Me he dado cuenta de un pequeño detalle, el idioma. Soy española y uso algunos tiempos verbales y palabras que en Sudamérica pueden parecer raras y más aún con las escenas lemon que me da vergüenza utilizar ciertas palabras y pongo cada cursilada...así que gomen si os he hecho coger el diccionario. Hay que ver lo lista que soy, 18 capítulos y me doy cuenta ahora.
Rurouni Kenshin y todos sus personajes pertenecen a Nobuhiro Watsuki, aunque ni en la serie ni en le manga hicieron las escenas LEMON que vienen en este capítulo. Pero como soy mala malísima voy a contestar a los reviews antes de poner el capítulo:
gaby (hyatt,: Misao, Soujiro, Hiroki y el resto se quedaron en Kyoto porque Aoshi quería ir solo, sino hubieran estado también en el tren. Los hubiera puesto, pero entonces me hubiera quedado sin la primera escena lemon del capítulo y además no se me ocurrían más situaciones de terremoto y ya hay bastante gente desaparecida ¿no?
Justary: supongo que te refieres a cuando Saitou pega a Okita en el bar. Digamos que a Saitou se le acabó la paciencia cuando Okita le recuerda que fue él quien hirió a Tokio y que por eso no pude tener hijos. Saitou le pegó para no seguir escuchando más verdades dolorosas, pero como, después de todo, es el único amigo que tiene, lo lleva a su casa, la de Okita. Cuando días después aparece diciendo que se va de Japón, hacen las paces. En cuanto a Soujiro y Misao, la primera escena de este capitulo te va a encantar.
19. Y la tierra tembló (II)
Corrió hacia la pared, saltó y aterrizó con los pies separados, con sus kunais preparados, y continuó peleando con su adversario invisible. ¿Por qué Aoshi-sama no había querido que le acompañase? Ella quería estar presente cuando le pidiera matrimonio a Kagero, después de todo también era su amiga. Además seguro que necesitaba apoyo contra Saitou, entre todos podrían sujetarle y darle una paliza hasta hacerle comprender que Kagero y Aoshi-sama tenían que estar juntos. Estaba muy enfadada. Aunque ahora era okashira, seguía sin tener ninguna clase de poder sobre las decisiones de su antiguo tutor. Lanzó un kunai hacia una esquina, sin pensar, sólo para desahogar su rabia.
-"Hey, ten cuidado dónde apuntas. Puedes hacerle daño a alguien con eso"- Soujiro apareció con el kunai en la mano – "Además lo estás haciendo mal, esa no puede ser la postura correcta. De esa forma tu centro de gravedad está demasiado bajo y te puedes desequilibrar fácilmente"- dijo acercándose
-"No me digas"- respondió ella manteniendo su postura. Al ver que no le había hecho caso, Soujiro llegó hasta ella y, con un rápido movimiento de su pierna, logró desequilibrarla y tirarla al suelo sin ninguna dificultad, tal como había predicho
-"¿Lo ves?"
-"Vale, vale, de acuerdo. Pero si eres tan listo, enséñame tú cuál sería la postura correcta"
-"Como ordenes, Oh poderosa okashira de los Onniwabanshu" – el chico le tendió una mano y la ayudó a levantase mientras ella hacia una mueca por su comentario –"No dobles tanto las rodillas....y separa un poco más los brazos del cuerpo.....ahora estás completamente de pie, dobla esas rodillas..." – como sus indicaciones no parecían ser suficientes se puso a la espalda de la chica y como si de una muñeca se tratara colocó la espalda y brazos en la posición adecuada, después, se agachó un poco para doblar las rodillas en el ángulo adecuado y entonces se dio cuenta. Estaban demasiado cerca. Desde aquella noche en su habitación no habían tenido otra oportunidad para estar a solas. Con todo el jaleo de la marcha de Aoshi y los nuevos deberes de Misao con el clan, siempre habían estado juntos, porque él seguía siguiéndola a todas partes, pero siempre con más gente alrededor, y ahora Soujiro se encontraba con sus manos directamente sobre la aterciopelada piel de su ángel, y lo que era peor, podía sentir cómo el pulso de Misao latía acelerado bajo sus dedos.
Reuniendo todo su valor y confiando en las señales involuntarias que ella le daba, retiró la mano izquierda de la pierna de la chica, pero mantuvo la derecha sobre su rodilla. Poco a poco, muy lentamente, comenzó a levantarse mientras su mano seguía un camino ascendente acariciando suavemente la fina piel de la chica, que cerró los ojos al sentir la mano libre de Soujiro en su cuello. Ya de pie, se acercó más a ella, y mientras seguía acariciando y masajeando los hombros con una mano, mantenía la otra sobre el muslo, en la frontera delimitada por el borde de la corta falda que usaba ella. Sumergida en un mar de caricias y nuevas sensaciones desconocidas para ella, no pudo evitar comenzar a gemir muy suavemente al sentir el aliento del chico en su oído. –"Misao"- susurró suavemente antes de comenzar a dejar un húmedo rastro de besos por su cuello. –"...Soujiro...."- susurró ella entre gemidos, dándole el valor para su siguiente movimiento.
Sin dejar de lamer su dulce cuello, deslizó la mano izquierda por cruzando su torso, hasta adentrarse por dentro de la ropa de entrenamiento de la chica. Misao abrió de golpe los ojos y la boca por la sorpresa al sentir esa mano exploradora cerrarse sobre su pequeño pecho y gimió fuertemente cuando los dedos pellizcaron el rosado pezón. Aprovechando que aún mantenía la boca abierta por la sorpresa y sin darle tiempo a protestar por su atrevimiento, Soujiro no lo dudó y la tomó con la suya en un apasionado beso. Excitándolos aún más a ambos si era posible. Había sido una tortura para ambos todo aquel tiempo sin poder estar a solas, sin poder decirse lo que sentían el uno por el otro. Desde aquella noche que averiguó la verdad sobre sus sentimientos hacia Aoshi-sama y en la que Soujiro la había besado, había comenzado a mirarle con otros ojos. Siempre estaba allí, a su lado, entre las sombras, sin aquella estúpida sonrisa, su semblante ahora siempre serio le recordaba al de Aoshi-sama, pero siempre estaba aquella pequeña sonrisa y aquel brillo en sus ojos cada vez que la miraba. Cada día pensaba más en él, hasta que un día se sorprendió a sí misma deseando que Soujiro la besara de nuevo y la abrazara. Para él las cosas no habían sido mucho mejor, le había jurado a Aoshi que permanecería al lado de Misao hasta que ella así lo quisiera, y todo aquel tiempo, lo había hecho. Se había convertido en una sombra enamorada, que la seguía a todas partes, con su cuerpo o con su mente, pero ella estaba siempre tan lejos, rodeada de tanta gente. Tan lejos y ahora tan cerca.
Misao podía sentir como algo duro presionaba sus nalgas pero estaba demasiado entregada, demasiado perdida en el mar de placer que Soujiro le estaba provocando como para intentar averiguar de qué se trataba. Al ver cómo ella se entregaba sin dudar a sus caricias y le respondía, probó con su última carta. La mano derecha, que había permanecido inmóvil en la frontera de la faldita fue ascendiendo bajo la tela, acariciando la sensitiva piel de los muslos, abriéndose paso lentamente entre ellos hacia la entrepierna, y siguió allí, palpando y acariciando, enviando ola tras ola de éxtasis a la ninja. Misao ya no podía más, su cuerpo se frotaba descontrolado contra el que estaba abrazándola a su espalda, se arqueaba inconsciente para dar más facilidad a las caricias que el le prodigaba sobre su pecho y movía las caderas hacia atrás provocándole leves y roncos gemidos. Hasta que llegó al clímax y las temblorosas rodillas no fueron capaces de sujetarla. Soujiro lo notó y cesó sus movimientos para abrazarla, besarla en la boca y mantenerla sujeta contra su cuerpo
La mantuvo en sus brazos unos instantes más, esperando que ella se calmara, pero él tenía sus propias necesidades que saciar. La fue girando en sus brazos hasta quedar frente a frente. Ella le sonrió tímidamente y le besó. Él sonrió a su vez, mirándola a los ojos. Los dos estaban jadeantes y sus cuerpos bañados en sudor, entre leves besos en su bello rostro y jadeos, Soujiro atinó a susurrarle
–"Mi dulce ángel.... quiero...necesito... hacerte mía"- roja de vergüenza, aunque con la temperatura en que se encontraba su cuerpo apenas se percibía, Misao afirmó con la cabeza y le miró amorosamente. Soujiro nunca había visto nada tan inocente como Misao en aquel momento y temió hacerle daño, pero su felicidad era mucho mayor. Con sus gestos, con sus silencios y su mirada, le estaba diciendo lo mucho que le quería. Lo había conseguido, ¡su ángel lo amaba!
–"¿Ahora es cuando sacas la espada?¿Dónde me vas a cortar, anata?"- al pobre muchacho se le cayó el alma, y algo más, a los pies al escuchar esas palabras. Lo sacaron de su paraíso de felicidad para estrellarlo dolorosamente contra el suelo.
-"¿No se suponía que Kaoru y tú ibais a hablar con Kagero de eso?"- Misao parpadeó extrañada ¿cómo se había enterado?
-"Sí, pero sólo habló con Kaoru, yo no pude estar porque como Aoshi-sama se iba estaba ocupada"- Soujiro suspiró resignado, la abrazó y besó su frente
-"Entonces, esta noche, en tu habitación, hablaremos con más calma. Y continuaremos....si quieres"- la sonrisa de Misao fue la respuesta a todas sus dudas. Soujiro cruzó la habitación, dejando a Misao continuar su entrenamiento, mientras la ira y la frustración crecían en su interior a cada paso que daba. Cerró la puerta de un golpe –"OKINA!!!!! VIEJO PERVERTIDO CUANDO ACABE CONTIGO NO TE RECONOCERAN NI POR LOS DIENTES"- pero no fue Okina quien llegó por el corredor tras sus gritos, sino Hiroki que con rostro ceniciento y sin ninguna ceremonia anunció –"Ha habido un terremoto en Tokyo"
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Aoshi despertó en la oscuridad. Le dolía todo el cuerpo, pero no parecía tener nada roto. Trató de abrir los ojos y ponerse en pie. Estaba en el suelo del vagón, cubierto de cristales rotos y con el banco encima. Comprobó que había tenido mucha suerte, ya que los hierros que constituían el armazón del asiento, habían quedado clavados en el suelo a pocos centímetros de su pierna y los cristales no habían hecho más que desgarrar su ropa. A su alrededor, el resto de los ocupantes del vagón también habían empezado a despertar, comenzando los gemidos de dolor y los lamentos por algún amigo o pariente herido o muerto. Aoshi se levantó y con un ágil movimiento salió por la ventanilla, que ahora quedaba por encima de su cabeza, ya que el vagón había volcado al descarrilar el tren. Allí subido contempló el panorama y evaluó la situación.
Tal como había sospechado, el tren había descarrilado y la mayoría de los vagones habían volcado. Trató de no pensar en el número de muertos que habría, atrapados en aquel amasijo de hierro. Pero ahora podía ver qué había provocado el descarrilamiento. Una gran grieta atravesaba la llanura, desde la ciudad y la máquina del tren no había podido evitarla. Miró ahora hacia la ciudad, hacia Tokio. Las zonas próximas a él estaban en ruinas, la mayoría de las casas derrumbadas, incluso podía ver y oler el humo de numerosos incendios aquí y allá. Un terremoto sin duda. Siempre había mantenido la mente fría y ahora le iba a ser de gran ayuda. Evitó seguir mirando directamente las ruinas de la ciudad, para no pensar que en algún lugar, enterrada bajo escombros o atrapada por algún incendio, se encontraba la mujer que daba sentido a su existencia. Alejó de su mente tan sombríos pensamientos por su propio bien, controló las ganas de salir corriendo a buscarla, y volvió al vagón. Primero tenía que hacerse cargo de las víctimas del tren, después vendrían sus propios asuntos. –"Los que puedan andar que salgan del vagón y ayuden a sacar a los heridos. A pocos metros hay una explanada, los atenderemos allí. ¿Hay algún médico vivo en el vagón?" – su voz, como siempre tan fría y autoritaria, les hizo reaccionar y, cómo autómatas, le obedecieron. Asintiendo para sí mismo, fue a repetir su mensaje al resto de los vagones.
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Tosió una y otra vez para limpiar sus pulmones de tanto polvo. También trató de escupir ese sabor a paja y tierra que tenía en la boca. Se sentía fatal, como si el techo se le hubiera caído encima de la cabeza, y esta vez, estaba seguro de que no había sido por una borrachera, esta vez el techo se le había caído encima, literalmente. Intentó levantarse pero no pudo, ya que tenía medio cuerpo cubierto de tablas y paja, consiguió sacar un brazo y liberarse del todo. Se puso de pie, y sintió una terrible punzada en el costado, se examinó la herida. Al parecer se había clavado una astilla, nada serio afortunadamente. Buscó con la vista a sus compañeros. Un gimoteo vino de su izquierda, sonaba como una mujer.
-"Hey, ¿estás bien, amigo?"
-"¿Bien? ¡Bien! HE PERDIDO TODOS MIS CABALLOS ¿CÓMO VOY A ESTAR BIEN?"
-"Creo que si hoy sólo has perdido los caballos eres un hombre afortunado"- la voz de Kagero se escuchó tras un ruido de tablas deslizándose y a través de una nube de polvo –"¿Estás bien, Sanosuke?"
-"Si, tengo una astilla clavada pero no es nada que mi querida doctora zorrita no pueda arreglar ¿y tú?"
-"Me duele todo el cuerpo, como si se me hubiera caído el techo encima"- sonrió- "tendré que comprar ropa nueva pero estoy bien. ¿Okita?"- no hubo respuesta –"¿Okita?"- volvió a llamar más fuerte – "SOUJI POR KAMI, RESPONDE"- gritó casi al borde del pánico. Un gemido de dolor fue todo lo que consiguieron como respuesta.
Comenzaron a rebuscar entre los escombros hasta que Sanosuke encontró la mano de Okita. Y el resto del cuerpo poco después, un poco más abajo, más enterrado entre los restos de la cuadra. Okita parecía inconsciente, pero de vez en cuanto gemía de dolor muy débilmente. Kagero lo examinó rápidamente, tenía un brazo roto, el derecho y probablemente la pierna también, pero lo peor era que la viga maestra del edificio, de más de un metro de grosor, le cruzaba el pecho, aplastándolo bajo su peso, dificultándole la respiración y manteniéndolo atrapado. Con mucho cuidado, Kagero recostó la cabeza de Souji en su regazo, acariciándole el rostro, mientras Sanosuke buscaba algo para hacer palanca y mover la viga.
Encontró un tablón bastante resistente y lo deslizó por debajo de la viga. Después, con todas sus fuerzas hizo presión en un extremo del tablón logrando que la viga se levantara unos centímetros. Pero era inútil. La viga era demasiado grande y pesada como para poder levantarla el sólo, el tablón que servía de palanca se partió, y la enorme viga volvió a caer sobre Okita, causándole otro gemido de dolor. Sanosuke la miró derrotado. Kagero tenía toda la cara llena de polvo y tierra, de modo que sus lágrimas habían dejado surcos visibles sobre su piel, acariciaba suavemente a Okita y besaba su frente –"Por favor, Souji, lucha, por favor"- susurraba en su oído entre sollozos. Sanosuke apretó los puños con rabia, no podía soportar ver cómo alguien con un espíritu tan fuerte como Kagero estaba a un paso de la desesperación y se sentía impotente. –"AAAAAAAAHHHHHHH"- gritó con todas sus fuerzas, liberando su rabia y su impotencia.
Atraídos por el desesperado grito de Sano, varias personas que deambulaban sin rumbo por la calle, se acercaron a las ruinas de la cuadra y, al ver a un hombre atrapado, trabajaron juntos para sacarlo. Esta vez, el tablón resultó más resistente, y la fuerza empleada mucho mayor. Cuando tuvieron la viga suficientemente alta por encima del cuerpo inconsciente de Okita, varios hombres ayudaron a Kagero a mover el cuerpo a un sitio más seguro. Pero Souji seguía inconsciente.
-"El médico de esta zona ha montado un hospital de emergencia unas calles más abajo. Será mejor que lo llevemos allí"- sugirió uno de los recién llegados. La mirada de gratitud que le dirigió la chica fue inmensa, pero Sanosuke, adivinando sus intenciones de permanecer con Okita la detuvo.
-"Eres oficial de policía Kagero, tu deber es con toda la ciudad no con una sola persona. Además todavía no sabemos qué les ha podido pasar a los demás"- la mirada de Kagero parecía perdida a través de sus lágrimas, como si no entendiera sus palabras. Pero instantes después, su mente las procesó. Sanosuke tenía razón, ya no podía hacer nada más por Souji y parecía estar en buenas manos. Tenía que asegurarse de que el resto de los médicos de Tokio había actuado como el de aquella zona siguiendo las ordenanzas de emergencia. Sin duda habría muchas más personas atrapadas bajo los escombros, como Souji y su deber estaba con ellos.
-"Por favor, encárguese de mi amigo"- rogó al desconocido con una inclinación –"Sanosuke, será mejor que vuelvas al dojo a ver si mi hermana y Himura están bien. Yo seguiré el camino en línea recta, atravesando la ciudad, para ver si se cumplen los procedimientos de emergencia"
--------------------- esto va dedicado a gaby por darme la idea
La cabeza le dolía terriblemente y podía sentir cómo su propia sangre manaba de una abertura en su frente, por lo demás parecía estar bastante bien. Se levantó para examinar el cuerpo que permanecía quieto bajo el suyo y su corazón se paró al ver la sangre. Su katana estaba rota en varias partes, y parecía que una de ellas se habia clavado profundamente en el muslo de la mujer. Hajime tragó saliva, esto debía ser una pesadilla. Sangre de Tokio en su espada. Otra vez. Sangre de Tokio en su maldita katana. Demasiada sangre. No podía saber si la herida seguía sangrando todavía o habia parado. ¿Cúanto tiempo habia estado inconsciente? ¿Cúanto tiempo habia permitido que Tokio se fuera desangrando, gota a gota?
Con dedos temblorosos, como si tuviera asegurarse de lo que su corazón le estaba diciendo, acarició a su esposa y le quitó el pelo de su rostro. –"¿Tokio?, Tokio gatita, abre los ojos"- susurró con un nudo en la garganta. Nada. Trató de buscarle el pulso en el cuello, pero tenía los dedos tan llenos de barro y estaba tan nervioso, que lo único que sentía eran los alocados latidos de su propio corazón. Nada de ella. Nada.
Cuando los Shinsengumi fueron derrotados en Kyoto y su mundo se derrumbó, Saitou contuvo sus lágrimas, pese al dolor que le suponía su nueva realidad, su nueva existencia como proscrito, por pertenecer al bando perdedor. Cuando Souji le dijo que estaba enfermo de tuberculosis, que día a día iba muriendo un poco más, y tuvo que enfrentarse a la posibilidad de una vida sin su único amigo, tampoco pudo derramar lágrimas por él, por su muerte. Pero ahora era distinto, estaba acostumbrado a vivir una vida sin esperanzas, todo por el bien de su patria, porque no habia podido olvidar del todo el antiguo código Aku Soku Zan, justicia. Por eso habia accedido a seguir luchando por el gobierno Meiji, a convertirse en traidor de todo lo que significaba algo para él. Por traer justicia, ley y orden a una tierra que lo necesitaba. Para darle a Tokio un lugar para vivir a salvo. Siempre habia creído que moriría en algún tipo de combate, con Battousai o cualquier otro, no importaba quién. El caso es que el moriría y Tokio seguiría viviendo, hasta acabar sus días en su cama, con el pelo gris, rodeado por sus nietos. Pero no así.
Abrazó el cuerpo inmóvil de su mujer, y la meció entre sus brazos mientras cubría su rostro de besos. Por primera vez en toda su vida, Saiotu Hajime estaba llorando. Por ella, por todo lo que perdía con ella. Por todo lo que fue, por todo lo que ya no sería, porque sin ella él no era nada. Lentamente la recostó sobre el suelo con un último beso en los labios. Buscó a tientas lo que quedaba de su katana. Era suficiente. La vida sin ella no tenía sentido. –"Espera amor mío, no te vayas sin mí"- la espada centelleó en el aire, y se dirigió, con mortal precisión, hacia el vientre del miburo, para dejar una línea poco profunda. Algo habia detenido su mano. Desde el suelo, Tokio le miraba sin poder creer lo que habia estado a punto de hacer su marido. Por ella. –"No seas tan melodramático Hajime, no te pega"
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Atravesaron la ciudad rápidamente esquivando incendios y dando rodeos ya que muchas calles habian quedado cortadas al caer los edificios en ellas. Kagero estaba complacida de que los protocolos de emergencia se estuvieran cumpliendo tan bien. Las calles estaban llenas de policías, bomberos y voluntarios que rescataban a las víctimas de las casas en llamas o buscaban entre los escombros de los edificios caídos algún superviviente. En un cruce se cruzaron con un sobrexcitado Chou que les puso al corriente de la situación de toda la ciudad, pero hablaba tan rápido y estaba tan nervioso que, unido a su pésimo acento casi ni se entendía
-".....terremoto....zanjas....norte-sur....tren.....incendios...." – Sanosuke le sacudió un poco para calmarlo
-"Vamos a ver si he entendido algo, el terremoto ha causado grietas y zanjas que atraviesan la ciudad de norte a sur ¿no?"- preguntó Kagero
-"si ....tren....explanada....."
-"¿tren?¿qué tren? Bocaliza Chou, ¡por una vez un tu vida!"- Chou cerró los puños, intentando ahogar un ataque de histeria y lanzó una terrible mirada a Sanosuke antes de contestar, intentando bocalizar lo mejor que podía
-"El...tren....de ...Kyoto...ha...descarrilado.....heridos...atendidos.....cerca....explanada"
-"Bueno, casi se le ha entendido todo esta vez"- Esta vez Chou no se pudo aguantar y le dio un golpe con la palma de la mano en el cogote
-"Vale, los heridos del tren están siendo atendidos, y la ciudad parece que funciona bien. ¿Dónde está mi padre?"- ahora la cara de Chou se ensombreció
-"Médico....cortes....el jefe....su mujer...."- Ahora fue Kagero quien cogió al pobre Chou del cuello, la más puro estilo Saitou
-"Vocaliza Chou o te saco las palabras una a una con un cuchillo"
"Estanheridosperolosdosestanvivos.Eljefenohacemasquemandarmedeunladoaotrodelaciudadllevandomensajes." –tomó aire y continuó con la misma velocidad-"QuierequetequedesenlazonaesteporqueeldoctorGensaiestadesbordadoytutienesconocimientosmedicos" – Sanosuke parpadeó sin haber entendido una palabra, pero Kagero parecía satisfecha porque lo habia soltado y ahora intentaba poner en orden el arrugado uniforme de Chou
-"¿Ves, como no era tan difícil?, ahora vuelve con Saitou y le dices que no se preocupe, que yo me encargo del hospital con el doctor Gensai"- Chou asintió, intentó saludar militarmente y salió corriendo.
-"Parece que el doctor Gensai tiene demasiados pacientes que atender. Será mejor que nos demos prisa Sanosuke"
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Bueno iba a seguir pero ya me estaba quedando demasiado largo. Una cosa es lo que tengo en la cabeza que puede ocupar y otra muy distinta lo que ocupa una vez escrito, asi que os dejare unos días más sin saber qué ha pasado con Kenshin y Kaoru, si Okita vivirá y cómo se tomará Saitou la visita de Aoshi.
Gracias a todos los que habeis dejado reviews
