Mi vida es simplemente una lucha

La oscuridad del lugar podía helar hasta los sentimientos más cálidos y sinceros. El frío viento expulsaba con sus constantes soplos cualquier pensamiento alegre o amable. El silencio callaba todo aquel golpe de esperanza y alegría que podría sentir un corazón. Una dimensión perdida entre las tinieblas de lo irreal. Un lugar cuyo amo era, ni más ni menos, todo. Idionés observaba en la negrura los acontecimientos de la tierra. Sola, inmersa en sus pensamientos, apagada por el sentimiento de dolor y oscuridad del lugar, completamente aislada del mundo que una vez creó. Cansada. Observaba la figura de su más fiel guerrera correr hacia la batalla. Con la mirada decidida y confiada. Unos pasos indicaron que alguien había entrado en la dimensión. Idionés ni se molestó en girar su rostro. Sabía quién y por qué venia.

- ¿No podemos hacer nada para parar los recuerdos?
- Mi querido Axtron, no debes preocuparte. Láctea no recordará nada hasta que el príncipe lo confiese. Los recuerdos que recupere se borrarán de la misma forma. Sólo Darien puede romper el hechizo y no creo que lo haga. Confío en el futuro del universo y en el corazón puro de mi hijo y mi guerrera.- Axtron, guerrero y compañero de confianza de Idionés miró el suelo intranquilo.
- Como digáis mi señora. - Ella sonrió y se alzó suavemente mirando los ojos preocupados de su fiel amigo. Levantó con sus manos el mentón del hombre y clavó sus negros ojos en los de él. - No deberías estar aquí. Esta oscuridad hiela el corazón y no deja pensar en nada más que dolor. Sólo yo soy indemne a su perturbadora magia.
- Por eso buscáis la tranquilidad aquí. Nadie se atreve a entrar en estas cuevas... más la calidez de vuestra aura me permite poder entrar sin volverme loco de dolor al instante. La luz de vuestro corazón ilumina un poco esta oscuridad. - Idionés sonrió y se sentó nuevamente.
- No te preocupes más fiel amigo, Láctea estará bien.
- La última vez que recordó perdió el conocimiento alteza, cree que si le vienen más recuerdos pueda sufrir una recaída?
- Es verdad. Antes de volver a Miríada, cuando entró en lo que antaño había sido el piso de su vida pasada, es decir, de Serena, vio la foto de ella y Darien, debió ser duro. Pero fue fácil borrar nuevamente sus recuerdos. Sin embargo el príncipe y las chicas pudieron notar su aura en el mismo momento en que Láctea se desmayó. Supongo que con el despertar de los recuerdos también su alma se activo. Los recuerdos de Ayies... son un caso aparte.
- ¿Por qué permitís que Ayies recuerde?
- Es el único modo de evitar un poco que el príncipe conquiste nuevamente a Láctea. Con Ayies por el medio y recordando el amor que existió entre ambos... va con pies de plomo. Sólo espero que consiga lo que tantos anhelamos. Lo necesitamos.
- Sí, pero es cruel no pensar en los sentimientos de la princesa.- Axtron agachó nuevamente la mirada buscando la oscuridad para ocultar su rostro, que era iluminado por el aura de la mujer.
- Ella lo entenderá, y tarde o temprano lo olvidará.
- ¿Al Príncipe?
- A él no.
- Entonces...
- Olvidará el sufrimiento y la culpa que sentirá su corazón cuando descubra la verdad. Cuando nazca un heredero que no lleve la sangre de aquel que debería, cuando nazca un nuevo ser, un guerrero. Nuestra esperanza para el futuro.
- Nuestros anhelos también pueden no verse realizados mi señora. ¿Y si la princesa prefiere al príncipe incluso sin sus recuerdos?
- Entonces estamos perdidos. Pero no debes preocuparte, mi hechizo es muy fuerte. Siempre tendrá por delante la misión, por mucho que lo ame. Yo me ocupe personalmente de eso. El heredero nacerá. Y con él, un futuro.
- Creo que no puedo seguirla alteza...
- Algún día entenderás mis palabras. Sólo debes esperar hechos.

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La muchacha volaba a toda prisa por las calles de Tokio. Una energía increíblemente oscura y malvada estaba acechando la ciudad. Seguramente las chicas estaban ya llegando al lugar y si se encontraban con una energía así no durarían ni un segundo luchando. Un gran temor nació en su corazón. Iba lo más rápido posible mientras un sentimiento de angustia alargaba más su espera. Por extraño que le resultase, Láctea sentía aprecio por las chicas, y por alguna razón estaba de lo más preocupada. Cerró sus ojos y notó como ya estaba en el lugar adecuado. Rápidamente bajó hasta tocar el suelo. Alzó la vista y miró sorprendida dónde se encontraba.

- La torre de Tokio...- Sus ojos buscaron la presencia. Un gran numero de ciudadanos andaba tranquilamente a su alrededor. Hacían sus compras, observaban los escaparates. Comían sus helados y paseaban con sus parejas. - ¿Qué esta pasando aquí?...
- ¡Láctea!- La chica se giró aliviada al oír aquella voz conocida. Rei y las chicas corrían en su dirección. Amy miraba preocupada su ordenador. - Esta por todas partes. ¿Qué es esta energía? Nos supera... no puedo calcular tan sólo hasta dónde llega.
- Sea lo que sea, Rei, esta concentrada en la punta de la torre. Es una energía inmensa y muy negativa. Vosotras debéis iros.
- De eso nada. Nosotras somos las defensoras de la tierra. Serena no se habría ido.- Lita saltó en cólera ante el comentario de la guerrera.
- Vuestra princesa también hubiera partido. Esta guerra no es cosa vuestra. Si lucháis moriréis y vuestro príncipe nunca me lo perdonaría. Él ya esta a salvo en nuestra cueva, ahora ustedes deben ir al templo y protegerse allí. Esto es cosa mía.
- ¿Y los demás guerreros? Esta energía es demasiado para ti. ¿Cómo no han venido contigo?- Amy miró a la guerrera con preocupación.
- Yo les pedí que se quedaran. Nuestra misión principal es proteger al príncipe. Los tres deben estar con él. Yo derrotaré al enemigo.
- ¡Pero te matará!- Ahora era Mina quien observaba a la chica preocupada.
- Mi fuerza es mucho mayor. No se preocupen y váyanse cuanto antes. Ahora...
- Pero...
- ¡Háganlo!

Las chicas miraron a la mujer algo confundidas y preocupadas, sin embargo al ver su rostro decidido se alejaron del lugar no sin antes desearle mucha suerte. Láctea observaba ahora la torre.

- Esto será una masacre... muchos inocentes morirán esta noche.

Una luz rojiza empezó a formar-se en la punta de la torre. Una gran cantidad de energía negativa se estaba acumulando con más y más fuerza. En pocos segundos un rayo de luz destructora aterraría en el centro de la ciudad. Láctea miró preocupada e impotente la concentración e intentó desesperadamente proteger el lugar. Imposible. Jamás podría detener la energía a tiempo. Cerró los ojos y formó un pequeño escudo a su alrededor. Un haz de luz brotó más intenso que un rayo y en pocos momentos había destruido todo en un radio de dos kilómetros. Un gran cráter. En medio la torre, intacta, y bajo ella, una mujer. El viento azotaba sus rubios cabellos y secaba las lágrimas que de sus ojos brotaban. Lágrimas de impotencia, lágrimas producidas por el dolor de miles de vidas. Alzó sus azulados ojos y observó con ira la torre. Una figura se dibujaba en lo alto. Un hombre, de aspecto atractivo y joven, mirada perdida y fría, sonrisa malvada e irritablemente serena. Un grito de dolor escapó de los labios de Láctea que rápidamente salió en su busca. No tardó mucho en estar frente a la criatura. El muchacho la observó misteriosamente y sonrió satisfecho.

- Al fin te veo, guerrera. He oído hablar mucho de ti. - La chica no contestó, simplemente una lágrima rebelde escapó de sus hermosos ojos y una mirada de ira se dibujó en su rostro. - Pero que es esto... ¿lloras? Demasiado débil para cargar el destino de un futuro sobre tus hombros... Que decepción... siempre había creído en tu fortaleza y frialdad.
- No te preocupes, comprobarás muy pronto por qué comentan eso de mi persona. - La guerrera se alzó sobre sus ojos y con las alas tendidas llamó en su mano una preciosa espada plateada. - Por el poder del cristal plateado, yo, protectora del mismo, convoco su poder y su gracia. Comparte con tu portadora el instinto de la lucha y dame la fuerza para acabar con el dolor.

La espada brilló con intensidad en el cielo y miles de destellos escaparon dañando los ojos del otro guerrero. Una sonrisa más amplia y perversa cruzó su cara y alzó el vuelo quedando a la altura de la mujer. Sus alas negras, frías y pegajosas brillaban con dichos aros de luz y sus ojos, negros y centelleantes como las estrellas nocturnas de una noche de invierno proclamaban sangre humana.

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Darien observaba como la noche caía en la cala. Eran las doce de la mañana, pero aún así, Aísha había cambiado el cielo por el mero capricho. A él no le importaba demasiado, siempre le había gustado la noche. Sin embargo la luna y las estrellas no eran más que un reflejo de la magia. Se quedó por unos instantes observando la luna artificial. Maravillado por su similitud, pensaba en su princesa y en como estaría en esos momentos. Hacía rato que todos habían notado el cese de las energías y por lo tanto habían deducido que la lucha había llegado a su fin. La energía de Láctea seguía emergiendo, la del otro ser, no. Ayies también observaba la callada noche desde la casa. Miles de pensamientos rodeaban su cabeza y desconcertaban sus esperanzas. Algo había pasado por la mañana entre Darien y Serena. No sabía el qué, pero cada vez temía más que ella estuviera recordando, y por lo tanto, volviendo a amar a Darien. Ahora que sabía que ella había salido victoriosa de la batalla sus miedos de que saliera dañada habían sido remplazados por el temor a perder su amor ante su peor enemigo. El príncipe de la Tierra. Sabía que no tenía derecho a entrometerse entre ellos. Sabía que estaba dañando los sentimientos de Darien. ¿Pero que había ocurrido con los suyos? ¿No tenía derecho a luchar ahora por ella? Al fin y al cabo cuando la conoció en el pasado no tubo oportunidad de competir por su amor. Él se le había adelantado unos cuantos años luz. En el pasado, en el presente... ¿Pero ahora? Era su turno para intentar lograr lo que siempre había deseado. Ser feliz. Tenía el mismo derecho a ello que todos. Aún así, ¿por qué se sentía tan culpable?

La energía de Láctea entrando en el lugar distrajo los pensamientos de ambos y saco las cabezas curiosas de Shin y Aísha de la cabaña. Los cuatro se alzaron y corrieron hasta ella. Sus ojos, últimamente alegres y llenos de esperanza estaban perdidos y fríos. Su sonrisa angelical, borrada. Huellas de lágrimas asomaban por sus finas mejillas y sangre roja corría por sus pálidas y contraídas manos. Todos la observaron preocupados. Fue Ayies, quién anticipándose al príncipe, corrió a abrazarla. La chica no respondió al abrazó. En vez de eso se separó suavemente y con la mirada perdida aún en el horizonte empezó a andar sin decir palabra. Aiyes miró desconcertado al resto. Rápidamente quiso seguir a la joven más la mano del príncipe lo detuvo.

- Suéltame. Quiero ir a su lado y tu no me lo vas a impedir.
- Necesita estar sola.- Darien observó con dureza los ojos de Seiya, que algo desconcertado miró al príncipe con ira. - No sé que ha ocurrido, pero esta claro que es grave. Será mejor dejar que descanse y recapacite en lo ocurrido. En cuanto este más calmada ella misma recorrerá a nosotros y nos lo contará. Es mejor no presionar un árbol caído, antes debe recuperarse. - Ayies se soltó bruscamente del brazo del chico y rehusó su mirar clavando la vista en la arena.
- No me digas lo que es mejor para ella. ¿Tú que sabrás? - El chico levantó una vez más su rostro y cargado de ira y rencor gritó a pleno pulmón para luego salir andando con pasos duros y alterados. El príncipe sólo le siguió con la mirada mientras este se perdía en el bosque buscando un poco de silencio y tranquilidad.
- Es mejor dejar que las cosas se calmen. Ayies es demasiado temperamental y Láctea parece muy dolida por algo. Dios... ¿qué habrá ocurrido aquí?
- No lo sé Aísha, no lo sé...

Darien, Shin y Aísha entraron en la cabaña y empezaron a preparar la comida. Comieron los tres. Láctea y Ayies no daban señales de vida. La una en su cuarto y el otro en el bosque, sumidos en sus pensamientos sin duda y dando mil vueltas en asuntos que ni ellos mismos comprendían. Unas horas más tarde, una vez todo recogido y en orden, Shin y Darien empezaron el entrenamiento saltándose las clases de Láctea. El ambiente estaba demasiado cargado.

El reloj marcaba ya las diez de la noche. Los tres muchachos habían acabado ya la cena. Darien observaba preocupado la puerta que daba al cuarto de su princesa bajo la atenta mirada de Shin, que cada vez desconfiaba más y más del príncipe de la tierra. La puerta exterior se abrió dando paso a un serio y dolido Ayies que saludando levemente con la mano dio a entender que no tenía hambre y que se iba a acostar. Nadie comentó nada. Sólo un suspiro escapó de los labios de Aísha que también se alzó con intención de acostarse.

- Buenas noches chicos. Mañana será un duro día de entrenamiento y quizá logremos averiguar que ha ocurrido. Si Láctea no vuelve en sí yo misma lo descubriré. Si me disculpan.
- Buenas noches.
- Buenas noches.

Los dos chicos se alzaron también y se dirigieron a sus respectivas habitaciones. Darien se quedó parado unos momentos ante la puerta del cuarto de Serena. Observando la madera tallada que la decoraba. No se oía ningún sonido. Sólo silencio. Un suspiro escapó de sus labios y volviendo a retomar la marcha se dirigió hasta su habitación.

- Mi amor... ¿qué ha ocurrido?

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Seiya seguía demasiado preocupado y dolido por la situación. No podía pensar con claridad y mucho menos buscar una solución al dolor de su corazón. Una confusión de dimensiones descomunales le estaba volviendo completamente loco y la desesperación no dejaba respirar a su pecho. Era un sentimiento tan doloroso y confuso que le resultaba imposible de contrarrestar. No podía hacer más que sufrirlo. Recostado en la cama observaba el blanco techo de la habitación. Necesitaba a su bombón. Lo necesitaba, ahora, en aquel mismo momento, o se volvería loco. Se levantó bruscamente y se dirigió a la puerta con la intención de ir a por ella y pedirle una explicación. Sin embargo sus fuerzas se fueron a escasos centímetros de la puerta, y maldiciendo su cobardía y egoísmo volvió sobre sus pasos recostando su cuerpo una vez más.

- Idiota, idota, ¡IDIOTA!

El chico se recargó cansado contra la cama y ocultando el rostro en la almohada dejó escapar un grito más para luego observar a un lado. En pocos minutos, presa del cansancio y la gran preocupación que había llenado toda la tarde su cabeza, se quedó dormido.

Unos pasos sigilosos se adentraron en el cuarto. La tela fina y blanca del camisón siseaba contra su fina piel a cada movimiento. Su pelo, suelto y sedoso caía por la espalda dibujando un hermoso vals. La chica observó con nostalgia el cuerpo que reposaba en la cama y, sigilosamente, se acercó hasta Ayies, que respiraba tranquilo. Se acomodó a su lado sin hacer el más mínimo sonido que pudiera turbar su descanso y recargó con suavidad la cabeza en la almohada. Observando cómo el pelo azabache caía por el calmado rostro de su amado. Se sentía perdida y dolida. Sus dedos se alzaron cumpliendo el deseo de acariciar su melena. Suelta y más negra que el betún bajaba por la espalda desnuda del chico que seguía respirando con normalidad. Suavemente entrelazó sus finos dedos entre los cabellos de Ayies y acarició su melena con dulzura mientras sus ojos dolidos lo observaban cariñosamente. El chico empezó a despertar. Al notar las manos de ella en su cabeza se levantó bruscamente alterando a la chica y quedando frente a esta agitado. Ella sólo sonrió con pesar y dejó caer su mano en las blancas sabanas. Ayies no sabía que hacer ni que decir. La tenía frente a él. Tan hermosa y seductora como siempre. Con aquel impresionante camisón de suave y fina tela cubriendo sus curvas de forma caprichosa. Con aquel rostro tan pálido y terso. Con los ojos más expresivos y dañados que nunca mientras sus finos hilos dorados rozaban sus hombros y espalda. Láctea volvió a alzar la mano y acarició levemente el rostro del sorprendido y sonrojado muchacho.

- Te ves tan lindo cuando te sonrojas mi amor...
- Bombón... ¿estas...?
- Shh...- Láctea rozó con sus dedos los labios de él para luego sellar sus posibles palabras con un cálido beso. Ayies respondió de la misma forma mientras posaba una de sus manos en el fino talle de ella. Láctea parecía cada vez más ansiosa y acentuó el beso cargándolo de pasión y desesperación mientras dos lágrimas brotaban de sus ojos acariciando la piel de Ayies. Al notarlo el chico se separó de la joven.
- Cariño... no pasa nada mi amor...- Ayies la abrazó con fuerza y recargó la cabeza de la chica en su pecho mientras acariciaba con una de sus manos el sedoso pelo de ella. - Siempre estoy contigo... yo cuido de ti y tú cuidas de mí. ¿Ese era el trato no?
Ella sonrió levemente mientras empezaba a llorar de nuevo desconcertando a Seiya, que no había observado una sola lágrima en el rostro de la chica desde el pasado, cuando esta era la princesa de la Luna. El llanto de la joven era amargo y apagado. Rompía el alma de todo aquel que pudiera oírlo. Ayies estaba indefenso ante aquello. No sabía que decir, ni como reaccionar. Ella estaba allí, junto a él, llorando dolorosa y angustiadamente. Quería animarla. Llenar su corazón de esperanza, decir algo que pudiera apagar sus ansias y calmar su corazón. Nada. Cargado de impotencia la abrazó más contra su pecho y empezó a acariciar suavemente su melena. Ella parecía un poco más relajada, más su llanto no cesaba aún. El chico cerró sus ojos y beso el pelo de ella en un susurro. Sus labios empezaron a entonar una bella canción, con aquella melodiosa voz que una vez lo hizo famoso. Palabras hermosas y tranquilizadoras.
- Els ulls delaten que et fa figa el cor (los ojos delatan que te duele el corazón)
Que ets al fons, que no pots. (que estas al límite, que no puedes)
Algú ha obert la ferida un altre cop (alguien ha abierto tus heridas nuevamente)
que el dolor va calan més fons a poc a poc (que el dolor va entrando cada vez más)
Que t'han pansit la ilusió, pero no has de tenir cap por ( que te han roto tus ilusiones, pero no debes tener miedo)
Que jo sóc aquí si ho vols. (que yo estoy aquí si así lo quieres)

Láctea abrió sus ojos lentamente mientras sonreía levemente ante la dulce voz de su amado. Él era su ángel. Siempre lograba con su sola presencia calmar su corazón. Sin embargo él siempre iba más allá, siempre lograba que una hermosa sonrisa cruzara su rostro y que su dañado corazón volviera a revivir sólo para ver su sonrisa una vez más.

- Puc passar las nits en betlla si no dorms (puedo pasar noches en vela si no duermes)
Puc probar d'espantar tots els teus mals sons (puedo intentar ahuyentar todas tus pesadillas)
Di unes quantes bestieses si amb aixó (decir unas cuantas tonterías si con ello)
Rius de nou, i sino, puc cantarte a cau d'orella una canço (ríes de nuevo, y sino puedo cantarte al oído una canción)

La voz sensual de Ayies dejó extasiada a la joven que había dejado de llorar para abrazarse con fuerza contra él y respirar el aroma de su piel. Se sentía protegida, cuidada y querida en los brazos de su amado, que sonreía al notar el cambio de la chica.

- Sempre pacient a l'hombra del teu cor (siempre paciente bajo la sombra de tu corazón)
T'he esperat, sense cap condició (te he esperado sin condición)
I si avui ens necesitem tots dos (y si hoy nos necesitamos ambos)
Saps prou bé que aquí em tens (sabes muy bien que aquí me tienes)
Que no em moc, no, sempre soc aprop (que no me muevo, no, estoy siempre cerca)
Si no et queda cap racó (si no te queda ningún rincón)
Ta esperança puc ser jo (tu esperanza puedo ser yo)
Qui et tregui d'aquí si ho vols (quién te saque de aquí si lo deseas)
Puc passar les nits en betlla si no dorms (puedo pasar las noches en vela si no duermes)
Puc probar d'espantar tots els teus mal sons (puedo intentar auyentar todas tus pesadillas)
Di unes quantes bestieses si amb aixó (decir unas cuantas tonterías si con ello)
Rius de nou, i sino, puc cantar-te a cau d'orella una cançó. ( ríes de nuevo, y sino puedo cantarte al oído una canción).
Ahora ya si que Láctea no podía sentirse más relajada y protegida. Esa hermosa canción que habían entonado los labios de Seiya sólo para ella había sido un haz de esperanza. Una luz en medio de la más negra oscuridad, tan cálida y suave que había logrado calentar el frío de su alma. Ayies se quedó callado. Abrazando aún el delicado cuerpo de ella. Sentía como el cuerpo de la chica había dejado de temblar y como sus susurros y lágrimas habían cesado. Una sonrisa cruzó el rostro de Seiya. Lo había logrado.

- Gracias...
- Sabes que daría mi vida por ti, amor. - La chica alzó la cabeza algo confusa y mirando los ojos de Seiya. No quiso romper aquel dulce momento, aún sabiendo que las palabras dichas por el chico no eran ciertas, pues el hechizo que selló sus almas y recuerdos jamás permitiría que nada se interpusiera en la misión, aún la vida de ella. Que necia era al pensar que Ayies no era libre de amar y dar su vida si quería. Quién le iba a decir que el hombre que tenía frente a sus hermosos ojos realmente la amaba sin fronteras ni condiciones.
- Te amo. - Simplemente se dejó guiar por su corazón. Sentía que él era el único que podría entenderla y ayudarla. Ayies era el único que podía llenar el hueco de su corazón. ¿Amor? Quién sabe lo que es, más si hay alguien en el universo que pudiera merecer el suyo ese era Ayies.

Se habían criado juntos. Siempre ayudándose mutuamente y bromeando con sus superiores haciendo mil chiquilladas. Aísha y Shin siempre habían sido muy serios, pero su hermano mayor, Ayies, cómo ella le llamaba, era diferente. Igual de juguetón e infantil que ella. Siempre alegre y mimoso. Habían conectado desde el principio. Los cuatro. Pero Ayies era especial. Algo en su mirada siempre la llenó de esperanza y una extraña calidez incapaz de describir para alguien al que no se le permite amar, había nacido en su corazón. Esos ojos, esa sonrisa, el cariño que mostraban sus palabras, los momentos libres, amaneceres, luchas amistosas... Eran tantos los recuerdos hermosos que había compartido a su lado... era curioso acordarse de todos ellos ahora. Jamás les había dado una gran importancia. Ahora sí. ¿Por qué?

FLASHBACK

- ¿Que haces aquí tan sola bombón?- Una hermosa chica de pelo rubio y ojos mar giró su rostro dejando que el viento acariciara su piel. La mirada profunda de la joven se clavó en su locutor mientras sus labios dibujaban una sonrisa.
- Hola Ayies. Estaba esperando que saliera el primer sol. Se ve tan hermosa la vista en los dos primeros amaneceres... - Ayies sonrió ampliamente y acercándose hasta la chica se acomodó a su lado. - ¿quieres compartirlo conmigo?
- Sin duda. Pero la vista de los amaneceres se opaca con tu belleza preciosa.
- Siempre tan atento y dulce. ¿Pero por qué? Jamás te he oído hablar así con Aísha.
- Eso es por qué es una remilgada y tradicional guerrera. Tú eres completamente diferente. Es más fácil hablar contigo.
- ¿A sí?- Láctea sonrió gustosa- ¿Y como soy yo? - La chica miró a Ayies con picardía y acomodó su cabeza en uno de sus hombros. Sentía un gran cariño hacia el chico pero no sabía que era ni como expresarlo. Ella no había sido creada para sentir, sólo para luchar.
- A ver... como describirte.- El chico siguió su juego y rodeó los hombros de Láctea con una sonrisa mientras apoyaba la cabeza sobre la de ella. - Eres infantil, juguetona, irresponsable y muy perezosa. Además siempre necesitas hacer los hechizos cien veces para que te salgan correctamente. - Láctea se alzó bruscamente separándose del chico y mirando sus ojos con fingida ira.
- ¿A sí? Bien... pues probemos. A ver quién es el más hábil.

La chica se alzó situándose en posición de ataque. Ayies sonrió juguetón y se alzó imitando a la muchacha. Empezaba la lucha. Ambos se alzaron en un vuelo callado y veloz. Rompiendo el aire, girando y revoloteando bajo los oleajes del viento. Cruzaban golpes y técnicas de brujería con destreza y gracia. Era un hermoso espectáculo. Un baile de dos hermosas aves bajo la luz rosada de un amanecer. Sonrisas de satisfacción nacían en sus rostros y gritos de lucha se alzaban por encima del callado susurro de sus movimientos. Parecía una lucha igualada. Sin embargo no lo era, en absoluto. Cansada, la muchacha decidió dar por terminada la pequeña contienda que habían causado y convocando un poderoso hechizo de parálisis inmovilizó a Ayies que suspiró decepcionado.

- Vaya... no tardaste mucho en usar tu poder...
- Sabes que soy superior a ti en poder interior y energía ¿no?
- Pero yo te gano en destreza y concentración. Me pregunto por qué idionés dio el mayor poder a la menor y más irresponsable de las guerreras.
- Lo que te ocurre es que estas celoso. - La chica se acercó y con uno de sus dedos tocó juguetona la nariz de Ayies. - Y ahora... ¿qué harás?
- ¿Pedir que me sueltes?
- Esa sería una buena opción. Peor no sin un por favor.
- Vas lista. No me rebajaré a tanto. - Ayies observó a la muchacha indignado mientras esta ampliaba su picara sonrisa.
- Cómo gustes.

Láctea dejó de acumular su energía sobre el cuerpo de Ayies dejando su cuerpo libre. El muchacho iba a sonreír cuando notó que algo de su cuerpo no le respondía. Sus alas seguían paralizadas. Miró el suelo para luego devolver su vista a ella.

- Buen aterrizaje Ayies...
- Rencorosa.

El cuerpo del chico cayó sin demora hasta el agua que reposaba calmada bajo el precipicio, dónde una vez sus pulmones pidieron aire con desesperación desapareció el hechizo y pudo salir a la superficie.

- Gané por una clara ahogadita.
- Tú espera que te la devuelva.

Ambos sonrieron y Láctea bajó a ayudar a su amigo. En pocos minutos ambos estaban recostados de nuevo bajo el tercer amanecer. La chica estaba recostada sobre el pecho de Ayies y contemplaba serena la luz de aquel nuevo día. No había que ser muy lista para darse cuenta de que su corazón respiraba calmado bajo la tutela de su amigo Ayies.

- Hay algo sobre tu descripción que no he mencionado.
- ¿Qué? ¿Qué soy terca y cabezota?
- No. Que eres hermosa y dulce. Tenaz y persistente. Alegre y entusiasta. Un ángel a ojos de cualquiera.- Láctea se incorporó suavemente sobre su cuerpo y observó el rostro cariñoso de Ayies. - No sé que me ocurre cuando estoy contigo, pero me siento en paz. Bien. Eres la cura de mis inquietudes y no logro descubrir que lo causa. Quizá sea la bondad de tu corazón.
- A mí me ocurre... algo... similar.

No sabían exactamente por qué ni que hacían, pero su corazón parecía haber aparecido de repente y algo les impulsaba a acercar-se más y más. Ella sentía su cálido aliento acariciando las mejillas. Su aroma varonil introduciendo-se por la nariz. Ojos tan calmos y azulados que la sumían en un mar de confianza ciega. Él era especial. Entrecerró los ojos, guiada por algo desconocido y callado. Su cercanía estaba volviendo locos los latidos del corazón y cada centímetro que se perdía entre sus cuerpos los aceleraba más y más. Ya no sabía a cuanto estaba de él sólo que deseaba algo más. Algo más sincero, puro, intenso y pasional. Sus labios al fin notaron la calidez mojada de los de él y acabando de cerrar sus párpados se dejó llevar por el suave movimiento del beso. Tímido e inexperto al principio. Un simple roce cargado de cariño y curiosidad. ¿Qué era aquello? Jamás había sentido semejante placer y miedo a la vez. Quería seguir, quería sentir más cerca el cuerpo de él e inconscientemente sus formas se curvaron encajando perfectamente contra las de Aiyes uniendo sus cuerpos en un abrazo cargado de sentimiento bajo la cálida luz del amanecer. El beso se intensificó. Lentamente al principio pero más y más rápido a cada segundo. Ambos empezaron a explorar sus bocas con curiosidad y satisfacción. Saboreando cada rincón, descubriendo cada detalle del otro. Apreciando lentamente al otro en una húmeda caricia. Se estaban besando. Por primera vez en sus vidas sentían algo parecido al ¿amor?

FIN DEL FLASHBACK
Láctea se separó lentamente de Ayies. Observaba sus ojos con deleite y sorprendentemente sintió como su corazón se aceleraba a gran velocidad. Sus piernas parecían estar hechas de mantequilla y sus mejillas adquirieron un tono rojizo anormal en ella. Ayies la miró cohibido. ¿Estaba sonrojada? Jamás había visto a Láctea sonrojada por él, sí a Serena, pero a Láctea? Cada vez estaba más seguro de que la chica se estaba deshaciendo del hechizo. La observó detenidamente. Preciosa. Ese adjetivo sin embargo se quedaba corto ante su indescriptible belleza y dulzura. Ayies se sintió tremendamente afortunado en aquel instante y sin pensarlo dos veces tomó el rostro de ella entre sus manos y la acercó hasta sus labios llenando su boca de amor. ¿Qué era esa sensación? Se sentía ardiente y febril, lasciva. Necesitaba más y más. Ese sentimiento era distinto al que sintió la primera vez que le besó, o al de la primera vez que hicieron el amor. Era una sensación completamente nueva y maravillosa. Sus manos se movieron hasta tocar el pecho de él. Tan fuerte, tan musculoso y atractivo. Acarició con sus yemas la suave y fina piel de su torso para luego dejar descansar sus dedos en la espalda bronceada de Ayies. El beso seguía cada vez más intenso y ardiente. Era tanto el exceso de acercamiento que Láctea parecía no saber dónde terminaba él y dónde empezaba ella. Ayies estaba perdido en la pasión y ya sus manos habían abandonado el rostro de la chica para rodear su cuerpo desnudando con cada movimiento. Las palmas de sus manos recorrían cada curva, cada forma perfectamente tallada en su fino cuerpo. Los labios de Ayies abandonaron entonces la boca de Láctea para abordar su cuello. Ella dejó escapar un suspiro mientras se aferraba contra el ser amado retorciendo su cuerpo por el intenso placer. El chico parecía perdido en la desembocadura de sus sentimientos y al oír semejante signo de gozo en ella sus deseos de poseerla del todo se intensificaron. Sus movimientos aún sutiles se volvieron salvajes y pasionales. Estrujando entre sus manos el placer que la piel de ella ocultaba. Besando con sus labios el néctar de los pechos ahora desnudos de la joven. Láctea estaba sumergida completamente en las sensaciones de esa noche. Embriagada por el placer y la dulce compañía de Ayies. Sin saber cómo ni por qué realmente empezó a imitar a su amor. Haciendo un poco de fuerza separó el cuerpo del chico tumbándolo en la cama y situándose ella enzima. Ayies la miró entre sorprendido y ansioso. Láctea estaba incorporada a cuatro patas sobre él y observaba entre respiraciones agitadas el rostro del joven. Su cabello dorado caía en miles de hilos acariciando el torso desnudo del joven y el sutil tacto de los senos de la chica sobre el torso de él lo estaba mareando. Entonces ocurrió. Algo que el chico no se hubiera esperado de una chica tan dulce e inocente. La muchacha se abalanzo salvajemente contra sus labios. Mordiéndolos y jugueteando con ellos. Saboreando lengua con lengua el néctar del otro. Los ojos de Ayies estaban desorbitados. Jamás hubiera creído posible un desate así de pasión en ella. Jamás creyó que detrás de su imagen angelical estuviera oculta también aquella ferviente mujer. Ayies empezó a entrecerrar los ojos y en cuestión de segundos estaba apretando con fuerza los brazos de la joven y respondiendo al beso de la misma forma. Sin duda su cuerpo estaba abandonado a la exquisita perfección del momento. La chica lo notó y empezó a masajear el cuerpo del chico, dejándolo en estado de éxtasis. Era el momento perfecto para demostrar el amor que ambos sentían. Así, en aquella noche de lujuria y de pasión ambos se entregaron el uno al otro, por segunda vez, sin embargo esta no se parecía en nada a la primera. Esa noche sin duda ambos eran plenamente concientes y libres de sentir el amor.

Continuará....

Notas de la autora: No me maten! Esto era necesario. Tranquilos y no se preocupen por Darien, todo en esta vida tiene explicación y causa. Un beso y no se pierdan el próximo.