Rurouni Kenshin y todos sus personajes pertenecen a Nobuhiro Watsuki, que creo que no lo había dicho antes.

15. Cambios

Tokio canturreaba alegremente mientras preparaba la cena. En cuanto regresó de Kyoto, tanto Okita como Kagero le habían contado todo acerca de la boda de Rei, y aunque no aprobaba que su hija mantuviera amistad con ese tipo de mujeres, debia admitir que Rei era una buena mujer que merecía ser feliz. Pero lo que realmente la tenía tan contenta era que Kagero se había vuelto a encontrar con su ninja y tenían planes para el futuro. Si alguien le hubiera dicho que esa niña salvaje que conoció hacia 10 años terminaría siendo la esposa de un gobernador se hubiera echado a reír, ahora en cambio estaba llena de orgullo. Su hija sería una dama, como siempre había soñado. Su hija. Había llegado a creer que realmente lo era, suya y de Hajime, y sabia que el sentimiento era recíproco aunque nunca los llamara madre o padre. Hubo un tiempo en que se hubiera muerto de celos si Kagero hubiera llamado padre a Hajime, cuando creía que realmente era su hija, una hija que ella nunca podría darle. Después cuando se enteró de la verdad, ya no le importó, y ahora realmente deseaba que la llamara madre. Quizá los hijos de Kagero me llamasen abuela después de todo. Y sonrió pensando en qué aspecto tendrían sus nietos, nunca había visto a ese tal Shinomori Aoshi. Seguro que su marido jugaría con ellos y les consentiría, aunque por supuesto arrugaría el ceño y lo negaría, Hajime nunca cambiaría.

-"Supongo que estás tan contenta porque Kagero se reencontró con ese ahou de Shinomori"

-"Si ella es feliz con él, no veo porque no debería ser estarlo Hajime"

-"Entonces también te parecerá bien que hayan pasado la noche juntos"

-"La educamos bien, no habrá hecho nada inadecuado, confío en ella"

-"Si hubieses visto como la miraba no estarías tan segura"

-"¿Por qué odias tanto a ese chico? Según Okita, va a ser gobernador de Hokkaido, le dará una buena posición y cuidará de ella, será un buen marido"

-"No me gustan los ninjas. No tienen honor"

-"Por lo que tengo entendido todo este asunto empezó por una cuestión de honor."

-"No voy a permitir que un estúpido ninja manche mi honor"

-"¿Tu honor?¿qué tiene que ver tu honor con que Kagero sea feliz"

-"Pareces olvidar que algunas mujeres se quedan embarazadas después de pasar la noche con un hombre. Que tú no puedas tener hijos no significa que ella tampoco pueda" – se arrepintió de sus palabras mientras las pronunciaba pero no rectificó. Saitou Hajime nunca pedía perdón por nada. Ella le miró con odio, era un golpe bajo, y sintió como la antigua herida se abría de nuevo

-"Y tú pareces olvidar que algunas personas se casan por amor, no por arreglar un estúpido error de cálculo. Fuiste tú quién me propuso matrimonio sabiendo que nunca te daría hijos. Yo solo acepté y jamás te reclamé ni te exigí nada."

Hajime la vio secarse las manos y salir de la cocina, con la frente bien alta y una mirada de desprecio. Tenía que reconocer que había sido un golpe bajo, nunca le había importado no tener hijos, sólo la quería a ella y esta vez había ido demasiado lejos. Repasó rápidamente su vida en estos años de matrimonio. Lo había hecho todo mal desde el principio, una mujer desea casarse con promesas de amor y él simplemente le había hecho elegir entre casarse con él y un destino incierto en las calles. Su mundo estaba hecho pedazos y ella estaba sola, presa fácil del bando vencedor. Se maldijo a sí mismo, ni siquiera se lo había propuesto bien, recordó sus palabras "la niña necesita una madre y Okita alguien que pueda cuidarlo", no había pedido una esposa, sino una niñera y una enfermera, debió de estar realmente desesperada para aceptar su trato. ¿Eso era su matrimonio?, ¿un trato, un acuerdo? Recordó que ni siquiera la había tocado en su noche de bodas ¿podría haberla insultado más? ¡Le había dado ha entender que no le interesaba como mujer! Pero no era así, Kami sabía que no era así, que se había enamorado de ella desde el primer instante en que la vio, que la única vez en su vida que sintió miedo fue al pensar que ella no aceptaría, que no querría casarse con él. Que se moría por estrecharla entre sus brazos y hacerla suya pero quería que ella se entregase por propia voluntad, no por que él así lo ordenara. Por eso la había esperado.

Ella tenía que saber lo mucho que la quería, ¿acaso no habían hecho el amor, casi cada día, desde aquella primera vez?¿Acaso no se daba cuenta por cómo la abrazaba, cómo la necesitaba, cómo su cuerpo la reclamaba cada noche?  Pero él mismo sabía que no era suficiente. Algunas cosas no basta con saberlas, hay que oírlas y él nunca le había dicho nada de todo esto. ¿A quién quería engañar?, todo el mundo sabía que era su mujer, si hubieran querido hacerle daño a través de ella lo hubieran hecho sin importarles si la quería o no. Era su esposa, con eso bastaba. Era una excusa ridícula y torpe, la verdad era que tenía miedo. Tenía miedo de ella, de que después de todos estos años su matrimonio no hubiera sido nada más que un trato para ella. Se levantó y se dirigió a su habitación. Ella estaba allí llorando, pero se secó las lágrimas con la mano al oírle entrar, después de todo la habían educado para ser la orgullosa hija de un samuráis, no le iba a dar la satisfacción de verla llorar. El se acercó por detrás y la abrazó, pese a que ella se resistió a su toque, consiguió cruzar sus manos en su estómago, sus dedos sobre la cicatriz oculta bajo la ropa. La mantuvo así hasta que dejó de revolverse en sus brazos y le dijo lo único que no le había dicho en 10 años –"Lo siento gatita. Te quiero"

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Aoshi bajó del tren y buscó con la mirada al jefe de policía local, que según Haruma-sama le estaría esperando a su llegada. A su espalda, podía oír cómo Hiroki, tropezaba con las bolsas de equipaje que Misao le había hecho traer. No había sido fácil convencer a Misao de que tomara su lugar como okashira, pero había tomado una decisión y ya era hora de que ella ocupara el lugar que le correspondía. Ella había llorado, gritado y pataleado, todo sin ningún efecto sobre él por supuesto, y al final había aceptado su nuevo puesto ante el clan ninja. Le había dejado marchar, eso sí, dejándola bajo la tutela de Hannia y con la promesa de que si se presentaba algún problema acudiría a su llamada. Lo que no había sido tan fácil era conseguir que Hiroki se quedara en Kyoto. No habían hablado ni una palabra del asunto pero cuando se fue del Aoiya, el muchacho estaba esperándolo en la puerta dispuesto a acompañarlo quisiera o no. Le había dicho muy seriamente, que había jurado a su padre, antes de morir, que estaría siempre a su lado, pasara lo que pasara y, aunque hubiera renunciado al cargo de okashira, su juramento seguía en pie y le acompañaría a Hokkaido o al fin del mundo. Así que con un suspiro y su inmutable máscara de insensibilidad, había partido hace dos días con un inesperado asistente de por vida.

Una figura bajita vestida de uniforme, se separó de la multitud y se dirigió hacia ellos con voz chillona. –"¿Shinomori-sama? Soy Honjoite, jefe de policía de Hokkaido. Bienvenido" – si todos los policías eran así, pensó Hiroki, el trabajo de Aoshi-sama, como lo llamaba ahora, sería largo y difícil.

Las oficinas estaban en un estado lamentable de abandono, y los pocos policías de servicio tenían más aspecto de delincuentes que de agentes de la ley. Ya no tenía dudas de que, con familias descendientes de samuráis como era la población de la zona, ingresar en ese tipo de policía sería sin duda un deshonor. Había que empezar por algo y cuanto antes mejor. Haruma-sama le había asegurado fondos ilimitados y qué mejor que emplearlos en un poco de reconstrucción.

–"Quiero estas oficinas limpias y relucientes, y albañiles arreglando las zonas del muro dañadas."- su voz fría y carente de emoción, aterrorizó a Honjoite- "Mañana"- algo en su tono de voz le hizo pensar que mejor obedecer que arriesgarse con las consecuencias. –"También quiero una lista con todos los miembros de la policía, y sus funciones. No he visto ni una sola patrulla en las calles, me encargaré de asignar los nuevos cometidos y horarios a cada uno. Esto es una representación de la ley y el orden y así ha de ser.¿Hiroki?"

-"¿Si Aoshi-sama?"

-"Tú te encargarás del entrenamiento, los hombres han de cumplir un horario. Si no están patrullando las calles, al menos deberían entrenar" – el muchacho asintió

-"¿Para cuando quiere la lista Shinomori-sama?"- tartamudeó Honjoite

-"Para ayer" – salió disparado a cumplir sus órdenes, estaba asustado pero también complacido. Si alguien podía poner solución a la amenaza sobre Hokkaido, era sin duda Shinomori-sama.

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Kaoru y Yahiko entrenaban en el dojo. Después de sus pequeñas vacaciones en Kyoto, Kaoru había vuelto con renovadas energías a casa, y se había encontrado con que su alumno no había practicado ni un solo día que se quedó en Tokyo con Sanosuke. Así que con un diabólica sonrisa en su cara, se propuso martirizarle por su falta en su entrenamiento. No sólo le había hecho dar una vuelta completa a la ciudad corriendo antes de permitirle desayunar, sino que le había hecho mantener la pose de defensa del Kamiya Kasshin durante una hora, y cuando el pobre chico ya ni siquiera sentía calambres en todos sus músculos, le había propuesto una pelea con bokken. Al oír la última orden, Yahiko se alegró y olvidó todos sus dolores, ahora iba a ver esa busu quién era él. Se iba a vengar por cada uno de los espasmos musculares que le había provocado.

Kenshin, lavando la ropa, notó la inminente batalla en el aire, por lo que dejó el lavado para ir a buscar la caja de primeros auxilios que Megumi había dejado en la casa, harta de que le llamaran todos los días para vendar o curar alguna torcedura. Y no se equivocó. Cuando entró en el dojo con la caja entre las manos, Kaoru estaba en el suelo gritándole a Yahiko, quién en cuanto vio la cara de advertencia en la cara de Kenshin desapareció rápidamente dejándolos solos. Se arrodilló delante de ella y comenzó a revisarle el pie desnudo. Kaoru gimió de dolor en cuanto lo tocó. –"Gomen Kaoru-dono, pero parece que tiene una torcedura de tobillo". Con todas las heridas que había recibido a lo largo de su vida, sabía tanto o más que un médico sobre cómo tratarlas, así que se decidió a darle un masaje para aliviarla antes de vendarle el tobillo y el pie para inmovilizárselo. Kaoru dio un respingo al notar de nuevo las manos de Kenshin, pero no de dolor –"Mou, Kenshin tienes las manos frías"- él sonrió y se llevó las manos a la boca para calentarlas con su aliento y después frotarlas, cuando sus manos estuvieran listas regresó al pie de Kaoru para comenzar con el masaje. Estuvo masajeando suavemente su pie por unos minutos cuando, de improviso, sus manos poco a poco fueron subiendo por su tobillo y mas que masajear, acariciaban suavemente su pierna. Kaoru volvió a dar un respingo, pero esta vez de sorpresa y al mirar en los ojos de Kenshin fijos en ella, vio que habían vuelto a cambiar. Ya se había acostumbrado a sus nuevos ojos violetas con toques dorados, ¡pero esta vez sus ojos eran dorados con toques violeta! Tragó saliva rápidamente, su dolor de tobillo totalmente olvidado. Las manos de Kenshin seguían subiendo por su pierna, por su piel al principio acariciando con las yemas de los dedos su pantorrilla, volviendo una y otra vez a recorrer su pierna desde el tobillo a la rodilla, sintiendo la suave piel de Kaoru bajo sus dedos, siguió subiendo por su pierna y por la ropa después cuando ésta ya no daba más de sí. Kaoru gimió de frustración cuando dejó de sentir sus manos directamente sobre la piel, provocando que la sonrisa de Kenshin se volviera aún más perversa. Sus manos ya estaban en su cintura, Kenshin debería cambiar de posición si quería seguir recorriendo su cuerpo. Echó el cuerpo hacia delante, haciéndola quedar casi tumbada apoyada en los codos, con sus propias manos a escasos centímetros de las de ella a cada lado de su cuerpo, bajó él. Kaoru volvió a gemir al sentir el cuerpo de Kenshin rozándose contra el suyo, sus labios peligrosamente cerca y esos ojos dorados tan hambrientos de ella – "Hey Jou-chan que le hiciste esta vez al chico para que saliera tan rápido"- Sanosuke entró en el dojo para encontrar a Kenshin vendando el tobillo hinchado de Kaoru, y a ella apoyada sobre los codos, pestañeando rápidamente, preguntándose si había sufrido una alucinación o si realmente Kenshin había estado a punto de besarla.

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Había dejado a Hiroki durmiendo en el hotel y había aprovechado para salir solo a inspeccionar la ciudad. Todavía era un desconocido para los habitantes de la ciudad y podría pasar inadvertido. La población había huido antes o durante la guerra y se había establecido en la zona sin tomar partido. Habían optado por el deshonor antes de perder a sus familias y ahora tenían que vivir con ello. La yakuza de Osaka se habría aprovechado de este sentimiento para someterlos y aterrorizarlos, la población se sentía insegura, y con esa policía no podía reprochárselo y no habían tenido más remedio que obedecer. Según los informes que tenía la mayoría de los miembros de la yakuza eran simples matones, tan rápidos en usar la fuerza contra alguien más débil como para echar a correr si alguien les plantaba cara de verdad. Las cosas no hubieran llegado nunca a estos extremos con alguien con dos dedos de frente al mando, y desgraciadamente, ninguno de los políticos que se había hecho cargo de Hokkaido los había tenido. Con un poco de organización, lo conseguiría. Sus pasos y sus pensamientos lo habían conducido a una de las zonas más tranquilas de la ciudad, al final de una larga avenida poco habitada. A pesar del estado de abandono no pudo evitar fijarse en los muros semiderruidos de una finca, parecían de buena calidad, la curiosidad pudo con él y los saltó.

Se trataba de una finca rodeada de lo que sin duda en otro tiempo fueron unos cuidados jardines que ahora asemejaban más a una selva que le cerraba el paso. Optó por subir y avanzar saltando de rama en rama por los árboles hasta salir de los jardines. Frente a él se extendía una pequeña laguna, helada por las bajas temperaturas del invierno y junto a ella una casa. Estaba cubierta de maleza como todo en aquel lugar, pero la estructura parecía intacta. Aoshi se acercó y localizó la puerta. Sin duda había sido saqueada hacia mucho tiempo, apenas quedaban muebles y los que quedaban estaban mutilados y en el suelo. Pudo comprobar que la casa tenía dos plantas, la planta baja con un gran salón, una enorme cocina y habitaciones más pequeñas, en la planta de arriba, tres amplias habitaciones más, dormitorios sin duda. Entró en lo que dedujo era la habitación principal y comprobó que tenía un inmenso balcón con vistas a la laguna. También pudo observar que a un lado de la casa, que le maleza no le había permitido descubrir antes, había lo que parecía un dojo junto a unas caballerizas en ruinas. Cerró los ojos e intentó imaginar qué aspecto tendría la casa en primavera.

Silenciosamente regresó a la avenida y entró en la primera taberna que encontró. No debía dejarse llevar por sus planes de futuro, porque si no completaba esta misión con éxito no tendría ninguno. Las conversaciones cesaron en cuanto puso un pie en el local. En silencio, pidió su bebida y se sentó en un rincón solitario y oscuro. Poco a poco, los murmullos volvieron a crecer, cuando le catalogaron de viajero inofensivo. Aoshi aguzó el oído pero sólo pudo captar conversaciones triviales sobre cosechas, juegos de dados y mujeres, lo normal en un lugar así. Estaba a punto de irse cuando alguien más entró en el local, esta vez el silencio que provocó no era de sospecha sino de temor. Aoshi pegó el cuerpo a la pared, quedando su rostro oculto entre las sombras. Había reconocido a uno de los hombres a primera vista y no estaba seguro de que él lo recordara. El odio crecía dentro de él a cada segundo, pero lo aplacó. Era uno de los hombres que habían intentado secuestrar a la pequeña Ruki. ¡Ese hombre había estado a punto de matar a Kagero!

El hombre, que parecía estar al mando del grupo, lanzó una mirada de superioridad, se acercó a la barra y dio un manotazo en ella. Al instante, una botella de sake apareció y se la llevó a los labios para darle un buen trago. Mientras se limpiaba con el dorso de la mano, miró por primera vez al aterrorizado posadero.

-"El amo Owaki dice que le debes dinero" – el pobre hombre palideció y comenzó a temblar descontroladamente

-"Pero...pero...debe... debe haber un error" –tartamudeó

-"¿Estás llamando mentiroso al amo Owaki?" – el típico comportamiento de un matón, pensó Aoshi, habían venido buscando bronca y dijera lo que dijera el posadero le iban a destrozar su taberna

-"No, por supuesto que no, pero no tengo más dinero. Os lo di todo la última vez"

-"Entonces, tal vez tus amigos te puedan ayudar a saldar tu deuda" – hizo una seña, y los otros hombres se acercaron a una de las mesas. Hicieron levantarse a sus ocupantes, y les registraron, quedándose con lo poco de valor que llevaban – "esto no sirve ni para cubrir las molestias de venir a buscarte" – dijo señalando a las pocas monedas –" pero tienes una hija ¿verdad?, déjanosla esta noche y olvidaremos tu deuda...por un tiempo" – sus compinches rieron. Aoshi, aún oculto en las sombras, observó a los lugareños. Todos tenían la cabeza gacha y algunos incluso cerraron los ojos, sufriendo la humillación en silencio.

Uno de los hombres se había escabullido por la puerta que daba a la casa y ahora arrastraba tras de sí a una chica, de no más de 14 años, vestida con una yukata. Se parecía a Misao, pero ella nunca había tenido esa expresión de pánico en su rostro. Volvió a mirar por si los gritos de la muchacha habían provocado alguna reacción entre sus vecinos, pero no era así. Tenían miedo, y ahora esa muchacha iba a cargar con las consecuencias de su cobardía. Estaban desarmados al contrario que los matones, pero Aoshi sabía que si todos atacaban a la vez, podrían haberlos sometido sin sufrir demasiados daños. Pero para eso se necesitaba valor, y ninguno de ellos lo tenía, ¿o no? Justo en la mesa contigua a la suya, más cerca de la barra, un hombre joven tenía los puños cerrados, los nudillos casi blancos. Cuando la chica y su raptor pasaron por su lado, se levantó y la agarró del brazo. El súbito tirón pilló desprevenido al matón, que sólo contaba con la fuerza de la chica, y la dejó escapar.

Ahora la chica se escondía detrás del joven, mientras que el resto de los matones les rodeaban. Cerró los ojos un momento, había firmado su propia sentencia de muerte, lo sabía. Sintió los brazos de la chica en su cintura. Dicen que es bonito morir por una mujer pensó.

-"Apártate chico"- le advirtió el cabecilla, él negó con la cabeza – "sólo queremos divertirnos un poco con ella, no tiene nada que ver contigo" – volvió a negar –"¿tantas ganas tienes de morir?¿héroe?"- una cascada de risas surgió en la sala

-"Prefiero morir ahora de pie que seguir viviendo de rodillas" – su cuerpo temblaba de pies a cabeza, pero su voz sonó firme.

-"Como quieras, te cortaremos las piernas entonces para que no puedas seguir arrodillado" – una espada centelleó en el aire, el chico cerró los ojos esperando el impacto contra sus piernas pero sólo escuchó un ruido metálico.

Aoshi había salido de las sombras y, desenvainando uno de sus kodachis, había bloqueado el golpe. –" Al suelo"- ordenó con voz fría y monótona. Los dos jóvenes obedecieron de inmediato. Dio un salto desenvainando el otro kodachi y con ambas espadas perpendiculares a su cuerpo, giró utilizando su Kaiten Kenbu, pero en vez de alcanzar tres veces al mismo adversario, acuchilló una sola vez a tres de los matones. –"Yo... te conozco...."- en la mente del cabecilla había aparecido el recuerdo del demonio alto con abrigo gris que tenía de nuevo delante. Aoshi giró uno de los kodachis hasta dejarlo apoyado en la garganta del hombre.

–"Dile a tu amo que tiene dos días para volver a Osaka"

-"¿Dos días?"

-"Ni un minuto más" – deslizó el filo por su garganta, dejando un hilo de sangre –"puedes llevarte a tus perros" – el hombre tragó saliva, hizo una seña a sus compañeros y llevándose a los caídos salieron apresuradamente del lugar. Cuando dejó de escuchar sus pasos en la calle, Aoshi guardó sus armas y se acercó a la pareja

-"¿Estáis bien?" – los dos asintieron, le miraban como si fuera una aparición – "¿Cómo te llamas chico?"

-"Eiki, señor, ¿quién es usted?"

- "Shinomori Aoshi, enviado del gobierno para pacificar la zona" – un murmullo de incredulidad creció en el local – "preséntate mañana a primera hora en la comisaría" – se volvió para irse sin esperar una respuesta del muchacho. Cuando estaba en la puerta el muchacho volvió a preguntar

-"¿Por qué dos días, Shinomori-sama?"

-"Porque eso es lo que tardaré en encontrarle"- dijo sin girarse –" y matarle".

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Y hasta aquí el capítulo de hoy. La última escena casi parece una película del oeste ¿verdad?

He hecho un one-shot de Aoshi-Misao, "El mejor regalo para Misao" como penitencia por haber roto la parejita en este fic. Le he puesto rating R a ver qué os parece.

Gracias a todos los lectores, y muchas más a los que escriben reviews.