Lo que es y lo que nunca debió ser

Capitulo 3: Debilidad

Quería detener el dolor pero le era imposible, por más que pretendiera que no estaba ahí, que quisiera ignorarlo o aparentar ser fuerte; podía sentir la flameante llamada resplandecer en su piel. Se ahogaba en ese excruciante dolor, ¿por qué ahora? Y por un momento no importó que Dumbledore o la enviada del Ministerio estuvieran frente a él, estaba  a punto de darse por vencido, de resignarse. ¿Para qué seguir viviendo? Llévenlo de una vez a Azkaban, denle el beso, ¡Mátenlo! ¡Muéstrenle algo de piedad! ¡Debería estar muerto! Esa vida que él vivía no era vida. ¿De que servía huir? ¿Esconderse?

Severus dejó salir un leve y casi inaudible gemido de dolor. Se creyó perdido, su aflicción aumentó. ¡Debería controlarse!

Severus abrió sus ojos, Dumbledore lo miraba fijamente y el rostro de la Srita. Conner se dirigía al suelo pero por un instante pudo sentir los ojos de ella conectarse con los propios. Ella se veía débil, firme pero débil. Él quería morirse de una vez, no quería sentir nuevamente ese dolor, esa llamada infernal.

Inmediatamente dirigió sus ojos hacia el balcón, no podía enfrentar a Dumbledore ni a la enviada del Ministerio ahora. El cielo se oscurecía rápidamente y él sintió el vago deseo de internarse en él, de perderse para siempre. ¿Por qué pasaba esto? ¿Por qué ahora?

Dumbledore entreabrió los labios, señal que Snape interpretó como una repetición de la pregunta. ¡Reacciona Severus!

"Lo siento, Señor" cortó Severus fríamente el vano intento de Dumbledore por hablar. Snape sintió como los ojos de absolutamente todos los cuadros en la oficina lo observaban, esto le heló la sangre. Sus ojos irradiaban vacío. "Lo haré" simplemente respondió y se dio la vuelta, saliendo lentamente de la oficina.

"¡Deja de latir!" suplicó en voz alta para si mismo y para su corazón; pero éste no lo escuchaba y seguía latiendo impaciente mientras él marchaba imperialmente hacia los calabozos, tenía que recoger su capa antes de salir al gélido exterior, antes de ir con Él.

Caminó, se apareció, recordaba haberse golpeado contra unas personas pero es que las cosas no habían sido claras en su recorrido, todos sus pensamientos estaban dirigidos hacia Dumbledore, el Ministerio y el Señor Oscuro, lo que ocurría fuera de esto no tenía importancia.

La noche cayó, todo a su alrededor era oscuridad, y finalmente observo el imperioso castillo frente a él. Sólo unos cuantos pasos más, Severus, se recordó.

La mansión era enorme, oscura y tétrica. Tenía tantas protecciones que era imposible que la atravesaran o siquiera se dieran cuenta de donde estaba localizada; ahí dentro centenares de chicos recibían su educación, serían los Mortífagos del mañana, por lo que se requerían habitaciones y centros de duelos, pero era la mansión del Señor Oscuro, por supuesto que nada le faltaba.

A pesar del invernal clima Severus retiró su capa y dejó desnudo su brazo izquierdo, la marca tenebrosa resplandecía ahí, esa era su llave. Inmediatamente los portones se abrieron cediéndole la entrada. Un jardín seco se extendió ante él, y siguió su camino por la pequeña vereda.

Pero entonces algo pasó, aquella furia nuevamente regresó y toda señal de esperanza desapareció. El estar nuevamente ahí, en esa inmensa mansión le provocaba placer, ¿Por qué sucedía esto? La adrenalina corría por sus venas, sentía sus ojos arder y había algo dentro de si, una especie de éxtasis que le hacían saber que era a ese lugar donde pertenecía.

Una sonrisa se formó en sus labios, como si algo lo hubiera poseído y a pesar de todo era consiente de sus acciones, de que estaba ahí y de que hace apenas unas horas estaba apunto de renunciar a todo esto. ¡Él! ¡Abandonar esto! ¡Cómo si fuera posible!

Entró con paso firme, le extendió su capa a uno de los chicos nuevos que aprendían las artes oscuras ahí, el cual sintió como si un gran honor le hubiera sido otorgado, él servirle a uno de los Mortífagos de más alto rango.

Subió las escaleras y rápidamente llego al cuarto piso, exclusivo del Señor Oscuro  y sus más fieles vasallos. Escuchó un grito y un gemido, instantes más tarde un golpe y la puerta frente a él se abrió de par en par y después vio entre sus brazos a una ofuscada Bellatrix Black. Recobró ella la compostura imperiosamente mientras Rodolphus Lestrange se dirigía hacia ella, la cual le lanzó una mirada desdeñable.

Rodolphus Lestrange había sentido una atracción inexplicable hacia ella desde la primera vez que la vio, y no es que ella no sintiera lo mismo, pero le producía un placer extraño hacerlo enfadar... hacerlo desearla más y jugar con él. Pero esto había llegado a su fin, ella ya le pertenecía a él, su señor Voldemort se la había regalado a Rodolphus como lo había prometido si aquella misión resultaba exitosa... y así fue.

El rostro de Bellatrix permanecía erguido y orgulloso, mostrando ufano sangre al lado de sus labios. Pero aun así era hermosa, y deseada por no solo Rodolphus Lestrange, si no también por la mitad de Mortífagos que habitaban aquella mansión.

Severus se apartó y continuó con su camino, Rodolphus seguía recargado en la puerta y Bellatrix frente a él, mas sin embargo instantes después corrió hacia Severus, al cual sorprendió con un beso pasional y sin embargo no era a él a quien miraba, miraba a Rodolphus Lestrange y en sus ojos reflejaba que le producía un enorme placer hacerlo enojar. 

Para Snape esto no era nuevo, había participado en innumerables ocasiones de estas escenas, y la verdad es que internamente, no le molestaban. La besó con fuerza para después retirarla, tenía asuntos más importantes que arreglar.

Finalmente llegó ante la puerta del Señor Oscuro. Se posó ante ella e inmediatamente una pequeña serpiente se adentró a la habitación para instantes más tarde darle la entrada.

"Creí que no vendrías" una voz calculadora provino del extremo de la habitación. Voldemort permanecía de pie observando una cantidad de papeles sobre una pequeña mesita de estar, cuando Severus se acercó, se percató que eran mapas de Londres y sus suburbios.

"Estaba en la oficina de Dumbledore" respondió sencillamente mientras analizaba los planos.

"Sí, había olvidado a tu adorado director" sus palabras destilaron veneno, Severus solamente sonrió "Y dime, ¿Por qué estabas con él?" indagó.

"Me mandó llamar, quería presentarme a la enviada del Ministerio" Voldemort miraba penetrantemente a los ojos de Snape "El Colegio está bajo una inspección… buscan relaciones entre los estudiantes y Mortífagos"

"¿Y que me dices de los profesores? ¿O es que el Ministerio confía en el buen juicio de Dumbledore?" dijo irónicamente.

"No confío en esta… Novalee Connor" afirmó Severus con disgusto.

"Conner" lo corrigió Voldemort. Los ojos de Severus se dilataron y lo observó incrédulo, Tom dejó salir una risa poco sonora "Soy, después de todo el mejor mago del mundo… debo mantenerme informado" A Snape le parecía que la noticia de la enviada del Ministerio en vez de molestarlo le agradaba, lo cual era ilógico… un enviado sería un estorbo, un gran estorbo, ¿cierto?

"¿Cuándo ocurrirá esto?" preguntó Snape señalando los mapas y tratando de cambiar la conversación; la anterior le había incomodado tremendamente.

"No te preocupes, ocurrirá en vacaciones, así que espero tu participación. He sido demasiado condescendiente contigo" replicó amenazadoramente.

Severus miró al otro lado, un gran espejo estaba colocado ahí y pudo ver su reflejo. La húmeda túnica se pegaba contra su cuerpo y sus manos se entumecían. Su rostro era joven pero poco atractivo, su cabello caía sobre su rostro y su nariz aguileña. Y también estaba él reflejado… Voldemort. Con un poco más de 50 años su apariencia era apenas mayor que la de Snape reflejando a un hombre a principio de los treinta.  Bastante atractivo era su rostro, con aquella mirada profunda y a la vez vacía.

"Lo sé, mi señor" respondió Severus "Estaré ahí y no lo decepcionaré" El Señor Oscuro sonrió tétricamente.

"Todavía no lo afirmes" pronunció despectivamente, lo cual en vez de provocar una reacción negativa en el Mortífago, hizo que jurara internamente que aquel día seria glorioso para Su Señor, y él se encargaría de esto. "Ahora retírate" indicó fastidiado Voldemort. Severus agachó su cabeza en señal de respeto y salió de ahí apresurado, sabiendo que si algo le molestaba a Su Señor era que sus órdenes no fueran acatadas.

Entró a una habitación contigua… su habitación. Era demasiado tarde y estaba demasiado frío como para regresar. Encendió la pequeña chimenea y una luz cálida iluminó la habitación en penumbra. Se desvistió con calma y se posó frente al fogón. Observaba las llamaradas de fuego consumir todo aquello que alcanzaban. Extendió su mano izquierda y pudo sentir el calor cada vez más abrazarlo… su mano se quemaba y él no sentía nada…