Capitulo dedicado a Maeda Malfoy: Mi primer review
Capitulo VII: Los volcanes de Sien
Al día siguiente Cadmus nos despertó para que nos fuéramos preparando para nuestro siguiente viaje y nos preguntó que si alguno de nosotros sabía lo que le había ocurrido a Hathor ya que él no le quiso decir nada, pero ninguno de nosotros a pesar de saber perfectamente lo sucedido se atrevió a responderle.
Cadmus se retiró de nuestra habitación algo decepcionado al ver que ninguno de nosotros respondió a su pregunta no sin antes decirnos que teníamos que estar al medio día en las puertas de Woche para seguir con nuestro viaje, al retirarse todos comenzamos a vestirnos y a empacar nuestras cosas con rapidez ya que solo faltaban dos horas para el medio día, al terminar de vestirme me dirigí con presura a la casa de Mariell para verla por ultima vez pero al llegar pude ver que no se encontraba nadie en esa casa es más casi todo el pueblo estaba vacío ya que se encontraban en las puertas de Woche para despedir nuevamente a su rey.
Me dirigí velozmente a las puertas de Woche ya que casi era medio día y efectivamente, todo el pueblo se encontraba en espera de su rey que todavía no llegaba ni siquiera todos mis demás compañeros a excepción del que menos quería ver: Hathor.
Noté que Hathor tenía un moretón en la cara provocado por el puñetazo que le di aquella noche, hice que Bringen se dirigiera hacía él y tratando de disimular que no pasó nada, tomé de su hombro y le dije: - Hola Hathor, ¿tu también estas esperando a los demás?-. De una manera agresiva Hathor retiró mi mano de su hombro y me dijo con un tono intimidador -No me toques y durante el resto del viaje no quiero que me vuelvas a dirigir la palabra-. Así que no tuve más remedio que callarme y esperar en un incomodo silencio la llegada de los demás.
Una vez que nos reunimos todos, se abrieron las puertas de Woche e hicimos que nuestros caballos trotaran hacia el exterior, me encontraba ya saliendo cuando a lo lejos pude oír la voz de Mariell que gritaba desesperadamente para que nos detuviéramos ya que los guardias no la dejaban pasar, al ver esto me di la vuelta y le di la señal a los guardias para que la dejaran pasar, ella corrió hacia a mi y exhausta por la carrera me dijo: - Cuídate mucho y no hagas ninguna tontería ya que esperaré con ansia tu regreso-. Yo esperaba algún beso de despedida o algo por el estilo sin embargo no obtuve nada. Luego corrió hacia Hathor gritándole para que se detuviera, este lo hizo pero no volteó en ningún momento, al alcanzarlo Mariell con lágrimas en los ojos le dijo algo, no me fue posible saber lo que dijo pero creo que se estaba disculpando esto me hizo sentir una punzada en el corazón ya que pude notar que ella todavía quería a Hathor, pero él en vez de detenerse y consolarla siguió su camino y la dejó llorando en aquel lugar.
Nuestro recorrido hacia los volcanes de Sein fue breve pues llegamos al anochecer, era un paisaje desolador y totalmente sombrío, eran cinco enormes volcanes que ha pesar de su antigüedad todavía seguían activos, las extensas nubes de azufre impedían ver el cielo, no había ninguna señal de vida, a excepción de restos de construcciones que alguna vez fueron cuna de una gran civilización. Intrigado por aquellos olvidados restos le pregunté a Cadmus si sabía algo sobre la historia de esté solitario lugar, él me dijo que estas ruinas alguna vez pertenecieron a un gran reino, el reino de Bastet y que este al ver que los demás reinos se aliaron contra él convocó terribles criaturas para destruir cualquier reino sin embargo nunca pensó que estos monstruos empezaran por destruir el suyo y que despues de mil años esto es todo lo que queda de aquella magnifica ciudad.
El camino era molesto para nuestros caballos ya que todo el terreno era desigual, Hefesto se detuvo enfrente de aquellos imponentes volcanes, volteo a vernos y señalando al más pequeño de ellos dijo: - Meer se encuentra en aquella dirección, nuestros caballos ya no podrán continuar con nosotros, ya que ellos no podrían pasar por ahí, es mejor que los dejemos aquí -.
Nunca me había separado de Bringen pero aunque no quisiera esta vez era necesario ya que de hacer lo contrario él seguramente moriría.. -No se preocupen ellos encontrarán el camino de regreso -. Añadió Cadmus al ver que ninguno de nosotros se disponía a dejar a su compañero.
Así que cada uno tomó sus cosas y despidiéndonos de nuestro respectivo caballo, nos dirigimos hacia aquel volcán, a causa del agobiante calor tuve que quitarme mi armadura pues sentía que está me asfixiaba, cuanto más nos acercábamos a aquella montaña de fuego más era el calor que sentía, nos tapamos la boca con un trozo de tela para evitar intoxicarnos con aquellos mortíferos gases, al llegar a la cima completamente exhaustos Hefesto nos indicó que ahora teníamos que bajar aquel volcán.
- Y no pudimos mejor rodear el volcán en vez de hacernos pasar por todo esto -. Exclamó Drakkar exhausto y molesto por tan pesada marcha.
- Imposible -. Contestó Heimdall; - En aquel lugar es dónde se encuentran todas las hordas de Bastet, seria un suicidio pasar por ahí, aunque este es el camino más largo es el más seguro -.
Así que sin otra alternativa continuamos nuestra marcha, fue más fácil el bajar aquel volcán ya que la gravedad nos ayudaba. Bajamos de ese volcán en pocos minutos pero no descansamos, al contrario seguimos y no nos detuvimos hasta llegar a una enorme cueva de un tono verdoso producto del color de sus rocas mismas rocas que se encuentran en los jardines de Nicht y que nunca le creí a Drakkar que provenían de este lugar, volteé a verlo al ver que lo que él me había dicho era cierto y él leyendo mi pensamiento y con una sonrisa en el rostro me preguntó: -¿Ahora ya puedes creerme?-. Yo simplemente le sonreí y volteé a ver de nuevo a aquella enorme cueva, era tan grande que tenía que alzar la vista para verla completamente y en la entrada había unos jeroglíficos que no pude descifrar a pesar de tener ciertos conocimientos acerca de eso.
- Está es la cueva maldita de Bastet quien ose entrar, tendrá que enfrentarse al eternamente condenado hechicero.- Leyó Cadmus sin esfuerzo alguno.
Al oír estás advertencias sentí un escalofrío que recorrió toda mi espalda, nunca había sentido tanto miedo en mi vida, sin embargo por el juramento que le hice a mi gente era mi deber entrar a aquella asoladora cueva.
- Así que eso decía... -. Dijo Hefesto frotándose la barbilla; - No se preocupen, Heimdall y yo hemos pasado cientos de veces por aquí y nunca hemos visto nada extraño -.
Las palabras de Hefesto nos hizo sentir mas seguros y ya sin temor alguno entramos a la cueva pero al entrar Hathor que era el ultimo de nosotros se derribó la entrada de la cueva y todo oscureció repentinamente y a los pocos minutos sin haber ninguna luz cerca del lugar se iluminó todo, ya no nos encontrábamos en aquella cueva sino en otro lugar completamente diferente, frente a nosotros se encontraba un ejercitó de unos treinta mil soldados todos ellos con armadura negras, este se dirigía a donde estabamos y detrás de ese gran ejercito se podía avistar un enorme reino seguramente mas grande que Nicht y Woche juntas.
Al ver que ese enorme ejercito se dirigía a nuestro encuentro dimos la vuelta para huir y para nuestro asombro había un ejercito todavía mayor al antes mencionado, estos tenían una armadura plateada y se acercaban cabalgando a toda velocidad al lugar donde nos encontrábamos.
-¡¡Maldita sea!!- Grito Hathor; - Nos encontramos en medio de una batalla -.
Cadmus preocupado pero sin mostrarlo en ningún momento exclamó: - No hay otra alternativa tendremos que pelear -.
- Pero, de que lado -. Preguntó Drakkar mientras veía como ambos bandos se acercaban rápidamente.
- De ninguno-. Contesto Cadmus al instante; - Pelearemos por nuestras vidas -. Añadió.
Todos desenvainamos nuestras armas esperando nuestro evidente fin, Heimdall y Hathor se encontraban muy nerviosos eso se podía observar en sus ojos sin embargo lo disimulaban muy bien, Cadmus no paraba de sudar, Drakkar tenía su espada en mano y no dejaba de mirar un instante al ejercito de la armadura negra a donde pensaba atacar, yo por mi parte me dediqué a observar al ejercito de la armadura plateada, era enorme y seguramente ganaría la contienda, al frente de ellos se podían observar numerosos estandartes entre los cuales pude distinguir el de Nicht, cosa que me pareció muy rara ya que yo nunca estuve enterado de alguna batalla, su líder montaba en un majestuoso caballo blanco, llevaba en la mano derecha su espada y en la izquierda además de su escudo tenia una caja, su rostro me parecía muy familiar pero no conseguí recordar de quien se trataba, después volteé a ver al otro ejercito que en realidad era grande pero no tanto como el otro, sin embargo eso no parecía importarles ya que no vacilaban en su carrera, aquí solo podía distinguir un solo estandarte pero debido a la distancia no alcancé a ver bien su símbolo, su líder ya era un anciano, carecía de armadura y su vestimenta era en su totalidad gris llevaba consigo un bastón el cual levantó mientras se acercaba y lo apunto hacia su enemigo, al hacer esto del bastón comenzó a salir fuego en abundancia y se dirigía directamente hacia nosotros, al ver que aquellas llamas se dirigían hacia nosotros solo acertamos en protegernos con nuestros escudos, cerré los ojos y esperé mi muerte pero despues de varios segundos que note que no pasaba nada abrí los ojos y vi como el fuego me estaba atravesando sin embargo yo no sentía dolor alguno, volteé a ver a mis compañeros y vi que se encontraban en la misma situación, esto solo podía significar una cosa está solo era una ilusión y fue en ese momento cuando recordé el rostro de aquella persona que había visto, era el mismo rey que esta impreso en las paredes del comedor y en los jardines de Nicht y aquella caja que sostenía era el objeto que nunca había sido capaz de distinguir y por lógica deduje que su oponente era Bastet el gran hechicero.
Justo cuando empezaba a entender todo, el lugar de nuevo ensombreció y nuevamente a los pocos minutos se ilumino ya no estabamos en aquel campo de batalla sino estabamos de vuelta en la cueva pero esta vez ya no estabamos solos, a lo lejos pude ver la silueta de un hombre, nos acercamos para ver de quien se trataba y para nuestra sorpresa descubrimos que era Bastet, este se encontraba gritando ciertas palabras que eran irreconocibles para mi, al terminar de decir todas estas palabras levantó su bastón y de este empezó a brotar un humo color azul que invadió toda la cueva, al disiparse ya no solo se podía ver una silueta sino miles, eran aquellos monstruos que Bastet había convocado y frente a él se encontraba una criatura que jamás había visto era enorme, Heimdall era un enano comparándolo con este monstruo, era de color marrón, tenía enormes músculos y grandes alas, su cuerpo estaba lleno de escamas, no tenia manos sino garras y su cabeza era parecida a la de un águila pero con un pico mas largo, este enorme ser levantó su brazo y lo dejo caer con toda su fuerza sobre Bastet pero antes de que golpeará a su objetivo todo se detuvo, todo a excepción de nosotros y del hechicero que para nuestro asombró volteó a vernos y dijo: - Esto es a lo que estoy condenado a vivir eternamente, sin embargo no será nada comparado con lo que les haré por entrar a mis dominios -. Levantó su bastón y antes de que nos atacara Cadmus Grito:
- Espera, nosotros venimos a derrotar a aquellas criaturas que te asesinaron -.
- ¡Ja!, Ustedes y que ejercito- Le contesto de manera sarcástica.
- El de los tres últimos reinos de la tierra -.
- Así que ya solo quedan tres eh, y si yo les perdonara la vida creen que serían capaces de acabar con aquellas bestias -.
- No puedo asegurar nada, lo unico que puedo decirte es que sería la ultima ofensiva humana y si esta es derrotada entonces ya no habrá mas esperanzas -.
- Creen poder hacerlo sin la caja de Braucht -.
Ninguno de nosotros sabía a que se refería, ni siquiera Cadmus el más sabio de nosotros, Bastet viendo nuestra ignorancia dijo:
- Tu mejor que nadie debes saber de que se trata Arkantos -. Todos voltearon a verme pero yo no sabía de que me hablaba.
-¿Recuerdas al rey que lideraba al ejercito plateado?-.
- Sí -. Le contesté; - Pero él que tiene que ver con aquella caja -. Al decir eso recordé que ese noble llevaba en la mano izquierda una pequeña caja.
- Veo que ya lo recordaste- Exclamo Bastet al ver mi expresión; - Pues esa caja les será de gran utilidad durante la batalla, el unico problema es que se encuentra donde todas mis criaturas se reúnen, es decir a lado de este volcán -.
- Es una trampa- Grito Hefesto; Pero yo le interrumpí - No, es cierto nos será de gran ayuda créanle -.
- Esta bien iremos hacia allá pero despues de visitar al oráculo -. Indicó Cadmus
- Muy bien yo les diré donde esta aquella caja pero antes tienen que prometer que matarán a aquella criatura que me asesino, es la única manera de librarme de esta maldición -.
Nadie se atrevió a responder más que yo: - Esta bien lo haremos -; Cadmus volteó a verme y me preguntó que si estaba seguro de lo que hacía, yo le dije que sí para tranquilizarlo, pero la realidad es que yo no me encontraba seguro pero tenía una gran corazonada respecto a esto.
- Está bien pueden marcharse pero creo que ya se les hizo tarde -. Les dijo Bastet.
-¿Cómo?- Pregunto Cadmus; - Apenas hemos estado aquí algunas horas -.
-Eso es lo que tu crees Cadmus, el tiempo aquí transcurre de manera diferente-. Contesto Bastet.
-Entonces dime cuanto tiempo ha pasado-.
-Desde que entraron a esta cueva han pasado dos lunas-
-Eso es imposible, con este retraso no podremos volver a nuestras ciudades a tiempo-.
-No se preocupen como gratitud por la ayuda que me van a brindar con mi magia los llevare a Meer-.
Alzó de nueva cuenta su bastón y diciendo algunas palabras apareció un humo de color verde que nos fue rodeando poco a poco hasta que ya no pudimos ver más allá de él, comenzó a dar vueltas alrededor de nosotros por un breve instante y luego de la nada se detuvo, una vez que se disipó el humo pudimos ver que frente a nosotros se encontraba el reino de Meer.
Capitulo VII: Los volcanes de Sien
Al día siguiente Cadmus nos despertó para que nos fuéramos preparando para nuestro siguiente viaje y nos preguntó que si alguno de nosotros sabía lo que le había ocurrido a Hathor ya que él no le quiso decir nada, pero ninguno de nosotros a pesar de saber perfectamente lo sucedido se atrevió a responderle.
Cadmus se retiró de nuestra habitación algo decepcionado al ver que ninguno de nosotros respondió a su pregunta no sin antes decirnos que teníamos que estar al medio día en las puertas de Woche para seguir con nuestro viaje, al retirarse todos comenzamos a vestirnos y a empacar nuestras cosas con rapidez ya que solo faltaban dos horas para el medio día, al terminar de vestirme me dirigí con presura a la casa de Mariell para verla por ultima vez pero al llegar pude ver que no se encontraba nadie en esa casa es más casi todo el pueblo estaba vacío ya que se encontraban en las puertas de Woche para despedir nuevamente a su rey.
Me dirigí velozmente a las puertas de Woche ya que casi era medio día y efectivamente, todo el pueblo se encontraba en espera de su rey que todavía no llegaba ni siquiera todos mis demás compañeros a excepción del que menos quería ver: Hathor.
Noté que Hathor tenía un moretón en la cara provocado por el puñetazo que le di aquella noche, hice que Bringen se dirigiera hacía él y tratando de disimular que no pasó nada, tomé de su hombro y le dije: - Hola Hathor, ¿tu también estas esperando a los demás?-. De una manera agresiva Hathor retiró mi mano de su hombro y me dijo con un tono intimidador -No me toques y durante el resto del viaje no quiero que me vuelvas a dirigir la palabra-. Así que no tuve más remedio que callarme y esperar en un incomodo silencio la llegada de los demás.
Una vez que nos reunimos todos, se abrieron las puertas de Woche e hicimos que nuestros caballos trotaran hacia el exterior, me encontraba ya saliendo cuando a lo lejos pude oír la voz de Mariell que gritaba desesperadamente para que nos detuviéramos ya que los guardias no la dejaban pasar, al ver esto me di la vuelta y le di la señal a los guardias para que la dejaran pasar, ella corrió hacia a mi y exhausta por la carrera me dijo: - Cuídate mucho y no hagas ninguna tontería ya que esperaré con ansia tu regreso-. Yo esperaba algún beso de despedida o algo por el estilo sin embargo no obtuve nada. Luego corrió hacia Hathor gritándole para que se detuviera, este lo hizo pero no volteó en ningún momento, al alcanzarlo Mariell con lágrimas en los ojos le dijo algo, no me fue posible saber lo que dijo pero creo que se estaba disculpando esto me hizo sentir una punzada en el corazón ya que pude notar que ella todavía quería a Hathor, pero él en vez de detenerse y consolarla siguió su camino y la dejó llorando en aquel lugar.
Nuestro recorrido hacia los volcanes de Sein fue breve pues llegamos al anochecer, era un paisaje desolador y totalmente sombrío, eran cinco enormes volcanes que ha pesar de su antigüedad todavía seguían activos, las extensas nubes de azufre impedían ver el cielo, no había ninguna señal de vida, a excepción de restos de construcciones que alguna vez fueron cuna de una gran civilización. Intrigado por aquellos olvidados restos le pregunté a Cadmus si sabía algo sobre la historia de esté solitario lugar, él me dijo que estas ruinas alguna vez pertenecieron a un gran reino, el reino de Bastet y que este al ver que los demás reinos se aliaron contra él convocó terribles criaturas para destruir cualquier reino sin embargo nunca pensó que estos monstruos empezaran por destruir el suyo y que despues de mil años esto es todo lo que queda de aquella magnifica ciudad.
El camino era molesto para nuestros caballos ya que todo el terreno era desigual, Hefesto se detuvo enfrente de aquellos imponentes volcanes, volteo a vernos y señalando al más pequeño de ellos dijo: - Meer se encuentra en aquella dirección, nuestros caballos ya no podrán continuar con nosotros, ya que ellos no podrían pasar por ahí, es mejor que los dejemos aquí -.
Nunca me había separado de Bringen pero aunque no quisiera esta vez era necesario ya que de hacer lo contrario él seguramente moriría.. -No se preocupen ellos encontrarán el camino de regreso -. Añadió Cadmus al ver que ninguno de nosotros se disponía a dejar a su compañero.
Así que cada uno tomó sus cosas y despidiéndonos de nuestro respectivo caballo, nos dirigimos hacia aquel volcán, a causa del agobiante calor tuve que quitarme mi armadura pues sentía que está me asfixiaba, cuanto más nos acercábamos a aquella montaña de fuego más era el calor que sentía, nos tapamos la boca con un trozo de tela para evitar intoxicarnos con aquellos mortíferos gases, al llegar a la cima completamente exhaustos Hefesto nos indicó que ahora teníamos que bajar aquel volcán.
- Y no pudimos mejor rodear el volcán en vez de hacernos pasar por todo esto -. Exclamó Drakkar exhausto y molesto por tan pesada marcha.
- Imposible -. Contestó Heimdall; - En aquel lugar es dónde se encuentran todas las hordas de Bastet, seria un suicidio pasar por ahí, aunque este es el camino más largo es el más seguro -.
Así que sin otra alternativa continuamos nuestra marcha, fue más fácil el bajar aquel volcán ya que la gravedad nos ayudaba. Bajamos de ese volcán en pocos minutos pero no descansamos, al contrario seguimos y no nos detuvimos hasta llegar a una enorme cueva de un tono verdoso producto del color de sus rocas mismas rocas que se encuentran en los jardines de Nicht y que nunca le creí a Drakkar que provenían de este lugar, volteé a verlo al ver que lo que él me había dicho era cierto y él leyendo mi pensamiento y con una sonrisa en el rostro me preguntó: -¿Ahora ya puedes creerme?-. Yo simplemente le sonreí y volteé a ver de nuevo a aquella enorme cueva, era tan grande que tenía que alzar la vista para verla completamente y en la entrada había unos jeroglíficos que no pude descifrar a pesar de tener ciertos conocimientos acerca de eso.
- Está es la cueva maldita de Bastet quien ose entrar, tendrá que enfrentarse al eternamente condenado hechicero.- Leyó Cadmus sin esfuerzo alguno.
Al oír estás advertencias sentí un escalofrío que recorrió toda mi espalda, nunca había sentido tanto miedo en mi vida, sin embargo por el juramento que le hice a mi gente era mi deber entrar a aquella asoladora cueva.
- Así que eso decía... -. Dijo Hefesto frotándose la barbilla; - No se preocupen, Heimdall y yo hemos pasado cientos de veces por aquí y nunca hemos visto nada extraño -.
Las palabras de Hefesto nos hizo sentir mas seguros y ya sin temor alguno entramos a la cueva pero al entrar Hathor que era el ultimo de nosotros se derribó la entrada de la cueva y todo oscureció repentinamente y a los pocos minutos sin haber ninguna luz cerca del lugar se iluminó todo, ya no nos encontrábamos en aquella cueva sino en otro lugar completamente diferente, frente a nosotros se encontraba un ejercitó de unos treinta mil soldados todos ellos con armadura negras, este se dirigía a donde estabamos y detrás de ese gran ejercito se podía avistar un enorme reino seguramente mas grande que Nicht y Woche juntas.
Al ver que ese enorme ejercito se dirigía a nuestro encuentro dimos la vuelta para huir y para nuestro asombro había un ejercito todavía mayor al antes mencionado, estos tenían una armadura plateada y se acercaban cabalgando a toda velocidad al lugar donde nos encontrábamos.
-¡¡Maldita sea!!- Grito Hathor; - Nos encontramos en medio de una batalla -.
Cadmus preocupado pero sin mostrarlo en ningún momento exclamó: - No hay otra alternativa tendremos que pelear -.
- Pero, de que lado -. Preguntó Drakkar mientras veía como ambos bandos se acercaban rápidamente.
- De ninguno-. Contesto Cadmus al instante; - Pelearemos por nuestras vidas -. Añadió.
Todos desenvainamos nuestras armas esperando nuestro evidente fin, Heimdall y Hathor se encontraban muy nerviosos eso se podía observar en sus ojos sin embargo lo disimulaban muy bien, Cadmus no paraba de sudar, Drakkar tenía su espada en mano y no dejaba de mirar un instante al ejercito de la armadura negra a donde pensaba atacar, yo por mi parte me dediqué a observar al ejercito de la armadura plateada, era enorme y seguramente ganaría la contienda, al frente de ellos se podían observar numerosos estandartes entre los cuales pude distinguir el de Nicht, cosa que me pareció muy rara ya que yo nunca estuve enterado de alguna batalla, su líder montaba en un majestuoso caballo blanco, llevaba en la mano derecha su espada y en la izquierda además de su escudo tenia una caja, su rostro me parecía muy familiar pero no conseguí recordar de quien se trataba, después volteé a ver al otro ejercito que en realidad era grande pero no tanto como el otro, sin embargo eso no parecía importarles ya que no vacilaban en su carrera, aquí solo podía distinguir un solo estandarte pero debido a la distancia no alcancé a ver bien su símbolo, su líder ya era un anciano, carecía de armadura y su vestimenta era en su totalidad gris llevaba consigo un bastón el cual levantó mientras se acercaba y lo apunto hacia su enemigo, al hacer esto del bastón comenzó a salir fuego en abundancia y se dirigía directamente hacia nosotros, al ver que aquellas llamas se dirigían hacia nosotros solo acertamos en protegernos con nuestros escudos, cerré los ojos y esperé mi muerte pero despues de varios segundos que note que no pasaba nada abrí los ojos y vi como el fuego me estaba atravesando sin embargo yo no sentía dolor alguno, volteé a ver a mis compañeros y vi que se encontraban en la misma situación, esto solo podía significar una cosa está solo era una ilusión y fue en ese momento cuando recordé el rostro de aquella persona que había visto, era el mismo rey que esta impreso en las paredes del comedor y en los jardines de Nicht y aquella caja que sostenía era el objeto que nunca había sido capaz de distinguir y por lógica deduje que su oponente era Bastet el gran hechicero.
Justo cuando empezaba a entender todo, el lugar de nuevo ensombreció y nuevamente a los pocos minutos se ilumino ya no estabamos en aquel campo de batalla sino estabamos de vuelta en la cueva pero esta vez ya no estabamos solos, a lo lejos pude ver la silueta de un hombre, nos acercamos para ver de quien se trataba y para nuestra sorpresa descubrimos que era Bastet, este se encontraba gritando ciertas palabras que eran irreconocibles para mi, al terminar de decir todas estas palabras levantó su bastón y de este empezó a brotar un humo color azul que invadió toda la cueva, al disiparse ya no solo se podía ver una silueta sino miles, eran aquellos monstruos que Bastet había convocado y frente a él se encontraba una criatura que jamás había visto era enorme, Heimdall era un enano comparándolo con este monstruo, era de color marrón, tenía enormes músculos y grandes alas, su cuerpo estaba lleno de escamas, no tenia manos sino garras y su cabeza era parecida a la de un águila pero con un pico mas largo, este enorme ser levantó su brazo y lo dejo caer con toda su fuerza sobre Bastet pero antes de que golpeará a su objetivo todo se detuvo, todo a excepción de nosotros y del hechicero que para nuestro asombró volteó a vernos y dijo: - Esto es a lo que estoy condenado a vivir eternamente, sin embargo no será nada comparado con lo que les haré por entrar a mis dominios -. Levantó su bastón y antes de que nos atacara Cadmus Grito:
- Espera, nosotros venimos a derrotar a aquellas criaturas que te asesinaron -.
- ¡Ja!, Ustedes y que ejercito- Le contesto de manera sarcástica.
- El de los tres últimos reinos de la tierra -.
- Así que ya solo quedan tres eh, y si yo les perdonara la vida creen que serían capaces de acabar con aquellas bestias -.
- No puedo asegurar nada, lo unico que puedo decirte es que sería la ultima ofensiva humana y si esta es derrotada entonces ya no habrá mas esperanzas -.
- Creen poder hacerlo sin la caja de Braucht -.
Ninguno de nosotros sabía a que se refería, ni siquiera Cadmus el más sabio de nosotros, Bastet viendo nuestra ignorancia dijo:
- Tu mejor que nadie debes saber de que se trata Arkantos -. Todos voltearon a verme pero yo no sabía de que me hablaba.
-¿Recuerdas al rey que lideraba al ejercito plateado?-.
- Sí -. Le contesté; - Pero él que tiene que ver con aquella caja -. Al decir eso recordé que ese noble llevaba en la mano izquierda una pequeña caja.
- Veo que ya lo recordaste- Exclamo Bastet al ver mi expresión; - Pues esa caja les será de gran utilidad durante la batalla, el unico problema es que se encuentra donde todas mis criaturas se reúnen, es decir a lado de este volcán -.
- Es una trampa- Grito Hefesto; Pero yo le interrumpí - No, es cierto nos será de gran ayuda créanle -.
- Esta bien iremos hacia allá pero despues de visitar al oráculo -. Indicó Cadmus
- Muy bien yo les diré donde esta aquella caja pero antes tienen que prometer que matarán a aquella criatura que me asesino, es la única manera de librarme de esta maldición -.
Nadie se atrevió a responder más que yo: - Esta bien lo haremos -; Cadmus volteó a verme y me preguntó que si estaba seguro de lo que hacía, yo le dije que sí para tranquilizarlo, pero la realidad es que yo no me encontraba seguro pero tenía una gran corazonada respecto a esto.
- Está bien pueden marcharse pero creo que ya se les hizo tarde -. Les dijo Bastet.
-¿Cómo?- Pregunto Cadmus; - Apenas hemos estado aquí algunas horas -.
-Eso es lo que tu crees Cadmus, el tiempo aquí transcurre de manera diferente-. Contesto Bastet.
-Entonces dime cuanto tiempo ha pasado-.
-Desde que entraron a esta cueva han pasado dos lunas-
-Eso es imposible, con este retraso no podremos volver a nuestras ciudades a tiempo-.
-No se preocupen como gratitud por la ayuda que me van a brindar con mi magia los llevare a Meer-.
Alzó de nueva cuenta su bastón y diciendo algunas palabras apareció un humo de color verde que nos fue rodeando poco a poco hasta que ya no pudimos ver más allá de él, comenzó a dar vueltas alrededor de nosotros por un breve instante y luego de la nada se detuvo, una vez que se disipó el humo pudimos ver que frente a nosotros se encontraba el reino de Meer.
