Capítulo 7: La Auror y los Gigantes

Al día siguiente Harry y Ron se despertaron alrededor de las diez treinta. Hermione, en vez, se había despertado como a las nueve y había ayudado a tía Petunia a hacer el desayuno. Cuando finalmente Harry y Ron se levantaron, fueron abajo y vieron lo que había preparado Hermione: omelette con queso amarillo y jamón.

- Lo preparó ella sola mientras yo arreglaba la mesa – dijo tía Petunia muy feliz y orgullosa de Hermione y se comió un poco de la omelette. Luego dijo – ¡Está exquisito!

- No es para tanto... – dijo Hermione muy enrojecida probando un poco de su propio omelette.

- No creo que sea peligroso, si la que lo preparó lo está comiendo – dijo Harry sirviéndose un poco de todo, y riéndose junto a todos. Luego Dudley empezó a hablar diciendo que ya había llegado a la etapa final en el juego de Luigi's Mansion y que de seguro lo pasaría en pocas horas. Después tío Vernon empezó a hablar de su trabajo y a quejarse de las entradas del mes, diciendo que eran muy bajas. Desde el externo, viendo por la ventana, parecían una familia feliz.

El timbre sonó. Tía Petunia se disculpó un momento y fue a abrir la puerta. Era el cartero que traía el correo. Tía Petunia agarró las cartas y luego regresó a la mesa.

- Facturas, facturas, facturas, publicidad, publicidad, facturas, publicidad... ¿La revista Hacker Nintendo? – Dijo tía Petunia y miró a Dudley.

- L-la pedí yo... tranquila, la pagué con mis ahorros – dijo Dudley intranquilo, agarrando la revista.

- Umh... publicidad, publicidad, Hogwarts... oh, para ti, querido.

- ¿Hogwarts? – Dijeron Harry, Ron y Hermione al unísono. Harry agarró la carta y la abrió.

Estimado señor Potter:

El director de La Escuela de Magia y Hechicería de Hogwarts lo ha solicitado en el siguiente mensaje:

Querido Harry, Sirius me ha informado de todo lo sucedido en los sucesivos días y me he percatado de que ese dolor en la cicatriz pueda ser una señal, como la última vez. También me habló de la sortija y, si me es posible, quisiera saber si me la podrías enviar para poder examinarla. Del resto, quisiera pedirte un favor. Sé que cerca de tu casa debería vivir la señora Arabella Figg, una bruja que desde hace tiempo se retiró de su puesto como profesora, aquí en Hogwarts. Si la puedes encontrar por favor dile que necesito hablarle urgentemente. De lo contrario, avísame si no la encuentras.

                                                              Atentamente,

                                                                                         Director Dumbledore

Ps: en estos momentos las lechuzas no las estamos utilizando por que están siendo revisadas.

- ¿Arabella Figg? – Dijo Hermione, terminando su omelette con un poco de tostada.

- ¿La señora Figg? ¿Una bruja? No lo puedo creer... ¡Entonces sabía todo sobre mí y nunca me dijo nada en catorce años! – Dijo Harry con leve rabia en su voz poniendo la carta en su bolsillo izquierdo. Luego se alzó y dijo que estaba lleno.

- Umh... ¿Por qué estarán revisando las lechuzas? – Dijo Ron, comiendo tostada con algo de mantequilla y queso, pensativo.

Al terminar el desayuno, el trío se vistió y se preparó para salir. Ron sonreía maliciosamente, pues tenía los bolsillos de sus pantalones anchos color verde oliva repletos de "Sortilegios Weasley". Hermione lo miraba con una mirada de eso-no-se-hace y con leve rabia. Harry, en  vez, estaba pensando muy seriamente en lo que dijo Dumbledore, mientras iban a casa de la señora Figg.

- Siempre pensé que era extraña – dijo al fin, mientras Ron contaba cuantas Golosinas Explosivas que tenía, Hermione que lo miraba con desaprobación – pero jamás me imaginé que fuera una bruja... bien, ya llegamos. – Y sonó el timbre.

Después de unos minutos y otras dos sonadas de timbre la señora Figg abrió la puerta. Llevaba una dormilona y tenía los rollos en la cabeza.

- ¡Oh! ¡El pequeño Harry! ¡Que agradable visita! ¿Qué se te ofrece, querido? ¿Te quedas conmigo otra vez? – exclamó sonriente la señora Figg con una voz muy aguda.

- No, esta vez no, señora Figg. He sido enviado por el director de Hogwarts, el profesor Dumbledore – dijo Harry. A esto, la sonrisa de la señora Figg desapareció. En su lugar, se mordió el labio inferior y luego, con aire de compasión, dijo – Entren, queridos.

La casa, adentro, era diferente de como la recordaba Harry. Ya no había más olor a cebolla sino que olía muy bien y ya las fotos de gatos no estaban. Los sillones estaban puestos en diferente posición y el color de las paredes había cambiado.

- Siéntense por favor – dijo la señora Figg sentándose en un sillón aparte, mientras que el trío se sentaba en el más grande – ¿qué quiere Albus esta vez?

- M-me dijo que necesitaba hablar con usted – dijo Harry sin aliento – que es urgente.

- ¿Podría ver la carta? – Dijo la señora Figg. Harry la miró. No podía darle la carta, pues hablaba de Sirius – ¿Qué sucede?

- L-lo que pasa es que en esa carta hablan d-de algo que usted no puede saber... – dijo Harry con miedo.

- Si es de Sirius Black, no importa. Sé toda la verdad. Sé que tú te mantienes en contacto con él, al igual que Dumbledore.

- ¡¿Có-cómo lo sabe?! – Dijo Harry parándose de golpe.

- Querido, no hay por qué alarmarse. Arabella Figg sabe de todo. Yo era una Auror. Tenía un poder especial, que hoy en día aún tengo. El poder de ver lo que hacen los demás. Tipo esas que se hacen pasar por "adivinas" del futuro y que ven en una bola de cristal. Pero yo, en cambio, no tengo ninguna bola de cristal. Las imágenes me vienen a la mente, así de repente. Sé la verdad sobre Sirius, que yo creía un asesino, sé la verdad sobre Pettigrew, sobre Snape.

- ¿Ah sí? ¡¿Nos la podría decir?! – dijo Ron apartando su mirada de uno de los Sortilegios. La señora Figg rió.

- Hay muchas cosas sobre Snape que ustedes y otros más no conocen. Hasta el mismo Lucius Malfoy, no lo conoce tan bien como cree.

- ¿Malfoy y Snape se conocen? – Dijo Hermione de repente.

- Sí, desde hace mucho tiempo. Desde que se conocieron en Hogwarts, el primer día se hicieron amigos. Siempre estaban juntos, y tenían muchos secretos, aunque Snape fuera un año mayor que él. Y aún así Lucius no lo conoce tan bien.

- Bueno... ya que sabe todo, aquí tiene la carta – dijo Harry sacándose la carta. La señora Figg la leyó rápidamente y se la devolvió a Harry – Umh... me lo temía. Sabía que este día llegaría.

- ¿Saber qué? ¿Qué día? – dijo Harry.

- Ah, querido, aún no sabes nada. Te falta mucho que aprender.

- Pero...

- Nada de peros.

- Yo quiero saber por qué nunca me dijo nada. Siempre que venía, más de una vez al año, usted me hablaba de sus gatos y me daba esa horrible torta. Pero nunca, jamás se le ocurrió hablar de mis padres, de mi fama o de Voldemort – dijo Harry enfadado.

- Je je, por eso es que hago mal las tortas, por que soy una bruja.

- ¡Responda por favor!

- No te dije nada porque sabía que todo debía venir a su debido tiempo. Si te lo hubiera dicho antes de ir a Hogwarts hubieras creído que podías transformar a tu familia en sapos o cosas así. Además, si te hablara de Hogwarts, no esperarías ni un minuto para irte y tus tíos te aborrecerían más.

- ¡Si usted me decía de tener todo en secreto yo no hubiera dicho nada y hubiera esperado pacientemente mis once años y la carta para ir a Hogwarts! ¡¡Lo que me dijo no es excusa!!

- Pues, en verdad, me era prohibido por Albus decirte algo al respecto. Él pensaba que tus tíos te dirían todo y que por eso yo no debía meterme. Pero yo sabía que ellos te lo ocultarían todo, y aún así...

- ... Se guardó el secreto – concluyó Hermione.

- Exacto. Pensaba que diciéndoselo actuaría mal.

- Bueno lo hecho, hecho está – dijo Harry parándose y volviéndose hacia la puerta, como ofendido o enfadado – y no hay nada para repararlo. Escríbale a Dumbledore cuanto antes, no quiero que piense que soy un irresponsable. Vámonos chicos.

- Discúlpame, Potter. No quise desobedecer a Albus...

- ¡¡Sí, pero prefirió ocultarme la verdad sobre mis padres!! – Exclamó Harry abriendo la puerta, seguidos por Ron y Hermione.

- Potter, ¡lo siento! – Dijo la señora Figg parándose – Sólo te digo... ten cuidado con la sortija. Es muy peligrosa y lo mejor que puedes hacer es dársela a Albus. – a esto, Harry se paralizó. Se volvió y vio a la señora Figg, desconcertado – Eso no le concierne – dijo al fin y se fue junto con los otros.

Después de lo ocurrido, se dirigieron al mini-centro comercial de Privet Drive. Esta vez, sí entraron a las tiendas, sobre todo Hermione, que se paraba en cada tienda de ropa o de cosméticos.

- Estos comíticos... – dijo Ron examinando una crema suavizante Nívea – son tan raros... ¿a qué sirven?

- A hacer jovenes a las mujeres y hacerlas ver más ridículas – dijo Harry malicioso que estaba viendo una afeitadora.

- Ay, pero que niño... mira Ron, sirven para hacer ver más bonitas a las chicas y que su cutis siempre quede intacto y hermoso. – Dijo Hermione poniendo en su cesta de compras un lápiz labial rosado claro.

- Sí, y también más plástico – dijo Harry y a esto todos rieron, incluso Hermione.

- Bueno, voy a pagar. Espérenme aquí. – Dijo Hermione y se fue a la caja para pagar.

- Las chicas... quien las entiende. – Dijo Ron acercándose a Harry que ahora examinaba una espuma para afeitar – ¿Qué es eso? – Preguntó Ron con curiosidad.

- ¿Ah? ¿E-esto? No nada... – dijo Harry enrojeciendo y poniendo la afeitadora y la espuma en su lugar.

En cada tienda que iban, Ron siempre dejaba unos cuantos Sortilegios por ahí para que los muggles los agarraran. Increíblemente, muchos muggles caían en la trampa de los Sortilegios, y se podía ver varia gente gritando desesperada por que de repente le salían plumas de pájaro o les crecía la lengua. En la última tienda, por ejemplo, almenos cinco personas fueron víctimas de los Sortilegios. Ron se divertía de lo lindo y reía como loco, Hermione en vez estaba muy furiosa y casi le decía sus cuatro cosas a Ron, y Harry, mientras, se resignaba a la situación. Luego, entraron a una tienda de juguetes y Ron, entre unos caramelos que decía ¡Agarre uno! ¡Gratis!, puso un Sortilegio masticable. Un niño, alrededor de cuatro años, lo iba a agarrar, pero Hermione agarró el Sortilegio antes y el niño pudo agarrar uno normal y corriente. Ron se enfureció, y cuando todos estuvieron afuera, empezaron a discutir.

- ¿Qué pretendes, Hermione? – Dijo Ron.

- ¡Ya me harté de tus bromas! ¡¡Estás causando demasiado alboroto!! ¡¡¡Si el Ministerio se entera, estarás en problemas y te podrían expulsar de Hogwarts!!! – Exclamó Hermione, tirando a la basura todos los Sortilegios que Ron tenía en la mano.

- ¡Oh... la señorita Granger tiene miedo de que me expulsen de Hogwarts!... ¿o querrá decir que NOS expulsen de Hogwarts?

- ¡A mi no me tendrían por qué expulsar! ¡Yo no he hecho nada de indecente! – gritó Hermione sin percatarse de la gente que empezaba a mirarlos extrañados. Harry hacía de todo como para hacer ver que no los conocía.

- Ya... ¡se me olvidaba que no pueden expulsar a la Sabelotodo Granger! ¡¿Dime, ya eres Prefecta con altos honores?! – Gritó Ron a su vez.

- Eres un inepto... ¡¡Te odio!! ¡¡¡No me hables más nunca en tu vida!!! – gritó Hermione muy fuerte y rompió un llanto. Harry esta vez agarró a los dos por el brazo muy fuertemente y se los llevó a mala gana fuera del mini-centro comercial, en un lugar alejado y apartado de todo.

- ¡¡La próxima vez dense cuenta en donde están y luego pónganse a pelear!! ¡Es increíble! ¡¡¡Y no solo aquí, sino siempre!!! ¡En Hogwarts, en las clases hasta en el Expreso! No puedo creerlo de veras... – exclamó Harry muy enfadado de brazos cruzados. Ron y Hermione sintieron un sentimiento de culpa muy grande.

- Lo sentimos. – Dijeron al unísono – No nos damos cuenta de lo que hacemos.

- Eso lo noté hace cuatro años. – Dijo Harry aún enfadado – Y por favor Hermione no llores por tonterías – Hermione se secó los ojos enrojecida – y quisiera saber algo que me llamó la atención. ¿Eres Prefecta?

Hubo un silencio repentino. Harry y Ron fijaban a Hermione intensamente, esta con la cabeza baja.

- No lo sé, pero hay muchas posibilidades de que me llegue una carta diciendo que si quiero ser Prefecta.

- ¿Y tú qué vas a responder? – Dijo Ron, el entrecejo fruncido.

- Creo... creo que aceptaré... – dijo Hermione, esperándose lo peor.

- Me lo suponía – dijo Ron – creo que botaré los Sortilegios... no quiero que una Prefecta los vea...

- ¡¡Ni siquiera lo soy!! – Gritó Hermione con una voz muy aguda – ¡Te odio Ronald Weasley! ¡¡Ojalá no te hubiera conocido!! – y se fue corriendo, las lágrimas que le deslizaban por las mejillas. Harry vio como se dirigía hacia casa Dursley y luego se volvió para ver a Ron. Estaba sentado en el suelo, apoyado a una pared. Notó después que Harry lo miraba como mira-lo-que-hiciste y volteó su cara para un lado.

- Sólo dije lo que pensaba al respecto, y lo que digo es verdad. Si se vuelve Prefecta no sé como nuestra amistad podrá continuar. Primero tú, que te enamoras de ella, y luego esto. Yo ya me esperaba esto pero no pensé que Hermione quisiera aceptar. Estará con los prefectos, comerá con ellos, se juntará con ellos y a nosotros... nos dejará solos. ¿Dime Harry, qué piensas tú de esto? – Y se volvió hacia Harry.

- Pienso... que deberíamos dejarla hacer lo que quiera. Ella es libre de hacer lo que quiere y nosotros no somos quienes para decirle que no puede. Si se alejará de nosotros, bueno, siempre tendremos presente en nuestros corazones lo buena y gentil que fue con nosotros, hasta también lo fría y dura que fue. Yo sé que podemos superarlo. ¿Hemos superado cosas más duras que esto, no? ¡Esto es como un simple juego, Ron!

- Tienes razón, Harry. No somos nadie para decir que debe hacer nuestra querida Hermi. – dijo Ron y se levantó para poder irse con Harry a casa Dursley y disculparse con Hermione.

Cuando llegaron, supieron por tía Petunia que Hermione había llegado con la cara muy roja y que había decidido tomar un baño. A Ron le vino la idea de ponerle algo en su cama para que cuando regresara lo encontrara. Pero el problema era qué cosa le podrían dar.

- ¿No tienes algo por ahí que nos sirva? Hermione ya va a salir... – dijo Ron que estaba junto con Harry en la puerta de su habitación.

- Ni idea. Dale una carta, es lo único que se me ocurre.

- Entonces mejor no le damos nada y nos disculpamos cuando ya salga.

- Disculpa, ¿NOS? ¿Qué tengo que ver yo en esto? – dijo Harry indignado, y en ese momento salió Hermione del baño. Llevaba una bata puesta y cuando se percató de que Harry la estaba mirando se fue corriendo a su habitación. A esto Harry enrojeció violentamente.

- Oh Dios mío... – dijo Ron cuando notó que Harry y Hermione habían enrojecido – ¡esto es el colmo! Bueno, esperemos un poco para luego hablar con ella. – así que esperaron unos cinco minutos y luego tocaron la puerta de Hermione.

- Herm... ¿podemos pasar? – Dijo Ron tocando la puerta.

- U-un momento... – dijo Hermione detrás de la puerta. Después abrió la puerta y los hizo pasar, la expresión de su rostro muy frío.

- Eh... Hermione, discúlpanos. Fuimos unos egoístas al decirte eso.

- Emm... ¿FUIMOS? – Dijo Harry.

- Nunca pensamos en tus sentimientos y te herimos ciegamente.

- ¿HERIMOS?

- Por eso, te pedimos disculpas por lo sucedido. No volveremos a meternos en tus asuntos.

- ¿PEDIMOS? Oye Ron, ¡yo no tengo nada que ver en esto! – exclamó Harry.

- Ron, en realidad lo que me dolió fue que ustedes no entiendan lo duro que es para mí tomar una decisión tan importante.

- ¿No ENTENDEMOS? – Dijo Harry finalmente percatándose de que lo ignoraban completamente.

- Verás, desde el año pasado la profesora Mcgonagall me dijo que las posibilidades de que sería Prefecta eran de 97% y eso me puso muy feliz. Pero luego pensé en ustedes, en que dirían, y si era justo abandonarlos. Entonces hoy ustedes vienen y me dicen esto.

- ¿VIENEN? ¡¿ÓIGAN, ME PODRÍAN PRESTAR ATENCIÓN?! ¡HERM, YO NO TENGO NADA QUE VER EN ESTO! ¡YO NO DIJE NI UNA PALABRA! Bah, mejor me voy... – dijo Harry y se fue de la habitación cerrando la puerta. Ron y Hermione suspiraron. Luego se vieron a los ojos y al mismo tiempo dijeron Lo siento.

- No, yo lo siento. – dijo Ron levantándose de la cama – Fui un idiota en no pensar en lo que tú sentías.

- No, yo lo siento por no entender tu modo de pensar. Discúlpame. – dijo Hermione.

- Bueno, dejémoslo hasta aquí. Ahora, ya que no está Harry, quería preguntarte algo – dijo Ron con una mirada inquisidora y alzándose.

- Dime... – dijo Hermione un poco inquieta y esperándose lo mejor.

- Respóndeme con la verdad: ¿Te gusta Harry? – Dijo Ron con la mirada penetrante. Hermione se volvió de espaldas.

- Realmente no estoy segura. Puede que sí, pero no podría saberlo. Yo digo que somos un trío, y este trío no se puede romper.

- Lo mismo digo yo, pero Harry no quiere entenderlo. A veces creo que es un poco inmaduro.

- Sí, yo también pienso lo mismo. Pero vamos a darle un tiempo. De seguro madurará.

- Otra cosa...

- Dime – dijo Hermione volteándose para ver a Ron. Este se había vuelto a sentar.

- ¿Qué le compraste a Harry como regalo? Falta una semana para su cumpleaños. – a esto Hermione sonrió malévolamente.

- Ji ji, ¡ya lo verás! ¿Y tú?

- Si tú no me dices yo no te digo – dijo Ron con una sonrisa también malévola. Hermione se le acercó.

- Ah, voi due siete come dei fratellini! Vi voglio tanto bene!! – Dijo Hermione sacudiendo la cabeza de Ron.

- ¿Dónde aprendiste italiano? – Dijo Ron asombrado, parándose junto a Hermione.

- Mi madre me enseñó un poco antes de venir aquí. – Dijo Hermione llevándose a Ron afuera, con una sonrisa en la cara – Ahora vamos donde Harry. – Fueron al cuarto de Harry y ahí estaba él, leyendo lo que parecía un periódico. Se le acercaron y lo sacudieron un poco, ya que no les hacía caso a sus llamados.

- ¿Eh? Hola... Hermione, esto llegó mientras ustedes hablaban – dijo y le pasó el periódico. Era el Daily Prophet.

- ¡Oh por Dios! – Chilló Hermione y empezó a leer en voz alta.

                                           APARECEN LOS GIGANTES

En una de las montañas de Snowdon, en estos últimos días, unos magos alpinistas que andaban por ahí explorando han encontrado huellas de dimensiones extremadamente grandes - Laura Skeeter, enviado especial. Según ellos, que conocen las montañas de Snowdon como la palma de su mano, dicen que nunca habían visto algo similar en años. Al encontrar estas huellas, decidieron llamar a expertos en la materia, para ver qué tipo de huellas eran. Cuando los expertos la examinaron, dijeron que eran exactamente huellas de Gigantes, cosa que alarmó a todos.

Según todos nosotros, los Gigantes habían desaparecido por completo, a excepción de algunos escondidos en las montañas de toda Gran Bretaña. Ahora, con este nuevo descubrimiento, tememos lo peor: no solo porque no sabemos que son capaces de hacer, sino por qué han salido de su guarida y a dónde se dirigen. Todos piensan que esté relacionado con lo sucedido hace un mes.

Quien-ustedes-saben ha hecho su aparición en el Torneo de los Tres Magos, en la última prueba. Hubo una muerte, la muerte del joven estudiante de diecisiete años de Hogwarts, Cedric Diggory. Aún no sabemos cómo haya muerto, pero sabemos que fue asesinado por quien-ustedes-saben. Y el joven Harry Potter, de catorce años, se enfrentó a quien-ustedes-saben, salvándose por tocar un Transportador, que era la Copa de los Tres Magos. Muchos acontecimientos extraños sucedieron en Hogwarts en todo el año, algunos salieron a la luz gracias a Rita Skeeter, pero los más importantes están bajo la protección de Albus Dumbledore.

Y regresando al tema de los Gigantes, es posible que estos hayan salido de su guarida para aliarse con el Señor Oscuro y juntar sus fuerzas. Uno nunca sabe lo que podrían hacer esas bestias y que tan poderosas son.

Ron y Hermione se quedaron boquiabiertos. Harry en vez se veía muy desanimado.

- ¡¿Cómo supo todo eso?! – Dijo Hermione sentándose junto a Harry boquiabierta.

- ¡¿Y quién es esa Laura Skeeter?! – Dijo Ron, sentándose igual que Hermione.

- Argh – dijo Hermione y se levantó para irse a su cuarto. Al rato volvió con un pote y un insecto adentro. Se sentó y miró al pote con rabia y le enseñó el Daily Profhet, donde salía el artículo de Laura y una foto de las huellas en primera página. – ¡¿Quién es Laura Skeeter?! – Dijo y el insecto no habló. Al oír ese nombre se estremeció y empezó a golpear el pote con las patas, en signo de protesta. – Está bien, te dejaré salir. – dijo Hermione con recelo. Destapó lentamente el pote y el insecto salió rápidamente. En un momento se transformó en una Rita Skeeter nunca antes visto. Estaba toda maltrecha, parecía no haber dormido en días y el maquillaje estaba todo horrible. Pero en un abrir y cerrar de ojos sacó su varita y volvió a ser la Rita de siempre, ordenada y bien maquillada.

- Repito, ¿quién es Laura Skeeter? – Dijo Hermione con una rabia parecida a cuando le dio la bofetada a Malfoy. Harry y Ron le temían cuando se ponía de ese modo.

- Es mi hermana. Siempre ha querido mi puesto en el Daily Profhet, pero nunca lo ha conseguido gracias a que mis historias eran mejores que las suyas. Pero gracias a que tú, chiquilla insolente, me has tenido encarcelada en ese pote, ha podido tomar mi puesto sin ninguna preocupación. De seguro inventó una historia al jefe del Daily Profhet diciendo que me había retirado o algo por el estilo. Debe haberse ofrecido, entonces.

- ¿A tu hermana no le importa dónde estés? – Dijo Ron asombrado.

- No lo creo, jamás nos llevamos bien. – Dijo Rita con leve tristeza en su voz.

- Bien, ya no necesitamos tu ayuda. Regresa al pote. – Dijo Hermione abriendo de nuevo el pote.

- Oh no no no, ¡no lograrás ponerme de nuevo en ese pote! – Dijo Rita sacando su varita.

- ¿Ah no? Pues, sé muchos hechizos que te harían cambiar de idea... – dijo Hermione, levantándose y sacando su varita del bolsillo de su pantalón azul claro. Esto sorprendió mucho a Harry y Ron, ya que no pensaban que Hermione llevara su varita consigo, y también les preocupaba que Hermione estuviera hablando en serio: si hiciese magia, podrían expulsarla de Hogwarts.

- Argh – dijo Rita entre dientes. Parecía que esa misma situación hubiera pasado antes. Se guardó la varita en su túnica verde con cara de rabia. – ¿Podría almenos ver lo que dijo la estúpida de mi hermana en el Daily Profhet?

- Eh... sí. – Dijo Hermione  extrañada y le dio el periódico. Cada vez que Rita leía una línea más sonreía maliciosamente. – Laura no sabe hacer un artículo. – Dijo – El jefe la despedirá de seguro. – Le entregó el periódico a Hermione y se transformó en un escarabajo de mala gana. Luego entró en el pote y pareció que se puso a meditar.

- Bueno ya tenemos un nuevo enemigo – dijo Ron ostinadamente – espero que no sea tan fastidiosa como la Rita.

- Yo me preocupo más sobre los Gigantes – dijo Hermione.

- Yo en vez me preocupo de como hizo a saber lo sucedido – dijo Harry con tristeza y cansancio. Sus ojos verde esmeralda veían solo las imágenes de lo que había sucedido en el enfrentamiento con Voldemort. El cuerpo de Cedric que yacía a unos metros de la Copa... Colagusano amputándose la mano... el nuevo cuerpo de Voldemort... los Mortífagos... el campo de energía... el canto del fénix... su padre, su madre... todo volvía en un segundo. Ron y Hermione no sabían qué decir.

- Bue-bueno, ¿qué tal si salimos a dar un paseo? ¡Pondríamos muchos Sortilegios Weasley en todos lados para reírnos un poco! – dijo Ron rompiendo el silencio.

- ¡Sí! ¡Buena idea, Ron! ¡¡Vamos Harry, y así también le mostramos a Ron tu lugar secreto!! – dijo Hermione poniéndose enfrente de Harry.

- No chicos – dijo Harry volteando su cabeza a un lado – debo mandarle una respuesta a Dumbledore y entregarle la sortija. – Se alzó y luego fue al escritorio para buscar la sortija. Como no la encontraba, se puso a buscarla por todos lares.

- ¿Qué pasa Harry? – Dijo Ron viendo como Harry buscaba de un lado a otro.

- La sortija... no la encuentro. ¿No la has visto, Ron? ¿Tú, Hermione?

- No – dijeron Ron y Hermione al unísono. Harry continuó buscando, con Ron y Hermione que se preocupaban, hasta que alfin con una cara pálida como de miedo miró en los ojos a sus amigos.

- Chicos... creo que he perdido la sortija.