Estaba sentada frente a la fogata, con la niña dormida en el regazo y Tristán al otro lado de las llamas. Sobre éstas, un pájaro recién cazado por el joven se estaba asando.
- Bueno, ¿cuál era tu plan para mañana? - inquirió Tristán.
- Pensaba llegarme hasta el campamento que vi, y pasar otra noche allí. Dos noches de camino tampoco son nada. - le miró - ¿No?
- No, supongo que no... Pero... - frunció el ceño - ¿Y si fueran bandidos?
- Mmm... No creo. - la sombra de la preocupación apenas pasó por su frente - Yo diría que son un campamento nómada. Si fueran comerciantes habrían aprovechado el refrescón de la noche para partir de nuevo, y los bandidos no se dejarían ver tanto... No lo parece, pero el desierto les da más frutos de día - suspiró - De día, los viajeros duermen intentando huir del calor, indefensos a cualquier ataque, mientras que de noche, cuando viajan, están alertas, la oscuridad aguza su instinto de protección.
- Una de dos: o tienes mucha lógica, o te has pasado bastante tiempo asándote en este infierno... - bromeó Tristán.
- Quizá las dos cosas. - Nár le guiñó un ojo. Luego miró el cielo estrellado, en dónde Isil navegaba en silencio, esparciendo su blanca luz - Mejor si te duermes ahora, te costará menos desvelarte después.
Tras que Tristán se acostara, Nár se apoyó en una palmera, abrazando a la niña. Se echó la capa por encima, cubriéndo a Anâth tb: las noches en el desierto eran peores, a veces, que sus días: gélidas, oscuras, y traicioneras.
La noche iba tranquila, y silenciosa, demasiado silenciosa para el cazador habituado a los bosques donde quizas de noche había mas ruido que de dia. Las horas se le hicieron eternas y al final se levantó. La luna estaba en todo su cenit y brillaba con un tono rojizo. Tristan empezo a caminar por el pequeño oasis hasta llegar a donde se supone que Nárya estaba haciendo guardia. Todo tranquilo, muy tranquilo, tan tranquilo que Nárya se había quedado durmiendo abrigando a Anâth con su propio cuerpo, el cazador las observó en la distancia
- ¿Qué aran en un sitio como este? - se pregunto a si mismo Tristan.
Se kito la capa y la hecho por encima de Nárya para abrigarla del enorme cambio de temperatura que habia habido desde el anochecer, cojio un trozo de madera ya medio putrefacta que había cerca de una palmera e intentó hacer una pequeña hoguera... no hubo manera, la madera estaba demasiado podrida y húmeda por la proximidad al pequeño lago, asi que decidió concentrarse en otra cosa. Cogió su bastón silbante, como él mismo lo había bautizado, y empezo a tallarle una nueva nota musical.
- Cuando Anâth crezca le enseñare a usarlo, seguro que le gusta -pensó en voz alta el cazador....
Pasaron las horas y el sol habia empezado a ascender por la línea del horizonte. Un nuevo día llegaba y a Tristan le tocaba hacer el desayuno poo estar despierto. Buscó y buscó por todo el oasis pero no había nada de fruta asta que al remojarse la cabeza en el pequeño lago vió lo alto de una palmera y, con una risa maléfica, empezó a escalar a lo alto de una de las gigantescas palmeras. Le costo mucho esfuerzo y tiempo, pero había llegado a la cima de dos palmeras, en una habían datiles, y en la otra un coco. Eran alimentos raros y caros en Gondor, y solo se solían ver en fiestas de la corte.
Tristan cogió unos cuantos datiles y un coco; pero al bajar resbaló y cayó de cabeza al oasis. Una ola bañó a Nárya y a Anâth, que empezó a hacer pucheros. Tristan sacó la cabeza, que tenia clavada en el lago, y dijo con una sonrisa en el rosro y un chichon en la fente
- El desayuno...
- Bueno, ¿cuál era tu plan para mañana? - inquirió Tristán.
- Pensaba llegarme hasta el campamento que vi, y pasar otra noche allí. Dos noches de camino tampoco son nada. - le miró - ¿No?
- No, supongo que no... Pero... - frunció el ceño - ¿Y si fueran bandidos?
- Mmm... No creo. - la sombra de la preocupación apenas pasó por su frente - Yo diría que son un campamento nómada. Si fueran comerciantes habrían aprovechado el refrescón de la noche para partir de nuevo, y los bandidos no se dejarían ver tanto... No lo parece, pero el desierto les da más frutos de día - suspiró - De día, los viajeros duermen intentando huir del calor, indefensos a cualquier ataque, mientras que de noche, cuando viajan, están alertas, la oscuridad aguza su instinto de protección.
- Una de dos: o tienes mucha lógica, o te has pasado bastante tiempo asándote en este infierno... - bromeó Tristán.
- Quizá las dos cosas. - Nár le guiñó un ojo. Luego miró el cielo estrellado, en dónde Isil navegaba en silencio, esparciendo su blanca luz - Mejor si te duermes ahora, te costará menos desvelarte después.
Tras que Tristán se acostara, Nár se apoyó en una palmera, abrazando a la niña. Se echó la capa por encima, cubriéndo a Anâth tb: las noches en el desierto eran peores, a veces, que sus días: gélidas, oscuras, y traicioneras.
La noche iba tranquila, y silenciosa, demasiado silenciosa para el cazador habituado a los bosques donde quizas de noche había mas ruido que de dia. Las horas se le hicieron eternas y al final se levantó. La luna estaba en todo su cenit y brillaba con un tono rojizo. Tristan empezo a caminar por el pequeño oasis hasta llegar a donde se supone que Nárya estaba haciendo guardia. Todo tranquilo, muy tranquilo, tan tranquilo que Nárya se había quedado durmiendo abrigando a Anâth con su propio cuerpo, el cazador las observó en la distancia
- ¿Qué aran en un sitio como este? - se pregunto a si mismo Tristan.
Se kito la capa y la hecho por encima de Nárya para abrigarla del enorme cambio de temperatura que habia habido desde el anochecer, cojio un trozo de madera ya medio putrefacta que había cerca de una palmera e intentó hacer una pequeña hoguera... no hubo manera, la madera estaba demasiado podrida y húmeda por la proximidad al pequeño lago, asi que decidió concentrarse en otra cosa. Cogió su bastón silbante, como él mismo lo había bautizado, y empezo a tallarle una nueva nota musical.
- Cuando Anâth crezca le enseñare a usarlo, seguro que le gusta -pensó en voz alta el cazador....
Pasaron las horas y el sol habia empezado a ascender por la línea del horizonte. Un nuevo día llegaba y a Tristan le tocaba hacer el desayuno poo estar despierto. Buscó y buscó por todo el oasis pero no había nada de fruta asta que al remojarse la cabeza en el pequeño lago vió lo alto de una palmera y, con una risa maléfica, empezó a escalar a lo alto de una de las gigantescas palmeras. Le costo mucho esfuerzo y tiempo, pero había llegado a la cima de dos palmeras, en una habían datiles, y en la otra un coco. Eran alimentos raros y caros en Gondor, y solo se solían ver en fiestas de la corte.
Tristan cogió unos cuantos datiles y un coco; pero al bajar resbaló y cayó de cabeza al oasis. Una ola bañó a Nárya y a Anâth, que empezó a hacer pucheros. Tristan sacó la cabeza, que tenia clavada en el lago, y dijo con una sonrisa en el rosro y un chichon en la fente
- El desayuno...
