Rurouni Kenshin y todos sus personajes pertenecen a Nobuhiro Watsuki. Ya lo he dicho, así que no me denuncie nadie.

5. Padres

La mano de Kagero acariciaba lentamente los mechones oscuros del pelo de su hermana pequeña, quien apoyaba su cabeza en su regazo y jugaba distraídamente con el cinturón de su obi. Con el día habia llegado la calma, se habian pasado el resto de la noche, llorando y riendo, abrazadas, perdidas en sus pocos recuerdos comunes.

- " A veces, le escuchaba llorar a solas, en su cuarto." - Kagero cerró los ojos, no quería escuchar más como su hermana pequeña trataba de defender a su padre- " Reía muy poco, una risa sincera quiero decir, y cuando lo hacia, se llevaba la mano al pecho, y paraba de reír, como si estuviera cometiendo un delito." "Déjalo. El pasado quedó atrás. Nunca eché de menos un padre porque siempre tuve uno." - Kaoru permaneció callada - "Siempre serás mi hermana Kaoru, siempre te querré y estaré cuando me necesites, pero entiende que si en esta vida tengo que llamar padre a alguien, ese alguien sólo podrá ser Saitou Hajime" - Kaoru suspiró, era cierto, la testarudez viene de familia - "¿Y ahora qué?" - Kagero la miró y sonrió, - "Ahora estamos juntas" - Kaoru sonrió a su vez, se habian vuelto a encontrar, ya nada las volvería a separar. Con este pensamiento, su alma por fin en paz, el sueño la venció. Kagero sintió como su hermana se relajaba y dormía. Sintió una punzada de envidia, al verla conciliar el sueño tan fácilmente, ella jamás podría dormir así, tenía demasiados fantasmas. Además, tenía muchas cosas que hacer antes de permitirse un descanso.

Habia sido todo producto de la casualidad, ayer por la tarde, ¿sólo ayer por la tarde? Le parecía que habian transcurridos días en vez de sólo unas horas. En la tarde, saliendo del teatro, a Tokio le habia parecido buena idea pasar a recoger a Hajime al cuartel y volver los tres juntos a casa. Los habia dejado a los dos hablando, después de todo estaban casados y necesitaban un poco de intimidad, aunque fuera para hablar de algo tan trivial como el kabuki. Por eso habia estado conversando con Chou, que estaba disgustado porque habia tenido que enviar a sus colegas de juego con Shinomori, para un "encargo especial" y se había quedado sin partida esa noche. Esto le habia dejado bastante intrigada, el ninja tenía a sus propios hombres si necesitaba ayuda, y desde luego, dudaba que los amigos de Chou sirviesen para algo, pero lo que hiciera Shinomori a ella no le importaba, ya era grandecito para saber en qué se estaba metiendo. No fue hasta que volvió al despacho, cuando vio el papel encima del escritorio de Hajime, que se encendió la luz en su cerebro. Habían mandado al ninja a una trampa, para que se enfrentara con Himura. En el mejor de los casos Battousai habría perecido, y si no era así, se habrían librado al menos de Shinomori.

Kagero estaba muy enfadada, ¡podrían haber herido a su hermana gravemente! Cuándo iba a darse cuenta Hajime que Battousai ya no existía. Ella misma había confirmado que era así. Si Kenshin hubiera salido herido o muerto Kaoru no lo habría soportado y ella no quería que su hermana sufriera por nada de este mundo. Y además también estaba el ninja, no se habian tratado mucho, pero le agradaba. Y habia disfrutado tanto peleando con él. Recordó la expresión de su cara cuando supo que era una mujer, como habia retirado los ojos de su cuerpo, en vez de devorarla y decir estupideces como ese cabeza de pollo amigo de su hermana. Definitivamente le gustaba, y no era capaz de entender por qué Hajime la habia tomado con él. - "Um, gomen Kagero-dono pero, no estarían mejor descansando en la habitación que aquí, en la cocina"- Kenshin la habia sacado de sus pensamientos - "Hai, tienes razón Himura, será mejor que la lleves a su habitación" - Kenshin se agachó y recogió a Kaoru en brazos del suelo para llevarla después a su futón. "Usted debería dormir también" "Todavía no, aún tengo cosas que resolver. Cuídala Himura" - estaba a punto de abandonar la habitación cuando la voz de Kenshin le hizo volver -"Gracias" "¿Por qué?" "Por no llamarme Battousai, Kagero-dono" "Si hubiera creído por un momento que Battousai estaba con mi hermana, tendrías algo más que esa cicatriz en la cara"- Kenshin sonrió, igual que ella - "Será un placer tenerla con nosotros, y a Kaoru-dono le haría muy feliz" - Kagero miró a su hermana dormir, después su vista paso al rurouni y su sonrisa se volvió pícara - "A ella le haría más feliz otra cosa Himura, nunca le ha importado quién fuiste, sino quién eres. Yo mejor que nadie sé que los nombres no importan" - y con esto los dejó solos, al igual que Hajime y Tokio, su hermana y Himura también necesitaban tiempo a solas.

Hiroki terminó su desayuno y miró hacia la única esquina de la habitación que aún estaba en penumbra. Shinomori Aoshi, su okashira, estaba meditando, como siempre. Cuando esa mañana habia despertado al amanecer en aquella habitación alquilada de Tokyo, ya estaba meditando, como siempre. Y como siempre, Hiroki no se habia atrevido a molestarle con algo tan nimio como el desayuno. Cuando terminara su meditación tomaría algún alimento, como siempre. Sin embargo habia algo distinto hoy, y no era el hecho de que Aoshi hubiera llegado magullado y con las ropas rasgadas, ni siquiera en la mueca de dolor que, a su pesar, aparecía en su rostro al cambiar la postura. Habia algo distinto, Aoshi parecía.... ¿contento?. Hiroki estaba desconcertado, sus mejores cualidades eran las de observación, se fijaba en los más mínimos detalles, y, éstos le gritaban que sólo una mujer podía provocar que un hombre al que acababan de apalear, fuera feliz. Pero eso era completamente imposible, Aoshi era demasiado frío para haberse enredado con una mujer así, de repente. - "Hiroki"- la voz de Aoshi le saco de sus pensamientos - "Si, okashira" " ¿Dónde están los demás?" "Regresaron a Kyoto anoche, okashira, como usted ordenó" - Aoshi asintió - " ¿Por qué no te fuiste con ellos Hiroki?" "Alguien debía quedarse con usted, okashira, como escolta" - Era mentira por supuesto, no se habia ido simplemente porque Misao le habría hecho picadillo si se hubiera atrevido a llegar al Aoiya sin su Aoshi-sama.

Aoshi había dado por terminada su meditación y ahora bebía despacio su té. "Hiroki, ¿alguna vez has tenido que disculparte ante una mujer?" - la pregunta dejó totalmente desconcertado al joven ninja, y más aún viniendo de su superior, pero en cierta forma, confirmaba sus sospechas - "Bueno, una vez rompí por accidente una de las peinetas de coral de Okon. Le pedí disculpas, pero no debí hacerlo muy bien porque me dio una paliza. " - Aoshi alzó una ceja - " de todas formas he oído decir que las flores ayudan" - añadió Hiroki. Aoshi trató de imaginarse a sí mismo, con un ramo de flores para una mujer cubierta con placas metálicas y una katana apuntándole. No. Decididamente, flores no.

Kagero entró en casa y se dirigió directamente al baño. Necesitaba desesperadamente un buen baño caliente, tan desesperadamente como Hajime sus cigarrillos. Tokio afortunadamente no estaba en casa, estaría comprando seguramente, o visitando a alguna de las ilustres damas de la ciudad. En cualquier caso, Kagero se alegró de que no estuviera, ya habia dado demasiadas explicaciones la noche anterior, y se alegró aún más de que Tokio, buena previsora y acostumbrada a toda clase de imprevistos, dejara el fuego del baño encendido. Dejó caer la capa que le habia dejado Himura ya que la suya estaba totalmente destrozada, y no podía pasear por las calles con su traje de combate a la vista. Las placas metálicas tintinearon al caer también, una sobre otra. A continuación desató el nudo que lo sujetaba y también el sudado gi cayó al suelo. Un paso más hacia la bañera de madera y la cinta con que sujetaba su cabello en alto también cayó al suelo y con un suspiro de resignación las vendas que sujetaban su pecho siguieron el mismo camino. Con su pelo acariciándole los hombros y la espalda desnuda, por fin entró en la bañera. Un suspiro de placer brotó de su garganta y por fin se relajó, su adolorido cuerpo agradecido, después de tanta tensión, sumergido en el agua caliente. Apenas se permitió unos minutos de relax, cuando con los ojos aún cerrados tanteo el suelo del baño buscando el jabón, y comenzó a frotarlo con cuidado sobre su piel. Estaba frío, frío sobre su cuerpo caliente, frío como los labios de Shinomori sobre los suyos. Kagero se sonrojó al recordar al ninja, desde luego era guapo, con esos ojos tan claros y helados, con ese aura misteriosa e inalcanzable, como si estuviese por encima de este mundo. ¿Desde cuando pensaba así del okashira de los Onniwabanshu? ¿estaba así solo por un beso? Ni siquiera habia sido un beso, mas bien un roce de labios, pero Kami-sama ¡qué roce y qué labios! Siguió fantaseando un poco más sobre el hombre mientras seguía frotando el jabón contra su cuerpo. Comenzó a recordar cómo sus brazos la rodearon al final de su lucha, y su sonrojo aumentó. Si habia que soñar con alguien, ¿por qué no él? Después de todo, era el primer hombre que la habia besado.

Se levantó de la bañera de madera y volcó sobre su cabeza un cubo de agua para aclarar el jabón que cubría su cuerpo. El agua del cubo estaba fría y la sacó de golpe de su ensoñación romántica. Se enrolló en una toalla y se dirigió a su habitación. Una vez allí, abrió el armario y miró su ropa. En la parte izquierda estaban sus gi de combate y su traje de entrenamiento, en la derecha su ropa femenina. El asunto con Hajime no tenía nada de oficial, más bien personal, así que optó por su ropa de mujer. Los kimonos de Kagero no eran nada convencionales, no le gustaba ir tapada desde el cuello a los tobillos y casi sin poder moverse. Primero se puso una falda, granate con dibujos de ramas, larga hasta los tobillos pero abierta por los laterales para permitirle andar con pasos grandes, incluso correr, las aberturas quedaban ocultan por los pliegues de la tela, de modo que si andaba con el paso normal de una mujer, pasaban totalmente desapercibidas. Después cogió un trozo rectangular de la misma tela, y lo colocó sobre sus pechos. No para sujetarlos como las vendas que llevaba antes, sino simplemente para cubrirlos. Después de la guerra, pasaron una temporada en la India trabajando como guardaespaldas de un acaudalado comerciante japonés, las mujeres vestían algo parecido y a ella le encantó. Para terminar se puso uno de sus gi, no tan largo como el de combate, sólo un palmo por debajo de su cintura en vez de a medio muslo, pero no se lo cruzó, y lo aseguró a su cintura con un cinturón de cuero. Una vez vestida, se desenredó el largo pelo negro, lo recogió a la altura de la nuca y aseguró el moño con un pasador. Antes de salir, se puso una de las capas de Hajime y deslizó un kunai por su cinturón asegurándolo en el lado izquierdo. Ya estaba lista.

Hajime apagó el cigarrillo y buscó otro en la chaqueta del uniforme. Necesitaba desesperadamente fumar, no llevaba ni una hora en su despacho y diez cigarrillos todavía humeaban en su cenicero. No tenía más - "¡CHOU!" - dónde diablos se encontraba ese hombre siempre que lo necesitaba - "CHOU" - volvió a gritar. La puerta del despacho se abrió, pero no con la atemorizada cara de Chou, como esperaba, sino con un Okita que no dejaba de toser y trataba de despejar con su mano derecha, el humo que invadía la habitación - "No deberías fumar tanto Saitou, tanto humo en tus pulmones no debe ser bueno" "Métete en tus asuntos Okita" "Por eso mismo estoy aquí". Okita conocía demasiado bien a Saitou como para dejarse impresionar por su mal carácter- "Chou me dio el informe de lo que pasó anoche en el dojo Kamiya antes de echar a correr como alma que lleva el diablo para buscar tus condenados cigarrillos" "No fue culpa mía, ¿sabes cuántos Kamiya hay en este país?¿cómo iba a saber que la mujer de Battousai era su hermana?" "De eso tendréis que hablar los dos largo y tendido, y yo estaré encantado de ver cómo ella te grita mientras que el infalible lobo de Mibu aguanta el chaparrón con las orejas gachas y el rabo entre las piernas" - la sonrisa de Okita se ensanchó. Si las miradas matasen, él estaría muerto y enterrado con la que le lanzó su amigo. No todos los días alguien tenía todas las de ganar en un enfrentamiento directo con Hajime, salvo Tokio claro, pero eso era otro tipo de batalla. - "Pero no vengo sólo porque metieras la pata hasta el fondo" - Saitou alzó una ceja - "¿Has leído el informe completo?"- La verdad es que no, en cuanto leyó que el cachorro habia aparecido para detener a Shinomori, recordó cuál era el nombre de su verdadero padre. No necesitaba saber qué más habia ocurrido, sólo le importaba que cuando apareciera, y lo iba a hacer tarde o temprano, Kagero le mataría, lentamente, como Tokio le habia enseñado. Maldiciendo entre dientes a su mujer, Saitou terminó de leer el informe. Aquello era demasiado, ¡se habian besado!. Arrugó el informe en su mano, ¿que demonios habia pasado la noche anterior? - "En mi modesta opinión, creo que esto confirma en parte la teoría de que las mujeres buscan el reflejo de su figura paterna en su futuro marido" "No digas estupideces Okita, debe haber una buena razón para esto" "¿Buena razón? Pues claro que la hay, Shinomori tiene bastante éxito entre las mujeres, o lo tendría si no fuera por esa pose de estatua de hielo que tanto le gusta, sin olvidar que tiene una personalidad casi tan cálida como la tuya. Es tan parecido a ti, que no lo soportas" " Vete al diablo Okita, le cortaré las manos a ese ninja antes de que las ponga sobre mi ..." - Okita sonrió de oreja a oreja, era tan divertido hacer enfadar a Hajime - " sobre tu qué, Hajime. A mi me parece estupendo, podría haber sido peor" "¿peor?" "podría haber besado a Chou" - dijo Okita con su pose más inocente en la cara. Esta vez , Saitou no pudo evitar reírse.

El cuartel general de policía no quedaba lejos de su casa, rápidamente atravesó el patio y se dirigió hacia la oficina de Saitou, indiferente a los susurros y comentarios de incredulidad que levantaba a su paso. - "Vaya, ya has llegado, ¿se te han pegado las sábanas?" - había encontrado a Chou por el camino, que cargaba con una enorme caja llena al parecer, de cigarrillos. - "¿ o es que Shinomori no te ha dejado dormir? Chica, vaya pinta, debió de ser el polvo del siglo ¿no?" - Todos los pelos de Kagero se erizaron ante el comentario de Chou, "genial, esos inútiles vinieron con el cuento del beso y ya debe saberlo media ciudad. Peor aún, ¡creen que pasé la noche con Shinomori!" pensó. Kagero controló sus impulsos de despedazar a Chou y consiguió una de sus poses amenazadoras y habló con voz glacial - " Los hombres que fueron con Shinomori, ¿están todavía aquí?" "Sí claro, en la sala de interrogatorios, haciendo el informe"- la pregunta le había pillado por sorpresa. - "Casi matan a mi hermana, Chou. ¿Te encargas tú de ellos, o lo tendré que hacer personalmente?" - el hombre tragó saliva, ¿hermana? No le tenía demasiada simpatía a aquellos hombres, eran sólo camaradas de juerga, pero nadie se merecía el tipo de dolor que prometían aquellos ojos oscuros, tragó saliva - "Yo me encargo" "Bien. ¿Hajime está en su oficina?" "Sí pero no puedes pasar todavía, está reunido" - Kagero alzó una ceja - "¿De veras?"

" Entonces, amigo, ¿qué te propones hacer?" - Okita estaba preocupado, dos de las personas que más quería iban a enfrentarse y herirse mutuamente - "Maldición, Okita, no lo sé. Nunca se me había ocurrido que estaría en esta situación. Creí que a ella ya no le importaba su padre" BLAAAMMMM un estruendo y una nube de polvo y escombros interrumpió la respuesta de Okita. Cuando la nube se disipó apareció Chou, tumbado de espaldas sobre lo que fuera la puerta de madera del despacho de Saitou - "El capitán Saitou quiere verle, jefe" "No hay duda de que sabes cómo hacer una entrada" - dijo Okita mientras Kagero pasaba sobre el pobre ayudante. - "Será mejor que lo lleves a la enfermería, Souji, el cachorro y yo tenemos que hablar" - Okita asintió y salió de la habitación arrastrando como pudo a Chou. En cuanto estuvieron solos, Kagero atacó. - "¿En qué demonios estabas pensando Hajime?" "Era un buen plan, Battousai y Shinomori se hubieran destruido mutuamente si tu no llegas a echarlo todo a perder" "¿Querías matarlos a los dos? No puedo creerlo" "Sólo a Battousai, pero después de lo que ha pasado con el ninja, ¿en qué diablos estabas pensando tú, cachorro?" " Me tenía atrapada, fue lo único que se me ocurrió para desconcertarle... pero esa no es la cuestión Hajime. La cuestión es que pusiste en peligro a inocentes, en tu estúpida obsesión por Himura. La cuestión es que mandaste a Shinomori a robar la espada de MI PADRE" - Hajime cerró los ojos, su padre, pese a todo, Kamiya siempre sería su padre. - " Si crees que es una cuestión de honor, Kamiya Kagero, lo arreglaremos como se solucionan todos los asuntos de honor. Con la espada"- una sonrisa lobuna adornaba la cara de Saitou- " ¿Batirnos? Sin duda esa sería la mejor solución, para ti al menos ¿no?. Vencerme en combate y darme una lección a la vista de todos. Pero de eso ni hablar, Hajime. El día que esté delante de ti con un arma, será por algo por lo que merezca la pena morir. No por el honor de un hombre que me borró de su vida hace más de 10 años" - la expresión de Kagero se suavizó, su voz casi una caricia - " Me llamo Saitou Kagero, estoy orgullosa de que sea así, aunque mi padre sea un estúpido cabezota" - Hajime suspiró, no había ido tan mal después de todo. Seguía siendo suya, su pequeño cachorro, la hija que nunca pudo tener. Kagero se estaba dirigiendo a la salida de la habitación, cuando se volvió, una maravillosa sonrisa en su rostro - " Hajime, una cosa más. He decidido ir a vivir con mi hermana, al dojo. Ya sabes, no es bueno para la reputación de una jovencita vivir rodeada de hombres" - Saitou boqueó en busca de aire - "¿AL DOJO? ¿con BATTOUSAI y esa panda de ... LOCOS?" "¿ Podrías contarle a Tokio por qué me voy?" - Hajime se dejó caer en la silla, completamente derrotado. Su mujer no volvería a hablarle por el resto de su vida.

Kagero atravesó radiante el marco de la puerta del despacho de Saitou y se encontró con dos ojos helados que parpadearon al ver los destrozos, y se abrieron al reconocerla. Frente a ella se encontraba Shinomori Aoshi acompañado por un muchacho, de unos 17 años, de largo pelo rojizo recogido en una cola y mirada curiosa. Prefirió observar al chico, mientras buscaba el valor de enfrentarse con Aoshi. Este por su parte, la miraba ahora como no la había mirado la noche anterior. Era hermosa, con esos ojos azules profundo, en los podía ahogarse si no tenía cuidado. Algunos mechones de pelo azabache, al secarse, habían escapado de su prisión y ahora quedaban a ambos lados de su rostro, enmarcándolo, y él reprimió el súbito deseo de colocarlos en su lugar. La vista de Aoshi siguió bajando por su cuello hasta su pecho y su cintura ¡kami-sama! ¿Eso que estaba viendo era su ombligo?, apartó rápidamente los ojos de tan indecente visión y siguió con su escrutinio. Al igual que él, estaba llena de pequeños cortes y moratones, sintió una punzada de culpabilidad de haber sido él quien se los provocara, pero entonces recordó que su propio cuerpo estaba en un estado similar. - " Yo ... quisiera ... Saitou-san verá yo"- Aoshi intentó disculparse, pero ella no le dejó - " No es culpa suya Shinomori-san. Tan sólo, no debería arriesgar así su vida ni su honor, sin estar seguro de que vale la pena" - le miraba directamente a los ojos, dirigiéndole al ninja una sonrisa radiante. Una sonrisa que Aoshi guardó directamente en su corazón, sin siquiera percatarse de ello. "Vaya, ¿ya has terminado con Saitou? Y yo que no me lo quería perder." - Okita puso una cara de decepción en su hermoso rostro - " Supongo que no habrás desayunado, vamos te invito, quiero que todos me vean pasear, con la mujer más hermosa de la ciudad" - le ofreció su brazo y Kagero lo aceptó comenzando a alejarse de los dos ninjas. Un escalofrío recorrió la columna vertebral de Okita, e inmediatamente inspeccionó con la mirada la sala, buscando la fuente de energía hostil. Su mirada, se encontró con la de Aoshi. - "¿Ocurre algo Souji? " Nada, cariño, vámonos".- respondió dirigiéndole a Aoshi una mirada de triunfo.

Hiroki también percibió la mirada de odio que su okashira lanzaba al extraño de pelo rubio - "Quizás las flores no fueran tan mala idea después de todo okashira" - Aoshi lo ignoró y entró en la oficina de Saitou por la puerta destrozada. Al verle, Saitou alzó la vista - "Nunca pelees contra una mujer Shinomori, atacan directamente al corazón" - Nunca había estado tan de acuerdo con el lobo de Mibu.

Hasta aquí el capitulo. Aquí se cierran las presentaciones y queda todo preparado ¡por fin! para que empiece el romance. Parece que me van saliendo capitulos más largos.