¡¡¡Buenas!!! ¡He vuelto! No puedo creerlo, después de un mes logré continuar esta historira, Dios mío, ya me estoy emocionando, espero que la inspiración no se me vaya ^^.
Vaya, me di cuenta por sus reviews que entonces este fanfic sí se sigue leyendo, que no ha sido abandonado del todo por ustedes. ¡Me conmuevo ;_;! Je je pero de lo que me di cuenta también es que muchos esta historia antes la habían leído pero, ¡¡¡¡NUNCA HABÍAN DEJADO REVIEW!!!! ¡Qué crimen @_@! XDDDD Ja ja bueno, no los culpo, tienen sus razones de no querer dejar review, ya que este fic es pésimo =S pero bueno, yo lo sigo, es que siento un gran peso cuando no escribo en él, cada vez que veo el documento en mi Desktop.
Pero bueno si tienen la cordura =P de leer este capítulo, por favor, no se olviden de DEJAR REVIEWS.
Atte:
KaroL
Pd: AGRADECIMIENTOS ESPECIALES a Diel, gracias a ella es que este fic se ha continuado, ya que no se olvida de recordarme que debo seguirlo ^^ y me presiona cada vez que me ve en el MSN. Tranquila que eso no me fastidia, es más, me agrada que estés tan atenta de este fic. ¡YA SABES QUE ERES ÚNICA! ¡NUNCA CAMBIES! =^^=
Y también agradezco a Miaka, también ella me ha estimulado de seguir.
Capítulo 15: La otra dimensión
- Tin, tin... tin.
- ¿Qué fue eso? – dijo Harry parándose del sillón, y dirigiéndose a las escaleras. Su cara se volvió pálida al instante.
- ¿Qué ocurre, Harry? – dijo Hermione levantándose también y dirigiéndose donde Harry, junto a Ron. Los dos se volvieron pálidos también. Ron dio un paso atrás, y Hermione se llevó una mano a la boca.
- No... no será... – dijo, viendo el objeto circular que se situaba a finales de la escalera. Harry tenía el ceño fruncido, e hizo andemán de tomarla, pero Ron lo detuvo agarrándolo de la manga.
- ¡Ni se te ocurra, Harry! ¡Ya ves lo que ha pasado! ¡Ha vuelto! ¡¡Esa sortija está maldita!! – exclamó Ron, dejando ver su miedo en la cara. Harry no lo miró.
- Ron, sé que es extraño, pero... por algo ha regresado. Debo agarrarla, o si no, ¿qué podemos hacer? ¿Dejarla ahí tirada? – dijo ahora viendo a su amigo en la cara. Ron no supo qué contestar, hasta que se oyó abrir el retrato de la Señora Gorda. Una chiquilla entró por él.
- ¡Himery! – dijo inconscientemente Hermione. Himery cargaba varios libros encima y, como siempre, llevaba una linda sonrisa en el rostro.
- ¡Hola locos! ¿Qué hay? – dijo Himery acercándose a ellos. Ninguno respondió, todos seguían desconcertados por la sortija. – ¿Qué sucede? – dijo Himery disminuyendo su sonrisa, mientras se dirigía a las escaleras.
- Nada... – mumuró Harry, cuando Himery estaba por subir las escaleras. Pero no prosiguió mucho al ver la sortija.
- ¡Oh! ¡Una sortija! ¿De quién será? – dijo agachándose y recogiendo la sortija. Los demás la miraban como estatuas – Ah, ¿es de ustedes? – los tres se miraron. Himery miró al trío en la cara – ¿Pero qué les pasa? Pareciera que hubieran visto un fantasma.
- No, no es nada Himery – dijo Hermione acercándose. – Ah, y la sortija es mía, disculpa – Himery se la dio y Hermione la tomó, aunque con un poco de cuidado. La pequeña de ojos verde esmeralda la vio extrañada.
- Nos vemos... – dijo echando otro vistazo a los dos chicos, y luego desapareciendo por las escaleras. Ron se dejó caer en un sillón.
- ¿Por qué nadie dijo nada? – dijo de un momento a otro Harry, viendo a sus dos amigos. Ninguno respondió.
- No lo sé – dijo después de un momento Ron.
- Tú tampoco dijiste nada, Harry – dijo luego Hermione.
- Ay, bueno – dijo Harry haciendo andemán de agarrar la sortija. Hermione la apartó de su alcance. – ¡Hey!
- Harry, esta sortija es mejor que no la tengas tú – dijo Hermione, viendo a Harry en los ojos – es peligroso para ti.
- Hermione – dijo Harry suspirando, como si perdiera la paciencia – no me va a pasar nada. Te lo aseguro. Pero por favor, dámela.
- Prométeme que se la darás a Dumbledore – dijo Hermione en un murmullo. Harry la miró entre asombrado y extrañado.
- Es cierto Harry – dijo Ron parándose del sillón – antes de que desapareciera tenías que darsela a él, ¿no? Ahora que estamos en Hogwarts es mejor que se la des – Harry pareció refleccionar, y volvió a suspirar.
- Está bien – Hermione se la dio, y Harry se la puso en el bolsillo. – Pero por ahora es mejor que me la tenga, tal vez descubra algo.
- Harry – dijo Hermione poniendo una mano en su hombro – te sugiero de investigar algo en la biblioteca. ¿Por qué no empezamos ahora?
- Está bien – dijo Harry dirigiéndose al retrato – ¿vienes, Ron?
- No, debo prepararme porque viene mi familia. Ginny está de vuelta – dijo con una sonrisa.
- Vale, entonces nos los saludas a tus padres, ¿ok? – dijo Hermione. Después de unos segundos, ya se estaban encaminando a la dichosa biblioteca.
*
Karolyn se encontraba en la biblioteca junto a Laly haciendo las tareas, después de almorzar se habían dirigido directamente a ella. El que Draco la hubiese besado, así no más, la había dejado un poco desconcertada...
- Laly, ¿me pasas el tintero? – dijo Karolyn dirigiéndose a la Slytherin. Laly subió la cabeza de su pergamino, estaba sumamente concentrada en su trabajo. Luego miró a Karolyn extrañamente.
- ¿Qué? – dijo Karolyn mirándola a los ojos.
- El tintero está al lado tuyo, Karolyn – dijo Laly indicando el tintero que estaba a la izquierda de Karolyn. Ésta se pegó una palmadita en la frente.
- Oh, qué gafa – dijo tomando el tintero. Laly continuó a mirarla extraña.
- Karolyn, ¿qué tienes? – la chica de cabellos largos miró a Laly a los ojos.
- ¿Yo? Nada, ¿por?
- No ver un tintero que está a tres centímetros de distancia creo que es algo de qué preocuparse – dijo Laly con una sonrisa irónica: típica de Slytherin.
- Oh, ando algo perdida, no es nada, sucede a veces – dijo Karolyn mojando su pluma en el tintero.
- Lo andas desde el almuerzo – dijo Laly – después de volver desde las mazmorras. ¿Qué ocurrió allá abajo con Draco? – Karolyn se sonrojó un poco, y continuó escribiendo en su pergamino.
- No pasó nada...
- ¿Ves? – dijo Laly indicando la cara de Karolyn – Otra vez te pusiste roja. Al regresar de las mazmorras parecías un tomate. Y ahora que te hablo de Don Malfoy tomas un colorcito rojo. ¿Qué te hizo ese chico? – Karolyn esperó un poco, posó la pluma a un lado, y suspiró. Miró luego en los ojos a Laly.
- ¿Guardarías un secreto?
- Soy una tumba.
- Bueno, estábamos discutiendo normalmente, cuando... – Karolyn se sonrojó – cuando él me... eh...
- ¿Te qué? – dijo Laly con una sonrisa que le aparecía de repente en la cara.
- Me... besó – Laly ensanchó los ojos.
- ¡¿Te besó?! – exclamó fuerte, haciendo que varios en la biblioteca la miraran y que madame Pince las fijara con enfado.
- ¡Shh! – dijo Karolyn poniendo el dedo indice nerviosamente frente a su propia boca.
- ¡¡Wuaaa!! ¡Quién lo creería! – dijo Laly tratando de calmar su emoción por lo acabado de contar. – ¿Y cómo fue? ¿Cómo besa? ¿Te gustó?
- ¡Laly! ¡Pero qué tonterías dices! No tengo idea, fue de repente, después de máximo tres segundos me alejé de él y... le pegué una cachetada – Laly la miró aún más sorprendida.
- ¡¿Tú quéeee?! – trató de decir bajo – ¿Le pegaste? ¿Pero estás loca? (n/a: yo creo que sí ^^').
- ¿Y qué querías que hiciera? ¿Abrazarlo y decirle "Ohh, ¡como te amo, Draco!"? – dijo Karolyn juntando sus manos en posición de rezo, teatralmente.
- ¿Pero es que no entiendes, mujer? – dijo Laly como si estuviera hablando de algo muy coherente.
- ¿El qué?
- Tú le gustas – dijo Laly como si dijera dos y dos son cuatro – desde inicios de curso.
- Naaah – dijo Karolyn como si fuese algo estúpido, aunque cierto rubor apareció en sus mejillas – ¡y por eso estamos peleados desde hace dos meses! Sí, ajá, seguro, como no.
- ¿Recuerdas el por qué discutieron? – dijo Laly. Karolyn pareció recordar – Te preguntó sobre Potter, que si te gustaba, o almenos así me contaste. Pues fíjate, eran simple celos.
- ¿Entonces por qué no quiso hacer las paces? – Laly sonrió con una especie de guiño, pero no malicioso.
- No sé como no te has dado cuenta, pero él es muy orgulloso – dijo – así que por nada del mundo pediría disculpas a alguien. Tú también eres orgullosa, así que debes entenderlo – Karolyn parecía meditarlo, sinceramente todo cuadraba. Pero la cosa a ella no le convencía del todo.
- En todo caso – dijo Karolyn, retomando su pluma – no parece demostrar estar enamorado. Vaya forma de amar que tiene...
- Tal vez sea porque no sabe cómo amar – dijo Laly. Karolyn la miró a los ojos – Tú podrías enseñarle – Karolyn alzó las cejas, todo eso era muy incoherente.
- Bueno, ya basta – dijo Karolyn de un momento a otro. Laly alzó las manos como en son de paz.
A unos poquísimos metros de allá, Harry y Hermione estaban entrando en la biblioteca. Por todo el corto camino, lo único que había hecho Hermione era hablar de libros que podrían serles útiles.
- Buenas tardes Madame Pince – dijeron Harry y Hermione cordialmente.
- Buenas – dijo Madame Pince con una sonrisa. Los Gryffindor se sentaron en una mesa apartada.
- Yo iré por los libros, ¿está bien Harry? – dijo Hermione.
- De acuerdo – dijo Harry con una sonrisa. Cuando Hermione se hubo alejado, discretamente sacó la sortija de su bolsillo.
Ese objeto circular se veía tan inofensivo... ¿Cómo era posible que una sortija hubiese causado tantos problemas? Simplemente, él no podía creerlo. Sí, podía que la sortija le hubiese hecho ver la Marca Tenebrosa... pero él no creía que tal cosa fuera peligrosa. Aunque había algo que le parecía del todo extraño: ¿cómo había desaparecido, y cómo había regresado donde él? La cosa no cuadraba, y Harry no entendía.
Giró la sortija entre sus dedos una y otra vez, como pollo a la brasa. Trataba de buscar algún indicio, cualquier cosa que desatara todos los secretos que aquella sortija escondía. Pero todo era inútil...
De repente la vista se le nubló, como si al momento una niebla hubiese inundado sus ojos. Miró a todos lados. Ya no estaba en la biblioteca. Se encontraba en un extraño lugar, que no podía identificar, porque estaba todo cubierto de niebla. Pero después de unos segundos, algo se empezó a visualizar al horizonte; Harry pudo ver el paisaje, aunque no había mucho que ver: árboles sin rastro de hojas, secos, muertos. La posición de las ramas daban un aspecto tenebroso a los árboles. La niebla aún no desaparecía del todo, y Harry sentía como si fuese de hielo. Se miró a todos lados, y sacó su varita. Tenía que mantenerse bien alerta.
Empezó a andar sin tener idea de a dónde ir. Pero no caminó mucho que encontró algo que lo soprendió. Por todos lados, a sus pies, se encontraban lápidas de todo tipo, sin ni siquiera flores frescas; entonces se encontraba en un cementerio.
Sintió como si hielo pasara por sus venas, congelando toda su sangre. La niebla seguía, sí, pero un viento repentino había empezado a soplar, un viento realmente helante. Harry no tuvo opción más que caminar entre esas lápidas.
"Rocko Melvis", "Loris Clowers", "Misty Bellwours"... todos nombres que alcanzaba a leer Harry, mientras pasaba entre esas lápidas perdidas y descuidadas. La niebla era muy intensa, y con la perfecta vista de Harry leer era más fácil que nunca. De repente, mientras caminaba cautelosamente, Harry pudo distinguir una lápida alejada de todas las demás, y tal vez mucho más descuidada. Se acercó, luchando contra el frío que ya empezaba a congelar sus labios y rostro, y se arrodilló para leer de quien era.
- J. Mearvell... ¿qué? – dijo Harry, ya que lo que seguía no podía leerlo porque estaba tapado de tierra y moho. Limpió como pudo y luego leyó: – ¿...Lumiruk?
De repente Harry empezó a escuchar unos pasos. Miró a todos lados, pero no había nadie que se avecinara. De repente escuchó una voz, una voz fría, dura, cruel...
- Dentro de poco... volveré... los asesinaré... a todos... finalmente... – dijo la voz. Harry empuñó su varita, y miró a todos lados. No lograba identificar la proveniencia.
- Pondré fin... a todo lo que ha causado... mi sufrimiento... – Harry sentía como si la voz fuese de una serpiente. Los pasos cesaron, y Harry no oyó más la voz. Pero luego sintió un aire frío recorrerle la espalda. Se volvió, como por instinto. Ahí estaba...
- ¡Harry! ¡Harry! – exclamó Hermione tomando a Harry de los hombros, y sacudiéndolo. El chico no hacía más que ver el objeto en sus manos, hasta que Hermione se dio cuenta, y de un momento a otro lo apartó de ellas. Los ojos del chico de la cicatriz, antes como nublados e hipnotizados, volvieron a tomar ese brillo esmeralda. El niño que vivió se miró por todos lados. Toda la gente de la biblioteca lo miraba fijamente, como si fuese un animal muy peligroso que atacase de un momento a otro. Hermione lo miraba entre preocupada y sorprendida, además de angustiada. Harry no entendía lo que había pasado...
- ¿Se siente bien, señor Potter? – dijo de un momento a otro Madame Pince con una voz muy aguda y, tal vez, con desaprobación.
- ¿Ah? – preguntó Harry tontamente – Ah, eh... no, de hecho me duele un poco la cabeza... – Harry se levantó de su mesa y sin saber que hacer se dirigió a la puerta de la biblioteca. – Iré a la enfermería a que me den algo – echó una mirada a Hermione, como si dijera "Nos vemos allá", y se dirigió escaleras abajo. La Gryffindor, entre tantas miradas, dejó los libros que había cogido y salió fuera de la biblioteca.
- Pero qué demonios... – dijo Harry mientras se tocaba la frente, en ese momento antes de "volver" a la biblioteca, había sentido su cicatriz arder, pero ya no le dolía tanto. Sólo estaba un poco caliente, era algo extraño, muy extraño.
- ¡Harry! – gritó Hermione mientras bajaba las escaleras rápidamente, e iba donde Harry. Este se detuvo un momento, pero luego prosiguió. – ¿Qué te pasó?
- No tengo idea – dijo Harry, caminando a paso rápido, con Hermione a la derecha que lo miraba preocupada.
- ¿Me querrías explicar, por favor? – dijo agarrando a Harry del brazo y deteniéndolo. Harry la miró a los ojos.
- No sé qué fue... me puse a ver la sortija, cuando de repente fui transportado a otro lugar. Había mucha niebla, árboles muertos... y entonces caminando me di cuenta que estaba en un cementerio. Al caminar entre varias lápidas me detuve en una que estaba un poco apartada... – prosiguió – entonces leí el nombre, cuando de repente empecé a escuchar una voz...
- ¿Una voz? – preguntó Hermione, escuchando con atención.
- Sí, no recuerdo bien que dijo... dijo que volvería, que asesinaría a todos, que pondría fin a su sufrimiento o algo por el estilo – Hermione ensanchó los ojos, y posó sus manos en los hombros de Harry, mirándolo a los ojos fijamente.
- Harry... tú... tú dijiste eso hace poco – dijo Hermione, con una voz un poco insegura – cuando regresé después de unos segundos con los libros, no me respondías, mirabas fijamente la sortija que tenías en tus manos... y entonces empezaste a palidecer, y luego con una voz que no era la tuya dijiste... eso mismo que me acabas de decir – Harry no podía creer el relato de Hermione, ¿nunca se había movido de la biblioteca? ¿Se había quedado ahí mientras había visto todo aquello?
- Herms – dijo Harry, quitando las manos de Hermione de sus hombros – me pasó lo mismo que a ti como en mi casa, ¿recuerdas? Empezaste a decir cosas raras, y yo te tuve que gritar para que volvieras en ti – Hermione asintió ante ello.
- Y yo también tenía la sortija en las manos, aunque no vi nada... – dijo Hermione. Los dos se miraron como si hubiesen concluido algo.
- ¿Dónde está la sortija?
- Aquí – dijo Hermione sacando la sortija de su bolsillo. Harry la tomó en sus manos.
- ¿Qué piensas hacer ahora, Harry? ¿No crees que deberíamos dársela ya a Dumbledore, antes de que se vuelva...?
- ¿A perder? – dijo Harry poniéndola en el bolsillo de su túnica. – No, aún es muy temprano. Necesito saber más.
- Bueno, si tú lo dices – dijo Hermione, resignándose. – Pero no creo que avances mucho si no empiezas a buscar.
- Creo que por un tiempo no volveré a esa biblioteca – dijo Harry con una sonrisa irónica. Hermione rió.
- Ji ji, si así lo deseas – dijo Hermione. – ¿Y qué piensas hacer ahora? Apuesto que no querrás hacer las tareas, hoy es viernes...
- ¿Paseamos por el lago? – preguntó Harry haciendo una reverencia con una sonrisa en la boca.
- Por supuesto – dijo Hermione regresándole la sonrisa.
*
Todos en la biblioteca aún seguían desconcertados por lo que había sucedido a Harry, aunque ya no le hacían mucho caso. Pero Laly particularmente no dejaba de hablar de lo sucedido.
- Sabes Karolyn, te tengo que contar de una vez qué sucedió aquí en Hogwarts, en mi segundo año – dijo Laly, Karolyn que la oía con atención. – Habían hecho un Club de Duelantes, donde teníamos como profesores al encantador de Gilderoy Lockhart (n/a: otra más -_- =P) – suspiró – y a Snape. Hicieron un ejemplo con el hechizo de Expelliarmus, y luego subieron a la tarima Weasley, Granger, Millicent, Longbottom y no recuerdo quién más. Luego subieron Draco y Potter, donde sucedió el caos. Empezaron a lanzarse todo tipo de hechizos, cuando Draco lanzó el hechizo Serpensortia y...
- ¿Serpensortia? – preguntó Karolyn con interés – ¿No es ese que hace aparecer las serpientes? ¿Y para qué lo hizo?
- Ummh – pareció meditar Laly, mientras dibujaba algo en una hoja de pergamino, y Karolyn guardaba algunos libros en el bolso – sinceramente, ahora que lo preguntas, no sé porqué lo hizo... Pero el caso es que de allí salió una serpiente, que se dirigió donde un muchacho de Hufflepuff... hasta que Potter dijo algo en pársel, y la serpiente se alejó hasta que Snape la hizo desaparecer. Mas la cosa es que nos pareció muy extraño que Potter supiese pársel, esa era cualidad de Salazar Slytherin, y él fue elegido en Gryffindor...
- ¿Y qué tiene que ver? Él hizo desaparecer al Señor Tenebroso, y por algo lo logró, así que no es alguien normal – dijo Karolyn como si fuese lo más obvio. Laly, raramente, guiñó.
- No lo hizo desaparecer – dijo, con un brillo peligroso en sus ojos – sólo lo debilitó, y ahora... está de vuelta – susurró. Karolyn vio fijamente los ojos verde oscuro y profundos de la Slytheriana, un brillo extraño había en ellos, cosa que hizo sentir escalofríos a Karolyn por todo el cuerpo. Apartó la mirada, y trató de hacer lo mismo con los pensamientos sobre el Señor Oscuro. Cuando al cambiar de lugar su mirada, se posó en la entrada de aquella biblioteca, donde en ese maldito y preciso instante estaba entrando aquel chico que había confundido los sentimientos de Karolyn y, tal vez, su corazón... Draco Malfoy.
Quedó como petrificada al ver la delgada figura del rubio, y por instinto sus mejillas tomaron un color rojizo... Maldición, pensó no puede ser que cada vez que lo llegue a ver me ponga roja... malditas hormonas, ¡maldito ese beso!.
- Hablando del rey de Roma, ¡Draco! ¡Por acá! – medio exclamó Laly, agitando una mano en el aire. Draco miró a Laly que le insinuaba de ir allá, después miró a Karolyn directamente a los ojos. La chica de cabello dorado se sonrojó mucho más, maldijo otra vez cuando al contacto visual Draco ensanchó aún más los ojos y se le quedó viendo detenidamente mientras se dirigía a una mesa, como si sus ojos y el cuerpo fueran dos cosas completamente diferentes. Después de una larga conexión, Draco despegó los ojos de ella, y seguido por Blaise y Pansy, se sentó en otra mesa. Karolyn dirigió su mirada hacia abajo, sentía que sus mejillas ardían a full millón. Laly había quedado impactada por la escena, y miraba a Karolyn con unos ojos bien esanchados.
- Oh Dios, veo que la cosa es seria – dijo alzando las cejas y viendo el perfil aún rojo de Karolyn – tú estás como si hubieses comido chilis, y él te clava la mirada como martillo.
- Óyeme una cosa, Lal – dijo Karolyn ya regresando a la realidad y guardando sus cosas – no digas nada a nadie... de lo que te dije, ¿ok? Por favor, tampoco a Pansy, ella siente que Blaise y Draco son de su propiedad, y si llegase a saberlo... bueno, creo que tú lo sabes mejor que yo.
- No problemo Karol, soy una tumba – Laly se pasó dos dedos por la boca y luego tiró una llave imaginaria al aire. – ¿Pero a dónde vas ahora?
- No lo sé, creo que a descansar, ando realmente mal hoy – dijo ya parándose de la mesa. Laly también recogió sus cosas.
- Bien, yo me dirijo donde ellos, así te cuido a Draco de Pansy – dijo Laly con picardía. Karolyn le dirigió una mirada asesina de no-vuelvas-a-repetir-eso, hasta que salió por la puerta de la biblioteca.
*
Hermione se sentía realmente bien al hacer aquel pequeño paseo por el lago, tomar aire fresco a veces despejaba los problemas que tenía uno en la mente, y hacía sentir mejor. Además se sentía muy feliz porque estaba junto a Harry, finalmente solos. En esos últimos dos meses la única vez que habían tenido privacía había sido en el cumpleaños de Hermione, porque otras oportunidades habían sido robadas por admiradoras de Harry, la pequeña Himery, estudiantes que pedían consejos, los trabajos, estudios, etc. Y finalmente después de tanto tiempo, habían encontrado un tiempo libre para ellos dos, y Hermione no dejaría que nadie le arruinara el preciado momento...
Se detuvieron un momento y se sentaron a orillas del lago, simplemente era un lugar relajante y Hermione lo adoraba.
- ¿Qué piensas sobre eso de que en Hogwarts ahora se pueden utilizar artefactos muggles? Sinceramente pienso que el castillo pierde su magia...
- Pues fíjate, no sé porqué pero esta vez estoy de acuerdo con las locuras de Dumbledore – dijo Hermione, con una sonrisa – mi abuela me regaló unos CDs y un Discman y, bueno, veo que no tendré porqué mandarlos a casa. Además, creo que Hogwarts necesitaba modernizarse un poco...
- Ja ja – rió Harry – qué cosas, jamás lo habría pensado de ti Hermione – estaba por lanzar una piedra al lago, pero Hermione, con buenos reflejos, logró detenerlo a tiempo.
- ¡No! Recuerda que allá está el Calamar Gigante, podría salir de un momento a otro, ya me ha sucedido... – Hermione sin darse cuenta había agarrado la mano de Harry con las suyas, y éste, volteándose, había quedado con el rostro muy cerca al de la chica. Hermione se sonrojó al quedar tan cerca de la boca de el chico, así que en un momento se apartó de él y le soltó la mano. Ahora fijaba el lago cabizbaja, donde mitad de su reflejo ahora rojo se veía en él. Harry la miró un momento, para después ver de nuevo el lago. Suspiró.
- ¿Qué? – preguntó Hermione ahora viéndolo. Harry sonrió.
- Je, nada.
- ¿Qué tienes?
- Hermione – dijo Harry ahora viéndola a los ojos – ¿me aclararías una cosa?
- ¿S-sí?
- ¿Me estoy haciendo ilusiones o es que te gusto? – dijo Harry como si le estuviese preguntando a Hermione cuál era su color favorito. Hermione volvió a tomar un color rojo intenso en las mejillas, y bajó la mirada. No sabía como responder que sí... que era cierto.
- No... no te estás haciendo ilusiones – dijo Hermione en un susurro.
- ¿Cómo? – dijo Harry acercándose un poco más.
- Que las tuyas no son ilusiones – repitió Hermione, sin osar voltear la cara a su izquierda y ver los ojos de Harry. Fijando aún el lago, Hermione sintió como Harry le pasaba el brazo por los hombros y la atraía hacia él. La chica subió la mirada y luego la dirigió a su amado, que sonreía ampliamente pero sin mostrar los dientes. Esa sonrisa hizo desaparecer la vergüenza de Hermione, que sonrió a su vez. Había sido tan fácil, en unos pocos segundos había dicho lo que tanto le había preocupado en semanas.
- ¿Podría yo fijar sus labios, señorita Granger? – preguntó Harry en un tono caballeroso y dulce al oído de Hermione.
- ¿Hay que preguntarlo? – le susurró Hermione a su vez, y acercando sus labios a los de Harry.
Por unos segundos se rozaron, como si cada uno tuviera miedo de quebrar el otro. Sus labios hicieron contacto, estaban apunto de compartir parte de ellos mutuamente, cuando una voz aguda se oyó ahí cerca gritar.
- ¡¡AAAAAAAAYYYYYYYYYY!! – los Gryffindor se separaron rápidamente, y corrieron al lugar de donde había provenido el grito. Al llegar, quedaron sorprendidos ante aquel espectáculo.
Himery se encontraba con un bolso tirado a sus pies, frente a una araña enorme, alta la mitad de la pequeña Gryffindor, y muerta. Harry miró la cara de la pobre Himery, estaba pálida y tenía los ojos bien ensanchados. Después desvió la mirada donde Hermione: estaba tal cual a Himery, es más, se había alejado unos pasos atrás, como si hubiese visto al diablo en persona. Harry no pudo más que echarse a reir, él que en su segundo año había sido agarrado por una araña mucho más grande y había tenido que hablar con una, que para más lo había querido dar en almuerzo a otras arañas, no había demostrado tanto miedo. Las dos chicas no hicieron más que ver a Harry con desaprobación, una mirada muy parecida a la de la McGonagall.
- Qué tanto tienes que reir, tú – dijo Himery muy agudamente, agarrando su mochila.
- Sí Harry, ¿te parece muy divertido? – dijo Hermione con el mismo tono.
- Ja ja ja, es que si supieran, ja ja ja ja ja – Harry no hacía más que torcerse de la risa.
*
Ron y los gemelos Weasley esperaban a su familia en la oficina de Dumbledore, junto al pequeño Dennis Creevey (que esperaba a su familia), con una gran emoción. No veían la hora de volver a ver a su hermana, ya que en esos últimos dos meses no habían tenido la oportunidad de verla. Nada más habían recibido noticias de sus padres (cada vez mejores), y estaban ansiosos de verlos a ellos también. Sabían que la Ginny que encontrarían de nuevo no sería la misma que antes, pero con tal de que estuviera viva y bien, les bastaba.
Dumbledore se encontraba detrás de su escritorio, viendo tranquilamente (como siempre) a los tres pelirrojos.
- ¿Seguro que no quieren tomar asiento, muchachos? – preguntó Dumbledore cortésmente. Los tres Weasley negaron con la cabeza al mismo tiempo.
- No profesor, gracias de todos modos – dijo Dennis. De repente la puerta del lugar se abrió, y por ella entró McGonagall, junto a los señores Weasley, Ginny, y la familia Creevey. La profesora no tuvo ni tiempo de avisar quiénes habían llegado, que los gemelos se le abalanzaron a Ginny al verla.
- ¡Gin! ¡Estás bien! – exclamó Fred abrazándola.
- ¡Qué susto nos has dado, muchachita! – dijo George, sobándole la cabeza como si de un perro se tratara. Ginny esbozó una débil sonrisa.
Había cambiado, eso sí: las lianas, al envolverla, le habían causado graves rasguños por todo el cuerpo, ahora vueltos simples cicatrices; por suerte las lianas no le habían cogido mucho la cara, así que nada más tenía una pequeña cicatriz en la línea recta de la mandíbula izquierda que dirigía a la oreja. Pero del resto, había sido muy afectada por las lianas, ya que su vestuario lo confirmaba: llevaba una túnica bien larga que le cubría del cuello hasta los pies, y que ella arrastraba cuando caminaba; las mangas de su camisa eran largas hasta la muñeca, posiblemente hasta donde empezaba el dedo pulgar, y donde se encontraban los nudillos. El cuello también era muy alto y doble, tipo los sweaters con cuello de tortuga. Los pantalones, ni hablar, le cubrían hasta más allá de las botas, y eran acampanados. Cuando Fred y George finalizaron de abrazarla, Ron también se le acercó, pero no se le abalanzó.
- Me alegro que estés bien, Ginny – dijo, abrazándola suavemente. Ginny tuvo que corresponder al abrazo, y cuando se separó, Ron pudo notar una expresión de insatisfacción en su impasible rostro.
- Sí... – murmuró la pelirroja. Realmente que se encontraba extraña; estaba muy diferente.
Después de saludar a sus padres, que besaron a Ginny innumerables veces antes de irse, Ron, Fred y George acompañaron a su hermana a la torre de Gryffindor. Los gemelos trataban de animarla en lo posible.
- Hay que ver que tuviste una gran suerte Ginny, ¡dos meses sin tener que ir a clase, y siendo mimada por mamá y papá! – dijo Fred, haciéndolo ver una cosa estupenda.
- ¡Y para más los profesores pasarán por alto tu ausencia y harán como si nada! – dijo luego George con gran entusiasmo, mientras subían unas escaleras. Al terminar de subirlas, Ginny se detuvo en seco, mirando a sus hermanos uno por uno. Se apartó la túnica que cubría mitad de su brazo, y luego subió la manga hasta donde pudo. En su pálida piel, se podían contemplar las cicatrices hechas por las lianas, como un terrible recuerdo. Ginny frunció el ceño.
- Y me imagino que llevar este tipo de cicatrices por todo el cuerpo de por vida es algo magnífico, ¿no es así? – dijo bruscamente Ginny, mirando a sus hermanos furiosa, que contemplaban su brazo perplejos. La chica se bajó la manga rápidamente después de unos segundos, y emprendió el camino hacia la entrada de la torre de Gryffindor. Los gemelos se quedaron callados por el resto del viaje.
- Supongo que no podré preguntarle qué demonios hacía en los jardines a esas horas de la noche, aquella vez. Paciencia Ron, le preguntarás cuando se le bajen los humos – pensó Ron, resignándose a aguantarse la curiosidad, y sintiendo lástima por su hermana.
*
Dumbledore suspiró, apenas la entera familia Creevey se había ido de aquella habitación junto a la profesora McGonagall (la señora Creevey, antes de dejar de nuevo a su hijo en Hogwarts, quiso aclarar varias cosas sobre la seguridad a Dumbledore). Últimamente había estado muy cansado, demasiadas cosas extrañas estaban sucediendo de un sólo golpe, y eso le preocupaba. Para más, media hora antes le había llegado una carta: de Fudge, por supuesto. También de él se estaba cansando, pues, no hacía más que repetir mil veces que por nada del mundo dejaría su puesto de Ministro, y se quejaba con él de las quejas que los demás le hacían (n/a: qué incoherente, ¿verdad? -_^). De hecho, la última carta decía así:
Por nada del mundo permitiré aquellas elecciones, Albus. Yo no he consentido aún el hacerlas, y mis años como Ministro de la Magia no han terminado, aún me quedan unos meses; nadie tiene derecho a quitarme el puesto, y soy capaz de quedarme hasta que no atrape a Sirius Black. Así que mejor te vas preparando Albus, porque tú has contribuido con su huida y desde siempre los has cubrido. Puede ser también que el Consejo decida arrestarte junto a él cuando lo encontremos, y a todas las demás personas que estén metidos en cualquier plan que te hayas inventado junto a Black.
Mejor ni te presentes mañana al lugar donde se harán las elecciones, porqué vendrán canceladas.
Cornelius
El director de Hogwarts tenía suficiente con el Ministro. Nada ni nadie le permitiría de abandonar aquel proyecto que había iniciado de apenas unos meses con Sirius y demás, porque ya llevaba más de la mitad de las personas necesarias para él.
El proyecto consistía en un grupo de personas importantes que antiguamente, cuando Voldemort estaba al tope de su poder, batallaban contra las Fuerzas Oscuras. Normalmente los que componían esa comunidad eran casi todos aurores, que lamentablemente hoy en día habían fallecido, por la edad o en las expediciones que el Ministerio en tiempos pasados les había mandado, o simplemente se habían retirado. Los únicos aurores con los que Dumbledore ahora contaba eran Alastor Moody (que se había vuelto más frenético que nunca después de lo de Crouch) y Arabella Figg.
Alguien más que hacía parte de la comunidad era Mungungus Fletcher, que desde siempre había combatido a Voldemort y sus seguaces. Pero misteriosamente, ya de hacía meses que había desaparecido sin dejar rastro, y la cosa le preocupaba mucho. Sirius y Remus (que también formaban parte de la comunidad) lo habían buscado en esos últimos meses, sin tener mucho éxito. Dumbledore ya no sabía qué hacer.
Sólo dos personas más (muy importantes) faltaban en esa comunidad... las últimas dos personas que se habían enfrentado antes de la temporal caída de Voldemort, que habían defendido valientemente a su único heredero... James y Lily Potter.
El recuerdo de su muerte le vino a Dumbledore dolorosamente a la mente. Recordaba cuando de repente Remus Lupin había entrado en su despacho y, pálido y sudado, había exclamado ¡Lily y James han muerto! como primera noticia. La cara de Dumbledore se había vuelto pálida, y había pedido mil y un explicaciones a Remus, que no había sabido mucho en verdad. Dumbledore había quedado desconcertado, eso sí, pero su desconcierto no se había manifestado, se había quedado tranquilo, y había escondido sus sentimientos bajo la máscara mansa que siempre llevaba. La que ocultaba cada sentimiento, de odio, tristeza y dolor...
Dumbledore se frotó la frente, y suspiró cansado. Demasiados pensamientos pasaban por su mente. Iba a buscar su Pensador, cuando de repente, una lechuza entró por su ventana. Dumbledore la cogió, era una lechuza color negra azabache, con unos ojos amarillos de brillo peligroso. Al desatarle el pergamino enrollado de la pata, la lechuza se largó volando por donde vino. El anciano director, con unas ojeras pesadas bajo los ojos, desenrolló el pergamino, resignado. Lo que leyó no lo sorprendió.
Albus, Remus y yo hemos estado buscando a Fletcher también toda esta semana, y no lo hemos encontrado. Pero al regresar de nuestra búsqueda a casa, encontramos una nota firmada por Colagusano que decía que no búscaramos más a Fletcher, que él... él ya no seguía más sobre la faz de la tierra. Es importante que nos reunamos, Albus, Remus y yo aún tenemos la esperanza de que Voldemort no haya asesinado a Fletcher, teniéndolo como rehén. Respóndeme en cuanto puedas, debemos acelerar el proyecto, Voldemort está yendo a un paso muy rápido.
Sirius
*
Karolyn bajó rápidamente las escaleras que dirigían a la pared de piedra donde estaba la entrada a la Sala Común de Slytherin. Le dolía la cabeza como los mil demonios, demasiadas informaciones le habían llegado ese día y sobretodo... le había sucedido un particular acontecimiento desconcertador.
Murmuró la contraseña y pasó por alto unas chicas de cuarto sentadas en los sillones de la sala, para ir a su dormitorio. Abrió cansadamente la puerta de su habitación, y tiró su mochila a un lado, para luego zumbarse en su propia cama. Los pensamientos en su mente estaban bien desordenados, demasiada información contenía, y ella tenía que archivarlos como se debía.
Primero que todo se encontraba el conflicto que tenía su madre con su hermana. ¿Por qué tenían que ser tan obstinadas las dos? Pelear por una tontería como aquella, que ni siquiera Karolyn entendía el porqué de la pelea (n/a: no se partan la cabeza recordando el motivo, nunca lo puse ^^'). Definitivamente Lissie era muy testaruda y orgullosa, y no quería aceptar que su madre tenía razón (n/a: Tranquila que no te robé el nombre Lis, este apodo a la hermana de Karolyn me lo había inventado desde el capítulo 13 [escrito en verano del año pasado], chequéalo cuando madre e hija andan discutiendo sobre ella). Karolyn sonrió; a veces se preguntaba de donde habían sacado tanto orgullo ella y Lissie, puesto que su madre no lo era tanto. No podía ser del padre, porque tenían dos diferentes... Maldición; Karolyn sintió que un sentimiento de melancolía le invadía terriblemente el corazón. Esa gran diferencia, que habían sufrido desde siempre las dos hermanas; tal vez por eso Lisianne tenía un cierto rechazo de ella. Por el simple hecho de tener dos padres diferentes, por el simple hecho de que Karolyn fuera hija de un muggle, que tuviera sangre mezclada... que tuviera la sangre sucia como dirían algunos Slytherin.
De repente la visión de Laly en la biblioteca le vino a la mente: pensó en el momento en que Laly había dicho algo sobre el Señor Tenebroso y de Harry No lo hizo desaparecer... sólo lo debilitó y ahora... está de vuelta con una mirada terriblemente escalofriante. Karolyn sintió una punzada en su corazón, ¿podía ser posible que Laly tuviera padres mortífagos? El sólo pensamiento le dio más escalofríos. En esa casa, la casa de la serpiente, se encontraban los hijos de los mayores mortífagos de el Señor Oscuro... y ella convivía con ellos, como si nada fuese. Pero, ¿posible que ellos mismos no se dieran cuenta de la gravedad de todo el asunto? Laly, Pansy, Millicent, Blaise, Crabbe, Goyle... Draco...
Karolyn suspiró muy hondamente, al recuerdo de dos nombres, cuatro sílabas, nueve letras: Draco Malfoy. ¿Por qué? ¿Por qué se tenía que sentir de esa manera con tan sólo pensar en él? Si en esos meses nunca se habían hablado, después de una semana del conocerse se habían caído mal y Karolyn no le había hecho mucho caso después de todo. ¿Pero por qué? ¿Por qué ahora tenía que sentir aquella confusión? ¿Aquella confusión de sentimientos, nada más por un simple y común beso?
Se volvió hacia un lado, con el ceño fruncido, todavía pensando: ¿Por qué la había besado? Aún no creía en las conclusiones de Laly, no podía ser por eso, no señor. Draco no podía estar enamorado de ella... por dos largos meses no se habían dirigido la palabra (a excepción de pocas veces)... y después de todo, no se había ni disculpado con ella por su comportamiento... ¿Es que osea, no disculparse por orgullo? ¡Ja! Es que era la razón más incoherente; aunque bueno, ella tampoco había dado un paso adelante para la reconsilación por la misma razón...
- ¡Aaayyy! ¡Pero qué tortura, mio Dio! – bufó Karolyn, llevándose las manos a las sienes. No estaba entendiendo absolutamente nada – Porqué ese chico me hace volver loca de la impaciencia...
De repente una pregunta danzó en su mente: ¿Pero qué era lo que sentía ella por él? Realmente era una pregunta curiosa; Karolyn nunca se la había hecho, y pensaba que después de ese beso debía hacérsela. La primera semana de escuela Draco le había caído muy bien, incluso le había parecido amable. Pero después de esa disputa que habían tenido sobre porqué ella se había hecho amiga de Potter o si le gustaba, no se habían hablado más, y entonces ahí podía decirse que había conocido el lado arrogante de Draco. Pero según lo que Laly le decía, Draco nunca había sido arrogante de verdad respecto a ella. Y ahora la había besado, como si nada hubiese pasado...
- ¡Aaahhhh! Non ce sto a capì' niende! – exclamó la chica en un perfecto dialecto romano, dando por entendido que no estaba entendiendo nada. – Forse... será mejor que le pida un consejo a Hermione sobre qué hacer. Si bien recuerdo, ella ha pasado por lo mismo...
*
Después del encuentro con la enorme araña, Harry, Hermione y Himery se habían dirigido a la torre de Gryffindor para luego irse a sus respectivas habitaciones. Al entrar a la suya, Harry había encontrado a Ron, con cara de desilusión.
- ¿Qué pasa? – preguntó, mientras se echaba a su cama. Ron suspiró, mientras se volvía para verlo.
- Bueno, hace unos minutos que mis padres trajeron a Ginny de vuelta. Está muy cambiada, ya no es la mísma: se ve muy deprimida e irritada. De hecho, Fred y George intentaron subirle los ánimos; pero lo que consiguieron fue hacerla enfadar más – Harry alzó las cejas.
- ¿En serio está tan irritada? Debería estar feliz por haber sobrevivido...
- Oh, ni le menciones ese tema. Te mandará directo a la China – Harry se impresionó.
- Ya veo. Debe sentirse muy mal... – Ron lo miró luego interrogativo, mientras Harry cogía una caja de galletas de su mesita de noche, y empezaba a comerlas.
- ¿Y tú? Cuando comes galletas es porque algo increíble ha pasado – Harry sonrió algo pícaro.
- A que no adivinas – Ron le devolvió la mirada pícara.
- ¿Qué será? Suéltalo – Ron se dirigió donde se situaba su escoba, para contemplarla de nuevo.
- Herm finalmente se convenció de que me ama – dijo mordiendo una galleta de chispas de chocolate (n/a: snif snif, ¡quiero Chips Ahoy! O como se escriba). Ron sonrió feliz por su amigo, mientras apartaba la vista de su escoba a Harry.
- ¡Bravo! ¡Hasta que por fin! – exclamó.
- Sí, yo también digo lo mismo. Ya me estaba desesperando, y no sabía ya en qué modo decirle que la amaba y que tenía buenas intenciones con ella. Así que se lo dije claro y raspado si tenía aún una luz de esperanza. Y ahí lo soltó todo.
- ¿Y averiguaron algo sobre la sortija? – preguntó ahora serio Ron. La expresión alegre de Harry se le borró de la cara.
- No, no pudimos... es que aún no te he dicho lo que pasó.
- ¿Qué fue? – preguntó ahora intrigado Ron, mientras apoyaba la escoba a un lado de su cama, y se estiraba en ésta.
- Mientras Hermione fue a buscar unos libros, yo saqué la sortija y me la quedé viendo... de repente me encontré en otra dimensión, habían sólo árboles muertos, y viendo unas lápidas, entendí que me encontraba en un cementerio. Caminé entre ellas, hasta que me detuve delante de una para ver a quién pertenecía... después oí una voz que decía cosas como que asesinaría y... volví de nuevo a la biblioteca, aunque de verdad siempre me había quedado ahí – Ron lo escuchó con atención, mientras se quedaba cada vez más sorprendido. Aún no se le quitaba de la mente la idea de que esa sortija contenía un poder oscuro.
- Harry... – dijo fijando atentamente a su amigo – ¿ahora te has convencido? Ya sabía yo que esa sortija, que ahora ha vuelto, no nos traería nada bueno. Osea, ¡te ha transportado a otra dimensión! ¿Te das cuenta de lo peligrosa que es? ¡Debes dársela a Dumbledore!
- ¡Ron! – exclamó Harry de repente, apartando el pote de galletas ya casi vacío – No pienso dársela a Dumbledore. Primero tengo que investigar sobre ella, antes que dársela, porque si no, no tendré más oportunidad de saber qué poderes oculta. Además...
- Pero si no tienes ningún indicio, Harry. Sólo sabes que es una sortija plateada y dorada que te ha hecho ver la Marca Tenebrosa. Más nada. No sabes su historia ni siquiera si le pertenecía a un rey famoso o a un simple mendigo. Y quien mejor que Dumbledore para descubrir los secretos que esconde – Harry oía atentamente a su amigo. Estaba en lo correcto; pero por alguna razón, Harry no quería despegarse de ella tan pronto.
- Dame más tiempo, Ron. Sólo más tiempo. Ya verás que conseguiré algo – Ron suspiró.
- Bueno, qué me queda sino que seguirte, Harry. Sabes que de todos modos puedes contar conmigo. Dime, ¿por dónde empezarás a investigar sobre ella?
- En los libros que hablen sobre joyas misteriosas, sortijas mágicas, prendas valiosas. Cualquier cosa referente a sortijas. Es la única manera – Harry se frotó la frente. Ron parecía pensar de otro modo.
- Ummh... dijiste que cuando fuiste a esa otra dimensión leiste el nombre en una lápida. ¿Qué nombre tenía escrito encima?
- No lo recuerdo – dijo Harry limpiando sus lentes – creo que el nombre de la persona empezaba por M... o por L. No tengo idea. Fue todo muy rápido.
- Entiendo – dijo Ron levantándose de su cama.
- ¿A dónde vas? – Harry levantó la mirada al ponerse los lentes de nuevo, y la dirigió hacia su amigo que agarraba la escoba y se dirigía a la puerta de la habitación.
- A dar un paseo por el campo de Quidditch. Volveré en media hora. Dean y Seamus deben estar allá también, si quieres alcanzarnos...
- No te preocupes – dijo Harry tomando de nuevo su recipiente de galletas – me tomo lo que queda de la tarde para descansar un poco.
- Está bien. Luego no digas que no te invité – y se fue cerrando la puerta. Harry dirigió la mirada a su mesita de noche, y abrió la gaveta. Ahí se encontraba la sortija, que la había guardado ahí para no dejarla en el bolsillo de su túnica.
- ¿Qué te traes entre manos, tú? – dijo, tomando la sortija entre sus manos y viéndola fijamente, como si se esperara una respuesta.
