Lo que es y lo que nunca debió ser

Capitulo 2: Miedo

La fría neblina empapaba con su esencia  la oscura túnica que cubría al inexperto profesor de pociones. Una larga semana había transcurrido desde aquel sueño en que vio su pasado; y desde entonces no tenía la fuerza para estar en la misma habitación que el Director de la escuela.

Todo dentro de si era vergüenza. Si antes odiaba a las personas, si antes odiaba su alrededor, ahora se odiaba a si mismo. Él quería hablar con Dumbledore… pedirle su ayuda y consejo, ¿pero cómo? ¿Cómo admitir todas aquellas atrocidades que había cometido? ¿Cómo decirlas en voz alta? A su exterior… Y si reunía el valor suficiente, ¿Qué haría Dumbledore? ¿Lo rechazaría? ¿Lo odiaría?

Severus sentía que la única persona que realmente se preocupaba por él y le tenía simpatía era el Director. Él no quería que eso cambiara. Tenía miedo.

Tenía miedo de que la única calidez que había sentido en su vida le fuera arrebatada por su propia estupidez. Él sabía, muy bien sabía que lo que le ocurría era porque lo había permitido.

Y entonces… si iba con Dumbledore y a pesar de que éste no lo echara, ¿Qué pasaría si Voldemort se enteraba? Él no se debía enterar. Severus quería ser libre. Quería vivir, mas no quería morir.

Su desayuno estaba helado, pero no le importaba; estaba demasiado ocupando pensando en lo que haría que lo que ocurría frente a sus ojos carecía de importancia. No se había dado cuenta que una pequeña lechuza violeta estaba a su lado, tratando de llamar su atención ya que tenía un comunicado que hacerle. Después de mucho insistir, el ave consiguió llamar su atención y Severus volteó molesto de que sus pensamientos se vieran cortados tan bruscamente por una tontería. Tomó el índigo papelito de la lechuza la cual inmediatamente emprendió el vuelo a lo alto del castillo. Severus leyó:

Profesor Snape:

      Necesito hablar urgentemente con usted, ¿sería tan amable de venir a mi oficina después de la comida? Lo estaré esperando.

Albus Dumbledore

Respiró profundamente y tragó saliva. Sus manos comenzaron a temblar ligeramente. ¿Por qué y de qué quería hablar el Director Dumbledore con él? ¿Por qué esa informalidad? ¿Habría descubierto que era un Mortífago? ¿Lo sacaría del Colegio? ¿Lo llevaría al Ministerio de Magia? Quizás solamente se había preocupado porque no lo había visto en el Gran Comedor últimamente… sí, quizás solo eso.

El resto de su congelado desayuno terminó en el contenedor de basura. Se puso de pie abruptamente y entró al Colegio. Estaba cálido, pero él seguía gélido. Bajó a las mazmorras, donde se encontraba su salón de clases. No sabía por qué pero había algo acerca del frío que le gustaba; quizás era simplemente porque él así era, tan frío e insensible como el invierno.

La mitad de la clase ya lo estaba esperando. Entró, los observó y continuó con su camino hacia su oficina. Revisó su programa, tomó unos cuantos frascos y salió de nuevo al salón de clases que ahora estaba completo. Todos guardaban un impecable silencio que terminó a la llegada del profesor, todos lo miraban directamente, pero a él le parecía que todas las miradas lo cruzaban, como si fuera invisible, como si observaran la pizarra que se encontraba en su espalda. Dio un giro a la varita y en el pizarrón comenzaron a aparecer letras, nombres de hierbas, cantidades y horarios; comenzó a explicar la clase monótonamente pasando entre los alumnos los cuales temblaban cada vez que él se aproximaba. ¿Por qué temblaban? ¿Por el miedo que causaba tenerlo tan cerca o por el frío que irradiaba? Se sintió muerto.

Dos horas pasaron, la clase terminó e inmediatamente el aula se vació. Severus miraba al vacío, antes estaba tan repleto y ahora no quedaba nada. Tan poco tiempo, quizás solo segundos habían bastado para que eso ocurriera. Así era su vida, eso era su vida. Tenía una hora libre antes de la comida, la aprovecharía en revisar los absurdos y estupidos ensayos que sus alumnos redactaban. Cerró la puerta, se adentró a su habitación y tomando los ensayos que estaban guardados en un cajón debajo de su escritorio, comenzó a revisar.

El tiempo voló, y antes que se diera cuenta escuchó que alguien tocaba a su puerta, finalmente retiró la mirada del montón de hojas que había revisado, y se dio cuenta que había realizado mucho más trabajo del que esperaba.

"Adelante" reaccionó después de unos instantes recordando la razón por la que había interrumpido su labor.

"P-profesor" dijo una voz tímida de un chico de cuarto año, estudiante de Gryffindor "el Director Dumbledore me pidió que le recordara su cita, señor" dijo un poco más seguro el pelirrojo. Severus se asombró, tomó su reloj y efectivamente, ya tenía 10 minutos de retraso. Y entonces notó un nuevo inconveniente.

"También manda decir que no se preocupe, profesor, el Director Dumbledore se percató de su ausencia y ordenó a un par de elfos domésticos prepararle la comida, que en estos momentos ya debe estar en la oficina del señor director" dijo el chico con un poco más de confianza.

"Puedes retirarte, Weasley" dijo cortantemente Severus, Charlie hizo un gesto desagradable y dio la media vuelta saliendo a toda velocidad de los calabozos. Severus tomó los escritos y los guardó con extrema seguridad en su escritorio de nuevo. El director esperaba, tenía que partir.

Con el fuerte viento chocando en dirección contraria, su cabello revoloteaba a su alrededor y la capa que tomó de su oficina volaba esplendorosamente causando una impactante imagen. Quizás no eran la capa o el cabello, quizás era la expresión vacía que se mostraba en su rostro. Sí, aquella mascara blanca, firme y dura. Una lastima que tan sólo fuera una mascara ya que por dentro se desgarraba.

Bajó por las escaleras de mármol, la puerta se abrió ante él y la sala de espera circular de Dumbledore quedó ante sus pies. Frente a un sofá permanecía una cómica mesita voladora sobre la cual se encontraban varios platillos suculentos. Severus no quería parecer demasiado exigente así que tomó un pequeño plato y comió lentamente. Después de unos minutos y de saciar su hambre, la puerta de la oficina de Dumbledore se abrió dejando entrar a la circular habitación una esencia desconocida para Severus pero que catalogó por dulce. Entendió que al abrirse la puerta, era su llamada para que entrara, se puso de pie y se dirigió hacia la oficina, mas para su sorpresa no era solamente Dumbledore el que lo esperaba.

Una persona permanecía inmóvil dando la espalda, vestía una pulcra e indiscreta capa roja, pero como también traía puesta una capucha, Severus no podía ver nada más de la persona que eso.

"Bienvenido Severus" comenzó el director "El día de ayer recibí una notificación del Ministro de la Magia, que harían una inspección dentro del Colegio; les he dicho que no escondemos ningún Mortífago, pero decidieron venir a comprobarlo por ellos mismos. Esta es Novalee Conner, encargada del departamento y la persona que inspeccionará el Colegio. Permanecerá en el Castillo un par de semanas, revisando los registros de los estudiantes, conducta y clases. Como la Señorita no estudió aquí en Hogwarts, requerirá de un guía y por esa razón te he llamado. Me gustaría que fueras tú su guía, aunque claro está, es tuya la decisión de aceptar el cargo o no"

Severus se quedó mirando fijamente el vacío. Había tenido tanto miedo de venir, quería hablar con él… decirle. Pero ahora no podía… ni podría por el resto de las dos siguientes semanas. ¿Y que se supone había querido decir con "no escondemos ningún Mortífago"? ¿Sabrá? ¿Habrá sido una indirecta? La mirada de Dumbledore penetraba su alma. No podía saber… no, si supiera nunca le habría encomendado esta misión, pero… ¿Y si sabía? ¿Y si quería que fuera descubierto? ¿Y si quería alejarlo pero no sabía como y ahora casualmente se había presentado la oportunidad perfecta? ¿Y si solamente confiaba en él?

"Estoy esperando una respuesta" dijo una voz femenina, clara y dulce pero también energética. Severus salió de su ensimismamiento para caer de nuevo en uno distinto. Ella no era realmente hermosa, pero si tenía una gran personalidad, unos ojos cafés que desnudaban el alma, sus labios rojos resaltaban de su pálida piel y un rizo de cabello cobrizo salía de su capucha. Pero esos ojos… había algo en esos ojos que lo habían cautivado.

Pero Severus inmediatamente se corrigió, no podía esa mirada ser distinta a la del resto, tan solo era un par de ojos. ¿En que piensas, Severus?