- ¿Nena donde estas? Aun no te has levantado – Remus salió a la recepción a ver quien estaba gritando.

- ¿Le puedo ayudar en algo? – pregunto a un chico joven de pelo negro y ojos grises.

- Buenooooo. ¿Y tu quien eres? – el hombre daba vueltas alrededor de el – cariño tu me puedes ayudar en lo que quieras.

- Ni se te pase por la cabeza Henry.

- Helena. Nena  ven a darle un abrazo al tío Henry – ella bajo las escaleras corriendo y de un salto se coloco en las caderas del hombre y le dio un sonoro beso en los labios.

- ¿Cómo has estado? ¿Me has echado de menos?

- He estado muy bien nena y claro que te he echado de menos. ¿Quién es él? – interrogo mirando a Remus.

- Un amigo de cuando era pequeña – el chico la bajo y se acerco a Remus.

- Henry Willianson – le dijo ofreciéndole la mano.

- Remus Lupin.

- Aaaaaahhhhhhhhh – Remus se sobresalto por el grito – no me digas que tú eres Remus, ella me hablo mucho de ti – gritaba agitando sus manos de arriba abajo.

- Henry déjale en paz que lo vas a asustar.

- ¿Qué te hablo de mí? – interrogo Remus con una sonrisa en sus labios.

- De nada que te importe – corto la chica – ¿cuando has llegado a la ciudad?

- Ahora mismo cielo, ni siquiera he pasado por casa, vine a verte a ti primero. Si ves que se pone bordo – se giro para mirar a Remus – le das un par de azotes en el trasero y ya veras como se calma.

- Henry – le regaño Helena – no le digas esas cosas.

- Mira nena, mañana me voy odio los sitios tan pueriles como este pueblo solo vine a hacerte una visita a ti, así que te quiero esta noche...

- Henry ¿Estas ahí? – un chico rubio entraba en ese momento – ahí estas. Me dijiste que no tardarías.

- Ya voy cariño, mira te presento Helena, Remus él es Jon.

- Hola  - saludo el chico.

- No es muy listo – susurro Henry para que el otro no lo escuchara – pero es un dios en la cama.

- ¿Así? – interrogo Helena, Remus estaba sin palabras.

- Si y quita esa cara es mío, te conozco manteen tus manos alejadas de mi hombre.

- Vamos Henry – le dijo ella con voz melosa – yo nunca te haría eso.

- Nunca ha podido – dijo el chico a Remus – que no es lo mismo. Bueno esta noche a las once os quiero listos a los dos, nos vamos de juerga.

- No creo que podamos ir – contesto el licántropo.

- Tu puedes hacer lo que quieras Lupin, yo voy a salir.

- Bueno pues entonces os veo luego. Chao cielo – le dio un beso en los labios a la chica y salió del hotel.

- ¿Vas a venir? – pregunto ella.

- No me parece buena idea, no sabemos si alguien té esta vigilando.

- Por dios Lupin si alguien me estuviera vigilando lo sabría todo el pueblo, si no llegan ni a 50 personas, además tu escoges o té quedas en casa con Hocicos –que en ese momento hacia aparición demandando algo para comer – o te vienes con nosotros. Espera ahí – le dijo mientras salía corriendo.

- Esta chica esta loca – susurro Remus.

- Toma – le coloco sobre los brazos una camisa y un pantalón – si vas a venir, no quiero que llames la atención, igual se te ocurre salir con una túnica. Tengo que arreglarme para salir – cantaba mientras se iba.

Henry ya había llegado hace un rato y el reloj de la recepción marcaba ya las once y cuarto.

- ¿Cuánto mas se supone que va a tardar?- Remus miraba el reloj y luego a sus compañeros.

- Esta niña siempre igual – comento Henry – te digo yo que llega tarde hasta su funeral.

- Ten cuidado Henry si te muerdes te puedes envenenar.

- Chica estas preciosa como siempre – Remus se quedo mirándola sin palabras, desde luego cuanto más la miraba, menos se parecía a la niña que un día conoció. Llevaba el pelo suelto, un poco de maquillaje en la cara, un pantalón negro y una camiseta que le quedaba un poco rara ahora que la miraba mejor pero aun así estaba increíble, tal vez seria la moda muggle.

- He tardado – recalco esta palabra mientras miraba sonriente a Henry – por que soy incapaz de subir esta cremallera y poner el corpiño bien – se giro dando la espalda a Remus, que se quedo mirando su espalda desnuda.

- Lupin no te lo vas a creer, pero si me paso toda la noche sujetando el corpiño así, voy a estar muy incomoda, le puedes subir la cremallera.

- Si claro – hocicos saltaba delante de ellos – no hocicos ya te lo he dicho.

- ¿Qué le pasa? – pregunto Helena.

- Que quiere venir.

- Extraño perro – dijo Henry.

- No sabes cuanto.

Llegaron al único local abierto en todo el pueblo, era un bar donde los fines de semana iba todo el pueblo durante el invierno, nada mas entrar Helena saludaba a todo el mundo, incluso Henry parecía conocer a bastante gente.

- La reina de la noche esta aquí – dijo un chico junto a Helena.

- Gracias Ricky – le contesto Henry – pero sabes que no eres mi tipo.

- Bueno y mira a quien tenemos aquí al hijo prodigo, que pasa no has dejado ya varón vivo en Londres y por eso estas aquí.

- No, quería saber si tú eras tan imbecil como la ultima vez que te vi – los dos chicos se acercaban uno al otro.

- Ya basta – la chica los separaba poniéndose ella en medio – dejarlo, me quiero divertir no ver una pelea de gallitos.

- De gallito y gallina cariño no te confundas – dijo Henry.

- Al menos tienes claro lo que eres – murmuro ricky.

- Claro que lo tengo y tu como llevas eso de ser la gallina.

- Ya esta bien –grito Helena – ¿Jon quieres bailar conmigo?

- Claro – los dos salieron a la pista mientras Henry y Remus se sentaban en una mesa.

- ¿Tú eres de aquí? – pregunto Remus.

- Si, no te contó Helena que el hotel lo saco de una herencia.

- Sí.

- Bueno yo era el sobrino del anciano. Pero este pueblo no es para mí, no hay ruido ni coches, es demasiado silencioso. No me gusta el silencio. Además aquí siempre me encontrare con gente como ricky, son buenas personas pero viven en el siglo pasado y para ellos es una vergüenza que a un hombre le gusten los de su mismo sexo, es algo que ven fatal, solo vengo aquí por ella, si no ninguno de estos pueblerinos me verían el pelo.

- Lo siento.

- No lo hagas no me importa, nadie de estos tiene que ver conmigo, mira mi hito era un cascarrabias, dios protestaba por todo y parecía odiar a todo el mundo, pero aun así él lo aceptaba, eso es lo que me importa. Pero mira si será imbecil, ¿cuantos años han pasado ya? – Remus siguió la vista de Henry hasta el muchacho que antes habían llamado ricky – lleva como seis años detrás de ella, míralo no le quita los ojos de encima, pero ella como si nada, esa chica no sabe lo que tiene.

- ¿A que te refieres?

- Mírala, observara, con cada uno de sus movimientos desprende sensualidad y ni siquiera se da cuenta. Por favor tiene un cuerpo de escándalo, tenia que estar prohibido y sin contar y espero no ofenderte con esto, que en la cama no tiene desperdicio.

- ¿Te lo han contado? – Remus y a ti que te importa como lo sabe, te da igual a ti te da igual, repítetelo.

- No lo sé por propia experiencia, ella perdió su virginal virtud conmigo  – el licántropo bario los ojos como platos al mirar a su interlocutor – no pongas esa cara tonto, fue con la única chica con la que he estado y te digo que a mi no gustándome las mujeres, hubiese repetido con ella.

- Creo que no quiero saber mas – contesto el otro dándole un largo trago a la bebida que acababan de traer.

- Perdona no te quería incomodar, pero yo digo las cosas como son. Oye te puedo preguntar algo.

- Bueno supongo que sí.

- ¿Cómo murió James?

- ¿Ella te hablo de James?

- No, jamás pero nos gustaba quedarnos hasta tarde hablando y alguna vez nos dormíamos y lo llamaba en sueños y le decía a alguien que por favor no le hiciera daño. Pero nunca me atreví a preguntarle, se que le hace daño, me hablo de ti, de un tal Sirius de Peter y alguna vez pero muy de vez en cuando de James.

- Su hermano fue asesinado, supongo que por eso no le gusta hablar sobre ello. Es lógico en cierta manera.

- Si bueno cambiemos a un tema mas divertido tu bailas Remus.

- No, no tengo ni idea de bailar.

- Pues si quieres conquistar a la señorita lo tendrás que hacer, porque a ella le encanta bailar.

- Bueno, pero yo no quiero conquistar a nadie.

- Ya claro que no, si tu te lo crees yo también.

Los otros dos vinieron a sentarse después de dos canciones mas y allí estuvieron bebiendo y riendo hasta ya pasada la madrugada, Remus nunca había salido así por el mundo muggle pero le resultaba muy divertido.

- No es verdad..

- Si que lo es – rió ella – se lo merecía y como no podía utilizar magia pues fue lo único que se me ocurrió – estaban entrando en el hotel.

- No puedo creer que tu y Henry hicierais algo así.

- Si, fuimos al granero del padre de Ricky y cogimos el estierco y cuando paso baje el punto lo dejamos caer sobre él. Nos quiso matar. ¿Quieres un cacao?

- S, gracias, me apetece. Pero donde esta la niña dulce y agradable que yo conocí – pregunto Remus – mientras la miraba apoyado en la mesa de la cocina – quien es esa loca que le tira estiércol a las personas.

- Oye – contesto ella haciéndose la ofendida – se lo merecía.

- Madre pues miedo me das, porque si le hicisteis eso a ese chico por llamarte inútil que me harás a mí que me odias – ella paro de echar el cacao en la leche y se giro para mirarle.

- Yo no te odio Remus ¿por qué piensas eso?

- Bueno esta claro que no quieres que este aquí, lo has dicho varias veces.

- Si pero también te dije el primer día que te vi que no era por ti si no por los recuerdos, tu presencia hace que todo vuelva a mi mente de nuevo y eso es lo que no quiero – ella se apoyaba en la mesa con el – yo nunca podría odiarte. Fuiste mi primer amor – le dijo con una sonrisa.

- ¿Yo? – interrogo él – no te confundes, fue Sirius.

- No fuiste tu.

- No, Sirius.

- Lo que me faltaba por oír, que tu me dijeras de quien estoy enamorada.

- ¿Estas? – pregunto él.

- Estaba – contesto ella atorándose.

- ¿Por qué ya no lo estas? – el se había levantado de la mesa y la miraba ahora de frente.

- Seguro – lo miraba ahí delante de ella con esa dulce mirada que siempre había echo que su corazón fuese mucho mas rápido que no se pudo resistir, se acerco a el y le dio un suave beso en los labios, se separo escasos milímetros de el sin abrir los ojos cuando sintió los labios de el sobre los suyos, paso sus brazos por su cuello y dejo que sus lenguas bailaran al unísono, cada uno de los besos era mas febril que el anterior y los dos podían sentir aumentar la temperatura en su cuerpo. Cuando ella bajo sus manos por toda su espalda hasta llegar a donde pierde su nombre y acercarlo mas a ella, el perdió el poco sentido que le quedaba, puso sus manos en sus caderas y la elevo hasta ponerla encima de la mesa sin dejar de besarla, se fue recostando hasta que se puso sobre ella, le acariciaba las largas piernas que ella había enrollado en su cintura y bajaba sus besos por el cuello hasta el principio de sus senos acariciándolos por encima de la tela, mientras ella desabrochaba los botones de su camisa, el localizo la cremallera de su corpiño y empezaba a deslizarla cuando oyó un gruñido seguido de un ladrido, se giraron para contemplar a un gran perro negro con las patas sobre la mesa mirándolos.

Feliz año 2004