CAPÍTULO 9: Epílogo
Kurama suspiró con alivio mientras cerraba la puerta tras de sí. Había sido un día muy largo, tratando de convencer a su okaasan y al médico del hospital de que tenerlo encerrado durante más tiempo en la habitación era peor que darle el alta. Al menos podía estar agradecido de que no quedaran marcas en su cuerpo de la terrible experiencia que había sufrido, de lo contrario, hubiera sido necesario algo más que la persuasiva Shizuru para convencer a kaasan de que no había sido nada más que una leve intoxicación. Se preguntó porqué le habían llevado al hospital si Yukina y Genkai hubieran podido curarle ellas mismas, ya que la heridas que le había provocado la explosión de ki no eran demasiado serias. Bueno, tendría que preguntárselo a su "salvador" si quería enterarse.
Un destello de youki y el murmullo de las cortinas anunciaron la llegada de Hiei. Kurama no supo si alegrarse de que Hiei se hubiera dignado a volver, o nervioso porque eso podía significar que venía a comunicarle que no deseaba su amor. Cortado, bajó la cabeza y se dirigió al armario para coger una muda limpia, fingiendo que no había visto al inesperado visitante.
- Hn - Dijo Hiei, perfectamente consciente de que la intención de Kurama no era ni mucho menos ignorarle, sino forzarle a dar el primer paso. Bien, pues ya lo había hecho. Todos contentos.
El zorro se volvió, con un pijama en las manos y sonriendo débilmente al demonio de fuego.
- Hola Hiei.
El koorime se quedó quieto en el alfeizar. Sus brillantes ojos rubí parecían estar esperando a que Kurama dijera algo más que el consabido saludo.
Kurama volvió a colocar el pijama en el cajón. Se quitó el elástico con el que se había recogido el pelo en una cola de caballo, algo que le hacía tener un aspecto inusual. El médico le había recomendado cortarse el pelo, alegando que "absorbía demasiados nutrientes". Tal era la explicación que daba a su visible pérdida de peso. Era consciente de que debía de tener un aspecto muy frágil, después de todo lo que había pasado. Lo que el buen hombre no sabía era que el pelo no tenía nada que ver con lo demacrado que estaba, o con su depresión. Por suerte, su kasaan se había negado en redondo, evitando así que su preciosa melena rojiza tuviera un triste final entre unas tijeras quirúrgicas.
- Hiei - Empezó, temeroso de decir las palabras equivocadas y alejar de él otra vez al demonio de fuego como la última vez, en las mazmorras de Yomi - Hiei, quería agradecerte. . .
- ¿Hn? - Hiei parecía confuso. La sonrisa de Kurama languideció durante una fracción de segundo, pero se esforzó por retenerla.
- Por. . . Bueno, por intentar vengarte de Yomi por mí - Suspiró - No creo que hubiera tenido valor para estar cara a cara con él otra vez, ni siquiera para matarle.
El youkai ladeó la cabeza, incrédulo. ¿Youko Kurama sin valor suficiente para matar? Por todos los diablos, el zorro podía ser incluso más despiadado que ÉL a la hora de torturar a sus enemigos.
Kurama hizo una pausa, sonrojándose al sentir la intensa mirada de Hiei sobre él.
- Y. . . por salvarme la vida. Mukuro me dijo que reemplazaste el ki que le transferí a Shura con el tuyo. Seguro que hubiera muerto de no ser. . . de no ser por ti.
- ¿Por mí? - Repitió Hiei, cínico. Al final iba a resultar que el zorro se había vuelto loco con todas aquellas tonterías sentimentales sobre el amor.
Kurama sentía un calor insoportable en sus mejillas. No sabía por qué estaba tan nervioso. ¡No era ni mucho menos la primera vez que intentaba acercarse a Hiei!
- Bueno, sí. Me salvaste la vida. Hubiera muerto de haberme quedado sin nada de ki, pero tú me salvaste.
- Hn - La respuesta habitual, pero Kurama había aprendido a ver más allá de la mirada fría de aquellos ojos color sangre. Siempre había deseado retener aquellos ojos fijos en él, tan profundos, tan intensos e inexorables, tan hermosos; esperando descubrir aunque fuera una mínima grieta en las murallas que Hiei había alzado entre él y el resto del mundo para protegerse. . . Esperó a que fuera Hiei el que continuara.
Hiei se revolvió, incómodo. Ya se sabía el guión, lo había repasado mentalmente una y otra vez desde aquella noche, cuando por fin estuvo seguro de que Kurama estaba a salvo en el hospital ningen. Había tomado una decisión. Iba a aceptar al zorro, iba a ofrecerle lo que, por las miradas que siempre le había dedicado, deseaba tener, lo que el mismo Hiei deseaba y que nunca, jamás en su vida, había tenido. Pero, ¡joder!, costaba hacer salir las palabras, especialmente ahora que, inexplicablemente, su garganta había dejado de funcionar. Y Kurama ahí, sonriéndole pacientemente, las joyas de sus ojos verdes, brillantes y confiados, se posaron sobre Hiei casi con adoración. . . Si le fallaba al zorro una vez más, Hiei no se lo perdonaría jamás.
- Kitsune. . . - ¿Qué podía decir? ¿"Te quiero"? Eso ya lo había dicho, una vez, cuando el zorro estaba profundamente dormido. Pero. . . oh, aquello no era suficiente, ya no valía para expresar el torrente de emociones que le invadían. El pelirrojo bishounen había conseguido, de alguna manera, seducirle con su belleza, su callado aplomo, su privilegiada inteligencia y racionalidad, todas las cualidades que Hiei no poseía. ¿"Te necesito"? Si lo que llaman necesidad fuera una gota de agua, Hiei se estaría ahogando en un océano. Decir que le necesitaba no alcanzaría a explicar las punzadas que sentía en su pecho cada vez que el zorro se encontraba en algún tipo de peligro, no podría explicar su casi enfermiza, febril urgencia por proteger, por abrazarle, por hacerle feliz, por perderse en los luminosos ojos del kitsune. . . ¿"Te deseo"? Que forma tan vulgar de decir que estaría dispuesto a hacer lo que fuera, asesinar, robar, dejarse matar. . . incluso suplicar, por encontrarse entre sus brazos, por encontrarse una vez más bajo la mirada de aquellos ojos que adoraba, y sentir de nuevo aquellos tiernos y sensuales labios sobre los suyos. Deseo, necesidad, amor. . . tan sólo eran palabras, palabras que no podía esperar que expresaran el repentino tumulto de emociones que le rasgaban por dentro y que sabía que ya no iban a soltarle. No había manera de encontrar la respuesta que estaban esperando aquellos ojos. "Maldito seas, Kurama" Pero, tal vez. . .
Hubo un leve movimiento de aire y Kurama empezó a pensar que tal vez Hiei se hubiera asustado. Le había asustado con su falta de tacto, por haber pronunciado las palabras que le dejaban indefenso ante la inesperada intromisión de sentimientos en su frío corazón. Ya volvía a sentir aquel maldito picor en los ojos. Había sido una idea completamente estúpida decirle a alguien como Hiei - ¡Hiei! - que estaba enamorado de él.
Su respiración se cortó y sintió una presión en el pecho. Se preguntó si sus pulmones se negaban a seguir funcionando a causa de la indescriptible tristeza que le invadía. "Hiei. . ."
Un ligero cosquilleo en la punta de la nariz le trajo de vuelta a la realidad. Fuertes brazos le sujetaban tenazmente, algo que le sorprendió y complació al mismo tiempo. Sentía una calida y acelerada respiración a su lado. Kurama bajó la cabeza y se encontró con los sedosos mechones del desordenado cabello de Hiei. El demonio de fuego se aferraba a él como si todo lo demás hubiera dejado de existir a su alrededor y lo único que existiera fuese Kurama, quieto a su lado, paralizado y permitiendo que Hiei le abrazara igual que le abrazó aquella noche, en el templo de Genkai.
- ¿Hiei. . .? - La voz le temblaba tanto como las rodillas. Lo único que le mantenía derecho eran los brazos del koorime.
El demonio de fuego se separó ligeramente, alzando su cara expectante hacia la de Kurama. Los ojos del youko se abrieron al máximo y las lágrimas se abrieron paso pese a los esfuerzos del zorro por contenerlas, deslizándose por su hermoso y perfectamente esculpido rostro.
- ¿Kurama? - Los ojos escarlata buscaban una explicación - ¿Por qué lloras?
El zorro suspiró, se ruborizó y otra lágrima se le escapó por el rabillo del ojo. La ignoró. Un escalofrío recorrió su cuerpo, haciéndole temblar y que se apoyara más en Hiei. El demonio de fuego levantó una mano y le acarició la cara, forzándole suavemente a bajar la cabeza, de manera que estaban casi nariz con nariz. El youko cayó de rodillas, apoyando la cabeza sobre los fuertes y musculosos hombros de Hiei, ahogando un sollozo entre los pliegues de la suave bufanda blanca.
- ¿Kurama? - Hiei empezaba a inquietarse, casi a preocuparse. Kurama podía sentir su nerviosismo con el contacto de sus cuerpos, pero no se apartó. A través de la nube de confusión que le rodeaba, notó como Hiei levantaba un brazo cautelosamente para rodearle el cuello.
- Porque te quiero - El susurro de su promesa de amor. Era la tercera vez que lo decía, la única en la que obtendría una respuesta - Te quiero, Hiei.
Un profundo suspiro sacó al demonio de fuego del estado de shock en el que le había sumido el placer. Sí, no era la primera vez que Kurama pronunciaba aquellas malditas palabras, pero nunca le habían parecido tan tranquilizadoras, tan envolventes y tan. . . bueno, tan amorosas, simplemente. De repente no era capaz de controlarse, puso una mano bajo la barbilla del zorro y le hizo levantar la cara hacia él. La humedad de las lágrimas había dejado unas marcas brillantes en sus pálidas y hundidas mejillas. Tan hermoso. . . le dolía ver aquella belleza presa del dolor.
Tímidamente, casi dudando, besó aquellas lágrimas. Su salado y cálido sabor se extendió sobre sus labios como una fiera llamarada, sintió como si un extraño fuego le devorara, más ardiente que el que él mismo hubiera invocado jamás, contrastando con los escalofríos que corrían a lo largo de su espalda.
En un primer momento, Kurama se puso tenso. El sedoso contacto de los labios de Hiei sobre los suyos le asustó, el doloroso y demasiado fresco recuerdo de YOMI besándole le producía un profundo dolor en el pecho. Pero se relajó cuando las rudas, aunque sorprendentemente suaves manos de Hiei le acariciaron, sin exigir nada, tan sólo reconfortándole, tal vez consciente de lo que había sufrido. Cálidos dedos acariciaron tímidamente su nuca. Cerró los ojos y permitió que aquellos tiernos labios recorrieran las marcas que habían dejado las lágrimas en su cara.
Las dulces atenciones de Hiei continuaron hasta que sus mejillas estuvieron completamente secas. EL youkai examinó el rostro del zorro para ver cómo le había quedado, sus ojos brillando de placer.
- No llores más - Ordenó, retirando los mechones de cabello rojo que caían sobre los ojos del zorro. Más lágrimas se acumularon en aquellos ojos - Kurama. . .
Los ojos del kitsune se posaron abruptamente sobre él, dos profundas lagunas verdes que hacían que Hiei se ahogara en un mar de deseo, de amor, de necesidad. Las mismas emociones que no había sabido expresar. . . excepto quizás. . . quizás. . .
- Itooshi - Murmuró el zorro, inclinándose hacia delante, sus labios sensuales rozando los de Hiei, como la caricia de las alas de una mariposa. Una oleada de calor se extendió por el cuerpo del demonio de fuego.
Un pequeño sollozo implorante se escapó de la boca de Kurama y Hiei la cubrió con otro beso, esta vez con la boca abierta, su lengua recorrió la cálida boca de Kurama en una suave caricia, siempre atento al estado emocional de zorro. Era la primera vez que besaba a alguien así.
La lengua de Kurama empezó a moverse para luchar con la de Hiei, deseando borrar cualquier resto de la fiereza de Yomi que pudiera quedar en su mente. Un gemido surgió de la garganta de Hiei, yendo a parar al interior de la boca de Kurama, mientras el zorro le dejaba tomar el control del beso.
- Kurama. . .
El zorro gimió cuando los brazos de Hiei se cerraron alrededor de su cintura, cálidas manos acariciaban su espalda por encima de la ropa, enviando destellos de placer a través de todo su cuerpo, completamente dócil ya a las caricias cada vez más ardientes del koorime. ¡Dios, cómo lo deseaba! Como quería sentir aquellos brazos sujetándole, atrapándole con su fiero deseo, deseaba aquellos labios sobre los suyos, sobre su cuerpo, que le dieran placer sin ningún tipo de reserva. Cómo deseaba aquel consuelo, aquella confirmación de que Hiei le amaba, de que le amaba a pesar de lo que había pasado con Yomi. Podría hacerlo. . . por Hiei. . . LO HARÍA. . . tan solo si él se lo pedía. . . si se lo pedía. . .
Hiei se separó casi abruptamente, arrancando un gemido de deseo insatisfecho del kitsune, que estaba, inevitablemente, jadeando por falta de aire. Unos brillantes ojos verdes le observaban con curiosidad, medio cerrados.
- Kurama. . . - No acabó la frase. El nombre quedó flotando en el aire. ¿Cómo podría decirlo? ¿Cómo podía tan siquiera pensar en. . . en. . . sabiendo por lo que había tenido que pasar el kitsune? - Kurama, yo. . .
El zorro se le quedó mirando, mostrando su silenciosa conformidad.
- Sí, Hiei. . . - Y Hiei sintió como casi se le paraba el corazón cuando el zorro mordió sus labios, desesperado por superar su reciente y traumática experiencia a favor de aquella nueva sensación - Yo. . . Por favor, ayúdame a olvidar. . .
Suaves labios se posaron sobre los suyos, haciéndole callar, silenciando sus miedos, y haciéndole silenciosas promesas que, esta vez, estaba seguro de que se cumplirían. Hiei le pasó un brazo por detrás de los hombros, el otro por detrás de las rodillas y levantó al zorro en brazos. Todo el rato sus labios saborearon, calmaron y reconfortaron a Kurama.
Le acostó tiernamente sobre el futón, interrumpiendo el beso para apartar, con una caricia, los mechones cobrizos que caían sobre su cara. Kurama cerró los ojos al contacto de aquellas suaves manos. Quería. . . necesitaba sentir el cuerpo de Hiei contra el suyo, que le tomara y le hiciera suyo.
- ¿Kurama? - La pregunta se escuchó una vez más, mientras notaba como unas manos descendían para desabrochar su camisa.
Su única respuesta fue una pequeña señal de conformidad con la cabeza. Hiei dudaba. . . Kurama se enderezó un poco para besarle mientras el youkai lentamente se colocaba sobre él, el calor de su cuerpo emanando oleadas de deseo que el zorro ni siquiera sabía que era capaz de sentir.
El fuego corría por las venas de Hiei. Descendió para disfrutar una vez más del sabor de su zorro. SU zorro. Sus labios ascendieron desde la boca para besar los párpados cerrados, la línea de la ceja y su perfecta nariz. Describió con sus labios un camino desde las ahora ruborizadas mejillas del zorro hasta su oreja derecha, introdujo la lengua en los intrincados recodos, dándose tiempo para disfrutar de su sabor. La dulce piel de Kurama emanaba cada vez más calor bajo sus caricias y eso le estimulaba enormemente.
- Hiei. . . - El ruego sofocado y el sonido cristalino de aquella hermosa voz, como el susurro de una suave brisa, corrió como una descarga eléctrica por todo su cuerpo. Entonces se dio cuenta de que no necesitaba experiencia para complacer a su zorro. Kurama estaría satisfecho con lo que él le ofreciera.
"Confiar. . .", pensó una porción de su mente que aún se mantenía fría. "¿Podré entregarme tan ciegamente con él lo hace, sabiendo que eso podría debilitarme seriamente, que ahora, no sólo tendré que cuidar de mí mismo sino que también deberé protegerle a él?" Un rápido vistazo al rostro del zorro, extasiado de placer, y cualquier rastro de duda que pudiera quedar en su mente, desapareció, al darse cuanta de que haría lo que fuera por ver otra vez esa expresión en la cara de su amante.
Amante. Sí, la palabra sonaba bastante bien y le quedaba perfecta a su zorro. Kurama era su amante.
Decidió apartar de su cabeza cualquier otra reflexión con la que pudiera distraerse. Bajó un poco para posar sus labios sobre el cuello arqueado de Kurama, devorándolo con el fuego de las emociones que le habían estado quemando por dentro aquellos últimos días.
Kurama ladeó la cabeza, dejando el cuello a merced de la succión de los labios de Hiei. En algún lugar de su mente, perdida entre la fantasía y la realidad, notó como se desabrochaba el cuello de su camisa, dejando su piel expuesta al frío aire de la noche, un brusco contraste con las ardientes caricias del koorime. Los labios de Hiei se movían despacio, suavemente, desde el cuello hasta esa porción de piel tan sensible que lo une con los hombros, y chupó con cuidado, la punta de sus colmillos apenas rozando aquella piel tan delicada. Kurama ronroneó de placer. Más. Quería más.
Abrió los ojos sobresaltado cuando la succión se volvió violenta y los dientes se cerraron sobre su piel. Los colmillos se clavaron casi con voracidad, haciendo brotar sangre. Hiei retrocedió y lamió los pequeños puntos rojos en una silenciosa disculpa. Se levantó y miró fijamente a Kurama, los labios apretados.
- Nadie se atreverá a volver a tocarse nunca más. Antes tendrán que matarme - Declaró, sus ojos brillando fieramente sobre la cara del kitsune, extasiada de placer. Kurama abrió los ojos desconcertado, pero inevitablemente regocijado. Hiei le estaba haciendo una promesa para toda la vida, y sabía que aquello le resultaba muy difícil, teniendo en cuenta la preferencia del koorime por la soledad.
Hiei dejó su promesa flotando en el aire y continuó con su propósito original. Apartando la camisa de la enfebrecida piel del youko, esparció ardientes besos sobre el cálido y blanco torso, sus manos acariciando la tersura del pecho de Kurama.
- Hi-Hiei. . . - Jadeó, excitándose ante las caricias del youkai, que poco a poco le estaban enloqueciendo, arqueándose, haciendo lo que hiciera falta para conseguir lo que deseaba, lo que fuera con tal de sentir aquellos labios otra vez contra su piel, con más fuerza, proporcionándole más placer.
El deseo en su voz no pasó inadvertido. Los cálidos y húmedos labios de Hiei se cerraron sobre uno de los pezones, torturando al otro con los dedos. Su lengua acarició con insistencia aquella zona tan sensible, hasta que Kurama tuvo un pequeño espasmo de gozo. Entonces se retiró para cambiar de lado. Kurama gimió, retorciéndose, mientras trataba de abrirse paso entre la nube de placer en la que Hiei le había sumido para tirar de la bufanda blanca. Sus dedos dieron con el cierre de la capa, y luchó con él con impaciencia, hasta que la prenda cayó, deslizándose sobre los hombros de su amante con un sensual siseo.
Era una lenta y exquisita tortura sentir a Hiei moviéndose sobre su pecho, los labios posándose casi imperceptiblemente sobre él, lamiéndole, haciéndole estremecer, dejando un rastro húmedo por donde quiera que pasaban. Kurama estiró de la camiseta de Hiei para sacarla de los pantalones. Su amante tuvo que levantar los brazos para que se la quitara. Sus manos se desplazaron inmediatamente para desabrochar los pantalones del koorime, gimiendo mientras Hiei tiraba de su propia ropa, hasta que los dos estuvieron deliciosamente desnudos el uno contra el otro, el calor de sus cuerpos enviando sacudidas de una intensa felicidad a través del cuerpo de Kurama, directamente hacia sus ingles.
Las manos que habían estado jugando con sus pezones bajaron, deteniéndose para acariciar los firmes músculos de su abdomen. Hiei bajó la cabeza y Kurama vio como una pequeña lengua rosa se hundía en su ombligo. Jadeó. Aquel contacto estaba produciendo pequeñas explosiones de necesidad de algo más que le hacían estremecer. Su mente se iba quedando en blanco poco a poco, hasta que todo lo que podía ver y sentir era a Hiei, Hiei acariciándole, Hiei recorriendo su cuerpo y besándole en todos aquellos puntos que abrían las puertas del placer, arqueándose hacia Hiei y agarrando los enmarañados mechones del cabello del demonio de fuego, empujando su cabeza hacia abajo, dirigiéndole hacia aquel ardiente dolor que crecía entre sus piernas.
- Aaaaah - Jadeó otra vez, cuando aquella boca húmeda y caliente, tan llena de promesas, bajó un poco más para depositar más besos en los tensos músculos de sus muslos. Podía sentir el sedoso tacto de las manos de Hiei moviéndose despacio desde su estómago hasta llegar a la carne endurecida., rozándola con la punta de los dedos. Escuchó el grave ronroneo del demonio de fuego, sintió el cosquilleo de su respiración en su ingle. Kurama se estremeció. Era demasiado. Demasiado placer para soportarlo.
- Hiei. . . Por favor. . . - Suplicó, en un desesperado susurro.
De repente, el peso había desaparecido, también las manos que le acariciaban y los suaves labios. Kurama buscó en la oscuridad, los ojos abiertos al máximo, esperando que el youkai no hubiera decidido largarse y dejarle a medias de todo aquello. Volvió a tumbarse contra el colchón cuando Hiei se recostó de nuevo sobre él, ejerciendo una suave y cuidadosa presión, de nuevo sus manos descansando sobre el pecho de Kurama, acariciando la piel cubierta de una ligera capa de sudor, besando suavemente el hueco de la garganta de su amante, lamiendo y saboreando, disfrutando del sabor del sudor que atrapaba su lengua. Se echó hacia atrás, deslizando las manos por el dorso de las rodillas de Kurama, levantándolas. El zorro tuvo que apoyar las piernas sobre los hombros de Hiei, suspirando de placer al sentir los avances del youkai. Obligó a Hiei a acercarse más, hasta que la punta de la erección de su amante quedó dulcemente colocada en la entrada de su cuerpo.
- ¿Kurama? - Hiei jadeó, dándose cuenta por fin, de lo que de verdad deseaba, consciente de que iba a tomar el control de su zorro, y que este le iba a entregar lo mejor de sí mismo. Se lo iba a entregar a él. . . a él. . . Kurama se estaba entregando a sí mismo, todo lo que era, a ÉL.
- Sí, Hiei. . . - La descarnada necesidad en aquella voz ronca y jadeante era casi dolorosa - Tómame. . .
Hiei gimió imperceptiblemente ante el sonido de aquella voz. Los ojos escarlata se entrecerraron mientras se introducía despacio, cuidadosamente, en el cuerpo de Kurama. El zorro emitió un sonido entre un sollozo y un grito, abrazándose a Hiei, ahogando los sonidos que pudieran salir de su boca contra los hombros de su amante. "Joder, eso duele. . ." Pero Hiei era tan cuidadoso. . . Los dulces besos con los que cubrió su cara, las caricias de su lengua en la oreja de Kurama y su cálido aliento sobre su piel, le distraían maravillosamente de las punzadas de dolor que causaba la penetración.
Hiei hizo una pausa para dejar que Kurama se acostumbrara a la intromisión. Dios, Kurama era tan estrecho. . . Deseaba moverse desesperadamente, pero temía lastimar a su zorro, temía que cualquier movimiento demasiado brusco por su parte invocara los horribles recuerdos que Kurama estaba tratando de contener.
El zorro alzó las caderas, arqueándose, intentando que Hiei empujara más, sentirle más profundamente dentro de él. El dolor poco a poco era sustituido por tremendas oleadas de placer que le hacían sacudirse y le dejaban completamente indefenso ante los avances del koorime. Un profundo gemido amenazaba con salir de su garganta, pero Hiei le cubrió la boca con la suya. Simultáneamente, se retiró un poco y empujó otra vez, siempre con la misma suave presión que tenía a Kurama extasiado, temblando cada vez más. Quería más, más rápido y más fuerte. Y lo quería ya.
- ¡Hi-Hiei!
Hiei salió casi completamente y volvió a empujar, haciendo que Kurama se arqueara otra vez, gimiendo. Las piernas de Kurama se cerraron tras su espalda, haciendo que se introdujera más profundamente, apretándose contra él, su cálida y dura erección presionada entre los dos cuerpos temblorosos. El mundo entero se condensó en un solo punto, desvaneciéndose ante sus ojos. Hiei dio otra sacudida más fuerte, sintiendo una tormenta de emociones poseyéndole, intuyendo que algo más intenso estaba a punto de llegar mientras el lazo de las piernas le atraía hacía el interior de aquel dulce y suplicante cuerpo. Desesperadamente, su mano bajó hasta la erección de Kurama. Sus dedos se cerraron sobre la carne temblorosa, apretando.
Kurama jadeaba sobre su hombro, rojos mechones empapados de sudor pegados a su hermoso y ruborizado rostro, su pecho subía y bajaba luchando por respirar mientras intentaba alcanzar aquel maravilloso alivio, tratando de proporcionar a Hiei el mismo éxtasi que él buscaba. Las caderas de Hiei le golpearon en una brusca sacudida, haciéndole temblar y sollozar.
- Ahora. . . - Suplicó, apretándose contra su amante, gimiendo mientras Hiei tocaba algo dentro de él que, inevitablemente, le elevó más allá de las palabras.
Aquello que Hiei tenía en la mano latió, temblando violentamente mientras Kurama trataba de ahogar un grito, abrazando a Hiei todavía más fuerte, y los dos pudieron sentir como una corriente de infinito e incontenible éxtasis les atrapaba en su dulce sopor. Kurama sintió el cálido líquido de Hiei derramándose dentro de él y se agarró fuertemente al demonio de fuego ante la violencia de su propia explosión.
Los dos cuerpos se apretaron el uno contra el otro, muy fuerte, durante largos y maravillosos instantes. Finalmente, Kurama se desplomó sobre el futón, débil y exhausto. Hiei dio unas cuantas sacudidas más, apretando más, introduciéndose más, antes de retirarse, sus ojos escarlata todavía aturdidos por la explosión de pasión.
Juntos, se tumbaron el uno junto al otro, bebiendo de aquel sentimiento de satisfacción entre la penumbra de la habitación, antes de que Hiei se estirara un poco y cogiera la manta para extenderla sobre los dos. Estrechó posesivamente a Kurama entre sus brazos, besó los párpados cerrados del zorro, apoyando la cabeza de Kurama sobre su hombro, y escondió la cara entre la fragante melena pelirroja.
Su último pensamiento antes de quedarse dormido fue una extrañamente filosófica reflexión sobre lo inadecuadas que resultaban las palabras para explicar el significado de lo que es la posesión.
- Ai shiteru, Kurama.
~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ ~~
Ya está¡¡¡¡ Al fin se acabó el sufrimiento y la parejita podrá ser feliz ^^
Q sepáis que me lo he pasado muy bien traduciendo este fic. Espero q halláis disfrutado tanto como yo. AH¡¡¡ Y debéis saber q vuestros rw me han animado mucho y han sido un gran estímulo.
Esto es todo. De momento UAAAAAA JA JA JA JAAAAAAA
Hasta la próxima¡¡¡¡¡ ^_^
Kurama suspiró con alivio mientras cerraba la puerta tras de sí. Había sido un día muy largo, tratando de convencer a su okaasan y al médico del hospital de que tenerlo encerrado durante más tiempo en la habitación era peor que darle el alta. Al menos podía estar agradecido de que no quedaran marcas en su cuerpo de la terrible experiencia que había sufrido, de lo contrario, hubiera sido necesario algo más que la persuasiva Shizuru para convencer a kaasan de que no había sido nada más que una leve intoxicación. Se preguntó porqué le habían llevado al hospital si Yukina y Genkai hubieran podido curarle ellas mismas, ya que la heridas que le había provocado la explosión de ki no eran demasiado serias. Bueno, tendría que preguntárselo a su "salvador" si quería enterarse.
Un destello de youki y el murmullo de las cortinas anunciaron la llegada de Hiei. Kurama no supo si alegrarse de que Hiei se hubiera dignado a volver, o nervioso porque eso podía significar que venía a comunicarle que no deseaba su amor. Cortado, bajó la cabeza y se dirigió al armario para coger una muda limpia, fingiendo que no había visto al inesperado visitante.
- Hn - Dijo Hiei, perfectamente consciente de que la intención de Kurama no era ni mucho menos ignorarle, sino forzarle a dar el primer paso. Bien, pues ya lo había hecho. Todos contentos.
El zorro se volvió, con un pijama en las manos y sonriendo débilmente al demonio de fuego.
- Hola Hiei.
El koorime se quedó quieto en el alfeizar. Sus brillantes ojos rubí parecían estar esperando a que Kurama dijera algo más que el consabido saludo.
Kurama volvió a colocar el pijama en el cajón. Se quitó el elástico con el que se había recogido el pelo en una cola de caballo, algo que le hacía tener un aspecto inusual. El médico le había recomendado cortarse el pelo, alegando que "absorbía demasiados nutrientes". Tal era la explicación que daba a su visible pérdida de peso. Era consciente de que debía de tener un aspecto muy frágil, después de todo lo que había pasado. Lo que el buen hombre no sabía era que el pelo no tenía nada que ver con lo demacrado que estaba, o con su depresión. Por suerte, su kasaan se había negado en redondo, evitando así que su preciosa melena rojiza tuviera un triste final entre unas tijeras quirúrgicas.
- Hiei - Empezó, temeroso de decir las palabras equivocadas y alejar de él otra vez al demonio de fuego como la última vez, en las mazmorras de Yomi - Hiei, quería agradecerte. . .
- ¿Hn? - Hiei parecía confuso. La sonrisa de Kurama languideció durante una fracción de segundo, pero se esforzó por retenerla.
- Por. . . Bueno, por intentar vengarte de Yomi por mí - Suspiró - No creo que hubiera tenido valor para estar cara a cara con él otra vez, ni siquiera para matarle.
El youkai ladeó la cabeza, incrédulo. ¿Youko Kurama sin valor suficiente para matar? Por todos los diablos, el zorro podía ser incluso más despiadado que ÉL a la hora de torturar a sus enemigos.
Kurama hizo una pausa, sonrojándose al sentir la intensa mirada de Hiei sobre él.
- Y. . . por salvarme la vida. Mukuro me dijo que reemplazaste el ki que le transferí a Shura con el tuyo. Seguro que hubiera muerto de no ser. . . de no ser por ti.
- ¿Por mí? - Repitió Hiei, cínico. Al final iba a resultar que el zorro se había vuelto loco con todas aquellas tonterías sentimentales sobre el amor.
Kurama sentía un calor insoportable en sus mejillas. No sabía por qué estaba tan nervioso. ¡No era ni mucho menos la primera vez que intentaba acercarse a Hiei!
- Bueno, sí. Me salvaste la vida. Hubiera muerto de haberme quedado sin nada de ki, pero tú me salvaste.
- Hn - La respuesta habitual, pero Kurama había aprendido a ver más allá de la mirada fría de aquellos ojos color sangre. Siempre había deseado retener aquellos ojos fijos en él, tan profundos, tan intensos e inexorables, tan hermosos; esperando descubrir aunque fuera una mínima grieta en las murallas que Hiei había alzado entre él y el resto del mundo para protegerse. . . Esperó a que fuera Hiei el que continuara.
Hiei se revolvió, incómodo. Ya se sabía el guión, lo había repasado mentalmente una y otra vez desde aquella noche, cuando por fin estuvo seguro de que Kurama estaba a salvo en el hospital ningen. Había tomado una decisión. Iba a aceptar al zorro, iba a ofrecerle lo que, por las miradas que siempre le había dedicado, deseaba tener, lo que el mismo Hiei deseaba y que nunca, jamás en su vida, había tenido. Pero, ¡joder!, costaba hacer salir las palabras, especialmente ahora que, inexplicablemente, su garganta había dejado de funcionar. Y Kurama ahí, sonriéndole pacientemente, las joyas de sus ojos verdes, brillantes y confiados, se posaron sobre Hiei casi con adoración. . . Si le fallaba al zorro una vez más, Hiei no se lo perdonaría jamás.
- Kitsune. . . - ¿Qué podía decir? ¿"Te quiero"? Eso ya lo había dicho, una vez, cuando el zorro estaba profundamente dormido. Pero. . . oh, aquello no era suficiente, ya no valía para expresar el torrente de emociones que le invadían. El pelirrojo bishounen había conseguido, de alguna manera, seducirle con su belleza, su callado aplomo, su privilegiada inteligencia y racionalidad, todas las cualidades que Hiei no poseía. ¿"Te necesito"? Si lo que llaman necesidad fuera una gota de agua, Hiei se estaría ahogando en un océano. Decir que le necesitaba no alcanzaría a explicar las punzadas que sentía en su pecho cada vez que el zorro se encontraba en algún tipo de peligro, no podría explicar su casi enfermiza, febril urgencia por proteger, por abrazarle, por hacerle feliz, por perderse en los luminosos ojos del kitsune. . . ¿"Te deseo"? Que forma tan vulgar de decir que estaría dispuesto a hacer lo que fuera, asesinar, robar, dejarse matar. . . incluso suplicar, por encontrarse entre sus brazos, por encontrarse una vez más bajo la mirada de aquellos ojos que adoraba, y sentir de nuevo aquellos tiernos y sensuales labios sobre los suyos. Deseo, necesidad, amor. . . tan sólo eran palabras, palabras que no podía esperar que expresaran el repentino tumulto de emociones que le rasgaban por dentro y que sabía que ya no iban a soltarle. No había manera de encontrar la respuesta que estaban esperando aquellos ojos. "Maldito seas, Kurama" Pero, tal vez. . .
Hubo un leve movimiento de aire y Kurama empezó a pensar que tal vez Hiei se hubiera asustado. Le había asustado con su falta de tacto, por haber pronunciado las palabras que le dejaban indefenso ante la inesperada intromisión de sentimientos en su frío corazón. Ya volvía a sentir aquel maldito picor en los ojos. Había sido una idea completamente estúpida decirle a alguien como Hiei - ¡Hiei! - que estaba enamorado de él.
Su respiración se cortó y sintió una presión en el pecho. Se preguntó si sus pulmones se negaban a seguir funcionando a causa de la indescriptible tristeza que le invadía. "Hiei. . ."
Un ligero cosquilleo en la punta de la nariz le trajo de vuelta a la realidad. Fuertes brazos le sujetaban tenazmente, algo que le sorprendió y complació al mismo tiempo. Sentía una calida y acelerada respiración a su lado. Kurama bajó la cabeza y se encontró con los sedosos mechones del desordenado cabello de Hiei. El demonio de fuego se aferraba a él como si todo lo demás hubiera dejado de existir a su alrededor y lo único que existiera fuese Kurama, quieto a su lado, paralizado y permitiendo que Hiei le abrazara igual que le abrazó aquella noche, en el templo de Genkai.
- ¿Hiei. . .? - La voz le temblaba tanto como las rodillas. Lo único que le mantenía derecho eran los brazos del koorime.
El demonio de fuego se separó ligeramente, alzando su cara expectante hacia la de Kurama. Los ojos del youko se abrieron al máximo y las lágrimas se abrieron paso pese a los esfuerzos del zorro por contenerlas, deslizándose por su hermoso y perfectamente esculpido rostro.
- ¿Kurama? - Los ojos escarlata buscaban una explicación - ¿Por qué lloras?
El zorro suspiró, se ruborizó y otra lágrima se le escapó por el rabillo del ojo. La ignoró. Un escalofrío recorrió su cuerpo, haciéndole temblar y que se apoyara más en Hiei. El demonio de fuego levantó una mano y le acarició la cara, forzándole suavemente a bajar la cabeza, de manera que estaban casi nariz con nariz. El youko cayó de rodillas, apoyando la cabeza sobre los fuertes y musculosos hombros de Hiei, ahogando un sollozo entre los pliegues de la suave bufanda blanca.
- ¿Kurama? - Hiei empezaba a inquietarse, casi a preocuparse. Kurama podía sentir su nerviosismo con el contacto de sus cuerpos, pero no se apartó. A través de la nube de confusión que le rodeaba, notó como Hiei levantaba un brazo cautelosamente para rodearle el cuello.
- Porque te quiero - El susurro de su promesa de amor. Era la tercera vez que lo decía, la única en la que obtendría una respuesta - Te quiero, Hiei.
Un profundo suspiro sacó al demonio de fuego del estado de shock en el que le había sumido el placer. Sí, no era la primera vez que Kurama pronunciaba aquellas malditas palabras, pero nunca le habían parecido tan tranquilizadoras, tan envolventes y tan. . . bueno, tan amorosas, simplemente. De repente no era capaz de controlarse, puso una mano bajo la barbilla del zorro y le hizo levantar la cara hacia él. La humedad de las lágrimas había dejado unas marcas brillantes en sus pálidas y hundidas mejillas. Tan hermoso. . . le dolía ver aquella belleza presa del dolor.
Tímidamente, casi dudando, besó aquellas lágrimas. Su salado y cálido sabor se extendió sobre sus labios como una fiera llamarada, sintió como si un extraño fuego le devorara, más ardiente que el que él mismo hubiera invocado jamás, contrastando con los escalofríos que corrían a lo largo de su espalda.
En un primer momento, Kurama se puso tenso. El sedoso contacto de los labios de Hiei sobre los suyos le asustó, el doloroso y demasiado fresco recuerdo de YOMI besándole le producía un profundo dolor en el pecho. Pero se relajó cuando las rudas, aunque sorprendentemente suaves manos de Hiei le acariciaron, sin exigir nada, tan sólo reconfortándole, tal vez consciente de lo que había sufrido. Cálidos dedos acariciaron tímidamente su nuca. Cerró los ojos y permitió que aquellos tiernos labios recorrieran las marcas que habían dejado las lágrimas en su cara.
Las dulces atenciones de Hiei continuaron hasta que sus mejillas estuvieron completamente secas. EL youkai examinó el rostro del zorro para ver cómo le había quedado, sus ojos brillando de placer.
- No llores más - Ordenó, retirando los mechones de cabello rojo que caían sobre los ojos del zorro. Más lágrimas se acumularon en aquellos ojos - Kurama. . .
Los ojos del kitsune se posaron abruptamente sobre él, dos profundas lagunas verdes que hacían que Hiei se ahogara en un mar de deseo, de amor, de necesidad. Las mismas emociones que no había sabido expresar. . . excepto quizás. . . quizás. . .
- Itooshi - Murmuró el zorro, inclinándose hacia delante, sus labios sensuales rozando los de Hiei, como la caricia de las alas de una mariposa. Una oleada de calor se extendió por el cuerpo del demonio de fuego.
Un pequeño sollozo implorante se escapó de la boca de Kurama y Hiei la cubrió con otro beso, esta vez con la boca abierta, su lengua recorrió la cálida boca de Kurama en una suave caricia, siempre atento al estado emocional de zorro. Era la primera vez que besaba a alguien así.
La lengua de Kurama empezó a moverse para luchar con la de Hiei, deseando borrar cualquier resto de la fiereza de Yomi que pudiera quedar en su mente. Un gemido surgió de la garganta de Hiei, yendo a parar al interior de la boca de Kurama, mientras el zorro le dejaba tomar el control del beso.
- Kurama. . .
El zorro gimió cuando los brazos de Hiei se cerraron alrededor de su cintura, cálidas manos acariciaban su espalda por encima de la ropa, enviando destellos de placer a través de todo su cuerpo, completamente dócil ya a las caricias cada vez más ardientes del koorime. ¡Dios, cómo lo deseaba! Como quería sentir aquellos brazos sujetándole, atrapándole con su fiero deseo, deseaba aquellos labios sobre los suyos, sobre su cuerpo, que le dieran placer sin ningún tipo de reserva. Cómo deseaba aquel consuelo, aquella confirmación de que Hiei le amaba, de que le amaba a pesar de lo que había pasado con Yomi. Podría hacerlo. . . por Hiei. . . LO HARÍA. . . tan solo si él se lo pedía. . . si se lo pedía. . .
Hiei se separó casi abruptamente, arrancando un gemido de deseo insatisfecho del kitsune, que estaba, inevitablemente, jadeando por falta de aire. Unos brillantes ojos verdes le observaban con curiosidad, medio cerrados.
- Kurama. . . - No acabó la frase. El nombre quedó flotando en el aire. ¿Cómo podría decirlo? ¿Cómo podía tan siquiera pensar en. . . en. . . sabiendo por lo que había tenido que pasar el kitsune? - Kurama, yo. . .
El zorro se le quedó mirando, mostrando su silenciosa conformidad.
- Sí, Hiei. . . - Y Hiei sintió como casi se le paraba el corazón cuando el zorro mordió sus labios, desesperado por superar su reciente y traumática experiencia a favor de aquella nueva sensación - Yo. . . Por favor, ayúdame a olvidar. . .
Suaves labios se posaron sobre los suyos, haciéndole callar, silenciando sus miedos, y haciéndole silenciosas promesas que, esta vez, estaba seguro de que se cumplirían. Hiei le pasó un brazo por detrás de los hombros, el otro por detrás de las rodillas y levantó al zorro en brazos. Todo el rato sus labios saborearon, calmaron y reconfortaron a Kurama.
Le acostó tiernamente sobre el futón, interrumpiendo el beso para apartar, con una caricia, los mechones cobrizos que caían sobre su cara. Kurama cerró los ojos al contacto de aquellas suaves manos. Quería. . . necesitaba sentir el cuerpo de Hiei contra el suyo, que le tomara y le hiciera suyo.
- ¿Kurama? - La pregunta se escuchó una vez más, mientras notaba como unas manos descendían para desabrochar su camisa.
Su única respuesta fue una pequeña señal de conformidad con la cabeza. Hiei dudaba. . . Kurama se enderezó un poco para besarle mientras el youkai lentamente se colocaba sobre él, el calor de su cuerpo emanando oleadas de deseo que el zorro ni siquiera sabía que era capaz de sentir.
El fuego corría por las venas de Hiei. Descendió para disfrutar una vez más del sabor de su zorro. SU zorro. Sus labios ascendieron desde la boca para besar los párpados cerrados, la línea de la ceja y su perfecta nariz. Describió con sus labios un camino desde las ahora ruborizadas mejillas del zorro hasta su oreja derecha, introdujo la lengua en los intrincados recodos, dándose tiempo para disfrutar de su sabor. La dulce piel de Kurama emanaba cada vez más calor bajo sus caricias y eso le estimulaba enormemente.
- Hiei. . . - El ruego sofocado y el sonido cristalino de aquella hermosa voz, como el susurro de una suave brisa, corrió como una descarga eléctrica por todo su cuerpo. Entonces se dio cuenta de que no necesitaba experiencia para complacer a su zorro. Kurama estaría satisfecho con lo que él le ofreciera.
"Confiar. . .", pensó una porción de su mente que aún se mantenía fría. "¿Podré entregarme tan ciegamente con él lo hace, sabiendo que eso podría debilitarme seriamente, que ahora, no sólo tendré que cuidar de mí mismo sino que también deberé protegerle a él?" Un rápido vistazo al rostro del zorro, extasiado de placer, y cualquier rastro de duda que pudiera quedar en su mente, desapareció, al darse cuanta de que haría lo que fuera por ver otra vez esa expresión en la cara de su amante.
Amante. Sí, la palabra sonaba bastante bien y le quedaba perfecta a su zorro. Kurama era su amante.
Decidió apartar de su cabeza cualquier otra reflexión con la que pudiera distraerse. Bajó un poco para posar sus labios sobre el cuello arqueado de Kurama, devorándolo con el fuego de las emociones que le habían estado quemando por dentro aquellos últimos días.
Kurama ladeó la cabeza, dejando el cuello a merced de la succión de los labios de Hiei. En algún lugar de su mente, perdida entre la fantasía y la realidad, notó como se desabrochaba el cuello de su camisa, dejando su piel expuesta al frío aire de la noche, un brusco contraste con las ardientes caricias del koorime. Los labios de Hiei se movían despacio, suavemente, desde el cuello hasta esa porción de piel tan sensible que lo une con los hombros, y chupó con cuidado, la punta de sus colmillos apenas rozando aquella piel tan delicada. Kurama ronroneó de placer. Más. Quería más.
Abrió los ojos sobresaltado cuando la succión se volvió violenta y los dientes se cerraron sobre su piel. Los colmillos se clavaron casi con voracidad, haciendo brotar sangre. Hiei retrocedió y lamió los pequeños puntos rojos en una silenciosa disculpa. Se levantó y miró fijamente a Kurama, los labios apretados.
- Nadie se atreverá a volver a tocarse nunca más. Antes tendrán que matarme - Declaró, sus ojos brillando fieramente sobre la cara del kitsune, extasiada de placer. Kurama abrió los ojos desconcertado, pero inevitablemente regocijado. Hiei le estaba haciendo una promesa para toda la vida, y sabía que aquello le resultaba muy difícil, teniendo en cuenta la preferencia del koorime por la soledad.
Hiei dejó su promesa flotando en el aire y continuó con su propósito original. Apartando la camisa de la enfebrecida piel del youko, esparció ardientes besos sobre el cálido y blanco torso, sus manos acariciando la tersura del pecho de Kurama.
- Hi-Hiei. . . - Jadeó, excitándose ante las caricias del youkai, que poco a poco le estaban enloqueciendo, arqueándose, haciendo lo que hiciera falta para conseguir lo que deseaba, lo que fuera con tal de sentir aquellos labios otra vez contra su piel, con más fuerza, proporcionándole más placer.
El deseo en su voz no pasó inadvertido. Los cálidos y húmedos labios de Hiei se cerraron sobre uno de los pezones, torturando al otro con los dedos. Su lengua acarició con insistencia aquella zona tan sensible, hasta que Kurama tuvo un pequeño espasmo de gozo. Entonces se retiró para cambiar de lado. Kurama gimió, retorciéndose, mientras trataba de abrirse paso entre la nube de placer en la que Hiei le había sumido para tirar de la bufanda blanca. Sus dedos dieron con el cierre de la capa, y luchó con él con impaciencia, hasta que la prenda cayó, deslizándose sobre los hombros de su amante con un sensual siseo.
Era una lenta y exquisita tortura sentir a Hiei moviéndose sobre su pecho, los labios posándose casi imperceptiblemente sobre él, lamiéndole, haciéndole estremecer, dejando un rastro húmedo por donde quiera que pasaban. Kurama estiró de la camiseta de Hiei para sacarla de los pantalones. Su amante tuvo que levantar los brazos para que se la quitara. Sus manos se desplazaron inmediatamente para desabrochar los pantalones del koorime, gimiendo mientras Hiei tiraba de su propia ropa, hasta que los dos estuvieron deliciosamente desnudos el uno contra el otro, el calor de sus cuerpos enviando sacudidas de una intensa felicidad a través del cuerpo de Kurama, directamente hacia sus ingles.
Las manos que habían estado jugando con sus pezones bajaron, deteniéndose para acariciar los firmes músculos de su abdomen. Hiei bajó la cabeza y Kurama vio como una pequeña lengua rosa se hundía en su ombligo. Jadeó. Aquel contacto estaba produciendo pequeñas explosiones de necesidad de algo más que le hacían estremecer. Su mente se iba quedando en blanco poco a poco, hasta que todo lo que podía ver y sentir era a Hiei, Hiei acariciándole, Hiei recorriendo su cuerpo y besándole en todos aquellos puntos que abrían las puertas del placer, arqueándose hacia Hiei y agarrando los enmarañados mechones del cabello del demonio de fuego, empujando su cabeza hacia abajo, dirigiéndole hacia aquel ardiente dolor que crecía entre sus piernas.
- Aaaaah - Jadeó otra vez, cuando aquella boca húmeda y caliente, tan llena de promesas, bajó un poco más para depositar más besos en los tensos músculos de sus muslos. Podía sentir el sedoso tacto de las manos de Hiei moviéndose despacio desde su estómago hasta llegar a la carne endurecida., rozándola con la punta de los dedos. Escuchó el grave ronroneo del demonio de fuego, sintió el cosquilleo de su respiración en su ingle. Kurama se estremeció. Era demasiado. Demasiado placer para soportarlo.
- Hiei. . . Por favor. . . - Suplicó, en un desesperado susurro.
De repente, el peso había desaparecido, también las manos que le acariciaban y los suaves labios. Kurama buscó en la oscuridad, los ojos abiertos al máximo, esperando que el youkai no hubiera decidido largarse y dejarle a medias de todo aquello. Volvió a tumbarse contra el colchón cuando Hiei se recostó de nuevo sobre él, ejerciendo una suave y cuidadosa presión, de nuevo sus manos descansando sobre el pecho de Kurama, acariciando la piel cubierta de una ligera capa de sudor, besando suavemente el hueco de la garganta de su amante, lamiendo y saboreando, disfrutando del sabor del sudor que atrapaba su lengua. Se echó hacia atrás, deslizando las manos por el dorso de las rodillas de Kurama, levantándolas. El zorro tuvo que apoyar las piernas sobre los hombros de Hiei, suspirando de placer al sentir los avances del youkai. Obligó a Hiei a acercarse más, hasta que la punta de la erección de su amante quedó dulcemente colocada en la entrada de su cuerpo.
- ¿Kurama? - Hiei jadeó, dándose cuenta por fin, de lo que de verdad deseaba, consciente de que iba a tomar el control de su zorro, y que este le iba a entregar lo mejor de sí mismo. Se lo iba a entregar a él. . . a él. . . Kurama se estaba entregando a sí mismo, todo lo que era, a ÉL.
- Sí, Hiei. . . - La descarnada necesidad en aquella voz ronca y jadeante era casi dolorosa - Tómame. . .
Hiei gimió imperceptiblemente ante el sonido de aquella voz. Los ojos escarlata se entrecerraron mientras se introducía despacio, cuidadosamente, en el cuerpo de Kurama. El zorro emitió un sonido entre un sollozo y un grito, abrazándose a Hiei, ahogando los sonidos que pudieran salir de su boca contra los hombros de su amante. "Joder, eso duele. . ." Pero Hiei era tan cuidadoso. . . Los dulces besos con los que cubrió su cara, las caricias de su lengua en la oreja de Kurama y su cálido aliento sobre su piel, le distraían maravillosamente de las punzadas de dolor que causaba la penetración.
Hiei hizo una pausa para dejar que Kurama se acostumbrara a la intromisión. Dios, Kurama era tan estrecho. . . Deseaba moverse desesperadamente, pero temía lastimar a su zorro, temía que cualquier movimiento demasiado brusco por su parte invocara los horribles recuerdos que Kurama estaba tratando de contener.
El zorro alzó las caderas, arqueándose, intentando que Hiei empujara más, sentirle más profundamente dentro de él. El dolor poco a poco era sustituido por tremendas oleadas de placer que le hacían sacudirse y le dejaban completamente indefenso ante los avances del koorime. Un profundo gemido amenazaba con salir de su garganta, pero Hiei le cubrió la boca con la suya. Simultáneamente, se retiró un poco y empujó otra vez, siempre con la misma suave presión que tenía a Kurama extasiado, temblando cada vez más. Quería más, más rápido y más fuerte. Y lo quería ya.
- ¡Hi-Hiei!
Hiei salió casi completamente y volvió a empujar, haciendo que Kurama se arqueara otra vez, gimiendo. Las piernas de Kurama se cerraron tras su espalda, haciendo que se introdujera más profundamente, apretándose contra él, su cálida y dura erección presionada entre los dos cuerpos temblorosos. El mundo entero se condensó en un solo punto, desvaneciéndose ante sus ojos. Hiei dio otra sacudida más fuerte, sintiendo una tormenta de emociones poseyéndole, intuyendo que algo más intenso estaba a punto de llegar mientras el lazo de las piernas le atraía hacía el interior de aquel dulce y suplicante cuerpo. Desesperadamente, su mano bajó hasta la erección de Kurama. Sus dedos se cerraron sobre la carne temblorosa, apretando.
Kurama jadeaba sobre su hombro, rojos mechones empapados de sudor pegados a su hermoso y ruborizado rostro, su pecho subía y bajaba luchando por respirar mientras intentaba alcanzar aquel maravilloso alivio, tratando de proporcionar a Hiei el mismo éxtasi que él buscaba. Las caderas de Hiei le golpearon en una brusca sacudida, haciéndole temblar y sollozar.
- Ahora. . . - Suplicó, apretándose contra su amante, gimiendo mientras Hiei tocaba algo dentro de él que, inevitablemente, le elevó más allá de las palabras.
Aquello que Hiei tenía en la mano latió, temblando violentamente mientras Kurama trataba de ahogar un grito, abrazando a Hiei todavía más fuerte, y los dos pudieron sentir como una corriente de infinito e incontenible éxtasis les atrapaba en su dulce sopor. Kurama sintió el cálido líquido de Hiei derramándose dentro de él y se agarró fuertemente al demonio de fuego ante la violencia de su propia explosión.
Los dos cuerpos se apretaron el uno contra el otro, muy fuerte, durante largos y maravillosos instantes. Finalmente, Kurama se desplomó sobre el futón, débil y exhausto. Hiei dio unas cuantas sacudidas más, apretando más, introduciéndose más, antes de retirarse, sus ojos escarlata todavía aturdidos por la explosión de pasión.
Juntos, se tumbaron el uno junto al otro, bebiendo de aquel sentimiento de satisfacción entre la penumbra de la habitación, antes de que Hiei se estirara un poco y cogiera la manta para extenderla sobre los dos. Estrechó posesivamente a Kurama entre sus brazos, besó los párpados cerrados del zorro, apoyando la cabeza de Kurama sobre su hombro, y escondió la cara entre la fragante melena pelirroja.
Su último pensamiento antes de quedarse dormido fue una extrañamente filosófica reflexión sobre lo inadecuadas que resultaban las palabras para explicar el significado de lo que es la posesión.
- Ai shiteru, Kurama.
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Ya está¡¡¡¡ Al fin se acabó el sufrimiento y la parejita podrá ser feliz ^^
Q sepáis que me lo he pasado muy bien traduciendo este fic. Espero q halláis disfrutado tanto como yo. AH¡¡¡ Y debéis saber q vuestros rw me han animado mucho y han sido un gran estímulo.
Esto es todo. De momento UAAAAAA JA JA JA JAAAAAAA
Hasta la próxima¡¡¡¡¡ ^_^
