Secretos tras una verdad escondida

La presencia de la hermosa mujer se extendía por todos los rincones del misterioso planeta. Una estrella tan cálida y suave que iluminaba los corazones de todos aquellos que la rodeaban. Sin embargo no todo lo maligno nos muestra siempre un aspecto desagradable. Bajo la más hermosa de las bellezas se puede encontrar el más terrible de los poderes, para bien o para mal. La diosa Idionés contemplaba con una impertinente sonrisa a su esperada visitante.

- Te has retrasado mucho mi querida Láctea...¿puedo preguntar que cosa tan importante ha podido retrasar tu ansiada visita?- El ceño de la guerrera estaba fruncido y sus azulados ojos cargados de desprecio e ira.- ¿Y bien?.- Láctea se alzó tras una desganada reverencia.

- ¿Acaso debo responder una pregunta tan nimia y de la cual estoy segura tu perversa cabeza ya tiene la respuesta?- Idionés amplió su hiriente sonrisa para cruzar sus brazos con interés. - no... en vez de eso te formularé otra. ¿Por qué? ¿Por qué demonios permitiste... no... provocaste la muerte de las guerreras? ¿No era mi misión, mi deber? ¿Es que no era yo quién debía acabar con sus vidas?- Láctea apretó los puños conteniendo su rabia e intensificó su penetrante mirar.

Una ráfaga de viento golpeó rápidamente el cuerpo de la guerrera que cayó desplomada en el suelo. Láctea se alzó rápidamente sintiendo como una nueva ráfaga la envolvía y la llevaba frente a la poderosa diosa. Idionés arqueó sus labios en una sonrisa de superioridad. La chica permanecía frente a ella sujeta por sus poderes. Agarró suavemente el mentón de la muchacha y le devolvió fijamente la mirada.

- No es propio de ti el cuestionarme. Ah, ah, ah... no señor... - Apretó con fuerza la barbilla de la mujer.- Recuerda cual es tu autentica misión Láctea... matar a las guerreras es un detalle sin importancia que te encomendé... pero cambié de idea... y tu sabes perfectamente por qué lo hice. Me decepcionas Láctea... te estas volviendo blanda. Incluso me atrevería a decir que estas empezando a tener corazón nuevamente... ¿O te has acostado con el príncipe por mero capricho?- Una carcajada escapó de los labios de la mujer.- No... te estas enamorando... ¡estúpida!

- ¿Qué pretendes cambiando tus planes Idionés?- La mujer soltó a la guerrera que cayó rendida a sus pies. - Creí que era tu mano derecha... tu guerrera más preciada... de verdad creí que me considerabas igual a ti.

- No iba a destrozar tu estúpida ilusión.- La mujer se sentó en su trono nuevamente sin dejar de observar el rostro serio de su subordinada.

- Me engañaste con tus vanas mentiras al decirme que yo era especial.

- La culpa de todo la tienes tú por dejarte engañar. Pero sabes que no todo es mentira, tu misión final no ha cambiado en lo absoluto. Debes matarle y lo sabes, no me importa que te duela... debes acabar con su vida, y con la de todos. El cuento que les soltaste al principio suena muy hermoso, pero la dura realidad es que debes acabar con toda vida en este miserable planeta. Solo los guerreros más fuertes deben sobrevivir.

- La ley del más fuerte...- Láctea sonrió con cinismo.- ¿Me estas diciendo entonces que tu serás la única que sobreviva? Que repugnante manera de pensar... digna de un ser egoísta, sin escrúpulos ni consideración... Digna de alguien como tú. - La mirada de la mujer se volvió fría y por un momento ofendida. Idionés borró rápidamente su expresión de enfado por una despreocupada sonrisa.

- Quizá sea así, pero tu tampoco eres trigo limpio... ¿ O debo recordarte todo lo que omitiste al relatar el origen de la vida o de la misión?- Láctea frunció aún más el entrecejo. - ¿Por qué debo escuchar las estúpidas palabras de una guerrera manchada de sangre como tú? ¿Ya sabe tu príncipe las miles de vidas que has arrebatado? ¿Son conocedores de las galaxias que hemos destruido juntas, tu y yo?

- Lo hice para el bien de la misión... esa es nuestra meta... destruir un mundo que no funciona para crear otro nuevo.- Una lágrima rodó por el rostro de la guerrera.- ¡Pero yo jamás causé dolor! Todos mis asesinatos han sido limpios... nada crueles... mis víctimas ni tan sólo notaron que iban a morir.

- Procederes distintos... es cierto... pero con el mismo fin. ¡Ahora sal de mi vista! Has cumplido con una de las partes de la misión, una de muy importante, pero aún te queda la principal.

- ¿Cómo sé que una vez acabada mi misión todo podrá volver a nacer? ¿Cómo puedo estar segura de que no me matarás a mí también y utilizarás tu poder para sembrar un reino en el cual gobiernes a tu voluntad sin tener en cuenta a nadie ni a nada?- Idionés sonrió con dulzura por primera vez.

- Por qué a pesar de todo confías en mí. Aunque tu corazón te advierta del peligro, sabes que soy quién mueve los hilos de todo y que sin obedecer mis ordenes el mundo no sobreviviría. Ahora vete ya. No quiero oír tu aniñada voz una vez más. - Láctea apretó los puños con indignación pero se dio por vencida. Se inclinó levemente y se encaminó hacia la salida.- Y Láctea...- la mencionada se giró nuevamente.- Cuida tu cuerpo... es muy importante que no te pase nada.

Un interrogante se dibujó en el rostro de la mujer antes de asentir con la cabeza y salir del lugar. Idionés suspiró tranquila y miró un rincón de la sala.

- ya puedes acercarte mi querido Leopold.

- ¿Señora?

- Esto ya esta a punto... creo que el momento que tanto esperábamos ocurrirá muy pronto. Pero debo decir que su corazón es demasiado fuerte... cada vez me cuesta más dominarla... temo que al final se revele en mi contra y pueda acabar con mis planes.

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Un atractivo joven de ojos azules contemplaba la hermosura de las calmadas aguas en todo su esplendor. Un precioso amanecer se vislumbraba ante sus ojos por primera vez en mucho tiempo, un amanecer sin fin, un amanecer provocado por magia. El día había sido agotador. Primero había tenido que afrontar las clases de concentración de un inagotable e impecable Seyia que por alguna razón esa mañana había estado más duro aún que de costumbre. Sin embargo al fin había logrado una rápida concentración con resultados más que notables, por mucho que Seiya intentará negarlo. Sin embargo sus progresos se vieron frustrados ante el nuevo reto que su sonriente maestro le había propuesto. Levitar él mismo sin el uso de sus alas... ¿cómo se hacía eso? En fin... luego siguieron las agotadoras clases de hechizos con Aísha... una hermosa mujer de atributos destacables y sabiduría sin fin. Se había visto turbado ante la idea del nuevo hechizo que ella le había propuesto, sin embargo la satisfacción fue enorme al lograr tan complicada hazaña y la chica le había sonreído orgullosa aumentando sus ganas de seguir. Por último las clases de vuelo. Shin era un excelente volador, audaz, preciso y por lo demás, veloz. Las piruetas, los giros y el tiempo escaso que él le había dado para hacerlo habían hecho de la tarde una interminable clase de vuelo. A pesar de todo, se sentía realizado y, por mucho tiempo esperado, feliz. Una sonrisa anonada se dibujó en su rostro mientras recordaba lo ocurrido la noche anterior. Un leve rubor apareció en sus mejillas y un suspiro escapó de sus labios al ver nuevamente la imagen de ese recuerdo en su mente. Con sólo cerrar los ojos y encontrar su rostro se le iba todo el cansancio y el dolor sustituyendo sus preocupaciones por un paraíso de sensaciones hermosas. Se sonrió a sí mismo ante tales pensamientos pensando que había perdido la cabeza y que quizá el nivel de cursilería y romanticismo que había adquirido con el paso de los años era extremadamente ridículo. Aún así el corazón desbordaba felicidad y a su vez preocupación. Era demasiado para él asimilar que al fin la había tenido de nuevo entre sus brazos y había temblado nuevamente bajo su ferviente abrazo, pero aún era más difícil asimilar que tan bello espectáculo tenía un paisaje de incertidumbre y desolación tras de sí. Recordó entonces a las chicas, sus amigas y confidentes. Las guerreras que protegían a Serena y que reían a su lado. Pero sobretodo bellísimas personas que por culpa de un oscuro enemigo se veían obligadas a perecer sin haber disfrutado de su juventud. La tristeza lo invadió por unos instantes formando un nudo en su varonil garganta, pero la sensación se fue tal cual llegó. Sabía que las vería nuevamente, que lo lograrían, lo sabía... lo sabía ahora más que nunca al ver que tiene a su princesa nuevamente, a su lado, como si el tiempo no hubiera pasado, como si todo no hubiera ocurrido, como si todo el dolor vivido hubiera servido solamente para recordarle lo mucho que la amaba. Cerró sus ojos en un suspiro dejando que el sueño se apoderará de él.

- Veo que os sobra tiempo para descansar alteza. - El joven alzó la vista sobresaltado encontrando una bella mujer ante su presencia. Una sonrisa escapó de sus labios.

- En realidad estoy descansado ya que mi maestra ha salido olvidando a su asombroso alumno.- La chica arqueó los labios levemente dando a entender una ligera sonrisa.- Me dijeron que estabas en Miríada...

- Sí.- La mujer se puso fría y seria de golpe.- Sin embargo no hablaré de eso, quitaos la camisa alteza.- Darien parpadeo levemente y sonrió juguetón.

- ¿Cree la señora que este es un buen momento para eso?- Láctea lo observó sarcástica agarrando su espada en la mano.

- Como gustéis, luchad con ella entonces.

Sin dar tiempo a Darien para reaccionar se alzó en vuelo y atacó con fiereza la espada de su contrincante. Él la recibió triunfante y esquivó con pericia el inesperado ataque. La mujer esbozó una confiada sonrisa para luego atacar nuevamente esta vez con mucha más ferocidad y agresividad. El sudor del atardecer caía por sus rostros mientras ambos se enzarzaban en una danza de espadas. La vieja arma de plata relucía ante el atardecer rosáceo ansiando la victoria. Su dorado contrincante brillaba como el oro más puro a su lado, reluciendo hermoso pero sin opacar la belleza de su feroz compañera. Finalmente las armas chocaron fuertemente provocando que una de ellas se deslizara lejos del amo que la había empuñado. Láctea sonrió triunfante al ver desarmado a su príncipe. Iba a dar por terminada la pelea cuando sintió que su fiel espada crecía en peso hasta serle del todo insostenible y bajando la guardia de la guerrera que no tubo tiempo de reaccionar antes de notar una puntada de pie en su estomago. Soltó su espada, ya demasiado pesada para ella y cayó de rodillas al suelo. Darien sonrió triunfante mientras se inclinaba ante un público imaginario como si fuera el dios de la creación.

- Y así perecéis ante mí, hermosa dama. Quizá el calor de un beso os devuelva la vida...- Láctea sonrió orgullosa.

- Buen hechizo, no lo esperaba... has convertido el ligero peso de mi espada y lo has multiplicado hasta hacerlo insostenible... un buen golpe sin duda... aún así...ha sido un golpe bajo, sin elegancia.- Darien sonrió levemente.

- Como digas, pero he ganado a mi maestra.

- Utilizando un conjuro... si llego a saber que se podían utilizar conjuros en MI clase... talvez la cosa habría sido distinta.- El chico se agachó a su lado sonriendo cariñosamente.

- ¿Por ejemplo?- Láctea sonrió también, sin embargo era una sonrisa picara.

- Con un conjuro simple de parálisis... con uno de fuego... o por ejemplo con un conjuro oscuro... no sé... sería fácil, demasiado fácil.- Darien la miró reprobador.

- Eso sí serían golpes bajos...

- Típicos y completamente usuales en los combates contra los malintencionados vampiros... quizá debamos empezar a aplicarlos... al fin y al cabo será eso y no otra cosa lo que os encontréis ante Akasha...

- La batalla será dura... sin duda...- Darien suspiró levemente al imaginar cuan dura sería la lucha. Sin embargo sonrió lleno de confianza al contemplar la seguridad que tenía la muchacha en sí misma. - Pero estando del mismo lado que tú no tengo absolutamente nada que temer.- Láctea abrió los ojos sorprendida y halagada. Fue entonces cuando se dio cuenta de la situación en la que se encontraban. El príncipe permanecía arrodillado frente a ella, a escasos centímetros de distancia y con las manos posadas en sus hombros. La chica enrojeció de golpe y se levantó nerviosa.

- De... debo irme... debo hablar con los chicos... y... y...- Darien sonrió ante su reacción y se acercó aún más hasta ella cogiendo ahora la fina cintura entre sus manos. Un escalofrío recorrió el cuerpo de Láctea que rápidamente recuperó la compostura. Se alzó firme y clavó una mirada fría en los ojos del muchacho. - Debo irme.

- No creo que a los chicos les importe esperar unos cuantos minutos más.- Darien se acercó sensualmente pegando su cuerpo al de ella y sintiendo como temblaba bajo el simple contacto de la piel. Láctea estaba realmente afectada y no podía hacer otra cosa que tartamudear. El príncipe amplió su sonrisa y dejando que una mano abandonase la cintura de la chica abordó con dulzura una de sus mejillas. Ahora sí que no podía pensar, el hombre tenía la varonil mano acariciando su rostro en delicados círculos mientras observaba con ojos cariñosos su sonrojada faz. La mente no le respondía y el cuerpo parecía simplemente esperar acontecimientos de forma ansiosa.

- ¡¿Láctea?!

Ambos jóvenes se separaron abruptamente al oír la voz de Ayies. Láctea sentía su rostro arder y su respiración era un tanto agitada. Se sentía muy nerviosa por la situación en la que había sido encontrada, y nada más y nada menos que por su amante, Ayies. Aún así, últimamente había estado muy molesta con él, y la verdad es que en realidad no sabía por qué. El siempre había sido un chico muy atento, dulce y cariñoso, cuidaba de ella y de todos los de la casa. Siempre se había sentido especial cuando la abrazaba, la acariciaba o la besaba. Pero no cómo cuando estaba en brazos del príncipe. Era una sensación tan extraña, tan curiosamente familiar y ambigua. Miró apenada el rostro sorprendido del guerrero para luego salir disparada en dirección a la casa, casi rozando el hombro del joven y sin decir nada. Ayies estaba paralizado. Darien observó comprensivo la reacción del muchacho y se acercó a él sumamente apenado. Sin embargo el gesto que hizo el joven no se lo hubiera esperado nunca. Ayies puso una sonrisa nostálgica y contempló su alrededor en la dirección por la cual la joven había desaparecido.

- Aún ahora sigo perdiendo ante ti.- Darien le observó confuso y apretó los puños con impotencia.

- Yo...

- No hace falta que digas nada... no puedo estar enfadado contigo, y... por supuesto no puedo estar enfadado con ella. El amor es el amor, y por mucho que quiera hacer que ella se enamore de mí en cuanto su corazón ha vuelto a ser libre te ha escogido nuevamente.

- ¿Libre?- Ayies miró al príncipe y forzó una sonrisa que no le convenció en absoluto.

- Sí... estoy completamente seguro de que el hechizo que actuaba sobre ella se ha roto. Ahora es libre de amar. - Seiya se giró sin ante un sorprendido Darien y se adentró en el bosque despidiéndose levemente con la mano.

Darien se quedó unos momentos allí, pensando en las palabras de Seiya. Era cierto que las reacciones de Láctea habían cambiado hasta el punto de poder reconocer en ella a la autentica Serena, también era cada vez más notorio que empezaba a sentir algo por él nuevamente, es más, ella le había demostrado una pasión y acumulación de sentimientos muy fuerte la noche anterior. Sin embargo no podía dejar de pensar en él "te ha escogido nuevamente". Sí, era verdad, había tenido a su hermosa princesa nuevamente entre sus brazos, pero ¿hasta dónde había llegado con Seiya?. La simple imagen mental que se formó en su cabeza fue suficiente para que se le formará un nudo en la garganta y se le acelerara el corazón. No había pensado en ello hasta ahora, pero realmente era probable que algo hubiera pasado entre ellos. Darien levantó la vista observando la ventana que daba a la habitación de ella. La luz se encendió indicando al príncipe que su doncella se había adentrado en el lugar. No lo dudó dos veces y entró a la casa con toda la intención de preguntarle a ella.

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La hermosa chica peinaba su sedosa cabellera en dos moños cuando alguien llamó a su puerta. Pensando que sería Ayies se levantó algo cohibida e intentando buscar una explicación lógica a su comportamiento, pero lo cierto es que por más vueltas que le diera le resultaba del todo imposible encontrar una explicación a lo que sentía en el fondo del corazón. Aquel sentimiento puro y limpio que había nacido en su interior de manera tan fortuita. La joven dejó entrar al visitante con un dulce e inseguro "adelante" que se escapó de sus labios temeroso. La puerta de madera empezó a ceder abriéndose ante ella. Un joven de negra cabellera y ojos azul mar entró en la habitación con la cabeza altiva. Láctea se sorprendió al reconocer en el muchacho al príncipe de la tierra y su corazón dio un salto.

- ¡¿Alteza?!- Una expresión de confusión se dibujó en su rostro dubitativo. - ¿Os puedo ayudar en algo?- Era la primera vez que el príncipe ingresaba en sus aposentos y no podía parar de pensar en la noche anterior. Tal pensamiento la hizo enrojecer furiosamente.

- Eso espero Láctea...

Darien se acercó decidido hasta ella y la estrechó entre sus brazos velozmente. La chica se sorprendió pero sin embargo no rechazó el gesto del muchacho. El príncipe se separó delicadamente y sin darle tiempo a nada besó sus labios con suavidad pero a la vez con urgencia. Láctea abrió los ojos violentamente sintiendo el calor de aquel beso arder en sus mejillas. Los labios del joven apretaban los suyos sensualmente entreabriéndose en pequeñas bocanadas de aire. Darien notó como el beso no era correspondido al principio, más lentamente la mujer se fue entregando a él. Ahora podía sentir los brazos de ella en su cuello y la urgencia palpitando en sus labios. La estrechó posesivamente contra su cuerpo haciendo de la boca de ella su fuente de respiración. Los labios danzaban entre cálidas caricias, sus lenguas exploraban el rincón placentero que guardaban sus bocas, sus brazos exploraban la figura de su compañero y sus cuerpos se apretaban buscando el placer de la cercanía. El joven príncipe no pudo contenerse más y separándose bruscamente de ella la cogió entre sus brazos llevándola veloz hasta la cama dónde la recostó secamente tumbándose luego encima. Sus labios se perdieron en el terso cuello de Láctea saboreando el delicado placer de su fina piel. Los débiles gemidos de ella le incitaban a seguir con las caricias dando rienda suelta a su deseo de explorar sus partes más intimas. Sus dedos juguetearon con el cuerpo extremadamente sensible de ella acariciando cada palmo de su sedosa y blanca piel. Su boca se resistía a abandonar el cuello de la muchacha, aún así fue deslizando los labios por la delicada clavícula y la parte superior de los pechos. Láctea estaba cada vez más excitada ante las sutiles y a la vez provocadoras caricias de él y dejó escapar inconscientemente el nombre del chico. Darien sonrió. Sus labios abandonaron por un momento el cuerpo de ella y subió al mismo nivel hasta tener sus ojos a la altura de la muchacha. El rostro de Láctea estaba sofocado y sonrojado, el de él también.

- Me siento en la cima del mundo en estos momentos... al hacerte mía... al sentir que me correspondes de forma tan viva... al ser el único que puede saborear el sabor de tus besos y el placer de tu sensual figura...- Darien besó cortadamente los labios de la sofocada chica.- Dime que jamás otro hombre a ocupado este lugar... dime que nadie te ha hecho nunca tan suya como yo te aré ahora o como lo hice ayer noche...- La mujer le miró confusa y seria.- Dime que me amas... por favor... - Láctea miró sus ojos con seriedad y todo el calor y el sonrojo de los anteriores minutos desapareció dejando simplemente una fría mirada que sorprendió al príncipe. Láctea quiso despojarse de él pero las firmes manos del príncipe tomaron las suyas apresándola bajo su cuerpo. Darien agarró las muñecas de la sorprendida joven y las subió sobre su cabeza sujetándolas con una sola mano mientras la otra buscaba la cadera de la muchacha y levantaba sensualmente su camisón de seda blanco. Sus manos buscaron el placer de ella provocando que la faz de la chica se tornara nuevamente en el reflejo de la lujuria. Darien se acercó más hasta el rostro de ella tapando sus gemidos con besos urgentes.- Dímelo...- Sus palabras entrecortadas hicieron efecto en la muchacha que forcejeó nuevamente aún renunciando al placer de sus caricias. El príncipe aumentó su fuerza y besó salvajemente los labios de ella. Láctea luchaba cada vez más por salir pero el deseo de continuar era insoportable y el placer de sus caricias la desbordaban.

- Suéltame... por favor...- La voz de la muchacha no sonó para nada a suplica, parecía más bien algo pronunciado en contra de su voluntad. Darien pensó en detenerse unos instantes pero el hecho de que ella siguiera respondiendo a sus besos aún después de pronunciar esas palabras hizo que cambiara de idea e hiciera todo lo contrario. Sujetando con fuerza a la mujer volvió a satisfacer sus más profundos deseos, la hizo suya, esta vez de forma casi salvaje. El deseo de sentirla suya y la total entrega del cuerpo de ella hicieron que por primera vez en su vida se permitiera satisfacer sus más íntimos deseos sexuales con su cuerpo. Jugueteando con sus partes más sensibles, saboreando sus partes más íntimas, penetrando en su cuerpo de manera insultante y voraz. Fue a su vez una sensación placentera, liberadora y exquisitamente única.

Láctea permanecía agotada a su lado, completamente embriagada por la situación vivida en esos últimos minutos. El cuerpo de su amante reposaba encima del suyo absolutamente descansado. El peso del chico caía sensualmente sobre su figura casi cortando la respiración de la muchacha, que aún permanecía algo acelerada por el acalorado momento.

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- Vamos Serena llegamos tarde...

- ¡Ya voy!- Un torbellino rubio descendió por las escaleras de su casa hasta llegar a la planta baja donde la esperaba un joven de cabellera negra. Él esbozó una sonrisa al verla corriendo apurada en dirección a su persona.- Lo lamento, es que Luna no llegaba y no sabía a quien pedir consejo para mi vestimenta.

- ¿Le pides consejo a Luna?- La chica sonrió inocentemente

- En casos importantes sí. ¿Crees que voy bien?- Serena volteó coqueta para que su novio pudiera contemplar el atuendo que vestía.

Un hermoso vestido de color amarillo pálido cubría su cuerpo. De tiras muy finas y escote sensual bajaba caprichosamente por su figura. El vestido parecía atraído por el torso de la muchacha aferrándose dulcemente hasta la cintura, luego se destensaba dulcemente acabando en un precioso vuelo que ella lució al girar su cuerpo en una vuelta entera. Su media melena estaba levemente adornada con dos orquillas a cada lado del mismo color que el vestido y en forma de una estrella de cinco puntas. Los ojos azules de Serena resaltaban aún más bajo el natural maquillaje y sus finos labios brillaban bajo el efecto de un nuevo pintalabios. La muchacha le miró expectante.

- Te ves hermosa, como siempre. - Serena sonrió ampliamente.

- Tú también luces de ensueño.

- ¿Pues a que estamos esperando?- Darien tomó cariñosamente la mano de la chica y besó sus labios con dulzura.- La noche aguarda.- La muchacha le abrazó efusivamente.

- Te amo.

- Y yo a ti.

Los dos jóvenes abordaron el deportivo rojo y salieron en dirección a un restaurante en la ciudad. La música sonaba en la radio y el viento acariciaba las mejillas de ambos. Serena se sentía en una nube. Aún así su rostro se ensombreció levemente y miró disimuladamente a su acompañante. El corazón le decía que el momento estaba cercano y que dentro de unos días tendría que irse. Contempló entonces su mano. Un anillo relucía brillante en su dedo provocando una melancólica sonrisa en la muchacha. Hacía un par de noches Darien le había pedido matrimonio y ella asintió al instante, es más, casi se desmaya de la emoción. Tras un sí, besó a su ahora prometido y acarició su melena con cariño. Él había sido muy atento y romántico y aún en la mañana le hizo repetir una vez más si realmente la quería como su esposa. Serena devolvió la vista a su amado y contempló sus bellas facciones iluminadas por la tenue luz de la carretera.

- ¿Ocurre algo amor?- Darien mencionó esas dulces palabras sin dejar de contemplar la carretera. Serena se sobresaltó y negó rápidamente con la cabeza.

- En realidad no... Darien...

- ¿Umm...?

- Esta noche quiero que sea especial... muy especial... quiero recordarla el resto de mi vida. - Darien dejó de contemplar la carretera unos momentos para observar el rostro entristecido de ella y por alguna razón se sintió inseguro de las palabras de su amada. Aún así quiso borrar sus miedos y contempló con una sonrisa a la muchacha.

- Todas las noches a tu lado son inolvidables para mí.- Serena sonrió dulcemente borrando por un instante sus preocupaciones. Esa noche se olvidaría del destino que la esperaba, de los secretos que aquel sueño le habían revelado. Esa noche simplemente sería Serena Tsukino, y Darien sería simplemente Darien Chiva. Serían una pareja normal celebrando un día muy especial.

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Láctea se levantó sudorosa y alterada. Sentía que la cabeza le iba a explotar y que miles de agujas cruzaban sus pensamientos dañando cada uno de los tejidos cerebrales. Llevó sus manos hasta la altura del pecho y estrechó la sabana con fuerza conteniendo los rápidos y fuertes latidos de su corazón. Al fin logró calmar un poco el dolor y empezó a respirar con normalidad. Miró al lado opuesto de la cama y se sonrojó furiosamente.

- ¿Qué he soñado? ¿Por qué nunca me acuerdo de estos sueños?- Láctea apartó un poco los mechones que caían por el rostro de su alteza. - Algo me dice que tu tienes la respuesta.

Un fuerte mareo se apoderó de la mujer que tuvo que salir corriendo en dirección al baño. La muchacha acabó apoyada en la tapa del lavabo sofocada y expulsando, hablando lo más educadamente posible, todo lo que había comido en el día. Láctea se separo tras varios minutos y miró asqueada el lavabo. Unas fuertes nauseas volvieron a ella. ¿Qué había comido? Fuera lo que fuera no tenía muy buen aspecto ahora. Se incorporó suavemente y se mojó los labios y el rostro con suavidad. "¿Qué me está pasando?"

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El día se había puesto complicado y rayos y truenos surcaban los cielos de todo Tokio. Aísha observaba atónita los extraños hechos e intentaba analizar de donde provenía tanta energía negativa. Una presencia a su espalda la distrajo un momento.

- ¿Este es el cielo que hay en Tokio?

- No sólo en Tokio Shin... me temo que en todo el mundo. A partir de ahora el cielo de la tierra debe reproducirse aquí... para nosotros es de noche, pero para los terrestres son apenas las cuatro de la tarde.

- Tenemos que avisar a Láctea.- Aísha le contempló agresiva.

- Láctea esta acostada al lado de su alteza, es mejor no molestar. - Una expresión dura e irritada se dibujó en el rostro del muchacho.

- Maldita sea, al final lo ha conseguid. Maldito principito de tres al cuarto.

- A ti lo que te molesta es que ella no este en tu cama Shin. - El chico aumentó su mirada de desprecio.

- ¿Que sabrás tu? No tienes idea de quién soy ni que quiero de Láctea. - Aísha sonrió perversamente.

- En eso me temo que tienes razón, eres el único de todos nosotros del cual desconozco su pasado.

- Mis motivos tengo Aísha, al igual que tú tienes los tuyos por permitir que ahora el príncipe pueda acercarse a ella.

- Láctea ya ha cumplido parte de la misión. Ahora puede hacer lo que quiera con su vida.

- ¿Y que pasa con Ayies?

- Él tendrá que sufrir su perdida, y ella también.

- Su amor ha sido un plan perverso por parte de Idionés, siempre ha jugado con nosotros.

- No del todo, Ayies ama a Láctea, y ella siente un cariño enorme hacia él. Idionés simplemente ha forzado acontecimientos. - Aísha sonrió cínicamente.- Y gracias a ello quizá el mundo tenga un final digno. - Shin quiso abandonar el tema y se lo hizo ver a ella con un gesto.

- ¿Crees que este cielo tiene alguna razón de ser?

- Oscuridad... me temo que con este tiempo los rayos del sol no penetran y por lo tanto las criaturas de la oscuridad pueden salir... al menos las más fuertes.

- ¿Pero que aremos entonces?

- Me temo que sólo podemos esperar.

- Eso no nos lo podemos permitir.

Una voz desconocida por ambos sonó en el lugar y los dos guerreros se pusieron rápidamente a la defensiva. Una figura oscura apareció ante ellos haciéndose cada vez más clara. Un hombre de alta estatura, ojos verdes de un fiero salvaje y atractivo, una cabellera castaña larga y sedosa, piel tersa y morena, fina como la porcelana. Un hombre joven, sin duda, pero sumamente atractivo.

- ¿Quién eres tú y por qué noto en ti tanto poder oscuro humano?

- Por qué una vez no lo fui.

Continuará...

Comentarios de la autora: primero de todo quería pedir perdón por el retraso y lo corto del capitulo, pero es que se me murió el ordenador y no me lo han arreglado hasta hace un par de días. Tenía el fic ya comenzado pero era imposible continuarlo por qué la placa base de mi ordenador estaba muerta. Hasta que no me han devuelto el ordenador que no he podido recuperar mis datos. Siento la tardanza, de verdad. Un beso y espero ansiosa sus reviews.