Rurouni Kenshin y todos sus personajes pertenecen a Nobuhiro Watsuki, aunque ni en la serie ni en le manga hicieron las escenas LEMON que vienen en este capítulo.

Este es el penúltimo capítulo, lo juro. Y también juro que no se como he sido capaz de escribir algo así, aunque después de 20 capítulos el esperado Aoshi/Kagero debía ser memorable ¿verdad?. Aviso de verdad que esta vez el LEMON es LEMON muy LEMON, tendría que ponerle de rating no R sin XXX así que estáis advertidos, y además se me fue un poco la mano con el lenguaje en la última escena, pero era por exigencias del guión. Si queréis os podéis saltar este capitulo y esperar al siguiente, os basta con saber que hacen las paces.

21. Una noche agotadora y un duro despertar

Aoshi estaba de pie, inmóvil, tenía la ropa destrozada y llena de barro y sangre, al igual que ella también estaba completamente empapado bajo la lluvia que caía sobre la ciudad. Pero no era su aspecto lo que la había hecho detenerse, sino sus ojos. Por detrás de los largos mechones de su flequillo, que no paraban de gotear agua, los ojos de Aoshi estaban clavados en ella, más fríos que nunca, y lo que había en ellos la hizo estremecer. Nunca en toda su vida alguien la había mirado con aquella combinación de odio y deseo como la que permanecía en aquellos ojos helados. Dio un paso hacia atrás, atemorizada y entonces fue cuando Aoshi le escupió a la cara –"Zorra"

Esa palabra y el odio que emitían sus ojos le golpearon con más fuerza que nada de lo que había ocurrido ese día. – " Aoshi, ¿qué te pasa? ¿por qué me dices eso?" – pero la única respuesta que obtuvo de él fue un rugido casi animal mientras la lanzaba contra la pared. Antes de que pudiera reaccionar, Kagero se encontró atrapada entre el muro y el cuerpo de Aoshi, que trataba de inmovilizarla. Intentó resistirse, escapar de él y tratar de hacerle entrar en razón pero fue en vano, algo le había vuelto loco y sólo se calmaría cuando obtuviera lo que quería de ella.

Las manos de Aoshi parecían garras arañando su piel y desgarrando aún más su ropa al tratar de desnudarla, de exponer su blanca piel a la fría lluvia. Sus dientes se clavaban en sus hombros y en su cuello dejando marcas rojizas y arañazos. Estaba herido por algo que creía que ella había hecho y estaba siendo cruel, quería hacerle daño para castigarla y en esos momentos a ella le daba igual. Había dejado de resistirse, de luchar contra él, tenía los ojos llenos de lágrimas por lo que iba a ocurrir pero no le importaba. Después de todo el dolor de aquel día tan terrible lo que le ocurriera a ella no importaba. Estaba segura de que una vez que Aoshi tuviese lo que había venido a buscar de ella, volvería a ser el mismo y entonces podría saber qué había pasado. Pero ahora solo pensaba que durante todo el día había suplicado porque Aoshi estuviese a su lado y ahora estaba allí con ella, no le importaba nada más.

Aoshi notó como el cuerpo entre sus brazos dejaba de debatirse y luchar contra él para permanecer inmóvil y derrotado. Pero en su ahora primitivo cerebro aquello no hacia más que corroborar sus sospechas. Ella sabía que era culpable y por eso se había rendido. Sabia que merecía el castigo que le estaba inflingiendo y lo aceptaba sin presentar batalla. No era la reacción que había esperado, pero no le importaba demasiado, al contrario, le ponía las cosas más fáciles. Rápidamente terminó de desnudarla por completo, tirando de sus ropas hasta conseguir arrancárselas del cuerpo. Ahora estaba completamente desnuda atrapada entre su cuerpo y el muro y podía sentir cómo su cuerpo temblaba de frío. Se separó un poco de ella para mirarla, pero sin dejar de sujetarla con sus manos para impedirle la huida. Era hermosa, condenadamente bella y preciosa. Tenía el rostro girado para no mirarle y respiraba agitadamente. La lluvia le empapaba el cabello, haciendo que los mechones se quedaran pegados a su cara, ocultando parte de su rostro. Sintió el impulso de apartarlos suavemente, pero lo reprimió para ver cómo el agua de la lluvia resbalaba por todo su cuerpo, como ríos recorriendo la tierra, creando cascadas al llegar a sus senos para después escurrirse por sus muslos. Estaba hambriento de ella, del sabor de aquel cuerpo prohibido durante tanto tiempo. De nuevo se abalanzó sobre ella, obligándola a girar la cabeza y buscó su boca. Fue un beso salvaje, lleno de odio y frustración, que por supuesto, ella no devolvió. Con un rugido rompió el beso de forma brusca y la miró a los ojos.

Aquellos ojos estaban llenos de lágrimas. Lágrimas que bajaban por su bello rostro mezclándose y perdiéndose entre la lluvia. Su mirada era de intenso dolor y confusión, preguntándole qué había hecho para merecer ese trato. Por un instante, la duda se apoderó de él al sentir aquellos ojos inocentes en los suyos. Pero no podía dejarse engañar otra vez. Aquella mujer no era inocente, le había engañado con otro hombre y podía demostrarlo. Su mano derecha se dirigió a su vientre y allí, sin ninguna delicadeza la obligó a separar las piernas mientras introducía sus dedos bruscamente en su interior. Allí estaba la prueba de su traición, la prueba de que había entregado su cuerpo a otro, de que no lo había guardado para él como le había hecho creer. La prueba.

Sus ojos se abrieron con dolorosa comprensión apartándose de ella como si de repente, su contacto le quemara. Cayó al suelo de rodillas frente a su cuerpo desnudo, mirándose incrédulo la mano derecha y aquellos dedos que debían haberle traído la ansiada confirmación de su traición. Y así había sido, sus propios dedos le habían dado la prueba que buscaba, pero no la que él esperaba encontrar. Intacta. Estaba intacta. Había tocado y comprobado sin ninguna sombra de duda la barrera de su virginidad. Estaba intacta. No le había traicionado, había cumplido sus promesas de amor, le había seguido amando y esperando, y él había pagado esa lealtad y ese amor tratando de violarla. Se tapó la cara con las manos y empezó a sollozar bajo la lluvia.

Ella intentó serenarse al sentirse libre de su prisión, tratando de descubrir qué era lo que le había hecho detenerse y recuperar la razón. Lo miró, sollozante a sus pies y le dolió verle así. No le importaba lo que había estado a punto de hacer, lo había perdonado porque lo comprendía y lo quería. Pero él no lo sabía, necesitaba que ella misma se lo dijera. Dio un paso hacia él. – " El terremoto ha sido terrible, estoy viva casi de milagro.... Souji lleva inconsciente desde esta mañana, ni siquiera se si.....si despertará o morirá antes de que amanezca.....Yahiko casi se ahoga....... Tokio y Hajime también están heridos y Kaoru.....Kaoru estuvo mas de 10 horas sepultada bajo la casa con Himura. Ahora están bien pero yo....yo he estado todo el día desesperada"- dijo entre lágrimas con voz quebrada –"Sanosuke estuvo a mi lado y no dejó que me hundiera pero yo te necesitaba a ti." – Aoshi levantó la cabeza para mirarla, incomprensiblemente ella estaba sonriéndole – " Sólo te necesito a ti, porque tú eres lo que más amo en este mundo. Y sé que tu me amas también. Lo que ha ocurrido ahora no hace más que confirmármelo" – con un sollozo Aoshi, aún de rodillas, alzó los brazos y para enroscarlos en sus caderas y descansar su cabeza en su vientre. Ella le acariciaba el pelo y le susurraba palabras tranquilizadoras de amor bajo la lluvia.

El tiempo pasó y Aoshi terminó de desahogarse y dejó de llorar para darse cuenta de que la estaba manteniendo completamente desnuda bajo la lluvia, que podía resfriarse igual que él mismo por el frío o, peor aún, alguien podía pasar por la calle y verla. Así que poco a poco la liberó de su abrazo y se levantó

–" Lo siento, no sé qué me pasó. Perdí el control y me volví loco de celos. Perdóname"- ella sólo le sonrió de nuevo y lo besó dulcemente. Después le tomó de la mano para conducirlo hasta su habitación a salvo de la lluvia.

-"Quítate esa ropa mojada. Tengo que tener algunas toallas y ropa seca para ti en alguna parte" – dijo ella rebuscando en un cajón. El obedientemente se despojó de los restos de su abrigo y su manchada ropa sin poder quitar la vista de la espalda desnuda de la chica. Sintió como el deseo tan bruscamente apagado minutos antes volvía a recorrer su cuerpo encendiendo la sangre en sus venas. Se acercó silenciosamente a ella por detrás, le quitó gentilmente el bulto de ropa que había encontrado y comenzó a besarla y acariciarla dulcemente, como debía haber hecho desde el principio, quitando con su lengua las gotitas de lluvia que habían quedado por todo su cuerpo mojado.

Kagero concentraba totalmente su atención en el hombre que estaba besándola y cuyas manos seguras recorrían tan hábilmente su cuerpo. El contacto de esa mano cerrándose sobre uno de sus senos era una delicia insoportable y cuando él inclino la cabeza y sus dientes rozaron sensualmente el pezón, sorbiendo con su cálida lengua, ella gimió de placer y arqueó el cuerpo entre sus brazos. La pasión, casi dolorosa, parecía incrementarse en su interior, haciéndole buscar un contacto aún más íntimo con él, e instintivamente sus caderas se frotaron contra el duro miembro de Aoshi, de modo que ambos se excitaron todavía más. El contacto con ese músculo que latía entre los dos cuerpos entrelazados la indujo a realizar movimientos más desordenados y provocativos, tratando de aliviar ese dolor hambriento que era más exigente a cada instante. Sus dedos se cerraron sobre los negros cabellos de Aoshi, atrayendo su boca hacia la que ella le ofrecía, y cuando él apartó la cabeza de sus pechos, la expresión vidriosa de deseo en sus ojos helados la reconfortó. Suavemente, ella comenzó a besarle la frente, sus labios saboreaban su piel, gozando mientras sus bocas volvían a unirse con pasión desenfrenada.

Aoshi también estaba perdido en un universo de deseo, un deseo que lo consumía como jamás nada lo había hecho en toda su vida. Deseaba a aquella mujer, la deseaba tan desesperadamente que apenas podía soportar la dulzura de sus caricias. Con los dedos de Kagero en sus cabellos, los movimientos audaces de su cuerpo apretado contra el suyo y el roce de su pequeña lengua en su boca,... todo ello era más de lo que podía soportar. Febrilmente, sus manos se deslizaron entre los cuerpos de ambos, y sus dedos buscaron los escondidos pliegues entre las piernas de ella. Con movimientos lentos y dulces esta vez, acarició, frotando y explorando la húmeda entrada. Ella se estremeció al sentir de nuevo los dedos de Aoshi en su interior, pero esta vez era distinto, y empezó a jadear en los breves instantes en que Aoshi dejaba su boca libre, entre beso y beso.

Sintiéndola preparada para recibirle en su interior Aoshi sin dejar de besarla en ningún momento, la condujo hacia el centro de la habitación, donde estaba el futón extendido. Sintiéndose aún culpable por lo que había intentado hacerle, decidió que fuera ella quien llevara la iniciativa y se sentó acariciándole ahora las piernas y explorando su interior con sus dedos. Al verle sentado en el futón con esa mirada de culpabilidad, Kagero entendió las intenciones de Aoshi. Separó las piernas, poniendo una a cada lado de su cuerpo y lentamente se fue arrodillando sobre él. Aoshi sujetó su miembro y lo condujo hacia su húmeda entrada y así, resbalando poco a poco sobre él, Kagero sintió como la espada entraba en su vaina.

Ahora estaban los dos quietos, dándose dulces y pequeños besos de mariposa en el rostro, Kagero totalmente sentada en el regazo de Aoshi, sintiendo su miembro pulsando y latiendo dentro de ella totalmente entregada a la nueva sensación. Aoshi había sentido un poco de miedo al ver cómo ella había arrugado la nariz cuando su barrera se rompía, pero había sido sólo durante un instante. Recordó que estaba acostumbrada a la lucha y al dolor de la disciplina de la bushido, de modo que aquello no fue tan doloroso para ella como él había temido. Ahora, superado todo el miedo y la angustia de aquel día, se maravillaba de cómo era capaz en aquel momento, de volver a pensar con claridad. Nunca había estado tan a gusto, con las suaves manos de su amaba sobre sus hombros, rodeado por su cálido cuerpo y sobre todo, sintiendo su miembro totalmente enterrado en su tan anhelada y estrecha prisión . –"Te quiero" le dijo mientras mordisqueaba su oído. Sus manos descendieron abrasadoras por su espalda hasta descansar en sus caderas. Una vez allí comenzó a moverlas en círculos y sonrió complacido al escuchar el tierno gemido de placer de su amada y cómo las paredes de su prisión se estrechan aún más a su alrededor, provocándole un placer indescriptible. Sus bocas se volvieron a unir con renovada pasión mientras él bajaba por su cuello hasta llegar a sus senos para comenzar de nuevo a morder, acariciar y sorber, volviéndola loca de pasión y haciendo que clavara sus uñas en su espalda.

No parecía que Aoshi ejerciera ya mucho control sobre si mismo, su cara estaba tensa, su respiración jadeaba tanto como la de Kagero, y su manos apretaban fuertemente las caderas. Satisfecha ante esos signos de que la pasión le dominaba a él tanto coma a ella, se mostró más atrevida, y probó a elevarse y descender sobre él, complacida cuando él gemía de placer y la miraba con aquellos ojos azul hielo con expresión febril. El calor del cuerpo femenino alrededor del suyo era casi más de lo que el podía soportar . Y sin embargo, deseaba profundamente prolongar ese placer exquisito, quería saborear las intensas sensaciones que recorrían como olas su cuerpo, quería continuar besándola, mantener ese pinchazo febril en sus venas, enloquecerla de deseo del mismo modo que ella sin esfuerzo le desquiciaba. Pero no creía que pudiera contenerse mucho más ante ese dulce tormento, y todos los insinuantes  movimientos que ella realizaba, y el roce leve de sus duros pezones sobre el pecho, lo fieros ataques de su lengua cuando ella respondía a los besos cada vez más frenéticos, más exigentes... Todo era demasiado erótico y estimulante y las manos de Aoshi se hundían en las caderas de Kagero manteniéndola unida a él. Sus movimientos lo electrizaron y destruyeron el control que había conseguido mantener sobre sí mismo. Con salvaje urgencia él comenzó a penetrar todavía más en ella, buscando hambriento que las caderas de Kagero bajaran más y más. Fue el éxtasis para ella. Las manos de Aoshi sujetaban con fuerza su cuerpo agotado y su boca poseía cálida la que ella le ofrecía.

Sintió como los jugos de ella bajaban por sus piernas y sabiendo que no le quedaba mucho tiempo a él tampoco, echó su cuerpo hacia delante, dejándola con la espalda apoyada en el futón. Tratando por todos los medios de no salirse de su interior, dirigió con sus manos las piernas de ella hasta que se cerraron como un candado alrededor de sus caderas. Gimiendo por las nuevas olas de placer que les estaban provocando la nueva posición, y tratando de mantener un poco de control desesperadamente, Aoshi se despego de ella, manteniendo los brazos estirados para marcar la distancia pero sin dejar de mirarla a los ojos, quería saborear también su expresión de gozo. Volvió a moverse sobre ella, sacando casi por completo su miembro para volverlo a hundir completamente en la suave carne femenina, desatando su pasión. Kagero tenía los ojos cerrados y no paraba de gemir, tratando de llegar hasta él desesperadamente para volver a entrechocar sus pechos y poder besarlo y abrazarlo, pero el se mantuvo firme y separado disfrutando de su desesperación e incrementando aún más la velocidad de sus embestidas. Hasta que ya no pudo aplazarlo por más tiempo y, con un rugido salvaje, se derramó en su interior, mientras por fin, flexionaba los brazos y se dejaba caer, agotado, para descansar en aquellos brazos que lo esperaban anhelantes para cerrarse sobre él cálida y amorosamente.

Ninguna batalla le había dejado tan agotado y con aquella sensación de euforia. Antes de quedarse dormido como ella, cansado por los incidentes del día y aquel apasionado encuentro, cubrió con las mantas sus cuerpos desnudos.

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Aoshi despertó unas horas después, con un terrible sentimiento de culpa al mirar a la mujer que dormía placidamente a su lado. – Idiota, estúpido - se dijo a sí mismo. Tanto tiempo repitiendo que esta vez haría las cosas bien, que no dejaría que sus instintos lo dominaran de nuevo, todos los planes que había hecho con tanto cuidado para que nada en su comportamiento pudiera disgustar al miburo... todo para nada. Él , que tanto se vanagloriaba de tener un férreo control sobre su cuerpo, él, que analizaba sistemáticamente cada situación para actuar con su acostumbrada calma glacial, él, el hombre de hielo de los Onniwabanshu, el liberador de Hokkaido, había fallado de nuevo estrepitosamente ante aquella mujer. Aquella mujer que dormía a su lado, la única capaz de hacer tambalear toda su existencia

- Vamos Aoshi piensa, intenta solucionar  esto- en aquel momento, volvía a ser él mismo, ahora que la pasión y su sed por ella habían quedado momentáneamente satisfechas. – Nadie te ha visto con ella, y Saitou está en un hospital, así que lo que tienes que hacer es salir de aquí ahora mismo y presentarte ante el lobo a primera hora como si no hubiera pasado nada y seguir con el plan original. Si, eso es lo mejor que puedes hacer, sin duda – satisfecho consigo mismo, se levantó con cuidado y buscó su ropa en la oscuridad. Encontró los pantalones y se los puso, pero entonces escuchó cómo ella se revolvía en su sueño y susurraba su nombre. No pudo resistirlo, mandó al diablo todas sus buenas intenciones y volvió al futón con ella – "Estoy aquí koishi, duerme"

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Un súbito tirón y una mano intentando estrangularle, le hicieron despertar bruscamente y, al abrir los ojos, Aoshi deseó haber tenido más fuerza de voluntad cuando la noche anterior tuvo la oportunidad de arreglar las cosas. Ante él, con furia asesina por haberle encontrado abrazado a su hija desnuda, transpirando por todos los poros de su cuerpo, se encontraba Saitou Hajime. –"Maldito cabrón hijo de puta"- Antes de que se diera cuenta, estaba en la calle, con Saitou a sus espaldas golpeándole con puños y piernas, sin dejar que se levantara del suelo. Pudo oír el grito de Kagero antes de atravesar de un fuerte golpe la puerta de su habitación, y su mente sólo era capaz de agradecer que el miburo no utilizara su katana contra él.

Por el otro lado de la casa, alertados por el ruido, Kenshin y Kaoru salieron para ver a un maltrecho Aoshi semidesnudo y a un enfurecido Saitou que no paraba de vociferar, mientras que Kagero, envuelta sólo en una sábana le suplicaba que parase. Saitou le pataleaba y maldecía cada vez con mayor ardor, pero aunque era capaz de esquivar sus golpes y presentar una batalla más equilibrada, Aoshi no lo hizo. Se sentía culpable y sabía que se merecía todo lo que el lobo pensara hacerle.

Los minutos fueron pasando y nada cambió en la escena hasta que Saitou paró de golpearle para recuperar el aliento. Todavía no estaba totalmente curado y sus bruscos movimientos habían hecho que su herida se reabriera y comenzara a sangrar. Por el rabillo del ojo, Aoshi vio como Kagero trataba de llegar hasta él pero la detuvo alzando la mano

-"No koishi, esto es entre él y yo"

-"No te atrevas a llamarla así en mi presencia, cabrón." – a pesar del dolor que sentía por todo el cuerpo, ya que los golpes habían agravado sus propias heridas, Aoshi se las arregló para arrodillarse con esfuerzo ante él y bajar humildemente la cabeza hasta tocar el suelo

-"Se que mi comportamiento no ha sido digno y que con él he manchado tanto su honor como el mío. Pero quiero que sepa que lo único que me ha guiado para proceder así ha sido mi profundo amor hacia ella. Así que humildemente le imploro, le suplico, que me perdone y que me permita casarme con ella. Sé que puedo hacerla feliz si me da la oportunidad" – había sido un movimiento muy arriesgado, exponiéndose completamente indefenso y sin posibilidad de escape a la ira del miburo, pero era la única oportunidad que tendría – "Puede matarme si quiere por lo que he hecho, me lo merezco. De hecho prefiero morir a saber que no puedo estar con ella"

-"Si ese es tu deseo muchacho, no puedo negártelo"- dijo Saitou desenvainando su katana y dirigiéndola hacia abajo, directamente al cuello expuesto del ninja. Pero en el último instante otro acero se interpuso en su camino, salvándole la vida

-"Si vas a matarlo, padre, tendrás que matarme a mí primero" – Saitou parpadeo ante la imagen que tenía ante él. Su niña, su pequeño cachorro estaba ante él. Había conseguido atarse la sábana alrededor de su cuerpo desnudo y con los ojos llenos de lágrimas le miraba desafiante con uno de los kodachis del maldito ninja en la mano. Era como si la viese por primera vez en mucho tiempo, ya no era su cachorro, sino toda una mujer. Recordó sus palabras cuando fue a reclamarle por el injusto ataque al dojo Kamiya – el día que me enfrente a ti con una espada será por algo que merezca realmente la pena- de modo que ella creía que ese ninja merecía la pena. Envainó la espada y golpeó con el pie el hombro de Aoshi para que se levantara mientras encendía un cigarrillo.

-"Nunca antes me habías llamado así, loba" – ella sonrió ante el nuevo apodo  y él dio una calada al cigarro – " De modo que quieres casarte con mi hija muchacho"

-"Si señor"- dijo Aoshi, pasándole una mano por los hombros y atrayéndola hacia él. El peligro había pasado

-"No te he dado permiso para que la toques así que quítale las zarpas de encima" – los brazos de Aoshi cayeron a sus costados al instante- "¿Y cómo piensas mantenerla, muchacho?" – Aoshi se estaba cansando de que lo tratara como a un chiquillo, pero a aquel juego también podían jugar dos

-"Haruma-sama me ha otorgado el cargo de gobernador de Hokkaido. También tengo una casa casi terminada, perteneció a un shogun. Viviremos bien allí"

-"Hokkaido"

-"Es un sitio encantador. Hay más lobos que hombres."

-"¿Y si me niego a dar mi consentimiento a esa boda?"

-"Padre"- protestó Kagero

-"Eso no me detendrá. Con su permiso o sin él Kagero y yo nos vamos a casar, es MI mujer ahora, y eso es algo que no puede cambiar."- los ojos de Saitou brillaron de cólera pero Aoshi continuó dejando bien claro sus intenciones –"Ella le respeta y le quiere mucho y sé que no tener su consentimiento le hará daño, pero también sé que más daño la hará estar separada de mí" – esta vez fue Kagero quien se acercó a Aoshi para apoyar sus palabras y él la abrazó por la cintura, enfrentándose juntos al miburo.

Kaoru y Kenshin también se habían acercado y colocado a su lado como muestra de apoyo, pero lo que más efecto tuvo sobre Saitou fue la aparición de su esposa. Cojeando a causa de su herida en la pierna, Tokio avanzó hasta colocarse a su lado y gentilmente le quitó la katana de las manos para evitar males mayores.

-"Hajime, una vez te pregunté qué habrías hecho si mi padre no te hubiese dado permiso para casarte conmigo. ¿Recuerdas?"

-"Aa. Te dije que lo hubiera matado. A él y a cualquiera que intentara separarte de mí" – ella asintió ruborizada recordando lo que había acompañado a esas palabras

-"¿Y cómo sabes anata, que este hombre no piensa igual que tú? Que no te matará por tratar de quitarle lo que es suyo"

-"¿Suyo?"

-"Hai. Una mujer pertenece a su padre sólo hasta que aparece su marido." – Saitou meditó por un momento las palabras de su esposa y las que le habría dicho Okita también si estuviera allí. Luego volvió a mirar a su hija abrazada al ninja y se dio cuenta de que necesitaba otro cigarro.

-"Hokkaido"- repitió –"Este ahou quiere llevársela a Hokkaido"

-"Hokkaido es precioso en primavera anata" – dijo devolviéndole la espada

-"Esta bien"

-"¿Está bien?"- repitió Aoshi

-"Hai, ¿estás sordo baka? Te doy permiso para que cortejes a mi hija. Si no hay nada que lo apresure, o no te mato antes, os podréis casar cuando esa maldita casa de la que hablas esté terminada" – Tokio besó a su marido y Kenshin y Kaoru felicitaron a la pareja. –"En cuanto a ti"- continuó Hajime mirando fijamente a su hija – "volverás a casa con nosotros y sólo saldrás de allí cuando estés casada. No quiero que lo de anoche se vuelva a repetir por nada del mundo"- pronunció las últimas palabras mirando al ninja como retándole a objetar, pero Aoshi no mordió el anzuelo

-"Al menos podré besar a mi prometida"

-"Por supuesto"- se adelantó Tokio a la negativa respuesta de su marido, tapándole además la boca con la mano para evitar que dijera algo más. Aoshi besó a Kagero y los dos futuros matrimonios se perdieron en felicitaciones y bromas. Viéndoles tan felices Hajime se volvió hacia Tokio

-"Supongo que estarás muy orgullosa de lo que has hecho hoy"- ella asintió- " Terminaré matando a ese ninja, lo sabes ¿verdad?"- ella volvió a asentir divertida con el enojo de su marido- "Y también sabrás que esta noche te haré pagar por esto gatita"

-"Contaba con ello Hajime, contaba con ello"

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Oh Kami-sama sigo sin poder creer que yo haya escrito semejante escenita pero tampoco me ha quedado mal del todo ¿qué opináis vosotros?

En cuanto al final, he de reconocer que escribí este fic sólo por hacer que Saitou pateara a Aoshi tras pillarle in fraganti con su hijita querida. ¿Quién no ha temido que eso le pase alguna vez?

Básicamente este era el final de la historia, tal como la pensé,  pero escribiré un capítulo más para dejar todas las cosas aclaradas. Así que si se os ha quedado algo por ahí que no creéis que esté del todo claro un review y lo incluyo en el epílogo. También me gustaría saber cuáles han sido los capítulos que más os han gustado, mas que nada para tenerlo en cuenta para futuros fic, por ejemplo aparte de éste a mi me encanta el del loto negro y el de la pelea en el dojo cuando se descubre que es una mujer, y también el del baile aunque sea triste, pero no sé qué opináis vosotros.