Rurouni Kenshin y todos sus personajes pertenecen a Nobuhiro Watsuki

17. El asalto

Estaba amaneciendo. Aoshi miró a su alrededor desde las sombras que lo encubrían. Asintió complacido. No podía verlos pero sabía que estaban allí, todos sus hombres rodeando el almacén de Owaki. Había sido fácil localizar su escondite. Tal como había planeado, no tuvo más que seguir a uno de los bravucones hasta allí y esperar. "Dos días. Ni un minuto más". Esas habían sido sus palabras de advertencia. Habían hecho caso omiso de ellas, ahora iban a pagar. Hizo una seña a Honjoite que, a su lado, empezó a gritar, haciéndose un altavoz con las manos, para que sus palabras se oyeran por los dos pisos del almacén.

–"En nombre de la policía de la ciudad de Sapporo, les ordeno que se rindan y no pongan resistencia. Están rodeados" – sus palabras causaron gran alboroto en el hasta ahora, inocente almacén. Pero instantes después, empezaron a oírse disparos de armas de fuego. Aoshi había contado con que los yakuza tendrían algo así. Era irónico cómo la misma gente que había intentado sabotear la conferencia para que "los perros occidentales no contaminaran nuestra patria con sus diabólicos artefactos", no tuviera ahora ningún problema moral en emplear armas occidentales contra ellos.

 –"Mantened la posición. Estamos fuera del alcance de sus armas."- Honjoite asintió. A su lado Eiki lo miró implorante –"Podéis prender fuego al edificio, para hacerlos salir"- dijo con una sonrisa diabólica antes de desaparecer.

Subió como una sombra por el almacén contiguo hasta el tejado y observó la situación. Desde las ventanas de la planta baja, asomaban los fusiles que disparaban sin cesar, aunque inútilmente, porque los blancos humanos no estaban a su alcance. Pudo ver como Eiki y algunos de sus jóvenes amigos, se acercaban a la carrera con teas encendidas. Era un movimiento arriesgado, exponiéndose de esa manera al fuego enemigo, pero por lo inesperado del ataque pudieron regresar sin ninguna baja y, lo más importante, al menos tres de las teas incendiarias se habían colado en el edificio. La atención de Aoshi pasó al segundo piso, podía ver unas pocas sombras moviéndose por la habitación, como un animal acorralado. Sus suposiciones se habían confirmado. En vez de estar abajo, ayudando a sus hombres, Owaki permanecía en la relativa seguridad del piso superior. Los pobres estúpidos pelearían hasta morir mientras él huía como la rata cobarde que era.

El fuego ya estaba adquiriendo unas proporciones considerables y los yakuza abrieron de par en par las puertas para salir. Apenas sin munición, preferían el combate cuerpo a cuerpo que permanecer en el almacén y quemarse vivos. Los gritos y el entrechocar de acero comenzaron a surgir de todos los rincones de la calle. En ese momento, sintiéndose perdido, Owaki recurrió a su único medio de escape: el techo y de ahí a otro edificio más seguro.

En el techo del edificio, sintiendo el calor en el suelo bajo sus pies, Owaki se encontró con que su propia sangre manaba de dos cortes en forma de cruz que habían surgido en su pecho. Levantó la cabeza, y con una mirada de incredulidad, sus ojos se posaron en dos kodachis que centelleaban a la luz de la luna.

En plena batalla, Hiroki se compadecía de sus víctimas, a  pesar de ser yakuza. Acorralados entre los sables policiales y el fuego, habían cerrado filas y caían uno a uno. Se habían dado cuenta de que no tenían escapatoria y habían elegido una forma honorable de morir. Una nada acorde con la manera en que habían vivido sus vidas. Deseó que algo parara aquella masacre, y que desapareciera esa sensación tan amarga de su boca. Entonces, como si su silencioso deseo hubiera sido escuchado por algún dios olvidado, un cuerpo sin vida cayó delante del círculo yakuza. Lo reconoció aunque nunca lo había visto antes. Owaki. La batalla se congeló a su alrededor, como si estuviera viendo un cuadro, mientras todos levantaban la vista. En lo alto del edificio, Shinomori Aoshi, el hombre de hielo de los Onniwabanshu, permanecía en pie rodeado de llamas, observándoles.

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La puerta fue golpeada dos veces, antes de que se abriera y la figura de Okita hiciera su aparición en el ordenado despacho de Saitou. Habían pasado dos días desde el incidente del bar y Okita no se había atrevido a ver a su amigo en ese tiempo. Estaba avergonzado y probablemente Hajime le mataría nada más verle, pero habían sido amigos durante demasiado tiempo como para marcharse sin una explicación.

-"Esta tarde embarco rumbo a los Estados Unidos. Solo quería ......da igual, despídeme de Tokio"- no se había atrevido a mirarle a los ojos. Se giró para irse

-"No digas tonterías Souji, hablas inglés tan mal como yo. Terminarías en África o en cualquier otro lugar del mundo" – Okita lo miró sorprendido. La expresión de Hajime era severa, pero eso era habitual en él. No había ningún otro sentimiento en sus ojos, ni odio ni desprecio como tanto había temido –"Siéntate Souji, tenemos una conversación pendiente y ahora estás en condiciones de continuarla" – le señaló una silla al otro lado de la mesa mientras encendía un cigarrillo.

-"Veras"- trató de explicarse Okita, pero Saitou le interrumpió

-"La otra noche ya hablaste bastante, Okita. Ahora me toca a mí"- dio una calada al cigarrillo y le miró directamente a los ojos. –"Tus palabras de la otra noche me sentaron peor que una paliza Souji. Pero me las merecía" – Okita parpadeo incrédulo ¿había oído bien?¿Hajime estaba admitiendo un error? – "Sé que no soy el mejor de los maridos y cada día tengo miedo de volver a casa y no encontrarla allí."- dio otra calada, Okita era todo oídos, sabía que Saitou nunca más volvería a hablar de sus sentimientos de esa forma –"Cuando te dejé en casa, hablé con ella. Le dije que podía irse contigo o con cualquiera si quería, que era libre. ¿Sabes qué respondió?"- Souji negó lentamente con la cabeza, incapaz de hablar –"Me dijo que siempre había sido libre. Libre para quedarse a mi lado porque me quería. Me ha querido desde el principio, por eso se casó conmigo"- no había victoria sobre él en los ojos de Saitou, sólo serena felicidad. Dio una profunda calada y miró a Okita muy atentamente mientras escogía sus siguientes palabras –"A mi modo de ver las cosas, la situación es ésta. Ninguno de los dos seríamos un buen marido para ella, pero entre los dos la hacemos feliz. Tú la acompañas por el día, hablas con ella y la comprendes de una manera que yo no podría gracias a Kami. No quiero ser un remilgado como tú"- Okita sonrió un poco –" y yo...Hay una parte de Tokio que no conoces,"- la sonrisa de Saitou fue totalmente lobuna -" y nunca conocerás mientras me quede sangre en las venas Souji"- Esta vez ambos hombres se miraron frente a frente y sonrieron sin rencor –"Si aún quieres marcharte, no olvides enviarme tabaco de vez en cuando. No se si en África fabrican cigarrillos pero me gustaría probarlos"

-"Entonces tendrás que esperar otra oportunidad, mi querido amigo. Según tengo entendido, hoy se celebra un concurso de adornos florales y Tokio estará deseando que alguien la acompañe"- Hajime hizo un mueca de aburrimiento y Souji rió. Las cosas habían vuelto a la normalidad.

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Kagero entró en la cocina casi con el alba. Había estado toda la noche anterior de maniobras y ahora se moría por un poco de descanso. En la cocina, debido a lo temprano que era no había nadie. Nadie salvo Kenshin, claro está, que empezaba a preparar el desayuno para su extraña familia. Kagero le dirigió una cansada sonrisa antes de dirigirse a su habitación, pero el rurouni le lanzó una pieza de fruta. La cogió al vuelo y no pudo evitar fijarse en los ojos que la miraban con un poco de preocupación.

-"¿Sabes Himura? Tus ojos han cambiado desde que volvimos de Kyoto" – él la miro pero no cambió de expresión –"Y ya no dices tanto sessha aunque sigues con esa horrible manía del dono"

-"Las cosas cambian Kagero-dono" – su sonrisa se amplió –"Kagero" –ella asintió complacida

-"¿También cambian para mi hermana, Himura?" – el semblante de Kenshin se volvió más serio

-"Eso espero"-dijo con un susurro de voz

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Querida Misao:

Las cosas han estado muy tranquilas últimamente aquí en Hokkaido, al menos a lo que a temas policiales se refiere. Tenías que haber visto a Aoshi-sama en lo alto de aquel edificio en llamas, parecía un antiguo dios de la guerra, y nosotros sus fieles seguidores, porque eso somos sin duda. Owaki murió en el asalto junto a la mayoría de sus hombres y el resto ha sido enviado a Osaka para que se encarguen allí de ellos, ya que se les buscaba antes por allí y la verdad es que aquí todavía estamos de obras en la comisaría.

Aoshi-sama escribió una carta a Haruma-sama junto a su informe de la situación de Hokkaido y le dijo que ya podía mandar al nuevo gobernador, que él no podía serlo porque después de todo nosotros somos ninjas y la mayoría de la población samurái. Pero el padre de Eiki y otros más fueron personalmente a hablar con Haruma-sama y el propio ministro para pedirle que Aoshi-sama se quedara, que no admitirían a otro como gobernador. Así que aquí estamos.

Hay muchísimas cosas que hacer todavía, no nos encargamos sólo del orden público, sino también del bienestar de la gente, como dice Aoshi-sama. Quiere hacer una escuela durante el verano, para que empiece a funcionar en otoño, y todos los niños están obligados a ir por ley ¡incluso las niñas! ¿te lo puedes creer? Este gobierno Meiji tiene unas ideas más extrañas.

Seguimos viviendo en el cuartel, con los otros policías solteros. Aunque ahora nos ocupamos de otras cosas y la policía ha pasado a ser responsabilidad de Honjoite, pero todas las semanas tiene que hacer un informe sobre la situación para Aoshi-sama. Por la tarde, sigo entrenando a los nuevos reclutas y a Asuka, ¿te he hablado de ella antes? Ella quería ser también policía, pero su padre no la dejó porque era una chica y además tenía que ayudarlo en la taberna. Pero me pidió que la enseñase a luchar y como su padre no se opuso a eso, paso mucho tiempo con ella. Con ella y con su primo Eiki, nos hemos hecho muy amigos los 3. Asuka tiene 13 años, pero dice que su padre tratará de casarla con el mejor partido que encuentre en cuanto tenga 15 ¿tú crees que ser ayudante del gobernador es ser un buen partido? Yo creo que sí, pero tengo dos años para averiguarlo.

En cuanto a Aoshi-sama ha comprado una vieja casa que se cae a pedazos. Parece ser que era de un antiguo shogun de la zona, que debía de ser todo un tirano porque hace un siglo sus siervos se sublevaron y le mataron, quemando la casa de paso. Pero ya conoces a Aoshi-sama, se pasa todas las noches trabajando en ella, derribando muros y eso, él solo. Bueno él y yo. Hasta que un día el padre de Eiki se enteró y cuando llegamos por la noche nos encontramos que la mitad de la ciudad estaba allí, reconstruyendo la casa como una muestra de agradecimiento. Ahora Aoshi-sama está muy contento y no hace más que hablar de que la casa estará lista a tiempo ¿a tiempo para qué? Pero no me lo quiere decir nunca. ¿tú sabes algo? Yo sigo pensando que es una vieja ruina, pero él parece convencido de que será perfecta.

¿Cómo van las cosas por Kyoto?¿Ya te has quitado a Soujiro de encima o te has casado con él? Probablemente Aoshi-sama y yo regresemos a pasar unos días, porque quiere hablar con Haruma-sama personalmente y buscar maestros para la escuela.

Ah se me olvidaba. Aoshi-sama me pidió que te mandara este colgante de ámbar para que se lo dieras tú a Kagero. Parece que el lobo de Mibu intercepta todas las cartas y no tenemos más noticias de ella que lo que nos cuentas tú.

Hiroki

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Otro capitulo terminado. He estado haciendo cuentas y probablemente queden 3. ¡sólo 3 capítulos esto se acaba! Ahora a juntar a las parejitas de una vez así que vienen unas cuantas escenitas subidas de tono, como suele pasar al final.

Gracias a justary, layla, Isakura, Aome, Maki-san, Misao19 por sus ánimos, y a gaby (hyatt,:dejé unas cuantas pistas de que Okita estaba enamorado de Tokio, sobre todo en el cap del loto negro.