CAPÍTULO 8: Acabaré contigo
Perezosamente, Yomi movió la mano para cubrir un bostezo. Estaba bastante aburrido últimamente, desde que Kurama, a saber cómo, había conseguido escapar de la habitación vigilada, la habitación donde Yomi guardaba su juguete, su precioso kitsune. La verdad era que Kurama le había proporcionado más que suficientes "sesiones privadas" de diversión, aunque su característica falta de cortesía ante las tiernas atenciones de Yomi habían puesto a prueba la paciencia del monarca. Al final, claro, le había obligado a usar la violencia. Y es que el testarudo de Kurama no se hubiera dejado follar hasta que alguien le hubiera atado, amordazado y encadenado a la cama para desproveerle de su apetitosa virginidad humana. Ah, bueno, vencer la excitante resistencia del zorro ya era suficiente placer. Kurama era realmente escurridizo, no se dejaba hacer, se retorcía, intentaba escabullirse de las hambrientas caricias de Yomi. Al final, su lucha siempre resultaba inútil y la dura y palpitante carne de Yomi inevitablemente ahondaba en su dulce y virgen cuerpo.
También fue una buena idea eso de encadenar al taciturno demonio de fuego que su zorro tanto adoraba. Y fue una suerte también que accediera al trueque tan rápidamente. Kurama estaba dispuesto. . . Yomi se preguntó, con mórbida y perversa curiosidad, si Hiei era capaz de imaginarse lo que le había ocurrido a su amigo. El demonio de fuego no sólo era un tremendo incordio, sino que también era increíblemente iluso.
Rió quedamente imaginándose a Kurama explicando de qué iba el sexo y, más concretamente, una violación, a un boquiabierto y petrificado youkai, cuya inicial expresión de inocencia pronto sería reemplazada por una de asco.
"El precio del saber, Hiei-chan" pensó con una sonrisa burlona, recordando como había reaccionado el jaganshi ante la declaración de amor de Kurama. Hiei había puesto una cara como si al kitsune le hubieran crecido dos cabezas o algo así, y se había negado en redondo a contestar. Sólo AQUELLO, ya valía por un millón de noches durmiendo solo. Aunque, claro, Yomi hubiera preferido disfrutar de la compañía del kitsune un poco más.
Volviéndose hacia la mesa, cogió una botella de cristal tallado que contenía un brandy del Makai, fuerte y amargo. Se lo había hecho beber al youko para mantenerle atontado, y descubrió que el licor le hacía perder fácilmente las fuerzas, haciendo que ya no le fuera posible resistirse cuando Yomi llegaba pidiendo retozar un poco a media mañana. La verdad es que era como follarse a un pez fuera del agua - Kurama jadeaba con la boca muy abierta buscando aire, y hacía aquellos ruiditos nerviosos - pero eso le permitía a Yomi jugar con su bishounen unas cuantas horas más, obteniendo fácilmente el placer que venía buscando.
Una ráfaga de youki le hizo dar un respingo y apretar fuertemente el cuello de la botella, haciendo que el fino cristal estallara en mil pedazos, algunos de los cuales se le clavaron en la piel. Así que otro intruso había conseguido burlar las defensas del castillo. Esta vez el comandante de la guardia lo iba a lamentar. Yomi iba retorcerle el pescuezo, a él y a todo el regimiento de inútiles que patrullaban las murallas.
Pero, de momento, se entretendría torturando él mismo al desgraciado que se había atrevido a colarse en el castillo. Pobre iluso. . . Se preguntó si sería un rival digno que le compensara por la pérdida de su kitsune.
El youki se intensificó, y la sombra que había penetrado en la habitación tomó la forma de una pequeña silueta vestida de negro. El monarca youkai dio un paso hacia atrás involuntariamente ante la fiereza de la energía que irradiaba aquellas ondas malévolas de ki. Todo provenía de la figura delgada, envuelta en una capa negra que había aparecido de repente en sus aposentos. Hiei miraba fijamente al asombrado youkai con una mezcla de ira homicida y malicioso júbilo por hallarlo solo.
Yomi cambió de golpe la cara de aburrimiento que tenía hasta entonces por otra que reflejaba la furia y los celos irracionales que el youkai de fuego despertaba en él. Conque venía a reclamar sus derechos sobre el kitsune, ¿eh?
- Así que. . . - Susurró, jugando con los restos de la botella entre los dedos - has venido a vengar al zorro, ¿ne, Hiei-chan?
El diminuto demonio de fuego gruñó, desenvainando su katana. El chirrido del metal rozando la vaina hirió los sensibles oídos de Yomi.
- No me llames así.
- ¿Ne? Pero, Hiei-chan. . . ¿le has preguntado al zorrito de tu corazón POR QUÉ vino a mí? ¿Por qué tú acabaste encadenado en mis mazmorras y él en mi cama?
Hiei mostró los colmillos, adoptando la posición de ataque.
- ¡Sé lo suficiente¡ Te atreviste a ponerle las manos encima. . . ¡Ahora sufrirás las consecuencias!
Con un atronador grito que traicionaba la sangre fría con la que normalmente luchaba el koorime, y que mostraba su alterado estado de ánimo, Hiei atacó. Yomi le bloqueó instintivamente. La afilada hoja de la katana se hundió en la carne de su antebrazo derecho, atravesándolo hasta el hueso. Hiei retiró la espada, algo sorprendido de que su ataque hubiera sido neutralizado de forma tan efectiva. El brazo de Yomi no debería ser más que un muñón sanguinolento tirado en el suelo.
- ¡Kisama! Acabaré contigo.
Hiei dio un salto hacia atrás para escapar de la bola de ki que se materializaba en el brazo herido de su rival. La cara de Yomi era una mueca de dolor a causa de la herida, pese a haber sido capaz de evitar males mayores.
La bola abandonó la mano de Yomi, describiendo una trayectoria parabólica. Hiei se tambaleó cuando la ráfaga de ki le alcanzó en el lado izquierdo del pecho, maldiciéndose a sí mismo por una maniobra tan torpe al intentar esquivarlo. Yomi gritaba de rabia mientras Hiei saltaba para esquivar las sucesivas bolas de ki que le lanzaba. Tuvo que contorsionarse para ponerse fuera del alcance de la katana. Hiei atacaba incansablemente, afilados mandobles pasaban casi rozando el pecho del youkai de las múltiples orejas. Por un pelo.
- ¡Kisama! ¿Por qué no te mueres de una vez?
El ki se acumuló de nuevo en las puntas de sus dedos. El demonio de fuego no estaba del todo concentrado en la lucha, probablemente por lo que le había dicho sobre Kurama. El youki de Hiei fluctuaba inestablemente y las vendas de su brazo derecho empezaban a quemarse. Aquello se estaba poniendo feo.
Canalizando su ki hacía el filo de la espada, Hiei le fustigó con hábiles estocadas. Una mirada asesina hacía brillar sus ojos escarlata febrilmente. Yomi sonrió. Aunque no podía ver la expresión atormentada del koorime, sabía que Hiei estaba a punto de cometer algún error. . . pronto. . .
Era su oportunidad. Hiei se escabulló ágilmente de otro ataque, los ojos intensamente fijos en el maldito ogro, alzó la espada en posición de guardia y atacó de nuevo, gritando las palabras para invocar las llamas negras.
- ¡Jaou Ensatsu Ken!
Volutas de un ki oscuro salieron de la punta de su espada, Yomi se agachó rápidamente y rodó por el suelo, mostrando fieramente los dientes mientras Hiei intentaba recobrar el equilibrio. Acumuló el ki en sus manos para lanzar un último y mortal disparo.
- ¡HIEI!
El coro de voces que recorrió la tensa atmósfera hizo que los dos adversarios interrumpieran bruscamente su lucha. Dos figuras emergieron de la oscuridad. Alto y esbelto, vestido tan sólo con el pijama verde musgo que Yukina había traído de la casa de Shiori, Kurama estaba paralizado en la puerta de la habitación, su hermoso rostro teñido de una profunda angustia. Su delgado cuerpo temblaba, pero no a causa del aire frío propio de las noches del Makai, sino porque las dos personas que habían marcado su vida - sus dos vidas, en realidad - estaban a punto de matarse el uno al otro. De pie junto al débil youko, majestuosa y altiva, estaba Mukuro. Sus manos también brillaban a causa del ki que estaba acumulando, una visible señal de sus intenciones. Una gran entrada.
Yomi alzó las manos y descargó todo el ki que había estado preparando. Vio que los ojos del youkai de fuego viraban desde los recién llegados hasta la bola de ki que se dirigía directamente hacia su cara. . .
Dio un salto precipitado hacia atrás y la bola de energía explotó a pocos metros de su cuerpo. Kurama y Mukuro también fueron lanzados hacia atrás. El zorro, siempre tan caballeroso, había intentado proteger a Mukuro de la explosión (algo completamente innecesario, si se tiene en cuenta que ella era bastante más poderosa que el youko).
Hiei alzó la cabeza débilmente, sintiendo los efectos que la opresiva fuerza del disparo de Yomi había conseguido causar en su cuerpo, haciendo que le dolieran todas las articulaciones. Kurama estaba tirado encima de su jefa, la explosión había hecho un corte en sus labios sensuales y la sangre se deslizaba por su barbilla.
- Kurama. . .
El zorro y la reina youkai intentaron ponerse de pie. El ataque de Yomi había volatilizado todo lo que previamente amueblaba la habitación. Allí donde la bola de ki había detonado, el suelo estaba ennegrecido y agrietado, y un pequeño cuerpo se hallaba tirado en medio de la mancha negra, temblando de dolor. Yomi cayó al suelo, las fuerzas abandonaron sus piernas cuando reconoció el ki, familiar para todos, que emanaba de aquel cuerpo infantil herido mortalmente.
Su grito se oyó al mismo tiempo que el de Kurama.
- ¡Shura!
El youko y el youkai se lanzaron a la vez sobre el cuerpo del niño. Los ojos de Kurama se llenaron de terror al encontrarse frente a frente con el hombre que le había atormentado durante tanto tiempo. Pero la lástima, la inmensa piedad que le despertaba la víctima inocente de toda aquella locura, superó su deseo de correr a resguardarse entre los brazos de Hiei. La cara de Yomi era una mueca de angustia, mientras el zorro abrazaba silenciosamente al niño que agonizaba. Su hijo, había matado a su propio hijo. . .
El cuerpo de Kurama empezó a emanar una luz verdosa, canalizando su ki hacia el cuerpo que tenía entre sus brazos. Sus ojos esmeralda brillaban, antes de que las lágrimas empezaran a bajar por sus aterciopeladas mejillas.
- Kurama. . . - Oyó la voz preocupada de Hiei intentando abrirse paso, a pesar de sus sentidos todavía embotados. Oyó el crujido de la ropa de Mukuro que intentaba ponerse en pie, alta y orgullosa, su ojo bueno centelleando con la dureza del acero.
- Esto es el fin.
Un sollozo sacudió el maltrecho cuerpo de Shura, y el chico trató desesperadamente de alzar la cabeza hacia Yomi.
- Padre. . . por favor. . . libérale. . .
Kurama le apretó contra su pecho, dejando que su ki fluyera más intensamente hacia el cuerpo del niño, lo suficiente para mantenerle con vida hasta que pudieran llevarle a un hospital. . . "Por favor, Inari. . ."
Yomi tan solo estaba quieto, sin saber qué hacer, observando como su mayor enemigo se esforzaba por retener el alma de su hijo en aquel cuerpo herido. Le desconcertaba semejante acción por parte del youko que una vez le traicionó, el youko que quiso matarle, el youko que tanto había sufrido en sus manos, el maldito zorro que había tenido que soportar, noche tras noche, su endiablada pasión y las caricias forzadas.
- Kurama. . . - Su voz estaba teñida de un terror y un remordimiento indescriptible, le costó mucho salir a través del nudo que se había formado en su garganta - sálvale. . .
En el hermoso rostro se dibujó con una triste sonrisa. Kurama cerró los ojos y transfirió todo su ki al cuerpo ensangrentado de Shura.
- Lo haré - Las lágrimas seguían bajando por su pálida piel - Pero nunca te perdonaré.
El youkai de las seis orejas bajó la cabeza, su alivio fue casi tan grande como la vergüenza que sentía en ese momento.
- Yo tampoco me lo perdonaré jamás.
Y Kurama se desmayó. Su cuerpo exhausto fue recogido instintivamente por el rápido demonio de fuego.
Mukuro le hizo una señal con la cabeza, tomó a Shura de los brazos de Kurama, y ella y Hiei se marcharon hacia sus propios dominios.
***//~~~
Le despertó el fresco aroma de sus queridas rosas y el calor proveniente del ki de cierto demonio de fuego al que tenía unas ganas inmensas de abrazar. Y deseaba hacerlo ya, en ese preciso instante.
Kurama se estiró perezosamente, parpadeando hasta que su visión se aclaró. Un círculo de caras sonrientes - bueno, excepto una, quizás - le rodeaban. Estaba en un hospital ningen, eso lo podía asegurar por la sobria decoración que, a decir verdad, nunca le había gustado (parecía ser un hecho que todos los hospitales, en cualquier sitio, tenían ese toque monótono y deprimente que intensificaba la sombra de la muerte presente en muchas de las habitaciones).
La cara de Yusuke, que mostraba una enorme sonrisa de oreja a oreja, se colocó sobre la suya para examinarle.
- ¡Hey chicos, al fin se ha despertado! - Gritó, innecesariamente, tirándose encima de la cama para dar un entusiasmado abrazo al desconcertado kitsune.
- Ya pensábamos que no te ibas a despertar nunca - Dijo Kuwabara, serio por un momento, sonriendo ampliamente después.
- Koenma-sama recibió tus documentos de defunción el otro día - Añadió Botan. Se la veía realmente aliviada de que su jefe no hubiera tenido que iniciar el doloroso proceso de sellar los papeles de Kurama - Intentó retenerlos el mayor tiempo posible.
Yukina asintió, sus ojos escarlata algo ariscos, seguramente por todo lo que había tenido soportar, haciéndole de canguro a un youko en estado de shock.
- Le transferiste todo tu ki al chico, hasta que sólo te quedó lo estrictamente necesario para mantenerte con vida.
- Suerte que Hiei te pasó un poco de su ki antes de que fuera demasiado tarde - La voz seca de Mukuro surgió de una esquina de la habitación.
"Vaya, ¿Mukuro en el Ningenkai? Esto si que es un acontecimiento."
Por cierto. . . ¿Dónde estaba Hiei? Kurama podía sentir la fuerza de su ki no demasiado lejos, pero no había señal alguna de aquel exasperante demonio de fuego. Mukuro tenía una tosca sonrisa dibujada en su cara quemada y seguía la mirada indagadora de Kurama.
- Ha salido un momento. Ya sabes que no soporta las grandes reuniones sociales como esta.
Botan sonrió de oreja a oreja.
- Creo que preferirá que. . . er. . . habléis en privado.
Yusuke también sonrió. Kurama miraba a Botan con un ligero rubor en las mejillas, y sonrió también al ver la confusión apoderándose de Kuwabara. Se dirigió a Mukuro.
- ¿Cómo está Shura?
Yusuke pegó un respingo y la sonrisa desapareció de su cara.
- ¿Cómo pudiste arriesgar la vida por el hijo del bastardo que te. . . torturó? - Kurama notó como Yusuke había evitado cuidadosamente la palabra "violó". Así que Yusuke lo sabía, pero los demás no. Se sintió más tranquilo. Al menos había sido capaz de guardar el secreto.
- El hijo de ese bastardo salvó la vida de tu amigo - Mukuro le recordó secamente - Se pondrá bien, Kurama, y tú también. Tuve que meterle en un tanque de regeneración para evitar que muriera y que tu esfuerzo hubiera sido en vano. Hiei no quiso de ninguna manera que te metiéramos en una de mis máquinas a ti también, así que, en vez de esto, te alimentó con su ki hasta que te trajeron aquí.
Kurama ignoró los guiños de Botan.
-¿Y Yomi?
- Enki se está ocupando de él. No tienes nada que temer - Le informó la reina youkai.
Se oyeron unos suaves golpes en la puerta. A través del cristal esmerilado que dejaba ver el pasillo, Kurama distinguió la silueta de su madre, infinitamente aliviada por saber que su hijo estaba bien. Entonces, un abrupto pensamiento le asaltó.
". . . Kaasan. . ."
Las palabras se negaban a salir a causa del súbito miedo.
- ¿Lo sabe?
Yusuke sonrió y le dio unos suaves golpecitos tranquilizadores en el hombro.
- No te preocupes, no sabe nada. Keiko y Shizuru hablaron con ella y le contaron que habías tenido un desafortunado accidente. Comida en mal estado.
- ¿Verdad que es lista mi hermana, ne? - Añadió Kuwabara, soltando una risotada.
Kurama y el resto rieron con él. Shiori llamó otra vez y Mukuro le abrió la puerta. La madre de Kurama entro, y no pudo evitar dar un pequeño respingo al ver la cara medio quemada de la mujer youkai. Le dedicó una sonrisa torcida a Shiori.
- No se preocupe. Me estoy planteando hacerme la cirugía estética.
Otro coro de risas se alzó mientras Shiori tomaba asiento junto a su hijo, visiblemente sorprendida por el aspecto de Mukuro. Yusuke, Mukuro, Kuwabara, Botan y Yukina se dirigieron hacia la puerta.
- Bueno, ya nos veremos, Shuuichi-kun - Dijo Yusuke, diciendo adiós con la mano. Los demás también se despidieron y, poco a poco, fueron saliendo de la habitación.
Mukuro se paró en la puerta. Sus ojos, el auténtico y el artificial, volvieron al interior de la estancia.
- Ah, sí. Hiei dejó una cosa para ti.
Lanzó algo al aire. Instintivamente, Kurama alzó la mano para cogerlo.
- Dijo que tuvieras cuidado la próxima vez que te vayas de juerga con tus "amigos".
Kurama sonrió. Una placentera sensación comenzó a recorrer su cuerpo mientras Mukuro cerraba la puerta tras de sí. Escuchaba sólo a medias las expresiones de alivio y los consejos de su madre. Shiori le puso una almohada tras la espalda, y Kurama se recostó plácidamente. Abrió la mano y contempló el regalo. Negra y pequeña, emanando el ki poderoso y protector de Hiei, la gema koorime brilló inocentemente entre sus dedos.
"Te quiero, Hiei."
~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~
Eiiiiiiiiiiiii, que esto no se ha acabado¡¡¡¡¡ Todavía queda lo mejor ^_^
El siguiente es el último capítulo, y os aseguro que es fantástico. Pero, como suele pasar con los últimos capítulos, la autora ha derrochado inspiración en él, así que es más largo que los demás. Eso quiere decir que tardaré un poco en acabarlo ^^' Pero tened paciencia, si os ha ido gustando la historia, ya veréis que valdrá la pena ^_~
Como siempre, espero que os haya gustado.
Perezosamente, Yomi movió la mano para cubrir un bostezo. Estaba bastante aburrido últimamente, desde que Kurama, a saber cómo, había conseguido escapar de la habitación vigilada, la habitación donde Yomi guardaba su juguete, su precioso kitsune. La verdad era que Kurama le había proporcionado más que suficientes "sesiones privadas" de diversión, aunque su característica falta de cortesía ante las tiernas atenciones de Yomi habían puesto a prueba la paciencia del monarca. Al final, claro, le había obligado a usar la violencia. Y es que el testarudo de Kurama no se hubiera dejado follar hasta que alguien le hubiera atado, amordazado y encadenado a la cama para desproveerle de su apetitosa virginidad humana. Ah, bueno, vencer la excitante resistencia del zorro ya era suficiente placer. Kurama era realmente escurridizo, no se dejaba hacer, se retorcía, intentaba escabullirse de las hambrientas caricias de Yomi. Al final, su lucha siempre resultaba inútil y la dura y palpitante carne de Yomi inevitablemente ahondaba en su dulce y virgen cuerpo.
También fue una buena idea eso de encadenar al taciturno demonio de fuego que su zorro tanto adoraba. Y fue una suerte también que accediera al trueque tan rápidamente. Kurama estaba dispuesto. . . Yomi se preguntó, con mórbida y perversa curiosidad, si Hiei era capaz de imaginarse lo que le había ocurrido a su amigo. El demonio de fuego no sólo era un tremendo incordio, sino que también era increíblemente iluso.
Rió quedamente imaginándose a Kurama explicando de qué iba el sexo y, más concretamente, una violación, a un boquiabierto y petrificado youkai, cuya inicial expresión de inocencia pronto sería reemplazada por una de asco.
"El precio del saber, Hiei-chan" pensó con una sonrisa burlona, recordando como había reaccionado el jaganshi ante la declaración de amor de Kurama. Hiei había puesto una cara como si al kitsune le hubieran crecido dos cabezas o algo así, y se había negado en redondo a contestar. Sólo AQUELLO, ya valía por un millón de noches durmiendo solo. Aunque, claro, Yomi hubiera preferido disfrutar de la compañía del kitsune un poco más.
Volviéndose hacia la mesa, cogió una botella de cristal tallado que contenía un brandy del Makai, fuerte y amargo. Se lo había hecho beber al youko para mantenerle atontado, y descubrió que el licor le hacía perder fácilmente las fuerzas, haciendo que ya no le fuera posible resistirse cuando Yomi llegaba pidiendo retozar un poco a media mañana. La verdad es que era como follarse a un pez fuera del agua - Kurama jadeaba con la boca muy abierta buscando aire, y hacía aquellos ruiditos nerviosos - pero eso le permitía a Yomi jugar con su bishounen unas cuantas horas más, obteniendo fácilmente el placer que venía buscando.
Una ráfaga de youki le hizo dar un respingo y apretar fuertemente el cuello de la botella, haciendo que el fino cristal estallara en mil pedazos, algunos de los cuales se le clavaron en la piel. Así que otro intruso había conseguido burlar las defensas del castillo. Esta vez el comandante de la guardia lo iba a lamentar. Yomi iba retorcerle el pescuezo, a él y a todo el regimiento de inútiles que patrullaban las murallas.
Pero, de momento, se entretendría torturando él mismo al desgraciado que se había atrevido a colarse en el castillo. Pobre iluso. . . Se preguntó si sería un rival digno que le compensara por la pérdida de su kitsune.
El youki se intensificó, y la sombra que había penetrado en la habitación tomó la forma de una pequeña silueta vestida de negro. El monarca youkai dio un paso hacia atrás involuntariamente ante la fiereza de la energía que irradiaba aquellas ondas malévolas de ki. Todo provenía de la figura delgada, envuelta en una capa negra que había aparecido de repente en sus aposentos. Hiei miraba fijamente al asombrado youkai con una mezcla de ira homicida y malicioso júbilo por hallarlo solo.
Yomi cambió de golpe la cara de aburrimiento que tenía hasta entonces por otra que reflejaba la furia y los celos irracionales que el youkai de fuego despertaba en él. Conque venía a reclamar sus derechos sobre el kitsune, ¿eh?
- Así que. . . - Susurró, jugando con los restos de la botella entre los dedos - has venido a vengar al zorro, ¿ne, Hiei-chan?
El diminuto demonio de fuego gruñó, desenvainando su katana. El chirrido del metal rozando la vaina hirió los sensibles oídos de Yomi.
- No me llames así.
- ¿Ne? Pero, Hiei-chan. . . ¿le has preguntado al zorrito de tu corazón POR QUÉ vino a mí? ¿Por qué tú acabaste encadenado en mis mazmorras y él en mi cama?
Hiei mostró los colmillos, adoptando la posición de ataque.
- ¡Sé lo suficiente¡ Te atreviste a ponerle las manos encima. . . ¡Ahora sufrirás las consecuencias!
Con un atronador grito que traicionaba la sangre fría con la que normalmente luchaba el koorime, y que mostraba su alterado estado de ánimo, Hiei atacó. Yomi le bloqueó instintivamente. La afilada hoja de la katana se hundió en la carne de su antebrazo derecho, atravesándolo hasta el hueso. Hiei retiró la espada, algo sorprendido de que su ataque hubiera sido neutralizado de forma tan efectiva. El brazo de Yomi no debería ser más que un muñón sanguinolento tirado en el suelo.
- ¡Kisama! Acabaré contigo.
Hiei dio un salto hacia atrás para escapar de la bola de ki que se materializaba en el brazo herido de su rival. La cara de Yomi era una mueca de dolor a causa de la herida, pese a haber sido capaz de evitar males mayores.
La bola abandonó la mano de Yomi, describiendo una trayectoria parabólica. Hiei se tambaleó cuando la ráfaga de ki le alcanzó en el lado izquierdo del pecho, maldiciéndose a sí mismo por una maniobra tan torpe al intentar esquivarlo. Yomi gritaba de rabia mientras Hiei saltaba para esquivar las sucesivas bolas de ki que le lanzaba. Tuvo que contorsionarse para ponerse fuera del alcance de la katana. Hiei atacaba incansablemente, afilados mandobles pasaban casi rozando el pecho del youkai de las múltiples orejas. Por un pelo.
- ¡Kisama! ¿Por qué no te mueres de una vez?
El ki se acumuló de nuevo en las puntas de sus dedos. El demonio de fuego no estaba del todo concentrado en la lucha, probablemente por lo que le había dicho sobre Kurama. El youki de Hiei fluctuaba inestablemente y las vendas de su brazo derecho empezaban a quemarse. Aquello se estaba poniendo feo.
Canalizando su ki hacía el filo de la espada, Hiei le fustigó con hábiles estocadas. Una mirada asesina hacía brillar sus ojos escarlata febrilmente. Yomi sonrió. Aunque no podía ver la expresión atormentada del koorime, sabía que Hiei estaba a punto de cometer algún error. . . pronto. . .
Era su oportunidad. Hiei se escabulló ágilmente de otro ataque, los ojos intensamente fijos en el maldito ogro, alzó la espada en posición de guardia y atacó de nuevo, gritando las palabras para invocar las llamas negras.
- ¡Jaou Ensatsu Ken!
Volutas de un ki oscuro salieron de la punta de su espada, Yomi se agachó rápidamente y rodó por el suelo, mostrando fieramente los dientes mientras Hiei intentaba recobrar el equilibrio. Acumuló el ki en sus manos para lanzar un último y mortal disparo.
- ¡HIEI!
El coro de voces que recorrió la tensa atmósfera hizo que los dos adversarios interrumpieran bruscamente su lucha. Dos figuras emergieron de la oscuridad. Alto y esbelto, vestido tan sólo con el pijama verde musgo que Yukina había traído de la casa de Shiori, Kurama estaba paralizado en la puerta de la habitación, su hermoso rostro teñido de una profunda angustia. Su delgado cuerpo temblaba, pero no a causa del aire frío propio de las noches del Makai, sino porque las dos personas que habían marcado su vida - sus dos vidas, en realidad - estaban a punto de matarse el uno al otro. De pie junto al débil youko, majestuosa y altiva, estaba Mukuro. Sus manos también brillaban a causa del ki que estaba acumulando, una visible señal de sus intenciones. Una gran entrada.
Yomi alzó las manos y descargó todo el ki que había estado preparando. Vio que los ojos del youkai de fuego viraban desde los recién llegados hasta la bola de ki que se dirigía directamente hacia su cara. . .
Dio un salto precipitado hacia atrás y la bola de energía explotó a pocos metros de su cuerpo. Kurama y Mukuro también fueron lanzados hacia atrás. El zorro, siempre tan caballeroso, había intentado proteger a Mukuro de la explosión (algo completamente innecesario, si se tiene en cuenta que ella era bastante más poderosa que el youko).
Hiei alzó la cabeza débilmente, sintiendo los efectos que la opresiva fuerza del disparo de Yomi había conseguido causar en su cuerpo, haciendo que le dolieran todas las articulaciones. Kurama estaba tirado encima de su jefa, la explosión había hecho un corte en sus labios sensuales y la sangre se deslizaba por su barbilla.
- Kurama. . .
El zorro y la reina youkai intentaron ponerse de pie. El ataque de Yomi había volatilizado todo lo que previamente amueblaba la habitación. Allí donde la bola de ki había detonado, el suelo estaba ennegrecido y agrietado, y un pequeño cuerpo se hallaba tirado en medio de la mancha negra, temblando de dolor. Yomi cayó al suelo, las fuerzas abandonaron sus piernas cuando reconoció el ki, familiar para todos, que emanaba de aquel cuerpo infantil herido mortalmente.
Su grito se oyó al mismo tiempo que el de Kurama.
- ¡Shura!
El youko y el youkai se lanzaron a la vez sobre el cuerpo del niño. Los ojos de Kurama se llenaron de terror al encontrarse frente a frente con el hombre que le había atormentado durante tanto tiempo. Pero la lástima, la inmensa piedad que le despertaba la víctima inocente de toda aquella locura, superó su deseo de correr a resguardarse entre los brazos de Hiei. La cara de Yomi era una mueca de angustia, mientras el zorro abrazaba silenciosamente al niño que agonizaba. Su hijo, había matado a su propio hijo. . .
El cuerpo de Kurama empezó a emanar una luz verdosa, canalizando su ki hacia el cuerpo que tenía entre sus brazos. Sus ojos esmeralda brillaban, antes de que las lágrimas empezaran a bajar por sus aterciopeladas mejillas.
- Kurama. . . - Oyó la voz preocupada de Hiei intentando abrirse paso, a pesar de sus sentidos todavía embotados. Oyó el crujido de la ropa de Mukuro que intentaba ponerse en pie, alta y orgullosa, su ojo bueno centelleando con la dureza del acero.
- Esto es el fin.
Un sollozo sacudió el maltrecho cuerpo de Shura, y el chico trató desesperadamente de alzar la cabeza hacia Yomi.
- Padre. . . por favor. . . libérale. . .
Kurama le apretó contra su pecho, dejando que su ki fluyera más intensamente hacia el cuerpo del niño, lo suficiente para mantenerle con vida hasta que pudieran llevarle a un hospital. . . "Por favor, Inari. . ."
Yomi tan solo estaba quieto, sin saber qué hacer, observando como su mayor enemigo se esforzaba por retener el alma de su hijo en aquel cuerpo herido. Le desconcertaba semejante acción por parte del youko que una vez le traicionó, el youko que quiso matarle, el youko que tanto había sufrido en sus manos, el maldito zorro que había tenido que soportar, noche tras noche, su endiablada pasión y las caricias forzadas.
- Kurama. . . - Su voz estaba teñida de un terror y un remordimiento indescriptible, le costó mucho salir a través del nudo que se había formado en su garganta - sálvale. . .
En el hermoso rostro se dibujó con una triste sonrisa. Kurama cerró los ojos y transfirió todo su ki al cuerpo ensangrentado de Shura.
- Lo haré - Las lágrimas seguían bajando por su pálida piel - Pero nunca te perdonaré.
El youkai de las seis orejas bajó la cabeza, su alivio fue casi tan grande como la vergüenza que sentía en ese momento.
- Yo tampoco me lo perdonaré jamás.
Y Kurama se desmayó. Su cuerpo exhausto fue recogido instintivamente por el rápido demonio de fuego.
Mukuro le hizo una señal con la cabeza, tomó a Shura de los brazos de Kurama, y ella y Hiei se marcharon hacia sus propios dominios.
***//~~~
Le despertó el fresco aroma de sus queridas rosas y el calor proveniente del ki de cierto demonio de fuego al que tenía unas ganas inmensas de abrazar. Y deseaba hacerlo ya, en ese preciso instante.
Kurama se estiró perezosamente, parpadeando hasta que su visión se aclaró. Un círculo de caras sonrientes - bueno, excepto una, quizás - le rodeaban. Estaba en un hospital ningen, eso lo podía asegurar por la sobria decoración que, a decir verdad, nunca le había gustado (parecía ser un hecho que todos los hospitales, en cualquier sitio, tenían ese toque monótono y deprimente que intensificaba la sombra de la muerte presente en muchas de las habitaciones).
La cara de Yusuke, que mostraba una enorme sonrisa de oreja a oreja, se colocó sobre la suya para examinarle.
- ¡Hey chicos, al fin se ha despertado! - Gritó, innecesariamente, tirándose encima de la cama para dar un entusiasmado abrazo al desconcertado kitsune.
- Ya pensábamos que no te ibas a despertar nunca - Dijo Kuwabara, serio por un momento, sonriendo ampliamente después.
- Koenma-sama recibió tus documentos de defunción el otro día - Añadió Botan. Se la veía realmente aliviada de que su jefe no hubiera tenido que iniciar el doloroso proceso de sellar los papeles de Kurama - Intentó retenerlos el mayor tiempo posible.
Yukina asintió, sus ojos escarlata algo ariscos, seguramente por todo lo que había tenido soportar, haciéndole de canguro a un youko en estado de shock.
- Le transferiste todo tu ki al chico, hasta que sólo te quedó lo estrictamente necesario para mantenerte con vida.
- Suerte que Hiei te pasó un poco de su ki antes de que fuera demasiado tarde - La voz seca de Mukuro surgió de una esquina de la habitación.
"Vaya, ¿Mukuro en el Ningenkai? Esto si que es un acontecimiento."
Por cierto. . . ¿Dónde estaba Hiei? Kurama podía sentir la fuerza de su ki no demasiado lejos, pero no había señal alguna de aquel exasperante demonio de fuego. Mukuro tenía una tosca sonrisa dibujada en su cara quemada y seguía la mirada indagadora de Kurama.
- Ha salido un momento. Ya sabes que no soporta las grandes reuniones sociales como esta.
Botan sonrió de oreja a oreja.
- Creo que preferirá que. . . er. . . habléis en privado.
Yusuke también sonrió. Kurama miraba a Botan con un ligero rubor en las mejillas, y sonrió también al ver la confusión apoderándose de Kuwabara. Se dirigió a Mukuro.
- ¿Cómo está Shura?
Yusuke pegó un respingo y la sonrisa desapareció de su cara.
- ¿Cómo pudiste arriesgar la vida por el hijo del bastardo que te. . . torturó? - Kurama notó como Yusuke había evitado cuidadosamente la palabra "violó". Así que Yusuke lo sabía, pero los demás no. Se sintió más tranquilo. Al menos había sido capaz de guardar el secreto.
- El hijo de ese bastardo salvó la vida de tu amigo - Mukuro le recordó secamente - Se pondrá bien, Kurama, y tú también. Tuve que meterle en un tanque de regeneración para evitar que muriera y que tu esfuerzo hubiera sido en vano. Hiei no quiso de ninguna manera que te metiéramos en una de mis máquinas a ti también, así que, en vez de esto, te alimentó con su ki hasta que te trajeron aquí.
Kurama ignoró los guiños de Botan.
-¿Y Yomi?
- Enki se está ocupando de él. No tienes nada que temer - Le informó la reina youkai.
Se oyeron unos suaves golpes en la puerta. A través del cristal esmerilado que dejaba ver el pasillo, Kurama distinguió la silueta de su madre, infinitamente aliviada por saber que su hijo estaba bien. Entonces, un abrupto pensamiento le asaltó.
". . . Kaasan. . ."
Las palabras se negaban a salir a causa del súbito miedo.
- ¿Lo sabe?
Yusuke sonrió y le dio unos suaves golpecitos tranquilizadores en el hombro.
- No te preocupes, no sabe nada. Keiko y Shizuru hablaron con ella y le contaron que habías tenido un desafortunado accidente. Comida en mal estado.
- ¿Verdad que es lista mi hermana, ne? - Añadió Kuwabara, soltando una risotada.
Kurama y el resto rieron con él. Shiori llamó otra vez y Mukuro le abrió la puerta. La madre de Kurama entro, y no pudo evitar dar un pequeño respingo al ver la cara medio quemada de la mujer youkai. Le dedicó una sonrisa torcida a Shiori.
- No se preocupe. Me estoy planteando hacerme la cirugía estética.
Otro coro de risas se alzó mientras Shiori tomaba asiento junto a su hijo, visiblemente sorprendida por el aspecto de Mukuro. Yusuke, Mukuro, Kuwabara, Botan y Yukina se dirigieron hacia la puerta.
- Bueno, ya nos veremos, Shuuichi-kun - Dijo Yusuke, diciendo adiós con la mano. Los demás también se despidieron y, poco a poco, fueron saliendo de la habitación.
Mukuro se paró en la puerta. Sus ojos, el auténtico y el artificial, volvieron al interior de la estancia.
- Ah, sí. Hiei dejó una cosa para ti.
Lanzó algo al aire. Instintivamente, Kurama alzó la mano para cogerlo.
- Dijo que tuvieras cuidado la próxima vez que te vayas de juerga con tus "amigos".
Kurama sonrió. Una placentera sensación comenzó a recorrer su cuerpo mientras Mukuro cerraba la puerta tras de sí. Escuchaba sólo a medias las expresiones de alivio y los consejos de su madre. Shiori le puso una almohada tras la espalda, y Kurama se recostó plácidamente. Abrió la mano y contempló el regalo. Negra y pequeña, emanando el ki poderoso y protector de Hiei, la gema koorime brilló inocentemente entre sus dedos.
"Te quiero, Hiei."
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Eiiiiiiiiiiiii, que esto no se ha acabado¡¡¡¡¡ Todavía queda lo mejor ^_^
El siguiente es el último capítulo, y os aseguro que es fantástico. Pero, como suele pasar con los últimos capítulos, la autora ha derrochado inspiración en él, así que es más largo que los demás. Eso quiere decir que tardaré un poco en acabarlo ^^' Pero tened paciencia, si os ha ido gustando la historia, ya veréis que valdrá la pena ^_~
Como siempre, espero que os haya gustado.
