Después de escribir este fic, he empezado a creer en la frase "Más vale tarde que nunca" XD...
¡!¡O_O¡!¡ Dios mio!!!!!!!!!!!! Oh my GOTH!!!!!! O_O XDD después de 10 meses, lean bien, DIEZ MESES, he vuelto a escribir en este fic, al igual que después de 6 meses de dejar de escribir por completo!!!!!!!!! No saben lo feliz que estoy, aun siendo las 3 de la mañana, habiendo estado 14 horas ininterrumpidas delante de la compu, ¡¡estoy feliz!! ^O^ finalmente continué este fic!!!!!!!!!!!! Veo que ya empecé el año con buenos propósitos XDD espero sinceramente poder acabar el fic antes del año que viene 2005!!!!!!!!!!!!!!!!!! XDDDDD ay válgame Dios las tripas me resuenan de la emocióoooon!!!!! ^O^ Mi mente: No será porque no has comido ABSOLUTAMENTE NADA en todo el día? ¬¬X KaroL: jojo probablemente o.o XDDDD Pero qué importa!!!!!!!!! Toy feliiiiiiz!!!!!!!!
Y créanme, valió la pena esperar, en este capítulo avanzamos muchos temas ^O^ el misterio aumenta cada vez más, por lo que estamos llegando a la parte cumbre, y, lo más precioso de todo, se crea, inconscientemente, ¡¡un nuevo triángulo amoroso!! ^O^ ni yo misma me lo creía al ver lo que fluía de mis dedos O.O, pero no se preocupen XD no es el típico Draco/Herm/Harry o el más común Ron/Herm/Harry, si no es uno totalmente incoherente!!!!!!!! Mi mente: Así como tú? o.ó KaroL: sí, así de incoherente como yooooooo!!!! Jajajaja XDDDDDDD será fácil detectarlo, y, muchos de los que me conocen, se quedarán pasmados por lo que hice!!!!!! XDDDDDDDDD o.ó
Bueno, simplemente les pido que DEJEN REVIEWS, no se olviden lo importante que son para mí ^.^ Les ruego aún disculpas por la tardanza U.U pero en serio, en serio esto que he hecho es un logro!!!!!!!!!! TENEMOS QUE CELEBRARLO!!!! Jujuju!!!
Karolyna Silver
2/3-01-2004
pd: la fecha de publicación es diferente a esta a causa de querer esperar para que todo el mundo vuelva de viaje y pueda leer tranquilamente! XDDD
Capítulo 16: Claroscuro
El chico de ojos esmeralda suspiró pesadamente. Aquel objeto que sotenía entre sus dedos, estaba causando demasiados problemas... había que admitirlo: esa sortija no era una común y corriente. De veras, ¿qué se traía entre manos? Y pensar que era sólo una prenda que, viéndola fijamente, no parecía poseer alguna particularidad. Además, era tan bella...
Harry la puso en la palma de su mano derecha, para medir su peso. La verdad, era bien liviana, pero anteriormente él la había sentido más pesada. ¿Qué extraño, no? Era como si la sortija tuviese el poder de cambiar, como queriendo camuflajearse... y distinguirse cuando quisiera.
De repente, al verla tan fijamente, el niño que vivió sintió el terrible deseo de introducirla en su dedo índice. Quería saber si de verdad poseía algún poder maligno o no... cuando la había encontrado, no había tenido la oportunidad de ponérsela, pues, se había asustado demasiado con la Marca Tenebrosa que había vislumbrado...
Pero ahora no tenía miedo. Se sentía bien, animado, no le temía a nada... porque la sortija era un simple objeto, una prenda, y las prendas no poseían vida, ¿verdad? No eran capaces de hacer daño a nadie... Además, esta sortija era tan linda... ¿Cómo podía algo sin vida causar el mal?
Los ojos de Harry tomaron un brillo extraño. Ya no poseía aquel brillo dulce e inocente, sino era un brillo malvado, ambicioso. Sus labios se tornaron en una curva maliciosa, sumamente arrogante. La sortija en la palma de su mano, a los ojos de Harry, empezaba a emanar una luz, desde el interior de su estructura... Una luz, que delineaba la Marca Tenebrosa.
Pero el Harry de hace unos minutos antes ya no estaba, no existía. En su lugar, se veía un Harry malvado, ambicioso, arrogante, en busca del poder. Miraba fijamente la sortija, hasta que se decidió de ponérsela. Como si fuera una pieza valiosa, la introdujo lentamente en su dedo.
Y así fue, cómo las tinieblas reinaron en la luz, y cómo el cielo se tornó de negro, cumpliendo el deber de jamás hacer salir el sol.
Un viento helado rozó su pálido rostro. Sus sentidos empezaron a tomar conciencia, como si improvisamente despertaran de un largo sueño. Sus párpados subieron lentamente, como si fueran de plomo; al parecer, no poseía sus lentes, por lo tanto no podía enfocar muy bien. Empezó a buscarlos por todas partes, hasta que sus manos hicieron contacto con el dichoso objeto. Se los puso y, después de unos segundos, pudo darse cuenta que se encontraba en un lugar completamente desconocido.
A su alrededor, podía apreciar un extraño laberinto de árboles muertos, cubiertos de nieve. No había más que eso en todas partes. Harry se sentía extrañamente bien, en forma, a pesar de que sus atuendos no eran adaptos al ambiente invernal que lo rodeaba. Veía sus manos, y no estaban rojas por el frío, sino seguían iguales, así de blancas que siempre. Al parecer, el estar acostado en la nieve no le había causado ningún efecto secundario... y lo más extraño de todo, era que no sentía frío.
Al levantarse, se sacudió la nieve de encima, para así verificar que su varita se encontrase en el bolsillo. No sabía muy bien por qué se encontraba ahí, ni qué lugar fuese aquel, sólo sabía que si quería sobrevivir debía moverse, a ver si encontraba alguien que lo auxiliara... que le explicara qué demonios estaba pasando.
Através de la neblina, que ésta vez no era muy espesa, emprendió su camino hacia donde el viento lo guiara. Sus pensamientos se basaban sólo en el porqué se hallaba ahí, qué había sucedido para que se encontrara en un lugar así. Trataba de recordarse de algo, buscaba pistas en su mente ininterrumpidamente, pero... todo le parecía borroso.
Harry luchaba con su mente. Pensaba no más a los últimos acontecimientos que lograba recordar: él con Hermione en el lago, el encuentro con Himery y la araña muerta, Ron y él hablando en la habitación... Pero no lograba acordarse de más nada. Su mente parecía querer hacerle travesuras, pero... ¿Por qué en un momento tan importante?
- Demonios... – dijo Harry, deteniéndose un momento junto a un árbol. – ¿Qué hago yo aquí? ¿Por qué no logro recordar? – pareciera como si se esperase que alguien de la nada le respondiera todas sus preguntas. – No entiendo nada...
Se recostó en el árbol y se echó a llorar. Probablemente nunca había hecho algo similar, pero, en ese instante, estaba cansado, no entendía nada, se sentía como un niño indefenso en medio de la nada, perdido, sin que nadie lo pudiese ayudar.
De pronto, en medio de sus sollozos, pudo escuchar otros más, a lo lejos del lugar, hacia donde se dirigía el viento. Los sollozos eran agudos y mucho más desesperados que los de Harry. Éste último sintió cómo una brisa helada recorría su espalda, suave, lenta, y escalofríante a la vez; de esa manera tuvo las fuerzas para levantarse, y dirigirse donde esos sollozos.
Mientras más se acercaba, más agudos se hacían los sollozos. Harry podía detectar algunas palabras como "Por qué" o "No te vayas", en medio de esos sollozos llenos de sufrimiento. El chico en verdad sentía un miedo muy grande, un miedo a descubrir algo que lo dejaría aterrorizado... y de hecho, tenía razón.
El viento soplaba cada vez más fuerte. A su alrededor, podía admirar los árboles muertos arropados por la blanca nieve. Se veían tan bellos, y a la vez... tan extraños. Causaban un sentimiento de grandeza, y de eternidad... pero a la vez, inculcaban un miedo desconocido, un "algo" a qué temer, sin saber exactamente qué.
Así de repente, Harry observó una mancha oscura en el piso: parecía sangre, y se veía que era reciente. Más adelante, el chico pudo notar que había otras más. ¿Se trataría de la sangre de algún ser humano? ¿Y si pertenecía... a la persona de los sollozos?
De hecho Harry se dio cuenta de que las manchas de sangre terminaban justo detrás de un árbol. Éste árbol era diferente a los demás, era más grande, más ancho, y poseía unas raíces enormes y gruesas. Sus ramas caían pesadamente, casi tocando el piso, como si fuera una cortina de nieve que cubriera algo muy valioso. Y justo desde atrás de ese árbol, provenían los sollozos, al igual que era el lugar donde acababan las manchas de sangre.
Harry, titubeando un poco, se acercó lentamente al árbol. Cuando hubo estado lo suficientemente cerca, pudo ver quién se encontraba sollozando... y la imagen lo dejó impactado.
- ¿Hermione...?
La chica se hallaba echada en la nieve, con una gran capa que la cubría hasta los hombros, y con el cabello más revuelto que nunca, cubierto de nieve. Sus ojos estaban rojos, colmados de lágrimas que brotaban con furia. Sus labios, morados por el frío, tenían una pequeña cortadura, y sangre corría de ella. La chica, en medio de sollozos que pronunciaban frases casi incomprensibles, sacudía violentamente el cuerpo de alguien, con sus manos desnudas, rojas por el frío. Pero a ella parecía no importarle su alrededor, ni siquiera su propio aspecto... pues se hallaba muy concentrada en sacudir aquella persona por la cual lloraba.
Hermione parecía no haberse dado cuenta de la presencia de Harry. Éste se hallaba inmovilizado, no sabía qué hacer, la imagen de Hermione lo tenía aterrado. Pero debía reaccionar, no podía quedarse así. ¡Debía reaccionar!
Harry saltó las últimas ramas que lo separaban de Hermione, y aun así, ésta seguía sin darse cuenta de que él se hallaba ahí. Parecía estar muy sumisa en su sufrimiento, porque tampoco reaccionaba al llamado de su amigo.
- ¡Hermione! Tranqui... – pero Harry no pudo pronunciar una sílaba más. La imagen delante de él lo había paralizado completamente, y su piel se volvió más pálida que nunca.
Hermione, cansada de sollozar, había caído en el regazo del cuerpo muerto, llorando silenciosamente, y manchando su suave rostro de sangre helada. Aquello no podía ser cierto, ¡no podía! Era sumamente irreal, y Harry se negaba a creerlo. Pero estaba ahí. No era una ilusión, ni mucho menos un efecto o especial o algo por el estilo. Era verdad. Todo eso era verdad. Hermione se hallaba llorando, encima de su propio cuerpo muerto. Harry se veía a sí mismo muerto.
El Harry que había delante de él, tenía la cabeza gacha hacia un lado, con los ojos abiertos, sin vida alguna. Un hilillo de sangre recorría un camino largo, de su boca, hasta más allá de su cuello. Sus ojos, abiertos de par en par, no poseían vida alguna, estaban vacíos, congelados. Algo de la congelada nieve adornaba su enmarañada cabellera negra, al igual que el resto de su pálido rostro. Los lentes, yacían en el suelo, bañados en sangre. Una mancha rojo oscuro se extendía cada vez más y más alrededor de un cuchillo clavado en medio de su corazón. La sangre, tan roja y oscura como siempre, seguía brotando desde la herida, y traspasaba cada traste que le impidiera el paso. Harry no tenía palabras, mientras oía cómo los sollozos de Hermione se iban apagando cada vez más y más. Ella también se estaba muriendo.
- No... te vayas... Harry... – susurraba Hermione, tratando de alzar su mano y cabeza hacia el rostro del Harry muerto. – Yo... te amo, Harry, te amo...
- ¡Her... Hermione! – murmuró Harry desde atrás, observando cómo la última voluntad de Hermione se cumplía al tocar el rostro de su amado, y así morir, en su regazo. – No... esto no puede estar pasando... – murmuró Harry, pasando las manos entre su cabello. – ¡¿Qué demonios significa todo esto, por Dios?! – gritó arrodillándose, y hundiendo su rostro entre sus manos, apunto de llorar. Pero una voz lo desconcentró del todo.
- Es tu fin, Potter... Resígnate... – Harry levantó los ojos al cielo, de donde provenía la voz, pero no pudo distinguir nada. – Muere... ¡Muere! – Harry sintió como si un enorme peso cayera encima de él, y le destrozara la columna vertebral por completo. Un grito de dolor surgió de su boca, un grito desesperado... un grito al cielo.
- ¿Por qué... la dejaste morir? – oyó de repente Harry, justo enfrente de él. El chico hizo un esfuerzo enorme por abrir sus ojos, y observar delante de él. – ¿Por qué... me dejaste morir?
- ¿Q... qué? – Harry no podía creer lo que estaba viendo. Su otro yo, el Harry muerto, estaba hablando. – ¿Có-cómo es posible...? ¡¡AAHHHH!! – de repente el dolor aumentó en él.
- Me dejaste morir, Harry... ¡te dejaste morir! – pronunció el cuerpo muerto de Harry. Su cabeza seguía caída hacia la izquierda, pero estaba empezando a moverse, lentamente, pero lo hacía. Sus ojos, como platos, lo miraban fijamente.
- Eres muy cruel, Harry... muy egoísta... – el otro yo de Harry parecía una marioneta, sus articulaciones no se movían correctamente. Mientras tanto, el peso invisible encima de Harry seguía aumentando.
- ¡N...No puedo... c-creerlo! ¡AAGGHHHH! ¡AAAAHHH! – exclamó Harry. El "muerto" quedaba impasible.
- Morirás tú también, Harry... te llenarás de sangre... – murmuró. Harry lo observó lo más detenidamente que pudo. De esa manera, pudo darse cuenta de que su otro yo, estaba llorando... llorando lágrimas de sangre.
- Sangre, Harry... sangre... – Harry no pudo aguantar aquella visión tan disgustosa. Era sangre, sangre de verdad, que caía de los ojos de su otro yo... y sin darse cuenta, también de los suyos.
La puerta de la habitación de los chicos de quinto año de Gryffindor se abrió causando un leve chirrido. Através de ella entro una persona que no debería de estar ahí, del sexo opuesto al permitido. Lenta y escurridizamente, la persona se dirigió a la cama de Harry, que se hallaba convulsionando. Sus ojos estaban como velados, se veían fríos, sombríos. Su cuerpo se movía ininterrumpidamente, haciendo chirriar la cama. La sortija permanecía en el mismo lugar donde había sido introducida, brillando intensamente. La chica lo observaba sin expresión alguna, como si no estuviese pasando nada. Con agilidad, logró inmovilizar la mano derecha de Harry, para así tomar finalmente la sortija entre sus manos. Las convulsiones de Harry cesaron y su respiración se empezó a normalizar. La chica observó la sortija en sus manos, y notó cómo la Marca Tenebrosa brillaba en su máxima potencia. Sus ojos claros brillaron con intensa malicia, y sus labios se tornaron en una sonrisa que denotaba triunfo.
- Finalmente es mía... amo. – murmuró, para después alejarse de la habitación, como viento que se desliza en medio de árboles congelados.
***
Al haber entrado en su habitación, Hermione se había tirado en su cama, pensando al roce de labios que había tenido con Harry en ese día. Estaba enamorada, no podía hacer nada en contra de ello. Por cinco largos años, había visto a Harry como a un amigo, un hermano, pero en ese último verano, sus hormonas habían empezado a aumentar, descontrolando por completo su mente, y haciéndole entender que Harry para ella era algo más que un amigo. Probablemente por Ron había sentido algo así hacía un año, cuando sus hormonas habían entrado en acción, pero de todos modos no llegó a amarlo del todo. Por más que no quisiera, los defectos de él eran mayores que su cariño; de esa manera fue cómo se dio cuenta de no amarlo en serio.
En vez, por Harry... por Harry sentía un afecto enorme, diferente al que sentía por Ron. No sabía exactamente en qué se diferenciaba, sólo sabía que era distinto. Lo quería. Amaba todo de él... o al menos casi todo: ultimamente se había dado cuenta de lo introvertido que era. No que le fastidiara, para nada... simplemente deseaba que fuese un poco más expresivo. Nada más.
Pero del resto, no deseaba que él cambiase por ella. Lo quería así como era, por algo era su novia, ¿no? Ja... novia. Qué raro sonaba aquella palabra. ¡Jamás pensó que la utilizaría por Harry! A veces ni ella misma creía que fuera cierto. ¿En verdad todo eso estaba pasando? Era tan raro... tantos años juntos, viviendo las mismas situaciones, compartiendo tantas cosas... después de todo no se conocían sino de hace cinco años. Y aun así, Hermione sabía que no lo conocía por completo.
Sí, era así. No lo conocía del todo, aun sabiendo la mayoría de su pasado. Además, no creía saber todo acerca Ron... ni mucho menos de ella misma, pues, uno nunca termina de conocerse. Pero la incógnita que recaía acerca de Harry, era tan rara... Las reacciones que él de vez en cuando tenía, eran insólitas en él. Ultimamente estaba tan distinto... es más, todo era más distinto. ¿Se debía acaso al Señor Tenebroso? ¿O era por causa de alguna otra cosa...?
No tenía muy claro ese punto, pero era mejor si no se ocupaba de ello. Mejor era si se ponía a distraer su mente con otra cosa.
- Yawn... Mejor estudio... – bostezó Hermione, estirándose en la cama – sé que es viernes, pero no importa, ya que no tengo nada que hacer... – se levantó de la cama y revisó su diario escolar, para ver qué tareas debía hacer para la semana. Después de anotar lo que debía hacer, recogió los libros que le serían necesarios y se fue cerrando la puerta de la habitación.
Al bajar las escaleras pudo darse cuenta de una enmarañada cabellera negra sentada en un sillón: Himery. La chica observaba la chimenea encendida, muy concentrada, como si estuviera viendo un programa de telivisión bastante interesante.
- ¡Oh, Himery! Pensé que te habías ido a tu habitación. ¿Qué haces ahí tan solita? – le preguntó Hermione acercándose a ella. La chica volteó la cabeza hacia a ella, viéndola aburrida.
- Nada – dijo Himery aburrida. – Sólo veía el fuego, y me preguntaba una cosa...
- ¿Qué cosa? – preguntó Hermione.
- Umh... ¿El fuego quema, verdad? Quema todo lo que se halle en su paso... pero si encuentra una gran cantidad de agua, puede ser derribado. ¿Por qué hay tal desventaja? – comentó Himery. Hermione la miró confundida. ¿Qué clase de pensamientos tenía aquella chiquilla de once años?
- A... ¿A qué te refieres con desventaja? – dijo Hermione. Himery suspiró.
- No sé... es decir, el fuego no puede quemar el agua, o sea, no puede acabar con ella. Pero el agua sí. Eso me parece que es una gran desventaja para el fuego – Hermione la miró extrañada. Después se agachó y le tomó las manos a Himery, mirándola a los ojos.
- Sí, puede que esto sea una gran desventaja, pero... piensa un poco... el agua no es igual de destructiva que el fuego, porque, en varios aspectos, éste puede ser más dañino. Por lo tanto tiene más potencia que el agua – Himery frunció el ceño observando el fuego en la chimenea.
- ¡Pero si el agua es capaz de hacer inundar hogares, con sus tormentosas lluvias y maremotos, y todo eso...! – dijo Himery, viéndola ahora, confundida. Hermione sonrió.
- De todos modos es más fácil que un bosque se queme a que una ciudad se inunde. Piensa en eso... el fuego puede actuar rápido pero puede morir rápido, si se tiene el arma adecuada para acabar con él – dijo Hermione cariñosamente. El rostro de Himery se iluminó.
- Es decir... que el agua es más lenta en todo, pero, es más fuerte después de todo, ¿no? – concluyó Himery. Hermione sonrió.
- Sí... más o menos así es la cosa – Hermione se levantó, recogiendo de nuevo su bolso con los libros. – Bueno, es hora de que yo me vaya a cumplir mi deber. Cuídate – le besó dulcemente la frente y se dirigió hacia la salida.
- Hermione... – murmuró Himery antes de que saliera. Hermione se volteó a mirarla.
- ¿Sí?
- Si algún día llegase a prender fuego... ¿lo apagarías tú por mí? – preguntó con una expresión de preocupación. Hermione no comprendió su pregunta, pero de todos modos decidió satisfacerla.
- ¡Claro! – dijo con una sonrisa, antes de salir por el retrato de la Señora Gorda.
***
Karolyn se levantó de su cama y se dirigió rápidamente hacia la salida, para así irse a la biblioteca. La última vez que había visto a Hermione había sido ahí, después de lo que había pasado con Harry Potter... Ahora que lo pensaba era posible que no se encontrara allí, y no quería ir hasta la torre de Gryffindor a buscarla, así que decidió nada más ir a tomar aire fresco por ahí. Subiendo las escaleras, estaba apunto de dirigirse hacia los jardines, pero cambió de idea pensando en el campo de Quidditch. Posiblemente alguna casa se estaría entrenando para la nueva temporada de Quidditch que se haría en Hogwarts. Estaba muy curiosa por ver cómo jugaban sus nuevos compañeros, pues, los que había conocido en Madrid y Roma, eran muy buenos en dicho deporte.
Cuando entró al campo de Quidditch, vio que ningún equipo estaba entrenando de veras, sino que habían unas cuantas personas de diferentes casas. Entre ellas pudo darse cuenta de la famosa Buscadora Cho Chang, que estaba entrenando con una snitch, luego otras dos chicas que debían ser de Gryffindor que estaban una de portera y otra de Cazadora, después un chico que parecía ser de Hufflepuff, y luego Ron junto a otros dos chicos que había visto pero del cual no recordaba el nombre.
- ¡Ron! – exclamó Karolyn agitando las manos – ¡Hola! – Ron se volteó a verla y le sonrió, yendo hacia ella.
- ¡Hola Karolyn! ¿Cómo estás? – dijo Ron al aterrizar.
- Bien, vine a tomar aire fresco. ¿Harry no anda por aquí? – preguntó viendo que el chico de la cicatriz no se hallaba en el campo.
- No... – dijo Ron rascándose la cabeza – Prefirió quedarse a descansar por el resto del día – sonrió. – ¿Sabes la nueva notica? – dijo pícaro.
- ¿Cuál? – se intrigó Karolyn al ver la cara de Ron.
- Hermione y Harry ahora son novios – dijo con una sonrisa. Karolyn sonrió.
- ¿De verás? ¡Qué bien! ¡Hasta que se aclararon! – exclamó Karolyn, sinceramente feliz.
- ¡Hey Ron! – lo llamó Dean desde arriba – ¡Aun queda un poco antes de que se ponga el sol! ¿Qué tal una partida de Quidditch? – Ron y Karolyn lo miraron.
- Umh... no tenemos suficientes personas... – dijo Ron.
- ¡No importa! – exclamó Seamus – Haremos equipos de a cuatro y de a tres... aun siendo impares – Ron estaba apunto de responder algo, cuando alguien se le adelantó.
- Ya no serán impares – se oyó exclamar desde la entrada del campo de Quidditch. – Conmigo seremos pares – Ron lo miró con desprecio.
- Nadie te invitó, Malfoy – dijo Ron, observando que Draco se había puesto hasta el uniforme del equipo de Slytherin. Draco lo miró en los ojos.
- ¿Y qué? Son impares, es mejor que me dejen jugar – el chico de Slytherin le dirigió una mirada a los demás, que estaban aterrizando para ver quién había llegado.
- Está bien – dijo Angelina. – Haremos equipos de a cuatro, pero... yo elijo los grupos, o no juegas.
- Bueh... – Karolyn observó a Draco desde la barra. Éste le devolvió una mirada rápida, para ver desafiante a Angelina – Acepto.
- Muy bien... – dijo Angelina – Ron, Elena y Chang conmigo. Dean, Seamus y Finch-Fletchley con Malfoy.
- Je, esto será pan comido – dijo Draco con un guiño, elevándose junto a los demás hacia el campo.
- Hey, tú – dijo Angelina indicando a Karolyn. Ésta la miró, y Angelina le lanzó rápidamente una llave. – Tú serás el árbitro. No vayas a soltar las bludgers porque no tenemos suficientes jugadores. Sólo agarras la quaffle y la snitch allá adentro, ¿está bien? – Angelina le indicó la caja cerca de ella.
- E... está bien – dijo Karolyn, abriendo la caja, y agarrando un pito de árbitro. Al no tener escoba, los jugadores se encontraban un poco más bajo de lo acostumbrado, para poder agarrar la quaffle.
- Muy bien – Karolyn se paró en la barra, para estar un poco más alta. – ¡Que comience el juego!
Al soltar la quaffle y la snitch, los jugadores se volvieron como locos. Ron y Angelina se abalanzaron contra la quaffle, al igual que Dean y Seamus, mientras Cho y Draco buscaban desesperadamente la snitch. Elena y Justin Finch-Fletchley permanecían en guardia delante de los tres aros, esperando que la quaffle no llegase hasta ellos.
Karolyn no podía ver bien, pero lo que pudo notar rápidamente fue el marcamiento de puntaje de Angelina. Rápidamente la quaffle pasó a Dean, quien esquivó a Ron y se dirigió hacia el tercer aro de Elena, y, sin que ésta se diera cuenta, anotó diez puntos. Cho Chang parecía muy ocupada buscando la snitch, pues, a esas horas del día, era muy difícil distinguir la pequeña bola con alas entre los últimos rayos de sol. Al parecer Draco parecía más interesado en hacerse ver, que en buscar la snitch... pero de todos modos estaba empeñado en su trabajo.
- ¡Sí! ¡Otros diez puntos! – exclamó Angelina. Ron le chocó la mano, y continuó en busca de la quaffle, pues, la había agarrado Seamus. Pero antes de que pudiera alcanzarlo, Draco se entrometió en su camino, y lo hizo desviarse.
- ¡Hey! ¡Mira por donde vuelas, Malfoy! – exclamó Ron irritado, al ver a Draco alejarse feliz cuando Seamus había anotado otro punto. A todas estas, iban treinta a veinte a favor del equipo de Angelina.
- ¡Vamos chicos! ¡No se rindan! – dijo Dean al ver que Ron había cogido la quaffle. Afortunadamente, Justin logró parar la quaffle lanzada por Ron, y se la pasó a Seamus.
Pasaron al menos treinta minutos en esta situación, cuando el marcador marcó ochenta y ochenta. Los Buscadores parecían esperar a que se pusiera el sol, para así poder etectar la dichosa bola dorada. Karolyn los veía jugar, y a la vez, los analizaba: no eran tan malos después de todo, y creía que estaban a la altura de los que había visto anteriormente. Ron era muy bueno como cazador, lástima que no pudiese aun formar parte del equipo. En cuanto a Draco... se movía bien, pero parecía algo distraído.
De repente la quaffle pasó en manos de Angelina. Ésta se dirigió hacia la portería de Justin, apunto de anotar otros diez puntos, pero Cho Chang le pasó por el frente, y se distrajo. La china parecía haber detectado la snitch, pero Draco no se había percatado de ello. Estaba más ocupado siguiendo a Ron.
De repente la quaffle cayó de las manos de Angelina, y Seamus se hizo poseedor. Rápidamente Draco se puso al lado del chico Finnigan, al parecer con una intención precisa. Ron fue directamente hacia Seamus, con la intención de quitarle la quaffle. Pero antes de que pudiera hacer tal cosa, Draco se le acercó y rápidamente, pronunció:
- Ni se te ocurra acercarte más a Vingel, ¿entendido Weasley? – Ron volteó los ojos – ¡Ella es mía! – exclamó Draco antes de alejarse. Ron lo miró confundido.
- ¡La snitch! – exclamó inconscientemente Karolyn, indicando a Cho que subía cada vez más. Draco la observó, y aumentando la potencia de su nueva escoba Anilorac 3020, logró no sólo alcanzar a Cho, sino también atrapar la snitch.
- ¡La tengo! ¡Se acabó el juego! ¡Hemos ganado! – Dean, Seamus y Justin no parecían del todo felices, pero de todos modos se sentían bien por haber ganado. Los jugadores empezaron a descender lentamente, Angelina con la quaffle en la mano.
- Gracias – dijo Angelina al darle la quaffle a Karolyn – fuiste buen árbitro, aunque esta vez no se cometió alguna falta, je. ¿Cómo te llamas?
- Vingel... Karolyn Vingel – Angelina hubiese sonreído si no se hubiera dado cuenta del sello de Slytherin en su túnica.
- Bien... ¡nos vemos, Vingel! – dijo Angelina, seguida por Cho y Justin. Los demás Gryffindor se hallaban en el bebedero, mientras que Draco le iba a entregar la snitch.
- Aquí tienes – dijo Draco dándole la snitch. Karolyn la agarró sin mirarlo a la cara.
- Gracias.
- ¿Y? – dijo Draco, viendo cómo Karolyn se agachaba para guardar la snitch.
- ¿Qué? – dijo Karolyn, alzando la cabeza para mirarlo.
- ¿Que no viste lo bien que atrapé la snitch? ¡Sólo gracias a mí pudimos ganar, porque esos ineptos...! – Karolyn cerró la caja con llave, y lo miró frunciendo el ceño.
- Definitivamente Malfoy, el jugador es el que cuenta, no la escoba. Además, deberías aprender a trabajar en equipo – dijo Karolyn agarrando la caja y dirigiéndose hacia el bebedero donde Ron (los demás se habían ido). Draco se enfureció y por poco no rompía su preciada escoba.
Karolyn sabía de no haber dicho la cosa correcta, pero no podía hacer más nada. Draco no era que no le simpatizara, sino simplemente que su caracter le fastidiaba. Probablemente no lo haría cambiar, así que tarde o temprano, si quería volverse su amiga, debía aceptarlo tal como era.
- Ron – dijo Karolyn llegando al bebedero – ¿Dónde pongo esto? – Ron le indicó un armario al lado del bebedero.
- Ahí – Karolyn se dirigió hacia allá, e introdujo la caja. Después lo cerró, y se sirvió un poco de agua en el vaso de papel.
- ¿Sabes? – dijo Ron – Este sistema del bebedero no existía antes. Lo implantaron fue este año.
- ¿En serio? – dijo Karolyn perpleja. – Vaya, si hasta en mi otra escuela había... Dios, ustedes sí que andan algo anticuados, ¿eh? – Ron sonrió.
- Je je, algo – dijo. – Pero estamos acostumbrados.
- Supongo – dijo Karolyn, botando su vaso en la papelera. Después observó cómo Draco se iba enfurecido por la puerta.
- Bah, ese tipo tiene problemas – dijo Ron haciendo un remolino con el dedo indice, indicando su cabeza, en signo de locura.
- Ustedes nunca se llevaron bien, ¿verdad? – preguntó Karolyn.
- Nunca – respondió rápidamente Ron – y jamás lo haré.
- Umh... – murmuró Karolyn. La "reconciliación" entre Slytherin y Gryffindor sería más difícil de lo normal.
- Oye, una cosa... – dijo Ron botando su vaso de agua.
- ¿Sí?
- ¿Cómo te la llevas tú con Malfoy? – preguntó. Karolyn suspiró.
- Bueno, la primera semana me pareció una buena persona, pero luego no sé qué pasó que nos peleamos y ya no compartí mucho con él... por lo tanto no sabría decirte si me cae bien o mal, pues, no pude conocerlo mejor. De todos modos mi impresión de él no es del todo mala...
- ¿O sea? – Ron la miró fijamente.
- O sea que lo único que me parece malo en él es su caracter... a veces es bueno, otra veces se da muchos aires... y me parece también algo mimado y sobretodo, posesivo... – Ron arqueó una ceja.
- ¿Posesivo? ¿En qué sentido?
- Pues... no sabría decirte. Mejor ni me pares – dijo. De repente lo miró a los ojos – ¿Por qué la pregunta? – Ron se sonrojó un poco.
- No... por nada. Sólo curiosidad – dijo encaminándose hacia la puerta, con Karolyn que lo seguía.
- ¡Wuaa mañana no hay clases! – dijo Karolyn estirándose, cuando ya estaban entrando de nuevo. Ron le sonrió.
- ¿Sabes?
- ¿Qué?
- No te pareces a ninguna chica de Slytherin – dijo Ron.
- ¿Ah sí? – dijo Karolyn, deteniéndose antes de bajar las escaleras a las mazmorras, viendo a Ron. – ¿En qué sentido?
- Pues, las demás son todas arrogantes, tontas, que sólo se ocupan de hacerle la vida imposible a los demás... son de Slytherin, pues – Karolyn frunció un poco el ceño.
- Pero yo soy de Slytherin – Ron se encogió de hombros.
- Pero aun así no lo pareces. Eres completamente opuesta a ellas. Eres... especial.
Ron la saludó con la mano, y se fue escaleras arriba. Karolyn lo vio alejarse, con las mejillas sonrojadas, pensando en lo último que había dicho.
***
Finalmente, la noche había llegado, y consigo un manto de neblina que cubrió totalmente el Bosque Prohibido y el resto de los terrenos de Hogwarts. La luna servía de faro a los navegantes de la noche, así fueran criaturas salvajes del Bosque, o Hagrid, cortando leña para su chimenea. Los jardines necesitaban de la luna para poder resplandecer en la noche, porque en esa época, que se hallaba en lo más profundo del otoño y se preparaba para el frío invierno, las plantas perdían sus luminosos pétalos, o si no, se marchitaban. Las fuertes brisas de otoño, movían las hojas caídas de los árboles, como queriendo hacerlas danzar, y dándole a los árboles el valor necesario para sosportar la nieve que pronto caería sobre ellos. De vez en cuando, los árboles perdían su brillo, cuando las nubes se interponían entre ellos y los rayos de luna, haciendo notar que ellas nunca estarían ausentes en el mundo, ni de noche, ni de día.
Y así era cómo el paisaje se presentaba ante los ojos de Ginny Weasley.
La chica pelirroja observaba con ojos fríos la imagen de Hogwarts desde las ventanas de la Sala Común de Gryffindor. El recuerdo de las lianas, acechando por la noche, arrastrándose entre las tinieblas, rodeando su cuerpo, no la dejaba en paz. Aquel momento había sido tan rápido, pero a la vez doloroso, que nunca en su vida podría olvidarse de él. Además, ellas no la dejarían jamás.
Ginny subió un poco la camisa, para dejar al descubierto su abdomen. Estaba horriblemente cubierto de cicatrices que jamás desaparecerían... permanecerían ahí, durante el resto de su vida, recordándole cada dolor que había sentido en aquel momento. Había veces que Ginny pensaba que se pasaba de víctima, pues, sabía muy bien que le hubiera podido ir peor... podría haber muerto. Pero a ella no le importaba que tan peor le hubiese podido ir, nada más pensaba que ahora sería horrible de por vida, y que jamás podría disfrutar de su vida plenamente. Tal vez hubiera sido mejor si hubiese muerto...
Ginny se introdujo nuevamente la camisa en el pantalón, y una lágrima recorrió su mejilla iluminada por la luna. Ya no sería la misma de antes. El hecho de desear la muerte por una cosa tan insignificante como aquella, ya la hacía diferente. Pero para ella no era nada insignificante: defrente a su nuevo problema, los demás problemas más graves se volvían aún más insignificantes que el suyo. La cruz que ahora ella debía llevar consigo, era más pesada que la de otras personas.
Otra lágrima surgió de sus ojos, y un pequeño sollozo hizo su aparición. No podía no sentirse mal, pensando en lo egoísta que era en ese aspecto. A veces no se entendía ni a ella misma, porque en unos momentos era la persona más victimista y egoísta del mundo, y en otras se sentía culpable por lo que pensaba. Después de aquel momento, todo había cambiado. Ella había cambiado.
- ¿Por qué... por qué tengo que ser así? – murmuró Ginny, tratando de ahogar sus sollozos al taparse la cara.
- Gin... – oyó Ginny detrás de ella. Al voltearse, pudo observar el rostro triste de Colin. – Todo esto es mi culpa... – dijo, cuando unas lágrimas se asomaban en sus ojos. Ginny le tomó la mano. – No debí nunca pensar de encontrarnos en los jardines...
- Claro que no... es mi culpa... por no haberte dado una respuesta antes... – sollozó Ginny. Colin se agachó y la abrazó.
- Perdóname Ginny... lo siento... – las lágrimas se deslizaron por sus mejillas.
- Colin... Te amo... – murmuró Ginny, besándolo suavemente.
***
Hermione recogió sus libros al ver la hora que era, sintiéndose satisfecha: no sólo había podido acabar todas las tareas asignada para la semana, sino que también había podido elegir unos cuantos libros sobre joyas y prendas en la historia. Sólo había podido chequear el índice, pero los que había agarrado parecían que le serían útiles. Fue dónde Madame Pince a registrar los libros que había tomado, para así encaminarse hacia la torre de Gryffindor. En el camino, al subir las escaleras, se encontró con Ron.
- ¡Ron! – dijo Hermione yendo hacia él. – Qué bueno que estás también tú – Ron observó el morral de Hermione, y los libros que llevaba en los brazos.
- Estabas en la librería, ¿no es así? – dijo Ron.
- Sí... hice todas las tareas de la próxima semana y para más encontré unos libros que nos podrían servir para la búsqueda acerca de la sortija – dijo Hermione con una sonrisa.
- Me enfermas, Hermione... – murmuró. Hermione rió.
- Ja ja ja, ¿ya ves? Yo no pierdo mi tiempo en tonterías. Por cierto, ¿qué hiciste el resto de la tarde? ¿Cómo llegó Ginny?
- Bien... aunque está algo cambiada. Supongo que lo que le sucedió debió afectarla bastante... y no es por nada, pero esas cicatrices son horrendas – Hermione puso cara de preocupación.
- ¿En serio quedó tan resentida?
- Sí... y ni se te ocurra hablarle acerca del tema, que te come viva – dijo Ron suspirando.
- Umh... – mumuró Hermione, algo desanimada.
- Una pregunta... – dijo Ron de repente, después de unos segundos.
- ¿Qué?
- ¿Qué relación tiene Karolyn con Malfoy? – preguntó de un tiro. Hermione quedó algo sorprendida.
- Pues... según lo que ella me cuenta, los dos no se han tratado mucho, y si lo han hecho, ha sido para insultarse... Pero al parecer algo tiene Malfoy que la hace sentir confundida...
- ¿O sea?
- O sea que Karolyn a veces duda, y se siente atraída por él... además, pareciera como si él también pasara por lo mismo – Ron recordó lo que le había dicho Malfoy durante el partido.
- ¿Quieres decir que es posible que a Malfoy le guste Karolyn... y viceversa? – Hermione sonrió, cuando ya estaban frente al retrato de la Señora Gorda.
- Así parece – dijo. Ron se quedó pensativo mientras decía la clave. – ¿Por?
- Saber – dijo Ron sin más rodeos. Hermione lo miró pícara.
- Sí claro – dijo, pero no agregó más nada, cuando se dio cuenta de que Ron fijaba atentamente a Ginny y Colin que se besaban.
- Gi... ¡¿Ginny y esa plasta?! – exclamó de repente, poniéndose rojo y con los pinchos más parados que nunca. Ginny y Colin se voltearon a verlo.
- R-Ron... – balbuceó Ginny, esperándose lo peor.
- ¿Conque fue por eso que los dos fueron encontrados juntos aquella vez, eh? – bufó Ron, controlándose. – Ja, me lo suponía – Ginny lo miró desconcertada, al igual que Hermione.
- ¿N-No me vas a regañar o algo por el estilo? – dijo Ginny, temerosa. Ron miró hacia otro lado, con un aire entre serio y enfadado.
- No... allá tú con quien quieras estar – dijo, sonrojándose un poco. Ginny sonrió feliz, ya tenía la aprobación de su hermano mayor, la más importante de todas.
- ¡Te quiero, hermanito! – dijo Ginny abalanzándose encima de Ron.
- ¡Déjame! ¡Puaj, gérmenes de hermana! – exclamó Ron. Hermione le dio dos palmadas en la espalda.
- Veo que estás madurando, Ron – le susurró.
***
Rápidamente, como si el tiempo no contara, el sol se levantó radiante, trayendo consigo un nuevo día. El día anterior, cuando Ron había regresado al cuarto, había encontrado a Dean y Seamus conversando, y a Harry echado en su cama, durmiendo plácidamente. A los chicos les había parecido extraño que Harry estuviera dormido tan temprano, pero de todos modos decidieron no despertarlo, y así dejarlo dormir hasta el día siguiente.
Cuando ya fueron las nueve y algo, Harry se despertó, viendo primero borroso, para así buscar sus lentes en la mesita de noche. Pero, busca que te busca, no se hallaban ahí. De hecho, después de unos segundos se dio cuenta de que se encontraban justo en su pecho. La cosa le había parecido rara.
Al levantarse, se dio cuenta de que las cortinas de su cama no habían sido cerradas durante toda la noche. De hecho, él no se había arropado con las cobijas, ni se había puesto la pijama... se había dormido con su uniforme y más nada.
De repente, le dio por tocarse la frente. Su cicatriz estaba normal, a temperatura corporal. Y de todos modos sentía como si horas antes le hubiese ardido hasta la muerte. De hecho, no recordaba muy bien porqué se había dormido de aquella manera...
Salió de su cama, y se dirigió al baño para así ducharse y luego cambiarse de ropa. Después de que hubo hecho lo antes dicho, se puso algo del gel que le había enviado la tía, y de veras que su aspecto cambiaba. Se veía bien guapo, con aquellos mechones bien ordenados que caían por su frente.
- Wao, estos químicos sí que ayudan – dijo Harry, contemplando su imagen en el espejo. – "Harry, hoy te ves espectacular", ja ja ja – rió para él solo. Rápidamente se lavó los dientes, y al limpiar los anteojos, se los puso de nuevo para dar una última mirada al espejo.
- Nos dejaste morir... – sintió que una voz en su mente le susurraba algo. – Te dejaste morir... – Harry quedó de piedra al oírla. De repente, todos los recuerdos le volvieron a la mente. Se miró en el espejo, y no observó lo que hubiese querido ver. Se vio a sí mismo, sí, pero con la cara pálida y lágrimas de sangre cayendo por su rostro. Esto aterró a Harry hasta lo profundo de su alma.
- ¡Ron! – exclamó saliendo del baño – ¡Ron! ¡¡ROOOON!! – dijo Harry yendo hasta la cama de su amigo. Este, y también los demás, se despertaron enfadados.
- ¡¿Qué demonios te pasa, Harry?! – exclamó Ron, mientras Harry lo sacudía. – ¡Ya cálmate, viejo! – gritó Ron tratando de calmarlo.
- Sí Harry, déjanos dormir en paz... – dijo Seamus, apareciendo de entre las cortinas de su cama, para luego desaparecer nuevamente.
- Ron, te tengo que decir algo, pero no aquí – dijo Harry jalando del brazo de su amigo, hasta llevarlo al baño y cerrar la puerta.
- ¿Qué pasa, Harry? – dijo Ron ya del todo despierto. Harry estaba bien pálido.
- Ayer... cuando te fuiste, no sé qué pasó, pero de repente fui transportado nuevamente a otra dimensión, y en ella... estaba Hermione, llorando, y luego otro yo, muerto... y de repente no sé, algo me hizo sentir pesado e improvisamente, mi otro yo revivió y dijo que lo había dejado morir, y que me llenaría de sangre y... y...
- ¡Harry, contrólate! – dijo Ron tomándolo por los hombros – Fue sólo un sueño, ¿ok? – Harry frunció el ceño.
- ¿Un sueño? ¡¿Un sueño nada más?! ¡No, Ron! ¡No fue sólo un sueño! ¡Fue una visión! – exclamó Harry, tomándose la cabeza. – Hermione... ella moría en sus brazos, Ron... en mis brazos... y luego mi otro yo revivía y... le salía sangre por los ojos, como si fueran lágrimas... y luego, a mí también me salían y... – Harry apretó los ojos, Ron que no sabía qué decir – ¡Pero qué es lo que me está pasando, Dios mío! ¡Qué demonios pasa con esa sortija! – gritó desesperado.
- Harry, cálmate, ¿quieres? No vas a solucionar nada gritando de esa manera – Ron respiró hondo. – Mírame bien, Harry. Lo que debemos hacer ahora es entregar esa sortija inmediatamente a Dumbledore, ¿ok? Antes de que él se vaya a las elecciones de Ministro. Vamos, llevémosle la sortija – Harry lo miró en los ojos, algo temeroso.
- No... no sé dónde está – dijo Harry. Ron ensanchó los ojos.
- ¿Qué? ¡¿No me digas que se perdió otra vez?! – Ron abrió inmediatamente la puerta del baño y corrió hacia la cama de Harry, empezando a buscarla. Después miró a su amigo en los ojos. Harry no supo qué decir.
- Harry, aquí no está. ¿Dónde demonios fue la última vez que la viste? – Ron buscó en la gaveta de Harry, pero no encontró nada. De lo que sí se percató fue del pote de galletas en el piso. Lo recogió y se lo enseñó a Harry.
- No puede ser que la hayamos perdido. ¡Lo sabía, debíamos habérsela dado a Dumbledore enseguida!
- ¡No me eches la culpa! ¡Yo no quise perderla! – exclamó Harry, mirando fúrico a Ron. – Además, ¡¡esto me afecta más a mí que a ti!! – Ron quedó pasmado. La mirada de Harry era diferente a la del Harry que conocía.
- ¡¡SHHHHH!! – fue Dean el que los mandó a callar. Harry dejó de mirar a Ron con ira, para así calmarse lo más posible.
- Yo... lo siento. No sé lo que pasó. Lo mejor que podemos hacer es esperar a que reaparezca, sé que tarde o temprano lo hará. De esa manera aprovecharemos el tiempo para investigar mejor acerca de prendas y joyas del pasado – Ron lo miró resignado.
- Bien... espera que me visto y empezamos la búsqueda – Harry lo miró.
- De acuerdo – Ron se dirigió hacia su armario, para luego así ir al baño a bañarse y cambiarse. Harry observó su mano derecha. Tenía una pequeña marca roja alrededor del dedo índice.
***
Ya llegaba el mediodía, cuando Albus Dumbledore estaba a punto de transportarse al lugar donde se realizarían las elecciones de Ministro. Mucho lo había dejado pensando aquella nota de Fudge, diciendo que él mismo haría que las elecciones se cancelaran. Pero él no podía hacer eso. El Consejo estaba de acuerdo con la elecciones, al igual que el Parlamento, aunque parecía haber un grupo de personas que aún simpatizaban por Fudge. Ja, soborno. Cornelius Fudge poseía aún esos seguidores no más por el dinero que él les daba, robado del Ministerio. Dumbledore sabía todas estas cosas, y aun así no decía nada. No porque fuera extremadamente bueno, sino por el simple hecho de que ya no tenía edad para discutir sobre asuntos como tal.
Se arregló el sombrero verde turquesa que llevaba puesto ese día y que combinaba muy bien con su traje del mismo color, bordeado de plateado. Sabía que era un evento importante, por eso había querido lucirse con ese traje que le había regalado hace un año Madame Maxime. Se dirigió rápidamente a las puertas de Hogwarts, seguida por la profesora McGonagall.
- Ocúpate de cualquier cosa que suceda en mi ausencia, ¿de acuerdo? – dijo Dumbledore.
- Por supuesto, profesor Dumbledore – dijo seriamente McGonagall, cerrando las puertas. Dumbledore se dirigió donde Hagrid, que lo esperaba ansioso con un sombrero negro de mago barato muggle a los pies. Dumbledore sonrió.
- ¿Está listo, profesor? Ya casi es hora – dijo el gran hombre. Dumbledore asintió. – Bien, prepárese. Será un viaje turbulento.
Y claro que lo sería. Dumbledore estaba más que acostumbrado a los viajes por Transportadores, y vaya que eran uno de los más rápidos... y de los más incómodos. Pero lo que en verdad entendía él por turbulento en esos momentos, era lo que le esperaba del otro lado del viaje. Sabía que algo pasaría, lo presentía, y sus presentimientos, casi siempre acertaban. Además de que era muy obvio que Fudge no dejaría su puesto tan fácilmente.
Hagrid y Dumbledore tomaron el sombrero fuertemente, para así dar inicio al viaje. Éste no duró más de treinta segundos, en los cuales Hagrid se había mareado bastante. Al llegar, todos aplaudieron la llegada de Dumbledore. Éste saludó educadamente, sonriendo. Pero antes de dar un paso, buscó entre sus ropas la invitación que había recibido del señor A.J. McClean.
Después de todo había decidido votar por él. Le parecía que ese joven de veintiocho años merecía en verdad la oportunidad de volverse Ministro, y pues, si gracias a él recibiría más votos, entonces lo acompañaría en su campaña.
Al saber que Dumbledore había llegado, McClean se acercó hacia él, dándole un abrazo amistoso y a la vez diplomático.
- ¡Director Dumbledore! Me alegra de que haya aceptado mi invitación, muchas gracias. Por favor, acomódese – Hagrid y Dumbledore habían aparecido justo en la entrada de la casa de votaciones donde McClean había decidido presentarse, y pues, el que estuvieran justo ahí era algo incómodo. La gente miraba a Hagrid extrañados, pues, nunca habían visto un hombre así de alto y grande. Hagrid en esos momentos se agradecía el haber tenido la brillante idea de cambiar de aspecto al cortarse la barba y el cabello, y al arreglarse con ropa un poco más elegante de la usual.
- No, muchas gracias a ti por haberme invitado. Estoy realmente halagado – dijo Dumbledore sentándose en un sillón, para así dejar el mueble más grande a Hagrid. McClean veía algo divertido a Hagrid.
- Oh, pero si es digno de esta invitación, director Dumbledore – dijo sonriente, mientras que un señor se acercaba hacia él y le murmuraba algo en el oído. – ¿Qué...? Ah, oh sí, claro. Discúlpeme director, es que llegaron los periodistas y desean entrevistarme. Compermiso – dijo levántandose y haciendo una reverencia.
- No te preocupes – dijo Dumbledore, sirviéndose un poco del té que se hallaba en la mesa frente a él. Hagrid tomó un bocadillo. – Sabes Hagrid, te queda bien ese traje – dijo Dumbledore sonriente.
- Oh, muchas gracias profesor – dijo Hagrid, hinchándose de orgullo. – Es el mismo del año pasado en el baile de Navidad, sólo que un poco más arreglado – e introdujo otro bocadillo en su boca.
- Je, muy bien.
- Pero una cosa, profesor. ¿Cree en verdad que Fudge sea capaz de evitar las elecciones? – dijo con la boca llena. Dumbledore suspiró.
- No lo sé, Hagrid, no lo sé. Eso lo sabremos cuando las elecciones den inicio.
Dicho y hecho, minutos después, el sonido de las trompetas dieron comienzo a las elecciones. Las otras dos casas de los demás candidatos al igual que los de McClean, abrieron sus puertas, dejando pasar a la gente que votaría por dichos candidatos. En la entrada de cada casa, había igual multitud de gente, por lo tanto no se podía saber muy bien cuánta diferencia había de popularidad. El señor McClean se acercó a Dumbledore, y le pidió que lo acompañara.
- Venga afuera conmigo, director. De esa manera la gente lo verá y... bueno, se intereserá al ver que alguien tan importante como usted se halla de nuestra parte – dijo el joven. Dumbledore acabó con su té y se levantó.
- Por supuesto joven, no hay problema – dijo pasando entre la cola de gente que votaría por McClean. Al salir afuera, varios periodistas se le acercaron rápidamente, bombardeándolo de preguntas e inculcando interés en las demás multitudes.
- Director, director, ¿por qué ha decidido votar por McClean?
- ¿Qué se espera del candidato Alexander James McClean?
- ¿Lo conoce de hace tiempo? ¿Es hijo de algún amigo cercano?
Las preguntas aumentaban a medida de que más periodistas se daban cuenta de la presencia de Albus Dumbledore. Éste, impasible, alzaba las manos para pedir silencio entre los periodistas.
- Muy bien, responderé a sus preguntas: Yo pienso que el candidato McClean esté al alcance de los demás candidatos. A pesar de su corta edad, el joven posee carisma, talento, y sobretodo una gran inteligencia. Con el pasar del tiempo, al conocerlo como un simple empleado, supe que éste hombre llegaría muy lejos; de hecho, en estos momentos no tengo alguna duda acerca de ello.
Al dar tal declaración, las preguntas aumentaron, al igual que la repentina fama de McClean. Muchas personas, hombres y mujeres que simpatizaban por otros candidatos, al escuchar la corta declaración de Dumbledore, decidieron ir a votar por McClean. La mayoría de aquellos que cambiaban idea así de repente, era porque no sabían por quién decidir anteriormente, y que justo el día de la elección se habían decidido. Al parecer, McClean había tenido suerte al serle tan simpático a Dumbledore, pues, en menos de media hora, había conseguido que un cuarto de la demás multitud decidiera votar por él.
Pero no pasó mucho que se oyó de repente la voz de alguien aproximarse hacia Dumbledore. Seguido por sus últimos seguidores, Fudge miraba a Dumbledore lleno de ira.
- ¡Albus! ¡Se suponía que no tenías que venir! – exclamó, indicándolo con un dedo. Los periodistas empezaron a tomar fotos alocadamente y a registrar las palabras del actual Ministro.
- Fui invitado y no podía rechazar tal invitación, Cornelius – dijo pacientemente Dumbledore. Otras fotos fueron tomadas.
- ¡Pues deberías saber que esa invitación no es válida! ¡Ni mucho menos estas elecciones! – Fudge sacó un pergamino que parecía tener la firma del acta para impedir que las elecciones se ejecutaran. Los periodistas parecían haber encontrado un tesoro al final del arcoiris. Los demás candidatos se aproximaron hacia ellos, para preguntar qué era lo que estaba ocurriendo. Las cámaras no cesaban de tomar fotos y fotos.
- ¿Qué demonios pasa aquí? – dijo Josh Burns, al ver que el actual Ministro estaba formando un escándalo. – ¿Y qué es ese papel? – dijo indicando el pergamino en las manos de Fudge.
- ¡Esto es la impedición legal de estas elecciones! – dijo Fudge, rojo de la ira. Más fotos venían tomadas.
- ¡Ah no, Cornelius! – exclamó Lisa Margaret Finster, otra candidata para Ministro, jefe del Departamento de Derechos de Magos. – ¡Esta vez has exagerado! ¡No puedes impedir algo que todos queremos! – observó el pergamino. – ¡Y no creo que esa firma sea real! – los registradores mágicos estaban pendiente de que no se perdiera ni una sílaba. Además, de que la multitud empezaba a sobresaltarse en medio de murmullos y comentarios.
- ¡Estas elecciones no son válidas! ¡No se realizarán! – exclamó nuevamente Fudge.
- ¡Basta, ministro Fudge! – dijo de repente McClean. Los camarógrafos se dirigieron completamente hacia él. – Admita de una buena vez que ya su tiempo como Ministro ha acabado. No podemos soportar meses más, porque ya estamos hartos de su incapacidad. Tiene que darse cuenta de que ya ha cumplido lo que pudo, y que sus momentos como Ministro han culminado. No puede negar algo tan eviden...
De repente, al otro lado del recinto de las tres casa de votaciones, se creó un torbellino oscuro, que hizo alzar todas las hojas caídas de los árboles. Rápidamente los periodistas se dirigieron hacia allá, empezando a tomar más fotos alocadamente. El cielo se había vuelto oscuro, y el viento había aumentado. Todos miraban perplejos el torbellino, que ya empezaba a cesar. Después de unos segundos, el torbellino desapareció, dejando ver una figura acurrucada en el piso. El Ministro se dirigió rápidamente ahí, en medio de la multitud, seguido por Dumbledore y los demás candidatos. Asombrosamente, los periodistas dieron paso a los demás, para que pudieran ver el hombre que se hallaba ahí. Dumbledore y los demás quedaron impactados. Era Mundungus Fletcher.
- ¡Dios mío! – exclamó Lisa Finster. – ¡Es Fletcher! ¡Está muerto! – cientos de comentarios recorrieron la multitud. Aquel cuerpo se veía bastante demacrado: el hombre había adelgazado bastante, y se hallaba del todo descuidado. Pero aún seguía con vida.
- No... él no está muerto – dijo Hagrid, que se había acercado para examinarlo.
- Sino ha sido besado – completó Dumbledore, entendiéndolo con tan sólo ver la mirada vacía de Fletcher. La multitud no hacía más que exclamar sorpresa, así como los periodistas se ocupaban de tomar fotos y registrar todo. Dumbledore se acercó al cuerpo sin alma de su compañero, y, de repente, notó que Fletcher tenía una nota apretada en su mano izquierda. Sin que los periodistas lo notaran, Dumbledore se la arrancó, para así guardarla entre sus ropas.
- Hagrid... debemos irnos – dijo Dumbledore. Hagrid lo miró pasmado.
- Pe-pero profesor, ¿vamos a dejar todo esto así? – balbuceó Hagrid. Los periodistas se percataron de su intención de irse.
- Ya no podemos hacer nada aquí, es mejor irnos – Hagrid se resignó.
- Como usted quiera, profesor – dijo, sacando de su abrigo el sombrero de mago muggle, mientras los camarógrafos tomaban sus últimas fotos.
***
Hermione se levantó de buen humor ese día. Tenía planeado un montón de tantas cosas buenas, que no veía la hora de realizarlas. Al ver las demás compañeras de cuarto que aún dormían plácidamente en sus camas, le dio algo de pereza, pero rápidamente logró ahuyentarla. Observó lo que marcaba su reloj: veinte para las nueve. Sí, se bañaría y tendría tiempo de sobra para ir a desayunar.
Cumplido el primer propósito, puso los libros sobre prendas y joyas en su bolso y se dirigió al Gran Comedor. No quería esperar por los chicos pues, siendo sábado, dormirían hasta el mediodía. Al llegar al Gran Comedor, pudo darse cuenta de que Karolyn se hallaba en la mesa de su casa, comiendo algo desganada su desayuno, y con la mirada perdida.
- ¡Karolyn! – exclamó Hermione, dado que había pocas personas a las nueve de la mañana. La chica de cabellos dorados volteó a verla, y le intercambió el saludo. Después de comer iría a charlar un poco con ella, pues, había ya acabado con todos los deberes de la semana.
Hermione comió de todo un poco, algo apresurada porque Karolyn la esperaba en las puertas del Gran Comedor. Al terminar, fue donde ella, para así dirigirse hacia los primeros jardines de Hogwarts, a los cuales no se les era prohibido el paso.
- ¿Cómo estás? – preguntó Hermione al llegar donde ella.
- Bien... – respondió algo desganada Karolyn. – ¿Y tú?
- Umh, yo muy bien, pero tú pareces algo desanimada – dijo cuando pasaban la gran puerta de Hogwarts.
- Aaahhh, es que han pasado muchas cosas desde ayer. Siento como si hubiese sido inifinito – suspiró Karolyn. Hermione sonrió, al sentarse en la grama fría del jardín.
- A ver, cuéntame. ¿Qué pasó? – Karolyn respiró hondo.
- Bien... Ayer, tuve una de esas discusiones ridículas con Draco, y pues, él pareció disgustarse bastante, más de lo normal. De esa manera me llevó jalada de la mano hasta la Sala Común de Slytherin, y me preguntó por qué yo era así con él – suspiró – pero yo no supe que contestarle, así que le respondí con la misma pregunta. Y luego no sé qué pasó... que me plantó un beso – concluyó. Hermione ensanchó los ojos.
- ¡¿Te besó?! – exclamó Hermione. – ¿Ma... Malfoy que besa? ¡Eso sí hay que verlo! ¡Ja ja ja ja! – Karolyn se sonrojó.
- Pues sí... y más tarde, Ron estaba jugando junto a los demás, y de repente llegó Draco diciendo que quería jugar él también... al final Draco atrapó la snitch, pero fue por pura suerte... y bueno, cuando bajó, me pidió mi opinión, y yo sólo supe responderle fríamente... – Hermione no paraba de reir.
- Ja ja ja ja... pobre Malfoy... ¡Ja ja ja! – rió aún más Hermione. Karolyn se enfadó un poco.
- Oh, si quieres me paras, ¿oíste? – dijo irónica. Hermione cesó la risa.
- Ja ja, no te preocupes que te escucho – dijo Hermione, sonriendo. – Y pues, qué te puedo decir... ¿A ti él te gusta? – el corazón de Karolyn empezó a latir fuerte, mientras se sonrojaba.
- ¿Eh? No lo sé... todo ha sido tan extraño y repentino... ¡No entiendo a ese chico! ¿Por qué tenía que ser así de raro conmigo? – exclamó Karolyn. Hermione le tomó el hombro.
- Es normal, los hombres son así cuando están enamorados – dijo Hermione. Karolyn la miró a los ojos.
- ¿T-Tú crees q-que él esté enamorado d-de mí? – balbuceó. – ¡Eso es imposible, Hermione! No hemos hecho que discutir, desde que nos conocimos... – dijo Karolyn.
- Karol, del odio al amor hay un paso. Además, él es igual que un niño. Vamos, no me digas que de pequeña nunca te sentiste atraída por un chico que te fastidiaba siempre – Karolyn pensó, tratando de recordarse... y sí, una vez lo había sentido. Karolyn miró a Hermione en los ojos.
- ¿No me digas que te ha gustado alguna vez Draco? – dijo pasmada. Hermione la miró con una expresión de negación total.
- ¡NO! ¡Cómo crees, claro que no! ¡Absolutamente nunca! No te niego que siempre nos ha molestado, pero sus bromas pasaban de infantiles, a pesadas. No sólo nos molestaba, si no también se descargaba con nosotros. Lo que le tengo es lástima. Aunque últimamente no nos ha molestado como antes lo hacía... debe ser porque ha madurado, o simplemente porque cierta personita lo ha cambiado... – Hermione guiñó un ojo a Karolyn. Ésta se volvió un tomate.
- Por cierto... – dijo Hermione de repente.
- ¿Sí?
- ¿Qué te parece Ron? – dijo Hermione. El corazón de la Slytheriana latió aún más rápido.
- ¿R-Ron? Pues... es una buena persona, y me cae bien. ¿P-Por? – Hermione sonrió pícara.
- Vamos, dime qué te parece como chico. ¿Alguna vez lo considerarías? – Karolyn estaba ya del color de cabello de los weasley.
- A... ¿A Ron? N-No lo sé... pro-probablemente... – balbuceó sin poder evitarlo. Hermione no pudo evitar el estallido de carcajadas.
- Ja ja ja ja, deberías verte en estos momentos, ja ja ja ja ja – exclamó Hermione indicándola. Karolyn desvió la mirada para no sentirse tan avergonzada, y la posó en el bolso de Hermione y los libros que se asomaban.
- Oye Hermione... esos libros... ¿De qué son? – Hermione dejó de reir, y trató de ocultarlos, pero Karolyn fue más rápida.
- "Joyas de los antepasados", "Las prendas más valiosas del mundo mágico", "Una prenda, una vida"... Hermione, ¿eres aficionada a las prendas? – preguntó Karolyn curiosa. Hermione no sabía qué responder.
- Emh sí, algo, eje – rió nerviosamente. Karolyn ojeaba los ojos entretenida.
- Pues, ¡yo amo las prendas! Los zarcillos, los collares, las pulseras, los cinturones... ¡Todo! – dijo Karolyn alegremente – ¡Ah, y también las sortijas! ¡Amo todo tipo de sortijas, sobretodo plateadas porque es mi color favorito! – Hermione la observó extrañada.
- ¿Las sortijas...?
- ¡Sí! ¡Son mi vida! Tengo una colección estupenda de ellas, ¡si quieres algún día te las enseño! – dijo animadamente. Hermione no sabía qué decir... por un momento se había sentido incómoda por el hecho de que Karolyn tuviera un gran fanatismo por las sortijas... Pero no tenía por qué alarmarse, mucha gente era fanática de sortijas, ¿no?
Se quedaron así, chequeando los libros juntas, y contemplando las imágenes de joyas preciosas que se hallaban en los libros, hasta que sonaron las doce y se tuvo que retirar. Había quedado de encontrarse con Harry en la biblioteca a mediodía, para así empezar la dichosa búsqueda.
***
Al bajar para desayunar, los dos chicos andaban algo tensos y nerviosos. Ni la misma comida podría calmarlos, pues, todo lo que estaba pasando no era normal. Aquella visión que Harry había tenido el día anterior, no era simple coincidencia. Significaba algo, al igual que la anterior, y ellos tenían el deber de descubrir ese significado.
Al parecer, el nuevo aspecto de Harry con el gel no pasaba desapercibido para nadie, pues, de veras que se veía bien. De todos modos su expresión no era de alegría y emoción, sino más bien de preocupación y nerviosismo. Ron se hallaba en las mismas, se había peinado como podía no haciéndole mucho caso a su cabello ese día, pues la preocupación era demasiada. Himery, que los había visto llegar, tomó asiento cerca de ellos.
- ¡Hola locos! – saludó animada la pequeña. – ¿Por qué esas caras el día de hoy? – Harry la observó.
- Hoy no tengo ánimos, Himery. Estoy cansado – dijo sin muchas ganas.
- Umh... – Himery hizo un puchero. – ¡Pues entonces, come! – dijo Himery agarrando un tenedor y tratando de introducirle a Harry en la boca el omelette que se acababa de servir.
- ¡N' H'mer'! ¡¡As' m' hac's dañ'!! – Harry tomó fuertemente del brazo de Himery, y lo alejó de su boca. Himery lo observó pasmada, jamás se habría imaginado un gesto así de parte de Harry.
- Qué cruel eres... yo sólo te quería dar de comer... – a Himery se le aguaron los ojos. Harry rezó porque no llorara.
- No, Himery, ¿lo siento, sí? Pero no llores por favor, ¡no ahora! – Himery lo miró con ojos aún más llorosos, pero no se echó a llorar. Sonrió alegremente y continuó comiendo su comida.
- Uff, por porquito... – le murmuró Ron al oído. Después de unos quince minutos, habían ya acabado de comer, y se disponían ya a comenzar su búsqueda. Himery, que había terminado antes que ellos, se les había quedado mirando curiosa.
- ¿A dónde van ahora? – preguntó con su voz aguda. Harry la miró.
- A la biblioteca... – Himery se animó.
- ¿Puedo ir con ustedes?
- No... te aburrirás – dijo Ron cortante. Himery puso ojos tristones.
- Pero... Himery quería ir con Harry Potter y Ron Weasley... – dijo hablando como un elfo, a punto de llorar. Harry y Ron no tuvieron más escapatoria que dejarla ir con ellos.
Al pararse de la mesa, la pequeña Himery siguió a los dos muchachos a lo largo del pasillo. Cuando hubieron llegado a las puertas del Gran Comedor, Himery se interpuso entre ellos, tomando de la mano a Harry.
- Y díganme, ¿qué van a hacer en la biblioteca? – preguntó curiosa.
- Tarea. Debemos hacer una investigación – dijo Ron.
- ¿Para qué clase? – preguntó Himery.
- Para... Adivinación – dijo Harry viniéndole en mente la bola de cristal de la Trelawney.
- ¿Sobre qué?
- Sobre joyas... metales preciosos que influyen en el medio ambiente – se las arregló Ron.
- ¿Y por qué un sábado?
- Porque hoy no tenemos nada que hacer – Harry ya sabía lo que vendría, mientras subían las escaleras hacia el piso de la biblioteca.
- ¿Por qué?
- Porque no tenemos algún otro oficio – dijo Ron.
- ¿Por qué?
- Porque no hallamos qué hacer.
- ¿Por qué?
- Porque queremos tener una buena nota.
- ¿Por qué?
- Porque influye en nuestro promedio.
- ¿Por qué?
- ¡¡AAAAAAAARRGHHHHH, HIMERY, PORQUE SÍIIIIIIIIIIII!! – exclamó Ron en medio del pasillo, dirgiéndose hacia la niña. Esta se quedó pasmada, mientras los ojos se le llenaban de lágrimas.
- No, Himery, él no quiso decir eso, no le hagas caso, es un tonto bueno para nada... – dijo Harry para tranquilizar a la chica, mientras Ron lo fijaba algo enfadado.
- ¡¡BUUUU!! ¡¡BUUUUU!! ¡Orejas rojas me gritóoooo! ¡¡BUAAAAAHHH!! – sollozó Himery arrodillada en el piso. Ron estaba a punto de ahorcarla, pero Harry lo detuvo a tiempo.
- No Himery, esa no fue su intención, él ahora se disculpará contigo... – Harry miró a su amigo – ¿Cierto, Ron? – le abrió los ojos como platos, insinuándole que así hiciera.
- Ush... Lo siento Himery, no fue mi intención. Disculpa – dijo Ron. Himery lo miró, y rápidamente una sonrisa apareció en su rostro, mientras se secaba las lágrimas. Harry sonrió.
- Bien, vamos a la biblioteca – dijo Harry tomando de la mano a Himery.
- Sí... – murmuró Himery, apretando la mano de Harry. – Vamos a la biblioteca... Harry Potter.
***
Las doce campanadas pasaron rápidamente, haciendo que Hermione se desesperara. Karolyn a último aviso le había pedido a Hermione que la acompañara a la enfermería, pues, la enfermera le había asignado unas pastillas desde que se había desmallado aquella vez, y tenía que ir a buscarlas. Hermione, algo desganada, la acompañó, para así después despedirse de ella y dirigirse lo más rápido posible hacia la biblioteca: a ella no le gustaba que la dejasen esperando, por lo tanto trataba siempre de ser puntual en todo.
Caminando por un pasillo que parecía no tener fin, pudo darse cuenta de que uno de los libros tomados de la biblioteca, se lo había llevado Karolyn por error. De esta forma tenía que volver a bajar las escaleras, y buscar a Karolyn antes de que entrara en las mazmorras.
- Por favor, no vayan a jugar esta vez, ¡miren que tengo prisa! – dijo Hermione a las escaleras. Éstas parecieron no hacerle mucho caso, pues, cuando empezó a bajar por una, ésta se movió completamente de lugar, llevándola al tercer piso en vez del segundo.
- Demonios, tendré que bajar por aquí.
Hermione caminó a lo largo del pasillo y, cuando estuvo a punto de bajar las escaleras, sintió cómo la mano de un hombre le tapaba improvisamente la boca, para luego hacerla voltear a verlo.
- Tiempo sin verte, Hermione.
Un saludillo a Diel y Miaka, que aunque no hable mucho con ellas, siempre me amenazan de muerte por no continuar el fic XD...
Aja, REVIEWS!!!!!!!!!! ^O^!!
