"¡Djinn, djinn, djinn y más djinn! ¿Se puede saber qué pasa con los demonios del desierto?" La mente de Nár era un torbellino. Además, estaba histérica. Había recibido demasiadas advertencias como para andar tranquila. Y, porqué negarlo, sabía cuales podían ser las consecuencias de que un demonio enfadado se cruzara en tu camino.

- Oye, Nár... - Tristan se puso a su lado, aunque en las sombras casi no podía verla - ¿Te pasa algo?

La mujer no tuvo tiempo de contestar. Una brisa cálida y los millones de granos de arena que arrastraba le hirieron en la cara. "¡Una tormenta de arena!" pensó "Vale más que nos pongamos a cubierto... ¡y rápido!" Apretó a Anâth contra su pecho y dijo la única palabra que acudió a sus labios:

- ¡¡DJINN!!

Tristan veía como a lo lejos venía una enorme cortina de arena espesa hasta el horizonte. Se volvió hacia Narya y le dijo:

-¿¿Se puede saber qué es un maldito djinn?? Me estuvieron insisitiendo sobre djinns durante toda la estancia en el campamento -Narya lo miró, y le gritó:



- ¡Por Eru, ahora no! ¡Haz algo o nos tragara la maldita tormenta de arena!

Tristan tiró al suelo la mochila y empezo a buscar esturreandolo todo por los suelos, al final con una sonrisa en el rostro sacó una pequeña tienda que habia cogido del campamento nómada y, con dos de los venablos de Narya, hizo una especie de pared hacia la cortina de arena. Obligó a los caballos a tumbarse e incluso les tuvo que dar golpes en la cabeza hasta dejarlos insconsientes para que no se encabritasen. Cuando acabó llevaba las manos manchadas de sangre. Luego tumbó a Bigotes y, detrás, a Nárya y Anâth, cojio su raida capa de cazador y se la hecho por encima a ambas diciendoles:

- todo va a salir bien, ya vereis, para eso vine, no?? -para cuanod acabo de terminar la frase habia llegado la tormenta de arena, toneladas de arena se chocaban contra el duro cuero que los protegia, pero los venablos no eran tan resistentes y uno se rompio cayendo media tienda sobre los viajeros, pronto el otro tambien se rompio y la tienda entera se les cayo encima, si no levantaban aunke fuese un poko la tienda acabarian aplastado prot oda la arena que se estaba acumulando encima de ellos, Tristan aspiro profundo y se levanto sujetando el cuero como podia para manternerlo casi vertical, poco a poco Narya veia com los brazos del cazador cedian pero en ese momento su mayor preocupacion era que Anâth estuviese a salvo de la tormenta, luego se preocuparia de otras cosas.

La cosa fue bien hasta que el pobre Tristan se quedó sin fuerzas y cedió totalmente. Intentó volver a tirarse al suelo, pero al estar totalmente levantado, la arena y la fuerza del viento lo llevaron volando dando vueltas por el aire. La tienda cayó sobre Narya y Anâth que, antes de perder ambas el sentido, sintieron como Bigotes se había echado sobre ellas para cubrirlas imitando como estaba Tristan antes de levantarse....

Nár abrió los ojos, pero se encontró con la misma oscuridad de antes de abrirlos. Anâth no se movía, tan solo ella parecía consciente. Con un grito, ahogado, intentó levantarse. Al principio no conseguía zafarse de todo el peso que tenía encima, pero el pensamiento de que quizá su hija hubiera muerto, y de que Tristan estaba por allí fuera, no sabía bien donde, le hizo sacar fuerzas de donde no había.

Al ponerse de pie, una cascada de arena le cayó encima. Quitó con prisas la tienda y los venablos, y miró a su alrededor. Bigotes, los caballos y Anâth estaban allí, aunque estos últimos no daban señales de vida, y Bigotes estaba estirado, respirando trabajosamente, lamiéndose una pata. Desesperada, cogió a su niña y la sacudió. Con lágrimas en los ojos, le buscó el pulso. Un suspiro de alivio se escapó de los labios de la madre al encontrarlo. Aunque débil, Anâth estaba viva... La abrazó con fuerza y salió a las dunas.

El Sol bajaba por el horizonte, mostrando, a lo lejos, una figura oscura tumbada en el suelo. Corriendo (o más bien tropezando) durante un largo trecho, Nár llegó hasta dónde yacía Tristán. Se le veía respirar, pero tenía una herida muy fea enmedio de la frente, y diversas contusiones y magulladuras por los brazos. De pronto, algo húmedo le rozó el hombro.

Se giró, y vio a Bigotes tras ella. Sonrió y, dejándo al animal cuidando del joven durante su ausencia, se levantó y echó a correr.

"Tengo que salvarlos. A todos. Tristan se ha arriesgado por nosotros, ahora me toca devolverle el favor..." pensaba "Llevo datura seca en mi bolsa de medicinas, le quitará el dolor, y para las heridas... bueno, no utilizaré las pocas Athelas que me dio el Rey en mi visita a Gondor a menos que sea estrictamente necesario. No hay parte de magia oscura en esas heridas..."