Esto de tener tiempo es nuevo. Otro capítulo como regalo de año nuevo, desde luego no os quejaréis de que no actualizo rápido.
Rurouni Kenshin y todos sus personajes pertenecen a Nobuhiro Watsuki, que ya me gustaría a mi que me pagaran los derechos de autor
9. 3 días y 4 noches: (parte 3) La fiesta
Aoshi despertó a media mañana. Nunca habia hasta tan tarde pero era algo normal si tenía en cuenta que las dos últimas noches las habia pasado despierto, haciendo guardia. No se habia dado cuenta de lo cansado que estaba, y ahora se habia despertado sólo porque estaba hambriento. En cuanto habian llegado a la posada, al anochecer, se habian quedado dormidos los dos. Lo que por otro lado era una suerte para su salud mental, de no haber estado tan cansado sin duda habría tenido algún problema durmiendo tan cerca de la dueña de sus pensamientos. Ahora que estaba más despierto, Aoshi comenzó a notar cierto peso en su lado derecho, concretamente sobre su hombro y su pecho, además de cierto calor del que su mitad izquierda carecía. Abrió los ojos y casi hubiera preferido seguir dormido. ¡Desde luego esta mujer le iba a poner muy difícil su propósito de portarse correctamente con ella!
Durante la noche, Kagero, dormida, se habia acercado buscando el calor del cuerpo del ninja y allí estaba ahora, con la cabeza apoyada en su hombro derecho y uno de sus suaves brazos atravesado en su pecho. Intentó moverse un poco hacia la izquierda pero se encontró con que su pierna izquierda también habia quedado aprisionada entre las de ella. Aoshi intentaba analizar fríamente la situación. Podía quedarse quieto y fingirse dormido hasta que ella misma despertara y se apartara de él, pero no era una buena solución, no se fiaba de su propio cuerpo ahora que estaba totalmente despierto. Tendría que intentar levantarse sin despertarla y buscar agua muy muy fría antes de volver a la habitación con el desayuno, porque sin duda, ella debería estar tan hambrienta como él, ya que ninguno de los dos habia cenado. Su mente se decantó por la segunda opción, pero su cuerpo decidió disfrutar de la situación un poco más.
Su mano izquierda apareció de entre las sábanas, suave y delicadamente apartó uno de los negros mechones de cabello largo de la cara de Kagero para después, con la yema de los dedos acariciar su rostro. Los dedos de Aoshi pasaban casi sin tocar la piel, temiendo despertarla, por los párpados cerrados, la punta de la nariz y ambas mejillas, para acabar acariciando los labios de la misma forma que noches atrás lo hiciera con su lengua. Estaba a punto de continuar con el cuello, cuando pensó que del cuello pasaría a los pechos y eso desde luego acabaría con él. Así que haciendo un gran esfuerzo de voluntad, se movió con toda su habilidad de ninja para abandonar la habitación sin despertarla.
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Kaoru terminó la carta y suspiró. Hacia mucho que no escribía a Misao y esta vez tenía mucho que contarle. De buenas a primeras, habia aparecido su hermana mayor, a la que creía muerta, y habia vuelto a desaparecer dos días atrás. También parecía que la extraña relación que mantenía con su sonriente rurouni, habia avanzado, de la forma en que avanzaba siempre, lentamente, demasiado para su gusto. Pero desde que su hermana habia aparecido, Kenshin estaba más atento con ella, y la habia consolado cuando volvió a desaparecer. Al parecer Kagero estaba en una misión secreta y muy peligrosa, pero todo habia salido bien. Anoche, casi de madrugada, una elegante mujer, que dijo ser la esposa de Saitou, vino para avisarles que su marido le habia mandado una mensaje telegráfico a la comisaría para informar de que Kagero habia llegado bien y que en un par de días volverían todos a casa. Era una mujer muy amable y pensó que seguramente ellos estarían igual de preocupados por la suerte de Kagero y quiso venir en persona a tranquilizarla en cuanto recibió el mensaje.
Cerró la carta para Misao y se levantó para echarla al correo. En la puerta del dojo, sin una palabra, Kenshin se le acercó y la siguió. Kaoru suspiró con resignación, dijera lo que dijera, Kenshin no desistiría en su empeño por acompañarla y ella, en el fondo, no quería ir a ninguna parte sin él.
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Aoshi regresó a la habitación con la ropa de Kagero en una mano y una bandeja con comida en la otra. El desayuno fue lo mejor que le pudo ofrecer el todavía asustado posadero: té aguado y algo inidentificable cubierto con algo que parecía nata. Ella ya estaba despierta, y le saludó con una enorme sonrisa de buenos días. Cuidadosamente dejó la bandeja delante de ella y los dos se sentaron para devorar como lobos hambrientos el desayuno.
-" Fue lo mejor que pude encontrar, Saitou-san, espero que te haya sido suficiente"
-"¿Shinomori-san?"
-"Hai"
-"Puedes llamarme Kagero, sólo la tropa me llama Saitou-san y en ti queda raro"
- "No me parece correcto"- todas las alarmas del ninja se dispararon ante la idea de llamarla por su nombre, empezaba a entender a Himura, siempre con el dono para marcar las distancias. Distancia. Eso era lo que tenía que poner ahora entre ellos, ya se habian acercado más de lo necesario y no iba a dejar que las cosas volvieran a escaparse de su control
- "¿correcto?"
-"Hai. Estoy seguro de que tu padre no lo aprobaría. No es adecuado que nos llamemos por nuestros nombres"
-"No puedo tratar de san a un hombre con el que he pasado tres noches. Es absurdo"
-" Será absurdo pero no es adecuado" – y para cambiar de tema Aoshi se fijó en un poco de nata que habia quedado cerca de la boca de la chica, y la limpió con su dedo rápidamente. El problema fue que ahora no encontraba nada donde limpiar de nata su dedo y lo dejó allí, delante de ella por un instante, sin saber qué hacer. Kagero no lo dudó y antes de que él pudiese reaccionar se acercó al dedo extendido y comenzó a lamerlo de forma muy sugerente.
Aoshi no dejaba de tragar saliva, aunque tenía la boca seca de golpe, poniéndose cada vez más nervioso, cerró los ojos para no ver la mirada pícara que ella le dirigía. Pero fue aún peor, con los ojos cerrados, sus otros sentidos se agudizaron y se centraron en lo que ella estaba haciendo con su dedo, aquellos pequeños lametones le estaban volviendo loco y la forma con que jugaba con la punta de la lengua en la punta de su dedo.... volvió a abrir los ojos, nunca habia estado tan excitado, se sentía duro, y no podía evitar imaginarse que era otra parte de su cuerpo la que estaba sufriendo la dulce tortura.
Con los ojos abiertos no pudo dejar de fijarse que la yukata le quedaba grande, por eso, al estar inclinada hacia él, la tela se habia abierto dejando casi expuestos los hombros con un escote en V que llegaba casi hasta su estrecha cintura, no podía evitar pensar lo fácilmente que se abriría del todo si tan sólo tirara un poco de un extremo. Kagero podía notar la mirada de Aoshi sobre su piel, esa mirada la quemaba, encendía un fuego en su cuerpo que no era capaz de controlar, tenía que terminar aquel juego antes de que no pudieran controlarse más. Aoshi dio un ronco gemido cuando ella finalmente dio por terminada la limpieza de su dedo, un gemido mitad alivio y mitad decepción porque todo habia terminado. – "Después de esto, no puedo volver a llamarte Shinomori-san, Aoshi"- se levantó y fue tras el biombo a cambiarse de ropa
¡Kami-sama!¿qué habia hecho?¿qué clase de demonio se habia apoderado de ella para hacer una cosa así? Era aquella condenada testarudez que le empujaba a salirse siempre con la suya. No habia querido perder un duelo ¿y qué habia hecho? Pues besarle. No la dejaba llamarlo por su nombre ¿y qué? Lo habia excitado hasta dejarlo sin habla para que no pudiera negarse. Lo malo es que ella también se habia excitado con todo esto. En cuanto vio aquellos ojos helados brillando de deseo por ella, supo que debía parar de inmediato o no habría vuelta atrás. ¿Pero realmente quería volver atrás? Pensó en Tokio, en todo lo que se habia esforzado para educarla como una dama, y en cómo lo habia echado todo a perder en ese viaje. Pero por otro lado, fue de la propia Tokio de quien obtuvo esas descabelladas ideas, después de todo, era con esa clase de artimañas como conseguía que Hajime, pese a todo, fuera manso como un corderito. Además seguro que una dama no conseguiría hacer gritar al miburo de la forma que ella lo conseguía, ¿qué había de malo en que tratara a Aoshi de la misma forma? La respuesta vino enseguida, Tokio era la esposa de Hajime, un título que Kagero no tenía con Aoshi. No era correcto lo que habia hecho.
Pero no se arrepentía. Desde su primer encuentro con Aoshi, en el dojo de su hermana, se habia hecho a la idea de que nunca volvería a verlo. Era el okashira de los Onniwabanshu, tenía que estar en Kyoto, sólo estaba en su ciudad de manera provisional, mientras Hajime lo probaba. Nunca más lo vería, por eso no habia nada malo en fantasear con él, con algo imposible. Cuando lo vio aparecer aquella tarde, como un héroe rescatando a su dama, creyó estar en un sueño, un maravilloso sueño habia durado 3 días y que esta noche terminaría. -"Los lobos sólo se enamoran una vez en la vida, y es para siempre"- Souji le dijo eso una vez, y era cierto, Hajime habia encontrado a Tokio, Souji seguía buscando y ella... ella se habia enamorado perdidamente de Shinomori Aoshi. Mañana saldría de su vida para siempre y sólo le quedarían los recuerdos de este viaje. Recuerdos para el resto de una vida que pasaría sola.
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La tienda era realmente enorme. Aoshi nunca había estado en una tienda tan grande y seguro que en Kyoto no había ninguna de este tamaño, y mucho menos que vendiera telas y trajes. Aunque para ser sincero, nunca se había preocupado de la ropa, las mujeres del clan se encargaban de que todos sus miembros tuvieran ropa lista cuando la necesitaban, desde el atuendo oscuro que todos, incluido él, usaban de uniforme, hasta gis y hakamas. En fin, por una vez tendría que comprarse su propia ropa, y además una que no volvería a utilizar, porque estaba claro que no le volverían a invitar a una fiesta de etiqueta con la clase alta del gobierno Meiji. Un gasto inútil, pero ya que Honda-sama le había dado el dinero ¿por qué no gastarlo?. Dio un suspiro de resignación y buscó a Kagero para decirle que se iba a la parte de la tienda con ropa masculina, y que se encontrarían a la hora de pagar.
Allí estaba, por mucho que lo había intentado su kimono no tenía arreglo y como el día anterior, llevaba puesto su abrigo, lo que le daba un aspecto curioso. Estaba admirando un kimono de seda blanco, con pequeñas flores negras bordadas, acompañado por un obi negro sujeto con un cinturón blanco, un kimono digno de una gran dama, estaría preciosa con él. Pero con un suspiro ella se alejó y siguió buscando.
Aoshi se volvió y no tardó en encontrar lo que necesitaba, un gi y hakama negros, un traje elegante y sobrio, que no llamaba la atención, adecuado para la ocasión. Lo cogió sin mucho entusiasmo y buscó a su acompañante de nuevo, que ya parecía haber encontrado algo. Cuando se reunieron para pagar, vio que había elegido un kimono azul cielo, con grandes flores blancas en la falda y las mismas flores, pero más pequeñas en la parte de arriba, era bonito, pero no podía compararse con el otro kimono.
- "¿Y cómo piensa pagar esto, "señorita"?, aquí no tenemos vestuarios donde pueda ofrecer sus servicios" – igual que el posadero, la dependienta la había catalogado sin dudarlo por su aspecto desaliñado. Antes de que Kagero pudiera hacerle una escena a la descarada dependienta, Aoshi intervino
-"Es una pena que esos ladrones se llevaran tu vestuario, pero ya te dije que en esta tienda encontraríamos todo lo necesario. ¿Vas a llevarte éste para el viaje? Estupendo, pero si me lo permites, estoy seguro de que Honda-sama estará encantado de que lleves aquel kimono esta noche, en la recepción" – dijo poniendo sobre el mostrador la bolsa de dinero que le habían dado la tarde anterior, junto a su ropa. La dependienta se puso blanca de la impresión, y se deshizo en reverencias y gomens, mientras empaquetaba los dos kimonos de Kagero y el traje de Aoshi. Además, para disculparse, había insistido en regalarles adornos adecuados para el caro kimono. Kagero eligió dos cintas negras, largas y anchas y un pasador de nácar. Al salir de la tienda, Aoshi le ofreció su brazo y ella lo aceptó con gusto, sonriente.
-"Eres un gran actor Aoshi, ¿lo sabías?"
-"No he llegado a ser okashira por casualidad, y aparentar es un arte que los ninjas dominamos muy bien"
-"¿Por eso aparentas ser tan frío?"
-"¿Por eso aparentas ser un samurai?" – la sonrisa de ella se ensanchó ante el comentario
-"Me alegro de haber hecho este viaje contigo. Creo que hacia mucho tiempo que no éramos nosotros mismos, sólo Aoshi y Kagero, nada más"
-"Aoshi y Kagero, nada más" – repitió Aoshi, su voz fría y seria ahora – "pero cuando hay más gente alrededor no podemos ser así. Cuando hay gente no somos Aoshi y Kagero"
-"sino el okashira de los Onniwabanshu y el capitán Saitou" – terminó la frase por él, su gran sonrisa, ahora triste
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Saitou fumaba su cigarrillo, en el jardín del gran palacio, mientras observaba a los asistentes que bailaban y conversaban dentro. Okita le habia advertido que no debía fumar en aquella sala atestada de gente y habia salido fuera, porque necesitaba un cigarrillo para tranquilizarse. Habia puesto hombres en la única puerta de acceso, con orden de detener a todo el que no entrara con escolta acreditada, y quitando a un par de espabilados que habian intentado colarse escalando el muro, no habia habido ningún problema. También tenía hombres en patrullas recorriendo los jardines y en algunos pasillos del palacio. Todo estaba bien planeado y funcionaba a la perfección. Pero lo que era más importante, habia alejado al ninja de su cachorro. En cuanto atravesaron las puertas del palacio, Okita se hizo cargo de ella, llevándola con Yamata-sama y su hija, que no paraba de hablar de lo bien que se lo habia pasado viajando con ella. También, con la escusa de que hablaba inglés, Okita la habia hecho charlar con alguno de los embajadores occidentales, para que les explicara no-se-que tonterías de la vida tradicional japonesa.¡cómo si ella llevara una vida tradicional! Pero lo importante era que Shinomori estaba alejado de ella, habia conseguido espantar a todas las damas que se habian atrevido a acercarse con su frío encanto, toda una proeza, sin duda, y ahora conversaba con Yamata-sama y su hija.
-" Supongo que debo agradecerle su contribución en la protección de mi hija, Shinomori-san"
-"No tiene que agradecerme nada, Yamata-sama, sólo cumplía con mi deber"
-"Tengo entendido que usted es el okashira de los Oniwabanshu, en Kyoto"
-"Así es"
-"Pero creía que el grupo de Tokyo era el encargado de mi hija"
-"Eso es porque Kagero-chan y Shinomori-san se van a casar" – Ruki-chan, como siempre, interrumpía la conversación – " ¿Podemos ir a la boda, verdad?, ¿verdad que podemos papá?" – Yamata le dirigió al ninja un interrogante mirada
- "A veces, Ruki-chan, las cosas no son como queremos que sean" – saludó con la cabeza y se alejó de ellos, hacia una esquina en penumbra, para observarla.
Ella se habia cambiado en la habitación, detrás del biombo, y Aoshi habia asistido al ritual de ver desaparecer una tras otra, las diferentes piezas de seda que formaban el intrincado kimono, y de escuchar como la seda resbalaba con un crujido por la piel de la chica. Pero lo que más le intrigaba era qué pensaba hacer con aquellas cintas tan grandes. Cuando salió tras la cortina de bambú, ya se habia recogido el pelo en un sencillo moño, a la altura de la nuca, y el pasador de nácar resaltaba en contraste con su pelo negro. Parecía una princesa de cuento, la tenía que estar mirando con cara de bobo porque enseguida se puso a reír a carcajadas. Cómo le gustaba su risa, su sonrisa, ahuyentaban el frío de su alma. Pronto comprendió el por qué de las cintas, un viejo truco, explicó ella, de una de sus amigas. Aoshi, no quiso preguntar más sobre su amiga y se dedicó a observar cómo sus brazos desaparecían bajo la seda negra, desde un poco más alto del codo hasta la primera falange de sus dedos, como si fuera un vendaje, escondiendo así la herida aún visible de su antebrazo izquierdo. Realmente un detalle práctico.
Se habia sentido orgulloso cuando atravesó las puertas de aquel palacio con ella en su brazo, pero su alegría se desvaneció en cuanto el hombre rubio se habia acercado y, con un encanto y gracia que él nunca tendría, se la habia llevado de su lado. La música se detuvo, y un hombre subió al escenario para cantar. Aoshi no pudo evitar recordar su conversación a la salida de la tienda:
"Que fácil decir te quiero
cuando estamos solos.
Lo difícil es hacerlo
cuando escuchan todos."
Ella estaba bailando con Okita, cuando sintió la mirada de Aoshi, no era como otras veces, una mirada de deseo, ardiente, esta vez era una mirada triste, de pérdida, fría pero que igualmente quemaba su piel, lo buscó desesperada en la habitación, sin dejar de bailar, hasta que lo encontró en la penumbra. Y deseó que fuera él y no Okita quien que la sostuviera en sus brazos mientras bailaban.
"Si tú me miras, si tú me miras,
te enseñaré a decir te quiero,
sin hablar
mientras tengamos un secreto
que ocultar."
Saitou cazó la mirada de Kagero y se dirigió hacia la penumbra – "Mírala, recibiendo alabanzas y tratando con la alta sociedad. Aquí es dónde debe estar, Souji puede darle todo esto. Olvídala, no es para ti" – encendiendo otro cigarrillo, continúo – "Mañana a primera hora sale un tren para Kyoto, tienes un billete en la estación"
"La locura de quererte
como a un fugitivo;
me ha llevado a la distancia
donde me he escondido."
Ella daba vueltas y vueltas en su baile con Okita, pero sus ojos no se apartaban de Aoshi, suplicantes, deseando que fuera a ella, que la llevara lejos, a salvo, a un lugar donde pudieran volver a ser Aoshi y Kagero, nada más. Pero ella estaba demasiado lejos, era un reina rodeada de su corte y él sólo un hombre al que se le permitió acompañarla por un tiempo. No podía alcanzarla, no podía atravesar el muro que los separaba. Saitou tenía razón, Okita le daría todo esto, él no podía ofrecerle nada, su amor no era suficiente. Dejó de mirarla y abandonó la fiesta.
"Si tu me miras, si tu me miras
cuando más crezca la injusticia
ya verás
que son más grandes nuestras ganas
de luchar."
Poco antes del alba, Aoshi regresó a la posada. Ella estaba allí, dormida en el futón que compartían. Habia guardado su ropa de fiesta, también ella abandonaría la ciudad al día siguiente. Aoshi comenzó a desvestirse y a ponerse su ropa de diario. La miró mientras dormía, habia sido un bonito sueño, y ya era hora de despertar. Mientras empaquetaba su ropa nueva, encontró una de las cintas negras, olvidada en el suelo y la guardó, al menos tendría una prueba de que ella existía fuera de su imaginación.
"Palabras de un lenguaje nuevo
que he construido para nosotros
para el amante perseguido
que tiene que esconder su voz.
Cuando decidas aprenderlo
no habrá silencio, no te hará falta
usar la voz para romperlo
si tu me miras me hablarás."
Kagero estaba tendida de lado, y él se acostó a su espalda. La abrazó, pasando su brazo izquierdo sobre el cuerpo dormido, su pequeña espalda pegada a su pecho, ella tenía las dos manos juntas, descansando en el suelo y él deslizó suavemente su mano entre las de ellas, con cuidado para no despertarla. Besó con más cuidado aún su cuello, pequeños besos de mariposa hasta llegar a su oído.
"Yo me seguiré negando pase lo que pase
a exponer mi corazón en este escaparate
Si tu me miras, si tu me miras.
Nos amaremos en la justa oscuridad,
en la trastienda que me ha visto suplicar."
Quería decirle que la quería, que no le importaba Saitou, Okita, el gobierno Meiji o el mundo entero, que pelearía contra todo y contra todos, que moriría con tal de seguir así, juntos, solos Aoshi y Kagero, nada más. Solos los dos. Pero no pudo. – "Me has hecho muy feliz koishii, gracias"- le susurró al oído, respiró el aroma de su cálido cuerpo un poco más, la abrazó más fuerte, negándose a hacer lo que tenía que hacer y se fue.
Cuando la puerta se cerró, Kagero abrió los ojos llenos de lágrimas, se abrazó a la almohada y lloró. Lloró como nunca antes habia llorado en su vida, por un sueño que habia durado 3 días y 4 noches y que ahora habia llegado a su fin.
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Buaaaa!!! Que tristeza más triste!!! Pero qué bonito me ha quedado.
Ahora ya sabéis, reviews para decirme lo mala que soy y lo mucho que les he hecho sufrir a los dos en este capítulo.
La canción es "Si tu me miras" de Alejandro Sanz
Y a LAYLA si fanfiction no te deja hacer reviews mándamelos directamente, es como tener reviews no autorizados, qué emocionante
