TÍTULO: El final del viaje (2/7)

AUTOR: Zauberer S.

EMAIL: zaubererslyth@yahoo.es

FANDOM: Lord of the rings

RATING: PG

GENRE: Drama

PAIRING: Faramir/Boromir, Faramir/Eowyn, Faramir/Aragorn, Eowyn/Aragorn

DISCLAIMER: No son míos, pertenecen a J.R.R. Tolkien, New Line y Peter Jackson, aunque si fuesen míos probablemente se lo pasarían mejor.

SUMMARY: Faramir se dispone a decir "adiós" a su hermano.

NOTA DE LA AUTORA: Segunda de mis "despedidas" a los personajes de Lord of the Rings, aunque no es necesario haber leído la primera parte. Advertencia: este fic no solo contiene SLASH, o HET (sé que algún día tendré que pagar por ello) sino también INCESTO.

Dedicado a Yawe.

EL FINAL DEL VIAJE

...

"Cuando tumbe la guerra las estatuas

y el desorden los muros desarraigue,

ni la espada de Marte ni su incendio

destruirán tu memoria siempre viva".

W. Shakespeare

...

"Tenía una joya en mis dedos

y me dormí.

El día era templado, tediosos los vientos,

me dije: aguantará.

.

Al despertar reñí a mis fieles dedos,

la gema ya no estaba.

Y ahora una memoria de amatista

Es cuanto me queda".

Emily Dickinson

...

Ha llegado el momento de decir adiós.

Durante mucho tiempo la guerra y sus pesares han postergado este día. Durante muchos días fue un consuelo tener cosas en las que pensar y ocuparme, para no tener que pensar en él.

He llegado aquí, al lugar de mi sueño, creyendo que estaba preparado. Tal vez me equivocaba. La herida aún sangra.

¿Cuánto tiempo será necesario para borrar estos recuerdos? Sin embargo noto que se hacen más nítidos día a día, y la memoria se fortalece en lugar de darme paz y descanso.

Porque aún puedo recordar el tacto de su piel como si la tocase ahora con mis propios dedos.

Y aún puedo recordar el sabor de su boca como si nos estuviésemos besando de nuevo.

Tengo que decir adiós, ahora, en tiempos de paz, y no soy capaz. Las fuerzas me abandonan cuando pienso en él, el hálito de la Sombra vuelve como si la propia espada de un Nazgul me atravesase con su frío metal.

He vuelto al río, despierto, curado y en un mundo a salvo del mal.

El agua corre con un vivo cantar, melodías antiguas, helada y primaveral. Mi respiración se acelera mientras me acerco a la orilla. Los árboles le mueven con la brisa de la mañana, me hablan, me llaman, intentan consolarme.

Mis heridas han sanado, sin embargo mi cuerpo aún duele, y no albergó esperanzas de que cese esta tortura.

Su imagen, dorado e invencible, un día de verano, practicando con la espada en el patio, vuelve a mí. Vencedor, hermoso como un animal salvaje, se da la vuelta y saluda a su hermano pequeño, siempre con la nariz hundida en algún pliego polvoriento.

Le veo saludarme como si estuviese ante mí en este segundo. Agitando la mano, con su sonrisa, aquella que a veces me parecía que solo me dedicaba a mí, que solo yo veía y distinguía de las demás sonrisas.

- Ven, hermano menor, - me decía - practica conmigo.

Pero yo me quedaba absorto, inmóvil, contemplando su belleza. Él se daba cuenta y me miraba con los ojos encendidos, con esa luz que ardía ante mi por la noche, cuando entre sombras y silencio me cubría de incendiarias caricias.

- No puedo decirte adiós - le susurro al río, que me responde con el sonido de guijarros chocándose unos con otros.

Mis mejillas están húmedas y mis manos tiemblan.

Entonces deseo haber muerto en la defensa de Osgilliath o en la pira funeraria que mi padre construyera en su amor demente por mí.

A veces echo tanto de menos a mi hermano que no puedo respirar.

Unos brazos se aferran a mí por detrás y una cabeza descansa sobre mi espalda.

- ¿Es este el lugar? ¿El lugar de tu sueño?

Solo puedo asentir, pues mi voz ya está rendida al sollozo. Una mano delgada y blanca se posa sobre mi corazón, comprobando que aún late.

- Gracias por permitir que te acompañe - me dice con inocencia.

Si no fuese por ella quizá yo mismo decidiese hundirme en esta agua para siempre, con el deseo de llegar al fondo, más allá de todas las cataratas y encontrarme con Boromir.

Pongo mi mano sobre la suya, y mi mundo es un poco menos oscuro por ello.

- Aún duele, no sé cuando sanará esta herida.

Eowyn se abraza con más fuerza a mí, no permitirá que las tinieblas me alejen de ella.

- Mi señor... siempre dolerá. Hay un precio que debemos pagar, los que hemos amado demasiado.

- ¿Y cuál es ese precio?

- No arrepentirnos jamás.

No arrepentirnos... si, eso es lo más duro. Ni ella ni yo descubriremos nunca cómo dejar de amar a aquellos que se han ido, o que no pueden correspondernos.

Aún espero que aparezca la barca, con el cuerpo del guerrero intacto, y poder tomar su cabeza en mi regazo, y llorar lágrimas amargas sobre él hasta que abra los ojos, rescatado de la muerte por mi llamada. Y alzará su mano a mi rostro en el momento en que mi llanto se convirtiese en risa, y besaría el cabello y la frente devolviendo a su cuerpo el calor que el río le quitase.

- Estás helado.

Se aprieta contra mí y sé que intenta anclarme a la vida. Ella, que tiene tantas dudas como yo, que sufre la misma debilidad, que es frágil por dentro y aún así me da su mano para que me aferre a ella si alguna vez tropiezo. Yo estoy helado pero su cuerpo no transmite mucho más calor que el mío, su fe no es mucho más sólida.

Coge mi mano y pasa sus dedos sobre mi palma, la examina, recorre un millón de pequeñas cicatrices.

- ¿Cómo te hiciste esto?

En otro momento le hubiese mentido, contado la historia a medias, o guardado el silencio que debía. Pero hoy, aquí, no tengo fuerzas. Ya no me quedan fuerzas para mentir, para ocultarme, no tengo fuerzas para llorar ni para evitar las lágrimas.

- Yo... solo quería recoger unas bayas. A Boromir le gustaban mucho cuando era más joven. Pero había espinas. Muchas. Había tanta sangre que creí que me iba a desmayar. Después de que me hubiesen limpiado y curado las manos, Boromir las tomó entre las suyas y... y las besó. Una y otra vez.

Al recordarlo notó como se vuelve a encender el fuego en mi piel, mis manos arden como entonces. Estoy temblando. Tengo vívida la imagen de mi hermano arrodillándose ante mí, acercando sus manos a mí, acercando sus labios, yo apenas era un niño pero cada uno de sus besos quedó grabado con más fuerza y dolor que cualquiera de las cicatrices.

La lumbre iluminaba su rostro, que estaba serio y lleno de emoción. Se quedó un momento así, con la rodilla en el suelo y los labios en mi mano. Cuando levantó la cabeza contemple una extraña oscuridad en sus ojos grises y creo que fue la primera vez que la reconocí como la misma oscuridad que oprimía mi pecho.

Aquel día nació en mí la esperanza. Mis queridas cicatrices... se han abierto de nuevo, aunque nadie pueda ver la sangre.

Eowyn se pone de puntillas, aunque es alta, me aparta el pelo, y me besa el cuello.

- ¿Y aquí? ¿Te tocó aquí? ¿Aquí también te besó?

Hay una especie de añoranza en su voz, su vida le sabe a poco y quiere vivir otra a través mío, quiere ser Boromir besándome, o ser yo besado por Boromir.

- Sí, en incontables ocasiones. Pero sobre todo un día de lluvia en que nos refugiamos entre las ruinas de una fortaleza, nos apretamos para ahuyentar el frío. Él se inclinó un poco y depositó un beso en mi piel húmeda, justo ahí. Sus labios estaban helados, el agua le caía por el cabello y me besó el cuello hasta que volví mi rostro hacia él.

Apenas escuchaba mis propias palabras, transportado a un lugar lejano, ella quizás me estaba siguiendo. Tuve la seguridad de que poco a poco acabaría contándoselo todo, cada detalle, cada caricia, cada amanecer que despertaba en brazos de mi hermano, la piel seca y cansada, aferrado a su cálido pecho.

Se lo diría todo, y sería una tortura para ambos.

- Soy un villano... - murmuré.

Me hizo girar sobre mi mismo, cogiéndome por la muñeca, obligándome a encontrar sus ojos, su dorada y gélida belleza. Mi rostro entre sus manos, sus dedos en mis labios, yo no me merezco a esta mujer, y sé que soy el único que la puede hacer feliz.

- Mi señor, ya te lo dije una vez, nada de lo que puedas contarme va hacer que te ame menos.

- Y yo respondí algo similar.

Asiente pero ahora es a ella a quien un manto de vergüenza cubre la mirada. Lo sé porque con estas palabras nuestros corazones comenzaron a latir a la vez, y con un mismo dolor. Nuestras frente chocan, yo también le meso los cabellos, distraído, lazos de sol enrollados en mis dedos, suaves, mojados por la cercanía del río.

El río, en que hace un momento pensé en hundirme.

Pensé que nada podía ser más difícil de confesar que mi primer amor. ¿Por qué me equivoco tan a menudo?

- Eowyn... - evoco su nombre como si me fuese a librar de todo mal - tienes que entenderlo. Nunca pensé que amaría de nuevo, solo quería caer en el campo de batalla y olvidar a Boromir. Y un día, cuando ya creí que la fiebre me arrastraba a las tinieblas, de pronto abrí los ojos. ¿Y que vi?

Su mirada estaba iluminada por algo más que las lágrimas.

- Lo mismo que yo.

Asentí. Era tan distinto y tan igual a lo que había sentido por mi hermano, lo que me embargó aquel día en las Casas de Curación. Aquella primera mirada, aquel primer latido de un corazón que volvía a vivir.

- Sí, lo mismo que tú. - Y algún día ella me hablará de su momento, de su mirada, de su latido, y el causante será el mismo - Abrí los ojos y vi a mi rey, al que tantos años esperó el árbol blanco de mi hogar. Y en su sonrisa comprendí que siempre queda algo de amor, y gracias a él puedo ahora quererte.

Me abraza, siento su abrazo y me conmueve. Me abraza a mí, le abraza a él, abraza a Boromir. Su cuerpo, fuerte y esbelto, parece empequeñecer en mis brazos. Durante un rato simplemente nos conformamos con escuchar el rumor de la corriente, el crujir de las ramas que se doblan ante el agua. No nos atrevemos a movernos, por temor a que se rompa nuestra complicidad, a perder este momento de comprensión y perdón.

- No pediremos perdón, mi señora. Hablaremos de Aragorn y nuestro amor por él se fortalecerá; iremos a Minas Tirith a visitarle y al verle sentiremos nuestro amor por él renacer. No lo podremos evitar, pero no nos arrepentiremos.

Entonces vuelve a mí la imagen de mi hermano practicando con su espada, me enseñaba los movimientos cuando yo aún era demasiado joven y demasiado torpe para imitarlos, me cogía de las caderas para enseñarme, y a mí me temblaba todo. Yo tenía doce años y aún dormíamos en la misma habitación, y yo perdía horas de sueño escuchando cómo respiraba, contemplando en las sombras cómo su pecho subía y bajaba rítmicamente. Me odiaba por ello, me seguí odiando mucho después de que nos besásemos por primera vez, a veces tanto que sentía dolor en el estómago durante toda la noche. Me juraba que no volvería a tocar a mi hermano, pero después alargaba la mano, porque estar alejados dolía mucho más.

Aquellas lecciones, aquellos días al sol son parte de la oscuridad de hoy. No existen el uno sin el otro. Cada beso entregado a mi hermano es un beso que recibiré de Eowyn, las firmes manos de Boromir sobre mí son las caricias con las que cubriré a mi esposa.

Y entre nosotros dos aquella primera mirada de Aragorn, su sonrisa cansada, su mano sobre mi frente, curándome e incendiándome a la vez. Entre nosotros aquellos ojos grises, no muy diferentes a los de mi hermano, con la tristeza de la raza de los Hombres, y una dulzura que yo nunca había conocido. En ese momento hubiese caminado por el mismo infierno si él me lo hubiese perdido. Y ahora también.

El río aún me llama, y me vuelvo hacia él. Eowyn se recuesta a mi espalda de nuevo, me envuelve, su mano de nuevo sobre mi corazón.

- ¿Aún esperas que tu sueño se haga realidad? ¿Aún esperas que Boromir descienda?

Casi puedo verle, azul por la muerte, y sereno como nunca le había estado en vida. Si pasase a mi lado, incluso en este momento, me alejaría de la orilla, nadando hasta él y arrastraría la barca hasta tierra, o seguiría bajando con ella.

- ¿Estás preparado para decir adiós?

Le veo, le veo en el río, como un sueño, como mi sueño, solo que al pasar a mi lado, con la espada quebrada entre las manos, arrastrado por el agua de lluvia, abre los ojos.

En mi sueño está vivo.

Abre los ojos y me mira. Está tan bello que me deja sin respiración. Como siempre.

Entonces solo hay una respuesta sincera para la pregunta que me hace la mujer a la que amo.

¿Estoy preparado para decir adiós a Boromir? Me vuelvo hacia Eowyn, el río a mis espaldas.

- No.