Rurouni Kenshin y todos sus personajes pertenecen a Nobuhiro Watsuki

Ya lo he avisado: el final de esta historia no es apto para cardiacos asi que continua leyendo por tu cuenta y riesgo

18. Y la tierra tembló (I)

Kaoru se despertó. Había dormido demasiado, se reprochó a sí misma. Aunque su tobillo estaba curado, Yahiko se había seguido encargando de las clases del dojo por las mañanas y ella sólo tenía que ir a las esporádicas sesiones en el dojo Maekawa, que siempre eran por la tarde. De modo que poco a poco se había acostumbrado a levantarse a media mañana, y a darle a Yahiko otra forma de insultarla. Por si no fuera bastante con busu ahora la llamaba marmota. Sacudió la cabeza y se dirigió a la cocina para un desayuno ligero, ya que la hora del almuerzo estaba próxima. De camino a la cocina, no pudo evitar pensar en lo silencioso que estaba el dojo.

-"Buenos días Kenshin" –saludó

-"Buenos días Kaoru-dono"- había terminado con la colada y estaba empezando a preparar el almuerzo

-"¿Por qué está todo tan silencioso?"

-"Verá Kaoru-dono, como hace un día tan soleado, le he sugerido a Yahiko que podrían dar la clase cerca del río" –un rápido destello dorado apareció en sus ojos

-"Hai, ya es primavera, la mayoría de las flores se han abierto ya y no hace frío. Fue una buena idea Kenshin. ¿Y Sanosuke?¿no ha venido a desayunar?"

-"Hai, vino y se fue con Kagero. Saitou le ha ordenado comprar caballos y Sano le dijo que un amigo suyo comerciaba con animales"- sonrió para sus adentros dándole las gracias a la mujer. En realidad fue él quien dijo lo del amigo de Sano, y ella, pese a conocer al mercader, insistió tanto que Sanosuke no pudo negarse a acompañarla

-"Te ayudaré con la comida entonces."- dijo Kaoru con un gran suspiro ante la mirada asustada que le dirigió Kenshin – "Al menos cortaré las verduras. Eso no echará a perder la comida"- Kenshin sonrió y ella tomó un cuchillo

Permanecieron así, trabajando en silencio por un rato, cada uno sumido en sus pensamientos. Era tan agradable cuando estaban juntos, se sentían tan cómodos el uno con el otro que ni siquiera necesitaban palabras para expresarse. En momentos así, Kaoru no podía dejar de pensar que, aunque nunca pasara nada entre ellos, al menos tendrían esta confianza. Para los vecinos y el resto de personas que los conocían, estaba claro que era sólo cuestión de tiempo, que la relación "matrimonial" que tenían pasase a ser más "física", si tan sólo se dieran la oportunidad. Lo cierto, es que últimamente, sus esperanzas se habían incrementado sobre todo con el extraño episodio del vendaje de su tobillo. Si tan solo los hubiesen dejado a solas un poco mas... –"Estamos solos Kaoru-dono....Kaoru" – la voz de Kenshin fue un susurro muy sensual en su oído.

 Perdida en sus pensamientos, no se había percatado de que poco a poco, había desaparecido de su lado para colocarse a su espalda. Las manos de Kenshin aparecieron de pronto sobre sus hombros, haciéndola temblar de pies a cabeza. Temiendo por su integridad física, y también para darse valor, bajó lentamente sus manos por los hombros y los brazos de ella, como una casta caricia, hasta llegar a sus manos. Allí, sus ágiles dedos se enredaron en los temblorosos dedos de Kaoru arrebatándole el cuchillo de la mano derecha, mientras mantenía los dedos entrelazados de la mano izquierda. Sin prisa, dejó el cuchillo a un lado del mostrador de la cocina, lo bastante lejos para que no se pudieran hacer daño con él en un movimiento brusco pero no lo suficiente como para tener que abandonar su posición a la espalda de Kaoru. Dándose cuenta de que era más fácil reunir valor para morir ante un enemigo que para lo que estaba a punto de hacer, Kenshin avanzó un paso hacia ella, quedando ahora su pecho totalmente pegado a la delicada espalda mientras deslizaba la mano por la cintura de Kaoru atrayéndola hacia él. Al sentir su cuerpo duro contra el suyo, Kaoru intentó relajarse y, cerrando los ojos, se recostó totalmente en él, apoyando su cabeza en el hueco que formaban el hombro y el cuello de Kenshin. Él apretó un poco más el abrazo, temiendo hacerle daño mientras inspiraba ese aroma a jazmines que se había convertido a la vez en el símbolo de su cordura y su locura. Se sentía tan bien entre sus brazos,  la forma en que ambos encajaban era perfecta. Podía pasar el resto de su vida en esa posición, pero tenía que decirle algo. Algo muy importante. La última prueba y tenía miedo. Por primera vez en su vida Himura Kenshin tenía miedo de que ella no lo aceptase tal como realmente era y le rompiera el corazón. No podría vivir sin ella. Por eso había preferido seguir con esa tonta representación todos estos años, era más fácil tenerla a su lado aunque no pudiera tocarla que no tenerla.

Lentamente, para darse tiempo a expresar todo lo que tenía que decir, utilizó sus manos para darle la vuelta y tenerla frente a frente. Se echó un poco para atrás para permitirle girar sin problemas y apoyó las manos a cada lado del mostrador, evitando cualquier contacto físico pero manteniéndola atrapada entre su cuerpo y la cocina. Ella casi grita de decepción cuando el cálido cuerpo de Kenshin se separó del suyo y ahora mantenía la cabeza baja, toda su cara sonrojada incapaz de mirarle directamente a los ojos.

–"Mírame Kaoru"- su voz era ahora firme, más ronca, más masculina –"Mírame"- repitió. Incapaz de resistirse a la orden levantó la cabeza para quedarse atrapada en aquellos ojos. Ojos lavanda y oro, a partes iguales, en equilibrio. –"Soy un hombre mayor que tú. Soy un hombre que ha vertido demasiada sangre en este mundo y que ha pagado por ello, que todavía paga por ello. Todo lo que toco lo transformo en dolor y sangre" – ella seguía perdida en aquellos ojos, escuchando sus palabras y sintiendo su dolor como propio –"Soy un hombre que ha hecho la promesa de no volver a matar y que la cumplirá aún a costa de su vida. Soy un hombre maldito que no merece siquiera pisar el mismo suelo que tú"- Ahora Kaoru se asustó de verdad, ¿es que se iba a ir?¿la abandonaría para volver a los caminos? Moriría sin él –"Tú eres lo único limpio que ha pasado por mi vida y yo no he hecho mas que ponerte en peligro una y otra vez y causarte dolor, demasiado dolor. Y sin embargo" – ella estaba a punto de llorar, de gritar, de golpearle, chillarle y suplicarle que no la dejara. –"Y sin embargo no puedo apartarme de ti. Necesito verte y oír tu voz de la misma forma que necesito el aire para seguir con vida. Porque te amo Kaoru. Todo lo que soy, todo lo que fui te ama desesperadamente" – Kaoru estaba en estado de shock mientras trataba de comprender el alcance de sus palabras –"Soy Himura Kenshin, no soy digno de ti pero quisiera permanecer a tu lado lo que me quede de vida"

Kenshin suspiró y separó las manos de la mesa, dejándola libre. Ya le había dicho todo lo que tenía que decirle, ahora estaba todo en manos de ella. La miró de nuevo a los ojos, implorante, deseando que reaccionase de alguna manera, que le gritara o que lo echara de su casa, algo, cualquier cosa. Y por fin reaccionó. Antes de que pudiera darse cuenta Kenshin tenía el cuello rodeado por los frágiles brazos de Kaoru y su delgado cuerpo pegado al suyo. Cerca, demasiado cerca. –"Yo también quiero permanecer a tu lado para siempre Kenshin, porque te quiero"- dijo con los ojos llenos de lágrimas. Un único pensamiento se abrió paso en su aturdida mente, la había hecho llorar de nuevo. Siempre la hacia llorar, pero ahora tenía una forma de secar esas lágrimas. Los brazos de Kenshin, inmóviles hasta ahora en sus costados, subieron para abrazarla y mantenerla pegado a él. Mientras, poco a poco, sus labios iban bajando para encontrarse con los de ella. Sus labios eran suaves como los pétalos de una flor y se abrieron acogedores para que él se sumergiera en su interior, liberando todas las emociones que había guardado para ella en estos años. Fue un beso dulce y largo como Kaoru siempre soñó que sería su primer beso. Su primer beso. Con Kenshin.

Ajenos a todo lo que les rodeaba, sumidos en su pequeña burbuja de felicidad, ninguno de los dos escuchó el ronco rugido de la tierra bajo sus pies, avisando de su ira. Al separarse ambos volvieron a la realidad de golpe, para comprobar como el suelo temblaba violentamente bajo sus pies. De repente, todos los objetos a su alrededor empezaron a caer sobre ellos y Kaoru, presa del pánico echo a correr. Pero en vez de correr hacia el exterior, sus alocados pasos la guiaban a su habitación, mientras las paredes de la casa temblaban y caían a su paso. Kenshin la siguió sin dudarlo, iba a permanecer a su lado el resto de su vida, aunque solo fuesen unos minutos más.

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Okita, Sano y Kagero estaban en las cuadras, casi al otro lado de la ciudad. El dueño les había indicado que eligieran ellos mismos los caballos que querían y luego hablarían del precio. Y allí estaban los cuatro, de pie, esperando que alguno diera el primer paso

-"Okita, será mejor que elijas ya. Saitou quiere los animales para esta misma tarde"

-"¿Yo? Pequeño cachorro, si no me equivoco, eres tú la encargada de la compra. Tú pagas, tú eliges"

-"¿Sanosuke?" – imploró como última esperanza

-"Ni hablar. No me gustan los caballos, además si me acerco a menos de dos pasos seguro que me darán una coz."-Kagero les dirigió una mirada asesina, pero Okita ni se inmutó y Sanosuke la ignoró.

Sin tener ni la más remota idea de caballos, Kagero representó a la perfección su papel de comprador experto. Les hizo abrir la boca y comprobó la firmeza de las patas de los animales, pero después de su escrutinio no había visto ninguna diferencia entre un animal y otro. A sus espaldas Okita la observaba tratando de contener la risa sin mucho éxito, mientras Sanosuke, aburrido, se había recostado sobre una pared y masticaba un esqueleto de pescado. Pero algo no iba bien, los caballos estaban demasiado nerviosos. Eso era algo que incluso ella podía notar y, acostumbrados a que los revisaran de aquella manera en el mercado, no podía entender cuál era la causa de su inquietud. Dirigió una mirada preocupada al vendedor, pero este no parecía preocupado en absoluto

-"¿Y bien?¿Cuáles quiere señorita?"

-"Pues...." –respondió la chica rascándose la cabeza

-"El bayo, el negro, el gris y aquel de la punta" – respondió Okita por ella señalando a cada animal mientras hablaba –"a 500 piezas cada uno"

-"Eso es casi un robo amigo, estaría regalando mis mejores caballos"

-"El gobierno no roba amigo, solo paga lo que quiere. Serán para uso policial. Si alguna vez crees que no es un trato justo, espera a que te roben de verdad y la policía no llegue a tiempo"- dijo poniéndole la bolsa de dinero en las manos y dando el trato por zanjado

De repente, sin previo aviso, los caballos empezaron a relinchar desesperados y a tirar de las cuerdas que los mantenían atados al poste. Algunos incluso se encabritaron y, poniéndose a dos patas, golpearon el poste con sus patas delanteras. Algo les estaba asustando pero en ese momento todos los presentes estaban más ocupados intentando ponerse a salvo cuando, roto el poste, los caballos se lanzaron al galope fuera del recinto, pasando por encima de ellos. Antes de que siquiera pudieran ponerse en pie, un sonido aterrador se escuchó por encima del ruido de la estampida y la tierra comenzó a sacudirse frenéticamente mientras gruesas y profundas grietas iban surgiendo a su alrededor. "Un terremoto" fue su último pensamiento, antes de que el techo de la cuadra se desplomara sobre ellos.

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Yahiko contaba mientras paseaba entre las dos filas de estudiantes. Se sentía muy mayor y responsable dando las clases de kendo de Kaoru y cómo los otros alumnos lo trataban con respeto, ¡si Tsubame pudiera verlo ahora!. –"Más arriba esos brazos, Vigila la postura"- corregía las posturas incorrectas mientras sus pensamientos se iban por otro camino. Kenshin habia estado muy raro esa mañana. Le habia servido su desayuno preferido e incluso se habia puesto de su parte cuando Sano y él, como siempre, se habian peleado por el último trozo. Y esta idea de dar la clase al aire libre ... habia aceptado porque no podía negarle nada a su amigo, pero si lo mejor era entrenar en el campo no existirían los dojos, según su opinión. Algo se traía su pelirrojo amigo entre manos. Pero la verdad, se estaba muy bien aquí. La hierba ya crecida tras el invierno era un buen amortiguador de las caídas al suelo, casi como el tatami del dojo, además estaban los trinos de los pájaros y el rumor del río.

Un momento. Se quedó inmóvil escuchando. Los demás lo imitaron. No habia ningún pájaro. –"Umm, Yahiko-san, ¿no se supone que los pájaros cantan en primavera?" – preguntó uno de sus alumnos. Yahiko asintió muy despacio, todos sus sentidos alerta, como le habia enseñado Kenshin. De pronto aquel rugido a su alrededor -"ESO NO ES UN PAJARO." – gritó alguien muy asustado. Pero antes de que pudiera reaccionar la tierra tembló bajo sus piel echándolos al suelo y al levantar la vista una ola enorme venía hacia ellos, desde el río. –"CORRED, DEPRISA, HACIA ARRIBA, EL RIO SE DESBORDA"- se levantó de un salto y echó a correr con todas sus fuerzas por la inestable colina rodeado de los chicos, pero tropezó con alguien que estaba ya en el suelo. Rápidamente se levantó e intentó llevarse a su compañero. Pero éste estaba inmóvil con los ojos fijos tras ellos y expresión aterrorizada. Temiendo lo peor. Yahiko giró lentamente la cabeza. No tuvo tiempo siquiera de gritar cuando la gigantesca ola les alcanzó. Agua. Agua por todas partes.

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Paseaba orgulloso por las calles con su mujer de su brazo, pero desde luego, esa era una de las cosas que jamás admitiría. Parece ser que era el aniversario de vete-a-saber-que-estupidez y todos los oficiales estaban invitados, junto a sus esposas, a un elegante almuerzo en un restaurante. Así que allí estaba el matrimonio Fujita ataviado con sus mejores galas atravesando tranquilamente la ciudad. Hajime estaba asqueado, tendría que estar comprando caballos en vez de ir como un petimetre a un absurdo acto social en el que tendría conversaciones triviales con sus compañeros además de sufrir la insulsa charla de las señoras.

-"Cambia de cara Hajime que no vamos a un funeral"

-"Tendría que estar con el cachorro comprando caballos. No tiene ni idea de animales, seguro que trae alguno con alguna pata rota"

-"No digas tonterías, no sabrá de caballos pero tiene sentido común. Además Okita está con ella"

-"Okita es el que debería estar aquí, le gustan estas tonterías tanto como a tí" – reprimiendo una sonrisa ante la incomodidad de su marido, Tokio le acarició el antebrazo para darle ánimos

-"Preferiría cualquier cosa en vez de tener que ir a ese condenado almuerzo" – una tremenda sacudida los hizo caer al suelo. Más asustada de lo que nunca habia estado en toda su vida. Tokio se acercó a su marido mientras el la mantenía abrazada protegiéndola bajo su cuerpo

-"Puede que tu deseo se cumpla" – Hajime le lanzó una mirada inquisitiva. La tierra lanzó otro rugido de aviso, una nueva sacudida era inminente – "Nunca pensé que moriríamos juntos" – Hajime dio un rápido repaso a todas la formas en las que, en un momento u otro habia pensado que moriría. Siempre habia sido en una batalla. Nunca pensó morir con ella. Sintiendo que la tierra se abría bajo sus pies y sin poder escapar a su destino, la estrechó en sus brazos y la besó. Nada mejor que morir así.

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El paisaje corría a gran velocidad pero no lo suficientemente rápido como él habría querido. En estos momentos debería estar con Haruma-sama recibiendo en persona las felicitaciones del ayudante del ministro por lo bien que habia resuelto el conflicto de Hokkaido y recibir oficialmente sus credenciales como gobernador de la isla. Además, habia pasado por el Aoiya como una exalación. Sólo se habia quedado una tarde porque el tren salía al anochecer y a Misao no le habia hecho ninguna gracia dejarlo partir tan pronto. Por lo menos habia conseguido librarse de Hiroki, esta vez era un asusnto totalmente personal lo que le llevaba a Tokyo.

Hacía casi dos meses que no la veía y, aunque no era la primera vez que estaban separados esta vez era muy distinta. Antes habia sido una tortura para su cuerpo y su mente. Saber que la amaba con toda su alma pero que nunca la tendría lo habían destrozado. Pero esta vez era distinto. Saitou habia conseguido sabotear todos sus intentos de ponerse en contacto con ella, incluso a través de Misao, pero no le importaba. Por primera vez en mucho tiempo miraba al futuro y lo encontraba brillante y feliz al lado de la única mujer que habia amado, la única que habia atravesado su coraza de hielo. Nada en este mundo lo apartaría de ella.

Tenía que hacer las cosas bien. Sabía de primera mano que Saitou se negaría en redondo a su petición, pero esta vez seguiría al pie de la letra las instrucciones que los samuráis de Hokkaido le habian sugerido para pedir la mano de Kagero. Lo primero era ir a hablar con Saitou y llevar un regalo para su esposa. No tendría ningún problema con Tokio, pues estaba de su parte, pero aún así mejor no saltarse el protocolo, compraría flores cuando llegara a la ciudad. Una vez frente al lobo, tendría que detallar sus bienes y posesiones, todo lo que sirviera para darle una cómoda vida a su futura esposa. Incluso Saitou tendría que admitir que no iba a encontrar un candidato mejor que un gobernador, pero de ahí a que aceptara  habia que recorrer mucho camino. Pero después de todo, la respuesta de Saitou no le importaba lo más mínimo. Estaba dispuesto a someterse a esa prueba por Kagero, porque sabía lo mucho que ella respetaba a su padre, pero la verdadera respuesta la tenía que dar ella y sabía que era afirmativa, así que el Miburo podría maldecir y amenazar pero por mucho que se negase, se la iba a llevar a Hokkaido con él, se casarían y serían felices.

El pulso de Aoshi se aceleró cuando pudo ver por fin los tejados de la ciudad, su objetivo estaba próximo. El tren fue reduciendo velocidad poco a poco cuando de repente un sonido infernal lo rodeó y la tierra se abrió a su paso. El maquinista, aterrado, consiguió parar el tren de forma brusca en pocos metros, arrojando a los pasajeros de sus asientos. Pero la tierra volvió a rugir haciendo descarrilar el tren y arrojando la máquina al vacío. Nada de este mundo pensó Aoshi antes de que la oscuridad se cerrara sobre él.

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Demos un repaso: Kenshin y Kaoru en el dojo, Sano Okita y Kagero en la cuadra, Yahiko en el río, Aoshi en el tren, Saitou y Tokio en la calle. Están todos. Y ahora la gran pregunta ¿qué pasará? Seré tan mala como para matar a alguien JUA JUA JUA ( risa diabólica)

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