Tristan despertó a la sombra de unas pocas palmeras. Por un momento, creyó que aún no habian dejado el oasis y que todo lo demás había sido un sueño. Entonces notó el frío emplaste sobre su frente y su brazo entablillado. A los pocos segundos, Nár se arrodilló a su lado, ofreciéndole un amargo brebaje.

- Bebe. Si hubiese tenido azucar tendría mejor gusto, pero no puedo poner remedio a eso... - suspiró y, mientras empezaba a limpiarle las diversas heridas menores con paño empapado en algo que escocía extremadamente, murmuró - Lo siento...

- No pasa nada... - sin ninguna mueca, se bebió toda la infusión y soporto el liquido desinfectante - ¿Hemos perdido algo?

- Increíblemente no. En un primer momento lo dudaba, pero hace ya suficiente tiempo como para que me hubiera dado cuenta...

- ¿Cuánto hace?

- Tres días. Casi creía que no volverías a despertar... - abrazó a la niña, que llevaba atada al pecho - Anâth despertó ayer... Creí que la perdía.

- Pero está bien, ¿no?

- Sí, ahora duerme... ya no tiene fiebre, ni nada... ni una herida. - se giró atrás - Bigotes tiene un rasguño en la pata, y casi te cargas a los caballos, pero están bien. Es más, sin ellos no habría podido traerte hasta aquí...

- Y... ¿dónde estamos?

- En el último oasis antes de Dhâk.

Hizo un movimiento amplio con el brazo, y ayudó a Tristan a incoporarse un poco. A su alrededor, se extendía un oasis casi el doble, si no más, que el anterior. Algunos monos pululaban por las ramas más altas, y el agua borboteaba, saliendo de entre dos peñas.

- Dentro de una semana, como mucho, llegaremos a Dhâk...

Tristan sonrio, al final el viaje habia salido bien, al menos el trayecto del desierto. Ahora quedaba el Lejano Harad, un sitio del que solo habia oído hablar, y a veces ni eso. Se giró hacia Nárya y le dijo:



-¿Podrías hacerme un favor?



- Claro, ¿qué quieres? -Tristan se puso de rodillas y sacó una daga del cinturón, diciéndole:



- Por favor, acercame mi bolsa - Nárya cogió la bolsa de Tristan y se la acercó. Este le dio la vuelta y tiró todo su contenido por los suelos: comida, agua, rubíes, cuerda, pieles... todo estaba repartido por el suelo verdoso del oasis. Cogió el forro de dentro y empezó a rajarlo ante la atónita mirada de Nár, que veíaa como estropeaba la bolsa de viaje. Metió la mano, y de dentro del forro sacóo un pequeñito frasco hecho de plata con un tapón de oro. Lo puso en la mano de Narya y le dijo:

- Tomalo, es curativa, por si a Anâth le hace falta, curará cualquier herida -Narya apretó la mano y dijo:



- ¿Por que? Tomatelo tu, se te curará el brazo, si la pocion hace todo tal y como dices - Tristan sonrió pero cerró totalmente el puño de Narya y lo llevó al pecho de la niña.



- Mi brazo se curara en un par de dias, quizás una semana como mucho. Anâth es mas importante, y es el ultimo que me queda. Quedatelo, si no por las buenas como un pago por haberme salvado y haberme traído aquí kuidando de Bigotes.

Narya no tenia la intención de aceptarlo, pero antes de poder decir nada Tristan habia escapdo de su alcance, dándole a entender que no aceptaría un no como respuesta. Tristan estaba agrupando todas sus cosas que estaban por el suelo, y con aguja, dedal e hilo se puso a coser el roto que le habia hecho a la mochila.



- Cuentame, Nárya: ¿cómo es Dhâk? Cuentame, que esta vez no me pille de sorpresa. Podrias empezar por si son mejores las ropas estas que nos dieron los nómadas o mis ropas de cazador, podría arreglarle las mangas y la pata del pantalon, si hiciese falta... cuentame... tengo... curiosidad...

Los ojos de Nár se habían empañado con las lágrimas. Apretó con fuerza el píal que acababa de darle Tristan y, mientras éste hablaba, miró a la niña. Dormía, ya sin fiebre ni nada, pero... ¡había temido tanto por ella! Anâth, su pequeña...

Decidió, a sabiendas de que no podía expresar lo que significaba para ella que Tristan le hubiese ofrecido aquél frasco, empezar a hablar de Dhâk.

- Bueno.. Dhâk... Es un poblado pequeño, ya lo verás. No más de quince familias, posiblemente menos. Sus costumbres te van a parecer extrañas, mucho más que las de los nómadas. Aunque no te ofrezcan una muchacha, van a ponerte a prueba. Dependiendo de quién sea el jefe, y de si me conoce o si no, y del concepto que tenga de mi y de mi abuela, las pruebas serán más fáciles o más difíciles. En efecto, cabe la posibilidad de que también a mi me pongan a prueba... - calló unos momentos - Y, bueno, conviene que, sea quien sea el que tenga que demostrar su valía, superemos todos los obstaculos, o ya podemos prepararnos para hacer el viaje de vuelta con las manos vacías...



- ¿Qué tipo de pruebas son esas que hacen?

- Ya te digo, depende de quién las ponga... - frunció el ceño, como recordando - Una vez, cuando yo era niña, llegó un hombre desconocido, pero desesperado... Tuvo que demostrar que no iba con malas intenciones desnudándose y exponiéndose a los cazadores y sus lanzas. Si hubiese hecho el más minimo movimiento, o si hubiesen visto alguna señal de miedo o duda en sus ojos, le habrían echado del poblado...

- Echarlo... ¿Otra vez al desierto?

- A las estepas, concretamente, pero sí... No te matan directamente, de eso puedes estar seguro, no les gusta mancharse las manos de sangre humana, en contra de lo que creen muchos... pero bueno, ya le vale. Y, aparte de eso, están las costumbres...

- Y ahora vas a decirme que son de lo más complicado, ¿verdad?

- En realidad voy a decirte que no hagas lo que haga yo. - Tristan puso cara de no entender nada - Ahora no lo entiendes, quizá luego sí. Al llegar, tu comportate como un hombre orgulloso, dominante, aunque sin ser cruel, y ¡por Eru! ni se te ocurra hacer lo que yo haga. Eso solo sería demostrarles que eres débil.

- Mmmm... ¿y que hago? ¿espero?

- Sí, hasta que yo me ponga en pie y ellos se dirijan a ti. Luego, extiende las manos con las palmas hacia arriba, y mirales a los ojos, sin miedo pero que no parezca que les retas. Si te cogen las manos, todo arreglado. Si no... entonces ya veremos. - suspiró, y le tomó el brazo - Ahora, descansa. No sientes tanto dolor por la infusión que te he estado dando, pero voy a dejar de dártela. Cuando el brazo se te despierte del todo, puede que parezca que te lo están arrancando... aunque se te pasará rápido.

Dicho esto, se levantó y se dirigió hacia la hoguera que había hecho, a pocos metros de él. Sobre el fuego había un recipiente de cuero, y el olor de comida llegaba hasta Tristan, como la voz de Nárya:

-Duerme. A ésto le falta, almenos, una hora. En cuánto esté te despertaré.