[ Unsender ]

Sirius/Harry (Slash).
Tú, homofóbico, entérate de una vez que no hay nada aquí para ti.
******************
Carta Cuarta- Compartiendo un recuerdo.

La siguiente carta llegó más pronto de lo que hubiese esperado. Aquel extraño también parecía tener deseos desesperados de comunicarse con alguien, por lo que respondió a cada una de las preguntas de Harry con lujo de detalles. No vivía en Surrey, no iba a Hogwarts, pero había estado ahí, ya que actualmente contaba con una edad que, diciéndolo así, ya le permitía ver películas muggles para adultos, cosa que había sorprendido bastante a Harry, ya que no se esperaba el hecho de haberle interesado a alguien que no fuese de su edad. Comentó que sabía acerca de su relación con Sirius porque lo había conocido -no dio más detalles-, y agradeció a Harry por haberse encargado de su lechuza. Había alabado bastante la forma en la que Harry atendía las heridas y le comentó sobre la posibilidad de llegar a ser Medibrujo. Después dejó una serie de preguntas para él, y se despidió con un muy extraño no creo que a Dumbledore le moleste que confundió bastante a Harry. Como siempre, no llevaba firma impresa, pero a Harry aquella forma de redactar se le hacía curiosamente familiar. Era sólo que no podía recordar de dónde o de quién...

Durante el mismo día, Harry recibió y escribió por lo menos 6 cartas diferentes que fueron y vinieron tan rápido como Ween podía transportarlas, permitiéndole descansar al menos una hora antes de cada viaje. Ahora sabía que a su amigo le gustaban mucho los cachivaches muggles -Harry pensó que podría ser el señor Weasley-, que no tenía mucha suerte con las chicas actualmente -Harry pensó en Mundungus Fletcher-, y que adoraba a los perros, sobre todo a los negros... No habría necesidad de mencionar en quién había pensado Harry, si tan sólo aquello no hubiese sido una reverenda estupidez.

Los siguientes días, entre la ocupación de terminar sus deberes de Hogwarts, estudiar arduamente la Occlumancia y responder a las cartas de su misterioso amigo, Harry no había tenido tiempo suficiente para sumergirse en lo que ya se habían vuelto constantes depresiones antes de que aquella persona irrumpiera en su vida. Pensaba en Sirius, sí, pero cada día la tristeza que presionaba su corazón se volvía menos dolorosa y podía pensar en él sin derramar las lágrimas acostumbradas. Le gustaba, sobre todo, recordar los buenos momentos vividos a su lado, imaginar cómo habría sido su infancia al lado de su padre, y sobre todo, comentarlo con su amigo, quien parecía haber conocido a Sirius muy bien también.

Aquella persona, a diferencia de los demás, lo comprendía perfectamente. Sabía lo que Harry sentía en el pecho cada vez que recordaba que Sirius Black, su única familia -él no contaba a los Dursley como tal- y el mejor de los padrinos del mundo se había ido, y solía alentarle con palabras afectuosas y de optimismo a las que Harry se iba volviendo adicto día tras día.

Harry podía hablar con él acerca de cualquier cosa, de Quidditch, de magia, de sus amigos, de chicas y chicos, de sus dudas y temores, de muggles incluso, pero sobre todo, lo principal era que podía hablar de Sirius Black abiertamente, acerca de todo lo que Sirius había significado para él -excluyendo premeditadamente la confesión de que lo amó-, de las virtudes que él había poseído y de cómo lo admiraba terriblemente. Acerca de sus deseos por haber podido vivir la vida a su lado, ya que sus padres se habían ido, deseo que fue arrebatado de sus manos en el momento en que él se había marchado también, pero, sin embargo, cada vez que Harry le preguntaba qué era lo que pensaba acerca de Sirius, el extraño no respondía. Incluso las respuestas se demoraban más, a veces días, cuando Harry mencionaba cuánto había querido a Sirius, sus deseos y lo perfecto que él había sido a sus ojos. Harry lo adjudicó al dolor de tener que hablar de un viejo amigo como si éste no estuviese muerto, razón por lo que a veces solía relacionarlo con el profesor Lupin.

Pero Harry y el profesor Lupin nunca habían llevado una relación tan cercana como la que había mantenido con Sirius. Lupin podría haber sido un buen amigo de James Potter cuando joven, pero no sentía por Harry lo que Sirius había sentido. No tenía aquel adorable sentido sobre protector del animago ni su misma forma de ver la vida. Harry simplemente nunca podría llegar a confiar tanto en Lupin como lo había hecho con Sirius, y muchas veces, pese a no desear ser malagradecido o grosero, agradecía en silencio a sus padres por haberle brindado la oportunidad de ser ahijado de Sirius Black y no de Remus Lupin. Había preguntado a su amigo también por Remus, pero él dijo que no lo conocía directamente.

Hedwig volvió al noveno día, con una rana muerta y las alas blancas empapadas de lodo y agua. Llevaba una carta atada en la pata izquierda, y miraba a Harry con sus brillantes ojos ambarinos. Harry simplemente le dio la bienvenida, le permitió comer su rana en paz, y le sirvió agua limpia en el bebedero. Después tomó la carta y leyó. Era de Molly Weasley.

'Querido Harry:

¿Cómo estás? Yo espero que bien, que esos muggles no te estén tratado mal, te estén alimentado como deben y te hayan comprado ropa nueva, porque sino, juro que... En fin. Dumbledore está aquí en el momento en que te he escrito esto, y Hedwig hizo una aparición oportuna, así que no dejé de aprovecharla. La familia se reunirá la semana entrante para finalizar los detalles de nuestra fiesta de despedida antes de Hogwarts -Harry supo que la familia y la fiesta no eran otras que la Orden y sus planes- y nos gustaría mucho el poder tenerte con nosotros. Dumbledore está de acuerdo. Hermione ya está aquí. Arthur pasará a buscarte el martes por la noche, para evitar riesgos, y te traerá hasta aquí, así que ten listo tu equipaje. Cuídate mucho mientras tanto, y recuerda que todos nosotros te queremos mucho. No te sientas triste y no confíes en extraños.

Con amor
Molly Weasley~'

¿Que no confiase en extraños? Menudo consejo, pensó Harry, ruborizándose ligeramente. Pensó en escribir a su amigo y comentarle aquella nueva noticia, pero se detuvo a tiempo, recordando que no debía mencionar la Orden a extraños. Ni siquiera porque tuviese ya una semana de haber comenzado a comunicarse con él, ya que, pese a lo mucho que sintiese que podía confiar en él, no lo conocía y tal y como había dicho la señora Weasley: No debía confiar en extraños.

Bufó al pensarlo y volvió el pergamino, en donde escribió con una letra desgarbada que hacía tiempo que no utilizaba, un simple Está bien, y luego miró a Hedwig, pero esta parecía tan cansada que prefirió no molestarle.

Fue en aquel instante en que un aleteo en su ventana llamó su atención. Ween estaba ahí, con un pergamino atado en su pata y una caja de tamaño mediano colgando de la otra, mirándolo con ojos de cansancio. Harry se apresuró hasta ella y la tomó entre sus manos, delicadamente, para depositarla sobre su cama ante la mirada recelosa de Hedwig. Le sacó el pergamino y el paquete, y Ween se acurrucó sobre el colchón blando, extendiendo sus alas, ya que la percha estaba ocupada esta vez.

Harry había estado esperando con ansias aquella carta, ya que su amigo le había prometido enviarle fotografías de James y Lily Potter, de Remus Lupin, y lo más importante, de Sirius Black, durante su tiempo en Hogwarts. Según él, las había extraído del anuario de la generación del 73, cuando los padres de Harry se graduaron, y mencionó que no le importaba el tener que obsequiárselas. Harry se sentía ligeramente culpable por arrebatar a su nuevo amigo una parte tan importante de sus recuerdos, pero aún así, la emoción le embriagó. Desplegó el papel y leyó con detenimiento.

'Querido Harry -a Harry le encantaba cuando él le llamaba así-:

He aquí lo que te prometí, intactas, tal y como las recibí de tu padrino hace 23 años. Las fotografías frontales pertenecen todas a tus padres, las centrales son de Remus Lupin, y las últimas son las que le tomaron a Sirius Black. Quise ahorrarte el desagrado de tener que ver las de la rata de Pettigrew, por lo que no encontrarás fotografías en las que él aparezca. Espero que las disfrutes.

Un abrazo.'

Y más nada. Harry dejó el pergamino sobre la cama y atrajo el paquete hacia sí, sintiendo cómo Ween le acariciaba las piernas con las alas. Hedwig ululó desde su percha, celosa, pero Harry no le prestó atención. Soltó las cintas que sellaban la caja, retiró el papel y la abrió. Una cantidad considerable de viejas fotografías amarillentas aparecieron frente a sus ojos, apiladas una sobre otra.

Tomó la primera de ellas, que mostraba a una chica de cabello de color castaño rojizo y ojos verdes, quien le sonreía alegremente, mientras sacudía la mano. Llevaba una larga túnica de color negro con una especie de doblez color rojo sangre en la parte superior. No llevaba el jersey de color gris que utilizaban los chicos de ahora, pero sí tenía una corbata color negra que llevaba hasta su estómago, por encima de su camisa blanca y la falda tan negra como la túnica. Los cabellos rojos caían sobre sus hombros y los ojos brillaban intensamente. Harry pudo adivinar, sin temor a equivocarse, que aquella hermosa chica no era otra que Lily Potter. Su madre. No pasó ni un segundo entero, antes de que ella estirara un brazo hacia un costado, riendo, y atrajera hacia el centro de la fotografía a un chico de cabello negro y alborotado que estiraba una mano tratando de cubrir la cámara. Lily lo abrazó por el torso y él, ruborizándose, sonrió torpemente. Harry lo supo desde que lo vio. Aquel muchacho era su padre. Sus padres, juntos, a los 17 años. Riendo, empujándose el uno al otro y, al final, abrazándose para poder posar en la fotografía.

Harry no quiso parecer impaciente pero, si nadie salvo las lechuzas lo observaba, creyó que no habría problema. Partió el mazo en dos partes y separó las fotografías que incluían a sus padres, en donde ellos se aferraron a las esquinas para no salir del cuadro. Colocó junto a la pequeña pila otra, esta vez más delgada, que llevaba fotografías de un joven de cabello castaño y ojos pálidos que lo miraba con una expresión amable y divertida al mismo tiempo, sujetando una escoba entre su puño derecho, y saludando a los James y Lilys que se agitaban en las fotografías de al lado.

Fue ahí, cuando finalmente hubiese retirado la última, que aquellos ojos azules lo miraron por primera vez, curiosos. El muchacho de cabello negro y lacio -Harry podría apostar que también era tan suave como la seda- le sonrió, primero ligeramente, mientras se limpiaba las manos en su túnica, y levantó una de ellas hacia el rostro de Harry, formando una graciosa señal de victoria con los dedos de su mano derecha. Harry sintió una extraña sacudida en el estómago, que no sentía desde que hacía algún tiempo, y sintió cómo sus mejillas adquirían color y su corazón comenzaba a ir más fuerte.

Sirius se había subido a una silla que había detrás de él, en lo que parecía ser el dormitorio para varones de séptimo grado y, a la señal de una mano que entró en el foco -Harry estaba seguro de que había sido la de su padre, tomando la fotografía-, comenzó a moverse curiosamente. Tenía una enorme sonrisa dibujada en los labios y reía frenéticamente, mientras sacudía los hombros y se quitaba la túnica. Esta se precipitó hacia el piso con un movimiento elegante, y Sirius se llevó las manos al cuello, para aflojarse la corbata y desabotonar los primeros botones de su camisa.

El corazón de Harry iba tan rápido que podía escucharse como un fuerte zumbido en la boca de su garganta, en donde se le había formado un nudo, y las mejillas le ardían como nunca. Jamás esperó poder llegar a ver a su padrino, años atrás, durante su tiempo en Hogwarts, haciendo algo como eso. Sentía los deseos encontrados de pasar de fotografía y respetar la intimidad de Sirius, pero al mismo tiempo su cuerpo le gritaba por no hacerlo y permitirle poder observar un poco más. Él, contrario a lo que hubiese querido, realmente deseaba ver sin ropa a su padrino, y éste, amablemente, estaba accediendo a sus deseos.

La piel tostada del pecho de Sirius quedó visible una vez que la camisa hubo estado desabotonada, la corbata en el piso, junto con la túnica, y, al fondo, sobre una cama, lo que parecían ser unos pies que pataleaban fuertemente. Harry supuso que sería Lupin, burlándose de su amigo. Sirius miró hacia un costado, frunciendo el seño, y después bajó de la silla con un salto, caminando hacia la cámara. La mano misteriosa se estiró, tratando de detenerlo, pero Sirius, fingidamente enfadado, sujetó al fotógrafo por los hombros y la imagen se tambaleó por un instante. Después las cosas se calmaron, y los ojos de Sirius fueron lo único que aparecieron en foco, observando fijamente, no la cámara, sino lo que había más allá de ella. Sobre su cabeza podía observarse lo que parecía ser el techo del dormitorio, y su cabello caía en mechones sobre su frente, elegantemente. Sirius cerró los ojos y se impulsó hacia adelante, y justo en aquel momento, la secuencia volvió a comenzar, arrancando una obscenidad mental de parte de Harry Potter.

El resto de la tarde se la fue en observar larga y detalladamente cada foto, disfrutando de las secuencias dentro de ellas, y viendo y volviendo a ver las que le gustaban de sus padres, de Remus, pero sobre todo, las de su Sirius, quien, en la mayoría de ellas, le sonreía siempre amplia y seductoramente.

Cuando lo notó, ya había llegado la hora de la cena, por lo cual se escabulló a la cocina para buscar algo qué degustar. Volvió atiborrado de las galletas que logró robarse -tía Petunia se encontraba atendiendo a Duddley, que resultó tener una ligera gripe-, y volvió a tirarse sobre su cama para volver a ver su obsequio.

Ween ululó débil y amistosamente, acurrucándose sobre las piernas de Harry, y él le sonrió. Como respuesta, Hedwig voló hacia él, posándose en su hombro derecho, y le mordió suavemente una oreja. Harry volvió a sonreír, divertido. Hedwig estaba celosa. Suspiró profundamente, se levantó, dejando a ambas lechuzas sobre la cama, y volvió con un libro, pergamino, pluma y tinta para escribir. Después se enfrascó en la escritura de una larga y alegre carta de agradecimiento para su amigo por tan hermoso obsequio.

'De verdad que Sirius era genial.- decía, en cierta parte de su redacción. - Sus fotografías fueron las que más me hicieron reír. Creo que siempre ha sido una persona bastante alegre, ¿No? En realidad a veces envidio a mis padres porque ellos le conocieron desde joven y, en parte, a veces también te envidio a ti. De verdad, de verdad me gustaría volver a ver a Sirius... aunque fuese una sola vez más.'

Ween partió 20 minutos más tarde, orgullosa, llevando un amplio pergamino lleno de confesiones, recuerdos, ideas y buen humor, y Harry pensó que sería oportuno ir a darse un baño. Ni la tía ni el tío le prestarían atención en aquel momento, ocupados en atender los caprichos de Duddley, por lo que no habría problema si volvía a darse uno de esos baños de una hora que tanto le gustaba. Pero demoró más de lo planeado, así que cuando salió de la ducha, pasarían de las 9 de la noche.

Sentía un extraño sopor flotar por su entorno, y soltó un amplio bostezo. Entró a su habitación, con la toalla sobre la cabeza, y sonrió débilmente. Tal y como esperó, Ween había vuelto y se encontraba parada en la ventana, frente a Hedwig, quien la miraba amenazadoramente, impidiéndole la entrada. Caminó hasta ellas, todavía frotándose el pelo, y sujetó a Hedwig entre una mano.

"Tranquila, Hedwig. Está bien.", luego miró a Ween, quien le devolvió una mirada mezclada de enfado y temor. Asintió, llevando a una enfurruñada Hedwig hasta su jaula, y la otra lechuza voló hacia él. Liberando el mensaje de la pata del ave, desenroscó el pergamino.

Su rostro enrojeció ligeramente, primero, y después de volver a leer, sintió como si le ardiera. No se había percatado, pero aquella persona había estado estudiándolo. Era verdad, ¿Cómo pudo olvidarlo, si él mismo se lo dijo desde la primera vez? Y ahora, después de prácticamente haberle contado todo lo que guardaba dentro de su corazón, la comprometedora pregunta que le obligaba a aceptar abiertamente lo que sentía por su padrino.

'Tú lo amabas, ¿Verdad?'

Esta vez ni siquiera tuvo que preguntar a quién se refería. Lo sabía perfectamente. Ambos lo sabían. Él mismo se lo había estado diciendo desde el primer instante y ahora era ya demasiado tarde para poder negarlo. Tragó saliva sonoramente y sacudió la cabeza. Se desplomó sobre la cama, apretando el papel en uno de sus puños, escuchando los latidos de su corazón dentro de sus oídos. Los escuchaba fuerte y claramente, gritándole lo que ya era obvio para todo el mundo, pero que nunca se había permitido aceptar abiertamente.

Él amaba a Sirius Black y lo sabía. Lo amaba como jamás nadie alguien amó a alguien, y tenía que aceptarlo. No tanto para sí mismo, sino para los demás. Sus amigos, que debían saberlo, si es que realmente confiaba en ellos, para que pudiesen comprender a qué era a lo que se enfrentaba, porque el ver morir al amor de tu vida justo frente a tus ojos no es cosa de todos los días.

Aunque, en realidad, Harry siempre creyó que Sirius estaba por ahí, con vida, esperando el momento preciso para regresar... Claro que era una idea estúpida, ya que él nunca se marcharía dejándolo solo, sabiendo lo mucho que le haría sufrir, pero era algo que le reconfortaba, y por no decir, engañaba a su subconsciente de manera de no volverle loco. El creer que, tarde o temprano, Sirius regresaría y ambos podrían disfrutar de una larga vida, juntos. Y aunque sabía que más tarde tendría que aceptar el hecho de que en realidad no era así, se había aferrado fuertemente a sus deseos; tanto que ahora comenzaba a creer que tenía razón. Que Sirius estaba con vida y que pronto regresaría, para estar con él, para protegerlo, para quererlo...

Carraspeó, incómodo, al darse cuenta de que sus ojos se habían llenado de lágrimas, y se acurrucó en su cama. Tenía ganas de desaparecer; de quedarse dormido y no despertar nunca más, pero sobre todo, deseaba volver a ver a Sirius. Las lágrimas escurrían abiertamente por sus mejillas, hasta su cuello, embarrando la almohada, y sus sollosos se habían vuelto ya audibles.

Hacía algunos días que no se sumergía en aquél tipo de depresión, gracias a su nuevo amigo, y era irónico que precisamente fuese él quien le ocasionara el llanto esta vez. Le gustaba mucho hablar con él acerca de lo mucho que apreciaba a Sirius, de lo que había significado él en su vida y en su vista del futuro, pero de eso a admitir que lo amaba había un enorme trecho que no sabía cómo podría saltar. Pero, sin embargo, ambos lo sabían y Harry estaba atrapado.

Después de algún rato más de estar ahí, acostado y sumergido en sus recuerdos, el suave ulular de ambas lechuzas le despertó de su ensueño. Se incorporó lentamente, con los ojos húmedos, y buscó con qué escribir. Tomó la pluma y la sumergió en una tinta del color de la sangre. Algunas lágrimas cayeron sobre el papel, embarrando la tinta en una gota que escurrió desde el punto hasta el centro del pergamino, pero eso a Harry no le importó. Ató la carta a la pata de Ween y, segundos después, esta voló de regreso a casa, con una sola palabra de respuesta.

'Sí.'

Creyó que era tiempo de comenzar a aceptarlo.

******************

Notas del autor: Éste capítulo no me gustó.. ¡Estoy perdiendo mi toque! *sob* En fin.. Sé que las fotografías parecen más bien videos, pero en realidad Rowling nunca ha especificado cuánto puede durar el movimiento en una de ellas. Espero no estar metiendo la patota... Muchas gracias a ddz008, Nymphadora Tonks (sí, sí se fue xDu), Daku (pervertido ¬w¬uU), gato negro (XDDDD!!!! -patalea- Messenger! xDD) y a Sakuratsukamori (sí, sí tiene ¬¬u) Reviews, por favor.

Ed