez dudaba más de que el hechizo que Idionés puso sobre sus corazones fuera eficaz. Pero en ese momento no quería preocuparse por ello. Simplemente quería disfrutar. Eran pocos los momentos de su vida que no estaban dedicados a los entrenamientos o a la lucha. Desde pequeña se había visto envuelta en miles de cansadas jornadas de entrenamiento y de batallas sin fin con sus compañeros. Sólo en algunas ocasiones se sentaban todos juntos y compartían momentos dignos de ser recordados. Era curioso, no se había dado cuenta hasta ahora de ellos. Los desayunos por las mañanas, las tardes en que podían salir a navegar por las salvajes aguas de Miríada, los atardeceres de los cinco soles, que se posaban uno tras otro en un intervalo de sólo veinte minutos. Láctea sonrió al recordar esos momentos y algo en su corazón se llenó de una absoluta calidez. ¿Qué era? Ya no le importaba. Nada podía hacer. Se adentró nuevamente a la casa y dirigió sus pasos hasta la cocina dónde abrió la nevera y extrajo algunas fresas. Sus manos buscaron en uno de los armarios un cazo donde poner unas cuantas fresas y rápidamente empezó a limpiarlas y a cortarlas con un cuchillo. Sin embargo más de una se desviaba del camino y acababa entre sus labios mientras estos la saboreaban con júbilo. Un ruido tras ella llamó su atención y una presencia muy familiar se adentró en la cocina. Láctea saludó al recién llegado sin necesidad de girarse.

- Buenos días príncipe. ¿Qué hace levantado a estas horas de la mañana?
- He ido un rato a correr. En mi vida cotidiana estaba acostumbrado a hacerlo.- Darien se acercó hasta ella y se sonrojó levemente. La hermosa cabellera de la chica estaba recogida en una cuidada trenza de raíz y caía con gracia por su tersa espalda. Una suave tela de color blanco cubría atractivamente su hermosa y esbelta figura. La pierna de la muchacha se veía ligeramente descubierta por un talle del camisón. La chica se giró suavemente clavando sus azulados ojos en los azul marino de él. El color grana del su rostro aumentó notoriamente al ver el elegante escote que dejaba entrever la sombra de sus senos. Ella sonrió. El chico llevaba una camiseta de color blanco y unos pantalones de futbolista anaranjados. Su cabello permanecía mojado por el sudor y una toalla colgaba de su cuello.
- Pues le recomiendo una ducha- Láctea amplió su sonrisa con dulzura y levanto una enorme y roja fresa en una de sus manos mostrándosela atrayentemente a Darien- ¿Os apetece una?. Están deliciosas.
- Claro...- La chica se acercó hasta él con el cazo en sus manos y alargó su mano hasta posar una de las fresas en los labios de él, que sorprendido por el gesto sonrió mientras probaba el dulce sabor de la fruta. Láctea se acercó hasta la mesa y puso las fresas en una plata. Luego colocó dos zumos de naranja recién exprimidos, unas cuantas galletas y cogió la bandeja entre sus manos. Sus ojos se posaron nuevamente en los del príncipe que la miraba con un poco de asombro.- Te veo muy alegre hoy Láctea.
- ¿Sí?- La chica le sonrió- No sé porqué pero hoy me he levantado muy feliz. La chica giró sobre su cuerpo y empezó a andar mientras entonaba una vez más la dulce melodía. Darien se sorprendió al oírla.
- Esa melodía... - Láctea se giró una vez más y miró al príncipe parando de tatarear.
- ¿Os resulta familiar? La tengo metida en la cabeza pero no logro recordar dónde o cuando la escuché.
- No... no me resulta familiar... es sólo...
- ¿Qué?
- Hermosa...
- Lo es.

Láctea se despidió con una deslumbrante sonrisa y siguió su camino. Darien se quedó ahí parado. Sumido en sus pensamientos. Seiya tenía razón, ella estaba volviendo a ser por completo la chica dulce y cariñosa de antaño. El hechizo estaba perdiendo sin duda su fuerza. Sin embargo quizá eso estaba también despertando sus recuerdos. El príncipe sonrió mientras tomaba en sus manos una vieja caja de música que le traía muchos recuerdos y abriéndola cerró sus ojos para disfrutar de su canción. Una melodía que le traía miles de recuerdos del milenio de plata, de su vida en Tokio, de su vida con la princesa de la Luna. Una melodía que inconscientemente ella aún recordaba y entonaba en sus momentos más felices. Un sentimiento de esperanza cruzó su pecho al pensar en que quizá ella recordaría pronto y podrían volver a estar juntos.

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Ayies salió de la ducha con una única y simple toalla cubriendo su cuerpo. Con otra, secaba su negro cabello mientras algunas gotas resbalaban por su desnudo pecho. Láctea entraba en esos momentos y se quedó un momento algo ruborizada. Ayies sonrió por su reacción y ella volvió a pisar tierra. Se acercó hasta una mesita que había en su cuarto y dejó la bandeja con el desayuno en ella. El joven se acercó hasta ella y la cogió entre sus brazos alarmando a la chica.

- ¿Pero qué...?
- Una dama debe ser cuidada como tal.- Ayies la estrechó contra su pecho y besó su frente. Ella simplemente sonrió ante el comentario y buscó con sus pies tocar tierra.
- Te he traído unas cuantas fresas, galletas y un zumo de naranja, por desgracia no tenía nata con la que acompañar las fresas.
- No te preocupes, me gustan así.- Ella sonrió y se perdió tras un vestidor de hermosas cortinas blancas. Empezó a deshacerse de su camisón ante la atenta mirada de Ayies que apreciaba débilmente la seductora figura de la muchacha.
- Esto esta delicioso amor.
- Me alegro. - La chica salió momentos después con unos shorts cortos téjanos y un top de finas tiras de color rosa pálido. - Yo ya he probado unas cuantas y están muy maduras. - Láctea se acercó hasta dónde reposaba la comida y con delicadeza tomó el zumo entre sus manos. - Creo que iré a pasear un rato. Quiero mirar si Pini y Dana están bien.
- ¿Aún cuidas de ese par de bichejos?
- No son unos "bichejos", son unos animales preciosos para tu información.
- Bien, bien. - El joven besó su mejilla para salir de nuevo, esta vez en dirección a su habitación. - Yo voy a cambiarme y luego creo que entrenaré un poco hasta que llegue la hora de la clase con el príncipe.
Láctea le siguió con la mirada para luego seguir su camino hasta la entrada de la casa dónde cogió las sandalias. La chica notó entonces cómo el príncipe salía de su habitación con el pelo algo mojado aún por la ducha que seguramente se había dado. Él se sorprendió al ver a la joven en la puerta. Luego de preguntar dónde iba ella le invitó a que la acompañara hasta allí y así lo sabría. Él, ni lento ni perezoso se acercó velozmente hasta la chica y siguió sus pasos. Ambos se adentraron en el bosque mientras Láctea tatareaba una vez más la melodía.

- ¿Le molesta?
- ¿Eh? ¿El que?- El príncipe se bajó de repente de la nube en la que se había sumido. Ella dejó escapar una carcajada que a le sonó a gloria.
- Que tataree.
- Ah, no, en lo absoluto. Todo lo contrario, tienes una voz preciosa y me parece una canción muy hermosa,... me trae tantos recuerdos dulces...
- ¿Sí? ¿Por qué?
- No lo sé- mintió el joven mientras se ponía algo nervioso. No quería decirle a la joven nada sobre su pasado. No era por lo que Seiya le había dicho, sino por que temía que fuera demasiado brusco para la chica, además esta parecía estar empezando a recordar sin necesidad de su ayuda.
- Es aquí. Estoy segura de que usted les caerá bien.
- ¿A quién?

Darien no recibió ninguna respuesta. En vez de eso uno de los dedos de la chica se posó en sus labios mientras esta le indicaba en un susurro que se callara. La chica rozó luego con sus suaves manos uno de sus hombros y acercándose hasta su oído le dijo con una de sus voces más dulces "Una voz desconocida podría asustarles". El contacto con su fina piel y la sensual voz de la muchacha provocaron un escalofrío en el cuerpo de él. Láctea le indicó con un movimiento que se quedara quieto y empezó a silbar con delicadeza. Dos hermosos conejos aparecieron entre los arbustos y mientras sus naricitas olfateaban con curiosidad y ansias la chica sonrió. Los dos animalitos eran sin duda adorables. De pelo blanco y negro respectivamente, parecían dos bolas de pelo corriendo entre la maleza. Darien miró pasmado como los dos animales corrían hasta reunirse con ella. Láctea los recibió gustosa y empezó a acariciar sus lomos con dulzura. Levantó la vista buscando a Darien y con sólo un gesto le dio a entender que ya podía acercarse. Este obedeció acercándose con cautela. Los curiosos animalitos retrocedieron un poco, sin embargo la calmada voz de Darien les dio confianza y lentamente se acercaron hasta él dejando que sus manos los acariciaran. Láctea miró feliz a Darien que sonreía por los lametones de los conejitos.

- El pequeñito de color blanco es Pini y la conejita de color negro y manchas blancas es Dana. Son una dulzura ¿a que sí?
- Lo son- Él la miró con una sonrisa nostálgica en sus labios. Aquellos animalitos le recordaban tanto a ella. (recuerden que el nombre original de la chica, es decir, de Serena, en japonés es "Usagi", y significa conejo, al igual que la traducción española, "Bunny", como Bugs Bunny, jejeje, que representa a un conejo de dibujos animados).
- Sabes, no se por qué pero estaba segura de que usted les caería bien, a Seiya no se le acercan. - Darien dejó escapar una carcajada.- La verdad es que no entiendo el por qué... pero es así.
- Quizá no les guste su temperamento. Seiya es un poco brusco...
- No, en lo absoluto. Es un chico de lo más bueno. Pero vos sois más calmado, y quizá algo... no sé... de un carácter más apaciguador...
- ¿Lo crees?
- Me da esa impresión. - Darien dejó a un lado los conejos ante la sorprendida mirada de ella que, sentada con las manos apoyadas en el regazo, no pudo moverse en lo absoluto. Simplemente se quedó parada perdida en aquellas lagunas azul marino que la observaban con una insistencia sorprendente.
- Gracias. Yo estoy seguro de que tú eres igual o aún más que yo. Estoy seguro de que eres una mujer muy dulce, cariñosa y sincera. - El chico rozó con una de sus manos la piel suave del rostro de la muchacha. Ella se sonrojó levemente y sin saber por qué notó como su corazón se aceleraba de nuevo. Su respiración también aumentó de velocidad y sus ojos se abrieron de par en par. Todo el cuerpo le temblaba ante el contacto de su piel. El chico, dándose cuenta de la situación, se acercó aún más a ella ante la curiosa mirada de los dos animalitos.- ¿Tengo razón...?
- Pues... yo... yo... no se... no creo que... - Darien empezó a acercarse más peligrosamente hasta ella cogiendo en su otra mano la de ella. Láctea no sabía como reaccionar y además le resultaba imposible controlar su propio cuerpo que empezaba a acercarse más al de él. Las palabras se habían confundido en su mente y sólo el nerviosismo y un extraño sentimiento de calidez abordaban sus sentidos.
- Eres muy hermosa... ¿lo sabias?- Los ojos del príncipe parecían querer perforar los de ella, que perdida en un trance respondió embelesada sin tan siquiera pensar.
- Vos también... - La chica parpadeo ligeramente para luego reaccionar- Quiero decir... que vos también sois atractivo... y... y dulce... tenéis unos rasgos muy majestuosos alteza...
- Darien...
- ¿Disculpe?
- Quiero que me llames por mi nombre... - el chico estaba a escasos centímetros de ella. Tan cerca estaban que ambos podían oír el latido acelerado del otro y notar sus respiraciones en el rostro. La chica empezaba a temblar nerviosa mientras sus ojos observaban inquietos como el rostro de él estaba más y más cerca.
- Pero yo no...
- Hazlo... di mi nombre... por favor...
- Bien alteza... quiero decir...Da...- La chica no pudo acabar con sus palabras pues los labios del joven ya habían tomado los suyos en un cálido roce. Completamente en contra de toda racionalidad ella no se separó sino que dio rienda suelta a los deseos del joven. Este, completamente embriagado por la situación y aún sin creer que por fin la estuviera besando, la apretó contra su pecho mientras hacía de aquel beso una caricia mucho más intima y profunda. Saboreaba con todo su anhelo los dulces labios de ella que aún guardaban el frescor de las fresas que había tomado. Ella gimió delicadamente ante el ferviente contacto y su cuerpo se estremeció de pies a cabeza mientras sus manos se posaban en el pelo del príncipe. Sus dedos se entrelazaban con los de él y un sentimiento de lo más familiar y cálido nació dentro de su estomago acompañado por miles de mariposas que volaban entre sus entrañas. El sabor de sus labios... era un toque de lo más atrayente y seductor. Se sentía desfallecer ante el abrazo y quería sentirle más cerca aún de lo que ya estaban sus cuerpos. Raramente sentía que ese maravilloso sentimiento no era nuevo para ella, lo había vívido anteriormente, no con Ayies, sino con alguien de su pasado... con otro chico... con... con...
- ¡Dios!- La chica se separó bruscamente de él entre asustada e inquieta. Miró desconcertada al príncipe para luego levantar la vista a los altos árboles. En su rostro se veía dibujada una profunda preocupación- ¿Lo notáis alteza?
- ¿Eh...?- El chico se alzó juntó a ella desconcertado y algo nervioso. No se esperaba una reacción así, ni mucho menos que ella se hubiera dejado besar antes.
- Una fuerza descomunal a aterrado en este planeta. - La chica empezó a correr seguida por un completamente despistado joven. - Debo darme prisa, las chicas no podrán ni tan siquiera acercarse a esta energía, si lo hacen las destruirá en cuestión de segundos. Debo impedir que nada malo les ocurra a vuestras guerreras.
- ¿Qué energía es?
- No logro distinguir al poseedor- La chica miraba decidida mientras corría por entre los árboles, saltando de rama en rama ganando terreno. El príncipe apenas podía seguirla. En pocos segundos ambos estaban en la playa y vieron a los demás mirando también el cielo.
- ¡Láctea!
- Partiré yo sola. Ustedes quédense aquí.
- ¡No!- La voz de Ayies resonó por toda la cala. Un sentimiento de preocupación le invadió y sintió miedo de que pudiera pasarle algo a su querido bombón - es muy poderosa...
- Por eso debo ir sola, no deseo que los lastimen. Soy la única que podrá hacer algo realmente con una energía de tamaño poder.- Láctea giró su rostro hasta encontrarse con el del príncipe que también la contemplaba preocupado. - Lo lamento pero esta vez deberéis quedaros aquí alteza.
- Bi... bien...
- Lo lamento.
- ¿Qué?.- El chico la miró sin comprender, pero el rostro ruborizado de ella le dio a entender que se refería a lo sucedido en el bosque. Una sonrisa se vislumbró en su atractivo rostro mientras negaba con la cabeza - Yo no.

La chica se sorprendió por la contestación, por alguna razón se culpaba de lo sucedido, creía que lo podría haber evitado y que simplemente había sido un reflejo de lo mucho que el príncipe anhelaba estar con alguien. Sin embargo, ¿qué la había impulsado a seguir con el beso? Lo había prolongado mucho y aún ahora podía sentir la sutil calidez en sus labios. No entendía nada. Al fin y al cabo ella tenía a Ayies, le amaba, estaba segura... además...él tenía también alguien amado... a su princesa... sí, ella debía estar con vida en algún lugar. Giró su cabeza intentando alejar esos pensamientos y sin dar tiempo a nadie de reaccionar salió rápidamente del lugar alzando el vuelo. Unas cuantas plumas cayeron hasta dónde estaba Darien que cogió una de ellas con una sonrisa cariñosa en su rostro. Mientras, Seiya le observaba de cerca y sintió una puñalada en su corazón. "Esa sonrisa... ¿a qué viene?..." Entro preocupado y confundido mientras rezaba por el bienestar de su amor. El príncipe se quedo afuera mientras contemplaba las azuladas aguas.

- Lograré que recuerdes... lo lograré... amor mío... Serena...
Continuará....

Notas de la autora: Perdón por el retraso, sé que no es muy largo, pero es que no doy al abasto. En fin, un beso y esperen el próximo capítulo. Revelaciones, batallas y... ¿una pelea entre dos hombres por una mujer? Ahhhh,....