Capitulo VIII: Un encuentro familiar

Después de nuestros grandes esfuerzos por fin nos encontrábamos en Meer, una tierra cubierta de nieve y singular por la bravura de sus soldados, sin embargo sus defensas me decepcionaron ya que estaban construidas de madera sin el mas mínimo pedazo de metal y su muralla no sobrepasaba los tres metros, creo que es increíble que este reino allá soportado innumerables ataques y con estas defensas siga todavía en pie, pero eso no me importaba por ahora, lo único que quería ver de aquella tierra era a una persona en especial: Mi madre.

La ultima vez que la vi fue cuando tenia doce años y fue muy difícil para mí separarme de ella para unirme a la milicia, de ahí en adelante solo obtenía noticias de ella cada vez que uno de mis hermanos se unía al ejercito, la ultima noticia que obtuve de ella fue de Balder y me dijo que se iba a mudar con unos parientes en Meer para no quedarse sola.

Así que les dije a los demás que despues los alcanzaría para ir a descansar pero por ahora debía de visitar a alguien que no había visto en mucho tiempo, me preguntaron de quien se trataba pero me negué a decirles y una vez que todos se marcharon emprendí la búsqueda de mi madre a todos los que veía les hacia la misma pregunta: -Disculpe, de casualidad usted conoce a Nemea hija de Nidhogg -. Pero todos me decían lo mismo, que jamás en sus vidas habían oído tal nombre, estaba ya dándome por vencido cuando pude ver a lo lejos a unos niños jugando, me acerque a ellos y sonriendo les pregunté si la conocían pero ninguno la conocía a excepción de uno. -Yo si la conozco es una anciana muy agradable y vive a seis casas de aquí -.

Le agradecí al niño su información y me dirigí rápidamente hacia aquélla vieja casa, toqué la puerta una vez y no hubo respuesta, la toque de nueva cuenta y a los pocos minutos salió una mujer ya de avanzada edad que sin duda no era mi madre, me dijo que ya tenía tiempo sin recibir visitas y me preguntó que se me ofrecía, le dije a aquella agradable anciana que si aquí vivía Nemea hija de Nidhogg entonces su rostro dejó de sonreír y me preguntó que quien la buscaba yo, ansioso por ver a mi madre le dije que su hijo Arkantos estaba en Meer para visitarla.

Aquella anciana sonrío de nuevo y se hizo a un lado dándome el paso para que yo entrará - Bienvenido a Meer sobrino, tengo que hablar contigo así que pasa por favor-.

No podía creerlo me había llamado sobrino, a decir verdad yo no sabía que tuviera mas familia viva a parte de mi madre y Balder, entre a su casa y me ofreció asiento el cual acepté con gusto ya que estaba muy cansado.

- Soy Finch, tu tía, es un placer conocerte Arkantos -. Me dijo.

-El placer es mío tía-. Le contesté y le di una reverencia.

-Debes estar hambriento Arkantos déjame ofrecerte algo de comer-.

Desesperado ya por ver a mi madre le contesté lo mas cortésmente posible: -Gracias tía acabo de comer, lo único por lo que he venido es a visitar a mi madre -.

En ese momento su rostro entristeció, recargo su mano sobre mi hombro y con una voz apagada me dijo: - Sobrino, lamento decirte que tu madre falleció el mes pasado -.

Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, no podía creer lo que oía, tenía ocho años sin ver a mi madre y ahora nunca la iba a volver a ver, me levanté repentinamente de mi lugar para dirigirme hacia el cementerio estaba a punto de salir cuando mi tía me detuvo: -¡Espera!-, tomó unas rosas del florero de la entrada y me las dio -Es mejor que lleves esto contigo -.

Sin perder más tiempo corrí hacia el cementerio, no sé porque corrí supongo que para desahogarme, tenía tantas cosas en la cabeza; las puertas del cementerio estaban cerradas pero no me importó, de una patada rompí la cadena y las puertas se abrieron, el lugar estaba completamente cubierto por la nieve solo se podían observar algunas tumbas ya que las demás estaban cubiertas por la nieve pero eso no me iba a detener a buscar aquella tumba así que comencé a retirar la nieve tumba por tumba pero fue inútil eran demasiadas para mi, frustrado por no poder encontrarla me dejé caer de rodillas al suelo y comencé a golpearlo hasta que un repentino y extraño presentimiento me hizo voltear a mis espaldas, era muy extraño era la única tumba que no tenia ni una pizca de nieve alrededor de ella, me acerqué para leer lo que estaba inscrito en aquella tumba y esta decía así: "Aquí yace Nemea hija de Nidhogg, gran esposa, madre y hermana, te recordaremos con cariño por siempre Nemea".

Puse las rosas que me dio mi tía Finch sobré la lápida y comencé a platicar con ella, le dije todo lo que le quise decir a lo largo de ocho años, también le dije que la extrañaba y que me hubiera gustado verla por lo menos una vez más.

Después de pasar varias horas junto a la tumba de mi madre, me retiré para luego ir a la casa de mi tía Finch.

- Lamento haberte dicho lo de tu madre pero era necesario -. Me dijo.

- Fue muy difícil pero hiciste lo debido -. Le respondí; - Me gustaría pasar más tiempo contigo tía pero es hora de retirarme ya que mis compañeros se encuentran esperándome -.

- Como tu desees, pero antes debo darte los objetos que tu madre consiguió para ti y todos tus hermanos -.

A juzgar por lo que dijo mi tía no estaba enterada de la muerte de todos mis hermanos a excepción de Balder pero preferí no decírselo.

Un telescopio para ti -.

No podía creer que mi madre supiera cuanto me gustaba observar las estrellas todas las noches aunque desde que entre a la milicia solo he tenido la oportunidad de contemplarlas una que otra vez.

Luego me dio el regalo de mis demás hermanos pero no tiene caso mencionarlos más que el regalo de Balder que era un libro pero esté tenia todas sus hojas en blanco y era para que escribiese lo que él quisiera ya que Balder es un gran aficionado a la escritura, dice que cuando acabe esta guerra hará un libro escribiendo todas sus memorias.

Le agradecí a la tía Finch los detalles y recordé que Hefesto me estaba esperando en su casa ya que él me ofreció su hogar para que yo fuese a dormir ahí, solo había un problema: No tenia ni la menor idea de donde vivía así que no tuve más opción que preguntarle a mi tía.

- Vaya, como eres despistado muchacho -. Exclamó lanzando una carcajada; - Claro que sé donde vive Hefesto en Meer es un guerrero muy conocido y querido, solo tienes que seguir este camino y es la ultima casa antes de llegar al castillo del reino-.

Una vez más le agradecí a mi tía Finch sus atenciones y me dirigí hacia la casa de Hefesto, el camino no contaba con ningún tipo de iluminación, creo que esa es la razón por la que no vi a ninguna persona fuera de sus casas, el frío era espantoso y para intentar calentarme aunque fuera un poco comencé a frotar mis manos, el camino al hogar de Hefesto fue bastante corto sin embargo a mi me pareció que tardé una eternidad y al encontrarme frente a la ultima casa del camino, comencé a tocar con muy poca fuerza ya que estaba totalmente entumecido por el frió y una joven muy linda de cabello castaño y muy blanca, me abrió la puerta.

-Disculpe creo que me equivoqué de casa-. Le dije; -Estoy buscando la casa de Hefesto, de casualidad ¿sabe usted donde es, señorita?-.

-No, no te equivocaste aquí es-. Respondió no de mal humor sino como si esa pregunta ya se la hubieran hecho varias veces; -Mucho gusto soy Guenever la esposa de Hefesto-.

-Espo... ¡¿Esposaa?! -. Simplemente no cabía en mi cabeza que Hefesto pudiera estar casado.

Ella no pudo contener su risa y levantando la mirada hacia el cielo dijo: -Si aunque no lo creas, soy su esposa-.

-¿Que pasa aquí?-. Salió Hefesto en mi auxilio ya que no sabía que decir.

Guenever al ver a su esposo, le dio un ligero eso y le dijo: - Te vienen a buscar Hefesto-.

Hefesto al verme me presentó con Guenever y me hizo pasar a su casa, que era más reconfortante de lo que parecía.

-Ya era hora de que te dejaras ver Arkantos-. Exclamó Drakkar que se encontraba bebiendo cerveza junto a Heimdall.

La noche pasó rápido estuvimos platicando y bromeando pero debido al cansancio pronto los ánimos fueron bajando hasta que todos quedamos dormidos bajo el cálido techo de aquella casa.