** Capítulo 2: Predicciones y otros cuentos **

      La profesora Trelawny durante las vacaciones en que visitaba a su primo en Sudáfrica sufrió un pequeño accidente, se cayó de su escoba. Lo que no pasaba de ser un incidente más o menos normal en la existencia de una bruja o mago, pasó a ser de lo más curioso por cuanto, desde que se golpeó en la cabeza, comenzó a hacer predicciones de lo más acertadas.

     Al principio lo tomaron como una broma, pero después que encontró a un niño que se cayó en un pozo y estuvo desaparecido medio día, y evitó después que se volcara una canoa que se fue por el brazo del río en que había hipopótamos, dejaron de reírse.

     Dentro de esa "buena racha", la profesora habló con Dumbledore y le contó que tuvo repetitivas visiones acerca de un enorme poder que se levantaba en el sur, y tras el cual andaban los mortífagos para usarlo en su beneficio. Un niño, un valle, unas ruinas, la marca tenebrosa... algo así era. La descripción del niño era muy vaga, pero Sybill describía bastante bien el valle, y parecía que el poder al que ella se refería también era de conocimiento de Dumbledore, por lo que había decidido enviar a varios aurores a investigar los posibles lugares de ese acontecimiento.

     Pero ningún investigador lograba encontrar el lugar.

     El profesor Snape tampoco tuvo mejor suerte, y eso sin contar con que tuvo a Moody gritando maldiciones en sus oídos la mayor parte del tiempo. ¿Dónde estaba ese valle y ese niño? El tiempo se acortaba antes de que lo encontraran los mortífagos.

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UNA METRÓPOLI LEJANA...

     Sebastián fue a ver si tenía carta a la lista de correos. Le había explicado muchas veces a su madre que era mucho más fácil poner un correo electrónico, pero ella le miró como si estuviese loco. ¡A veces era tan anticuada! Cuando atravesó el parque, sintió otra vez esa sensación de ser observado por alguien. Se sentó y miró inquisitivo a su alrededor, pero había demasiada gente a su alrededor, y bastante rara por cierto, como para distinguir bien de qué le advertían sus instintos. Así que decidió continuar.  Retiró la carta y se alejó con rapidez, entrando a un mall y concentrándose en despistar a quien quiera que fuese. Se rió de su absurda paranoia, pero igual se escondió en la caja de las escaleras, y se dio vuelta el polerón por el revés. Mostrando otro color, tal como hacían los delincuentes para despistar. Empezaba a llover y eso era estupendo en ese momento.

     La madre de Sebastián se había marchado hacía varios meses, dejando solo al muchacho. No era la primera vez que ocurría, sino que era así desde que él tenía como 9 años. Claro, antes la seguía  a todas partes sin preguntar. Pero luego el asunto dejó de divertirle, no cuando no puedes ir a la escuela, o tener tiempo para hacer amigos porque ya te estás yendo de ahí. En principio no fue así, y se ausentaba un par de día o un par de semanas cuando mucho. Fue cuando el niño comprendió que más le valía el ser autosuficiente y hacer dinero por sí mismo. Ahora, era él quien enviaba a veces dinero a su madre y no al revés. Pero nunca había estado tanto tiempo lejos, 8 meses, y se le hacía raro. Mentir era la segunda parte de eso. Dar excusas por su ausencia, y por vivir solo en un pequeño departamento de un ambiente, que él mismo pagaba. Curiosamente, fueron muchas menos preguntas de lo que pensó. La gente ya no se preocupaba por la otra, como antes.

      La carta era imperativa. "Reúnete conmigo en tal parte, ¡ahora!". Sebastián dudó, tendría que abandonar sus negocios. Pero la conocía lo suficiente para saber que era urgente y no podía desobedecerla esta vez, ya había tenido una gran pelea con ella cuando se fue la última vez y el chico se negó rotundamente a ir con ella. Esta vez tenía que acudir.

     Salió una hora más tarde de la ciudad.

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EN UNA MINÚSCULA CIUDAD...

      Sebastián estaba muy preocupado, su madre no estaba donde se suponía que estaría.  Encontró una pensión, donde en un cuarto se encontraban sus pertenencias, pero nadie sabía de ella desde hacía 3 días. Pero ¿y la carta?. ¿Por qué lo había citado si estaría afuera?. Le daba mala espina. Su madre era astuta, pero tenía la cabeza llena de sueños locos e imposibles, lleno de quimeras.

      La culpa la tenía su abuelo, que cuando niña le había llenado la cabeza de historias y leyendas de fábula, su abuelo era un "Buscador de Tesoros". ¡Ja! Si el vejete nunca encontró un doblón en su vida, lo más cerca que estuvo fue encontrando balas, trozos podridos de uniformes de soldados, y, uy sí, creo que un sable herrumbroso. Había vivido contando cuentos y vendiendo falsificaciones a turistas. En una cosa tenía razón el viejo, el que no habla, no come. Así que el vejete se defendía champurreando inglés, francés, un poco de alemán y creo que hasta un par de frases básicas en japonés. ¿Si no cómo iba a venderle las 'auténticas antigüedades' a los turistas?. Su madre había heredado esta extraña afición familiar a buscar tesoros perdidos.

      Afortunadamente, él no se tragaba el cuento. No perseguía "Entierros", como se les conocía comúnmente. Ya que lo de "Buscador de Tesoros" era un eufemismo para denominar a los Ladrones de Tumbas, o Huaqueros. No, para él eso no corría. Sin embargo, esa obsesión consumió la vida de su abuelo, de un tío, y ahora la de su madre.

      Registró los papeles de su madre buscando una dirección, un teléfono o algo. Después de los cajones, siguió buscando debajo del colchón y cualquier escondite que la mente de su madre hubiera pensado. Detrás de un espejo encontró un mapa. ¡Qué típico!, pensó. Su madre había visto demasiadas películas. ¿Una trampa para turistas? ¿O un caza-bobos que adquirió su madre? Era una copia, lo podía decir al verlo. No le sorprendió demasiado ver a la vuelta del mapa un mensaje para él. "Búscame aquí." Se sentó sobre la cama y empezó a pensar. ¿Era una broma?, quién sabe. ¿Era su cumpleaños?, no. ¿Era una tentativa de hacerlo morder el bichito de la búsqueda?, tal vez. ¿Iba a ir?, mmmm. ¿Sería un entierro de oro o de plata... a cómo estaba el gramo de oro?

A VARIOS KILÓMETROS DE LA CIUDAD....

      De todas las cosas idiotas que había hecho en su vida... Uh, pensemos un momento. ¡¡Esta era  la primera cosa idiota que había hecho en su vida!! Atascado en medio de la nada, de un desierto mejor dicho. Con ni un alma a la vista. Gracias, mamá, muchas gracias. Perdió el último transporte de vuelta, por estar buscando señales de su madre. Sin contar con que se había alejado un par de kilómetros del circuito turístico, y le advirtieron en el pueblo que no lo hiciera. Muy pronto oscurecería.

      ¿Y esas luces? ¿Serían excursionistas?. Por un momento a su mente acudió la noticia de los diarios acerca de extraños rituales satánicos en la zona, animales muertos, marcas incomprensibles en el suelo, luces verdes en los cerros. Nah. Era sólo que el paisaje desértico, con sus caprichosas formas erosionadas por el viento, y los cambios de temperatura por lo que era famoso el Valle de la Luna, en este momento, con las sombras alargadas por la posición del sol se le hacía algo tenebroso. Escuchó un tañido amortiguado como el de una campana, y su curiosidad le llevó en esa dirección, alejándose de las luces. Encontró unas especies de chozas circulares semienterradas por la arena, parecían las ruinas de un poblado muy antiguo. Sebastián extrajo el mapa y miró a los alrededores, sí por aquí...

      El chico se agachó, y movido por una gran curiosidad excavó en la equis.

      Escarbó en la arena tibia aún por el sol usando las manos, y sus dedos rozaron algo duro. Lo sacó y vio algo así como un cuero grande de animal, asegurado por correas de cuero algo más oscuros, pero también irregulares como el envoltorio. Se sintió como un pirata de las películas, pero esto no lucía como un cofre, sino más bien como un pergamino. ¿Era esto uno de esos tontos juegos de 'la búsqueda del tesoro', en que te llevaban de una pista a otra? Bueno, ya estaba allí. Suspiró y lo abrió. Estaba escrito en un idioma desconocido, y definitivamente, no lucía como otro mapa como creyó al principio.  Lo que más le llamó la atención fue que al abrir el pergamino cayeron sobre su regazo una especie de plumas de color blanco y una  ¿garra? . Pasó los dedos por la arrugada superficie como de cartón piedra, preguntándose si sería auténticamente viejo, y por cuánto lo podría vender a un coleccionista.

      Fue entonces que todo ocurrió. Oyó un grito: - ¡NOOOOOOOOOO!. Instintivamente se encogió sobre sí mismo. En unos segundos se desencadenó un infierno sobre su cabeza, gritos, rayos de colores, ¿cohetes voladores de artificio?. ¡Qué diablos!, ¿estaba en la zona de fuego de un festival pirotécnico? No había pasado por alto ninguna advertencia. Carreras. Forcejeos en la oscuridad, maldiciones ahogadas.

      Esto no iba con él. Se preparó a correr. Alguien recitaba en voz alta algo que no entendía. ¿Sería uno de esos espectáculos de representación de los indios en que escenificaban ciertas ceremonias antiguas? Se irguió, y salió como un resorte. No llegó lejos, algo muy pesado cayó sobre él, hundiendo su rostro en tierra, sobre el pergamino. Sintió un agudo dolor en la mano izquierda, donde apretaba las plumas y la especie de garra.

       Una gran luz blanca. Alguien cantaba acompasadamente con una especie de cosa que hacía ruido como guijarros. Gritó, pero nada salió de su garganta.

       "Estoy delirando", pensó, cuando vio una cosa en el aire sobre él. Le pareció un ojo de vidrio azul que lo miraba fijamente. Dios, lo de venderlo era una broma, sólo lo iba a entregar al museo, en serio...

      Oscuridad.

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Continuará...

Por si acaso, este chico llegará a Hogwarts a revolver las cosas.

Ahora bien, ¿podría alguien dejarme un review DE VERDAD?. Amenazas, críticas, bombas, flores, cualquier cosa. Ejem... excepto virus.

Lo del 'Post' me ha dado risa, pero ya es ridículo...

Gracias a cualquiera que lea esto.

*Agregué varias cosas a este capítulo, ¡gracias por sus comentarios!, me despejaron el bloqueo de este capi =)