Capitulo IX: La piedra de Demetia
Me encuentro en los volcanes de Sien, no se como llegué aquí, delante de mi esta Bastet el hechicero y suponiendo que él me trajo a este lugar le pregunté: -¿qué hago aquí?, ¿qué quiere de mí?-.
Sin embargo él no respondió a mi pregunta en vez de eso alzo su mano y señalo algo que estaba a una gran distancia de aquí ya que no lo podía ver con claridad, me acerqué corriendo al lugar de los hechos y para mi sorpresa la criatura que había matado a Bastet se encontraba luchando con mis compañeros.
Al ver esto me dirigí a ayudar a mis compañeros con rapidez pero no alcancé a llegar ya que mis piernas se fueron haciendo cada vez más pesada hasta que ya no las pude mover, mire hacia abajo para ver cual era el problema y vi sorprendido que mis piernas se habían vuelto de piedra. - Esto solo puede ser obra de Bastet- Pensé, volteé a verlo y con furia le grite: - Déjame ir no ves que me necesitan -.
Pero él movió la cabeza en signo de negación
- No que querías que acabáramos con aquel monstruo, debí suponer que era una trampa -. Le dije mientras intentaba liberarme en vano.
- Usa la caja -.Fue la única respuesta que obtuve a cambio.
Mientras tanto Drakkar había caído muerto producto del fuerte puñetazo que le proporcionó aquella bestia y casi al mismo tiempo aquel monstruo tomó una flecha de Drakkar y con está atravesó a Hathor, al observar esto le grité a Bastet con desesperación que me dejara ir pero él repitió lo mismo:
- Usa la caja -.
-¿Cual caja?, Maldita sea -.
Bastet sonrío y de nuevo sin decir nada señaló a mis pies; Esto era muy raro ya que no la había visto antes pero no me detuve para pensarlo y la tomé e intenté abrirla pero está estaba muy bien cerrada y por más esfuerzos que hice en abrirla no lo logré, luego desenvainé mi espada y la dejé caer con toda mi fuerza sobre la caja pero esta permaneció intacta.
Hefesto fue el siguiente en caer este fue atravesado por sus enormes garras, entonces ya furioso al no ser capaz de ayudarlos, arrojé la caja y le lancé mi espada a Bastet para acabar con él pero cuando mi espada dio con Bastet, el solo se esfumó, pero esto me sirvió de mucho ya que mis piernas volvieron a la normalidad, tomé mi espada y con coraje me dirigí a matar a aquel monstruo, esté al ver que me acercaba lanzó contra la pared a Cadmus y a Heimdall y se dirigió a mi encuentro cuándo esa Criatura se encontraba a una distancia considerable de mí le descargué mi espada con toda mi furia pero ese monstruo la detuvo con una de sus garras sin el mayor esfuerzo, para después lanzarme un zarpazo que conseguí esquivar sino me hubiera matado sin embargo consiguió destrozar mi armadura y herirme en el pecho, grité de dolor ya que este era insoportable fue cuando... desperté
Agitado todavía por aquella terrible pesadilla, volteé a verificar si todos se encontraban con vida y efectivamente lo estaban pero en esos momentos se encontraban dormidos a excepción de Heimdall.
- ¿Tuviste un mal sueño?-. Me preguntó.
-S... siii, pero preferiría no contártelo -.Le dije; - ¿Que haces levantado tan temprano?-.
- Pues voy por el regalo de bodas de Hefesto, que no había tenido oportunidad de dárselo, ¿gustas acompañarme? -.
- Claro , pero dudo mucho que encuentres algo abierto a estas horas -.Le dije de modo sarcástico.
- Yo no voy a comprar nada, yo voy por algo que el dinero no puede comprar -.
- Esta bien iré -. Me cambié de ropa para acompañar a Heimdall y mientras lo hacía sentí un gran dolor en el pecho y baje la mirada para ver de que se trataba, no podía creerlo era la herida que me había hecho en mis sueños aquella criatura, pero entonces ¿todo lo que viví era más que un sueño?; No le conté mi anécdota a Heimdall por miedo a que fuera a reírse de mí así que solo me dispuse a salir de la casa con él.
Fuera de la casa el frío era insoportable era tanto que casi no podía moverme pero Heimdall actuaba como si no lo sintiera, Heimdall al verme me dio una especie de fruta para que la comiera, le pregunté que para que servía esto pero el no me respondió así que la comí y al instante sentí como si miles de pieles me hubieran cubierto, ya que no sentía nada de frió, le agradecí a Heimdall lo que hizo por mí pero él siguió sin contestarme así que preferí continuar callado todo el camino pero interrumpí mi silencio al ver que estabamos a punto de salir de las defensas de Meer.
-¿Hacia a donde vamos Heimdall?- .Le pregunté y al ver que no respondía comencé a repetir la pregunta innumerables veces hasta que se cansó y me respondió:
- Como haces preguntas muchacho esta bien te lo diré, voy por la piedra de Demetia para dársela de regalo a Hefesto -.
- ¿La Piedra de Demetia?, nunca había oído de aquella piedra -.
- No me sorprende, casi nadie la conoce pero me han dicho que él que llegue a poseer aquella piedra podrá ser feliz eternamente con su pareja -.
- Vaya y crees que sea cierto -.
- Eso espero -.Murmuró.
- Heimdall y ya que estamos hablando de Hefesto quiero preguntarte algo, a lo mejor soy yo pero ¿no crees que es demasiado joven como para casarse?-.
- Así es pero esto no es nada raro en Meer, aquí los hombres se casan no porque aprecian de verdad a su pareja sino para procrear hijos a los cuales luego puedan mandar a la guerra -.
- Entonces quieres decir que casaron a Hefesto a la fuerza -.
- Si y No, porque él en esos momentos no se quería casar pero realmente amaba a Guenever, así que despues de todo no salió perdiendo -.
- Y tu Heimdall porque no estas casado -.
- Porque mis padres murieron cuando yo era niño y ellos son los únicos que me podían conseguir una prometida -.
- Lo siento -.
- No al contrario ya que no pienso contraer matrimonio hasta acabar con esta maldita guerra sería muy cruel que mi familia sufriera todas las noches por verme llegar sano y salvo al día siguiente -.
El tiempo pasó volando mientras conversábamos y cuando menos lo pensamos ya estabamos frente a un enorme templo con un gran numero de gárgolas, las plantas ya se habían apoderado del lugar ya que el templo en su mayoría estaba cubierto por el follaje de las plantas.
Estabamos a punto de entrar cuando una de las gárgolas comenzó a moverse, voló, aterrizó en frente de nosotros y nos dijo:
- Ustedes intrusos no son bienvenidos aquí, largo -.
- Hemos venido por la piedra de Demetia y no nos iremos de aquí hasta conseguirla -. Exclamó Heimdall en tono amenazador.
- Y tu Heimdall hijo de Einheriar te crees digno de tener aquella piedra-.
- ¿Como sabe mi nombre?-.
- Yo lo sé todo y ahora responde a mi pregunta -.
- Si lo sabe todo entonces porque le pregunta -. Le dije riéndome.
- ¡Cállate! -. Me gritó y de nuevo volvió su vista a Heimdall.
- No es para mi es un regalo para un amigo - .Contestó.
- Esta bien pueden entrar pero no toquen nada- .Explicó la Gárgola mientras nos cedía el paso.
Aquel el lugar estaba totalmente obscuro así que tuvimos que encender las antorchas que se encontraban en las paredes, tuvimos que caminar por un pasillo muy largo lleno telarañas y al salir de aquel pasillo entramos a una sala enorme estaba hecha en su totalidad de oro y había una cantidad invaluable de tesoros de toda clase armas, monedas, piedras preciosas etc.
Le dije Heimdall que se olvidara de la piedra y que regalara cualquiera de estos tesoros pero el no me hizo caso y continuó su marcha así que no tuve más opción que seguirlo llegamos a otro largo pasillo esta vez no estaba vació sino a los lados contaba con cientos de estatuas de piedra de unos tres metros todas eran iguales y portaban armadura y espada y al terminar de recorrer ese pasillo llegamos a una sala muy obscura más que las anteriores sin embargo al fondo de esta se podía avistar una pequeña luz azul, nos acercamos para verla mejor era una piedra de un color azul intenso, era de forma esférica y estaba apoyada sobre un cojín y rodeado por diez de aquellas estatuas que estaban en el pasillo.
- Esa es la piedra de Demetia -. Murmuró Heimdall.
Pero en el instante en que la tomo las estatuas comenzaron a cobrar vida.
-¡Demonios! -. Exclamó; - Nunca confíes en una Gárgola -.
Las estatuas se fueron acercando a nosotros poco a poco, pero Heimdall no esperó a que lo atacarán y de un puñetazo quebró por completo a una de ellas, habiendo visto lo que Heimdall hizo yo le imité pero no le cause ningún daño y solo logré que mi puño me doliera a cantidades él cual tuve que sobarme para disminuir mi dolor luego desenvaine mi espada y la descargue sobre una de ellas pero no conseguí hacerle el menor daño así que no tuve más remedio que esquivar sus golpes y dejar que Heimdall se encargará.
Al terminar con aquellas estatuas quedamos exhaustos y nos sentamos sobre el suelo pero al poco tiempo el suelo comenzó a vibrar y recordé que esas no eran la únicas estatuas sino había cientos de ellas en el pasillo que habíamos pasado y que seguramente se dirigían a acabar con nosotros y Heimdall al recordar lo mismo que yo tomó la piedra entre sus brazos y me dijo:
- Corre siempre detrás de mi y no te detengas -.
Y así lo hice comenzó a correr y con su enorme cuerpo se abrió paso entre todas las estatuas, yo solo podía ver como los pedazos de piedra salían volando detrás de él y no paramos de correr hasta llegar a la salida del templo.
Heimdall enojado al ver a la gárgola le grito: - Gárgola tramposa, dijiste que podíamos entrar -.
- Les dije que podían entrar pero nunca les dije que podían tocar -. Añadió la gárgola en tono burlón.
Heimdall comenzó a perseguir a la gárgola pero yo lo tranquilice y le dije que no valía la pena que mejor regresáramos a Meer.
Llegamos a la puertas de Meer al atardecer y de ahí nos dirigimos sin ninguna escala a la casa de Hefesto
Pero para nuestra sorpresa no había nadie
- Es cierto, se supone hoy partiríamos a las montañas de Gluck -. Dijo Heimdall pegándose en la frente; - Ven todavía podemos alcanzarlos -. Se guardó la piedra en el bolsillo y corrimos hacia la puerta norte de Meer, efectivamente ahí se encontraban todos esperándonos.
- Ya era hora -. Exclamó Cadmus levantándose de su lugar; - Están listos para partir -.
- Claro -. Contesté; - Pero antes Heimdall tiene algo que decir -.
No entendí porque Heimdall me miró de forma amenazadora.
- Muy bien Heimdall, dilo rápido que no tenemos tiempo -. Dijo Cadmus.
- No, no es nada importante -. Respondió.
En ese momento entendí todo y me hizo sentir muy inoportuno ya que lo más seguro es que Heimdall no creyera oportuno el momento o posiblemente pensaba entregárselo cuando volvieran a regresar a Meer.
Despues de un día de una larga caminata forzada llegamos a las montañas de Gluck.
Me encuentro en los volcanes de Sien, no se como llegué aquí, delante de mi esta Bastet el hechicero y suponiendo que él me trajo a este lugar le pregunté: -¿qué hago aquí?, ¿qué quiere de mí?-.
Sin embargo él no respondió a mi pregunta en vez de eso alzo su mano y señalo algo que estaba a una gran distancia de aquí ya que no lo podía ver con claridad, me acerqué corriendo al lugar de los hechos y para mi sorpresa la criatura que había matado a Bastet se encontraba luchando con mis compañeros.
Al ver esto me dirigí a ayudar a mis compañeros con rapidez pero no alcancé a llegar ya que mis piernas se fueron haciendo cada vez más pesada hasta que ya no las pude mover, mire hacia abajo para ver cual era el problema y vi sorprendido que mis piernas se habían vuelto de piedra. - Esto solo puede ser obra de Bastet- Pensé, volteé a verlo y con furia le grite: - Déjame ir no ves que me necesitan -.
Pero él movió la cabeza en signo de negación
- No que querías que acabáramos con aquel monstruo, debí suponer que era una trampa -. Le dije mientras intentaba liberarme en vano.
- Usa la caja -.Fue la única respuesta que obtuve a cambio.
Mientras tanto Drakkar había caído muerto producto del fuerte puñetazo que le proporcionó aquella bestia y casi al mismo tiempo aquel monstruo tomó una flecha de Drakkar y con está atravesó a Hathor, al observar esto le grité a Bastet con desesperación que me dejara ir pero él repitió lo mismo:
- Usa la caja -.
-¿Cual caja?, Maldita sea -.
Bastet sonrío y de nuevo sin decir nada señaló a mis pies; Esto era muy raro ya que no la había visto antes pero no me detuve para pensarlo y la tomé e intenté abrirla pero está estaba muy bien cerrada y por más esfuerzos que hice en abrirla no lo logré, luego desenvainé mi espada y la dejé caer con toda mi fuerza sobre la caja pero esta permaneció intacta.
Hefesto fue el siguiente en caer este fue atravesado por sus enormes garras, entonces ya furioso al no ser capaz de ayudarlos, arrojé la caja y le lancé mi espada a Bastet para acabar con él pero cuando mi espada dio con Bastet, el solo se esfumó, pero esto me sirvió de mucho ya que mis piernas volvieron a la normalidad, tomé mi espada y con coraje me dirigí a matar a aquel monstruo, esté al ver que me acercaba lanzó contra la pared a Cadmus y a Heimdall y se dirigió a mi encuentro cuándo esa Criatura se encontraba a una distancia considerable de mí le descargué mi espada con toda mi furia pero ese monstruo la detuvo con una de sus garras sin el mayor esfuerzo, para después lanzarme un zarpazo que conseguí esquivar sino me hubiera matado sin embargo consiguió destrozar mi armadura y herirme en el pecho, grité de dolor ya que este era insoportable fue cuando... desperté
Agitado todavía por aquella terrible pesadilla, volteé a verificar si todos se encontraban con vida y efectivamente lo estaban pero en esos momentos se encontraban dormidos a excepción de Heimdall.
- ¿Tuviste un mal sueño?-. Me preguntó.
-S... siii, pero preferiría no contártelo -.Le dije; - ¿Que haces levantado tan temprano?-.
- Pues voy por el regalo de bodas de Hefesto, que no había tenido oportunidad de dárselo, ¿gustas acompañarme? -.
- Claro , pero dudo mucho que encuentres algo abierto a estas horas -.Le dije de modo sarcástico.
- Yo no voy a comprar nada, yo voy por algo que el dinero no puede comprar -.
- Esta bien iré -. Me cambié de ropa para acompañar a Heimdall y mientras lo hacía sentí un gran dolor en el pecho y baje la mirada para ver de que se trataba, no podía creerlo era la herida que me había hecho en mis sueños aquella criatura, pero entonces ¿todo lo que viví era más que un sueño?; No le conté mi anécdota a Heimdall por miedo a que fuera a reírse de mí así que solo me dispuse a salir de la casa con él.
Fuera de la casa el frío era insoportable era tanto que casi no podía moverme pero Heimdall actuaba como si no lo sintiera, Heimdall al verme me dio una especie de fruta para que la comiera, le pregunté que para que servía esto pero el no me respondió así que la comí y al instante sentí como si miles de pieles me hubieran cubierto, ya que no sentía nada de frió, le agradecí a Heimdall lo que hizo por mí pero él siguió sin contestarme así que preferí continuar callado todo el camino pero interrumpí mi silencio al ver que estabamos a punto de salir de las defensas de Meer.
-¿Hacia a donde vamos Heimdall?- .Le pregunté y al ver que no respondía comencé a repetir la pregunta innumerables veces hasta que se cansó y me respondió:
- Como haces preguntas muchacho esta bien te lo diré, voy por la piedra de Demetia para dársela de regalo a Hefesto -.
- ¿La Piedra de Demetia?, nunca había oído de aquella piedra -.
- No me sorprende, casi nadie la conoce pero me han dicho que él que llegue a poseer aquella piedra podrá ser feliz eternamente con su pareja -.
- Vaya y crees que sea cierto -.
- Eso espero -.Murmuró.
- Heimdall y ya que estamos hablando de Hefesto quiero preguntarte algo, a lo mejor soy yo pero ¿no crees que es demasiado joven como para casarse?-.
- Así es pero esto no es nada raro en Meer, aquí los hombres se casan no porque aprecian de verdad a su pareja sino para procrear hijos a los cuales luego puedan mandar a la guerra -.
- Entonces quieres decir que casaron a Hefesto a la fuerza -.
- Si y No, porque él en esos momentos no se quería casar pero realmente amaba a Guenever, así que despues de todo no salió perdiendo -.
- Y tu Heimdall porque no estas casado -.
- Porque mis padres murieron cuando yo era niño y ellos son los únicos que me podían conseguir una prometida -.
- Lo siento -.
- No al contrario ya que no pienso contraer matrimonio hasta acabar con esta maldita guerra sería muy cruel que mi familia sufriera todas las noches por verme llegar sano y salvo al día siguiente -.
El tiempo pasó volando mientras conversábamos y cuando menos lo pensamos ya estabamos frente a un enorme templo con un gran numero de gárgolas, las plantas ya se habían apoderado del lugar ya que el templo en su mayoría estaba cubierto por el follaje de las plantas.
Estabamos a punto de entrar cuando una de las gárgolas comenzó a moverse, voló, aterrizó en frente de nosotros y nos dijo:
- Ustedes intrusos no son bienvenidos aquí, largo -.
- Hemos venido por la piedra de Demetia y no nos iremos de aquí hasta conseguirla -. Exclamó Heimdall en tono amenazador.
- Y tu Heimdall hijo de Einheriar te crees digno de tener aquella piedra-.
- ¿Como sabe mi nombre?-.
- Yo lo sé todo y ahora responde a mi pregunta -.
- Si lo sabe todo entonces porque le pregunta -. Le dije riéndome.
- ¡Cállate! -. Me gritó y de nuevo volvió su vista a Heimdall.
- No es para mi es un regalo para un amigo - .Contestó.
- Esta bien pueden entrar pero no toquen nada- .Explicó la Gárgola mientras nos cedía el paso.
Aquel el lugar estaba totalmente obscuro así que tuvimos que encender las antorchas que se encontraban en las paredes, tuvimos que caminar por un pasillo muy largo lleno telarañas y al salir de aquel pasillo entramos a una sala enorme estaba hecha en su totalidad de oro y había una cantidad invaluable de tesoros de toda clase armas, monedas, piedras preciosas etc.
Le dije Heimdall que se olvidara de la piedra y que regalara cualquiera de estos tesoros pero el no me hizo caso y continuó su marcha así que no tuve más opción que seguirlo llegamos a otro largo pasillo esta vez no estaba vació sino a los lados contaba con cientos de estatuas de piedra de unos tres metros todas eran iguales y portaban armadura y espada y al terminar de recorrer ese pasillo llegamos a una sala muy obscura más que las anteriores sin embargo al fondo de esta se podía avistar una pequeña luz azul, nos acercamos para verla mejor era una piedra de un color azul intenso, era de forma esférica y estaba apoyada sobre un cojín y rodeado por diez de aquellas estatuas que estaban en el pasillo.
- Esa es la piedra de Demetia -. Murmuró Heimdall.
Pero en el instante en que la tomo las estatuas comenzaron a cobrar vida.
-¡Demonios! -. Exclamó; - Nunca confíes en una Gárgola -.
Las estatuas se fueron acercando a nosotros poco a poco, pero Heimdall no esperó a que lo atacarán y de un puñetazo quebró por completo a una de ellas, habiendo visto lo que Heimdall hizo yo le imité pero no le cause ningún daño y solo logré que mi puño me doliera a cantidades él cual tuve que sobarme para disminuir mi dolor luego desenvaine mi espada y la descargue sobre una de ellas pero no conseguí hacerle el menor daño así que no tuve más remedio que esquivar sus golpes y dejar que Heimdall se encargará.
Al terminar con aquellas estatuas quedamos exhaustos y nos sentamos sobre el suelo pero al poco tiempo el suelo comenzó a vibrar y recordé que esas no eran la únicas estatuas sino había cientos de ellas en el pasillo que habíamos pasado y que seguramente se dirigían a acabar con nosotros y Heimdall al recordar lo mismo que yo tomó la piedra entre sus brazos y me dijo:
- Corre siempre detrás de mi y no te detengas -.
Y así lo hice comenzó a correr y con su enorme cuerpo se abrió paso entre todas las estatuas, yo solo podía ver como los pedazos de piedra salían volando detrás de él y no paramos de correr hasta llegar a la salida del templo.
Heimdall enojado al ver a la gárgola le grito: - Gárgola tramposa, dijiste que podíamos entrar -.
- Les dije que podían entrar pero nunca les dije que podían tocar -. Añadió la gárgola en tono burlón.
Heimdall comenzó a perseguir a la gárgola pero yo lo tranquilice y le dije que no valía la pena que mejor regresáramos a Meer.
Llegamos a la puertas de Meer al atardecer y de ahí nos dirigimos sin ninguna escala a la casa de Hefesto
Pero para nuestra sorpresa no había nadie
- Es cierto, se supone hoy partiríamos a las montañas de Gluck -. Dijo Heimdall pegándose en la frente; - Ven todavía podemos alcanzarlos -. Se guardó la piedra en el bolsillo y corrimos hacia la puerta norte de Meer, efectivamente ahí se encontraban todos esperándonos.
- Ya era hora -. Exclamó Cadmus levantándose de su lugar; - Están listos para partir -.
- Claro -. Contesté; - Pero antes Heimdall tiene algo que decir -.
No entendí porque Heimdall me miró de forma amenazadora.
- Muy bien Heimdall, dilo rápido que no tenemos tiempo -. Dijo Cadmus.
- No, no es nada importante -. Respondió.
En ese momento entendí todo y me hizo sentir muy inoportuno ya que lo más seguro es que Heimdall no creyera oportuno el momento o posiblemente pensaba entregárselo cuando volvieran a regresar a Meer.
Despues de un día de una larga caminata forzada llegamos a las montañas de Gluck.
