CAPÍTULO 6: ¿Era verdad?
Las flores cayeron al suelo, olvidadas, y el joven se precipitó a ayudar a su amigo a volver a la cama. Kurama parecía no haber comido en una semana, por lo menos. Tenía las mejillas hundidas y los ojos ensombrecidos por profundas ojeras. Incluso dormido, su ceño estaba fruncido, denotando un profundo dolor que sólo su psique podía sentir. La piel del youko estaba seca y deshidratada, y tenía vendajes cubriendo múltiples partes de su cuerpo. Sus ojos estaban tan fuertemente cerrados que ni siquiera Kuwabara pudo obligarle a abrirlos, y aún así, numerosas lágrimas corrían por sus descarnadas mejillas. Su boca se abrió, pronunciando una sola palabra que no dejó a Kuwabara ninguna duda de cuál era el origen del mal del kitsune.
- Hiei. . .
Yukina entró en el templo con pequeños pasos apresurados, esperando que tal vez, sólo tal vez, Kurama hubiera salido del coma en su ausencia. Habían pasado tres días desde que Yusuke trajo al pelirrojo en un estado que hacía pensar en un desafortunado encuentro con más de un youkai de clase S, allá en el Makai. Kurama había aparecido así ante él, dijo, y se había desmayado en sus brazos. Yukina hizo todo lo posible por curarle desde el mismo momento que lo tuvo frente a ella, pero era como si el zorro hubiera perdido las ganas de vivir después de lo que fuera la terrible experiencia por la que había tenido que pasar en el Mundo Infernal.
Yukina no podía curar a alguien que estaba intentando acabar con su propia vida.
La fuerte presencia de aquel reiki significaba que Kazuma estaba allí otra vez, y no pudo reprimir la alegría que llenó su espíritu, a pesar de lo apenada que estaba por Kurama. Pero. . . de las habitaciones salían voces, y ella sabía que la maestra Genkai no había vuelto de su viaje. No podía ser Yusuke, el joven humano acababa de partir en busca de Hiei, quien parecía se el único capaz de sacar algo en claro de lo que le pasaba al zorro.
Con la más resplandeciente de las sonrisas, entró en la habitación.
- ¡Kuwabara -ku. . .! - Y se quedó quieta, petrificada.
Sentado tranquilamente sobre la cama deshecha, como si aquel no fuera más que otro día como cualquier otro, Kurama escuchaba sin mostrar el más mínimo interés por lo que le contaba su amigo. Se le veía mucho más en forma, los ojos brillantes, el pelo pulcramente cepillado y cayendo como una cascada color rubí sobre su espalda, los brazos cruzados con gesto paciente sobre su pecho, las piernas cubiertas con la sábana, escondiendo las heridas que no llegaba a cubrir la sudadera que Yusuke le prestó antes de salir en busca de Hiei.
- ¿Kurama-san? - La voz de Yukina sonó suave y temerosa cuando acabó, titubeante, de entrar en la habitación. Kuwabara la recibió con una enorme sonrisa de varios cientos de miles de voltios de energía amorosa.
- ¡Yukina-chan! Te he estado esperando. . . bueno, hemos. Kurama se despertó una hora después de que yo llegara, más o menos.
- Ano, sumimasen. . . Kurama-san. . . ¿se despertó?
Kuwabara dijo que sí con su cabeza, coronada por aquel tupé color naranja, con todo el entusiasmo del mundo.
- Sí, aunque no he conseguido que me diga ni media palabra. Parece que le preocupe algo - Añadió la última frase con un susurro más que audible cuando se colocó al lado del hada de las nieves, que observaba al youko.
Kurama estaba sentado contra la pared. Su cara, una máscara de perfecta indiferencia, las facciones inexpresivas y serenas, los ojos color esmeralda de nuevo vivos, pero ausentes. Parecía haberse despertado en él un mórbido y peculiar interés por la pata izquierda de la mesa que había en el otro extremo de la habitación.
Yukina se aproximó un poco más, dudando, preguntándose qué habría hecho exactamente Kuwabara para sacar al kitsune de su coma.
- Pues no me había dado cuenta de que le pasara nada malo - Dijo el chico del cabello color zanahoria, mientras iba tras ella siguiendo cada uno de sus movimientos como un perrito - Llegué y le encontré inconsciente. Fui a buscar una toallita húmeda para ponérsela en la frente, porque me pareció que tenía fiebre, y cuando volví me lo encontré ahí, peinándose como si nada - Miró a Yukina con curiosidad, fascinado, a su pesar, del repentino cambio de talante del zorro - Me pregunto qué le habrá pasado.
Yukina negó con la cabeza, abatida, llegando hasta donde estaba Kurama. Ella tampoco tenía la respuesta a esa pregunta. Tímidamente, movió la mano frente a los ojos del kitsune, sintiéndose un poco tonta al hacerlo. Claro que Kurama iba a reaccionar. . .
El youko simplemente volvió la cabeza y dejó que una porción de su finamente cepillado cabello le cubriera la cara. La youkai de hielo siguió su mirada. Kurama ni siquiera parpadeó, en vez de eso, fijó su atención en las sábanas arrugadas entre sus piernas.
- ¿Kurama-san?
Nada. Yukina sintió una punzada de terror clavarse en su corazón. Kurama estaba despierto, pero se comportaba como si no lo estuviera, como si el resto del mundo no existiera ni tuviera nada que ver con él. Se preguntó si realmente debería estar agradecida de que el youko siguiera con vida.
- ¿Kurama-san, te apetece comer algo?
De nuevo no hubo respuesta. El silencio se hizo tan intenso que llegó a ser capaz de escuchar la sangre fluyendo por sus sienes.
- Te prepararé un poco de te - Dijo finalmente, poniéndose en pie para alejarse del desconcertantemente críptico zorro - Ne, Kuwa-san, ¿puedes quedarte con Kurama-san un momento?
Kazuma asintió con entusiasmo, como siempre, pero Yukina se dio cuenta de que el extravagante comportamiento de Kurama también le estaba poniendo nervioso a él. Con un suspiro, Yukina salió de la habitación y fue a preparar el te.
***//~~~
La negra silueta inspeccionó el castillo desde su punto de mira, en la copa de un árbol de la colina. La majestuosidad del castillo de Yomi se apreciaba incluso desde tanta distancia, y no le cabía la menor duda de que el maldito ogro habría colocado guardias para vigilar el pie de la muralla y los alrededores. Ya había experimentado en primera persona lo eficaces que podían ser los lacayos de Yomi cuando querían.
Pero seguramente nunca se habrían enfrentado a los poderes de un Jaganshi cuando éste estaba deseando usarlos, y tenía previsto pasar un rato endiabladamente divertido permitiendo que aquel atajo de imbéciles descubriera de primera mano el poder del fuego. El youkai sonrió con malicia, una débil risa perversa se escapó de su boca cuando se imaginó a sí mismo lanzando su implacable Dragón Negro sobre la ciudadela que se extendía ahí abajo. Se lo iba a pasar en grande. Y ese no sería simplemente uno más de sus actos de violencia indiscriminada. Iba a recuperar algo. Para ser más específico, a alguien.
Pasó el dedo por el filo de su meticulosamente afilada katana. El demonio de fuego saltó y corrió colina abajo procurando ocultarse bajo las ramas, moviéndose a una velocidad que sólo unos pocos seres en los tres mundos eran capaces de seguir.
Tan sólo unos cuantos metros más le separaban del ala oeste de la ciudadela, cuando un penetrante flash de ki le cegó, dejándole aturdido. Se apretó fuertemente contra el tronco del árbol tras el cual estaba escondido, esperando a que el desconocido se alejara o a que pasara justo a por debajo de él, para acabar limpiamente empalado en su espada. Cualquiera de las dos opciones le iría bien. . .
- ¡Hiei-san!
La ondulante voz femenina que corrió a través del bosque era bastante familiar, lo sficiente como para hacerle apretar los dientes de puro fastidio por la inesperada aparición. "¡Kuso!"
- ¡Hiei! - La voz masculina que se unió a la llamada era arrogante, temeraria, tan sólo levemente preocupada, y tan familiar que Hiei pensó que lo único que le faltaba en ese momento era una reunión.
Dos figuras entraron en su campo de visión. Seguían llamándole, voceando su nombre con aquellos irritantes gritos. Finalmente, se dignó a dejarse ver.
- ¡Hiei! - Las dos voces se llenaron de alivio ante su aparición. Extraño. Yusuke Urameshi nunca había sido excesivamente afectuoso con él.
Los miró suspicazmente, pasando el dedo por el filo de su katana. Había pasado un año desde la última vez que vio a aquellos dos juntos.
- ¿Qué queréis?
Yusuke necesitó unos instantes para recobrar el aliento. Su compañera se sentó en su remo volador y le permitió recostarse en su regazo.
- Es. . . - El chico jadeó y los ojos de Hiei se clavaron en él con cada vez más furiosa intensidad. La muchacha le tendió un pañuelo que él aceptó agradecido, usándolo pasa limpiarse el sudor de la frente.
- ¡ARGH! ¡No vuelvas a hacerme correr así nunca más!
Hiei simplemente frunció el ceño, sin estar muy seguro de si le estaba regañando a él o a su ayudante.
- ¡Yusuke! - Botan le metió prisa, jugando con los mechones de cabello que quedaban libres de su cola de caballo - Explícale. . .
- ¿Explicarme el qué, ningen?
Yusuke resopló un par de veces más antes de que su respiración recobrara el ritmo normal y pudiera enderezarse.
- Es Kurama. Está. . . está enfermo, no vuelve en sí. . . Ha estado inconsciente durante más de dos días ya.
Ah, así que el objeto de si pequeña expedición ya no estaba en la fortaleza de Yomi. Era un dato interesante.
Se mordió el labio inferior durante un segundo, intentando no mostrar su alivio por el hecho de que el zorro estuviera al cuidado de Urameshi.
- Lo. . . lo sé.
Las dos caras se volvieron a la vez, mirándole con los ojos abiertos al máximo, desconcertados por la sorpresa.
- ¿Nani. . .? - Preguntó la vocecilla chillona de Botan.
El semblante de Hiei se oscureció de un modo siniestro. El cariz que había tomado la conversación obviamente le incomodaba. Yusuke continuó.
- Necesito que vengas conmigo.
Se giró para mirar una vez más las altas y, en apariencia, impenetrables murallas del castillo. Antes, Yomi debía morir. Debía hacerle justicia al zorro.
- No puedo.
Su mente ya estaba ocupada maquinando las múltiples y siniestras técnicas con las que torturaría, mutilaría y, finalmente, asesinaría al bastardo de las seis orejas que había querido poseer al zorro. Se puso en tensión para echar a correr.
Finos y blancos dedos le agarraron por la muñeca tan fuerte que sintió que se le cortaba la circulación. Botan intentaba retenerle tenazmente, obligándole a volverse i mirarla a los ojos, frunciendo el ceño amenazadoramente por haberse atrevido a interrumpirle. La mensajera espiritual del cabello azul se enfrentó a su mirada sin parpadear, sus propios ojos color rosa brillando a causa de las lágrimas.
- Tienes que venir Hiei - Su voz se quebró mientras las lágrimas empezaban a descender por sus blancas mejillas - Kurama se está muriendo. . . - La respiración de la muchacha se transformó en entrecortados jadeos, que pronto pasaron a ser sollozos - Sus documentos de defunción llegaron ayer al despacho de Koenma-sama. Hemos intentado retrasarlo pero. . . él está decidido. Y. . . - Su voz vaciló y un sollozo especialmente fuerte hizo temblar todo su cuerpo. Hiei no se había dado cuenta de lo mucho que el zorro se había hecho querer por aquella gente - Y no creo que Koenma, Georges y Hinageshi puedan retener los documentos durante más tiempo. . .
La expresión de su cara no cambió. Por supuesto que Kurama no se iba a morir. El estúpido zorro tenía tantas vidas como colas. ¿Y que había podido suceder para que Kurama deseara morir? ¿La violación? A Hiei no le parecía creíble que un youkai como el zorro se derrumbara a causa de algo que podía fácilmente olvidar. . . aunque le llevara algún tiempo (Hiei piensa así porque, evidentemente, no sabe NADA sobre sexo, y todavía tiene menos idea de lo que supone una violación).
Entonces, sus pensamientos volvieron las palabras con las que Kurama se separó de él aquella noche. . . hacía casi un mes. . .
"Ai shiteru, Hiei"
Te quiero.
"No. . . ¡Cállate! No lo entiendes. Nunca has querido entenderlo. . ." ¿O era él el que nunca había querido entenderlo? Kurama era su compañero desde hacía mucho tiempo, su único aliado, el único en el que podía confiar. La extraña alianza que compartía con los demás no era nada comparada con la callada amistad que había crecido entre Kurama y él.
"Ai shiteru, Hiei"
"¿Era verdad? ¡Dímelo, maldito seas! ¿Lo decías de verdad?"
"¿Me dejarías morir si te dijera que no?"
Apretó los dientes. "Kurama. . ."
- ¿Hiei. . .?
Un par de ojos color rosa y otros color chocolate miraban con miedo y preocupación a sus propios ojos color sangre. La desencajada expresión de su rostro se había hecho tan intensa que Yusuke empezaba a pensar que el demonio de fuego estaba poseído o algo así. ¿Hiei no quería proteger a Kurama? No podía ser.
Durante un instante, Hiei consideró la opción de desaparecer, huir de aquellos molestos ningen que le habían metido en aquella red de intrigas y sinsentidos. "¿Serás capaz?" Susurró una pequeña y sarcástica voz en su cabeza. "¿Crees que eres lo bastante fuerte como para, simplemente, largarte, sabiendo que Kurama. . . que tu ningen, tu Kurama. . . va a dejarse morir porque TÚ LE FALLASTE? Le fallaste y no fuiste capaz de protegerle de ese maldito ogro degenerado."
"¿Lo soy. . .?" La respuesta estalló en su mente, corta y furiosa. "Por supuesto que no lo eres, ¡baka!"
- ¿Dónde está?
Botan suspiró con alivio y ella y Yusuke condujeron al demonio de fuego junto al zorro.
~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~
Bien, al fin me veo libre de tediosas obligaciones y enseguida q he podido he "finiquitado" el capítulo. Espero que os guste ^^
Habéis conocido jamás algún ama de casa tan abnegada como Yukina? Si por esta chica fuera, todos los problemas se arreglarían con una tacita de te XD Es un encanto. Y quisiera dedicar también una mención especial al insuperable poder de deducción de super-Kuwabara q no se había dado cuenta de que su amigo estaba... digamos, "ido" XDDDDDDDDD Me encanta este hombre, es genial.
Tranquila Kat Baster, todos estamos deseando hacerle a Yomi lo mismo que tú, tu sadismo no es en absoluto exagerado ^_~
Bueno, yo me despido ya, esperando que lo disfrutéis¡¡¡
Las flores cayeron al suelo, olvidadas, y el joven se precipitó a ayudar a su amigo a volver a la cama. Kurama parecía no haber comido en una semana, por lo menos. Tenía las mejillas hundidas y los ojos ensombrecidos por profundas ojeras. Incluso dormido, su ceño estaba fruncido, denotando un profundo dolor que sólo su psique podía sentir. La piel del youko estaba seca y deshidratada, y tenía vendajes cubriendo múltiples partes de su cuerpo. Sus ojos estaban tan fuertemente cerrados que ni siquiera Kuwabara pudo obligarle a abrirlos, y aún así, numerosas lágrimas corrían por sus descarnadas mejillas. Su boca se abrió, pronunciando una sola palabra que no dejó a Kuwabara ninguna duda de cuál era el origen del mal del kitsune.
- Hiei. . .
Yukina entró en el templo con pequeños pasos apresurados, esperando que tal vez, sólo tal vez, Kurama hubiera salido del coma en su ausencia. Habían pasado tres días desde que Yusuke trajo al pelirrojo en un estado que hacía pensar en un desafortunado encuentro con más de un youkai de clase S, allá en el Makai. Kurama había aparecido así ante él, dijo, y se había desmayado en sus brazos. Yukina hizo todo lo posible por curarle desde el mismo momento que lo tuvo frente a ella, pero era como si el zorro hubiera perdido las ganas de vivir después de lo que fuera la terrible experiencia por la que había tenido que pasar en el Mundo Infernal.
Yukina no podía curar a alguien que estaba intentando acabar con su propia vida.
La fuerte presencia de aquel reiki significaba que Kazuma estaba allí otra vez, y no pudo reprimir la alegría que llenó su espíritu, a pesar de lo apenada que estaba por Kurama. Pero. . . de las habitaciones salían voces, y ella sabía que la maestra Genkai no había vuelto de su viaje. No podía ser Yusuke, el joven humano acababa de partir en busca de Hiei, quien parecía se el único capaz de sacar algo en claro de lo que le pasaba al zorro.
Con la más resplandeciente de las sonrisas, entró en la habitación.
- ¡Kuwabara -ku. . .! - Y se quedó quieta, petrificada.
Sentado tranquilamente sobre la cama deshecha, como si aquel no fuera más que otro día como cualquier otro, Kurama escuchaba sin mostrar el más mínimo interés por lo que le contaba su amigo. Se le veía mucho más en forma, los ojos brillantes, el pelo pulcramente cepillado y cayendo como una cascada color rubí sobre su espalda, los brazos cruzados con gesto paciente sobre su pecho, las piernas cubiertas con la sábana, escondiendo las heridas que no llegaba a cubrir la sudadera que Yusuke le prestó antes de salir en busca de Hiei.
- ¿Kurama-san? - La voz de Yukina sonó suave y temerosa cuando acabó, titubeante, de entrar en la habitación. Kuwabara la recibió con una enorme sonrisa de varios cientos de miles de voltios de energía amorosa.
- ¡Yukina-chan! Te he estado esperando. . . bueno, hemos. Kurama se despertó una hora después de que yo llegara, más o menos.
- Ano, sumimasen. . . Kurama-san. . . ¿se despertó?
Kuwabara dijo que sí con su cabeza, coronada por aquel tupé color naranja, con todo el entusiasmo del mundo.
- Sí, aunque no he conseguido que me diga ni media palabra. Parece que le preocupe algo - Añadió la última frase con un susurro más que audible cuando se colocó al lado del hada de las nieves, que observaba al youko.
Kurama estaba sentado contra la pared. Su cara, una máscara de perfecta indiferencia, las facciones inexpresivas y serenas, los ojos color esmeralda de nuevo vivos, pero ausentes. Parecía haberse despertado en él un mórbido y peculiar interés por la pata izquierda de la mesa que había en el otro extremo de la habitación.
Yukina se aproximó un poco más, dudando, preguntándose qué habría hecho exactamente Kuwabara para sacar al kitsune de su coma.
- Pues no me había dado cuenta de que le pasara nada malo - Dijo el chico del cabello color zanahoria, mientras iba tras ella siguiendo cada uno de sus movimientos como un perrito - Llegué y le encontré inconsciente. Fui a buscar una toallita húmeda para ponérsela en la frente, porque me pareció que tenía fiebre, y cuando volví me lo encontré ahí, peinándose como si nada - Miró a Yukina con curiosidad, fascinado, a su pesar, del repentino cambio de talante del zorro - Me pregunto qué le habrá pasado.
Yukina negó con la cabeza, abatida, llegando hasta donde estaba Kurama. Ella tampoco tenía la respuesta a esa pregunta. Tímidamente, movió la mano frente a los ojos del kitsune, sintiéndose un poco tonta al hacerlo. Claro que Kurama iba a reaccionar. . .
El youko simplemente volvió la cabeza y dejó que una porción de su finamente cepillado cabello le cubriera la cara. La youkai de hielo siguió su mirada. Kurama ni siquiera parpadeó, en vez de eso, fijó su atención en las sábanas arrugadas entre sus piernas.
- ¿Kurama-san?
Nada. Yukina sintió una punzada de terror clavarse en su corazón. Kurama estaba despierto, pero se comportaba como si no lo estuviera, como si el resto del mundo no existiera ni tuviera nada que ver con él. Se preguntó si realmente debería estar agradecida de que el youko siguiera con vida.
- ¿Kurama-san, te apetece comer algo?
De nuevo no hubo respuesta. El silencio se hizo tan intenso que llegó a ser capaz de escuchar la sangre fluyendo por sus sienes.
- Te prepararé un poco de te - Dijo finalmente, poniéndose en pie para alejarse del desconcertantemente críptico zorro - Ne, Kuwa-san, ¿puedes quedarte con Kurama-san un momento?
Kazuma asintió con entusiasmo, como siempre, pero Yukina se dio cuenta de que el extravagante comportamiento de Kurama también le estaba poniendo nervioso a él. Con un suspiro, Yukina salió de la habitación y fue a preparar el te.
***//~~~
La negra silueta inspeccionó el castillo desde su punto de mira, en la copa de un árbol de la colina. La majestuosidad del castillo de Yomi se apreciaba incluso desde tanta distancia, y no le cabía la menor duda de que el maldito ogro habría colocado guardias para vigilar el pie de la muralla y los alrededores. Ya había experimentado en primera persona lo eficaces que podían ser los lacayos de Yomi cuando querían.
Pero seguramente nunca se habrían enfrentado a los poderes de un Jaganshi cuando éste estaba deseando usarlos, y tenía previsto pasar un rato endiabladamente divertido permitiendo que aquel atajo de imbéciles descubriera de primera mano el poder del fuego. El youkai sonrió con malicia, una débil risa perversa se escapó de su boca cuando se imaginó a sí mismo lanzando su implacable Dragón Negro sobre la ciudadela que se extendía ahí abajo. Se lo iba a pasar en grande. Y ese no sería simplemente uno más de sus actos de violencia indiscriminada. Iba a recuperar algo. Para ser más específico, a alguien.
Pasó el dedo por el filo de su meticulosamente afilada katana. El demonio de fuego saltó y corrió colina abajo procurando ocultarse bajo las ramas, moviéndose a una velocidad que sólo unos pocos seres en los tres mundos eran capaces de seguir.
Tan sólo unos cuantos metros más le separaban del ala oeste de la ciudadela, cuando un penetrante flash de ki le cegó, dejándole aturdido. Se apretó fuertemente contra el tronco del árbol tras el cual estaba escondido, esperando a que el desconocido se alejara o a que pasara justo a por debajo de él, para acabar limpiamente empalado en su espada. Cualquiera de las dos opciones le iría bien. . .
- ¡Hiei-san!
La ondulante voz femenina que corrió a través del bosque era bastante familiar, lo sficiente como para hacerle apretar los dientes de puro fastidio por la inesperada aparición. "¡Kuso!"
- ¡Hiei! - La voz masculina que se unió a la llamada era arrogante, temeraria, tan sólo levemente preocupada, y tan familiar que Hiei pensó que lo único que le faltaba en ese momento era una reunión.
Dos figuras entraron en su campo de visión. Seguían llamándole, voceando su nombre con aquellos irritantes gritos. Finalmente, se dignó a dejarse ver.
- ¡Hiei! - Las dos voces se llenaron de alivio ante su aparición. Extraño. Yusuke Urameshi nunca había sido excesivamente afectuoso con él.
Los miró suspicazmente, pasando el dedo por el filo de su katana. Había pasado un año desde la última vez que vio a aquellos dos juntos.
- ¿Qué queréis?
Yusuke necesitó unos instantes para recobrar el aliento. Su compañera se sentó en su remo volador y le permitió recostarse en su regazo.
- Es. . . - El chico jadeó y los ojos de Hiei se clavaron en él con cada vez más furiosa intensidad. La muchacha le tendió un pañuelo que él aceptó agradecido, usándolo pasa limpiarse el sudor de la frente.
- ¡ARGH! ¡No vuelvas a hacerme correr así nunca más!
Hiei simplemente frunció el ceño, sin estar muy seguro de si le estaba regañando a él o a su ayudante.
- ¡Yusuke! - Botan le metió prisa, jugando con los mechones de cabello que quedaban libres de su cola de caballo - Explícale. . .
- ¿Explicarme el qué, ningen?
Yusuke resopló un par de veces más antes de que su respiración recobrara el ritmo normal y pudiera enderezarse.
- Es Kurama. Está. . . está enfermo, no vuelve en sí. . . Ha estado inconsciente durante más de dos días ya.
Ah, así que el objeto de si pequeña expedición ya no estaba en la fortaleza de Yomi. Era un dato interesante.
Se mordió el labio inferior durante un segundo, intentando no mostrar su alivio por el hecho de que el zorro estuviera al cuidado de Urameshi.
- Lo. . . lo sé.
Las dos caras se volvieron a la vez, mirándole con los ojos abiertos al máximo, desconcertados por la sorpresa.
- ¿Nani. . .? - Preguntó la vocecilla chillona de Botan.
El semblante de Hiei se oscureció de un modo siniestro. El cariz que había tomado la conversación obviamente le incomodaba. Yusuke continuó.
- Necesito que vengas conmigo.
Se giró para mirar una vez más las altas y, en apariencia, impenetrables murallas del castillo. Antes, Yomi debía morir. Debía hacerle justicia al zorro.
- No puedo.
Su mente ya estaba ocupada maquinando las múltiples y siniestras técnicas con las que torturaría, mutilaría y, finalmente, asesinaría al bastardo de las seis orejas que había querido poseer al zorro. Se puso en tensión para echar a correr.
Finos y blancos dedos le agarraron por la muñeca tan fuerte que sintió que se le cortaba la circulación. Botan intentaba retenerle tenazmente, obligándole a volverse i mirarla a los ojos, frunciendo el ceño amenazadoramente por haberse atrevido a interrumpirle. La mensajera espiritual del cabello azul se enfrentó a su mirada sin parpadear, sus propios ojos color rosa brillando a causa de las lágrimas.
- Tienes que venir Hiei - Su voz se quebró mientras las lágrimas empezaban a descender por sus blancas mejillas - Kurama se está muriendo. . . - La respiración de la muchacha se transformó en entrecortados jadeos, que pronto pasaron a ser sollozos - Sus documentos de defunción llegaron ayer al despacho de Koenma-sama. Hemos intentado retrasarlo pero. . . él está decidido. Y. . . - Su voz vaciló y un sollozo especialmente fuerte hizo temblar todo su cuerpo. Hiei no se había dado cuenta de lo mucho que el zorro se había hecho querer por aquella gente - Y no creo que Koenma, Georges y Hinageshi puedan retener los documentos durante más tiempo. . .
La expresión de su cara no cambió. Por supuesto que Kurama no se iba a morir. El estúpido zorro tenía tantas vidas como colas. ¿Y que había podido suceder para que Kurama deseara morir? ¿La violación? A Hiei no le parecía creíble que un youkai como el zorro se derrumbara a causa de algo que podía fácilmente olvidar. . . aunque le llevara algún tiempo (Hiei piensa así porque, evidentemente, no sabe NADA sobre sexo, y todavía tiene menos idea de lo que supone una violación).
Entonces, sus pensamientos volvieron las palabras con las que Kurama se separó de él aquella noche. . . hacía casi un mes. . .
"Ai shiteru, Hiei"
Te quiero.
"No. . . ¡Cállate! No lo entiendes. Nunca has querido entenderlo. . ." ¿O era él el que nunca había querido entenderlo? Kurama era su compañero desde hacía mucho tiempo, su único aliado, el único en el que podía confiar. La extraña alianza que compartía con los demás no era nada comparada con la callada amistad que había crecido entre Kurama y él.
"Ai shiteru, Hiei"
"¿Era verdad? ¡Dímelo, maldito seas! ¿Lo decías de verdad?"
"¿Me dejarías morir si te dijera que no?"
Apretó los dientes. "Kurama. . ."
- ¿Hiei. . .?
Un par de ojos color rosa y otros color chocolate miraban con miedo y preocupación a sus propios ojos color sangre. La desencajada expresión de su rostro se había hecho tan intensa que Yusuke empezaba a pensar que el demonio de fuego estaba poseído o algo así. ¿Hiei no quería proteger a Kurama? No podía ser.
Durante un instante, Hiei consideró la opción de desaparecer, huir de aquellos molestos ningen que le habían metido en aquella red de intrigas y sinsentidos. "¿Serás capaz?" Susurró una pequeña y sarcástica voz en su cabeza. "¿Crees que eres lo bastante fuerte como para, simplemente, largarte, sabiendo que Kurama. . . que tu ningen, tu Kurama. . . va a dejarse morir porque TÚ LE FALLASTE? Le fallaste y no fuiste capaz de protegerle de ese maldito ogro degenerado."
"¿Lo soy. . .?" La respuesta estalló en su mente, corta y furiosa. "Por supuesto que no lo eres, ¡baka!"
- ¿Dónde está?
Botan suspiró con alivio y ella y Yusuke condujeron al demonio de fuego junto al zorro.
~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~
Bien, al fin me veo libre de tediosas obligaciones y enseguida q he podido he "finiquitado" el capítulo. Espero que os guste ^^
Habéis conocido jamás algún ama de casa tan abnegada como Yukina? Si por esta chica fuera, todos los problemas se arreglarían con una tacita de te XD Es un encanto. Y quisiera dedicar también una mención especial al insuperable poder de deducción de super-Kuwabara q no se había dado cuenta de que su amigo estaba... digamos, "ido" XDDDDDDDDD Me encanta este hombre, es genial.
Tranquila Kat Baster, todos estamos deseando hacerle a Yomi lo mismo que tú, tu sadismo no es en absoluto exagerado ^_~
Bueno, yo me despido ya, esperando que lo disfrutéis¡¡¡
