CAPÍTULO 7: Empatía
- Kurama-san, ¿te apetece un poco de té?
No hubo respuesta. El brillo de la pulcramente cepillada melena color rubí era lo único que convencía a Yukina de que no estaba hablando con un cadáver. Kurama hubiera podido pasar por uno. ¿Por qué tardaba tanto Yusuke? Ya hacía dos días que se había marchado y, en aquel corto espacio de tiempo, Kurama había conseguido quedarse en los huesos, a base de no comer absolutamente nada. Hasta que, finalmente, Genkai regresó y obligó a Kurama a engullir varios platos de comida, uno tras otro.
Fue entonces cuando el zorro empezó a alimentarse como una persona normal, aunque no comía nada a menos que alguien se lo llevara a la boca. Yukina se encontró con que tendría que cuidar del maltrecho zorro como si de un bebé se tratara, dándole de comer ella misma, sin preguntar más si le apetecía o no. Simplemente le acercaba el ramen a la boca, entonces, él separaba un poco sus pálidos labios sensuales y la youkai de hielo se lo daba.
Tampoco se bañaba hasta que alguien le metía en el baño, le desnudaba y le ponía el jabón en la mano. No dormía si nadie le metía en la cama, y no se hubiera cambiado de ropa si Genkai no les hubiera obligado a todos a salir de la habitación para asear al zorro ella misma. Y lo peor de todo era que el kitsune no había pronunciado ni una sola palabra desde aquel débil suspiro que escapó de sus labios. Yukina empezaba a preguntarse si lo que fuera que le había ocurrido al zorro le habría desquiciado del todo.
Suspiró con abatimiento. Dejó la taza sobre la mesa frente al zorro y sirvió el te. La expresión de Kurama continuaba siendo ausente, el mismo semblante inexpresivo que había mantenido desde que salió del coma. Era como si el cuerpo estuviera allí, el ki estaba allí, pero la mente vagaba por algún otro sitio. Hizo que Kurama cerrara sus finos dedos alrededor de la taza y un pequeño suspiro de alivio salió de su boca cuando el pelirrojo se movió para beberlo. Kurama frunció la boca al contacto con el líquido, que le estaba escaldando la garganta. Yukina había pensado que, tal vez, un te muy caliente podría restituir al menos un parte de la conciencia de Kurama.
Para su inmensa sorpresa, cuando dejó apartó un poco la taza, las lágrimas empezaron a correr por las aterciopeladas mejillas del youko, sus ojos verdes, brillantes, parpadeaban bajo la suave luz de la bombilla. Kurama lloraba en silencio, e incluso entonces, ningún tipo de expresión apareció en su rostro de porcelana. Tan solo aquellas lágrimas, que al mismo tiempo asustaban y frustraban a la pequeña koorime.
- ¿Ku-Kurama-san?
Los párpados bajaron dolorosamente y los labios se movieron otra vez para susurrar aquel nombre, sólo que ningún sonido salió de su boca. Pero Yukina lo supo de todas formas, y deseó fervientemente que Yusuke volviera pronto. . . muy, muy pronto, o ya no quedaría nada más que la cáscara de Kurama, la mente habría abandonado completamente el cuerpo. Demente, perdido en ese nombre, el nombre que repetía incluso en sus febriles sueños.
Hiei. Kurama había estado repitiendo el nombre de Hiei.
La taza cayó de sus manos sin fuerzas. Por suerte, no se rompió cuando chocó contra la mesa, y Kurama dejó caer la cabeza sobre sus manos, fuertes sollozos desgarraban ahora su cuerpo enflaquecido. Yukina corrió a rodear al youko en un abrazo, siseando dulcemente palabras de consuelo en sus oídos, para evitar que Genkai le oyera llorar y decidiera meterle algo de sentido común en la cabeza de malos modos.
"Hiei-san. . . por favor, ven ya. . ."
***//~~~
Le costó reprimir la prisa que tenía por bajarse del remo de Botan y, entre unos arbustos, vomitar todo lo que había estado aguantando durante los cientos de kilómetros que había recorrido sobre aquel maldito remo, desde el Ningenkai al Makai y vuelta otra vez. Pero Yusuke se las arregló para conservar la dignidad frente a la mensajera del Reikai y la mirada de desdén del koorime, que le observaba cada vez más impaciente. Pero saltó del remo con una exclamación de alivio que le traicionó, e intentó remediarlo subiéndose bruscamente el cuello de la chaqueta cuando vio la preocupación en los ojos de Botan. Hiei le miró con asco.
- Hn.
Estaban a unas pocas yardas del templo de Genkai. El ningen parecía no poder dar un paso más a causa de los efectos del viaje. El koorime pensó, por un fugaz instante, en echarse a la espalda al humano cabeza hueca y llevarlo a cuestas el resto del camino. Aunque claro, del dicho al hecho. . .
- ¿Dónde está?
Yusuke jadeó, agarrándose el estómago, a punto de vomitar hasta las tripas sobre la hierba. Hizo acopio de las últimas fuerzas para señalar hacia el templo.
- Yuu-san - La voz de Botan sonaba apremiante - creo que deberíamos. . .
Hiei ya se había marchado. Yusuke puso los ojos en blanco y se zambulló entre los arbustos.
***//~~~
Todas las luces del templo estaban apagadas. Hiei se preguntó de nuevo qué era exactamente lo que estaba haciendo ahí, hasta que el rastro de ki le trajo el doloroso recuerdo de su objetivo.
Kurama.
¡El estúpido zorro! No sabía cómo se las había arreglado el zorro para penetrar así en sus pensamientos, tanto, que incluso había vuelto a toda prisa al mundo de los humanos imbéciles tan sólo para ayudar a alguien a quien no le unía ningún vínculo.
Y entonces lo recordó.
Kurama le había salvado el pellejo más veces de las que podía recordar, le había curado después de que liberara el Kokuryuuha, había cuidado de él cuando había salido seriamente perjudicado de alguna pelea, sin preocuparse por sus propias heridas, tan solo pendiente de socorrer al enano bastardo que se había desmayado en sus brazos. . . Kurama, vendiéndose a Yomi - "ese cerdo pervertido" - para comprar su libertad. . . Shimatta, ¡la verdad era que sí que estaba es deuda con el zorro!
"¿Y qué has hecho tú por él?"
Las palabras vinieron acompañadas de una sensación de culpa que ni siquiera sabía que era capaz de sentir. "Te mataré. . ."
"¿Podrás perdonarme Kurama? ¿Podrás. . .?"
- Hiei. . .
Sintió que su corazón saltaba dentro del pecho cuando el leve eco de aquella voz acarició sus oídos con la fantasmal tesitura de contralto. ". . . Ai shiteru, Hiei. . ."
- ¿Kurama?
Su voz sonó hueca y dilatada en el silencio de la habitación. La luz de la luna se derramaba sobre su espalda, e iluminaba débilmente la delgada silueta envuelta en gruesas mantas de franela sobre el futón. Kurama. Ojos verdes como gemas le miraban detenidamente. La esbelta figura no movió un solo músculo, tan solo permaneció quieta en aquella posición, completamente indefenso, atrapado entre la confusión del sueño y la siniestra presencia del visitante. La cabeza cayó de nuevo sobre la almohada y los párpados se cerraron del todo.
- ¿Kurama? - Repitió, sintiendo que se ahogaba al pronunciar aquel nombre. Se maldijo a sí mismo por su debilidad. Las palabras del zorro resonaban en su cabeza. Te quiero. ¿Sería capaz de mirarle a la cara después de todo lo que había pasado?
El zorro se giro, irguiéndose sobre los codos. Los grandes ojos verdes se abrieron otra vez y atraparon a Hiei en su enigmática profundidad. El kitsune no dijo nada, su cara vacía e impávida, la expresión de alguien que ya no tenía ninguna razón para seguir viviendo. Hiei sintió crecer el nudo de su garganta.
Pasó las piernas por encima del alfeizar de la ventana y acabó de entrar en la habitación. La luz de la luna que su cuerpo bloqueaba iluminó gentilmente el rostro del youko. Sí, había estado escondiendo cuidadosamente sus emociones, pero sus ojos, las ventanas de su alma, empezaron a llenarse de lágrimas al identificar al koorime. Hiei se quedó helado y sin ser capaz de moverse, mientras las perlas cristalinas caían, dejando ardientes marcas sobre la palidez de aquel rostro.
Él era Hiei, el ladrón, el asesino, el demonio. . . la maldición que había caído sobre una infinidad de youkais, la última visión de muchos más. . . y tenía miedo.
Podía sentir el miedo enroscándose alrededor de su corazón y estrujarlo. Y todo por el zorro. Las lágrimas del kitsune le habían desarmado. Extraño, nada le había afectado nunca de aquel modo.
Se acercó despacio, sin apartar los ojos del youko que se había enderezado un poco más y ahora abrazaba sus rodillas contra su pecho, los ojos atentamente fijos en Hiei. La mirada que le dirigían aquellos ojos, abiertos al máximo, aterrorizados; era suspicaz, recelosa. Un brusco contraste con las herméticas facciones de su preciosa, preciosa cara. Hiei se inclinó levemente para estudiar más de cerca el rostro del youko. Kurama se encogió más todavía, apretando tan fuertemente la sábana contra su pecho que los nudillos se le pusieron blancos a causa de la presión. El brillo de las lágrimas tenía a Hiei extasiado. Tan hermoso. . .
- Kurama. . . ¿Cómo puedes amarme?
No hubo respuesta. El cuerpo tenso y demacrado de Kurama empezó a temblar a medida que Hiei se acercaba, cada vez un poco más. Su respiración, ahora un suave cosquilleo en el pecho del kitsune. Cautelosamente, levantó una mano. Tocó ligeramente la barbilla del zorro con las puntas de los dedos, y acarició el borde de su cara. Su lengua se atrevió a salir de la boca para explorar, para probar el sabor de aquellas lágrimas.
Kurama se echó hacia atrás con un grito ahogado, todos los músculos de su cuerpo en tensión, su ki alborotándose instintivamente para protegerle en caso de que el intruso decidera reclamar sus atenciones.
- ¿Kurama? - La voz de Hiei estaba teñida de confusión ante la reacción del zorro que, de repente, le empujaba lejos de él. Había tanto dolor en aquellos ojos. . . La respiración del zorro se transformó en irregulares jadeos, las delicadas facciones de su cara quedaron rígidas, una oleada de terror histérico emanaba de él, golpeando a Hiei como si de un puñetazo se tratara - ¿Pero qué. . .? - Y finalmente lo entendió.
Se arrancó la cinta que cubría su frente. Hiei abrió el Jagan y tocó la frente del aterrorizado youko.
***
- Por favor, basta. . .
Se preguntó dónde estaba. Aquella voz. . . que suplicaba. . . tan familiar. Un momento, ¿Qué era lo que le empujaba con tal fuerza contra la cama? Sentía, sacudida tras sacudida, aquella agonía que nacía en un punto de su cuerpo, desplazarse a toda velocidad hacia su cerebro. Y luchó, tratando de abrir los ojos, para encontrarse con una venda que los cubría.
¿Nani. . .?
Se agitó otra vez, involuntariamente, y escuchó una voz profunda jadeando en su oído. Hiei se puso rígido a causa de la ira. ¡Yomi. . .! Entonces, eso significaba que. . .
Parpadeó y contempló la desconocida y vasta expansión de la mente de Kurama. El zorro estaba reviviendo lo que fuera aquella devastadora experiencia que había sufrido a manos de Yomi por la libertad de Hiei. Ahora, el kitsune le permitiría SENTIR exactamente lo mismo que él sintió, invocando el recuerdo de todo lo que pasó en un torrente de escenas rebosantes de horror. Cada punzada de dolor tan real como si estuviese ocurriendo en ese preciso instante.
- Noo. . . - Sollozó la voz de contralto.
Hiei creyó oír otras voces a parte del lamento lleno de angustia del kitsune y los fuertes jadeos de Yomi. Había fugaces jirones de pensamientos, ideas, frases. . . y tan llenos de melancolía que el demonio de fuego llegó a sentir una desconocida reacción de sus ojos.
~ Él no nos quiere, Suuichi. . . ~ Lo reconoció. Youko Kurama. El kitsune sonaba tan triste, dolorido. Tragó saliva.
Un violento sollozo contestó al anterior susurro. Otra voz apareció, suave y tímida, tan cansada, tan resignada. . .
~ No. . . no creo que pueda seguir así. . . No después de lo que ha pasado, no si él no nos quiere. . .
Hiei dio un penetrante alarido y replegó su ki.
***
Cuando volvió en sí otra vez, se encontró con que Kurama, poco a poco, se había acercado a él, poniéndose a su alcance. Sus brazos rodearon la fina cintura del youko con ademán protector. Kurama le miraba con una mezcla de miedo y necesidad, en su rostro se dibujó la primera expresión humana con la que gratificaba a alguien desde que escapó de las garras de Yomi. Instintivamente, Hiei alzó la mano para apartar los sedosos mechones que caían sobre el delicado rostro del zorro, las puntas de sus dedos se deslizaron por la mejilla de Kurama en una suave, casi reticente caricia.
Kurama hizo un esfuerzo y la boca finalmente se abrió para repetir las palabras que habían estado torturando a Hiei durante todo un mes.
- Ai shiteru.
Miró fijamente aquellos grandes ojos confiados, repitiéndose una y otra vez las entrañables palabras en su turbada mente. Y de pronto se dio cuenta de la proximidad de Kurama, del delicado tacto de su piel bajo el fuerte, aunque aún dubitativo, abrazo de Hiei, la salvaje oleada de esperanza en aquellos ojos esmeralda. Su cuerpo reaccionó casi violentamente de una manera que nunca, jamás, hubiera esperado de sí mismo.
Besó a Kurama, una ligera presión sobre los labios tan suave como la caricia de una pluma. Y se sintió inundado por el alivio al ver que, esta vez, el youko no se asustaba ni huía de él.
- Zorro, yo. . . - Tragó saliva, de pronto incapaz de hablar, su garganta se negaba a dejar salir las palabras que quería pronunciar, gritar, y que aún así, no podrían expresar todo lo que estaba sintiendo y que no podía racionalizar.
Notó que Kurama se relajaba al contacto con su cuerpo. Cuatro semanas de tensión, dolor, indescriptible terror, continuas bofetadas de rechazo que le habían causado tanto dolor como para estar sufriendo una vida entera. Todo se desvaneció ante el sabor de los labios de Hiei.
- Itooshi - Murmuró, cerrando los ojos, sin importarle ya si el demonio de fuego admitía o respondía a sus muestras de cariño. Al fin se sentía a salvo, por primera vez desde hacía un mes entero.
Hiei volvió a acostarle con cuidado en la cama, acariciando gentilmente su enmarañado cabello rojo, analizando aquella nueva, desconcertante, amilanadora y, aún así, extrañamente fascinante emoción que le asaltaba, que templaba su alma, que le dejaba débil, jadeante y anhelando liberarse de aquella opresión en su pecho.
Pasó un dedo por los labios ligeramente separados del zorro. Besó a Kurama una última vez, su lengua acarició momentáneamente la veta abierta entre los labios del kitsune y, una vez estuvo seguro de que se había dormido, se levantó y volvió a cubrir su Jagan. Deslizando las piernas sobre el alfeizar de la ventana, dirigió una última mirada a la figura que finalmente dormía en paz. Había tomado una decisión.
- Te quiero, Kurama.
Se preparó para marchar, con el pensamiento de una tarea inacabada en mente. Ahora, dondequiera que estuviese Yomi, Hiei iba a matarle, aunque para ello tuviera que arrasarar los tres mundos.
Un leve movimiento de aire, y ya no estaba.
***//~~~
Los ojos de Shura vigilaban las sombras alargadas del atardecer de camino a su habitación, esperando, por el amor de todos los dioses, no encontrarse con su padre. No había nada que hiciera temer la aparición de Yomi en el oscuro corredor, y Shura no detectó el característico rastro de ki de su padre. De momento todo iba bien.
Habían pasado tres días desde que el bishounen youko escapó de las siniestras garras de su padre. Shura estaba intentando olvidar. . . Olvidar aquella áspera voz indefensa, olvidar al desesperado kitsune retorciéndose de dolor bajo las fieras caricias de su padre, olvidar los lamentos en plena noche suplicando que todo aquello acabase, aquel espeluznante llanto implorando que le liberase. Si de la agresión sexual o de aquel repugnante placer que recorría su cuerpo, Shura no lo sabía.
Tres días. . . evitando a su padre, eludiendo las tontas preguntas sobre su extraño mal humor con las que sus amigos le agobiaban., intentando poner en práctica cualquiera de las técnicas de lavado de cerebro que encontraba en los libros y manuscritos de su padre. Cualquier cosa con tal de borrar de su mente los horribles sollozos suplicantes que salían de la garganta del kitsune, cualquier cosa con tal de olvidar que había visto a su padre, un youkai de clase S y señor de al menos la tercera parte del Makai, dejando caer todo su peso, poder y hambriento lívido sobre el indefenso youko.
Llevaba tres días vagando por el castillo perdido en sus pensamientos. La única imagen que veía era la implorante expresión de los ojos de Kurama, lo único que era capaz de sentir eran las inútiles vibraciones del ki del youko en un desesperado intento por manipular alguna planta - Aunque no había ninguna cerca de él, Yomi se había ocupado de eso - que le liberara de aquella agonía.
El joven youkai se dejó caer en la cama con un suspiro. No debía dejar la puerta abierta, eso le exponía a una visita sorpresa de su padre. Se estremeció sólo de pensarlo. Su padre - ¡No, no! - Yomi deseaba a Kurama demasiado. Todo era culpa de aquel estúpido zorro. ¿Quién le había pedido que viniera todos los putos fines de semana y que pasara cada maldito minuto con su padre, su libidinoso e insaciable padre? ¿Es que le gustaba ponerse a tiro? ¡Ser violado una y otra vez durante cuatro semanas enteras no era castigo suficiente! Shura empezó a sollozar. "No es suficiente. . ."
Tan absorto estaba el niño en su propio tormento que no se percató del bastante mal disimulado youki del demonio de fuego que se había introducido en el palacio camuflándose entre las sombras.
Con esta distracción, selló el destino de su padre.
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Menudo capítulo, verdad? Es uno de mis favoritos ^_^
No se os ha quedado la lagrimilla luchando por salir cuando Kurama le ha dicho Itooshi a Hiei??? A mí esa escenita me emocionó de mala manera. Y q me decís de Hiei, q está descubriendo "todo un mundo de nuevas sensaciones"? Q se prepare Yomi, q ahí va un demonio de fuego muy, muuuuuy cabreado JUAAAAAAAAASSSSSSS
Aunq, ahora mismo, el que más me preocupa es el pequeño Shura, q no consigue superar ese trauma. Pobrecito, hasta a mí me da pena, y eso q me cae mal...
Bueno, me despido. Espero q os haya gustado y q, para el próximo viaje en remo, Yusuke coja las biodraminas XDDDDDDDDD
- Kurama-san, ¿te apetece un poco de té?
No hubo respuesta. El brillo de la pulcramente cepillada melena color rubí era lo único que convencía a Yukina de que no estaba hablando con un cadáver. Kurama hubiera podido pasar por uno. ¿Por qué tardaba tanto Yusuke? Ya hacía dos días que se había marchado y, en aquel corto espacio de tiempo, Kurama había conseguido quedarse en los huesos, a base de no comer absolutamente nada. Hasta que, finalmente, Genkai regresó y obligó a Kurama a engullir varios platos de comida, uno tras otro.
Fue entonces cuando el zorro empezó a alimentarse como una persona normal, aunque no comía nada a menos que alguien se lo llevara a la boca. Yukina se encontró con que tendría que cuidar del maltrecho zorro como si de un bebé se tratara, dándole de comer ella misma, sin preguntar más si le apetecía o no. Simplemente le acercaba el ramen a la boca, entonces, él separaba un poco sus pálidos labios sensuales y la youkai de hielo se lo daba.
Tampoco se bañaba hasta que alguien le metía en el baño, le desnudaba y le ponía el jabón en la mano. No dormía si nadie le metía en la cama, y no se hubiera cambiado de ropa si Genkai no les hubiera obligado a todos a salir de la habitación para asear al zorro ella misma. Y lo peor de todo era que el kitsune no había pronunciado ni una sola palabra desde aquel débil suspiro que escapó de sus labios. Yukina empezaba a preguntarse si lo que fuera que le había ocurrido al zorro le habría desquiciado del todo.
Suspiró con abatimiento. Dejó la taza sobre la mesa frente al zorro y sirvió el te. La expresión de Kurama continuaba siendo ausente, el mismo semblante inexpresivo que había mantenido desde que salió del coma. Era como si el cuerpo estuviera allí, el ki estaba allí, pero la mente vagaba por algún otro sitio. Hizo que Kurama cerrara sus finos dedos alrededor de la taza y un pequeño suspiro de alivio salió de su boca cuando el pelirrojo se movió para beberlo. Kurama frunció la boca al contacto con el líquido, que le estaba escaldando la garganta. Yukina había pensado que, tal vez, un te muy caliente podría restituir al menos un parte de la conciencia de Kurama.
Para su inmensa sorpresa, cuando dejó apartó un poco la taza, las lágrimas empezaron a correr por las aterciopeladas mejillas del youko, sus ojos verdes, brillantes, parpadeaban bajo la suave luz de la bombilla. Kurama lloraba en silencio, e incluso entonces, ningún tipo de expresión apareció en su rostro de porcelana. Tan solo aquellas lágrimas, que al mismo tiempo asustaban y frustraban a la pequeña koorime.
- ¿Ku-Kurama-san?
Los párpados bajaron dolorosamente y los labios se movieron otra vez para susurrar aquel nombre, sólo que ningún sonido salió de su boca. Pero Yukina lo supo de todas formas, y deseó fervientemente que Yusuke volviera pronto. . . muy, muy pronto, o ya no quedaría nada más que la cáscara de Kurama, la mente habría abandonado completamente el cuerpo. Demente, perdido en ese nombre, el nombre que repetía incluso en sus febriles sueños.
Hiei. Kurama había estado repitiendo el nombre de Hiei.
La taza cayó de sus manos sin fuerzas. Por suerte, no se rompió cuando chocó contra la mesa, y Kurama dejó caer la cabeza sobre sus manos, fuertes sollozos desgarraban ahora su cuerpo enflaquecido. Yukina corrió a rodear al youko en un abrazo, siseando dulcemente palabras de consuelo en sus oídos, para evitar que Genkai le oyera llorar y decidiera meterle algo de sentido común en la cabeza de malos modos.
"Hiei-san. . . por favor, ven ya. . ."
***//~~~
Le costó reprimir la prisa que tenía por bajarse del remo de Botan y, entre unos arbustos, vomitar todo lo que había estado aguantando durante los cientos de kilómetros que había recorrido sobre aquel maldito remo, desde el Ningenkai al Makai y vuelta otra vez. Pero Yusuke se las arregló para conservar la dignidad frente a la mensajera del Reikai y la mirada de desdén del koorime, que le observaba cada vez más impaciente. Pero saltó del remo con una exclamación de alivio que le traicionó, e intentó remediarlo subiéndose bruscamente el cuello de la chaqueta cuando vio la preocupación en los ojos de Botan. Hiei le miró con asco.
- Hn.
Estaban a unas pocas yardas del templo de Genkai. El ningen parecía no poder dar un paso más a causa de los efectos del viaje. El koorime pensó, por un fugaz instante, en echarse a la espalda al humano cabeza hueca y llevarlo a cuestas el resto del camino. Aunque claro, del dicho al hecho. . .
- ¿Dónde está?
Yusuke jadeó, agarrándose el estómago, a punto de vomitar hasta las tripas sobre la hierba. Hizo acopio de las últimas fuerzas para señalar hacia el templo.
- Yuu-san - La voz de Botan sonaba apremiante - creo que deberíamos. . .
Hiei ya se había marchado. Yusuke puso los ojos en blanco y se zambulló entre los arbustos.
***//~~~
Todas las luces del templo estaban apagadas. Hiei se preguntó de nuevo qué era exactamente lo que estaba haciendo ahí, hasta que el rastro de ki le trajo el doloroso recuerdo de su objetivo.
Kurama.
¡El estúpido zorro! No sabía cómo se las había arreglado el zorro para penetrar así en sus pensamientos, tanto, que incluso había vuelto a toda prisa al mundo de los humanos imbéciles tan sólo para ayudar a alguien a quien no le unía ningún vínculo.
Y entonces lo recordó.
Kurama le había salvado el pellejo más veces de las que podía recordar, le había curado después de que liberara el Kokuryuuha, había cuidado de él cuando había salido seriamente perjudicado de alguna pelea, sin preocuparse por sus propias heridas, tan solo pendiente de socorrer al enano bastardo que se había desmayado en sus brazos. . . Kurama, vendiéndose a Yomi - "ese cerdo pervertido" - para comprar su libertad. . . Shimatta, ¡la verdad era que sí que estaba es deuda con el zorro!
"¿Y qué has hecho tú por él?"
Las palabras vinieron acompañadas de una sensación de culpa que ni siquiera sabía que era capaz de sentir. "Te mataré. . ."
"¿Podrás perdonarme Kurama? ¿Podrás. . .?"
- Hiei. . .
Sintió que su corazón saltaba dentro del pecho cuando el leve eco de aquella voz acarició sus oídos con la fantasmal tesitura de contralto. ". . . Ai shiteru, Hiei. . ."
- ¿Kurama?
Su voz sonó hueca y dilatada en el silencio de la habitación. La luz de la luna se derramaba sobre su espalda, e iluminaba débilmente la delgada silueta envuelta en gruesas mantas de franela sobre el futón. Kurama. Ojos verdes como gemas le miraban detenidamente. La esbelta figura no movió un solo músculo, tan solo permaneció quieta en aquella posición, completamente indefenso, atrapado entre la confusión del sueño y la siniestra presencia del visitante. La cabeza cayó de nuevo sobre la almohada y los párpados se cerraron del todo.
- ¿Kurama? - Repitió, sintiendo que se ahogaba al pronunciar aquel nombre. Se maldijo a sí mismo por su debilidad. Las palabras del zorro resonaban en su cabeza. Te quiero. ¿Sería capaz de mirarle a la cara después de todo lo que había pasado?
El zorro se giro, irguiéndose sobre los codos. Los grandes ojos verdes se abrieron otra vez y atraparon a Hiei en su enigmática profundidad. El kitsune no dijo nada, su cara vacía e impávida, la expresión de alguien que ya no tenía ninguna razón para seguir viviendo. Hiei sintió crecer el nudo de su garganta.
Pasó las piernas por encima del alfeizar de la ventana y acabó de entrar en la habitación. La luz de la luna que su cuerpo bloqueaba iluminó gentilmente el rostro del youko. Sí, había estado escondiendo cuidadosamente sus emociones, pero sus ojos, las ventanas de su alma, empezaron a llenarse de lágrimas al identificar al koorime. Hiei se quedó helado y sin ser capaz de moverse, mientras las perlas cristalinas caían, dejando ardientes marcas sobre la palidez de aquel rostro.
Él era Hiei, el ladrón, el asesino, el demonio. . . la maldición que había caído sobre una infinidad de youkais, la última visión de muchos más. . . y tenía miedo.
Podía sentir el miedo enroscándose alrededor de su corazón y estrujarlo. Y todo por el zorro. Las lágrimas del kitsune le habían desarmado. Extraño, nada le había afectado nunca de aquel modo.
Se acercó despacio, sin apartar los ojos del youko que se había enderezado un poco más y ahora abrazaba sus rodillas contra su pecho, los ojos atentamente fijos en Hiei. La mirada que le dirigían aquellos ojos, abiertos al máximo, aterrorizados; era suspicaz, recelosa. Un brusco contraste con las herméticas facciones de su preciosa, preciosa cara. Hiei se inclinó levemente para estudiar más de cerca el rostro del youko. Kurama se encogió más todavía, apretando tan fuertemente la sábana contra su pecho que los nudillos se le pusieron blancos a causa de la presión. El brillo de las lágrimas tenía a Hiei extasiado. Tan hermoso. . .
- Kurama. . . ¿Cómo puedes amarme?
No hubo respuesta. El cuerpo tenso y demacrado de Kurama empezó a temblar a medida que Hiei se acercaba, cada vez un poco más. Su respiración, ahora un suave cosquilleo en el pecho del kitsune. Cautelosamente, levantó una mano. Tocó ligeramente la barbilla del zorro con las puntas de los dedos, y acarició el borde de su cara. Su lengua se atrevió a salir de la boca para explorar, para probar el sabor de aquellas lágrimas.
Kurama se echó hacia atrás con un grito ahogado, todos los músculos de su cuerpo en tensión, su ki alborotándose instintivamente para protegerle en caso de que el intruso decidera reclamar sus atenciones.
- ¿Kurama? - La voz de Hiei estaba teñida de confusión ante la reacción del zorro que, de repente, le empujaba lejos de él. Había tanto dolor en aquellos ojos. . . La respiración del zorro se transformó en irregulares jadeos, las delicadas facciones de su cara quedaron rígidas, una oleada de terror histérico emanaba de él, golpeando a Hiei como si de un puñetazo se tratara - ¿Pero qué. . .? - Y finalmente lo entendió.
Se arrancó la cinta que cubría su frente. Hiei abrió el Jagan y tocó la frente del aterrorizado youko.
***
- Por favor, basta. . .
Se preguntó dónde estaba. Aquella voz. . . que suplicaba. . . tan familiar. Un momento, ¿Qué era lo que le empujaba con tal fuerza contra la cama? Sentía, sacudida tras sacudida, aquella agonía que nacía en un punto de su cuerpo, desplazarse a toda velocidad hacia su cerebro. Y luchó, tratando de abrir los ojos, para encontrarse con una venda que los cubría.
¿Nani. . .?
Se agitó otra vez, involuntariamente, y escuchó una voz profunda jadeando en su oído. Hiei se puso rígido a causa de la ira. ¡Yomi. . .! Entonces, eso significaba que. . .
Parpadeó y contempló la desconocida y vasta expansión de la mente de Kurama. El zorro estaba reviviendo lo que fuera aquella devastadora experiencia que había sufrido a manos de Yomi por la libertad de Hiei. Ahora, el kitsune le permitiría SENTIR exactamente lo mismo que él sintió, invocando el recuerdo de todo lo que pasó en un torrente de escenas rebosantes de horror. Cada punzada de dolor tan real como si estuviese ocurriendo en ese preciso instante.
- Noo. . . - Sollozó la voz de contralto.
Hiei creyó oír otras voces a parte del lamento lleno de angustia del kitsune y los fuertes jadeos de Yomi. Había fugaces jirones de pensamientos, ideas, frases. . . y tan llenos de melancolía que el demonio de fuego llegó a sentir una desconocida reacción de sus ojos.
~ Él no nos quiere, Suuichi. . . ~ Lo reconoció. Youko Kurama. El kitsune sonaba tan triste, dolorido. Tragó saliva.
Un violento sollozo contestó al anterior susurro. Otra voz apareció, suave y tímida, tan cansada, tan resignada. . .
~ No. . . no creo que pueda seguir así. . . No después de lo que ha pasado, no si él no nos quiere. . .
Hiei dio un penetrante alarido y replegó su ki.
***
Cuando volvió en sí otra vez, se encontró con que Kurama, poco a poco, se había acercado a él, poniéndose a su alcance. Sus brazos rodearon la fina cintura del youko con ademán protector. Kurama le miraba con una mezcla de miedo y necesidad, en su rostro se dibujó la primera expresión humana con la que gratificaba a alguien desde que escapó de las garras de Yomi. Instintivamente, Hiei alzó la mano para apartar los sedosos mechones que caían sobre el delicado rostro del zorro, las puntas de sus dedos se deslizaron por la mejilla de Kurama en una suave, casi reticente caricia.
Kurama hizo un esfuerzo y la boca finalmente se abrió para repetir las palabras que habían estado torturando a Hiei durante todo un mes.
- Ai shiteru.
Miró fijamente aquellos grandes ojos confiados, repitiéndose una y otra vez las entrañables palabras en su turbada mente. Y de pronto se dio cuenta de la proximidad de Kurama, del delicado tacto de su piel bajo el fuerte, aunque aún dubitativo, abrazo de Hiei, la salvaje oleada de esperanza en aquellos ojos esmeralda. Su cuerpo reaccionó casi violentamente de una manera que nunca, jamás, hubiera esperado de sí mismo.
Besó a Kurama, una ligera presión sobre los labios tan suave como la caricia de una pluma. Y se sintió inundado por el alivio al ver que, esta vez, el youko no se asustaba ni huía de él.
- Zorro, yo. . . - Tragó saliva, de pronto incapaz de hablar, su garganta se negaba a dejar salir las palabras que quería pronunciar, gritar, y que aún así, no podrían expresar todo lo que estaba sintiendo y que no podía racionalizar.
Notó que Kurama se relajaba al contacto con su cuerpo. Cuatro semanas de tensión, dolor, indescriptible terror, continuas bofetadas de rechazo que le habían causado tanto dolor como para estar sufriendo una vida entera. Todo se desvaneció ante el sabor de los labios de Hiei.
- Itooshi - Murmuró, cerrando los ojos, sin importarle ya si el demonio de fuego admitía o respondía a sus muestras de cariño. Al fin se sentía a salvo, por primera vez desde hacía un mes entero.
Hiei volvió a acostarle con cuidado en la cama, acariciando gentilmente su enmarañado cabello rojo, analizando aquella nueva, desconcertante, amilanadora y, aún así, extrañamente fascinante emoción que le asaltaba, que templaba su alma, que le dejaba débil, jadeante y anhelando liberarse de aquella opresión en su pecho.
Pasó un dedo por los labios ligeramente separados del zorro. Besó a Kurama una última vez, su lengua acarició momentáneamente la veta abierta entre los labios del kitsune y, una vez estuvo seguro de que se había dormido, se levantó y volvió a cubrir su Jagan. Deslizando las piernas sobre el alfeizar de la ventana, dirigió una última mirada a la figura que finalmente dormía en paz. Había tomado una decisión.
- Te quiero, Kurama.
Se preparó para marchar, con el pensamiento de una tarea inacabada en mente. Ahora, dondequiera que estuviese Yomi, Hiei iba a matarle, aunque para ello tuviera que arrasarar los tres mundos.
Un leve movimiento de aire, y ya no estaba.
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Los ojos de Shura vigilaban las sombras alargadas del atardecer de camino a su habitación, esperando, por el amor de todos los dioses, no encontrarse con su padre. No había nada que hiciera temer la aparición de Yomi en el oscuro corredor, y Shura no detectó el característico rastro de ki de su padre. De momento todo iba bien.
Habían pasado tres días desde que el bishounen youko escapó de las siniestras garras de su padre. Shura estaba intentando olvidar. . . Olvidar aquella áspera voz indefensa, olvidar al desesperado kitsune retorciéndose de dolor bajo las fieras caricias de su padre, olvidar los lamentos en plena noche suplicando que todo aquello acabase, aquel espeluznante llanto implorando que le liberase. Si de la agresión sexual o de aquel repugnante placer que recorría su cuerpo, Shura no lo sabía.
Tres días. . . evitando a su padre, eludiendo las tontas preguntas sobre su extraño mal humor con las que sus amigos le agobiaban., intentando poner en práctica cualquiera de las técnicas de lavado de cerebro que encontraba en los libros y manuscritos de su padre. Cualquier cosa con tal de borrar de su mente los horribles sollozos suplicantes que salían de la garganta del kitsune, cualquier cosa con tal de olvidar que había visto a su padre, un youkai de clase S y señor de al menos la tercera parte del Makai, dejando caer todo su peso, poder y hambriento lívido sobre el indefenso youko.
Llevaba tres días vagando por el castillo perdido en sus pensamientos. La única imagen que veía era la implorante expresión de los ojos de Kurama, lo único que era capaz de sentir eran las inútiles vibraciones del ki del youko en un desesperado intento por manipular alguna planta - Aunque no había ninguna cerca de él, Yomi se había ocupado de eso - que le liberara de aquella agonía.
El joven youkai se dejó caer en la cama con un suspiro. No debía dejar la puerta abierta, eso le exponía a una visita sorpresa de su padre. Se estremeció sólo de pensarlo. Su padre - ¡No, no! - Yomi deseaba a Kurama demasiado. Todo era culpa de aquel estúpido zorro. ¿Quién le había pedido que viniera todos los putos fines de semana y que pasara cada maldito minuto con su padre, su libidinoso e insaciable padre? ¿Es que le gustaba ponerse a tiro? ¡Ser violado una y otra vez durante cuatro semanas enteras no era castigo suficiente! Shura empezó a sollozar. "No es suficiente. . ."
Tan absorto estaba el niño en su propio tormento que no se percató del bastante mal disimulado youki del demonio de fuego que se había introducido en el palacio camuflándose entre las sombras.
Con esta distracción, selló el destino de su padre.
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Menudo capítulo, verdad? Es uno de mis favoritos ^_^
No se os ha quedado la lagrimilla luchando por salir cuando Kurama le ha dicho Itooshi a Hiei??? A mí esa escenita me emocionó de mala manera. Y q me decís de Hiei, q está descubriendo "todo un mundo de nuevas sensaciones"? Q se prepare Yomi, q ahí va un demonio de fuego muy, muuuuuy cabreado JUAAAAAAAAASSSSSSS
Aunq, ahora mismo, el que más me preocupa es el pequeño Shura, q no consigue superar ese trauma. Pobrecito, hasta a mí me da pena, y eso q me cae mal...
Bueno, me despido. Espero q os haya gustado y q, para el próximo viaje en remo, Yusuke coja las biodraminas XDDDDDDDDD
