Batallas, celos, acción:
"La población mundial esta completamente conmovida por la situación vívida en el centro de Tokio. Las causas son aún completamente desconocidas. Se descartan las posibilidades de bombas nucleares debido al estado de la torre de Tokio, la cual, por inexplicables razones, ha salido completamente ilesa. Las autoridades están desconcertadas y no se aventuran a hacer el balance de víctimas que esta catástrofe ha arrebatado. Sin embargo han comprobado que el misterioso suceso ha destruido toda la zona en un radio de dos kilómetros desde la torre de Tokio. Aún no nos....
- ¡Esto es increíble, absurdo! Tanta gente muerta... tantas familias rotas... es....- Mina caminaba de un lado al otro de la habitación mientras las demás observaban puntos vacíos y meditaban sobre lo ocurrido. - Este ataque masivo se ha llevado miles de vidas y nosotras no hemos hecho nada, ¡nada!. Y por si fuera poco estaríamos muertas de no ser por el escudo que se formó a nuestro alrededor justo en el momento del ataque. Láctea no has salvado, no servimos para nada. Si Serena estuviera aquí ¿que diría de esto? ¿Qué clase de guerreras salen huyendo permitiendo que miles de inocentes mueran? Si estuviera Serena esto no...
- ¡Calla de una vez!- Rei alzó la mirada y fijó sus ojos llorosos en Mina.- ¿Qué podíamos hacer nosotras? ¿De que servirá que demos nuestras vidas en vano? ¡Una vez muertas ya no podremos hacer nada!.
- Pero tampoco podemos huir de lo que pasa a nuestro alrededor Rei... Estamos aquí para proteger a los habitantes, sé que no podríamos haber hecho nada... pero huir tampoco nos servirá. Láctea no ha podido evitar esta masacre, quizá si nosotras hubiéramos estado...
- Amy... ¿qué hubiéramos hecho? Nada... si Láctea no ha podido nosotras menos. - Lita observaba a las demás completamente confundida.
- No sé si hubiéramos hecho algo... pero... siempre tienen que hacer otros el trabajo por nosotras. Cuando Serena estaba aquí también lo hacía. En las batallas siempre acababa ella haciendo el trabajo sola y nosotras o capturadas, o heridas, o con las energías agotadas, o peor, muertas! Siempre nos acaban sacando las castañas del fuego... ¡Yo ya estoy harta! Si no luchamos nosotras por nuestro planeta... ¿quién lo hará?
- Mina tiene razón chicas, la próxima vez que llegue un nuevo enemigo uniremos nuestras fuerzas y con ellas y el ánimo de nuestro corazón venceremos. - Amy fijó la mirada en Lita y Rei que se miraban poco convencidas. Finalmente ambas se alzaron decididas y juntaron sus manos en el centro.
- Y sino moriremos en el intento.
- Por qué somos guerreras del amor y la justicia.
- Por que no permitiremos que acaben con nuestro planeta.
- Pero sobretodo, porqué no permitiremos más sacrificios humanos.
- La unión hace la fuerza chicas... Serena siempre decía que si luchábamos todas juntas todo saldría bien. - Rei hablaba con suma tristeza mirando las manos unidas de todas. - Luchemos también por los ideales en los que ella cree, este donde este, seguro que esta bien y nos apoya.
- Luchemos como guerreras que somos, como las princesas de los planetas interiores. Chicas, luchemos como Sailor Scauts.
Las cuatro chicas se abrazaron con cariño. Un gran numero de momentos las unían. Charlas inagotables, momentos increíbles y brillantes, dulces tardes juntas o de compras, momentos en el instituto, regañinas y peleas, batallas, luchas inacabables, enemigos y momentos críticos. Diferentes entre sí pero unidas siempre por un propósito. Luchar por el amor y la justicia.
- Ahora las escucho chicas.
- ¿Haruka? - Las cuatro guerreros exteriores se dejaron ver en la entrada del templo.
- Estamos con ustedes.- La voz aniñada de Hotaru sonó angelical dentro del cuarto.
- Todas somos guerreras.
- Setsuna tiene razón, unamos nuestras fuerzas.
- (todas) ¡Sí!
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Sus ojos se abrieron a causa de la intromisión de un rayo de luz en la habitación. El cálido calor de la luz solar le indicó que un nuevo día había llegado. Parpadeo levemente mientras sus azuladas pupilas se acostumbraban a ella. Serena alzó levemente su cabeza observando las cortinas mecerse entre la brisa de la mañana. Sonrió satisfecha y cargada de energía. Volvió a girar su rostro entonces clavando su mirar en el pecho de su acompañante, dónde unos segundos antes estaba reposada su cabeza. Alzó un poco más la vista y se incorporó ligeramente para poder observar su rostro. Completamente sereno y tranquilo, Ayies dormía plácidamente a su lado, ajeno al comienzo del nuevo día. Las sabanas dejaban al descubierto su hermoso y atractivo torso, el cual la joven acariciaba con sus suaves manos. Ella sonrió más ampliamente besando con delicadeza una de sus mejillas. Se levantó cautelosa de no despertarle y se tapó con la bata de él. Miró una vez más al joven y luego salió por la puerta. La brisa de la mañana le dio los buenos días con una leve caricia en su rostro. Se tapó un poco más con la bata y salió al exterior. El sol había salido puntualmente al llamado de Aísha. Pudo notar la calidez de sus rayos, el suave silbato del viento y el vaivén de las aguas del lago. Cerró los ojos notando el calor de la luz en su rostro y sonrió como una niña pequeña mientras se apoyaba en la puerta del amplio balcón de madera.
- Parece que hoy será un día hermoso.- La chica se giró ligeramente. Estaba tan distraída que no había notado la presencia del príncipe tras ella.
- Así es alteza. Un día muy hermoso.- Láctea sonrió al joven dulcemente para luego devolver la vista al horizonte.
- ¿Puedo preguntarte algo? Desde que llegué me he preguntado si estamos en una especie de universo paralelo, algo así como estar en otra dimensión.
- Pues siento decirle que no es así. Estamos simplemente en una gran cueva, en las montañas de Morthack. Hace mucho tiempo, las criaturas perversas de la tierra que convivían en un planeta muerto sin vegetación ni luz, más o menos cuando el invierno glacial acabó con muchos de ellos, cavaron con ambición estas tenebrosas y peligrosas cuevas. Cavaron tan profundo como pudieron, en busca del núcleo del planeta, en busca de calor para sus mortíferos y dañados cuerpos. Nosotros nos encontramos ahora en una de esas cuevas, en la más grande de ellas en realidad.
- ¿De que criaturas hablas?
- De criaturas tan tenebrosas que ni siquiera el ser humano es conciente de su fealdad. Criaturas tan terribles y mortales para el ser humano como los vampiros de sangre pura. Sin embargo no hay por qué temerlas, la luz del sol quema sus delicadas y oscuras pieles ahora, están demasiado acostumbrados a vivir entre muros y oscuridad. Además el frío de la noche es demasiado para ellos, necesitan de mucho más calor. Es por ello que, a menos de que te internes en estas cuevas, no se corre peligro alguno de un ataque suyo. Los rumores cuentan que se alimentan de las diminutas criaturas que habitan entre las tierras más profundas. Pero no temáis, estas paredes están protegidas por un poderoso conjuro.
- Lo que aprende uno...- La muchacha sonrió ampliamente ante el comentario. - Pero estas cuevas... deben ser grandiosas ya que no se ve más allá del horizonte del lago.
- Eso también es debido a un conjuro alteza. En realidad no son tan inmensas como os pensáis. Posiblemente sus dimensiones sean de un radio de cuatro kilómetros, no más.
- Vaya... bueno... creo que esta mañana muchas dudas se han despejado de mi cabeza. Gracias preciosa.- Darien sonrió a la mujer, que sin poder evitarlo se sonrojó levemente. No fue hasta entonces que el príncipe se dio cuenta de la bata que llevaba puesta Láctea. - Esa bata...
- Ah... es que... jejeje- Láctea se sonrojó muchísimo y observó con una sonrisa nerviosa los confundidos ojos de Darien. - Bueno... esto...
- ¿Bombón?- Ambos se giraron al escuchar la voz de Ayies tras la puerta. No tardó mucho en asomar la cabeza y le resultó imposible disimular la gran sorpresa de verlos juntos. - Te estaba buscando preciosa.
- Buenos días Ayies.- El chico notó entonces el leve rubor que había en las mejillas de Serena. - Perdona por salir así... es que me apetecía sentir un poco de aire fresco.
- No importa... entremos, hace frío y mi bata no te servirá de mucho bombón, es muy delgada.- Láctea le sonrió nerviosa y miró el rostro del príncipe. No pudo describir los sentimientos que expresaban sus ojos. La chica sonrió al príncipe escondiendo su sorpresa y salió en busca de Ayies, colgándose literalmente de su brazo con una brillante y cálida sonrisa. - Tienes la piel helada... sólo a ti se te ocurren estas cosas. Vamos amor.
Darien se quedó allí, parado ante la escena. Ambos desaparecieron felices por la puerta. La chica había vuelto tremendamente mal el día anterior y sin embargo ahora parecía de lo más feliz. Sintió los celos recorrer por sus venas y no pudo contenerse de desahogar su ira en una de las columnas del porche. "Maldito seas Seiya... ¡maldito seas!".
- Parecéis enfadado alteza. - La voz seria y fría de Shin se escuchó tras él. Darien se giró molesto y clavó sus ojos en los pozos azules de él.
- No te metas en asuntos de otros Shin. - El chico sonrió malévolamente y clavó sus ojos burlones en el príncipe.
- Creo que vuestras prioridades en esta misión están un poco desordenadas alteza. No quiero ser la voz de vuestra conciencia pero enamorarse de uno de nosotros sería un error. Más teniendo ya a vuestra princesa. - Darien le miró frío en impasible.
- Mis asuntos son míos y tus deducciones banales no me afectan en absoluto. Si realmente sois conciente de vuestros deberes retirareis vuestras palabras y pediréis perdón por vuestra osadía.
- Lo lamento alteza- Shin se inclinó levemente pero conservando aún esa malévola y burlona sonrisa. - No recordaba que usabais vuestro rango con los inferiores. No quería ofenderos, simplemente le advertía. - Darien lo miró con reproche, levantando la vista con superioridad y desagrado. Shin sonrió una vez más y entró a la casa dejando atrás a un confundido y receloso príncipe.
Darien tomó asiento en las escaleras y observó el horizonte intentando calmar los miles de sentimientos contradictorios que resonaban en su mente. Láctea salió entonces y avisó al príncipe de que el desayuno estaría listo en breve. El chico fingió una sonrisa y se levanto entrando tras ella.
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- Mi señora, siento comunicarle que Eliot a muerto.
- ¿Ha sido esa maldita guerrera otra vez?
- En realidad no señora. No hemos sabido nada de la guerrera dorada desde hace casi un año. Su último ataque fue en Madrid.
- ¿Entonces quién?- Una mujer de oscura mirada y fría piel observaba a uno de sus vasallos desde su placentero sofá. Una copa de un viscoso líquido rojo bailaba entre sus dedos mientras clavaba su cruel mirar en los asustados ojos de su siervo.
- Una guerrera de ropas negras. No sabemos más. Nuestro informador nos ha dicho que Lestat se enfrontó con ella hace algún tiempo.
- ¿Lestat?- La mujer pareció pensativa unos instantes. - Llamadle ahora mismo y decidle que acuda a mi presencia.
- Sí mi señora. - El joven se inclinó sutilmente y se dispuso a salir.
- No hará falta, estoy aquí. - La mujer alzó su mirada y sonrió irritablemente.
- Lestat... pasa...- Las palabras salieron entre un susurro seductor y calmado. Sin embargo su tono cambió radicalmente al dirigirse a su vasallo.- ¡Dejadnos!
- Como ordenéis mi señora. - El hombre observó el lugar por última vez y se alejó tras el sonido de su capa al ondear contra el viento.
La mujer bebió un poco más del contenido de aquella copa sin dejar de mirar seductoramente al hombre. Sonrió seductoramente depositando la copa en una mesa de cristal a unos centímetros de ella. Parecía ser una mujer muy joven. Hermoso pelo oscuro que caía ondeante por su espalda. Ojos oscuros y cautos que le observaban con mezcla de placer y deseo. Se alzó con suavidad quedando delante de su visitante y sonrió nuevamente mientras se acercaba con pasos elegantes hasta él. Lestat no se movió en absoluto. Observaba los movimientos de la mujer con placer, siguiendo el delicado bailar de sus caderas. Los brazos de ella pasaron suavemente por detrás de su cuello, jugueteando con su pelo rubio. Se acercó coquetamente dejando su cuerpo pegado a él. La luz de las antorchas mostraban su profunda palidez, igual a la de Lestat. Piel compuesta como la fría porcelana. Suave y tersa como la más hermosa estatua.
- Tan hermosa como siempre.
- Me han comentado, querido Lestat, que ha aparecido una nueva guerrera y que tu te enfrontaste a ella.
- Sí. Sin embargo fue un encuentro muy corto.- El ceño de Lestat quedó visible.
- ¿Y puedo saber por qué no se me informó de ello?
- Supongo que se me pasó. - La mujer agarró con fuerza el pelo de él tirando salvajemente su rostro contra el de ella. Sus ojos se quedaron fijos en los de él que la observaba sin comprender.- La próxima vez, amor, que no se te pase... o tendré que utilizar mi rango para castigarte. - La mujer se avalanzó pasionalmente contra él. Sus labios rojos como la sangre encontraron los del vampiro. Sus manos seguían apretando con fuerza la cabellera rubia del hombre contra ella. Sus besos, pasionales y salvajes empezaban a dañar los labios de Lestat. Un hilo de sangre bajó por entre sus bocas. La mujer se separó sonriendo levemente y lamió seductoramente la sangre que caía por el rostro del vampiro. - Veo que te has alimentado bien... déjame que pruebe un poco de ese manjar.
- Te noto un poco violenta esta noche Akasha. - La mujer acarició con sus manos el rostro pálido de él. Rió entre carcajadas mostrando sus perfectos colmillos.
- Es eso precisamente lo que me vuelve loca... dime, ¿quieres quedarte a jugar esta noche conmigo?
- ¿Quién se negaría a pasar una velada maravillosa junto a una vampira tan fogosa?- Akasha sonrió levemente iniciando así de nuevo su juego.
- Calla entonces y bésame.
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Láctea luchaba con toda su fuerza y valía. Era increíble. El príncipe había perfeccionado mucho su forma de luchar. Sin embargo algunos de sus golpes seguían siendo previsibles, no conseguía aguardar con mirada de pocker. La muchacha observaba atenta el bello rostro del muchacho. Contraída por el esfuerzo, la faz del chico solo mostraba esa vitalidad y energía típica en él. Láctea sonrió mientras contestaba uno de sus golpes y decidió dar el punto y final al combate. Alzó su cabeza y golpeó con fuerza los abdominales de Darien. El chico ahogó un grito de dolor mientras llevaba sus manos hasta el estomago. Ella alzó nuevamente su pierna y golpeó fieramente el rostro del chico dejándolo fuera de combate. Sonrió satisfecha al ver como el joven se alzaba nuevamente en el suelo.
- Bien, ha mejorado mucho alteza!- Láctea le dirigió una sonrisa amable y cariñosa. El chico suspiró exhausto.
- Pero sigues siendo mucho mejor que yo. - Se tocó la mejilla adolorida por el golpe y noto el sabor a sangre en sus labios. Láctea sonrió y cerró los ojos como esperando algo. Rápidamente las heridas que sufría el príncipe pasaron a ella y la chica gimió un poco ante el impacto.
- Aush... que bruta soy... siento haberle dado un golpe tan fiero alteza... no era mi intención.- El chico se sorprendió al notar que el dolor había desaparecido y que un hilo de sangre bajaba por el rostro de la mujer.
- Mis heridas han pasado nuevamente a tu cuerpo... ¿por qué insistes en luchar conmigo si sabes que todo lo que me hagas irá en tu contra?- Darien vio con preocupación como la chica descendía hasta donde estaba él. Ella plegó sus alas con delicadeza y le miró directo a los ojos.
- El dolor es parte del entrenamiento alteza. No soy de cristal. No os preocupes por mí.- La chica limpió su mejilla sensualmente con una de sus manos. - No os pega ese rostro de preocupación alteza...
- Ni a ti esa magulladura en la cara... - Darien se acercó hasta ella y acarició con sus dedos la dañada mejilla. Láctea se sonrojó notablemente por el gesto. Desde hacía unos días notaba al príncipe muy atento con ella, y aquel beso por error en el bosque la había dejado muy alterada. Se sentía tan bien con él cerca. No lograba entender que era pero el príncipe lograba con su cariño que su cuerpo se estremeciera. - Eres tan hermosa... siempre lo fuiste...
Láctea se sorprendió ante lo dicho por el hombre. "Siempre lo fuiste?" Cerró sus ojos con pesadez y se separó delicadamente de la caricia. El príncipe seguía sus movimientos mientras la chica se acercaba hasta la parte trasera de la casa. Desde allí se podían oír los gritos de los demás guerreros entrenando. Darien se situó a su lado. Tras la casa había un precioso jardín decorado con una hermosa fuente. Miles de flores tropicales en las paredes y unas estanterías. Era un hermoso lugar. En un rincón había un armario cargado de armas. Lanzas, espadas, estrellas chinas, látigos y demás. Láctea buscó entre ellos sacando de sus manos una preciosa catana japonesa. Una funda negra con un hilo plateado alrededor guardaba bajo su protección el mortal filo del arma. Láctea desenfundó el arma con delicadeza frente a su rostro. El brillo de la espada iluminó sus azulados ojos. Una sonrisa confiada se dibujó en el rostro de ella.
- Creo que iré a entrenar yo sola ahora alteza. Reúnase con los guerreros y ellos seguirán con su entrenamiento. ¿Podría decirles que estaré en el bosque entrenando?
- Claro...
- Gracias alteza. - La chica se inclinó levemente y salió silenciosamente. Darien observó como su cuerpo desaparecía por la esquina.
Se sentía muy confundido. La chica parecía seguir esquivándole. Miles de dudas cruzaban su cabeza. Él había creído que estaba empezando a recuperar sus recuerdos, pero quizá no era así. Salió con paso lento del lugar. Observó en la lejanía a los tres guerreros luchando bajo el sol tardío. Sus movimientos eran fieros y veloces. Una lucha increíble se estaba dando entre ellos, perfectamente coordinados y formando preciosas figuras en el cielo. Sus ojos se desviaron para observar tras él el bosque. Sí, lo haría. Debía aclararlo todo de una vez o su corazón explotaría por la necesidad de tenerla. Miró una vez más a los chicos y corrió en dirección al bosque deseando no ser visto.
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La chica observaba paciente el viento, no con los ojos sino con el alma. Oteaba la espada en el aire con suma elegancia. Golpes artísticos, precisos y de gran belleza. Su delicado cuerpo danzaba el baile de la muerte entre los árboles y arbustos. Él la observaba embelesado. Su concentración era tal que no podía acercarse mucho más o ella notaría su presencia. El cabello de Serena trenzaba una hermosa coreografía, perfectamente sincronizada con el viento. Sus pestañas temblaban débilmente protegiendo sus cerrados ojos y sus labios pronunciaban en silencio los movimientos que hacía su espada. Lentamente el danzar se fue volviendo más rápido y atrevido, cómo si realmente tuviera un oponente delante. Uno a uno fue repitiendo los movimientos previamente ensayados a más velocidad hasta quedar completamente quieta en pose de ataque. Su rostro, aún con los ojos cerrados, estaba encarado hacía él. Darien permanecía anonado mirándola. No cabía la menor duda, era increíblemente hermosa. Las pupilas azules de él perfilaron lentamente el cuerpo de la muchacha. Un cuerpo de formas perfectas y generosas cubierto por la más fina y blanca de las pieles. Un leve rubor apareció en sus mejillas al notar la mirada que dirigía a la joven. La deseaba fervientemente. Cada uno de sus poros le pedía tocar su cremosa y dulce piel, hacerla suya como lo hizo una vez, notar el aliento de ese ángel junto al suyo una vez más, sentirla y vibrar con ella como en un pasado que compartieron. Su mirada sonrojada se volvió atrevida y osada. La quería para él. En el pasado su relación había empezado como un amor calmo, un amor infantil e inocente. Él la amaba por la bondad de su corazón, por su dulzura e inocencia. Sentía que ella era lo que necesitaba, una ninfa que despejaría su soledad y cuidaría de él. Lentamente ese amor tranquilo fue incrementando, cada vez necesitaba sentirla más cerca de él. Lo que fue cariño se convirtió en pasión, lo que fue admiración se convirtió en deseo y lo que fue dulzura en arrebato. Ya no podía verla como sólo un objeto de admiración y valía, algo tan bello y hermoso que sólo podía ser platónico. No recordaba desde cuando, posiblemente desde que la volvió a encontrar en Madrid, pero empezó a necesitar su cuerpo, su calor, su abrazo pasional y su entrega. Necesitaba oír sus placenteros gemidos en su oído, necesitaba rozar con sus manos la cremosidad de su piel, necesitaba el néctar de sus labios y el roce de su lengua, necesitaba su entrega y oír en un susurro de placer su nombre. La necesitaba enteramente, única y totalmente suya, para siempre.
La chica permanecía inmóvil analizando la situación. Sus ojos se abrieron velozmente y en movimientos rápidos y fieros se abalanzó en contra de Darien, que sumido aún en sus pensamientos no pudo reaccionar a tiempo. El filo de la catana se paró a un milímetro de su cuello. La mujer lo miró desafiante y completamente seria. Una mirada fría y penetrante luchaba contra una de sorprendida y alterada. Finalmente la mujer sonrió triunfante y con malicia.
- Espiar a una guerrera del cambio no ha sido buena idea príncipe. Deberíais ser más conciente de nuestros poderes alteza, no crea que somos simples guerreros. - La mujer alejó su arma del cuello del príncipe.- Además me permito añadir que sus reflejos no son muy buenos, le he pillado completamente desprevenido, y, de haber sido un enemigo, me temo que su real cabeza estaría ahora mismo en el suelo. - Darien la observó pasmado mientras se acariciaba un poco el cuello, allí donde el arma había estado.
- Lo lamento.- La chica sonrió levemente.- Tienes un don del calculo impresionante, has detenido la espada casi a tocar de mi cuello a una velocidad extrema.
- Son los frutos de duros entrenamientos, quizá deberíais hacer lo mismo. Os dije que fuerais junto a los otros guerreros para seguir entrenando. ¿Sufrís de amnesia alteza?- Láctea relajó su cuerpo y estiró levemente sus brazos relajándolos de la tensión a la que habían estado sometidos.
- No he querido hacerte caso.- Darien se sentó contra un árbol y apoyó la cabeza con sutileza mientras cerraba los ojos pensativo. - Quería hablar un rato contigo. - La guerrera se sorprendió ante lo dicho por el hombre y, dejando el arma con delicadeza en su funda, se acercó hasta estar arrodillada frente a él.
- ¿Ocurre algo importante alteza?
- ¿Por qué no dejas de llamarme "alteza" o "señor" o "príncipe" de una vez?
- Como guste majestad.- La chica sonrió levemente con picardía.- Decidme que os preocupa. - Darien la observó inquieto. No podía decirle que le preocupaba ¿o sí?
- No estoy preocupado, sólo quería hablar un rato. No hay mucha comunicación entre ustedes, sólo entrenamiento. - Láctea se sentó frente a él y lo miró atenta.
- Mentiroso. ¿Estáis preocupado por vuestra princesa? - Ella le observó atenta. Quería ver claramente la expresión de su rostro. Darien se la quedó mirando fijamente con una media sonrisa.
- Sí, estoy muy preocupado por ella. Esta perdida en un mar de confusiones y baga por entre sus sentimientos como una niña que sueña en qué será de mayor sin saber lo que sus decisiones comportan o causan. - Láctea lo observó sin entender. Él sonrió dulcemente. - Sólo deseo que este bien, sé que esta perfectamente de salud, pero no sabe muy bien donde está mentalmente.
- No logro seguiros alteza, habláis como si supierais algo que yo desconozco.
- Y así es.- Darien sonrió ampliamente.- La sensación de saber más que tú en algo es deliciosa. - Láctea le devolvió la sonrisa.
- Pero si desconozco los hechos no puedo aconsejaros.
- No busco consejo, sólo que alguien me escuche. - Darien se levantó de dónde estaba, ella hizo lo mismo.
- ¿Ocurre algo?- Darien se acercó levemente hasta ella y apartó un cabello de su rostro. Sentía deseos de besarla, de sentirla junto a él, pero consiguió calmarlos al ver el confundido rostro de ella.
- Nada... nada...- Darien se puso de espaldas a ella y empezó a caminar alejándose del lugar. La chica se quedó observando su espalda, sintiendo algo que no podía describir. Un miedo en su corazón al ver cómo el se alejaba de su lado. Un temor indescriptible y un vacío en su corazón.
- ¡Darien! - El chico se giró sorprendido ante la mención de su nombre. No le había dicho alteza, o majestad, o cualquier otro apodo real, simplemente le había llamado por su nombre y eso le había provocado un mar de sensaciones en su pecho. Ella lo observaba confusa. ¿Por qué había hecho eso? ¿Por qué le había llamado? Y encima por su nombre... ¿Por qué?- So... solo quiero que sepa que... que si necesita algo... ya sabe que puede contar conmigo. - Láctea estaba levemente sonrojada y había bajado la vista al suelo.
Sus oídos percibieron los delicados pasos de él acercándose cada vez más. Dos fuertes manos se posaron en sus hombros y la chica levantó la cabeza encontrándose con los hermosos ojos de él. Darien no le dio tiempo a que dijera nada. Bajó su cabeza velozmente hasta atrapar los labios de ella en los suyos en un beso apasionado y voraz. Los ojos de Láctea se abrieron exageradamente y sus manos se pusieron en tensión al notar el sabor de sus labios contra los suyos. El chico apretó el cuerpo de la mujer, aprisionándolo contra su cuerpo. Ella no le contestaba el beso, pero tampoco lo rechazaba, así que decidió continuar. Sus manos descendieron por la espalda de Serena acariciando su fina piel. Cada vez ceñía con más fuerza el cuerpo de la muchacha contra el suyo e intensificaba más el beso. Los ojos de ella se fueron cerrando levemente y sus labios empezaron a abrirse aceptando a los del príncipe. Una extraña ola de calor y deseo se apoderó del cuerpo de ella y sentía que simplemente no podía hacer más que entregarse a los deseos de él. Notando la inesperada entrega de la joven, Darien introdujo su lengua sensualmente en su boca. Acariciando sutil pero arrebatadoramente la de la mujer. Un pequeño gemido de placer escapó de los labios de Serena mientras sus manos dejaban de estar inertes en el aire y pasaban a acariciar el cuello del príncipe. Motivado y excitado por el delicado gemido de ella, Darien deslizó su mano hasta la cintura de ella, masajeando su delicado talle con pasión. No sabía cómo, pero rápidamente ella se vio encerrada entre un árbol y el cuerpo apegado de él. No podía ni quería moverse. Las manos de Darien estaban posadas en su cintura y su cuerpo completamente aprisionado contra el suyo. Los labios del joven habían abandonado los de ella para explorar su largo cuello. Láctea permanecía con los ojos cerrados, incapaz de reaccionar, de pensar, sólo podía sentir el tacto de sus caricias y las mariposas revoloteando por su estomago. Las caricias de él se volvieron más y más atrevidas. Sus manos habían abandonado la cintura y ahora una acariciaba sus muslos y la otra la sujetaba por la parte baja de la espalda apretando con fuerza su talle contra el de él. La chica había dejado de acariciar su cuello y ahora entrelazaba sus dedos con el pelo azabache del príncipe mientras dejaba escapar leves suspiros. Todo su cuerpo temblaba de placer. Se sentía húmeda y febril. La mano de Darien abandonó sus muslos para encontrarse con el fruto de su entrepierna. La chica abrió los ojos sorprendida y algo confundida. Darien volvió a abarcar sus labios besándola con deseo y pasión. Comiendo sus labios entre leves y pasionales mordiscos de placer. Ella entrecerró los ojos. No podía reaccionar. Un increíble e indescriptible placer se había apoderado de ella y ahora sólo podía gemir contra los labios del chico que respiraba acalorado.
FLAS-BACK
- Buenos días- Los labios de su amado interrumpieron su sueño dulcemente.
- Buenos días Darien. - La chica sonrió al notar el cuerpo de su amor contra el suyo. Él se separó levemente quedando a unos centímetros por encima de ella, sin despegar sus ojos de su penetrante mirar. - Tengo la sensación...de salir de un sueño muy largo...
- ¿Qué clase de sueño?- Darien sonrió abiertamente a la chica.
- No lo sé...- Serena se recostó coquetamente en la cama. Su desnudo cuerpo estaba protegido por el delicado tacto de las sabanas. El se recostó a su lado quedando frente a ella. - Darien... repítemelo otra vez...
- ¿¡Otra vez!? ¡Ya van cincuenta veces! - Ella sonrió con dulzura.
- Por favor... sólo una vez...
- Vale, la última vez... Cásate conmigo Serena.
FIN FLAS-BACK
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La chica sintió como su cabeza giraba bruscamente hasta el punto de causarle un agudo dolor. Gimió con fuerza a la vez que se separaba del príncipe bruscamente. Él la miró sin comprender. La chica se llevó las manos a la cabeza y empezó a moverse de un lado al otro mientras gemía por el dolor.
- ¿Qué te ocurre?- Darien se acercó preocupado hasta ella. Láctea alzó la mirada llorosa y le observó a los ojos con complejidad.
- ¿Darien?... ¿Mi Darien?...- El chico la miró sorprendido y se acercó aún más a ella. Pero posó sus manos en los hombros de la alterada chica y bajó su rostro hasta estar a su altura. Sus ojos se encontraron y el dolor de cabeza cesó de repente. - Tu eres... mi príncipe...
Láctea perdió el conocimiento y quedó desmayada en brazos del joven que la recibió entre sorprendido y preocupado. La mujer dormía ahora calmadamente entre sus brazos.
- Deberías tener más cuidado con tus movimientos. Al despertar ella no recordará nada, pero aún así puedes provocar lesiones en su cabeza. - Darien se giró sorprendido en la dirección de esa voz.
- Aísha...
- Llámame Galaxia si lo prefieres.
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La noche eterna del universo caía sobre el palacio de Titán. Su guardiana, diosa de la destrucción, estudiaba los movimientos del enemigo con cautela. Hotaru ya tenía el aspecto de una jovencita de quince años. Su hermoso cabello negro hacía resaltar con gran belleza el púrpura intenso de sus ojos. Tenía un montón de mapas frente a ella. Mapas con las posiciones de los ataques de vampiros, mapas con las posiciones de los campos de energía maligna, mapas con mil y un datos que pudieran ser útiles a la busca de esas espeluznantes criaturas. Todos y cada uno de ellos sin lógica ni causa. Las posiciones de las energías no coincidían con ningún ataque, ni tampoco el resto de datos de hechos anormales u otros. Tampoco parecía existir una predilección en cuanto a el lugar dónde se producían dichos ataques, todos y cada uno de ellos eran diferentes entre sí. La chica observaba con cautela los dos mapas más importantes. Uno con las energías malignas dispersadas al parecer sin causa y otro con el lugar dónde se hallaron víctimas. El primer mapa estaba señalado con cruces rojas y el segundo con azules. Sus ojos púrpura buscaban una relación. Nada. Llevaba más de diez horas metida en ese despacho y aún no había encontrado nada. Se recostó sobre una silla y sopló de cansancio. Levantó la vista y miró al infinito. Miles de estrellas se formaban a su alrededor. Hotaru sonrió al ver como un grupo de estrellas parecía formar la figura de un conejito. Eso le recordó a su princesa y una sonrisa nostálgica se formó en sus labios.
- ¿Hotaru? Habla Haruka. - La imagen de la guerrera del viento se formó en el comunicador.
- Hola Haruka. ¿Qué tal amiga?
- Todo bien de momento. Mi palacio esta completamente calmo y las informaciones que me pasó Setsuna han sido poco provechosas.
- Las que he reunido yo no son más claras supongo. Aún no he logrado adivinar que se llevan entre manos.
- Mañana nos reuniremos todas para compartir información. Trae todo lo que tengas.
- Bien.
- No te canses mucho Hotaru, tienes que cuidarte.- La sonrisa de Haruka apareció bellamente en la pantalla y la joven muchacha le correspondió el gesto con otra.
- Así lo aré. -La comunicación se cortó dejando a Hotaru un poco más despejada. Devolvió la vista a las estrellas clavando sus ojos en la figura del conejito.- Princesa... ojalá pudierais ayudarnos...
Hotaru recargó su cabeza en la mesa mientras cerraba los ojos y suspiraba. Permaneció así unos minutos. Dando vueltas a mil y una cosas. De repente una idea fugaz se le vino a la mente al pensar en la figura formada en el cielo y abrió los ojos de golpe. Se levantó alterada y cogió entre sus manos los mapas que antes había estado analizando. Sus ojos se dilataron al observar las cruces rojas y azules de los dos mapas. Rápidamente cogió una trasparencia y empezó a calcar las marcas de las cruces rojas. Una vez copiadas todas puso el papel de calco encima del otro mapa.
- Oh dios mío... cómo no me di cuenta antes... este dibujo... MIERDA!
- Veo que al fin lo has descubierto, y por ello morirás. - Hotaru se giró alterada y en pose de defensa. Pero no tuvo tiempo de reaccionar. Una mujer se había abalanzado contra ella con movimientos más veloces que la luz y ahora la tenía aferrada contra su cuello. - Tienes una piel muy tersa y dulce, voy a disfrutar bebiendo tu vida.
- ¿Quién... quién eres?
- Akasha... madre de los vampiros. - La vampíra fijó su mirada en los mapas mientras apretaba con fuerza el cuerpo de la muchacha. - ¿No te parece hermoso? Todo esta saliendo a la perfección. Muy pronto el equilibrio se romperá.
- No... no podrás... aunque puedas matarme... ellas jamás.... jamás... lo permitirán...
- Tienes razón en una cosa niña.- La mujer besó con sus labios el cuello de Hotaru.- Puedo matarte.
Hotaru no pudo forcejear, ni tan siquiera contrarrestar la increíble fuerza de la mujer. No podía utilizar su cetro porqué no podía moverse e invocarlo. No podía escapar porqué su cuerpo estaba aprisionado. Simplemente pudo esperar lo inevitable. Akasha no se retrasó mucho en cumplir con su cometido y concluyó su trabajo impecablemente. Al retirarse se aseguró de recoger los mapas y destruirlos en una ferviente llama.
- La verdadera batalla ha dado inicio. Felices sueños, niña.
La noche eterna del universo caía sobre el palacio de Titán dónde el cuerpo de su guardiana, diosa de la destrucción, yacía inerte y muerto en el suelo. La primera guerrera, la más fuerte, había caído y con ella había empezado la guerra de la supervivencia, la guerra que traería el cambio.
Continuará...
Notas de la autora: Aquí llega otro capítulo. Espero que les guste y que me dejen comentarios. Quiero dar las gracias a todos aquellos que me apoyan y ayudan y a todos vosotros por leer mi fic. Gracias y hasta pronto.
Nota: Para su información el FLAS-BACK pertenece al final del manga de Sailor Moon, para aquellos que no lo han leído, o para los que quieran visualizar el momento.
"La población mundial esta completamente conmovida por la situación vívida en el centro de Tokio. Las causas son aún completamente desconocidas. Se descartan las posibilidades de bombas nucleares debido al estado de la torre de Tokio, la cual, por inexplicables razones, ha salido completamente ilesa. Las autoridades están desconcertadas y no se aventuran a hacer el balance de víctimas que esta catástrofe ha arrebatado. Sin embargo han comprobado que el misterioso suceso ha destruido toda la zona en un radio de dos kilómetros desde la torre de Tokio. Aún no nos....
- ¡Esto es increíble, absurdo! Tanta gente muerta... tantas familias rotas... es....- Mina caminaba de un lado al otro de la habitación mientras las demás observaban puntos vacíos y meditaban sobre lo ocurrido. - Este ataque masivo se ha llevado miles de vidas y nosotras no hemos hecho nada, ¡nada!. Y por si fuera poco estaríamos muertas de no ser por el escudo que se formó a nuestro alrededor justo en el momento del ataque. Láctea no has salvado, no servimos para nada. Si Serena estuviera aquí ¿que diría de esto? ¿Qué clase de guerreras salen huyendo permitiendo que miles de inocentes mueran? Si estuviera Serena esto no...
- ¡Calla de una vez!- Rei alzó la mirada y fijó sus ojos llorosos en Mina.- ¿Qué podíamos hacer nosotras? ¿De que servirá que demos nuestras vidas en vano? ¡Una vez muertas ya no podremos hacer nada!.
- Pero tampoco podemos huir de lo que pasa a nuestro alrededor Rei... Estamos aquí para proteger a los habitantes, sé que no podríamos haber hecho nada... pero huir tampoco nos servirá. Láctea no ha podido evitar esta masacre, quizá si nosotras hubiéramos estado...
- Amy... ¿qué hubiéramos hecho? Nada... si Láctea no ha podido nosotras menos. - Lita observaba a las demás completamente confundida.
- No sé si hubiéramos hecho algo... pero... siempre tienen que hacer otros el trabajo por nosotras. Cuando Serena estaba aquí también lo hacía. En las batallas siempre acababa ella haciendo el trabajo sola y nosotras o capturadas, o heridas, o con las energías agotadas, o peor, muertas! Siempre nos acaban sacando las castañas del fuego... ¡Yo ya estoy harta! Si no luchamos nosotras por nuestro planeta... ¿quién lo hará?
- Mina tiene razón chicas, la próxima vez que llegue un nuevo enemigo uniremos nuestras fuerzas y con ellas y el ánimo de nuestro corazón venceremos. - Amy fijó la mirada en Lita y Rei que se miraban poco convencidas. Finalmente ambas se alzaron decididas y juntaron sus manos en el centro.
- Y sino moriremos en el intento.
- Por qué somos guerreras del amor y la justicia.
- Por que no permitiremos que acaben con nuestro planeta.
- Pero sobretodo, porqué no permitiremos más sacrificios humanos.
- La unión hace la fuerza chicas... Serena siempre decía que si luchábamos todas juntas todo saldría bien. - Rei hablaba con suma tristeza mirando las manos unidas de todas. - Luchemos también por los ideales en los que ella cree, este donde este, seguro que esta bien y nos apoya.
- Luchemos como guerreras que somos, como las princesas de los planetas interiores. Chicas, luchemos como Sailor Scauts.
Las cuatro chicas se abrazaron con cariño. Un gran numero de momentos las unían. Charlas inagotables, momentos increíbles y brillantes, dulces tardes juntas o de compras, momentos en el instituto, regañinas y peleas, batallas, luchas inacabables, enemigos y momentos críticos. Diferentes entre sí pero unidas siempre por un propósito. Luchar por el amor y la justicia.
- Ahora las escucho chicas.
- ¿Haruka? - Las cuatro guerreros exteriores se dejaron ver en la entrada del templo.
- Estamos con ustedes.- La voz aniñada de Hotaru sonó angelical dentro del cuarto.
- Todas somos guerreras.
- Setsuna tiene razón, unamos nuestras fuerzas.
- (todas) ¡Sí!
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Sus ojos se abrieron a causa de la intromisión de un rayo de luz en la habitación. El cálido calor de la luz solar le indicó que un nuevo día había llegado. Parpadeo levemente mientras sus azuladas pupilas se acostumbraban a ella. Serena alzó levemente su cabeza observando las cortinas mecerse entre la brisa de la mañana. Sonrió satisfecha y cargada de energía. Volvió a girar su rostro entonces clavando su mirar en el pecho de su acompañante, dónde unos segundos antes estaba reposada su cabeza. Alzó un poco más la vista y se incorporó ligeramente para poder observar su rostro. Completamente sereno y tranquilo, Ayies dormía plácidamente a su lado, ajeno al comienzo del nuevo día. Las sabanas dejaban al descubierto su hermoso y atractivo torso, el cual la joven acariciaba con sus suaves manos. Ella sonrió más ampliamente besando con delicadeza una de sus mejillas. Se levantó cautelosa de no despertarle y se tapó con la bata de él. Miró una vez más al joven y luego salió por la puerta. La brisa de la mañana le dio los buenos días con una leve caricia en su rostro. Se tapó un poco más con la bata y salió al exterior. El sol había salido puntualmente al llamado de Aísha. Pudo notar la calidez de sus rayos, el suave silbato del viento y el vaivén de las aguas del lago. Cerró los ojos notando el calor de la luz en su rostro y sonrió como una niña pequeña mientras se apoyaba en la puerta del amplio balcón de madera.
- Parece que hoy será un día hermoso.- La chica se giró ligeramente. Estaba tan distraída que no había notado la presencia del príncipe tras ella.
- Así es alteza. Un día muy hermoso.- Láctea sonrió al joven dulcemente para luego devolver la vista al horizonte.
- ¿Puedo preguntarte algo? Desde que llegué me he preguntado si estamos en una especie de universo paralelo, algo así como estar en otra dimensión.
- Pues siento decirle que no es así. Estamos simplemente en una gran cueva, en las montañas de Morthack. Hace mucho tiempo, las criaturas perversas de la tierra que convivían en un planeta muerto sin vegetación ni luz, más o menos cuando el invierno glacial acabó con muchos de ellos, cavaron con ambición estas tenebrosas y peligrosas cuevas. Cavaron tan profundo como pudieron, en busca del núcleo del planeta, en busca de calor para sus mortíferos y dañados cuerpos. Nosotros nos encontramos ahora en una de esas cuevas, en la más grande de ellas en realidad.
- ¿De que criaturas hablas?
- De criaturas tan tenebrosas que ni siquiera el ser humano es conciente de su fealdad. Criaturas tan terribles y mortales para el ser humano como los vampiros de sangre pura. Sin embargo no hay por qué temerlas, la luz del sol quema sus delicadas y oscuras pieles ahora, están demasiado acostumbrados a vivir entre muros y oscuridad. Además el frío de la noche es demasiado para ellos, necesitan de mucho más calor. Es por ello que, a menos de que te internes en estas cuevas, no se corre peligro alguno de un ataque suyo. Los rumores cuentan que se alimentan de las diminutas criaturas que habitan entre las tierras más profundas. Pero no temáis, estas paredes están protegidas por un poderoso conjuro.
- Lo que aprende uno...- La muchacha sonrió ampliamente ante el comentario. - Pero estas cuevas... deben ser grandiosas ya que no se ve más allá del horizonte del lago.
- Eso también es debido a un conjuro alteza. En realidad no son tan inmensas como os pensáis. Posiblemente sus dimensiones sean de un radio de cuatro kilómetros, no más.
- Vaya... bueno... creo que esta mañana muchas dudas se han despejado de mi cabeza. Gracias preciosa.- Darien sonrió a la mujer, que sin poder evitarlo se sonrojó levemente. No fue hasta entonces que el príncipe se dio cuenta de la bata que llevaba puesta Láctea. - Esa bata...
- Ah... es que... jejeje- Láctea se sonrojó muchísimo y observó con una sonrisa nerviosa los confundidos ojos de Darien. - Bueno... esto...
- ¿Bombón?- Ambos se giraron al escuchar la voz de Ayies tras la puerta. No tardó mucho en asomar la cabeza y le resultó imposible disimular la gran sorpresa de verlos juntos. - Te estaba buscando preciosa.
- Buenos días Ayies.- El chico notó entonces el leve rubor que había en las mejillas de Serena. - Perdona por salir así... es que me apetecía sentir un poco de aire fresco.
- No importa... entremos, hace frío y mi bata no te servirá de mucho bombón, es muy delgada.- Láctea le sonrió nerviosa y miró el rostro del príncipe. No pudo describir los sentimientos que expresaban sus ojos. La chica sonrió al príncipe escondiendo su sorpresa y salió en busca de Ayies, colgándose literalmente de su brazo con una brillante y cálida sonrisa. - Tienes la piel helada... sólo a ti se te ocurren estas cosas. Vamos amor.
Darien se quedó allí, parado ante la escena. Ambos desaparecieron felices por la puerta. La chica había vuelto tremendamente mal el día anterior y sin embargo ahora parecía de lo más feliz. Sintió los celos recorrer por sus venas y no pudo contenerse de desahogar su ira en una de las columnas del porche. "Maldito seas Seiya... ¡maldito seas!".
- Parecéis enfadado alteza. - La voz seria y fría de Shin se escuchó tras él. Darien se giró molesto y clavó sus ojos en los pozos azules de él.
- No te metas en asuntos de otros Shin. - El chico sonrió malévolamente y clavó sus ojos burlones en el príncipe.
- Creo que vuestras prioridades en esta misión están un poco desordenadas alteza. No quiero ser la voz de vuestra conciencia pero enamorarse de uno de nosotros sería un error. Más teniendo ya a vuestra princesa. - Darien le miró frío en impasible.
- Mis asuntos son míos y tus deducciones banales no me afectan en absoluto. Si realmente sois conciente de vuestros deberes retirareis vuestras palabras y pediréis perdón por vuestra osadía.
- Lo lamento alteza- Shin se inclinó levemente pero conservando aún esa malévola y burlona sonrisa. - No recordaba que usabais vuestro rango con los inferiores. No quería ofenderos, simplemente le advertía. - Darien lo miró con reproche, levantando la vista con superioridad y desagrado. Shin sonrió una vez más y entró a la casa dejando atrás a un confundido y receloso príncipe.
Darien tomó asiento en las escaleras y observó el horizonte intentando calmar los miles de sentimientos contradictorios que resonaban en su mente. Láctea salió entonces y avisó al príncipe de que el desayuno estaría listo en breve. El chico fingió una sonrisa y se levanto entrando tras ella.
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- Mi señora, siento comunicarle que Eliot a muerto.
- ¿Ha sido esa maldita guerrera otra vez?
- En realidad no señora. No hemos sabido nada de la guerrera dorada desde hace casi un año. Su último ataque fue en Madrid.
- ¿Entonces quién?- Una mujer de oscura mirada y fría piel observaba a uno de sus vasallos desde su placentero sofá. Una copa de un viscoso líquido rojo bailaba entre sus dedos mientras clavaba su cruel mirar en los asustados ojos de su siervo.
- Una guerrera de ropas negras. No sabemos más. Nuestro informador nos ha dicho que Lestat se enfrontó con ella hace algún tiempo.
- ¿Lestat?- La mujer pareció pensativa unos instantes. - Llamadle ahora mismo y decidle que acuda a mi presencia.
- Sí mi señora. - El joven se inclinó sutilmente y se dispuso a salir.
- No hará falta, estoy aquí. - La mujer alzó su mirada y sonrió irritablemente.
- Lestat... pasa...- Las palabras salieron entre un susurro seductor y calmado. Sin embargo su tono cambió radicalmente al dirigirse a su vasallo.- ¡Dejadnos!
- Como ordenéis mi señora. - El hombre observó el lugar por última vez y se alejó tras el sonido de su capa al ondear contra el viento.
La mujer bebió un poco más del contenido de aquella copa sin dejar de mirar seductoramente al hombre. Sonrió seductoramente depositando la copa en una mesa de cristal a unos centímetros de ella. Parecía ser una mujer muy joven. Hermoso pelo oscuro que caía ondeante por su espalda. Ojos oscuros y cautos que le observaban con mezcla de placer y deseo. Se alzó con suavidad quedando delante de su visitante y sonrió nuevamente mientras se acercaba con pasos elegantes hasta él. Lestat no se movió en absoluto. Observaba los movimientos de la mujer con placer, siguiendo el delicado bailar de sus caderas. Los brazos de ella pasaron suavemente por detrás de su cuello, jugueteando con su pelo rubio. Se acercó coquetamente dejando su cuerpo pegado a él. La luz de las antorchas mostraban su profunda palidez, igual a la de Lestat. Piel compuesta como la fría porcelana. Suave y tersa como la más hermosa estatua.
- Tan hermosa como siempre.
- Me han comentado, querido Lestat, que ha aparecido una nueva guerrera y que tu te enfrontaste a ella.
- Sí. Sin embargo fue un encuentro muy corto.- El ceño de Lestat quedó visible.
- ¿Y puedo saber por qué no se me informó de ello?
- Supongo que se me pasó. - La mujer agarró con fuerza el pelo de él tirando salvajemente su rostro contra el de ella. Sus ojos se quedaron fijos en los de él que la observaba sin comprender.- La próxima vez, amor, que no se te pase... o tendré que utilizar mi rango para castigarte. - La mujer se avalanzó pasionalmente contra él. Sus labios rojos como la sangre encontraron los del vampiro. Sus manos seguían apretando con fuerza la cabellera rubia del hombre contra ella. Sus besos, pasionales y salvajes empezaban a dañar los labios de Lestat. Un hilo de sangre bajó por entre sus bocas. La mujer se separó sonriendo levemente y lamió seductoramente la sangre que caía por el rostro del vampiro. - Veo que te has alimentado bien... déjame que pruebe un poco de ese manjar.
- Te noto un poco violenta esta noche Akasha. - La mujer acarició con sus manos el rostro pálido de él. Rió entre carcajadas mostrando sus perfectos colmillos.
- Es eso precisamente lo que me vuelve loca... dime, ¿quieres quedarte a jugar esta noche conmigo?
- ¿Quién se negaría a pasar una velada maravillosa junto a una vampira tan fogosa?- Akasha sonrió levemente iniciando así de nuevo su juego.
- Calla entonces y bésame.
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Láctea luchaba con toda su fuerza y valía. Era increíble. El príncipe había perfeccionado mucho su forma de luchar. Sin embargo algunos de sus golpes seguían siendo previsibles, no conseguía aguardar con mirada de pocker. La muchacha observaba atenta el bello rostro del muchacho. Contraída por el esfuerzo, la faz del chico solo mostraba esa vitalidad y energía típica en él. Láctea sonrió mientras contestaba uno de sus golpes y decidió dar el punto y final al combate. Alzó su cabeza y golpeó con fuerza los abdominales de Darien. El chico ahogó un grito de dolor mientras llevaba sus manos hasta el estomago. Ella alzó nuevamente su pierna y golpeó fieramente el rostro del chico dejándolo fuera de combate. Sonrió satisfecha al ver como el joven se alzaba nuevamente en el suelo.
- Bien, ha mejorado mucho alteza!- Láctea le dirigió una sonrisa amable y cariñosa. El chico suspiró exhausto.
- Pero sigues siendo mucho mejor que yo. - Se tocó la mejilla adolorida por el golpe y noto el sabor a sangre en sus labios. Láctea sonrió y cerró los ojos como esperando algo. Rápidamente las heridas que sufría el príncipe pasaron a ella y la chica gimió un poco ante el impacto.
- Aush... que bruta soy... siento haberle dado un golpe tan fiero alteza... no era mi intención.- El chico se sorprendió al notar que el dolor había desaparecido y que un hilo de sangre bajaba por el rostro de la mujer.
- Mis heridas han pasado nuevamente a tu cuerpo... ¿por qué insistes en luchar conmigo si sabes que todo lo que me hagas irá en tu contra?- Darien vio con preocupación como la chica descendía hasta donde estaba él. Ella plegó sus alas con delicadeza y le miró directo a los ojos.
- El dolor es parte del entrenamiento alteza. No soy de cristal. No os preocupes por mí.- La chica limpió su mejilla sensualmente con una de sus manos. - No os pega ese rostro de preocupación alteza...
- Ni a ti esa magulladura en la cara... - Darien se acercó hasta ella y acarició con sus dedos la dañada mejilla. Láctea se sonrojó notablemente por el gesto. Desde hacía unos días notaba al príncipe muy atento con ella, y aquel beso por error en el bosque la había dejado muy alterada. Se sentía tan bien con él cerca. No lograba entender que era pero el príncipe lograba con su cariño que su cuerpo se estremeciera. - Eres tan hermosa... siempre lo fuiste...
Láctea se sorprendió ante lo dicho por el hombre. "Siempre lo fuiste?" Cerró sus ojos con pesadez y se separó delicadamente de la caricia. El príncipe seguía sus movimientos mientras la chica se acercaba hasta la parte trasera de la casa. Desde allí se podían oír los gritos de los demás guerreros entrenando. Darien se situó a su lado. Tras la casa había un precioso jardín decorado con una hermosa fuente. Miles de flores tropicales en las paredes y unas estanterías. Era un hermoso lugar. En un rincón había un armario cargado de armas. Lanzas, espadas, estrellas chinas, látigos y demás. Láctea buscó entre ellos sacando de sus manos una preciosa catana japonesa. Una funda negra con un hilo plateado alrededor guardaba bajo su protección el mortal filo del arma. Láctea desenfundó el arma con delicadeza frente a su rostro. El brillo de la espada iluminó sus azulados ojos. Una sonrisa confiada se dibujó en el rostro de ella.
- Creo que iré a entrenar yo sola ahora alteza. Reúnase con los guerreros y ellos seguirán con su entrenamiento. ¿Podría decirles que estaré en el bosque entrenando?
- Claro...
- Gracias alteza. - La chica se inclinó levemente y salió silenciosamente. Darien observó como su cuerpo desaparecía por la esquina.
Se sentía muy confundido. La chica parecía seguir esquivándole. Miles de dudas cruzaban su cabeza. Él había creído que estaba empezando a recuperar sus recuerdos, pero quizá no era así. Salió con paso lento del lugar. Observó en la lejanía a los tres guerreros luchando bajo el sol tardío. Sus movimientos eran fieros y veloces. Una lucha increíble se estaba dando entre ellos, perfectamente coordinados y formando preciosas figuras en el cielo. Sus ojos se desviaron para observar tras él el bosque. Sí, lo haría. Debía aclararlo todo de una vez o su corazón explotaría por la necesidad de tenerla. Miró una vez más a los chicos y corrió en dirección al bosque deseando no ser visto.
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La chica observaba paciente el viento, no con los ojos sino con el alma. Oteaba la espada en el aire con suma elegancia. Golpes artísticos, precisos y de gran belleza. Su delicado cuerpo danzaba el baile de la muerte entre los árboles y arbustos. Él la observaba embelesado. Su concentración era tal que no podía acercarse mucho más o ella notaría su presencia. El cabello de Serena trenzaba una hermosa coreografía, perfectamente sincronizada con el viento. Sus pestañas temblaban débilmente protegiendo sus cerrados ojos y sus labios pronunciaban en silencio los movimientos que hacía su espada. Lentamente el danzar se fue volviendo más rápido y atrevido, cómo si realmente tuviera un oponente delante. Uno a uno fue repitiendo los movimientos previamente ensayados a más velocidad hasta quedar completamente quieta en pose de ataque. Su rostro, aún con los ojos cerrados, estaba encarado hacía él. Darien permanecía anonado mirándola. No cabía la menor duda, era increíblemente hermosa. Las pupilas azules de él perfilaron lentamente el cuerpo de la muchacha. Un cuerpo de formas perfectas y generosas cubierto por la más fina y blanca de las pieles. Un leve rubor apareció en sus mejillas al notar la mirada que dirigía a la joven. La deseaba fervientemente. Cada uno de sus poros le pedía tocar su cremosa y dulce piel, hacerla suya como lo hizo una vez, notar el aliento de ese ángel junto al suyo una vez más, sentirla y vibrar con ella como en un pasado que compartieron. Su mirada sonrojada se volvió atrevida y osada. La quería para él. En el pasado su relación había empezado como un amor calmo, un amor infantil e inocente. Él la amaba por la bondad de su corazón, por su dulzura e inocencia. Sentía que ella era lo que necesitaba, una ninfa que despejaría su soledad y cuidaría de él. Lentamente ese amor tranquilo fue incrementando, cada vez necesitaba sentirla más cerca de él. Lo que fue cariño se convirtió en pasión, lo que fue admiración se convirtió en deseo y lo que fue dulzura en arrebato. Ya no podía verla como sólo un objeto de admiración y valía, algo tan bello y hermoso que sólo podía ser platónico. No recordaba desde cuando, posiblemente desde que la volvió a encontrar en Madrid, pero empezó a necesitar su cuerpo, su calor, su abrazo pasional y su entrega. Necesitaba oír sus placenteros gemidos en su oído, necesitaba rozar con sus manos la cremosidad de su piel, necesitaba el néctar de sus labios y el roce de su lengua, necesitaba su entrega y oír en un susurro de placer su nombre. La necesitaba enteramente, única y totalmente suya, para siempre.
La chica permanecía inmóvil analizando la situación. Sus ojos se abrieron velozmente y en movimientos rápidos y fieros se abalanzó en contra de Darien, que sumido aún en sus pensamientos no pudo reaccionar a tiempo. El filo de la catana se paró a un milímetro de su cuello. La mujer lo miró desafiante y completamente seria. Una mirada fría y penetrante luchaba contra una de sorprendida y alterada. Finalmente la mujer sonrió triunfante y con malicia.
- Espiar a una guerrera del cambio no ha sido buena idea príncipe. Deberíais ser más conciente de nuestros poderes alteza, no crea que somos simples guerreros. - La mujer alejó su arma del cuello del príncipe.- Además me permito añadir que sus reflejos no son muy buenos, le he pillado completamente desprevenido, y, de haber sido un enemigo, me temo que su real cabeza estaría ahora mismo en el suelo. - Darien la observó pasmado mientras se acariciaba un poco el cuello, allí donde el arma había estado.
- Lo lamento.- La chica sonrió levemente.- Tienes un don del calculo impresionante, has detenido la espada casi a tocar de mi cuello a una velocidad extrema.
- Son los frutos de duros entrenamientos, quizá deberíais hacer lo mismo. Os dije que fuerais junto a los otros guerreros para seguir entrenando. ¿Sufrís de amnesia alteza?- Láctea relajó su cuerpo y estiró levemente sus brazos relajándolos de la tensión a la que habían estado sometidos.
- No he querido hacerte caso.- Darien se sentó contra un árbol y apoyó la cabeza con sutileza mientras cerraba los ojos pensativo. - Quería hablar un rato contigo. - La guerrera se sorprendió ante lo dicho por el hombre y, dejando el arma con delicadeza en su funda, se acercó hasta estar arrodillada frente a él.
- ¿Ocurre algo importante alteza?
- ¿Por qué no dejas de llamarme "alteza" o "señor" o "príncipe" de una vez?
- Como guste majestad.- La chica sonrió levemente con picardía.- Decidme que os preocupa. - Darien la observó inquieto. No podía decirle que le preocupaba ¿o sí?
- No estoy preocupado, sólo quería hablar un rato. No hay mucha comunicación entre ustedes, sólo entrenamiento. - Láctea se sentó frente a él y lo miró atenta.
- Mentiroso. ¿Estáis preocupado por vuestra princesa? - Ella le observó atenta. Quería ver claramente la expresión de su rostro. Darien se la quedó mirando fijamente con una media sonrisa.
- Sí, estoy muy preocupado por ella. Esta perdida en un mar de confusiones y baga por entre sus sentimientos como una niña que sueña en qué será de mayor sin saber lo que sus decisiones comportan o causan. - Láctea lo observó sin entender. Él sonrió dulcemente. - Sólo deseo que este bien, sé que esta perfectamente de salud, pero no sabe muy bien donde está mentalmente.
- No logro seguiros alteza, habláis como si supierais algo que yo desconozco.
- Y así es.- Darien sonrió ampliamente.- La sensación de saber más que tú en algo es deliciosa. - Láctea le devolvió la sonrisa.
- Pero si desconozco los hechos no puedo aconsejaros.
- No busco consejo, sólo que alguien me escuche. - Darien se levantó de dónde estaba, ella hizo lo mismo.
- ¿Ocurre algo?- Darien se acercó levemente hasta ella y apartó un cabello de su rostro. Sentía deseos de besarla, de sentirla junto a él, pero consiguió calmarlos al ver el confundido rostro de ella.
- Nada... nada...- Darien se puso de espaldas a ella y empezó a caminar alejándose del lugar. La chica se quedó observando su espalda, sintiendo algo que no podía describir. Un miedo en su corazón al ver cómo el se alejaba de su lado. Un temor indescriptible y un vacío en su corazón.
- ¡Darien! - El chico se giró sorprendido ante la mención de su nombre. No le había dicho alteza, o majestad, o cualquier otro apodo real, simplemente le había llamado por su nombre y eso le había provocado un mar de sensaciones en su pecho. Ella lo observaba confusa. ¿Por qué había hecho eso? ¿Por qué le había llamado? Y encima por su nombre... ¿Por qué?- So... solo quiero que sepa que... que si necesita algo... ya sabe que puede contar conmigo. - Láctea estaba levemente sonrojada y había bajado la vista al suelo.
Sus oídos percibieron los delicados pasos de él acercándose cada vez más. Dos fuertes manos se posaron en sus hombros y la chica levantó la cabeza encontrándose con los hermosos ojos de él. Darien no le dio tiempo a que dijera nada. Bajó su cabeza velozmente hasta atrapar los labios de ella en los suyos en un beso apasionado y voraz. Los ojos de Láctea se abrieron exageradamente y sus manos se pusieron en tensión al notar el sabor de sus labios contra los suyos. El chico apretó el cuerpo de la mujer, aprisionándolo contra su cuerpo. Ella no le contestaba el beso, pero tampoco lo rechazaba, así que decidió continuar. Sus manos descendieron por la espalda de Serena acariciando su fina piel. Cada vez ceñía con más fuerza el cuerpo de la muchacha contra el suyo e intensificaba más el beso. Los ojos de ella se fueron cerrando levemente y sus labios empezaron a abrirse aceptando a los del príncipe. Una extraña ola de calor y deseo se apoderó del cuerpo de ella y sentía que simplemente no podía hacer más que entregarse a los deseos de él. Notando la inesperada entrega de la joven, Darien introdujo su lengua sensualmente en su boca. Acariciando sutil pero arrebatadoramente la de la mujer. Un pequeño gemido de placer escapó de los labios de Serena mientras sus manos dejaban de estar inertes en el aire y pasaban a acariciar el cuello del príncipe. Motivado y excitado por el delicado gemido de ella, Darien deslizó su mano hasta la cintura de ella, masajeando su delicado talle con pasión. No sabía cómo, pero rápidamente ella se vio encerrada entre un árbol y el cuerpo apegado de él. No podía ni quería moverse. Las manos de Darien estaban posadas en su cintura y su cuerpo completamente aprisionado contra el suyo. Los labios del joven habían abandonado los de ella para explorar su largo cuello. Láctea permanecía con los ojos cerrados, incapaz de reaccionar, de pensar, sólo podía sentir el tacto de sus caricias y las mariposas revoloteando por su estomago. Las caricias de él se volvieron más y más atrevidas. Sus manos habían abandonado la cintura y ahora una acariciaba sus muslos y la otra la sujetaba por la parte baja de la espalda apretando con fuerza su talle contra el de él. La chica había dejado de acariciar su cuello y ahora entrelazaba sus dedos con el pelo azabache del príncipe mientras dejaba escapar leves suspiros. Todo su cuerpo temblaba de placer. Se sentía húmeda y febril. La mano de Darien abandonó sus muslos para encontrarse con el fruto de su entrepierna. La chica abrió los ojos sorprendida y algo confundida. Darien volvió a abarcar sus labios besándola con deseo y pasión. Comiendo sus labios entre leves y pasionales mordiscos de placer. Ella entrecerró los ojos. No podía reaccionar. Un increíble e indescriptible placer se había apoderado de ella y ahora sólo podía gemir contra los labios del chico que respiraba acalorado.
FLAS-BACK
- Buenos días- Los labios de su amado interrumpieron su sueño dulcemente.
- Buenos días Darien. - La chica sonrió al notar el cuerpo de su amor contra el suyo. Él se separó levemente quedando a unos centímetros por encima de ella, sin despegar sus ojos de su penetrante mirar. - Tengo la sensación...de salir de un sueño muy largo...
- ¿Qué clase de sueño?- Darien sonrió abiertamente a la chica.
- No lo sé...- Serena se recostó coquetamente en la cama. Su desnudo cuerpo estaba protegido por el delicado tacto de las sabanas. El se recostó a su lado quedando frente a ella. - Darien... repítemelo otra vez...
- ¿¡Otra vez!? ¡Ya van cincuenta veces! - Ella sonrió con dulzura.
- Por favor... sólo una vez...
- Vale, la última vez... Cásate conmigo Serena.
FIN FLAS-BACK
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La chica sintió como su cabeza giraba bruscamente hasta el punto de causarle un agudo dolor. Gimió con fuerza a la vez que se separaba del príncipe bruscamente. Él la miró sin comprender. La chica se llevó las manos a la cabeza y empezó a moverse de un lado al otro mientras gemía por el dolor.
- ¿Qué te ocurre?- Darien se acercó preocupado hasta ella. Láctea alzó la mirada llorosa y le observó a los ojos con complejidad.
- ¿Darien?... ¿Mi Darien?...- El chico la miró sorprendido y se acercó aún más a ella. Pero posó sus manos en los hombros de la alterada chica y bajó su rostro hasta estar a su altura. Sus ojos se encontraron y el dolor de cabeza cesó de repente. - Tu eres... mi príncipe...
Láctea perdió el conocimiento y quedó desmayada en brazos del joven que la recibió entre sorprendido y preocupado. La mujer dormía ahora calmadamente entre sus brazos.
- Deberías tener más cuidado con tus movimientos. Al despertar ella no recordará nada, pero aún así puedes provocar lesiones en su cabeza. - Darien se giró sorprendido en la dirección de esa voz.
- Aísha...
- Llámame Galaxia si lo prefieres.
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La noche eterna del universo caía sobre el palacio de Titán. Su guardiana, diosa de la destrucción, estudiaba los movimientos del enemigo con cautela. Hotaru ya tenía el aspecto de una jovencita de quince años. Su hermoso cabello negro hacía resaltar con gran belleza el púrpura intenso de sus ojos. Tenía un montón de mapas frente a ella. Mapas con las posiciones de los ataques de vampiros, mapas con las posiciones de los campos de energía maligna, mapas con mil y un datos que pudieran ser útiles a la busca de esas espeluznantes criaturas. Todos y cada uno de ellos sin lógica ni causa. Las posiciones de las energías no coincidían con ningún ataque, ni tampoco el resto de datos de hechos anormales u otros. Tampoco parecía existir una predilección en cuanto a el lugar dónde se producían dichos ataques, todos y cada uno de ellos eran diferentes entre sí. La chica observaba con cautela los dos mapas más importantes. Uno con las energías malignas dispersadas al parecer sin causa y otro con el lugar dónde se hallaron víctimas. El primer mapa estaba señalado con cruces rojas y el segundo con azules. Sus ojos púrpura buscaban una relación. Nada. Llevaba más de diez horas metida en ese despacho y aún no había encontrado nada. Se recostó sobre una silla y sopló de cansancio. Levantó la vista y miró al infinito. Miles de estrellas se formaban a su alrededor. Hotaru sonrió al ver como un grupo de estrellas parecía formar la figura de un conejito. Eso le recordó a su princesa y una sonrisa nostálgica se formó en sus labios.
- ¿Hotaru? Habla Haruka. - La imagen de la guerrera del viento se formó en el comunicador.
- Hola Haruka. ¿Qué tal amiga?
- Todo bien de momento. Mi palacio esta completamente calmo y las informaciones que me pasó Setsuna han sido poco provechosas.
- Las que he reunido yo no son más claras supongo. Aún no he logrado adivinar que se llevan entre manos.
- Mañana nos reuniremos todas para compartir información. Trae todo lo que tengas.
- Bien.
- No te canses mucho Hotaru, tienes que cuidarte.- La sonrisa de Haruka apareció bellamente en la pantalla y la joven muchacha le correspondió el gesto con otra.
- Así lo aré. -La comunicación se cortó dejando a Hotaru un poco más despejada. Devolvió la vista a las estrellas clavando sus ojos en la figura del conejito.- Princesa... ojalá pudierais ayudarnos...
Hotaru recargó su cabeza en la mesa mientras cerraba los ojos y suspiraba. Permaneció así unos minutos. Dando vueltas a mil y una cosas. De repente una idea fugaz se le vino a la mente al pensar en la figura formada en el cielo y abrió los ojos de golpe. Se levantó alterada y cogió entre sus manos los mapas que antes había estado analizando. Sus ojos se dilataron al observar las cruces rojas y azules de los dos mapas. Rápidamente cogió una trasparencia y empezó a calcar las marcas de las cruces rojas. Una vez copiadas todas puso el papel de calco encima del otro mapa.
- Oh dios mío... cómo no me di cuenta antes... este dibujo... MIERDA!
- Veo que al fin lo has descubierto, y por ello morirás. - Hotaru se giró alterada y en pose de defensa. Pero no tuvo tiempo de reaccionar. Una mujer se había abalanzado contra ella con movimientos más veloces que la luz y ahora la tenía aferrada contra su cuello. - Tienes una piel muy tersa y dulce, voy a disfrutar bebiendo tu vida.
- ¿Quién... quién eres?
- Akasha... madre de los vampiros. - La vampíra fijó su mirada en los mapas mientras apretaba con fuerza el cuerpo de la muchacha. - ¿No te parece hermoso? Todo esta saliendo a la perfección. Muy pronto el equilibrio se romperá.
- No... no podrás... aunque puedas matarme... ellas jamás.... jamás... lo permitirán...
- Tienes razón en una cosa niña.- La mujer besó con sus labios el cuello de Hotaru.- Puedo matarte.
Hotaru no pudo forcejear, ni tan siquiera contrarrestar la increíble fuerza de la mujer. No podía utilizar su cetro porqué no podía moverse e invocarlo. No podía escapar porqué su cuerpo estaba aprisionado. Simplemente pudo esperar lo inevitable. Akasha no se retrasó mucho en cumplir con su cometido y concluyó su trabajo impecablemente. Al retirarse se aseguró de recoger los mapas y destruirlos en una ferviente llama.
- La verdadera batalla ha dado inicio. Felices sueños, niña.
La noche eterna del universo caía sobre el palacio de Titán dónde el cuerpo de su guardiana, diosa de la destrucción, yacía inerte y muerto en el suelo. La primera guerrera, la más fuerte, había caído y con ella había empezado la guerra de la supervivencia, la guerra que traería el cambio.
Continuará...
Notas de la autora: Aquí llega otro capítulo. Espero que les guste y que me dejen comentarios. Quiero dar las gracias a todos aquellos que me apoyan y ayudan y a todos vosotros por leer mi fic. Gracias y hasta pronto.
Nota: Para su información el FLAS-BACK pertenece al final del manga de Sailor Moon, para aquellos que no lo han leído, o para los que quieran visualizar el momento.
