Mmmm... ¿Hola? Esto es un fic ciertamente extraño, ya que no soy muy dada a hacer fics cortos aparte de cuando estoy deprimida y este no es el caso. Lo que sucede es que una de mis mejores amigas (Faby!!) está de cumpleaños hoy y decidí hacerle un regalo diferente. A ella le encanta el slash, aunque no escribe para nada. Y sus parejas favoritas son... déjenme ver... Sirius- Harry; Lucius- Harry; Draco- Harry y bueno, casi todas las variantes que tengan a Harry metido por ahí.
Escribí de estas tres parejas y tb un Tom- Harry que me dio para largo ahora y por eso no lo publico...
Van dedicadas a la cumpleañera, pero espero que a todo el que lo lea le guste. Y tb a María- Jonan, que aunque no tiene nada que ver en este asunto, me ha apoyado y ayudado muchísimo aquí en FanFiction.Net.
Disclaimer = Nada es mío ¿OK? No gano nada por escribir esto, aparte de divertirme un rato y hacer un regalo de cumpleaños original. Todo es de J.K Rowling (asesina!!!!)
**ESTE FIC ES SLASH ASÍ QUE SI NO TE GUSTA O NO APRUEBAS LAS RELACIONES ENTRE HOMBRES, NO LO LEAS**
Aquí está el Sirius - Harry que tanto me costó. ¿He comentado que no sé escribir el lemon?
De todos me encantan estos dos!
Una noche: Capítulo 1
Sólo sueños
Sus labios se entreabrieron, ofreciéndose tiernos y húmedos a su boca hambrienta. Las lenguas se fusionaron en una lucha desigual que dejó como resultado la anhelada victoria de parte del hombre mayor, que estrechó ferozmente el abrazo hasta que entre ellos no existía más que la barrera húmeda de la ropa. Y ese era un límite que podían franquear con facilidad.
Deslizó ágilmente sus manos por debajo de la empapada playera, palpando en el proceso la piel desnuda, incitante, que lo invitaba a descubrir aún más de ese pequeño cuerpo. Los dedos se enredaron en un afanoso intento de sacarle la polera y la ligera casaca que llevaba encima, aunque nunca abandonó el beso. La desesperación inundaba sus sentidos, haciéndolo necesitar ese cuerpo junto al suyo, necesitaba estar dentro de aquel que parecía entregarse a sus caricias.
El aire comenzó a escasear, por lo que se obligó a separarse de los labios sonrosados del chico, al tiempo que lo tumbaba bruscamente en la amplia cama a su lado. Descendió los labios por el cuello expuesto y delicado, dejando besos y pequeños mordiscos en la piel nívea. Se acomodó sobre el chico, sin abandonar su importante labor de juguetear entre los dientes con un erecto pezón que se le apareció en el camino. Sentía como su palpitante erección estorbaba dolorosamente en sus pantalones, pero no debía apresurar las cosas o al menos eso le indicaba una voz en su cabeza. Lento.
Las manos del muchacho estaban en su cabeza, enredando los cabellos azabache a placer, tironeando a medida que los mordiscos en su pecho llegaban a un punto que rozaba lo doloroso. Sirius siguió su exploración por el vientre firme y bien formado, investigando cada centímetro de piel nueva, hasta que dio con el primer obstáculo. La cintura del pantalón. Sin muchos miramientos y percibiendo a través de la tela el endurecimiento, bajó los pantalones junto con la ropa interior de un tirón.
Sintiendo los gemidos cada vez más descontrolados de su acompañante, Sirius cogió con su boca el miembro erguido, acariciando con la lengua suavemente, torturándolo con exquisita lentitud. Sin dejar nunca de masturbarlo con boca, lengua y dientes, bajó sus manos hasta encontrar la cremallera de su propio pantalón, rozando al descuido su propia y olvidada erección. Desesperado por tener al chico de verdad, los bajó rápidamente, aumentando frenéticamente el ritmo de sus caricias, sintiendo las manos pequeñas y húmedas del chico en su cabeza, empujando por más.
Antes de que el chico se viniera en su boca, Sirius dejó, entre las quejas ahogadas de su amante, su lugar sobre el cuerpo sudado. Se arrodilló entre sus piernas, forzándolo a abrirlas, rozando con su miembro la pequeña entrada. Penetró tratando de ser suave, cuidadoso, tierno, pero la estreches cálida del chico lo enardeció forzándolo a aumentar sus embestidas, penetrándolo por completo en tan sólo un par de empellones. Unas gotas de sangre mancharon las sábanas seguidas por los gritos ahogados del chico, pero Sirius no le prestó la menor atención, acariciando el pene de su acompañante, tratando de que llegaran ambos al mismo tiempo.
El chico se estremecía entre suspiros y los sollozos secos y cansados se escapaban sonoramente de su garganta, mezclándose con los gemidos de profundo placer de Sirius. Entre espasmos el chico pronunció una y otra vez el nombre de su amante, volviendo esa simple palabra en una caricia de terciopelo, en un susurro de eterna satisfacción. Sirius lo oía y volvía aún más frenéticas sus embestidas, buscando los puntos más erógenos del niño, deseando que gritase su nombre hasta que cayera en la inconsciencia deliciosa del clímax.
Antes de venirse y alcanzar la cima misma del placer buscó los labios del muchacho, sintiendo como la piel del rostro de éste estaba húmeda por lágrimas. El niño entreabrió los ojos al tiempo que sonreía. Las manos de Sirius se detuvieron en seco al reconocer las verdes pupilas que centelleaban traviesas por debajo del cristal de sus anteojos. Jadeó viendo las mejillas ruborizadas del niño y sintiendo aún bajo sus palmas la piel cálida.
Despertó empapado en sudor, sintiendo como la entrepierna de sus pantalones estaba húmeda por completo con algo espeso que se le asemejaba demasiado al semen. Eso no podía estar sucediendo. Sirius se volteó en la cama, tratando de normalizar la agitada respiración, adaptando sus azules ojos a la oscuridad profunda de la noche. La figura a su lado se quejó entre sueños para luego encogerse, acurrucándose aún más contra su enfebrecido cuerpo. Eso no podía estar pasando.
¿Qué demonios hacía Harry en su cama? Sirius observó horrorizado el rostro de profunda tranquilidad del niño al dormir, sus rasgos suavizados por el sueño, los labios entreabiertos en medio de su respiración pausada. Una de sus manos sostenía su mejilla derecha, interponiéndose entre la almohada y su piel, mientras que la otra descansaba pacíficamente sobre el estómago liso de su padrino. Tratando de calmarse, hizo un esfuerzo sobrehumano por no gritar y sacó cuidadosamente la mano del chico de su cuerpo, con la suavidad necesaria como para no despertarlo.
Acababa de tener un sueño húmedo con su ahijado. ¿Era eso, no? ¿Por qué le pasaban estas cosas precisamente a él? Estaba más que convencido que no tenía buena suerte, a juzgar por los eventos desastrosos a lo largo de toda su vida. Lo peor de todo el asunto era que aún estaba excitado. Excitado por un sueño con su ahijado, el hijo de su mejor amigo del alma, un niño de dieciséis años que por algún motivo estaba acostado en su cama. Su cabeza se negaba a funcionar correctamente y le era imposible recordar porque estaba en esa situación.
El punto era que ciertas partes de su cuerpo estaban activas y eso no era bueno según la escena. Además, comenzaba a sentir la enferma y desesperante necesidad de tocar al muchacho a su lado, de comprobar si la piel con textura de seda de su sueño era tal en la vida real. Tenía que sacar esas ideas de su cabeza o enloquecería.
Con el mayor sigilo que pudo se levantó, al tiempo que recordaba que era lo que lo había llevado a esa situación de extrema tensión. Ahí estaba, un recuerdo escondido detrás del pánico de saber que deseaba a un niño. Claro, Harry había tenido pesadillas.
Ese verano, Sirius se había negado tercamente a que su ahijado pasara nuevamente dos meses en compañía de esos muggles miserables y había fastidiado lo suficiente al director Albus Dumbledore como para que le permitiera tenerlo en su casa. Mil hechizos de protección habían sido instalados en torno a la Mansión Black, mientras que se organizaba una inmensa red de protección, para que nadie descubriera donde estaba el Héroe del Mundo Mágico y menos con quien estaba. Y ahí estaban los dos, pasando los días entre juegos que dejaron más de unos cuantos jarros y artículos rotos en la casa y extensos momentos de conversación familiares.
Por las noches se quedaban hasta muy tarde tomando chocolate caliente y hablando de cosas banales, tratando de distraerse de la inmensa preocupación que aquejaba a todos: la guerra. Era difícil pasarla por alto, pero Harry sólo era un niño y Sirius quería que por unos cuantos días viviera la experiencia de no tener el inmenso fardo de tener que salvar al mundo en sus espaldas.
Y esa noche, Harry había tenido alguna pesadilla que no lo quiso contar, pero que lo llevo llorando y hecho pedazos a la habitación de Sirius. Había sollozado largo rato en su pecho, para luego quedarse dormido acomodado en su regazo. A los pocos momentos Sirius hizo lo mismo y todo había sido en exceso normal. O eso se suponía.
Sirius salió al pasillo y caminó furtivamente hasta llegar al baño. Abrió la ducha con toda su potencia en el agua helada y se desvistió velozmente, viendo espantado las ropas manchadas. El agua le sirvió para despertar por completo y poder aclararse un poco, sintiendo como la espalda era golpeada por un centenar de agujas de hielo que se clavaban en su piel. Trató de relajarse, buscar una respuesta lógica a lo que sucedía.
Harry era su ahijado, casi su hijo. Él no tenía porque andar fantaseando tonterías que incluían jacuzzis y distintos tipos de burbujas y esponjas para frotar la espalda. Eso no era parte de su sueño, pero de todos modos era una escena grabada en su cabeza. Al igual que aquella con Harry desnudo encima de la mesa de la cocina. No estaba muy seguro de donde habían salido esas imágenes, pero al parecer hubo otras noches en las que había soñado con el chico. Apoyó su frente en los azulejos de la ducha tratando de serenarse un poco.
Comenzaba a creer que hostigar a Dumbledore para que dejara ir a Harry con él había sido una muy mala idea. Si seguía a ese paso, pronto iba a terminar violando al chico en el sofá de la sala donde acostumbraban conversar como padre e hijo. Con un buen arsenal de crema batida. Dumbledore tenía razón, el muy infame. Harry estaba más seguro en la casa de sus tíos, en compañía de ese ballenato al que llamaban su primo.
Quince minutos después Sirius salía del baño, envuelto en sus adorada bata blanca y con la mente un poco menos tumultuosa. ¿Por qué recién ahora era capaz de recordar que había pasado el último tiempo soñando con Harry? Justo cuando estaba en la encrucijada de tenerlo en su cama. Tal vez lo mejor sería irse a dormir a la pieza ahora desocupada de Harry y así mantenerse a buena distancia del niño. Sí, eso era lo mejor. No se veía compartiendo una cama con el objeto de sus más dulces sueños húmedos.
La habitación de Harry se veía tan distante a medida que iba pasando por el frente de la propia. Se detuvo, dispuesto a atrapar la imagen fugaz y etérea del muchacho y abrió la puerta en silencio. La habitación estaba a oscuras, por lo que cualquier intento de verlo debía ser efectuado a una distancia corta. Con largas y calladas zancadas se acercó hasta la cama de sábanas de seda.
El niño dormía aún, con la inocencia casi angelical plasmada en el rostro. Sonreía, dormido, y Sirius se preguntó que estaría soñando. A juzgar por lo sosegado y calmo de su expresión, sus sueños nada tenían que ver con los de él mismo. Se inclinó sobre el durmiente y depositó un beso corto y melancólico en la frente cubierta parcialmente por cabellos oscuros.
Su ahijado. "Su", suyo. Ese artículo de posesión no era bueno para una persona que se encontraba fantaseando con un chico de dieciséis años y ropa transparente. Las emociones que lo atacaron fueron varias. Deseo, lujuria, libido, pánico, ternura, cariño... ¿Algo más? Probablemente, pero se sentía cansado como para buscarlo.
Sirius giró sobre sus talones y se dirigió de regreso a la puerta. Dio vuelta la perilla, cuando el sonido adormilado de un bostezo lo detuvo en seco. No quería darse vuelta, por lo que se quedó quieto, para que en el caso de que Harry estuviese aún dormido siquiera así.
- ¿Sirius? ¿Qué haces ahí?
El aludido se volteó con una sonrisa alegre y afable en el rostro, para observar directamente al chico que ahora se desperezaba como un gatito en medio de las sábanas azules. Trató de que sus ojos no se resbalaran por el cuerpo de su ahijado y tragó duramente saliva. Necesitaba que amaneciera lo antes posible.
En alguna parte de la casa, un reloj dio las dos.
Notas de la Autora = Tenía pensado que este fic fuera al igual que los otros que hice para esta ocasión, de un sólo capítulo, pero no me resultó. Es que no me gustan los fics tan cortos, uno siempre queda con ganas de saber más. Por otra parte me costó demasiado hacer esto... no podía inspirarme, siendo que se supone que Sirius está muerto (no he leído el 5° libro y hasta que no lo haga no voy a estar completamente convencida) y tampoco pude hallar alguna forma de fic más serio que esto que acaban de leer.
Bueno, espero sus reviews con quejas, críticas, sugerencias, comentarios y cualquier tipo de amenaza.
El segundo capítulo será el último.
Nos vemos.
