CAPÍTULO 5: Me decepcionas, Hiei.
No recordaba si él se había encontrado nunca en una posición como aquella, si alguna vez se había visto acorralado así, de tal forma que la única opción era matar a su agresor o matarse a sí mismo. Pensó otra vez en la razón de su mal humor. Descontroladas y rápidas imágenes de los mechones cobrizos cayendo como una cascada sobre aquel delicado rostro perfecto, la expresión indefensa de su cara, aparecieron en su mente como un relámpago.
"Kurama. . ."
Con aquel oponente, ni siquiera le quedaba la opción de suicidarse. Cerró los ojos, dolorido, torturado por las imágenes que le venían a la cabeza. ¿Y qué haría él, si le viera desplomarse en un charco de sangre, una espada atravesando su estómago, los ojos fijos en él con callada resignación? Era como si casi tuviera frente a él su precioso rostro, desencajado por la angustia; casi podía palpar el dolor y la desesperación que con toda certeza sentiría.
"Kurama. . ."
Abruptamente, se giró hacia la puerta de su habitación, antes incluso de que el visitante llamara, al sentir el youki que se aproximaba. Con un clic, la puerta se abrió. Mukuro entró en la habitación. No se anunció ni saludó, simplemente se tumbó lánguidamente sobre la cama, todavía hecha. Ya no la miró más. Mukuro era una buena compañía, un alivio, pero no era la solución para las absurdas y demenciales imágenes que le asaltaban.
La dama youkai pasó la mano por las sábanas para alisar las arrugas que no había, mientras tanto, sus ojos, el real y el biónico, se mantenían intensamente fijos en la silenciosa figura vestida de negro sentada en el alfeizar de la ventana.
- Me decepcionas, Hiei.
La provocación era la única manera de obtener una respuesta de él. Grandes ojos carmesí se posaron sobre su cara desfigurada.
- ¿Hn? - Fue el indignante acompañamiento de esa mirada.
Mukuro suspiró profundamente, dejando que el aire corriera entre sus labios y se disolviera en la atmósfera antes de continuar.
- Pensaba que después de todo lo que hemos pasado juntos no dudarías en compartir conmigo el infierno que estás viviendo.
- ¡Hn!
Medio viva, medio muerta. Mukuro le observaba con su ojo bueno.
- ¿Me lo vas a contar o no? ¿Vas a hacerme esa maldita pregunta que te está quemando por dentro?
El silencio se volvió tenso, un silencio tan abrumador y palpable, que Mukuro suspiró otra vez con impaciencia, sólo para romperlo.
- ¿Hiei?
Aquellos ojos color sangre otra vez. Casi con la misma frialdad clínica con la que aquella vez miraron al kitsune que suplicaba por su libertad, buscando, preguntando. Los ojos de Hiei se encontraron con la rosa que Mukuro había depositado sobre la cama. . . para recordarle. . .
- ¿Él ama a Yomi? - Poco más que un susurro. Mukuro se estremeció al oír el tono de su voz - ¿Kurama ama a Yomi?
Y entonces lo supo. Por la expresión en su cara supo lo que estaba intentando preguntarle. Mukuro palideció ante la idea de. . . el deber de. . .
- Le violó. Yomi violó a Kurama.
Otro largo e insoportable silencio flotó entre ellos. Mukuro podía ver perfectamente que dolor del demonio de fuego incluso bajo su máscara de desdén.
- Hn - Una leve pista de lo que estaba pensando. Con un simple y casi imperceptible gesto, Hiei podía ser tan amenazador, tan malvado y retorcido, que incluso los youkais de clase S involuntariamente se apartaban de él, intimidados por la frialdad de sus ojos color sangre.
- . . . Y él se lo permitió. . .
- Kurama. . . - El nombre quedo flotando en el tenso aire como un conjuro. Y todo el dolor de Hiei explotó en un desgarrador y penetrante alarido, alcanzando de lleno la cara de Mukuro.
Hubo un leve movimiento de aire y la reina youkai se quedó sola en la habitación, mirando a la nada.
Kurama había permitido que Yomi le. . . que Yomi le violara. . . por culpa SUYA.
Con un resignado suspiro, Mukuro se fue a su sala de entrenamiento. Una idea cobraba forma en su cabeza a medida que se recuperaba del shock. Sólo había una única e inevitable consecuencia para cualquier cosa que hiciera Hiei a partir de ese momento.
Guerra.
***/~~~
- Yusuke-kun. . .
Los ojos oscuros del joven detective se trasladaron con apático abatimiento desde el suelo hasta los ojos humedecidos de Yukina. Pudo ver que la pequeña hada de las nieves temblaba bajo su kimono, a pesar del todavía persistente calor del verano. Las manos de Yukina temblaron aún más al separarse del blanco pecho descubierto del que era la causa de la desesperación de Yusuke.
No contestó. Los ojos de Yukina se llenaron de lágrimas.
- Yusuke. . . Lo siento.
- ¡¿Que lo sientes?! - La pregunta salió como un terrible graznido de su garganta. El esbelto y magullado cuerpo tendido en el tatami se agitó en una convulsión. Alternativamente, se arqueaba y se encogía, gimiendo. ¿Que lo sentía? ¿QUE LO SENTÍA?
La pequeña koorime cubrió con la manta el cuerpo medio desnudo del kitsune, mientras se ponía de pie. Yusuke podía ver las mejoras que los cuidados de Yukina habían hecho en su amigol. Y aún así, lo sentía. Después de todo, no podía culparla. Ella era un youkai de clase B. Las heridas de Kurama sobrepasaban su capacidad de curar, estaban por encima de su nivel.
- Ya no. . . no puedo hacer más por él. He curado todas sus heridas físicas. La verdad es que todas eran superficiales, pero. . . - Su voz se transformó en un cansado gemido. Se tambaleó ligeramente, asustando un poco a Yusuke y haciendo que se levantara corriendo a sostenerla y evitar que cayera. Yukina se apoyó en él y permitió que le acompañara hasta una silla, desplomándose sobre ella. Realmente, necesitaba descansar.
Yusuke se apartó. No perdía nunca de vista el blanco cuerpo tendido en el tatami, arqueándose, retorciéndose, a veces gimiendo y cerrando los puños, debatiéndose en horribles pesadillas que Yusuke sólo podía imaginar. Ver aquello, Kurama sufriendo de aquella manera, era más de lo que podía soportar. Y aquella misma mañana, él se estaba imaginando cómo sería. . . "Maldita sea, Kurama, ¿qué demonios te ha pasado?"
- ¿Seguro que no puedes hacer nada? - Su voz fue un resoplido cargado de frustración. Tenía que haber alguna manera. . . Yukina no podía rendirse. Se trataba de Kurama. KURAMA. ¿Qué le pasaría al equipo si el zorro moría? A Yusuke le vino a la cabeza un pensamiento muy desagradable que le hizo tragar saliva. ¿Qué pasaría si Hiei descubría que Kurama. . .? Pensar en el demonio de fuego, cuyo único amigo de verdad era el zorro agonizante tendido en el suelo del templo de Genkai, era aterrador. Hiei asesinaría a todos los que hubieran tenido cualquier tipo de contacto con Kurama antes de que muriese y. . . ¿y qué? ¿Usaría el Kokuryuuha? Bien, Yusuke haría lo mismo si descubriera quién había tenido la sangre fría, la temeridad de herir al youko de aquella manera. Hubiera utilizado toda su energía vital para acabar con el bastardo que le había puesto las manos encima al kitsune. Y Kurama ni siquiera era "su" Kurama.
Yukina ahogó un sollozo, abrumada por la misma pena que el chico humano sentía por su amigo. Un pensamiento parecido ocupaba su mente también. ¿Qué pasaría si Hiei y Kurama morían? Pero, ¿qué podía hacer ella? Ya había agotado todo su poder curativo. Tan pronto como Yusuke irrumpió en el templo, llevando en brazos el pobre cuerpo del zorro, había trabajado ininterrumpidamente para curarle, sin permitirse un solo momento de descanso. Y no recobraría sus poderes fácilmente, no después de haberlos utilizado durante tanto tiempo, hasta quedarse seca.
- Está bien, físicamente - Murmuró cuando Yusuke tapó un poco más al zorro subiendo la manta hasta su finamente esculpida barbilla - Pero es como si no quisiera seguir viviendo. Puedo sentir como su youki. . .
"Kuso" Yusuke renegó para sí. Él tampoco podía hacer nada. Él no podía curar, ni poseía tampoco los poderes empáticos necesarios para averiguar qué era lo que ocurría en el subconsciente del zorro. ¡Un momento! Empatía. . . "¡Eso es!"
Yukina supo lo que estaba pensando sólo con ver la expresión de su cara. El mismo destello de esperanza brilló en sus ojos carmesí.
- ¡Hiei! Yusuke-kun, tienes que traerle. Él es el único que. . .
Pero Yusuke no la dejó terminar.
***//~~~
~ Suuichi. . . ~ El suave susurro que acarició su mente era muy débil, desesperadamente triste, resignado. Suuichi intentó murmurar algo para responder a la voz de dulce cadencia que le llamaba. Su espíritu se retorcía de dolor con el recuerdo de las mil y una formas en que había sido torturado durante el último mes. Y se suponía que estaba de vacaciones. . . Sabía que estaba herido, su cuerpo probablemente estaría magullado hasta hacer que no fuera posible reconocerle. Pero el trauma emocional, aquellas insoportables punzadas de dolor clavándose en su alma - almas - eran peor que cualquier herida, cualquier golpe, que cualquier tipo de laceración física. Y heridas, había muchas. Muchas, inflingidas por manos que le agarraban con brusquedad, afilados colmillos que se hundían en su piel, carne dura que se clavaba dentro de él.
~ Kurama. . . ~ Tan cansado. . . Suspiró, sintiendo la cálida presencia que le reconfortaba en medio de su horrible soledad. La otra presencia fluctuó a su alrededor, como la llama de una vela bailando mecida por del viento. Cerró los ojos y dejó que el dominante youko rodeara su exhausta psique, que abrazara su espíritu, considerablemente más débil.
Kurama le acarició dulcemente. Sus caricias, un apacible trocito de consuelo, una promesa silenciosa de que todo iría bien para un Suuichi que se había venido abajo.
~ Él no nos quiere, Suuichi. . . ~ Tan triste. A Suuichi le entraron ganas de llorar al contacto con aquella suave y melancólica voz. Bruscos sollozos agitaron su cuerpo cuando el youko lo repitió en un cansado susurro.
~ No. . . no puedo seguir así ~ Tembló entre los brazos protectores de Kurama ~ No después de lo que ha pasado. . . no si él no nos quieres. . . después de. . . ~ Un estremecimiento de enojo. Suuichi sollozó todavía más fuerte, lágrimas ardientes luchaban por abrirse paso entre sus párpados apretados. A los que le vieran desde fuera, les hubiera parecido que estaba hablando en medio de una pesadilla.
~ Yo todavía le quiero, Suuichi.
- Pero no puedo. . . no puedo. . .
El calor de los más apetitosos labios contra los suyos. Suuichi se quedó inmóvil y disfrutó de la dulce caricia. Se sentía desfallecer, se derretía en medio de aquel reconfortante abrazo. Notó como la esponjosa cola de Kurama rodeaba cálidamente sus demacradas y enflaquecidas piernas, como el espíritu también herido del zorro se fundía en uno con el suyo.
~ No te rindas Suuichi. Yo. . . te necesito ~ Había tanto dolor en aquella voz suave y maternal ~ No puedo llegar hasta él sin ti.
Su mente se dejó mimar por la cálida presencia reconfortante que le abrazaba, por dentro y por fuera, haciendo desaparecer con sus besos la culpa que sentía, su vergüenza, sus innumerables inseguridades. Protegido. . . Sí, Kurama le protegería.
- Ai shiteru, Kurama.
~ Ai shiteru. . . ~ El más lánguido de los suspiros como respuesta.
***//~~~
La inclasificable carpeta blanca cayó de las manos heladas del joven señor de los muertos. "¡Kurama!"
Koenma dejó caer la cabeza sobre las palmas de sus manos. Eso sí que no se lo esperaba. No, no era algo que pudiera esperar que le pasase a ninguno - ninguno - de sus detectives, especialmente a los cuatro indestructibles miembros del equipo Urameshi. Se estremeció violentamente mientras su mente dibujaba obscenas imágenes basadas en el frío y exhaustivamente descriptivo informe que acababa de leer.
"Kurama. . ."
Abalanzándose sobre la puerta, el joven dios adoptó su forma adulta y corrió a buscar a Botan, olvidando que tenía cientos de secretarios-ogro y asistentes para hacer ese tipo de tareas por él.
***//~~~
Era la mejor mañana que Kazuma Kuwabara había tenido en todo el verano. Por una vez su hermana había decidido no meterse con él por ser un vago y no ayudar en casa cuando no habían clases. La ola de calor que asolaba Tokio había remitido con la llegada del otoño y las hojas rojas y doradas tenían un efecto subliminal en él que nunca hubiera pensado que fuera posible. Y lo mejor, por supuesto, era que Yukina había accedido a tener una cita con él. El recuerdo de su pequeño pastelito hizo que una descarga de incontenible emoción recorriera todo su cuerpo.
Iba a verla otra vez, sí, sí. Por el camino compró un ramo de flores. Jazmines blancos, que le costaron una fortuna. El fuerte aroma le congestionaba un poco la nariz, pero a Yukina le encantaban aquellas flores, casi tanto como a Kurama. ¡Que día tan fantástico!
El templo de Genkai estaba inquietantemente silencioso cuando entró. Se preguntó donde podría estar todo el mundo. Normalmente, a medida que se acercaba al templo, podía sentir el ki de la anciana maestra y de su adorada koorime. Algunas veces sentía también otro ki familiar, como el de Yusuke o Kurama. Y si tenía peor suerte de lo habitual, Hiei también se dejaba caer por allí, irradiando su cada vez más fuerte youki de clase S, como sólo él en todo el Ningenkai podía sentirlo. Aquel día, de todas formas, el aire estaba extrañamente quieto y parecía que incluso los pájaros habían cesado sus trinos, como para preservar la solemnidad de aquel silencio. Notó un débil rastro de ki retorciéndose de dolor intentando llegar hasta él cuando se quitó los zapatos, pero al intentar identificarlo con sus poderes extrasensoriales, el ki se disolvió, como niebla en una noche de invierno.
No parecía que Yukina estuviese dentro. Kuwabara fue a inspeccionar los jardines, pero no detectó el más mínimo rastro de su youki. En el templo quedaba algo de ki residual, pero debía de ser de al menos dos horas.
Escuchó un leve gemido salir de una de las habitaciones. Parecía provenir de la que Hiei y Kurama compartían cuando las circunstancias lo hacían necesario. Se preguntó cuál de los dos sería aunque, pensó, conociendo al canijo, le hubiera notado recibiendo un puñetazo de su ki en los morros con sólo acercarse a un radio de diez kilómetros. Y no había razón alguna para que ninguno de los dos enmascarara su ki. Estaban en el templo de Genkai. Ningún espíritu se atrevería a causarle problemas a la vieja, a no ser que quisieran sufrir una muerte violenta y dolorosa.
Aquel vago rastro de ki intentó llegar hasta él otra vez. Se asomó a la ventana de la habitación. Desplomado en el suelo, inconsciente, el demacrado cuerpo de Kurama temblaba al contacto de la brisa exterior, mientras su pecho subía y bajaba arrítmicamente, a causa de los esfuerzos del pelirrojo por recobrar el aliento.
~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ ~~~~
Bueno, al fin lo he terminado. Últimamente no tengo mucho tiempo para traducir (Malditos exámenes. grrrrrrrr)
Pobre Kurama, me parece que voy a agarrar el botiquín y me voy a presentar en el templo para cuidarle yo misma ^^ Y a ver si Hiei se pone las pilas de una vez. . .
Vanne, no te canses, q este no está en el fanfiction, jeje.
Azuza, este fic tiene unos 10 capítulos, más o menos (ahora no me acuerdo bien), así q hay Posesión para rato ^^
Uf, a ver si cuando acabe exámenes puedo traducir con un poco más de ritmo.
De nuevo gracias por vuestros reviews¡¡¡¡
No recordaba si él se había encontrado nunca en una posición como aquella, si alguna vez se había visto acorralado así, de tal forma que la única opción era matar a su agresor o matarse a sí mismo. Pensó otra vez en la razón de su mal humor. Descontroladas y rápidas imágenes de los mechones cobrizos cayendo como una cascada sobre aquel delicado rostro perfecto, la expresión indefensa de su cara, aparecieron en su mente como un relámpago.
"Kurama. . ."
Con aquel oponente, ni siquiera le quedaba la opción de suicidarse. Cerró los ojos, dolorido, torturado por las imágenes que le venían a la cabeza. ¿Y qué haría él, si le viera desplomarse en un charco de sangre, una espada atravesando su estómago, los ojos fijos en él con callada resignación? Era como si casi tuviera frente a él su precioso rostro, desencajado por la angustia; casi podía palpar el dolor y la desesperación que con toda certeza sentiría.
"Kurama. . ."
Abruptamente, se giró hacia la puerta de su habitación, antes incluso de que el visitante llamara, al sentir el youki que se aproximaba. Con un clic, la puerta se abrió. Mukuro entró en la habitación. No se anunció ni saludó, simplemente se tumbó lánguidamente sobre la cama, todavía hecha. Ya no la miró más. Mukuro era una buena compañía, un alivio, pero no era la solución para las absurdas y demenciales imágenes que le asaltaban.
La dama youkai pasó la mano por las sábanas para alisar las arrugas que no había, mientras tanto, sus ojos, el real y el biónico, se mantenían intensamente fijos en la silenciosa figura vestida de negro sentada en el alfeizar de la ventana.
- Me decepcionas, Hiei.
La provocación era la única manera de obtener una respuesta de él. Grandes ojos carmesí se posaron sobre su cara desfigurada.
- ¿Hn? - Fue el indignante acompañamiento de esa mirada.
Mukuro suspiró profundamente, dejando que el aire corriera entre sus labios y se disolviera en la atmósfera antes de continuar.
- Pensaba que después de todo lo que hemos pasado juntos no dudarías en compartir conmigo el infierno que estás viviendo.
- ¡Hn!
Medio viva, medio muerta. Mukuro le observaba con su ojo bueno.
- ¿Me lo vas a contar o no? ¿Vas a hacerme esa maldita pregunta que te está quemando por dentro?
El silencio se volvió tenso, un silencio tan abrumador y palpable, que Mukuro suspiró otra vez con impaciencia, sólo para romperlo.
- ¿Hiei?
Aquellos ojos color sangre otra vez. Casi con la misma frialdad clínica con la que aquella vez miraron al kitsune que suplicaba por su libertad, buscando, preguntando. Los ojos de Hiei se encontraron con la rosa que Mukuro había depositado sobre la cama. . . para recordarle. . .
- ¿Él ama a Yomi? - Poco más que un susurro. Mukuro se estremeció al oír el tono de su voz - ¿Kurama ama a Yomi?
Y entonces lo supo. Por la expresión en su cara supo lo que estaba intentando preguntarle. Mukuro palideció ante la idea de. . . el deber de. . .
- Le violó. Yomi violó a Kurama.
Otro largo e insoportable silencio flotó entre ellos. Mukuro podía ver perfectamente que dolor del demonio de fuego incluso bajo su máscara de desdén.
- Hn - Una leve pista de lo que estaba pensando. Con un simple y casi imperceptible gesto, Hiei podía ser tan amenazador, tan malvado y retorcido, que incluso los youkais de clase S involuntariamente se apartaban de él, intimidados por la frialdad de sus ojos color sangre.
- . . . Y él se lo permitió. . .
- Kurama. . . - El nombre quedo flotando en el tenso aire como un conjuro. Y todo el dolor de Hiei explotó en un desgarrador y penetrante alarido, alcanzando de lleno la cara de Mukuro.
Hubo un leve movimiento de aire y la reina youkai se quedó sola en la habitación, mirando a la nada.
Kurama había permitido que Yomi le. . . que Yomi le violara. . . por culpa SUYA.
Con un resignado suspiro, Mukuro se fue a su sala de entrenamiento. Una idea cobraba forma en su cabeza a medida que se recuperaba del shock. Sólo había una única e inevitable consecuencia para cualquier cosa que hiciera Hiei a partir de ese momento.
Guerra.
***/~~~
- Yusuke-kun. . .
Los ojos oscuros del joven detective se trasladaron con apático abatimiento desde el suelo hasta los ojos humedecidos de Yukina. Pudo ver que la pequeña hada de las nieves temblaba bajo su kimono, a pesar del todavía persistente calor del verano. Las manos de Yukina temblaron aún más al separarse del blanco pecho descubierto del que era la causa de la desesperación de Yusuke.
No contestó. Los ojos de Yukina se llenaron de lágrimas.
- Yusuke. . . Lo siento.
- ¡¿Que lo sientes?! - La pregunta salió como un terrible graznido de su garganta. El esbelto y magullado cuerpo tendido en el tatami se agitó en una convulsión. Alternativamente, se arqueaba y se encogía, gimiendo. ¿Que lo sentía? ¿QUE LO SENTÍA?
La pequeña koorime cubrió con la manta el cuerpo medio desnudo del kitsune, mientras se ponía de pie. Yusuke podía ver las mejoras que los cuidados de Yukina habían hecho en su amigol. Y aún así, lo sentía. Después de todo, no podía culparla. Ella era un youkai de clase B. Las heridas de Kurama sobrepasaban su capacidad de curar, estaban por encima de su nivel.
- Ya no. . . no puedo hacer más por él. He curado todas sus heridas físicas. La verdad es que todas eran superficiales, pero. . . - Su voz se transformó en un cansado gemido. Se tambaleó ligeramente, asustando un poco a Yusuke y haciendo que se levantara corriendo a sostenerla y evitar que cayera. Yukina se apoyó en él y permitió que le acompañara hasta una silla, desplomándose sobre ella. Realmente, necesitaba descansar.
Yusuke se apartó. No perdía nunca de vista el blanco cuerpo tendido en el tatami, arqueándose, retorciéndose, a veces gimiendo y cerrando los puños, debatiéndose en horribles pesadillas que Yusuke sólo podía imaginar. Ver aquello, Kurama sufriendo de aquella manera, era más de lo que podía soportar. Y aquella misma mañana, él se estaba imaginando cómo sería. . . "Maldita sea, Kurama, ¿qué demonios te ha pasado?"
- ¿Seguro que no puedes hacer nada? - Su voz fue un resoplido cargado de frustración. Tenía que haber alguna manera. . . Yukina no podía rendirse. Se trataba de Kurama. KURAMA. ¿Qué le pasaría al equipo si el zorro moría? A Yusuke le vino a la cabeza un pensamiento muy desagradable que le hizo tragar saliva. ¿Qué pasaría si Hiei descubría que Kurama. . .? Pensar en el demonio de fuego, cuyo único amigo de verdad era el zorro agonizante tendido en el suelo del templo de Genkai, era aterrador. Hiei asesinaría a todos los que hubieran tenido cualquier tipo de contacto con Kurama antes de que muriese y. . . ¿y qué? ¿Usaría el Kokuryuuha? Bien, Yusuke haría lo mismo si descubriera quién había tenido la sangre fría, la temeridad de herir al youko de aquella manera. Hubiera utilizado toda su energía vital para acabar con el bastardo que le había puesto las manos encima al kitsune. Y Kurama ni siquiera era "su" Kurama.
Yukina ahogó un sollozo, abrumada por la misma pena que el chico humano sentía por su amigo. Un pensamiento parecido ocupaba su mente también. ¿Qué pasaría si Hiei y Kurama morían? Pero, ¿qué podía hacer ella? Ya había agotado todo su poder curativo. Tan pronto como Yusuke irrumpió en el templo, llevando en brazos el pobre cuerpo del zorro, había trabajado ininterrumpidamente para curarle, sin permitirse un solo momento de descanso. Y no recobraría sus poderes fácilmente, no después de haberlos utilizado durante tanto tiempo, hasta quedarse seca.
- Está bien, físicamente - Murmuró cuando Yusuke tapó un poco más al zorro subiendo la manta hasta su finamente esculpida barbilla - Pero es como si no quisiera seguir viviendo. Puedo sentir como su youki. . .
"Kuso" Yusuke renegó para sí. Él tampoco podía hacer nada. Él no podía curar, ni poseía tampoco los poderes empáticos necesarios para averiguar qué era lo que ocurría en el subconsciente del zorro. ¡Un momento! Empatía. . . "¡Eso es!"
Yukina supo lo que estaba pensando sólo con ver la expresión de su cara. El mismo destello de esperanza brilló en sus ojos carmesí.
- ¡Hiei! Yusuke-kun, tienes que traerle. Él es el único que. . .
Pero Yusuke no la dejó terminar.
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~ Suuichi. . . ~ El suave susurro que acarició su mente era muy débil, desesperadamente triste, resignado. Suuichi intentó murmurar algo para responder a la voz de dulce cadencia que le llamaba. Su espíritu se retorcía de dolor con el recuerdo de las mil y una formas en que había sido torturado durante el último mes. Y se suponía que estaba de vacaciones. . . Sabía que estaba herido, su cuerpo probablemente estaría magullado hasta hacer que no fuera posible reconocerle. Pero el trauma emocional, aquellas insoportables punzadas de dolor clavándose en su alma - almas - eran peor que cualquier herida, cualquier golpe, que cualquier tipo de laceración física. Y heridas, había muchas. Muchas, inflingidas por manos que le agarraban con brusquedad, afilados colmillos que se hundían en su piel, carne dura que se clavaba dentro de él.
~ Kurama. . . ~ Tan cansado. . . Suspiró, sintiendo la cálida presencia que le reconfortaba en medio de su horrible soledad. La otra presencia fluctuó a su alrededor, como la llama de una vela bailando mecida por del viento. Cerró los ojos y dejó que el dominante youko rodeara su exhausta psique, que abrazara su espíritu, considerablemente más débil.
Kurama le acarició dulcemente. Sus caricias, un apacible trocito de consuelo, una promesa silenciosa de que todo iría bien para un Suuichi que se había venido abajo.
~ Él no nos quiere, Suuichi. . . ~ Tan triste. A Suuichi le entraron ganas de llorar al contacto con aquella suave y melancólica voz. Bruscos sollozos agitaron su cuerpo cuando el youko lo repitió en un cansado susurro.
~ No. . . no puedo seguir así ~ Tembló entre los brazos protectores de Kurama ~ No después de lo que ha pasado. . . no si él no nos quieres. . . después de. . . ~ Un estremecimiento de enojo. Suuichi sollozó todavía más fuerte, lágrimas ardientes luchaban por abrirse paso entre sus párpados apretados. A los que le vieran desde fuera, les hubiera parecido que estaba hablando en medio de una pesadilla.
~ Yo todavía le quiero, Suuichi.
- Pero no puedo. . . no puedo. . .
El calor de los más apetitosos labios contra los suyos. Suuichi se quedó inmóvil y disfrutó de la dulce caricia. Se sentía desfallecer, se derretía en medio de aquel reconfortante abrazo. Notó como la esponjosa cola de Kurama rodeaba cálidamente sus demacradas y enflaquecidas piernas, como el espíritu también herido del zorro se fundía en uno con el suyo.
~ No te rindas Suuichi. Yo. . . te necesito ~ Había tanto dolor en aquella voz suave y maternal ~ No puedo llegar hasta él sin ti.
Su mente se dejó mimar por la cálida presencia reconfortante que le abrazaba, por dentro y por fuera, haciendo desaparecer con sus besos la culpa que sentía, su vergüenza, sus innumerables inseguridades. Protegido. . . Sí, Kurama le protegería.
- Ai shiteru, Kurama.
~ Ai shiteru. . . ~ El más lánguido de los suspiros como respuesta.
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La inclasificable carpeta blanca cayó de las manos heladas del joven señor de los muertos. "¡Kurama!"
Koenma dejó caer la cabeza sobre las palmas de sus manos. Eso sí que no se lo esperaba. No, no era algo que pudiera esperar que le pasase a ninguno - ninguno - de sus detectives, especialmente a los cuatro indestructibles miembros del equipo Urameshi. Se estremeció violentamente mientras su mente dibujaba obscenas imágenes basadas en el frío y exhaustivamente descriptivo informe que acababa de leer.
"Kurama. . ."
Abalanzándose sobre la puerta, el joven dios adoptó su forma adulta y corrió a buscar a Botan, olvidando que tenía cientos de secretarios-ogro y asistentes para hacer ese tipo de tareas por él.
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Era la mejor mañana que Kazuma Kuwabara había tenido en todo el verano. Por una vez su hermana había decidido no meterse con él por ser un vago y no ayudar en casa cuando no habían clases. La ola de calor que asolaba Tokio había remitido con la llegada del otoño y las hojas rojas y doradas tenían un efecto subliminal en él que nunca hubiera pensado que fuera posible. Y lo mejor, por supuesto, era que Yukina había accedido a tener una cita con él. El recuerdo de su pequeño pastelito hizo que una descarga de incontenible emoción recorriera todo su cuerpo.
Iba a verla otra vez, sí, sí. Por el camino compró un ramo de flores. Jazmines blancos, que le costaron una fortuna. El fuerte aroma le congestionaba un poco la nariz, pero a Yukina le encantaban aquellas flores, casi tanto como a Kurama. ¡Que día tan fantástico!
El templo de Genkai estaba inquietantemente silencioso cuando entró. Se preguntó donde podría estar todo el mundo. Normalmente, a medida que se acercaba al templo, podía sentir el ki de la anciana maestra y de su adorada koorime. Algunas veces sentía también otro ki familiar, como el de Yusuke o Kurama. Y si tenía peor suerte de lo habitual, Hiei también se dejaba caer por allí, irradiando su cada vez más fuerte youki de clase S, como sólo él en todo el Ningenkai podía sentirlo. Aquel día, de todas formas, el aire estaba extrañamente quieto y parecía que incluso los pájaros habían cesado sus trinos, como para preservar la solemnidad de aquel silencio. Notó un débil rastro de ki retorciéndose de dolor intentando llegar hasta él cuando se quitó los zapatos, pero al intentar identificarlo con sus poderes extrasensoriales, el ki se disolvió, como niebla en una noche de invierno.
No parecía que Yukina estuviese dentro. Kuwabara fue a inspeccionar los jardines, pero no detectó el más mínimo rastro de su youki. En el templo quedaba algo de ki residual, pero debía de ser de al menos dos horas.
Escuchó un leve gemido salir de una de las habitaciones. Parecía provenir de la que Hiei y Kurama compartían cuando las circunstancias lo hacían necesario. Se preguntó cuál de los dos sería aunque, pensó, conociendo al canijo, le hubiera notado recibiendo un puñetazo de su ki en los morros con sólo acercarse a un radio de diez kilómetros. Y no había razón alguna para que ninguno de los dos enmascarara su ki. Estaban en el templo de Genkai. Ningún espíritu se atrevería a causarle problemas a la vieja, a no ser que quisieran sufrir una muerte violenta y dolorosa.
Aquel vago rastro de ki intentó llegar hasta él otra vez. Se asomó a la ventana de la habitación. Desplomado en el suelo, inconsciente, el demacrado cuerpo de Kurama temblaba al contacto de la brisa exterior, mientras su pecho subía y bajaba arrítmicamente, a causa de los esfuerzos del pelirrojo por recobrar el aliento.
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Bueno, al fin lo he terminado. Últimamente no tengo mucho tiempo para traducir (Malditos exámenes. grrrrrrrr)
Pobre Kurama, me parece que voy a agarrar el botiquín y me voy a presentar en el templo para cuidarle yo misma ^^ Y a ver si Hiei se pone las pilas de una vez. . .
Vanne, no te canses, q este no está en el fanfiction, jeje.
Azuza, este fic tiene unos 10 capítulos, más o menos (ahora no me acuerdo bien), así q hay Posesión para rato ^^
Uf, a ver si cuando acabe exámenes puedo traducir con un poco más de ritmo.
De nuevo gracias por vuestros reviews¡¡¡¡
