[ Unsender ]

Sirius/Harry (Slash).
Tú, homofóbico, entérate de una vez que no hay nada aquí para ti.
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Carta Segunda- Ween.

Nuevamente, dos veces en un mismo intento, el sueño de Harry Potter se había visto interrumpido. Esta vez, tía Petunia había golpeado fuertemente durante 5 veces la puerta de la habitación de Harry, para que bajase a almorzar. Pasarían de las 8:30 de la mañana, cosa que Harry pudo comprobar al mirar en el reloj que había en su mesita. Su estómago le pedía alimento a gritos, pero no tenía ganas de levantarse, así que simplemente se acurrucó una vez más dentro de las mantas y gimió. La tía Petunia volvió a golpear la puerta.

"¡¡Levántate, muchacho, si quieres comer algo!!", y después sus pasos se alejaron con destino a la habitación de Duddley.

Harry rió por lo bajo al escuchar los gritos de Duddley y los gimoteos de su tía. Todavía no podía comprender cómo la tía Petunia podía insistir en tratar de levantar temprano a su hijo, si tarde o temprano terminaba dejándole dormir hasta las 12 del día y llevándole el desayuno a la habitación. Y no era que a Harry le molestara que a él no le dejasen dormir un poco más, sino que Duddley podía tomar helado o gelatina junto con el almuerzo, y él apenas si podía tragarse dos tostadas secas.

Pero esa era su suerte y no podía hacer nada al respecto. Sus tíos nunca lo habían querido como al sobrino que era, y lo trataban más bien como un vil elfo doméstico. Incluso tal vez hasta a ellos los trataban mejor. Pero Harry sabía que no sería así siempre. Solamente le faltaba un asqueroso verano más qué pasar en casa de sus tíos después de éste, y entonces nunca más tendría que volver a verlos; él lo sabía bien, y sabía que su familia lo sabía también. Que pedían todas las noches porque los días transcurrieran más rápido y pudiesen deshacerse de él más pronto y que el día en que se marchara ellos serían tanto o más felices incluso que él. Pero no le dolía. Nunca había considerado a esas personas como su familia, aunque sinceramente les agradecía por haberlo criado desde bebé, pero le daba gusto el hecho de que no tendría que verlos nunca más dentro de muy poco. Sabía que eso sería lo mejor para todos, y sabía también que, si los deseos de sus padres hubiesen sido cumplidos tal y cómo ellos deseaban, al lado de Sirius aquello no hubiese sido así...

Se ruborizó ligeramente y frotó sus ojos con el puño, enfadado. No podía dejar pasar ni siquiera los primeros 5 minutos del día antes de que algún pensamiento con Sirius Black le asaltara, y eso realmente le fastidiaba. No porque le molestara pensar en él, sino porque sabía que al hacerlo lo único que lograba era lastimarse a sí mismo, y debía recordarse constantemente que a Sirius no le hubiese gustado verle sufrir así, y mucho menos por su culpa.

Es sólo que era tan difícil...

Aspiró profundamente, se golpeó las manos contra los costados de las piernas, y abrió la puerta de su habitación, sin molestarse siquiera en cambiarse de ropa o tratar de peinarse. Igual, para el caso que aquellas personas le hacían...

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El almuerzo no había estado tan mal después de todo. En su afán por demostrar -y presumir- a todo el mundo que había aprendido a cocinar sushi, tía Petunia había servido la suficiente cantidad de alimento en los tres platos como para que incluso Duddley reventara, antes de salir corriendo de la cocina a ir a invitar a los vecinos. Claro que el sushi no había sido muy de su agrado. La carne cruda se le pegaba en los dientes como gomas de dulce y el olor a pescado crudo le había mareado[1], pero por lo menos el arroz y las legumbres habían estado decentes.

Ahora se encontraba sentado en la misma banca vieja y observando el mismo seto que hacía 4 años, mientras sus pensamientos volaban. Pensaba en Ron y Hermione, y si en finalmente ese año concretarían. Pensaba en quién sería el nuevo capitán del equipo de quidditch. En si estaría listo para sus NEWTS (Extasis). En qué demonios estaría haciendo Voldemort. Pero sobre todo, y como siempre, pensaba en Sirius y en cómo sería su vida si él estuviese ahí... En que seguramente su inocencia hubiese podido ser probada ese año, o por lo menos hubiese recibido una carta de felicitación más en su cumpleaños, y que no se sentiría tan vacío. En cómo hubiese sido todo de no haber sido tan cobarde y haberse sincerado con él mientras estuvieron en La Vieja y Honorable Casa de Black durante el año anterior, y que él le hubiese correspondido.. Le gustaba pensar eso. Que Sirius le diría que también lo amaba y después todo sería de color de rosa... Aunque sabía que realmente no pudo haber sido así. Las cosas siempre suceden por algo. Y ahora lo único que tenía de Sirius eran su adorada Firebolt y aquel extraño espejo que había tratado de utilizar tantas veces, sin resultado alguno, además de los recuerdos y sentimientos que siempre iba a guardar de y para él.

Suspiró profundamente y escuchó un aleteo por encima de su cabeza. Levantó la mirada, asustado, y pudo ver la figura oscura de una lechuza arrastrarse hasta su ventana en la segunda planta. Era la lechuza de la tarde anterior, estaba seguro de eso, y también estaba seguro de que aquella persona, fuese quien fuese, le había escrito nuevamente.

Se puso de pie con un salto y se apresuró al interior de la casa, intrigado. Y no porque le interesara mucho el recibir correo o saber qué le decían, sino porque le parecía extraño aquello y quería descubrir al bromista, ya que en aquel momento el humor de diablos de Harry no estaba dispuesto a soportar una broma pesada de aquel tipo. Subió las escaleras de dos en dos y abrió su puerta de un golpe, azotándola contra la pared.

La lechuza saltó sobre su cama, asustada, y lo miró con sus sorprendidos y redondos ojos ambarinos, antes de ulular, molesta.

Harry la ignoró y caminó hacia ella, para encontrarse con un trozo de pergamino enrollado y atado a la pata de la lechuza. Lo soltó con un sólo movimiento de sus dedos, y la lechuza aleteó algunos centímetros hacia atrás. Leyó.

'Hola, Harry. ¿Cómo estás? ¿Has comido bien? ¿Te sientes bien? No estés triste. Y por cierto; ella es Ween[2], trátala bien porque suele enfadarse con facilidad.'

El muchacho frunció el seño, completamente desconcertado. Levantó ligeramente sus ojos verdes hacia la lechuza que ululaba orgullosa sobre su cama, y sacudió la cabeza. ¿Quién demonios podría ser la persona que se divertía con él enviándole notas de ese tipo? Ni siquiera había respondido a su pregunta, y él no estaba de humor. Cualquiera en el mundo mágico, lo suficientemente apegado a él, debería saber por lo que estaba pasando y le parecía de muy mal gusto el que se estuviesen burlando de él enviando cosas de aquel tipo, en un momento en que no deseaba mas que alejarse de todo y de todos.

Gruñó algo ininteligible, dispuesto a no responder a esa nueva nota, pero Ween ululó nuevamente, batiendo las alas y saltando sobre la cama.

Harry la miró fijamente, comenzando a ponerse histérico.

"¡No voy a responder esta vez, ¿Escuchaste?! ¡No hasta que tu amo, ama o lo que sea se digne a decirme quién rayos es para que yo pueda pedirle que me deje en paz! ¡¡Ahora lárgate, vete!!", gruñó, asustándola con una mano.

Pero Ween levantó el vuelo y se posó sobre su cabeza, fuera de quicio. Picoteó fuertemente la cabeza de cabello revuelto del chico, agitando fuertemente las alas y aferrándose a su cabello y piel con las garras. Harry gimió, asustado y adolorido, y cayó pesadamente sobre la cama, en donde Ween volvió a echarse.

"¡¿Qué es ese escándalo, Potter?!", la voz de tío Vernon llegó desde la planta baja, como un rugido. "¡Como me entere de que estás haciendo tus anormalidades y te juro que te irá muy mal!"

Harry no respondió. Jaló a la lechuza por un ala y la arrastró hacia la ventana, entre un escándalo de batir de alas, chillidos y plumas. El ave cayó afuera, en el aire, y Harry cerró la ventana frente a ella, luego regresó al interior de su habitación, volvió a tomar el papel amarillento y a releer la escritura de color azul, tratando de reconocer la letra. Se dejó caer sobre su cama, absorto en tratar de encontrar alguna explicación o algún culpable, y ahí se quedó, hasta que sus ojos comenzaron a cerrarse suavemente.

Despertó cuando ya había oscurecido nuevamente y miró por la ventana. Los brillantes y orgullosos ojos ambarinos le devolvieron la mirada, iracundos. Harry dio un respingo, sorprendido. Ween, la lechuza de fuera quien fuese, continuaba ahí, parada en el alféizar de la ventana y aparentemente esperando por una respuesta. Para Harry no fue difícil imaginar que así debió verse Hedwig cuando él la había enviado, un año atrás, a pedir información y a no volver sin ella a como diese lugar.. Y estaba seguro de que a esa pobre lechuza le habían entregado las mismas instrucciones, razón por la cual no iba a marcharse hasta que él se dignara a responder.

Irritado y hambriento, se incorporó sobre la cama y buscó un frasco nuevo de tinta -el anterior lo había roto la tarde pasada-, una pluma y un trozo de pergamino. Se apoyó sobre la portada de su libro de Encantamientos, y escribió:

'Dentro de lo que cabe estoy bien, gracias. No, no he comido bien y me siento de la fregada. Mi estado de ánimo no creo que te interese, pero si sigues molestando, ten por seguro que me pondré irritable muy pronto. No estoy de ánimos para bromas pesadas, ¿Sabes? Acaba de morir alguien a quien quería mucho y no tengo humor para seguirte el juego. Déjame en paz, y por favor, no alimentes tan bien a tu lechuza, que por poco y me saca los ojos.'

Releyó su nota apresurada, rota en algunas partes por la presión con la que sostuvo la pluma; con algunos ligeros manchones, desordenada y en pocas palabras, un mensaje que había sido escrito sin ánimos o con mucha prisa. La selló, abrió la ventana, y con un brusco movimiento la ató a la pata de Ween, la cual lo miró con enfado y salió volando sin despedirse de él, hasta perderse en el negro horizonte.

Fue entonces que Harry se preguntó en dónde estaría Hedwig. Hacía más de una semana que no la veía y lo más probable era que estuviera de cacería, por lo que no se preocupaba, pero... En realidad le deprimía mucho estar solo.. Pensó en escribir a Ron o Hermione, pero luego recordó que no tenía ninguna lechuza para utilizar, por lo que decidió ir a darse un baño. Era mejor que se refrescara antes de que rompiese algo o hiciera alguna cosa que lamentara más tarde. Agachándose, buscó dentro del compartimiento de su ropa y extrajo una camiseta negra y unos pantalones ligeramente gastados... de su talla. Se estremeció un poco y sacudió la cabeza, tratando de evitar el tener que volver a ponerse a llorar otra vez.

Aquél había sido uno de los pocos regalos que recibió de Sirius mientras estaban en el cuartel general de la Orden del Fénix durante el año anterior. Él había dicho que no podía creer la clase de ropa que estaba usando y que de su cuenta corría que desde ese momento comenzara a tener ropa -aunque fuese muggle- nueva. Dijo que cuando le indultaran y pudiesen ir a vivir juntos, le compraría todo un guardarropa nuevo de túnicas y todo lo que quisiera, pero... Mejor no pensar en eso.

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Había pasado por lo menos una hora completa en la tina. Eran las 8 y los Dursley se encontraban viendo su serie continua de 3 programas favoritos de fin de semana, y no se despegarían de la televisión por lo menos dentro de otras dos horas más, por lo que ninguno notó la ausencia de Harry.

Y no que recordaran a menudo que él vivía con ellos.

Salió del baño, vestido con los pantalones de mezclilla a la medida, la camiseta holgada -no tanto, había sido de Duddley cuando éste tenía 8..-, sin zapatos y frotándose la cabeza con una vieja toalla de color marrón. Llevaba los anteojos colgados del cuello de la camiseta y los zapatos en la mano izquierda.

Dejando descansar la toalla sobre su cabeza despeinada -más que de costumbre-, abrió la puerta de su habitación con un chirrido.

Por poco y se cae al encontrarse con aquellos ojos dorados, que lo miraron con enfado, como reprochándole por haberse demorado tanto. Entró de prisa a la habitación y cerró la puerta, mientras se colocaba los anteojos sobre la nariz y azotaba los zapatos sobre el suelo. Luego observó fijamente a Ween, quien lo observó también por un momento, antes de inclinar ligeramente la cabeza y extender una pata, en donde un trozo gastado del mismo pergamino iba atado.

'¿Es que nunca va a rendirse éste infeliz?', pensó, irritado. Dejó la toalla sobre una silla y se sentó en la cama, junto a la lechuza, quien batió sus alas suavemente, para no perder el equilibro y caer. Harry soltó la nota de la pata del ave y la desplegó.

Su rostro tomó un interesante tono de carmín.

Nuevamente la nota había sido elaborada en un instante, con una sola línea que solamente alcanzó a sacarle todos los colores del rostro a Harry, entre un mar de desconcierto. En el centro de la hoja, había una simple frase:

'Tú lo amabas, ¿Verdad?'

Y por un instante, dentro de su cabeza, el nombre de su padrino salió a flote como impulsado por los fuertes latidos de su corazón. Miró a la lechuza, como si ella pudiese explicarle todo, y buscó de prisa la pluma y el tintero que había utilizado antes. Luego, sin detenerse a romper más pergamino, escribió ahí mismo, debajo de aquella frase, con letra borrosa en una mano que temblaba por los nervios.

'¿A quién?'

La ató a la pata de la lechuza y prácticamente la echó de su cuarto, ante un ulular molesto de parte de esta. Se quedó parado ahí, junto a la ventana, viéndola desaparecer a la distancia, y deseando con todas las fuerzas de su alma que se diese prisa. Necesitaba saber quién demonios era aquella persona y de quién estaba hablándole. ¿Cómo podía él saber lo que Harry sentía? ¿¿Por qué tenía que estarle hostigando ahora, luego de 2 semanas enteras de tratar de aceptar su muerte lejos de todos los demás?? ¿Por qué nadie podía dejarle en paz? ¿¿Por qué??

Al cabo de media hora se encontraba acostado en su cama, girando de un lado al otro y con el estómago revuelto. No había comido nada en toda la tarde y sinceramente no tenía hambre. En aquel momento lo único que deseaba era obtener pronto una respuesta, de fuese quien fuera, y poder preguntarle por qué estaba haciendo todo aquello. Si era necesario, enseñaría a Hedwig a escribir y la enviaría junto con Ween la próxima vez para que ella pudiese decirle de quién se trataba, o en el peor de los casos, pondría un encantamiento sobre la extraña lechuza para que esta misma pudiese decírselo.

Comenzaba a sentir que debió haber escrito a alguien desde el primer momento, comentando el suceso, pero ahora que se había tocado el tema del amor ya no podía hacerlo. Tendría que averiguar por sí mismo quién demonios estaba detrás de aquel juego de cartas sin sentido, y cómo era que se había enterado de sus sentimientos. Ahora su único consuelo era el hecho de poder utilizar de pretexto la ausencia de Hedwig, aunque sabía que, si algo salía mal y terminaba lastimado, a nadie iba a importarle eso...

El sonido de un movimiento en la ventana y la brisa cálida que entró hasta tocar su rostro le hicieron incorporarse de un salto y mirar hacia afuera. Ween estaba ahí, mirándolo fijamente, y Harry se apresuró hasta ella a dos grandes zancadas. Retiró el pergamino y la lechuza voló hacia adentro, hacia la percha de Hedwig, y ululó.

Harry no le prestó importancia. Con manos temblorosas, desprendió el sello y desplegó el papel. Su rostro enrojeció nuevamente, a un nivel inimaginable, y se dejó caer sobre la cama, mirando fija y anonadadamente el papel entre sus dedos, con la boca ligeramente abierta y demasiado asustado y sorprendido como para hablar.

Esta vez en tinta negra, debajo de su propia pregunta, la ansiada respuesta figuraba en una nueva frase.

'A Sirius Black.'

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[1]Eso fue lo que sentí yo la primera vez que probé el sushi ¬¬
[2]Ween le pertenece a Dikana, de su fanfic Respuestas.

Notas del autor: No me gustó mucho la última escena, pero bueno. Gracias a malaki, Battousai Tomoe (hoe.. ¿Qué le ves a Severus? o.ô..), Nymphadora Tonks, MyrtleD (¿Traducción? o.o.. ¿No te habrás equivocado de fic? La traducción se llama What is it about you? ToTUu.. y no, el crédito es sólo mío ¬w¬U), Petit (hola clon *o*), Deimos (¿eso es bueno? xD) y a kathy stgqvk (mmm...) ¿Reviews? ^__^ Los amaré por eso.

Ed