Rurouni Kenshin y todos sus personajes pertenecen a Nobuhiro Watsuki. Ya lo
he dicho, así que no me denuncie nadie.
Este capitulo es muy oscuro y violento. Creo que me está saliendo un fic demasiado violento, pero en fin, ninguno de los protagonistas de Rurouni Kenshin, quitando a Kaoru claro, ha sido un angelito que digamos.
4. Recuerdos.
"Me dieron el nombre de Kamiya Kagero". Esas palabras todavía flotaban en la sala, afectando a cada uno de las personas que aún permanecía en la sala de entrenamientos.
Yahiko se había sentado de golpe de la impresión, mantenía una mano temblorosa señalando al hasta ahora capitán de policía con su dedo índice, como si estuviera viendo un fantasma y si dejara de señalarlo se desvanecería en el aire - "No podéis ser familia. Ano, quiero decir, que tú eres .... y ella es ....es... Kaoru. ¿Verdad Ken?" - "ORORORORORO" - fue lo único capaz de articular el pobre rurouni en estado de shock.
Sanosuke no se lo había tomado tan bien. Primero la escenita erótica entre la mujer travestida y el cubo de hielo. Después la identidad de ella. Eran demasiadas emociones para estar medio borracho, así que su cuerpo se reaccionó perdiendo el sentido.
Por su parte Kaoru había caído de rodillas al suelo. Negando. - "Kagero. No es posible. Estabas muerta. No es posible. Kagero".
De pie en medio de la sala, observando los estragos que había causado su declaración, suspiró. Tendría que dar explicaciones. Odiaba dar explicaciones, y más aún cuando se trataba de sus sentimientos más dolorosos. Al menos el ninja había tenido la decencia de no pedir más explicaciones. Menos mal que se había ido. Se sentía capaz de aclarar las cosas con Kaoru, pero desde luego no con Shinomori como espectador. Y mucho menos después de lo que había pasado esa noche. ¡Kami-sama, por qué se le había ocurrido besarlo!!!. Suspiró. No había razón para pensar en él. Tenía un asunto mucho más urgente entre manos que había retrasado demasiado tiempo. -"Será mejor que charlemos. ¿Tenéis té? Creo que nos hará bien a todos"- susurró suavemente, controlando la situación. Lentamente el Kenshingumi se fue levantando, todos menos Sanosuke que seguía desmayado, y se dirigieron hacia la cocina, en silencio.
- "Supongo que debería empezar por el principio"- Kagero estaba sentada, apoyada la espalda contra la pared, una taza de té, aún humeante, a su lado derecho. Se había dirigido a los otros que, sentados alrededor de la mesa, no la perdían de vista, pero ella sólo miraba a Kaoru. Su explicación era sólo para ella, los demás eran meros oyentes circunstanciales. Kaoru asintió con la cabeza, aunque el té había conseguido calmarla un poco, había perdido la capacidad de hablar, y retorcía con nerviosismo sus manos. Kenshin, a su lado, la observaba. Cómo le habría gustado sostener esas pequeñas manos entre las suyas, susurrarle al oído y calmarla entre sus brazos. Pero no podía. No debía hacerlo por el bien de ambos. Apartó la vista de las manos crispadas de Kaoru y miró hacia la otra mujer en la habitación.
Kagero tomó aire y comenzó con su relato. -" No sé si te acordarás de mamá, eras muy pequeña, debías tener unos 4 años, cuando ella enfermó. Papá"- le había costado pronunciar esa última palabra - "Papá había ido a la guerra, el Bakumatsu acababa de estallar, y él como muchos otros se fue. Al poco de irse mamá cayó enferma, deliraba y le llamaba. Yo intentaba cuidarla, cuidaros a las dos." - sus ojos estaban llenos de lágrimas, pero no permitió que salieran, era demasiado orgullosa.-" Una noche, llamaba tan desesperadamente a papá que le dije que lo traería de vuelta, no dejó de gritar y suplicar hasta que se lo prometí, y entonces durmió tranquila. Confiaba en mí."-Hizo una pausa en su relato, Kenshin intentó imaginársela, una niña cuidando de otra y de su madre enferma, una niña haciendo una promesa a su madre... tan parecida a su Kaoru. Kagero continuó, su voz ahora más firme -"Así que hice lo que tenía que hacer. Fui a ver al doctor Gensai, le di todo el dinero que teníamos para las medicinas de mamá y le pedí que os cuidara, porque yo tenía que irme, tenía que traer a papá de vuelta.".
Silencio. Se podía oír como Yahiko sorbía su té, Kenshin lo miró y no pudo evitar preguntar - "y ¿cuántos años tenía usted, Kagero-dono? - " 9. El doctor Gensai trató de persuadirme, ¿qué podía hacer una niña en medio de una guerra? Pero no consiguió nada. Era demasiado cabezota y lo sigo siendo, creo que viene de familia"- sonrió hacia Kaoru y continuó - " Al ver que no podía hacerme cambiar de idea, me aconsejó que al menos llevara mi ropa de entrenamiento de kendo, si me hacía pasar por un chico, quizá tendría una oportunidad"- Kenshin asintió, tenia sentido. Aunque las posibilidades de un niño de sobrevivir en el Bakumatsu eran pocas, las de una niña habrían sido nulas - "Así que las dejé con el doctor y me marché disfrazada, pasaba perfectamente por un chico. Pero no sabia dónde estaba él, no habíamos recibido ninguna carta y ni siquiera sabía en qué bando estaba. Según él era demasiado pequeña para comprenderlo, y mamá no estaba en condiciones de responderme, perdida como estaba en sus delirios."
- "Recuerdo a mamá en el futón. Y al doctor Gensai diciendo que habías ido en busca de papá y que volveríais juntos"- murmuró Kaoru -"Continúa, por favor"-"Fui hacia el este, hacia Mibu, pero en ese tiempo yo no sabía que esa región se llamara así. Cuando llegaba a un pueblo trabajaba a cambio de comida y cama, ayudando a las mujeres. Y preguntaba por él, pero nadie me daba una respuesta, nadie le habia visto. Todos tenían demasiado miedo para hablar, algunos pensaban que era un espía y me echaban antes de que pudiera abrir la boca. Entonces yo seguía mi camino, hasta ..."
------------------------- Flashback----------------------------------
Llevaba toda el día lloviendo, la tormenta era terrible, había vuelto el día en noche. Un trueno se escuchó y los relámpagos alumbraron el cielo. Bajo su luz intermitente, una pequeña figura avanzaba contra el viento, siguiendo el sendero de la montaña, su ropa calada y sus pequeños pies chapoteando en el barro. Estaba al límite de sus resistencia física, pero parecía como si una fuerza, invisible e inagotable le empujara a seguir avanzando.
-"Vaya vaya, mira que pajarito nos ha traído la tormenta"- Kagero levantó la cabeza para ver entre la lluvia a un par de hombres de uniforme. Un escalofrío recorrió su espina dorsal, los hombres de uniforme no solían tener ese aspecto tan descuidado. En estos cuatro meses que habían transcurrido desde que saliera de casa, había desarrollado su sentido de supervivencia, y en estos momentos le hablaba a gritos" - "Veamos que traes ahí escondido"- dijo el segundo hombre mientras sujetaba la muñeca de la niña con la mano izquierda e introducía la mano derecha en su gi. Kagero gritó al sentir la mano húmeda del hombre en su pecho, tanteando -"Es una niña!"- dijo el hombre. El que había hablado primero sonrió -"Estupendo, tráela para acá, nos divertiremos un rato" - Kagero estaba aterrorizada, y gritó de nuevo cuando el segundo hombre la empujó hacia el primero - "Es sólo una cría" - había asco en su voz cuando se dirigió hacia su compañero, pero Kagero sabia que no haría nada para ayudarla, estaba sola.
Chillaba, pataleaba, se retorcía y mordía desesperadamente, pero el hombre la tenia firmemente sujeta bajo el. Sentía como sus asquerosas manos acariciaban y palpaban su pequeño cuerpo y ella se resistía frenéticamente, sin saber que al rozar su cuerpo de aquella manera con el de su agresor, aún le excitaba más. - "Esta fierecilla sabe moverse. ¿Seguro que no quieres probarla tú también?"- Como respuesta el otro hombre le dio la espalda. Tenía escrúpulos como para no violar a una niña, pero no los suficientes como para impedir que su compañero lo hiciera. - "Una mujer es siempre una mujer"- Ante la negativa de su amigo, el hombre dirigió su mano para aflojar los pantalones de su manchado uniforme. Al hacer eso, la mano derecha de la niña, en un desesperado movimiento, se cerró sobre el cuchillo que el hombre portaba. Para ella, el tiempo se paró. Su cerebro reaccionó con calma, calculando.
Nunca había tenido un arma en las manos, pero había practicado con su padre innumerables veces. Aprovechó que su violador levantaba las caderas para bajarse los pantalones y empujó hacia arriba con toda la fuerza de su cuerpo, mientras que trazaba un arco con el cuchillo, firmemente agarrado a su pequeña mano. El movimiento había sido perfecto. A su lado, tendido de espaldas ahora, se encontraba su violador con los pantalones por las rodillas y un tajo en su garganta. Muerto. Ni siquiera había tenido tiempo para gritar. El otro hombre se giró al notar el súbito silencio y recibió a la muerte con un grito.
-"Escaparon por aquí, no deben andar lejos"- Llevaban dos días siguiendo a un par de desertores por las montañas de Mibu. Okita estaba muy orgulloso de haber sido elegido para esa misión, junto con su amigo Saitou. Los dos se habían conocido durante su entrenamiento y ahora, apenas unas semanas después, eran considerados como los mejores espadachines del Shinsengumi. Aunque seguían teniendo la graduación de soldados rasos, Okita estaba seguro que no tardarían en ascender y atrapar a ese par no le vendría mal a su hoja de servicios. - "Calla, he oído algo. Por allí"
Los dos jóvenes soldados echaron a correr. Okita sintió un escalofrío recorrer su espina vertebral cuando llegaron. Un hombre yacía en el suelo, medio desnudo y la garganta abierta. Un poco a la derecha otro yacía despatarrado en el suelo. Un cuchillo sobresaliendo de su pecho. A su lado una pequeña figura hecha un ovillo. El recodo del sendero donde se encontraban estaba lleno de sangre, sangre que corría, diluida con el agua de la lluvia, montaña abajo.
Al notar su presencia, lentamente, el pequeño ovillo se levantó, sacando en el proceso el cuchillo del pecho del hombre apuñalado.
Así la vieron por primera Saitou y Okita, como un animal acorralado, dispuesto a matar para defenderse. Una niña, que respiraba trabajosamente, frenéticamente, sus ropas desordenadas, abiertas y rasgadas, pegadas a su pequeño cuerpo. La lluvia caía sobre su pelo mojado, manchado de barro y sangre como toda ella, que le caía sobre la cara. En su mano derecha, firme, un cuchillo, con la punta hacia abajo, dispuesto a matar de nuevo. La hoja brillando a la luz de los relámpagos, con luz fría, de muerte, el mismo brillo que tenían sus ojos enloquecidos. Como si se tratara de un animal salvaje, Saitou Hajime se acercó a ella y lentamente, sin asustarla, le quitó el ensangrentado cuchillo de la mano tendiéndoselo a Okita. Se quitó su capa y la colocó en los hombros de la niña, cubriéndola. -"¿Cómo te llamas?"- su voz era como siempre, fría y autoritaria, pero la hizo reaccionar -"Kamiya Kagero. Busco a mi padre"- fue la débil respuesta. Saitou se giró hacia Okita como consultándole algo, y éste asintió sin dudar, comprendiendo la situación de la niña. - "No."- respondió Saitou con un suspiro, estaba decidido -" Tu nombre es Kamiya Katsu. Vendrás con nosotros hasta que encontremos a tu padre"
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La voz de Kagero no había temblado ni una sola vez mientras describía su primer encuentro con Saitou y Okita. En ese momento todos la miraban con el horror dibujado en sus caras, pero ninguno fue capaz de decir nada. Kaoru sollozaba en silencio, y Yahiko había salido a tomar el aire, no aguantaba más. Por su parte, Kenshin había empezado a mirarla con cierta admiración. Esa mujer había sido como su adorada Kaoru, alegre y vital, pero las vida la había golpeado con saña. Dentro de algunos años, Kaoru sería como ella, y se prometió a si mismo, una vez más, que no dejaría que su Kaoru tuviera jamás esa mirada. Unos minutos después, Yahiko volvió, más sereno, y ella continúo su historia.
-" Hajime y Okita se ocuparon de mí desde entonces. Los estaban movilizando, y cambiaban continuamente de posición, por todo el país, lo que nos vino muy bien para buscar sin problemas. Cada vez que llegábamos a un campamento nuevo, preguntábamos a los hombres por un tal Kamiya, que había dejado a su mujer y a sus dos hijas en Edo. Incluso preguntábamos a los prisioneros, por si estaba en el otro bando. Mi disfraz seguía valiendo, la verdad, ni siquiera teníamos que mentir, porque Okita y Saitou me llamaban "cachorro" todo el tiempo y pronto todos los demás terminaron llamándome así también, no tuve que utilizar casi nunca el nombre de Katsu. Era un mote lógico, rodeado por los lobos de Mibu yo era un cachorro, un pequeño cachorro de lobo. También había otros niños con los Shinsengumi, ayudantes y estudiantes, futuros samuráis acompañando a sus padres. Yo me quedaba con ellos cuando los mayores iban a luchar, atendía a los heridos, y practicaba. Estaba siempre practicando, hablaba pocas veces, como Hajime. Una noche le vi salir de la tienda y entrar en un bosque cercano. Le seguí, siempre era como su sombra, me sentía a salvo con él. Llegó a un claro del bosque y se giró, como si supiera que le iba a seguir. Esa noche me enseñó una kata, y desde entonces todas las noches practicamos, a veces Okita venía también. Okita no quería que Hajime me enseñara a luchar, quería que conservara mi inocencia, pero era demasiado tarde para mi. Y así pasó el tiempo, yo fui aprendiendo y ellos ascendiendo, hasta que les hicieron capitanes y terminamos en Kyoto. Llevábamos 2 días allí cuando por fin lo encontré ..."
------------------------- Flashback----------------------------------
Kagero andaba por el patio del cuartel general de los Shinsengumi, en Kyoto. El día anterior había desfilado, como todos los demás miembros, por las calles de la ciudad. Saitou y Okita se habían sentido muy orgullosos de ella. Souji le había sonreído todo el tiempo, con esa maravillosa sonrisa de ángel que tenía, y había visto el orgullo brillar en los ojos de Hajime. Ese día había reído como no lo habia hecho desde que salió de casa, se sentía llena de vida, con esperanza. Después de tantos meses de búsqueda, parecía que en esa ciudad habían oído hablar de su padre. Pronto lo encontraría y se irían los dos a casa. Y cuando todo esto acabara, Souji y Hajime vendrían también, y vivirían todos juntos, como una familia. Papá, mamá, Kaoru, Souji, Hajime y ella. Y Souji le contaría a Kaoru esos cuentos tan bonitos que él sabia, y Hajime gruñiría y mamá ..... un fuerte tirón en su brazo la sacó de sus pensamientos. Un hombre la estaba arrastrando hacia una esquina del patio, cuando éste se giró y mostró su rostro, Kagero se sintió feliz.
-"¡¡¡Papá!!!. Papá por fin te he encontrado, tenemos que volver a casa, con mamá. Nos están esperando"- PLAF!!- las lágrimas de alegría de la niña se transformaron en lágrimas de dolor mientras cubría su mejilla con su mano, incrédula. - "¿Qué estás haciendo aquí? ¿es que no tienes vergüenza? No eres más que una .... prostituta. La zorra de dos asesinos"- sus palabras la golpeaban causándole más daño que la bofetada anterior -"Yo no te eduqué para esto. No te reconozco, ya no eres mi hija". Y con esto se fue, dejándola sola en la esquina del patio.
Kagero cayó al suelo, sus rodillas no eran capaces de sostenerla, y allí, luchó contra las lágrimas que amenazaban con salir de sus ojos. No debía llorar. Souji le preguntaría y no se sentía capaz de responderle. Y Hajime... Hajime no debía verla llorar. - "Cachorro"- por primera vez en su vida, la voz de Saitou era casi dulce - "Lo conseguí. Ahora volverá a casa. Cumplí mi promesa" - dijo ella sin levantar la cabeza - "Ellas le necesitan."- continuó, su voz tan delgada y triste que a Saitou se le encogió el corazón. Se arrodilló ante ella "Y nosotros te necesitamos a ti, cachorro" quiso decirle, quiso abrazarla y confortarla, pero él no era así.-"Ven, Okita nos está esperando".
Kagero le siguió como un autómata hasta el centro del patio, allí, Okita Souji hablaba con su superior, el general Kanryu -"Vaya, con que éste es el famoso cachorro del Shinsengumi. He oído hablar mucho de ti pequeño, ¿Cómo te llamas?"- Kagero miró al sonriente coloso, incapaz de hablar - "Saitou Katsu"- respondió Hajime por ella - "Saitou, ¿sois parientes acaso?"- "El hijo de mi hermano y de la hermana de Okita, general. Están muertos. Por eso nosotros nos encargamos del chico"- "No sabia que tenías una hermana Okita, ni que vosotros dos estuvierais emparentados, esto explica muchas cosas"- Okita sólo pudo sonreír con toda su alma, mientras el general acariciaba la cabeza de Kagero y se marchaba. -"¿Qué demonios pasa Hajime? ¿A qué viene toda esa historia?"- preguntó Okita en cuanto se vieron a salvo de oídos indiscretos. -"Kamiya ha repudiado al cachorro."- Okita miró a la niña, que seguía sin reaccionar, Saitou prosiguió -"Con esta historia, si nos pasara algo, nuestro nombre la respaldaría y no quedaría sola"- Okita asintió - "Necesito un cigarrillo"- concluyó Saitou caminando hacia la salida. Okita abrazó a la niña y ésta por fin rompió a llorar sobre el pecho del hombre - "Tranquila, no estás solas, nunca más estarás sola. Te lo prometo."- Siguió acunando a la pequeña mientras Saitou se alejaba, la mano en la empuñadura de su katana, buscando la sangre de un hombre.
Habia atravesado media ciudad, pero aún no estaba lo suficientemente lejos. En sus oídos se repetían las mismas palabras una y otra vez "por fin te he encontrado, tenemos que volver a casa" y esos ojos llenos de lágrimas... empezó a dudar. Ni siquiera le habia dejado explicarse, ¿en qué clase de hombre se habia convertido? El hombre se detuvo, habia tomado una decisión. Debia volver por ella, llevarla a casa, podrían empezar de nuevo. Se volvió, la esperanza en el rostro. Y comenzó a dirigirse hacia el cuartel de los Shinsengumi, pero no habia dado dos pasos cuando su recién nacida esperanza murió. Kamiya Ienobu supo que no volvería a ver a su familia, que moriría ese día, en breves momentos. El lobo habia encontrado a su presa.
Saitou continuó avanzando hacia él, sin modificar su paso. Lentamente desenvainó su katana, que lanzaba chispas a la luz del sol, mortífera. Mantenía la katana paralela a su pierna, quería que aquel sufriera, que viera la muerte ir hacia el, paso a paso inexorablemente. Nunca habia deseado tanto matar a un hombre, ni siquiera a Battousai. Cuando se encontraban a la misma altura, la katana cortó el aire y la carne del hombre sentenciado. Kamiya Ienobu cayó al suelo de espaldas, una gruesa línea de sangre recorría su cadera izquierda hasta su hombro derecho. No tan profunda como para matarle, pero si lo suficiente como para dejarle marcado de por vida. - "No te la mereces. Eres una basura"- Ienobu cerró los ojos, aquel hombre, al que consideraba un asesino, tenía razón. - "No te he matado porque YO no soy capaz de causarle dolor, ha pasado por cosas que ningún niño debería saber siquiera que existen" - Ienobu sollozaba en el suelo recibiendo las palabras como golpes en su corazón -" Kagero ya no es tu hija. ¿No le dijiste eso escoria? Ahora es mía" - El lobo de Mibu le lanzó una última mirada de desprecio y continuó su camino, no sin antes limpiar de sangre su espada en la ropa de Ienobu. Éste quedo solo, las lágrimas cayendo por sus mejillas, era el más despreciable de los hombres y tendría que vivir el resto de su vida recordándolo.
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"Ese día Kamiya Kagero murió." - Kaoru miró a su hermana horrorizada- "Mientes. No puedo creerlo. Mi padre no sería capaz de algo así"- pero en el fondo sabía que no era cierto. Su padre volvió de la guerra para ver morir a su mujer, y nunca habló de su hija mayor. Estaba muerta, fue lo que dijo. Todos en su fuero interno lo habían temido, Ienobu simplemente confirmó sus temores. Kaoru era muy pequeña para hacerse preguntas sobre su hermana. Poco a poco la fue olvidando, borrada de su vida para siempre, como su padre habría querido borrarla de la suya.
"Nos quedamos los 3 juntos a partir de entonces"- Kagero continuaba su historia, sin importarle la reacción de su hermana menor- "Okita estuvo muy enfermo, de tuberculosis y teníamos que mantenerlo en secreto. Después de la guerra, conocí a Tokio, la esposa de Hajime. Entonces por fin pude quitarme el disfraz y ser por fin una mujer. Tokio es toda una dama, de una buena familia de samuráis, me enseñó muchas cosas. Cosas en las que ni Hajime ni Souji habían pensado, por supuesto." - sonrió -" Hace unos años, el consejero de justicia nos encontró y nos propuso un trato. Hajime se convirtió en Fujita Goro, teniente de policía, pero esa parte ya la conocéis. Oficialmente mi nombre es el mismo que Hajime me dio, Saitou Katsu. Generalmente, en el cuartel, con los reclutas, vestida con las ropas de entrenamiento, nadie se da cuenta que soy una mujer y si lo hacen, me respetan demasiado como para comentarlo. Para los pocos que realmente me conocen soy Saitou Kagero. Y lo seguiré siendo el resto de mi vida"- pronunció las últimas palabras con orgullo, no tenía nada de que arrepentirse y nadie podía echarle nada en cara.
-"Ven Yahiko. Tenemos que encargarnos de Sano"- Kenshin se levantó haciendo una seña al chico. Era mejor dejarlas solas, sin testigos. Tenían muchas cosas que decirse. Los dos llegaron al dojo. Los atacantes habían escapado aprovechando su ausencia. Mejor así, no habría sabido qué hacer con ellos. Levantaron a Sanosuke del suelo, que seguía Ko y consiguieron llevarlo sin muchas complicaciones a la habitación de Kenshin. - "Será mejor que te vayas a dormir Yahiko, pronto amanecerá"- el chico asintió y se dirigió a su habitación. Mañana hablarían, a la luz del sol las historias tristes no parecen tan siniestras.
¿ Y bien? ¿Qué os ha parecido? Hasta aquí más o menos llega la parte oscura de la historia, a partir de aquí vienen las cosas bonitas. Después de todo la serie va de seguir adelante, de perdonar y de intentar ser feliz pase lo que pase, ¿no?
No tengo ni idea de cómo se llamaba el padre de Kaoru ni el general de los Shinsengumi, me gusta la serie, pero no me fijo en los detalles, si alguien lo sabe, que me lo diga y lo corrijo.
Este capitulo es muy oscuro y violento. Creo que me está saliendo un fic demasiado violento, pero en fin, ninguno de los protagonistas de Rurouni Kenshin, quitando a Kaoru claro, ha sido un angelito que digamos.
4. Recuerdos.
"Me dieron el nombre de Kamiya Kagero". Esas palabras todavía flotaban en la sala, afectando a cada uno de las personas que aún permanecía en la sala de entrenamientos.
Yahiko se había sentado de golpe de la impresión, mantenía una mano temblorosa señalando al hasta ahora capitán de policía con su dedo índice, como si estuviera viendo un fantasma y si dejara de señalarlo se desvanecería en el aire - "No podéis ser familia. Ano, quiero decir, que tú eres .... y ella es ....es... Kaoru. ¿Verdad Ken?" - "ORORORORORO" - fue lo único capaz de articular el pobre rurouni en estado de shock.
Sanosuke no se lo había tomado tan bien. Primero la escenita erótica entre la mujer travestida y el cubo de hielo. Después la identidad de ella. Eran demasiadas emociones para estar medio borracho, así que su cuerpo se reaccionó perdiendo el sentido.
Por su parte Kaoru había caído de rodillas al suelo. Negando. - "Kagero. No es posible. Estabas muerta. No es posible. Kagero".
De pie en medio de la sala, observando los estragos que había causado su declaración, suspiró. Tendría que dar explicaciones. Odiaba dar explicaciones, y más aún cuando se trataba de sus sentimientos más dolorosos. Al menos el ninja había tenido la decencia de no pedir más explicaciones. Menos mal que se había ido. Se sentía capaz de aclarar las cosas con Kaoru, pero desde luego no con Shinomori como espectador. Y mucho menos después de lo que había pasado esa noche. ¡Kami-sama, por qué se le había ocurrido besarlo!!!. Suspiró. No había razón para pensar en él. Tenía un asunto mucho más urgente entre manos que había retrasado demasiado tiempo. -"Será mejor que charlemos. ¿Tenéis té? Creo que nos hará bien a todos"- susurró suavemente, controlando la situación. Lentamente el Kenshingumi se fue levantando, todos menos Sanosuke que seguía desmayado, y se dirigieron hacia la cocina, en silencio.
- "Supongo que debería empezar por el principio"- Kagero estaba sentada, apoyada la espalda contra la pared, una taza de té, aún humeante, a su lado derecho. Se había dirigido a los otros que, sentados alrededor de la mesa, no la perdían de vista, pero ella sólo miraba a Kaoru. Su explicación era sólo para ella, los demás eran meros oyentes circunstanciales. Kaoru asintió con la cabeza, aunque el té había conseguido calmarla un poco, había perdido la capacidad de hablar, y retorcía con nerviosismo sus manos. Kenshin, a su lado, la observaba. Cómo le habría gustado sostener esas pequeñas manos entre las suyas, susurrarle al oído y calmarla entre sus brazos. Pero no podía. No debía hacerlo por el bien de ambos. Apartó la vista de las manos crispadas de Kaoru y miró hacia la otra mujer en la habitación.
Kagero tomó aire y comenzó con su relato. -" No sé si te acordarás de mamá, eras muy pequeña, debías tener unos 4 años, cuando ella enfermó. Papá"- le había costado pronunciar esa última palabra - "Papá había ido a la guerra, el Bakumatsu acababa de estallar, y él como muchos otros se fue. Al poco de irse mamá cayó enferma, deliraba y le llamaba. Yo intentaba cuidarla, cuidaros a las dos." - sus ojos estaban llenos de lágrimas, pero no permitió que salieran, era demasiado orgullosa.-" Una noche, llamaba tan desesperadamente a papá que le dije que lo traería de vuelta, no dejó de gritar y suplicar hasta que se lo prometí, y entonces durmió tranquila. Confiaba en mí."-Hizo una pausa en su relato, Kenshin intentó imaginársela, una niña cuidando de otra y de su madre enferma, una niña haciendo una promesa a su madre... tan parecida a su Kaoru. Kagero continuó, su voz ahora más firme -"Así que hice lo que tenía que hacer. Fui a ver al doctor Gensai, le di todo el dinero que teníamos para las medicinas de mamá y le pedí que os cuidara, porque yo tenía que irme, tenía que traer a papá de vuelta.".
Silencio. Se podía oír como Yahiko sorbía su té, Kenshin lo miró y no pudo evitar preguntar - "y ¿cuántos años tenía usted, Kagero-dono? - " 9. El doctor Gensai trató de persuadirme, ¿qué podía hacer una niña en medio de una guerra? Pero no consiguió nada. Era demasiado cabezota y lo sigo siendo, creo que viene de familia"- sonrió hacia Kaoru y continuó - " Al ver que no podía hacerme cambiar de idea, me aconsejó que al menos llevara mi ropa de entrenamiento de kendo, si me hacía pasar por un chico, quizá tendría una oportunidad"- Kenshin asintió, tenia sentido. Aunque las posibilidades de un niño de sobrevivir en el Bakumatsu eran pocas, las de una niña habrían sido nulas - "Así que las dejé con el doctor y me marché disfrazada, pasaba perfectamente por un chico. Pero no sabia dónde estaba él, no habíamos recibido ninguna carta y ni siquiera sabía en qué bando estaba. Según él era demasiado pequeña para comprenderlo, y mamá no estaba en condiciones de responderme, perdida como estaba en sus delirios."
- "Recuerdo a mamá en el futón. Y al doctor Gensai diciendo que habías ido en busca de papá y que volveríais juntos"- murmuró Kaoru -"Continúa, por favor"-"Fui hacia el este, hacia Mibu, pero en ese tiempo yo no sabía que esa región se llamara así. Cuando llegaba a un pueblo trabajaba a cambio de comida y cama, ayudando a las mujeres. Y preguntaba por él, pero nadie me daba una respuesta, nadie le habia visto. Todos tenían demasiado miedo para hablar, algunos pensaban que era un espía y me echaban antes de que pudiera abrir la boca. Entonces yo seguía mi camino, hasta ..."
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Llevaba toda el día lloviendo, la tormenta era terrible, había vuelto el día en noche. Un trueno se escuchó y los relámpagos alumbraron el cielo. Bajo su luz intermitente, una pequeña figura avanzaba contra el viento, siguiendo el sendero de la montaña, su ropa calada y sus pequeños pies chapoteando en el barro. Estaba al límite de sus resistencia física, pero parecía como si una fuerza, invisible e inagotable le empujara a seguir avanzando.
-"Vaya vaya, mira que pajarito nos ha traído la tormenta"- Kagero levantó la cabeza para ver entre la lluvia a un par de hombres de uniforme. Un escalofrío recorrió su espina dorsal, los hombres de uniforme no solían tener ese aspecto tan descuidado. En estos cuatro meses que habían transcurrido desde que saliera de casa, había desarrollado su sentido de supervivencia, y en estos momentos le hablaba a gritos" - "Veamos que traes ahí escondido"- dijo el segundo hombre mientras sujetaba la muñeca de la niña con la mano izquierda e introducía la mano derecha en su gi. Kagero gritó al sentir la mano húmeda del hombre en su pecho, tanteando -"Es una niña!"- dijo el hombre. El que había hablado primero sonrió -"Estupendo, tráela para acá, nos divertiremos un rato" - Kagero estaba aterrorizada, y gritó de nuevo cuando el segundo hombre la empujó hacia el primero - "Es sólo una cría" - había asco en su voz cuando se dirigió hacia su compañero, pero Kagero sabia que no haría nada para ayudarla, estaba sola.
Chillaba, pataleaba, se retorcía y mordía desesperadamente, pero el hombre la tenia firmemente sujeta bajo el. Sentía como sus asquerosas manos acariciaban y palpaban su pequeño cuerpo y ella se resistía frenéticamente, sin saber que al rozar su cuerpo de aquella manera con el de su agresor, aún le excitaba más. - "Esta fierecilla sabe moverse. ¿Seguro que no quieres probarla tú también?"- Como respuesta el otro hombre le dio la espalda. Tenía escrúpulos como para no violar a una niña, pero no los suficientes como para impedir que su compañero lo hiciera. - "Una mujer es siempre una mujer"- Ante la negativa de su amigo, el hombre dirigió su mano para aflojar los pantalones de su manchado uniforme. Al hacer eso, la mano derecha de la niña, en un desesperado movimiento, se cerró sobre el cuchillo que el hombre portaba. Para ella, el tiempo se paró. Su cerebro reaccionó con calma, calculando.
Nunca había tenido un arma en las manos, pero había practicado con su padre innumerables veces. Aprovechó que su violador levantaba las caderas para bajarse los pantalones y empujó hacia arriba con toda la fuerza de su cuerpo, mientras que trazaba un arco con el cuchillo, firmemente agarrado a su pequeña mano. El movimiento había sido perfecto. A su lado, tendido de espaldas ahora, se encontraba su violador con los pantalones por las rodillas y un tajo en su garganta. Muerto. Ni siquiera había tenido tiempo para gritar. El otro hombre se giró al notar el súbito silencio y recibió a la muerte con un grito.
-"Escaparon por aquí, no deben andar lejos"- Llevaban dos días siguiendo a un par de desertores por las montañas de Mibu. Okita estaba muy orgulloso de haber sido elegido para esa misión, junto con su amigo Saitou. Los dos se habían conocido durante su entrenamiento y ahora, apenas unas semanas después, eran considerados como los mejores espadachines del Shinsengumi. Aunque seguían teniendo la graduación de soldados rasos, Okita estaba seguro que no tardarían en ascender y atrapar a ese par no le vendría mal a su hoja de servicios. - "Calla, he oído algo. Por allí"
Los dos jóvenes soldados echaron a correr. Okita sintió un escalofrío recorrer su espina vertebral cuando llegaron. Un hombre yacía en el suelo, medio desnudo y la garganta abierta. Un poco a la derecha otro yacía despatarrado en el suelo. Un cuchillo sobresaliendo de su pecho. A su lado una pequeña figura hecha un ovillo. El recodo del sendero donde se encontraban estaba lleno de sangre, sangre que corría, diluida con el agua de la lluvia, montaña abajo.
Al notar su presencia, lentamente, el pequeño ovillo se levantó, sacando en el proceso el cuchillo del pecho del hombre apuñalado.
Así la vieron por primera Saitou y Okita, como un animal acorralado, dispuesto a matar para defenderse. Una niña, que respiraba trabajosamente, frenéticamente, sus ropas desordenadas, abiertas y rasgadas, pegadas a su pequeño cuerpo. La lluvia caía sobre su pelo mojado, manchado de barro y sangre como toda ella, que le caía sobre la cara. En su mano derecha, firme, un cuchillo, con la punta hacia abajo, dispuesto a matar de nuevo. La hoja brillando a la luz de los relámpagos, con luz fría, de muerte, el mismo brillo que tenían sus ojos enloquecidos. Como si se tratara de un animal salvaje, Saitou Hajime se acercó a ella y lentamente, sin asustarla, le quitó el ensangrentado cuchillo de la mano tendiéndoselo a Okita. Se quitó su capa y la colocó en los hombros de la niña, cubriéndola. -"¿Cómo te llamas?"- su voz era como siempre, fría y autoritaria, pero la hizo reaccionar -"Kamiya Kagero. Busco a mi padre"- fue la débil respuesta. Saitou se giró hacia Okita como consultándole algo, y éste asintió sin dudar, comprendiendo la situación de la niña. - "No."- respondió Saitou con un suspiro, estaba decidido -" Tu nombre es Kamiya Katsu. Vendrás con nosotros hasta que encontremos a tu padre"
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La voz de Kagero no había temblado ni una sola vez mientras describía su primer encuentro con Saitou y Okita. En ese momento todos la miraban con el horror dibujado en sus caras, pero ninguno fue capaz de decir nada. Kaoru sollozaba en silencio, y Yahiko había salido a tomar el aire, no aguantaba más. Por su parte, Kenshin había empezado a mirarla con cierta admiración. Esa mujer había sido como su adorada Kaoru, alegre y vital, pero las vida la había golpeado con saña. Dentro de algunos años, Kaoru sería como ella, y se prometió a si mismo, una vez más, que no dejaría que su Kaoru tuviera jamás esa mirada. Unos minutos después, Yahiko volvió, más sereno, y ella continúo su historia.
-" Hajime y Okita se ocuparon de mí desde entonces. Los estaban movilizando, y cambiaban continuamente de posición, por todo el país, lo que nos vino muy bien para buscar sin problemas. Cada vez que llegábamos a un campamento nuevo, preguntábamos a los hombres por un tal Kamiya, que había dejado a su mujer y a sus dos hijas en Edo. Incluso preguntábamos a los prisioneros, por si estaba en el otro bando. Mi disfraz seguía valiendo, la verdad, ni siquiera teníamos que mentir, porque Okita y Saitou me llamaban "cachorro" todo el tiempo y pronto todos los demás terminaron llamándome así también, no tuve que utilizar casi nunca el nombre de Katsu. Era un mote lógico, rodeado por los lobos de Mibu yo era un cachorro, un pequeño cachorro de lobo. También había otros niños con los Shinsengumi, ayudantes y estudiantes, futuros samuráis acompañando a sus padres. Yo me quedaba con ellos cuando los mayores iban a luchar, atendía a los heridos, y practicaba. Estaba siempre practicando, hablaba pocas veces, como Hajime. Una noche le vi salir de la tienda y entrar en un bosque cercano. Le seguí, siempre era como su sombra, me sentía a salvo con él. Llegó a un claro del bosque y se giró, como si supiera que le iba a seguir. Esa noche me enseñó una kata, y desde entonces todas las noches practicamos, a veces Okita venía también. Okita no quería que Hajime me enseñara a luchar, quería que conservara mi inocencia, pero era demasiado tarde para mi. Y así pasó el tiempo, yo fui aprendiendo y ellos ascendiendo, hasta que les hicieron capitanes y terminamos en Kyoto. Llevábamos 2 días allí cuando por fin lo encontré ..."
------------------------- Flashback----------------------------------
Kagero andaba por el patio del cuartel general de los Shinsengumi, en Kyoto. El día anterior había desfilado, como todos los demás miembros, por las calles de la ciudad. Saitou y Okita se habían sentido muy orgullosos de ella. Souji le había sonreído todo el tiempo, con esa maravillosa sonrisa de ángel que tenía, y había visto el orgullo brillar en los ojos de Hajime. Ese día había reído como no lo habia hecho desde que salió de casa, se sentía llena de vida, con esperanza. Después de tantos meses de búsqueda, parecía que en esa ciudad habían oído hablar de su padre. Pronto lo encontraría y se irían los dos a casa. Y cuando todo esto acabara, Souji y Hajime vendrían también, y vivirían todos juntos, como una familia. Papá, mamá, Kaoru, Souji, Hajime y ella. Y Souji le contaría a Kaoru esos cuentos tan bonitos que él sabia, y Hajime gruñiría y mamá ..... un fuerte tirón en su brazo la sacó de sus pensamientos. Un hombre la estaba arrastrando hacia una esquina del patio, cuando éste se giró y mostró su rostro, Kagero se sintió feliz.
-"¡¡¡Papá!!!. Papá por fin te he encontrado, tenemos que volver a casa, con mamá. Nos están esperando"- PLAF!!- las lágrimas de alegría de la niña se transformaron en lágrimas de dolor mientras cubría su mejilla con su mano, incrédula. - "¿Qué estás haciendo aquí? ¿es que no tienes vergüenza? No eres más que una .... prostituta. La zorra de dos asesinos"- sus palabras la golpeaban causándole más daño que la bofetada anterior -"Yo no te eduqué para esto. No te reconozco, ya no eres mi hija". Y con esto se fue, dejándola sola en la esquina del patio.
Kagero cayó al suelo, sus rodillas no eran capaces de sostenerla, y allí, luchó contra las lágrimas que amenazaban con salir de sus ojos. No debía llorar. Souji le preguntaría y no se sentía capaz de responderle. Y Hajime... Hajime no debía verla llorar. - "Cachorro"- por primera vez en su vida, la voz de Saitou era casi dulce - "Lo conseguí. Ahora volverá a casa. Cumplí mi promesa" - dijo ella sin levantar la cabeza - "Ellas le necesitan."- continuó, su voz tan delgada y triste que a Saitou se le encogió el corazón. Se arrodilló ante ella "Y nosotros te necesitamos a ti, cachorro" quiso decirle, quiso abrazarla y confortarla, pero él no era así.-"Ven, Okita nos está esperando".
Kagero le siguió como un autómata hasta el centro del patio, allí, Okita Souji hablaba con su superior, el general Kanryu -"Vaya, con que éste es el famoso cachorro del Shinsengumi. He oído hablar mucho de ti pequeño, ¿Cómo te llamas?"- Kagero miró al sonriente coloso, incapaz de hablar - "Saitou Katsu"- respondió Hajime por ella - "Saitou, ¿sois parientes acaso?"- "El hijo de mi hermano y de la hermana de Okita, general. Están muertos. Por eso nosotros nos encargamos del chico"- "No sabia que tenías una hermana Okita, ni que vosotros dos estuvierais emparentados, esto explica muchas cosas"- Okita sólo pudo sonreír con toda su alma, mientras el general acariciaba la cabeza de Kagero y se marchaba. -"¿Qué demonios pasa Hajime? ¿A qué viene toda esa historia?"- preguntó Okita en cuanto se vieron a salvo de oídos indiscretos. -"Kamiya ha repudiado al cachorro."- Okita miró a la niña, que seguía sin reaccionar, Saitou prosiguió -"Con esta historia, si nos pasara algo, nuestro nombre la respaldaría y no quedaría sola"- Okita asintió - "Necesito un cigarrillo"- concluyó Saitou caminando hacia la salida. Okita abrazó a la niña y ésta por fin rompió a llorar sobre el pecho del hombre - "Tranquila, no estás solas, nunca más estarás sola. Te lo prometo."- Siguió acunando a la pequeña mientras Saitou se alejaba, la mano en la empuñadura de su katana, buscando la sangre de un hombre.
Habia atravesado media ciudad, pero aún no estaba lo suficientemente lejos. En sus oídos se repetían las mismas palabras una y otra vez "por fin te he encontrado, tenemos que volver a casa" y esos ojos llenos de lágrimas... empezó a dudar. Ni siquiera le habia dejado explicarse, ¿en qué clase de hombre se habia convertido? El hombre se detuvo, habia tomado una decisión. Debia volver por ella, llevarla a casa, podrían empezar de nuevo. Se volvió, la esperanza en el rostro. Y comenzó a dirigirse hacia el cuartel de los Shinsengumi, pero no habia dado dos pasos cuando su recién nacida esperanza murió. Kamiya Ienobu supo que no volvería a ver a su familia, que moriría ese día, en breves momentos. El lobo habia encontrado a su presa.
Saitou continuó avanzando hacia él, sin modificar su paso. Lentamente desenvainó su katana, que lanzaba chispas a la luz del sol, mortífera. Mantenía la katana paralela a su pierna, quería que aquel sufriera, que viera la muerte ir hacia el, paso a paso inexorablemente. Nunca habia deseado tanto matar a un hombre, ni siquiera a Battousai. Cuando se encontraban a la misma altura, la katana cortó el aire y la carne del hombre sentenciado. Kamiya Ienobu cayó al suelo de espaldas, una gruesa línea de sangre recorría su cadera izquierda hasta su hombro derecho. No tan profunda como para matarle, pero si lo suficiente como para dejarle marcado de por vida. - "No te la mereces. Eres una basura"- Ienobu cerró los ojos, aquel hombre, al que consideraba un asesino, tenía razón. - "No te he matado porque YO no soy capaz de causarle dolor, ha pasado por cosas que ningún niño debería saber siquiera que existen" - Ienobu sollozaba en el suelo recibiendo las palabras como golpes en su corazón -" Kagero ya no es tu hija. ¿No le dijiste eso escoria? Ahora es mía" - El lobo de Mibu le lanzó una última mirada de desprecio y continuó su camino, no sin antes limpiar de sangre su espada en la ropa de Ienobu. Éste quedo solo, las lágrimas cayendo por sus mejillas, era el más despreciable de los hombres y tendría que vivir el resto de su vida recordándolo.
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"Ese día Kamiya Kagero murió." - Kaoru miró a su hermana horrorizada- "Mientes. No puedo creerlo. Mi padre no sería capaz de algo así"- pero en el fondo sabía que no era cierto. Su padre volvió de la guerra para ver morir a su mujer, y nunca habló de su hija mayor. Estaba muerta, fue lo que dijo. Todos en su fuero interno lo habían temido, Ienobu simplemente confirmó sus temores. Kaoru era muy pequeña para hacerse preguntas sobre su hermana. Poco a poco la fue olvidando, borrada de su vida para siempre, como su padre habría querido borrarla de la suya.
"Nos quedamos los 3 juntos a partir de entonces"- Kagero continuaba su historia, sin importarle la reacción de su hermana menor- "Okita estuvo muy enfermo, de tuberculosis y teníamos que mantenerlo en secreto. Después de la guerra, conocí a Tokio, la esposa de Hajime. Entonces por fin pude quitarme el disfraz y ser por fin una mujer. Tokio es toda una dama, de una buena familia de samuráis, me enseñó muchas cosas. Cosas en las que ni Hajime ni Souji habían pensado, por supuesto." - sonrió -" Hace unos años, el consejero de justicia nos encontró y nos propuso un trato. Hajime se convirtió en Fujita Goro, teniente de policía, pero esa parte ya la conocéis. Oficialmente mi nombre es el mismo que Hajime me dio, Saitou Katsu. Generalmente, en el cuartel, con los reclutas, vestida con las ropas de entrenamiento, nadie se da cuenta que soy una mujer y si lo hacen, me respetan demasiado como para comentarlo. Para los pocos que realmente me conocen soy Saitou Kagero. Y lo seguiré siendo el resto de mi vida"- pronunció las últimas palabras con orgullo, no tenía nada de que arrepentirse y nadie podía echarle nada en cara.
-"Ven Yahiko. Tenemos que encargarnos de Sano"- Kenshin se levantó haciendo una seña al chico. Era mejor dejarlas solas, sin testigos. Tenían muchas cosas que decirse. Los dos llegaron al dojo. Los atacantes habían escapado aprovechando su ausencia. Mejor así, no habría sabido qué hacer con ellos. Levantaron a Sanosuke del suelo, que seguía Ko y consiguieron llevarlo sin muchas complicaciones a la habitación de Kenshin. - "Será mejor que te vayas a dormir Yahiko, pronto amanecerá"- el chico asintió y se dirigió a su habitación. Mañana hablarían, a la luz del sol las historias tristes no parecen tan siniestras.
¿ Y bien? ¿Qué os ha parecido? Hasta aquí más o menos llega la parte oscura de la historia, a partir de aquí vienen las cosas bonitas. Después de todo la serie va de seguir adelante, de perdonar y de intentar ser feliz pase lo que pase, ¿no?
No tengo ni idea de cómo se llamaba el padre de Kaoru ni el general de los Shinsengumi, me gusta la serie, pero no me fijo en los detalles, si alguien lo sabe, que me lo diga y lo corrijo.
