Hola a todos¡¡ Aquí estoy otra vez, con la traducción de un fic de
múltiples e interminables capítulos ^_^ Bien, empiezo con las advertencias
de siempre:
YO NO SOY LA AUTORA DE ESTE FIC, TAN SÓLO LO TRADUZCO. TAMPOCO SOY LA RESPONSABLE DEL VOCABULARIO QUE APAREZCA EN ÉL, ME LIMITO A TRADUCIRLO TAL Y COMO APARECÍA EN EL ORIGINAL.
DEBO ADVERTIR QUE ESTE FIC ES LEMON. SI ALGUIEN NO GUSTA DE ESTE GÉNERO, TODAVÍA ESTÁ A TIEMPO DE VOLVER ATRÁS ^^
No os entretengo más. Espero que os guste tanto como a mí.
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POSESIÓN (Possession)
Autora: Jane Fa Ker (youji@weibkreuz.com)
CAPÍTULO 1 : Yomi
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No sabía cuál era la causa. Cada vez que regresaba al Makai tenía la misma sensación. La sensación de que, de alguna manera, había sido excluido, de que aquel mundo le rechazaba. Incluso en su forma de youko, cuando liberaba sus instintos de zorro para dejar vía libre a sus deseos y acciones, se sentía tan. . . fuera de lugar. Era como si ningún vínculo uniera ya a Kurama con el Mundo Infernal.
El caso es que no había nada en particular referente al Makai que justificara aquella sensación. Kurama, el hermoso youko, humano y demonio en el mismo ser, era, con diferencia, una de las criaturas más deseadas del Mundo Infernal. Yomi, el youkai de las seis orejas para el que una vez Kurama trabajó, le había hecho una oferta muy atractiva, a la que Kurama respondió que tendría que pensárselo. Así que, dejando pasar los días, ocioso en el castillo de Yomi y sin ninguna prisa por que el verano del Ningenkai terminase, Kurama intentaba averiguar que era lo que le impedía disfrutar de su estancia en el Makai.
En realidad, no había nada a su alrededor que le desagradara. Los youkais que le habían conocido aún le temían, por supuesto. Un año desde el Gran Torneo del Mundo Infernal era mucho tiempo en el Ningenkai, pero no demasiado allí. Además, mientras que muchos temían al hermoso y despiadado youko que una vez se dedicó a robar sin ningún remordimiento, en aquellas noches salvajes, muchos más eran los que se enamoraban (enloquecían de deseo, en realidad) de aquel joven humano de delicada apariencia y sorprendentemente sociable en el que se había reencarnado. Especialmente las mujeres. Aparecían de cualquier lado y no dejaban de pulular a su alrededor cada vez que se aventuraba más allá de los confines del castillo de Yomi. El mismo Yomi era extremadamente atento con él y nunca desistía en su empeño de hacer entender a Kurama que su oferta, sus dos ofertas, seguían en pie.
Pero Kurama no podía ahuyentar aquel sentimiento de desarraigo. Y era particularmente molesto cuando se encontraba con Hiei. "Ah, Hiei" El demonio de fuego había llegado a significar tanto para él, y Kurama no se había dado cuenta de hacia dónde se dirigían sus sentimientos. No hasta que Hiei decidió separarse de él para quedarse en el Makai con Mukuro.
Suspiró débilmente y se dejó caer sobre la cama de su habitación. ¿Era esa la razón, no lo era? ¿Que Hiei hubiera decidido quedarse en el Makai? ¿Qué Hiei hubiera decidido NO continuar a su lado? El kitsune no sabía POR QUÉ tenía que preocuparse por eso. De todos modos, siempre que Hiei le había ido a visitar al Ningenkai era porque quería algo. ¿Qué diferencia habría si ahora quería quedarse allí, en el Mundo Infernal. . . con los youkais. . . con Mukuro?
No estaba celoso. Ni siquiera tenía derecho a estar celoso. Si Mukuro estaba enamorada de Hiei. . . bueno, eso no era asunto suyo. Hiei tenía su propia vida. Kurama no iba a entrometerse sólo porque quisiera al demonio de fuego para él.
Oyó el leve chirrido de la puerta al abrirse y levantó la cabeza para ver que era Yomi quien entraba, absorto en sus pensamientos.
- ¿Sí? ¿Qué quieres?
El youkai sonrió tiernamente al kitsune. Kurama ya conocía AQUELLA sonrisa. Su significado se aproximaba a lo que él mismo había intentado que Hiei comprendiera durante todo el Torneo, cuando Kurama se dio cuenta, por primera vez, de que estaba enamorado del pequeño koorime.
- Pagaría por saber en qué estás pensando, Kurama. Llevas días paseando por el palacio como un alma en pena, ni siquiera me has propuesto todavía que luchemos TÚ Y YO - La tierna sonrisa de Yomi no desapareció mientras se aproximaba al joven youko - ¿Te ocurre algo?
El zorro se volvió, un lánguido movimiento que subrayó la belleza inmaculada de su esbelto cuerpo, esplendorosamente derramada sobre la blancura de las sábanas. Su melena rojiza se desplegó sobre la almohada cuando le dio la espalda a la sonrisa de Yomi. No podía mirarle sin pensar que el youkai de las seis orejas tenía un propósito muy concreto al hospedarle bajo su techo. La sonrisa de Yomi se volvió pícara, casi sugerente.
- No estoy interesado - Murmuró el zorro, agitado, evitando aquella expresión hambrienta en la cara de su anfitrión.
Yomi se limitó a sonreír. Kurama era cada vez menos arisco en sus negativas. Eso debía de ser un progreso.
- ¿Qué he dicho? - Respondió inocentemente.
La sonrisa juguetona volvió a aparecer en su cara, mientras se sentaba en la cama junto al zorro, enredando los dedos en la sedosa cabellera color carmesí. Pudo sentir como el pelirrojo se ponía en tensión ante aquel leve contacto. Pero aún así, Kurama no se apartó. Se quedó allí tumbado, con la mejilla sobre la almohada, aspirando el suave aroma de las sábanas, los ojos medio cerrados, mirando a la nada.
Otro suspiro escapó de los labios del zorro, sus dedos se contrajeron en un puño, una expresión de angustia ensombreció su hermoso rostro.
- Yomi. . .
El pálido youkai de las múltiples orejas sintió que algo se agitaba dentro de él. La voz del kitsune era como una dulce caricia para sus oídos. Aunque esa no fuera en absoluto la intención de Kurama.
- ¿Sí?
Kurama permaneció unos instantes en silencio, antes de continuar, con una voz triste y casi imperceptible.
- ¿Hay algo en mí que no te guste?
El otro youkai casi se echó a reír. Sus manos se permitieron otro avance, para jugar con uno de los brillantes mechones de su cabello. Kurama parecía sentirse tan solo. . . ¿Podía significar algo? Esbozó una sonrisa traviesa, riendo entre dientes ante el hecho de que el hermoso Kurama le estaba permitiendo acercarse.
- Bueno. . . a parte del hecho de que sigues dándome calabazas. . .
Sus palabras tuvieron un efecto inmediato. Kurama pareció despertarse de golpe de su letargo para escapar de sus caricias. Yomi se rió abiertamente.
- No tiene gracia.
- No, en absoluto.
Movió la mano en el aire, buscando otra vez al zorro, pero éste se había puesto fuera de su alcance. La bajó y buscó al youko con el resto de sus sentidos, famosos por su agudeza. El ki de Kurama parecía haberse vuelto loco, como un salvaje torbellino de colores cuya fuente Yomi no podía adivinar. Conocía a Kurama desde hacía siglos, pero nunca había percibido tal reacción de pánico en el normalmente frío y calculador zorro.
- Kurama, ¿qué te pasa?
Oyó otro suspiro. Kurama encogió las piernas contra su pecho y apoyó la barbilla en sus rodillas. Parecía un niño desamparado.
- No lo sé. Es como si. . . - El pelirrojo se encogió de hombros, abatido. De nuevo sus pensamientos le llevaron junto a Hiei - Es como si todo lo que conozco y aprecio en el Makai me rechazara.
La divertida sonrisa de Yomi seguía ahí.
- Yo no te rechazo. ¿Significa eso que no me aprecias?
- Cállate - Murmuró el zorro con desprecio. Empezaba a perder la paciencia con aquel youkai que pretendía incitarle con promesas silenciosas. Podía sentir, procedente de otro ser, aquella ansiedad que ya era familiar para él. La ansiedad del deseo. Él deseaba a Hiei, quería a Hiei. Pero el demonio de fuego nunca. . . y Kurama estaba seguro de ello. . . nunca tomaría en serio sus sentimientos. ¿Era tan siquiera capaz de amar? Kurama no estaba seguro de ello.
- Yomi, ¿tú crees que Hiei quiere a Mukuro?
"Vaya, así que se trata de eso."
- ¿Eso crees? ¿Y desdeñar un tesoro como tú? ¿Crees que quiere a Mukuro lo suficiente como para abandonarte a ti, la joya de los tres mundos?
Kurama resopló.
- No te burles de mí - Pero las palabras de Yomi habían hurgado en la herida. El zorro se mordía desesperado el labio inferior, su ki enroscándose a su alrededor como si de una coraza protectora se tratase.
- Kurama, ¿qué crees que significa liberar a alguien de miles de años de esclavitud, luchar con ella sabiendo que perderá, y entonces, dejarse curar por ella?
El kitsune no estaba seguro. No hacía mucho tiempo, cierto demonio de fuego, de mal carácter y cabello encrespado, había salido malherido de una pelea con Yatsude y había permitido que Kurama le curase. . . Y ellos dos habían luchado. Una vez. . .
Yomi situó su pálido rostro frente a los ojos verdes del zorro. Aquellos grandes y luminosos ojos, ahora llenos de lágrimas.
- Ne, Kurama. . . eres demasiado vulnerable, sus espinas te hacen demasiado daño. Él es un poco como tu Rose Whip, ¿verdad? A Mukuro le permite dirigirle mediante el extremo, suave e inofensivo, mientras las espinas se clavan en tu piel. ¿No lo habías pensado?
Yomi titubeó un instante ante la explosión del ki de Kurama. . . hasta que desapareció, dejando sólo un eco del sollozo ahogado que se escapó de aquellos labios deliciosos.
Bien, aquello daría que pensar al estúpido zorrito cabezota.
***//~~~
Mukuro tampoco había dado ninguna orden aquel día. Los habitantes de su fortaleza estaban al borde del colapso debido a que su señora se había encerrado en sus aposentos sin mostrar intención alguna de iniciar un ataque contra nadie. Hiei no creía que se debiera a ninguna razón en especial, sólo que, en el año que llevaba al servicio de aquella mujer, Mukuro no había necesitado "meditar" durante tanto tiempo sobre nada.
Los otros youkais a su servicio estaban que se subían por las paredes. Shigure no paraba de pasearse de un lado a otro como un animal enjaulado. Otros habían decidido pelear entre ellos antes de morirse de aburrimiento.
Hiei pasaba de todos.
Hubiera sido una pérdida de tiempo ni siquiera considerar una pelea con aquellos individuos. Podría acabar con todos ellos en un abrir y cerrar de ojos. Además, Mukuro tendría que salir. . . tarde o temprano.
Sentado en el alfeizar de la ventana de su habitación, desenvainó la espada. Pensó momentáneamente en volver a limpiarla. Con la actitud que arrastraba Mukuro últimamente, no había nada más que hacer que limpiar su espada. Hiei había intentado retar al youkai más fuerte de la fortaleza a una pelea, pero ni siquiera había empezado a sudar cuando le atravesó la garganta con el frío metal. Ni siquiera necesitó utilizar su ki.
Se preguntó qué estarían haciendo sus compañeros de equipo, el Urameshi-tantei. Esos sí que eran BUENOS adversarios. Yusuke sí que le obligaría a usar el Kokuryuuha. Y cuando aquel ningen se mostraba en su forma demoníaca. . . esa sí que sería una lucha a muerte, y Hiei hubiera disfrutado cada segundo de aquella locura.
Del otro ningen, débil y estúpido, Kuwabara, de ese no quería saber nada. Aquel imbécil se pasaba la vida rondando a su hermana, como una pestilencia que no desapareciera nunca. Pero suponía que, si le tocaba ni que fuera un pelo a aquel idiota, cualquier tipo de afecto que Yukina sintiera por él, desaparecería. Y Hiei jamás haría nada que entristeciera a su hermana.
Sus pensamientos le llevaron hasta Kurama. El pelirrojo fue una vez su socio y compañero de correrías. Era una lástima que Kurama se hubiera vuelto tan blando. Aquel absurdo afecto que les había cogido a los humanos era algo que Hiei no podía comprender. Kurama, pensó, era demasiado compasivo, demasiado educado, demasiado. . . cariñoso, se podría decir, para luchar con él. Seguramente aquel estúpido zorro se quedaría plantado delante de Hiei mientras le atacaba, mirándole con cara de idiota, hasta encontrarse con su puño en plena cara. Tal vez entonces mostrara su ki pero, al verle sangrando por la nariz o con un moratón en el pómulo, a Hiei ya se le habrían pasado las ganas de luchar. Lo más probable era que lo dejara estar y tuviera que dedicarse a curar al estúpido kitsune. ¡Y aquellos malditos trajes! No quería ni pensar en la absurda parafernalia de trapos innecesarios con los que Kurama se envolvía, tanto si iba a pelear como si no. Mientras que, como youko, la apariencia del zorro no presentaba complicación ninguna. Con aquella especie de. . . cortina con la que se tapaba. De cualquier modo, Youko Kurama representaba la esencia de la perfección (aunque, por descontado, Hiei no lo admitiría nunca, ni ante sí mismo) y en cuanto al ningen Suuichi. . . ¡Oh! Ni siquiera sabía por qué razón pensaba en él.
La imagen de Kurama curándole A ÉL apareció de golpe en su mente. Le resultaba muy incómodo aquel sentimiento de gratitud que nunca había sentido hacia nadie excepto el zorro. Al fin y al cabo, Kurama había cuidado de él muchas veces: después de que le patearan el culo por meterse en peleas cada dos por tres, cuando utilizó por primera vez el Kokuryuuha, Kurama cuidándole a pesar de sus propias heridas. . . Supuso que de ahí provenía el extraño vínculo que le unía al zorro. Era tan. . . enervante, el considerarse en deuda con otro ser. No le gustaba en absoluto esa sensación. Probablemente, Kurama hubiera dicho que olvidara lo de la deuda, que no tenía importancia. No esperaba nada de Hiei.
Era desconcertante, especialmente para alguien tan xenofóbico como un koorime. El pequeño youkai no era capaz de poner orden en la confusión de sus sentimientos, sobre todo en lo referente al kitsune. Por supuesto, Kurama era su amigo, aunque no había tortura en los tres mundos capaz de hacer que lo admitiera en voz alta. Pero había algo más. Algo que el youko había intentado decirle antes de que se separaran. Algo que había estado rondando por su cabeza todo aquel tiempo. Y él, terco como era, lo había ignorado hasta que su inquietud hubo crecido tanto que ya no podía controlarla.
Simplemente, tenía que hablar con Kurama.
***//~~~
Una llamarada de ki hizo que las enormes puertas de los aposentos privados de Yomi explotaran y quedaran hechas astillas cuando el furibundo monarca youkai entró a grandes zancadas, para dejarse caer en el gran sillón victoriano. ¡RECHAZADO! ¡Otra vez! ¡Por aquel estúpido kitsune! Con un movimiento de la mano, otra ráfaga de ki redujo la lámpara de la mesita de noche a cenizas y una nubecilla de humo negro.
"¡Rechazado!" La sola palabra hacía que le hirviera la sangre al recordar como, después de que el zorro rompiera a llorar, él había seguido insistiendo, le había ofrecido un hombro sobre el que llorar, para consolarle, para hablar. . . y él le había dicho que se fuera ¡Que los dioses maldijeran al jodido kitsune! ¡Cómo se atrevía a desdeñarle! ¡Él era uno de los grandes señores del Makai! ¡El zorro debería estar suplicando que se fijara en él, no al revés! Kurama no sabía lo que se perdía dándole la espalda. La oportunidad de convertirse en una de las criaturas más poderosas del Makai, la oportunidad de compartir el lecho con alguien que ya era inmensamente poderoso, la oportunidad de olvidar al enano aquel al que tanto deseaba.
Otro juramento salió de la garganta del youkai. ¡Maldito Kurama! "¡Maldito sea!" ¿Qué había en aquel youko medio humano que le volvía loco? Nunca se había sentido así en los dieciocho años en los que Kurama había desaparecido de su vida. Youko Kurama había sido el mayor canalla que jamás había conocido, el culpable de que ahora el deseo le devorara. Tal vez fuera por aquella piel suave y aterciopelada, tan cálida, que invitaba a que la acariciaran. . . al menos las veces que Kurama se dejaba acariciar.
Renegó otra vez. Podía volver a sentir el tacto del sedoso cabello entre sus dedos. Y Kurama se lo había permitido. . . ¡Dios, que sensación! El recuerdo hizo que un intenso escalofrío le recorriera la espalda.
"¡Maldita sea Kurama! ¿Por qué tenías que enamorarte de ese demonio de fuego hijo de perra, indigno tan siquiera de. . .?"
Una idea fantástica irrumpió en medio de su enfado. HIEI. Aquel al que el kitsune adoraba, aquel por el que Kurama entregaría su propia alma, la raíz de la cuestión.
La ira de Yomi se fundió en algo calmado y siniestro, pero no menos intenso. Se permitió una sonrisa.
El youko sería SUYO después de todo.
***//~~~
No había rastro de la cálida presencia de Kurama en la habitación. La cama estaba hecha y, por lo visto, hacía unos cuantos días que nadie dormía en ella. El diminuto intruso se deslizó con cuidado dentro del dormitorio, buscando algún resto del ki del youko por cualquier rincón. Nada.
Resopló, contrariado. Trató de encontrar alguna señal del zorro, alguna pista de su paradero. Muy bien, pues si Kurama había decidido ir al Makai sin decirle nada, a ver quién iba a vigilar su colita de zorro. No pasaría mucho tiempo antes de que su cuerpo de ningen sufriera algún "percance".
"¡Oh, vamos! Sabes que Kurama no es tan débil."
Frunció el ceño. Otra vez discutía consigo mismo. ¿A qué venía? Ah, sí. . .
La verdad era que admiraba a su amigo por ser el plácido, sereno, testarudo, exasperante y asquerosamente responsable ningen que era. Y, por alguna razón, Hiei no quería imaginarse a aquel chico, esbelto y delicado, sólo en el Makai, sin él para protegerle.
"Baka, está claro que Kurama puede cuidarse solo. En su vida de youko ha vivido, por lo menos, varios siglos más que yo."
Finalmente decidió que no encontraría nada en la morada ningen del zorro. Así que, con un leve movimiento de aire y una mancha negra borrosa, el demonio de fuego desapareció, dejando tan sólo un imperceptible rastro de su ki.
***//~~~
Aquella noche tardaría en cerrar, como le había pasado noche tras noche desde que empezó el verano. Casi deseaba que sucediera algo, algún crimen muy grave en el Reikai que obligara a Koenma a reunir de nuevo al Urameshi-tantei y nombrarle de nuevo detective. Pero tenía que quedarse allí, aguantando el pegajoso calor del verano.
Yusuke descargó el mal humor sobre la fregona, mientras acababa de limpiar el restaurante. Los padres de Keiko tenían una cena fuera de la ciudad aquella noche y ella había tenido que ir con ellos. Eso significaba que tendría que cerrar, limpiar y hacer la caja él solo. Se le escapó un suspiro de frustración. Definitivamente, no era así como había pensado pasar las vacaciones. Y eso le hacía desear con más fervor que apareciera Botan para traerle nuevas órdenes de parte del príncipe del Mundo Espiritual.
Una silueta se dibujo en la puerta, seguida del sonido de unas botas, repiqueteando sobre el mármol del suelo.
- Está cerrado - Murmuró sin levantar la vista.
Un despectivo "Hn" le respondió.
Yusuke levantó la cabeza de un respingo del libro de cuentas que estaba revisando. De pie, inmóvil junto a una mesa, como si fuera un pequeño maniquí, Hiei mantenía sus ojos clavados en él. Aquella legendaria máscara amenazadora que, por otro lado, no había perdido sus rasgos infantiles. Una sonrisa forzada cruzó la cara de Yusuke. ¿Podría ser que el enano borde hiciera de mensajero otra vez?
- Ho-hola Hiei - Saludo, algo cortado por la sorpresa, saliendo de detrás del mostrador para recibir al demonio de fuego. No había visto al jaganshi desde que los miembros del equipo tomaron caminos separados hacía casi un año. No le hacía especial ilusión ver a aquel miembro del equipo precisamente, pero si la presencia de Hiei significaba que al fin podría librarse de la rutina de su trabajo de verano, estaría encantado de hablar con él.
El diminuto youkai le ignoró. Yusuke se encogió de hombros. Había olvidado que saludar amablemente a alguien con la mala leche perpetua de Hiei era tan productivo como comer papel.
- Bueno, ¿querías algo?
Hiei volvió a mirarle fijamente, como si Yusuke fuera el único responsable de la contrariedad que le retenía en el Mundo Humano.
- ¿Dónde está Kurama?
La pregunta le pilló por sorpresa. De todos los del equipo, el zorro era el que tenía la relación más estrecha con Hiei. "De hecho" - pensó Yusuke - "tal y como se comportaban antes de que acabar el Torneo, parecía que se fueran a casar o algo así." Y ahora, ahí estaba Hiei, en el Ningenkai, plantado frente a él exigiendo saber a dónde había ido su mejor amigo, como si él fuera el dueño de Kurama o ves a saber el qué. Tragó saliva. Bueno. . . tal vez sí que era el dueño de Kurama, de algún modo. . . pero con aquellos dos, que jamás soltaban prenda sobre nada, supuso que nunca lo sabría.
- Pues no sé - Murmuró, y volvió a encogerse de hombros - Probablemente en el Makai, con Yomi. Tengo entendido que pasa allí la mayoría de fines de semana. Supongo que en verano hará lo mismo.
El nombre del anfitrión de Kurama hizo brotar un siniestro siseo de los labios del koorime. Yusuke se preguntó si había hecho bien diciéndole la verdad. Si su teoría sobre Hiei y Kurama era correcta, sería muy posible que el canijo girara sobre sus talones y se fuera derecho al palacio de Yomi, dispuesto a meterle un Kokuryuuha por. . . y eso daría lugar a otra larga serie de conflictos entre Yomi y Mukuro, hasta que organizaran otro torneo a gran escala para resolver su pequeña disputa. Bueno. . . otro torneo no tenía por qué ser necesariamente malo.
- Si aún así quieres verle, será mejor que antes les hagas saber que vas a pasarte por allí. No creo que les haga gracia que les pilles por sorpresa. He oído decir que Yomi es un anfitrión muy. . . er, vigoroso.
Una expresión de confusión sustituyó la sombra amenazadora del rostro del jaganshi.
- ¿Qué?
Yusuke rió y sacudió la cabeza. Por lo visto Hiei era mucho más inocente (al menos en lo que al sexo se refiere) de lo que había imaginado.
- Olvídalo - Hizo un gran esfuerzo para aguantarse la risa, algo difícil de conseguir porque Hiei parecía cada vez más perdido, mirándole con la rabia que normalmente reservaba para Kuwabara. Al koorime no le gustaba ni un pelo que se rieran de él.
- Hn - Bufó, y se dio la vuelta para marcharse.
- ¡Saluda a Kurama de mi parte! - Gritó a la mancha negra que desapareció a través de la ventana del restaurante. Después tuvo que resignarse a volver a sus libros de cuentas.
***//~~~
Hiei estaba completamente absorto en sus pensamientos cuando cruzó el portal para regresar al Makai. Lo que le había dicho Yusuke no podía ser verdad. No podía ser. ¡No, Yomi no! Yomi con aquel estúpido kitsune. . . Sintió un vacío en el estómago al recordar la conversación que había tenido con Mukuro unos días antes.
***
- Es que tú no comprendes a Yomi, Hiei. A él. . . le gusta Kurama.
- ¿Le gusta Kurama? Pues, ¿a qué está esperando ese zorro estúpido?
Mukuro sonrió para sí. Tan inocente. . .
- Bueno, tal vez a Kurama no le guste Yomi, ¿ne?
A lo que Hiei respondió con desprecio.
- Claro ¿A quién va a gustarle un ogro con seis orejas?
***
Y ahora Kurama estaba con Yomi en su castillo. Por propia voluntad. ¿Significaba eso que le gustaba Yomi?
Ni siquiera notaba el suelo bajo sus pies cuando entró en la fortaleza y las puertas se cerraron tras él.
- ¿Kurama quiere a Yomi, Mukuro?
La voz que respondió le pareció que sonaba muy grave, profunda. El sonido del viento en lo más recio de una tormenta. Igual de violento, igual de siniestro.
- Ssssi. . .
Sintió una ráfaga de ki alcanzarle en plena cara. Y él completamente expuesto, indefenso. Después, todo fue oscuridad.
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Qué os ha parecido? Os habéis quedado con la intriga de saber qué hará el perverso Yomi? Pues bien, la respuesta en el próximo capítulo, y os avanzo que es algo realmente perverso. . .
YO NO SOY LA AUTORA DE ESTE FIC, TAN SÓLO LO TRADUZCO. TAMPOCO SOY LA RESPONSABLE DEL VOCABULARIO QUE APAREZCA EN ÉL, ME LIMITO A TRADUCIRLO TAL Y COMO APARECÍA EN EL ORIGINAL.
DEBO ADVERTIR QUE ESTE FIC ES LEMON. SI ALGUIEN NO GUSTA DE ESTE GÉNERO, TODAVÍA ESTÁ A TIEMPO DE VOLVER ATRÁS ^^
No os entretengo más. Espero que os guste tanto como a mí.
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POSESIÓN (Possession)
Autora: Jane Fa Ker (youji@weibkreuz.com)
CAPÍTULO 1 : Yomi
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No sabía cuál era la causa. Cada vez que regresaba al Makai tenía la misma sensación. La sensación de que, de alguna manera, había sido excluido, de que aquel mundo le rechazaba. Incluso en su forma de youko, cuando liberaba sus instintos de zorro para dejar vía libre a sus deseos y acciones, se sentía tan. . . fuera de lugar. Era como si ningún vínculo uniera ya a Kurama con el Mundo Infernal.
El caso es que no había nada en particular referente al Makai que justificara aquella sensación. Kurama, el hermoso youko, humano y demonio en el mismo ser, era, con diferencia, una de las criaturas más deseadas del Mundo Infernal. Yomi, el youkai de las seis orejas para el que una vez Kurama trabajó, le había hecho una oferta muy atractiva, a la que Kurama respondió que tendría que pensárselo. Así que, dejando pasar los días, ocioso en el castillo de Yomi y sin ninguna prisa por que el verano del Ningenkai terminase, Kurama intentaba averiguar que era lo que le impedía disfrutar de su estancia en el Makai.
En realidad, no había nada a su alrededor que le desagradara. Los youkais que le habían conocido aún le temían, por supuesto. Un año desde el Gran Torneo del Mundo Infernal era mucho tiempo en el Ningenkai, pero no demasiado allí. Además, mientras que muchos temían al hermoso y despiadado youko que una vez se dedicó a robar sin ningún remordimiento, en aquellas noches salvajes, muchos más eran los que se enamoraban (enloquecían de deseo, en realidad) de aquel joven humano de delicada apariencia y sorprendentemente sociable en el que se había reencarnado. Especialmente las mujeres. Aparecían de cualquier lado y no dejaban de pulular a su alrededor cada vez que se aventuraba más allá de los confines del castillo de Yomi. El mismo Yomi era extremadamente atento con él y nunca desistía en su empeño de hacer entender a Kurama que su oferta, sus dos ofertas, seguían en pie.
Pero Kurama no podía ahuyentar aquel sentimiento de desarraigo. Y era particularmente molesto cuando se encontraba con Hiei. "Ah, Hiei" El demonio de fuego había llegado a significar tanto para él, y Kurama no se había dado cuenta de hacia dónde se dirigían sus sentimientos. No hasta que Hiei decidió separarse de él para quedarse en el Makai con Mukuro.
Suspiró débilmente y se dejó caer sobre la cama de su habitación. ¿Era esa la razón, no lo era? ¿Que Hiei hubiera decidido quedarse en el Makai? ¿Qué Hiei hubiera decidido NO continuar a su lado? El kitsune no sabía POR QUÉ tenía que preocuparse por eso. De todos modos, siempre que Hiei le había ido a visitar al Ningenkai era porque quería algo. ¿Qué diferencia habría si ahora quería quedarse allí, en el Mundo Infernal. . . con los youkais. . . con Mukuro?
No estaba celoso. Ni siquiera tenía derecho a estar celoso. Si Mukuro estaba enamorada de Hiei. . . bueno, eso no era asunto suyo. Hiei tenía su propia vida. Kurama no iba a entrometerse sólo porque quisiera al demonio de fuego para él.
Oyó el leve chirrido de la puerta al abrirse y levantó la cabeza para ver que era Yomi quien entraba, absorto en sus pensamientos.
- ¿Sí? ¿Qué quieres?
El youkai sonrió tiernamente al kitsune. Kurama ya conocía AQUELLA sonrisa. Su significado se aproximaba a lo que él mismo había intentado que Hiei comprendiera durante todo el Torneo, cuando Kurama se dio cuenta, por primera vez, de que estaba enamorado del pequeño koorime.
- Pagaría por saber en qué estás pensando, Kurama. Llevas días paseando por el palacio como un alma en pena, ni siquiera me has propuesto todavía que luchemos TÚ Y YO - La tierna sonrisa de Yomi no desapareció mientras se aproximaba al joven youko - ¿Te ocurre algo?
El zorro se volvió, un lánguido movimiento que subrayó la belleza inmaculada de su esbelto cuerpo, esplendorosamente derramada sobre la blancura de las sábanas. Su melena rojiza se desplegó sobre la almohada cuando le dio la espalda a la sonrisa de Yomi. No podía mirarle sin pensar que el youkai de las seis orejas tenía un propósito muy concreto al hospedarle bajo su techo. La sonrisa de Yomi se volvió pícara, casi sugerente.
- No estoy interesado - Murmuró el zorro, agitado, evitando aquella expresión hambrienta en la cara de su anfitrión.
Yomi se limitó a sonreír. Kurama era cada vez menos arisco en sus negativas. Eso debía de ser un progreso.
- ¿Qué he dicho? - Respondió inocentemente.
La sonrisa juguetona volvió a aparecer en su cara, mientras se sentaba en la cama junto al zorro, enredando los dedos en la sedosa cabellera color carmesí. Pudo sentir como el pelirrojo se ponía en tensión ante aquel leve contacto. Pero aún así, Kurama no se apartó. Se quedó allí tumbado, con la mejilla sobre la almohada, aspirando el suave aroma de las sábanas, los ojos medio cerrados, mirando a la nada.
Otro suspiro escapó de los labios del zorro, sus dedos se contrajeron en un puño, una expresión de angustia ensombreció su hermoso rostro.
- Yomi. . .
El pálido youkai de las múltiples orejas sintió que algo se agitaba dentro de él. La voz del kitsune era como una dulce caricia para sus oídos. Aunque esa no fuera en absoluto la intención de Kurama.
- ¿Sí?
Kurama permaneció unos instantes en silencio, antes de continuar, con una voz triste y casi imperceptible.
- ¿Hay algo en mí que no te guste?
El otro youkai casi se echó a reír. Sus manos se permitieron otro avance, para jugar con uno de los brillantes mechones de su cabello. Kurama parecía sentirse tan solo. . . ¿Podía significar algo? Esbozó una sonrisa traviesa, riendo entre dientes ante el hecho de que el hermoso Kurama le estaba permitiendo acercarse.
- Bueno. . . a parte del hecho de que sigues dándome calabazas. . .
Sus palabras tuvieron un efecto inmediato. Kurama pareció despertarse de golpe de su letargo para escapar de sus caricias. Yomi se rió abiertamente.
- No tiene gracia.
- No, en absoluto.
Movió la mano en el aire, buscando otra vez al zorro, pero éste se había puesto fuera de su alcance. La bajó y buscó al youko con el resto de sus sentidos, famosos por su agudeza. El ki de Kurama parecía haberse vuelto loco, como un salvaje torbellino de colores cuya fuente Yomi no podía adivinar. Conocía a Kurama desde hacía siglos, pero nunca había percibido tal reacción de pánico en el normalmente frío y calculador zorro.
- Kurama, ¿qué te pasa?
Oyó otro suspiro. Kurama encogió las piernas contra su pecho y apoyó la barbilla en sus rodillas. Parecía un niño desamparado.
- No lo sé. Es como si. . . - El pelirrojo se encogió de hombros, abatido. De nuevo sus pensamientos le llevaron junto a Hiei - Es como si todo lo que conozco y aprecio en el Makai me rechazara.
La divertida sonrisa de Yomi seguía ahí.
- Yo no te rechazo. ¿Significa eso que no me aprecias?
- Cállate - Murmuró el zorro con desprecio. Empezaba a perder la paciencia con aquel youkai que pretendía incitarle con promesas silenciosas. Podía sentir, procedente de otro ser, aquella ansiedad que ya era familiar para él. La ansiedad del deseo. Él deseaba a Hiei, quería a Hiei. Pero el demonio de fuego nunca. . . y Kurama estaba seguro de ello. . . nunca tomaría en serio sus sentimientos. ¿Era tan siquiera capaz de amar? Kurama no estaba seguro de ello.
- Yomi, ¿tú crees que Hiei quiere a Mukuro?
"Vaya, así que se trata de eso."
- ¿Eso crees? ¿Y desdeñar un tesoro como tú? ¿Crees que quiere a Mukuro lo suficiente como para abandonarte a ti, la joya de los tres mundos?
Kurama resopló.
- No te burles de mí - Pero las palabras de Yomi habían hurgado en la herida. El zorro se mordía desesperado el labio inferior, su ki enroscándose a su alrededor como si de una coraza protectora se tratase.
- Kurama, ¿qué crees que significa liberar a alguien de miles de años de esclavitud, luchar con ella sabiendo que perderá, y entonces, dejarse curar por ella?
El kitsune no estaba seguro. No hacía mucho tiempo, cierto demonio de fuego, de mal carácter y cabello encrespado, había salido malherido de una pelea con Yatsude y había permitido que Kurama le curase. . . Y ellos dos habían luchado. Una vez. . .
Yomi situó su pálido rostro frente a los ojos verdes del zorro. Aquellos grandes y luminosos ojos, ahora llenos de lágrimas.
- Ne, Kurama. . . eres demasiado vulnerable, sus espinas te hacen demasiado daño. Él es un poco como tu Rose Whip, ¿verdad? A Mukuro le permite dirigirle mediante el extremo, suave e inofensivo, mientras las espinas se clavan en tu piel. ¿No lo habías pensado?
Yomi titubeó un instante ante la explosión del ki de Kurama. . . hasta que desapareció, dejando sólo un eco del sollozo ahogado que se escapó de aquellos labios deliciosos.
Bien, aquello daría que pensar al estúpido zorrito cabezota.
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Mukuro tampoco había dado ninguna orden aquel día. Los habitantes de su fortaleza estaban al borde del colapso debido a que su señora se había encerrado en sus aposentos sin mostrar intención alguna de iniciar un ataque contra nadie. Hiei no creía que se debiera a ninguna razón en especial, sólo que, en el año que llevaba al servicio de aquella mujer, Mukuro no había necesitado "meditar" durante tanto tiempo sobre nada.
Los otros youkais a su servicio estaban que se subían por las paredes. Shigure no paraba de pasearse de un lado a otro como un animal enjaulado. Otros habían decidido pelear entre ellos antes de morirse de aburrimiento.
Hiei pasaba de todos.
Hubiera sido una pérdida de tiempo ni siquiera considerar una pelea con aquellos individuos. Podría acabar con todos ellos en un abrir y cerrar de ojos. Además, Mukuro tendría que salir. . . tarde o temprano.
Sentado en el alfeizar de la ventana de su habitación, desenvainó la espada. Pensó momentáneamente en volver a limpiarla. Con la actitud que arrastraba Mukuro últimamente, no había nada más que hacer que limpiar su espada. Hiei había intentado retar al youkai más fuerte de la fortaleza a una pelea, pero ni siquiera había empezado a sudar cuando le atravesó la garganta con el frío metal. Ni siquiera necesitó utilizar su ki.
Se preguntó qué estarían haciendo sus compañeros de equipo, el Urameshi-tantei. Esos sí que eran BUENOS adversarios. Yusuke sí que le obligaría a usar el Kokuryuuha. Y cuando aquel ningen se mostraba en su forma demoníaca. . . esa sí que sería una lucha a muerte, y Hiei hubiera disfrutado cada segundo de aquella locura.
Del otro ningen, débil y estúpido, Kuwabara, de ese no quería saber nada. Aquel imbécil se pasaba la vida rondando a su hermana, como una pestilencia que no desapareciera nunca. Pero suponía que, si le tocaba ni que fuera un pelo a aquel idiota, cualquier tipo de afecto que Yukina sintiera por él, desaparecería. Y Hiei jamás haría nada que entristeciera a su hermana.
Sus pensamientos le llevaron hasta Kurama. El pelirrojo fue una vez su socio y compañero de correrías. Era una lástima que Kurama se hubiera vuelto tan blando. Aquel absurdo afecto que les había cogido a los humanos era algo que Hiei no podía comprender. Kurama, pensó, era demasiado compasivo, demasiado educado, demasiado. . . cariñoso, se podría decir, para luchar con él. Seguramente aquel estúpido zorro se quedaría plantado delante de Hiei mientras le atacaba, mirándole con cara de idiota, hasta encontrarse con su puño en plena cara. Tal vez entonces mostrara su ki pero, al verle sangrando por la nariz o con un moratón en el pómulo, a Hiei ya se le habrían pasado las ganas de luchar. Lo más probable era que lo dejara estar y tuviera que dedicarse a curar al estúpido kitsune. ¡Y aquellos malditos trajes! No quería ni pensar en la absurda parafernalia de trapos innecesarios con los que Kurama se envolvía, tanto si iba a pelear como si no. Mientras que, como youko, la apariencia del zorro no presentaba complicación ninguna. Con aquella especie de. . . cortina con la que se tapaba. De cualquier modo, Youko Kurama representaba la esencia de la perfección (aunque, por descontado, Hiei no lo admitiría nunca, ni ante sí mismo) y en cuanto al ningen Suuichi. . . ¡Oh! Ni siquiera sabía por qué razón pensaba en él.
La imagen de Kurama curándole A ÉL apareció de golpe en su mente. Le resultaba muy incómodo aquel sentimiento de gratitud que nunca había sentido hacia nadie excepto el zorro. Al fin y al cabo, Kurama había cuidado de él muchas veces: después de que le patearan el culo por meterse en peleas cada dos por tres, cuando utilizó por primera vez el Kokuryuuha, Kurama cuidándole a pesar de sus propias heridas. . . Supuso que de ahí provenía el extraño vínculo que le unía al zorro. Era tan. . . enervante, el considerarse en deuda con otro ser. No le gustaba en absoluto esa sensación. Probablemente, Kurama hubiera dicho que olvidara lo de la deuda, que no tenía importancia. No esperaba nada de Hiei.
Era desconcertante, especialmente para alguien tan xenofóbico como un koorime. El pequeño youkai no era capaz de poner orden en la confusión de sus sentimientos, sobre todo en lo referente al kitsune. Por supuesto, Kurama era su amigo, aunque no había tortura en los tres mundos capaz de hacer que lo admitiera en voz alta. Pero había algo más. Algo que el youko había intentado decirle antes de que se separaran. Algo que había estado rondando por su cabeza todo aquel tiempo. Y él, terco como era, lo había ignorado hasta que su inquietud hubo crecido tanto que ya no podía controlarla.
Simplemente, tenía que hablar con Kurama.
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Una llamarada de ki hizo que las enormes puertas de los aposentos privados de Yomi explotaran y quedaran hechas astillas cuando el furibundo monarca youkai entró a grandes zancadas, para dejarse caer en el gran sillón victoriano. ¡RECHAZADO! ¡Otra vez! ¡Por aquel estúpido kitsune! Con un movimiento de la mano, otra ráfaga de ki redujo la lámpara de la mesita de noche a cenizas y una nubecilla de humo negro.
"¡Rechazado!" La sola palabra hacía que le hirviera la sangre al recordar como, después de que el zorro rompiera a llorar, él había seguido insistiendo, le había ofrecido un hombro sobre el que llorar, para consolarle, para hablar. . . y él le había dicho que se fuera ¡Que los dioses maldijeran al jodido kitsune! ¡Cómo se atrevía a desdeñarle! ¡Él era uno de los grandes señores del Makai! ¡El zorro debería estar suplicando que se fijara en él, no al revés! Kurama no sabía lo que se perdía dándole la espalda. La oportunidad de convertirse en una de las criaturas más poderosas del Makai, la oportunidad de compartir el lecho con alguien que ya era inmensamente poderoso, la oportunidad de olvidar al enano aquel al que tanto deseaba.
Otro juramento salió de la garganta del youkai. ¡Maldito Kurama! "¡Maldito sea!" ¿Qué había en aquel youko medio humano que le volvía loco? Nunca se había sentido así en los dieciocho años en los que Kurama había desaparecido de su vida. Youko Kurama había sido el mayor canalla que jamás había conocido, el culpable de que ahora el deseo le devorara. Tal vez fuera por aquella piel suave y aterciopelada, tan cálida, que invitaba a que la acariciaran. . . al menos las veces que Kurama se dejaba acariciar.
Renegó otra vez. Podía volver a sentir el tacto del sedoso cabello entre sus dedos. Y Kurama se lo había permitido. . . ¡Dios, que sensación! El recuerdo hizo que un intenso escalofrío le recorriera la espalda.
"¡Maldita sea Kurama! ¿Por qué tenías que enamorarte de ese demonio de fuego hijo de perra, indigno tan siquiera de. . .?"
Una idea fantástica irrumpió en medio de su enfado. HIEI. Aquel al que el kitsune adoraba, aquel por el que Kurama entregaría su propia alma, la raíz de la cuestión.
La ira de Yomi se fundió en algo calmado y siniestro, pero no menos intenso. Se permitió una sonrisa.
El youko sería SUYO después de todo.
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No había rastro de la cálida presencia de Kurama en la habitación. La cama estaba hecha y, por lo visto, hacía unos cuantos días que nadie dormía en ella. El diminuto intruso se deslizó con cuidado dentro del dormitorio, buscando algún resto del ki del youko por cualquier rincón. Nada.
Resopló, contrariado. Trató de encontrar alguna señal del zorro, alguna pista de su paradero. Muy bien, pues si Kurama había decidido ir al Makai sin decirle nada, a ver quién iba a vigilar su colita de zorro. No pasaría mucho tiempo antes de que su cuerpo de ningen sufriera algún "percance".
"¡Oh, vamos! Sabes que Kurama no es tan débil."
Frunció el ceño. Otra vez discutía consigo mismo. ¿A qué venía? Ah, sí. . .
La verdad era que admiraba a su amigo por ser el plácido, sereno, testarudo, exasperante y asquerosamente responsable ningen que era. Y, por alguna razón, Hiei no quería imaginarse a aquel chico, esbelto y delicado, sólo en el Makai, sin él para protegerle.
"Baka, está claro que Kurama puede cuidarse solo. En su vida de youko ha vivido, por lo menos, varios siglos más que yo."
Finalmente decidió que no encontraría nada en la morada ningen del zorro. Así que, con un leve movimiento de aire y una mancha negra borrosa, el demonio de fuego desapareció, dejando tan sólo un imperceptible rastro de su ki.
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Aquella noche tardaría en cerrar, como le había pasado noche tras noche desde que empezó el verano. Casi deseaba que sucediera algo, algún crimen muy grave en el Reikai que obligara a Koenma a reunir de nuevo al Urameshi-tantei y nombrarle de nuevo detective. Pero tenía que quedarse allí, aguantando el pegajoso calor del verano.
Yusuke descargó el mal humor sobre la fregona, mientras acababa de limpiar el restaurante. Los padres de Keiko tenían una cena fuera de la ciudad aquella noche y ella había tenido que ir con ellos. Eso significaba que tendría que cerrar, limpiar y hacer la caja él solo. Se le escapó un suspiro de frustración. Definitivamente, no era así como había pensado pasar las vacaciones. Y eso le hacía desear con más fervor que apareciera Botan para traerle nuevas órdenes de parte del príncipe del Mundo Espiritual.
Una silueta se dibujo en la puerta, seguida del sonido de unas botas, repiqueteando sobre el mármol del suelo.
- Está cerrado - Murmuró sin levantar la vista.
Un despectivo "Hn" le respondió.
Yusuke levantó la cabeza de un respingo del libro de cuentas que estaba revisando. De pie, inmóvil junto a una mesa, como si fuera un pequeño maniquí, Hiei mantenía sus ojos clavados en él. Aquella legendaria máscara amenazadora que, por otro lado, no había perdido sus rasgos infantiles. Una sonrisa forzada cruzó la cara de Yusuke. ¿Podría ser que el enano borde hiciera de mensajero otra vez?
- Ho-hola Hiei - Saludo, algo cortado por la sorpresa, saliendo de detrás del mostrador para recibir al demonio de fuego. No había visto al jaganshi desde que los miembros del equipo tomaron caminos separados hacía casi un año. No le hacía especial ilusión ver a aquel miembro del equipo precisamente, pero si la presencia de Hiei significaba que al fin podría librarse de la rutina de su trabajo de verano, estaría encantado de hablar con él.
El diminuto youkai le ignoró. Yusuke se encogió de hombros. Había olvidado que saludar amablemente a alguien con la mala leche perpetua de Hiei era tan productivo como comer papel.
- Bueno, ¿querías algo?
Hiei volvió a mirarle fijamente, como si Yusuke fuera el único responsable de la contrariedad que le retenía en el Mundo Humano.
- ¿Dónde está Kurama?
La pregunta le pilló por sorpresa. De todos los del equipo, el zorro era el que tenía la relación más estrecha con Hiei. "De hecho" - pensó Yusuke - "tal y como se comportaban antes de que acabar el Torneo, parecía que se fueran a casar o algo así." Y ahora, ahí estaba Hiei, en el Ningenkai, plantado frente a él exigiendo saber a dónde había ido su mejor amigo, como si él fuera el dueño de Kurama o ves a saber el qué. Tragó saliva. Bueno. . . tal vez sí que era el dueño de Kurama, de algún modo. . . pero con aquellos dos, que jamás soltaban prenda sobre nada, supuso que nunca lo sabría.
- Pues no sé - Murmuró, y volvió a encogerse de hombros - Probablemente en el Makai, con Yomi. Tengo entendido que pasa allí la mayoría de fines de semana. Supongo que en verano hará lo mismo.
El nombre del anfitrión de Kurama hizo brotar un siniestro siseo de los labios del koorime. Yusuke se preguntó si había hecho bien diciéndole la verdad. Si su teoría sobre Hiei y Kurama era correcta, sería muy posible que el canijo girara sobre sus talones y se fuera derecho al palacio de Yomi, dispuesto a meterle un Kokuryuuha por. . . y eso daría lugar a otra larga serie de conflictos entre Yomi y Mukuro, hasta que organizaran otro torneo a gran escala para resolver su pequeña disputa. Bueno. . . otro torneo no tenía por qué ser necesariamente malo.
- Si aún así quieres verle, será mejor que antes les hagas saber que vas a pasarte por allí. No creo que les haga gracia que les pilles por sorpresa. He oído decir que Yomi es un anfitrión muy. . . er, vigoroso.
Una expresión de confusión sustituyó la sombra amenazadora del rostro del jaganshi.
- ¿Qué?
Yusuke rió y sacudió la cabeza. Por lo visto Hiei era mucho más inocente (al menos en lo que al sexo se refiere) de lo que había imaginado.
- Olvídalo - Hizo un gran esfuerzo para aguantarse la risa, algo difícil de conseguir porque Hiei parecía cada vez más perdido, mirándole con la rabia que normalmente reservaba para Kuwabara. Al koorime no le gustaba ni un pelo que se rieran de él.
- Hn - Bufó, y se dio la vuelta para marcharse.
- ¡Saluda a Kurama de mi parte! - Gritó a la mancha negra que desapareció a través de la ventana del restaurante. Después tuvo que resignarse a volver a sus libros de cuentas.
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Hiei estaba completamente absorto en sus pensamientos cuando cruzó el portal para regresar al Makai. Lo que le había dicho Yusuke no podía ser verdad. No podía ser. ¡No, Yomi no! Yomi con aquel estúpido kitsune. . . Sintió un vacío en el estómago al recordar la conversación que había tenido con Mukuro unos días antes.
***
- Es que tú no comprendes a Yomi, Hiei. A él. . . le gusta Kurama.
- ¿Le gusta Kurama? Pues, ¿a qué está esperando ese zorro estúpido?
Mukuro sonrió para sí. Tan inocente. . .
- Bueno, tal vez a Kurama no le guste Yomi, ¿ne?
A lo que Hiei respondió con desprecio.
- Claro ¿A quién va a gustarle un ogro con seis orejas?
***
Y ahora Kurama estaba con Yomi en su castillo. Por propia voluntad. ¿Significaba eso que le gustaba Yomi?
Ni siquiera notaba el suelo bajo sus pies cuando entró en la fortaleza y las puertas se cerraron tras él.
- ¿Kurama quiere a Yomi, Mukuro?
La voz que respondió le pareció que sonaba muy grave, profunda. El sonido del viento en lo más recio de una tormenta. Igual de violento, igual de siniestro.
- Ssssi. . .
Sintió una ráfaga de ki alcanzarle en plena cara. Y él completamente expuesto, indefenso. Después, todo fue oscuridad.
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Qué os ha parecido? Os habéis quedado con la intriga de saber qué hará el perverso Yomi? Pues bien, la respuesta en el próximo capítulo, y os avanzo que es algo realmente perverso. . .
