Capítulo 4. Reencuentro en dirección a la India.

El sultán pasaba por la pasarela mirando a los piratas caribeños con aire de superioridad, su rostro era serio y tenía sus brazos enlazados en la espalda, andaba tranquilo sin miedo alguno y con mucho respeto por los que tenía ante su rostro. El otro posible capitán era más bien oriental, chino al juzgar por sus trajes de seda y por sus pintas, éste mantenía una posición más amigable y menos distante.

La tripulación no parecía tenerse mucho respeto, ambas deseaban atacar y derramar sangre quizás innecesaria. Sparrow y Leisma mantenían una posición distante, defensiva y atacante a la vez, observaban a los dos extranjeros con curiosidad y temor, sigilo y con extrema cautela. No se fiaban y bien lo mostraban sus rostros y sus gestos.

-Buenos días señores piratas. –saludó el sultán serio y casi sin inmutarse- Nos gustaría entablar una conversación en privado con vos si no es posible.

El chino saludó a su modo oriental, doblándose ligeramente con las manos unidas a la altura del pecho y sin dejar de mirarles. Curioso que la mirada de éste joven oriental desprendiera paz y tranquilidad, en cambio el otro desprendía serenidad y misterio, hasta secretismo en algún gesto o mirada.

-Antes me gustaría saber con quien hablo –dijo Sparrow-

-Tenéis modales para ser un pirata.

-…

-Soy Abdul, y éste es mi compañero y amigo Yieru.

Los demás observaban como los cuatro se metían en el interior del barco hacia el comedor, una extensa sala de grandes ventanales tintados iluminaba y dejaba pasar la luz del sol. Ambos extraños se sentaron en una punta de la mesa mientras que los dos piratas se sentaron cada uno a un lado de la mesa y a una distancia prudencial.

-¿Y bien? –preguntó de nuevo Sparrow esperando llevarse otra ofensiva por parte del sultán.

-Mi ser representa a la India y mi amigo compañero a la China. Ambas culturas estamos unidas por un fin común, el Principe de la Región del Sur de la India. Dicha alteza es hijo desde generaciones anteriores del que fuera Príncipe Yukimi Yalá, que fue rey al poco tiempo de morir su padre, Yakimi Yalá. Su alteza Yukimi tiene un hijo, Ikimi Yalá, actual príncipe de la Región del Sur de la India.

-Nuestra señoría desea ver a J. Sparrow, el viejo Gaviota. –prosiguió yendo más al grano Yieru con aire chino.

-Eso es imposible, -dijo Sparrow- El Viejo Gaviota murió.

-¿Hace mucho?

-Mucho.

-Pero ésta es la Perla Negra si no me equivoco, es famosa en los siete mares.

-Es la Perla Negra pero El Viejo Gaviota no está presente físicamente.

-Entonces nos hemos equivocado.

-No lo creo. –murmuró Leisma- El que tienen ante sus ojos es Jack Sparrow, hijo de James Sparrow.

-Presento mis disculpas.

-¿Y que le sucede exactamente a vuestra, alteza, para que desee ver a mi padre?

-Hace años, Yukimi Yalá tuvo una relación con vuestro padre. James Sparrow tenía un gran afán por descubrir grandes tesoros y en la frontera de la India con la China encontró uno, uno que solamente los antepasados más remotos sabían de su existencia.

-¿A dónde quieren llegar señores? –preguntó Leisma cruzándose de piernas-

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-No oigo nada… -murmuró Lían-

-Hablan demasiado bajito. –balbuceó Dänae.

-Callaos o oiremos menos aún. –dijo finalmente muy flojito Will-

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-Vuestro padre poseía una parte de dicho tesoro, una parte que robó del inmenso tesoro, una parte muy valiosa.

-Puede que la robara pero yo por eso no puedo hacer nada. Lo que hizo mi padre no tengo porqué juzgarlo.

-¿No sabe donde puede estar?

-No. Y si lo supera no se lo diría a no ser que fuera muy necesario.

-Alteza Ikimi es ahora perseguido por bandidos que buscan el tesoro, esa puerta quedó abierta al abasto de todos ya que su padre robó la pieza clave para cerrar dicha puerta.

-Pues lo siento por su alteza pero no pienso hacer nada. ¿Qué saco yo de todo esto?

-Ikimi quiere conocer al primer pirata de la historia que negoció con él, desea plantearle una buena oferta por dicha pieza.

-¿Una oferta? ¿Qué tipo de oferta?

-Yakimi se expropió del tesoro para que no lo pudieran robar vulgares ladrones. Le digo más aún, cada año se celebra el día en que Yikimi conoció a James Sparrow y lo celebran a lo grande.

-¿Tan importante es para vuestra alteza esa pieza?

-Tan importante que os ofrece el treinta por ciento del tesoro.

-Cuarenta y cinco.

-Cuarenta y no más.

-¿Cómo se yo que esa oferta es real y que no me están timando para quedarse con el valor de la pieza? Si no me equivoco esa pieza vale más que todo ese oro.

Yieru sacó un pergamino enrollado y atado con un pequeño cordón rojizo, tiró de éste y extendió el pergamino en la mesa para que Sparrow lo leyera. Jack lo cogió interesado por ver lo que ponía escrito, las palabras estaban bien pensadas y dichas con un tono pacífico. La tinta era china y de muy buena calidad, además abajo del todo, en la parte inferior estaba la firma de Yakimi.

-Parece que es importante esa pieza, pero díganme una cosa. No exige nada más que eso y me parece extraño, no es que dude de vuestra palabra pero no se si el hecho de que yo vaya incluya a mi tripulación.

-Claro que sí, por supuesto. La Región del Sur os recibirá con todos los honores, os será tratado de buenas maneras, a usted y a todos sus acompañantes.

-Miren, esa pieza fue un regalo de mi padre antes de morir. ¿Cuánto creen que vale su peso en oro?

-El doble de lo que le ofrecemos.

-Exacto ¿porqué debería de aceptar?

-Para memorar la obra de vuestro padre.

-¿Nos permite un momento? –preguntó Leisma levantándose y llevándose a Sparrow hacia fuera del comedor.

-Tengo un mal presentimiento de todo esto. Esconden algo.

-Eso me temo yo pero creo que lo mejor es aceptar.

-Jack, hay miles de tesoros en el mundo.

-Pero no como ese. Según mi padre ese superaba a todos en cantidad.

-Pero te ofrece poco.

-Quizás en el momento oportuno se pueda negociar. Es lo que queríamos hacer, ir a la India, y no veo mejor forma que ésta.

-Sabes que te sigo a donde vayas y que te apoyo. Llevas nuestras vidas contigo. –lo abrazó-

-Señores ¿obtendré protección para los míos y para mi barco? –preguntó Sparrow apareciendo de nuevo y cerrando la puerta-

-Por supuesto. No les tocaremos nada de su barco ni de ninguno de ellos.

-Siento ser tan poco confiado pero me agradaría que todo eso estuviera inscrito aquí, detrás y con la firma de ambos.

-Como no…

Ambos lo firmaron después de escribir las condiciones, incluso las de vuelta. Se había de ser muy precavido en ese tema, no arriesgar más de la cuenta y pensar. Después de eso se dieron la mano para confirmar el pacto entre el este y el oeste.

Salieron y continuaron hablando el cubierta, acordaron que la Perla Negra seguiría el rumbo del Dragón Hindú, así se llamaba el navío oriental, tendrían toda libertad para opinar y criticar en algunos casos sobre lo que ocurría, pero eso sí, no había vuelta atrás hasta finalizado el trato.

El sultán y el chino subieron de nuevo a la pasarela y volvieron a su navío, varias bellezas indias salieron en su busca bailoteando y moviendo el vientre para llevárselos hacia el interior.

-¡Marineros, seguiremos a ese navío hasta el final de su ruta! ¡Intentaremos no perderlo de vista y seguirle a una distancia prudencial! –exclamó Sparrow-

Los tres que habían estado a escondidas en uno de los camarotes, salieron como si no hubieran escuchado nada, salieron haciéndose los disimulados pero inmediatamente los capitanes captaron lo que ocultaban. Se los encontraron a los dos en el timón, el uno pegado al otro y cogiéndolo con suavidad.

-¿Hacia donde vamos? –preguntó Lían-

-¿No lo sabéis ya?

-…nos han pillado…

-Vamos a la India. Seguimos a ese navío.

-¡Mantened este rumbo y ésta velocidad!

-¡Sí capitán!

-¿Lían te gustaría coger el timón?

-¡Mucho!

-Pues es todo tuyo, pero ten cuidado, no pierdas se vista ese barco y vigila el viento.

-Descuida. Si ocurre algo de eso te aviso.

-Bien. Vamos pirata.

Cogió a Sparrow del cinturón donde se aguantaba la espada y el arma y se lo llevó hacia el interior, éste se encogió de hombros ante la mirada de los demás y se fue junto a ella sin oponer resistencia alguna.

-¿A dónde van? –preguntó curiosa Dänae. La mirada de Lían le respondió- Oh. ¿Pueden hacerlo en un momento como éste?

-¿Por qué no?

-Para ellos el momento oportuno es casi siempre. –murmuró Will-

-Se suponía que el capitán tiene que estar siempre al mando del timón.

-Siempre no, tienen un fiel amigo tripulante que lo guía en su ausencia.

-Osea yo. –dijo uno de la tripulación que rondaba por el barco observando que todo estuviera en orden-

-Son muchas las historias que cuentan sobre Leisma, independientemente de las de Sparrow. –dijo de nuevo la chica- Me han llegado muchas de sus artes para escapar de apuros, para engañar, no he conocido a nadie como ellos, y eso que aún no los conozco del todo.

-Jack es un hombre de palabra aunque no lo parezca, noble pero un pirata. Jamás mentiría. También tiene el don de meterse en líos y salir airoso de ellos, todo un as.

-¿En serio? ¿Es verdad lo que cuentan de cuando estuvo en aquella isla tanto tiempo? Porque me parece fascinante y horroroso el sufrimiento que tuvo que pasar.

-Oh sí… horroroso. –murmuró Will-

-¿Por qué lo dices en ese tono?

-Porque en verdad no hizo casi nada en aquella isla. –comentó Will- Unos traficantes de ron llevaban comida y ron especialmente a aquella isla y lo escondían allí lejos de las miradas. Jack lo único que hizo fue saciar su hambre y su sed con las mercancías y negociar su vuelta a Tortuga a bordo de los traficantes.

-¡¿En serio hizo eso?! Que…

-Solamente me ha explicado eso, lo demás creo que es cierto. Y Solamente Leisma sabe lo que oculta su cuerpo.

-¿Cuánto llevan juntos?

-Alrededor de unos diez años si juntamos las dos temporadas.

-¿Dos temporadas?

-Sí. Primero estuvieron juntos, fue cuando se conocieron. Yo apenas tenía tres años cuando vi a Jack en la Perla Negra, que en su época fue de ella, todo hay que decirlo. Después no hacían más que discutir porque él se revelaba queriendo recuperar la Perla Negra. Tuvimos suerte de que no nos abandonara a mi y a ella en una isla desierta, fue por mi que despertó su compasión y nos dejó en Tortuga como un galán. Sin embargo, a los tres días me enteré de que Comodoro Barbosa le quitó el navío y lo dejó abandonado en una isla desierta.

-Vaya… si que sabes…

-Llevo casi toda la vida con él. Conozco hasta su punto débil.

-Casi no Lían –comentó Will- que llevas nueve años sin pisar éste barco.

-Bueno sí, eso es verdad.

Will veía cierta emoción en Dänae por escuchar al voz de Lían, tenía cierto afán por saber todo lo que él sabía, ganas de estar con él y aprender. Él conocía a Dänae, era una chica amable, simpática, agradable pero de un fuerte carácter, en verdad era muy parecida a Elian, y eso le picaba a Leisma.

-¿Podrías enseñarme la cosa esa tan importante para el sultán y el chino? –preguntaba sentada en la cama, tapada con la sábana solamente- Si no es mucho pedir.

Jack se levantó de su lado con el pantalón puesto solamente, metió la mano en un diminuto bolsillo interior que tenía casi a tocar de la cintura y con un poco de esfuerzo sacó un pequeño pañuelo veis que guardaba algo en su interior.

-Esto solo te lo enseño a ti. Nadie lo ha visto aún, excepto mi padre y yo por supuesto.

Volvió a sentarse, posó el pañuelo aún cerrado sobre la palma de la mano izquierda, con la otra iba descubriendo lo que encubría dicho trozo de tela.

Elian pudo ver una pequeña piedra preciosa tan pequeña como una llave y tan luminosa como un diamante. Una pequeña cadenita de oro lo hacía como un colgante de tal manera que se podía coger, ella lo cogió con cuidado, pues hasta con la mirada se podía llegar a romper aquella preciosidad. Alucinaba en ver aquello y en como podía haber estado guardado tanto tiempo en un lugar tan aparentemente invisible.

-Esto vale mucho más que todo un tesoro.

-Lo sé. Y cada vez me arrepiento más de haber aceptado el trato. Pero si no lo hacía corría el peligro de que os ocurriera algo malo, y más estando Lían entre nosotros.

-Aparentas no tener compasión por nadie, pero en verdad eres un trozo de pan. Ese es el Jack que me gusta a mí, el que se encuentra bajo esa máscara de pirata sin corazón.

-Pensé que te gustaba más cuando ejerzo de pirata duro y enigmático.

-En parte, pero me gusta mucho como miras a Lían, te alegras de verle y sin embargo no lo muestras. Supongo que eso forma parte de ti y no pienso cambiarte. Tampoco se te ocurra hacerlo, me gustas tal y como eres.

Con el mismo cuidado o casi más lo puso en el centro del pañuelo, lo escondió de nuevo entre el pañuelo y ya solo quedaba algo cubierto en la palma de la mano de Jack.

-¿Lo metes tú misma? Es por no levantarme.

Le buscó el mini-bolsillo e introdujo el pañuelo con el diamante dentro. Elle veía como a Jack se le iba mostrando cada vez un rostro más picarón y una pícara sonrisa.

-Eso no es el bolsillo. –murmuró él-

-No.

Montó encima de él dejando ver el cuerpo totalmente desnudo, se echó por encima la sábana y se taparon los dos, dejándose caer sobre él lentamente y acomodándose entre la cama y el pecho para luego besarle lenta y dulce sus labios.

-¿Qué es eso Lían? –preguntó acercándose donde él yacía sentado-

Era Will quien manejaba el timón con soltura y con algo más de experiencia que la última vez que viajó con Jack Sparrow en dicho navío. Lían se sentó en la escalinata que había hasta subir al timón, se dejaba caer en la pared del navío, tranquilo y tarareando una canción. En sus manos tenía el famoso medallón.

-Es el medallón que tenía mi madre y que nos dio tantos problemas en su día.

-Me siento curiosa por saber más de ti y de tu pasado. Apenas cuentas cosas, pequeñas anécdotas que se quedan ahí. –se sentó a su lado dejando apenas un tercio del ancho de la escalinata-

-No creo que te sea interesante mi vida.

-Puede que sí.

-¿Nunca te he contado la historia de este medallón verdad? –ella negó con la cabeza- Éste medallón era de Elian, en el interior llevaba un retrato de su madre, Selene. De ahí su nombre, El Medallón de Selene.

-¡Ah, sí que he oído hablar entonces! Pero las historias cuentan que se perdió y que nadie sabe donde está exactamente.

-El Medallón tuvo su historia aunque cueste reconocerlo. Era muy preciado para los piratas, de entre ellos Barbosa. Dicho pirata le quitó el medallón a mi madre para encontrar un tesoro escondido en Bahía Blanca, un tesoro que para ellos era colosal. Es curioso porque fue el principio de otra etapa en mi vida, Elian y Jack volvieron a estar juntos, conocimos a Will y a Elizabeth, llegamos a Bahía Blanca donde estaba Enien, el hermano de Elian.

-Pero supongo que tendrá una parte mala.

-Por desgracia y como en todas las historias sí. Jack no pudo hacer nada para que Barbosa tuviera a Elian como posadera en éste barco, en el mismo camarote donde Jack y ella están ahora. Para mi fue muy duro ver a mi madre en aquel estado de desconcierto, apenas me miraba, y tampoco la veía, pues por orden de Barbosa debía de estar siempre en el camarote para complacer cuando a éste le diera gana la sed de placer.

-Debió de ser horroroso para ella.

-No lo sé, pero además recibía maltratos físicos y algunos psíquicos. Mucho miedo pasó ella y mucho miedo pasé yo de perderla.

-¿Y dices que el tesoro estaba en Bahía Blanca?

-Sí. El tesoro estaba oculto en la gran montaña que hay en el interior de la isla. Ahí fue donde acabó todo, Barbosa fue finalmente destruido por tocar el tesoro, un tesoro esplendoroso por lo que cuenta Enien y porque yo no fui, bueno, no me dejaron ir vaya.

-Fascinante. ¿Y dices que tu vida no es interesante?

-Más interesante ha sido antes, cuando era pequeño y viajaba con Elian por los mares, cogiendo botines y disfrutando de su compañía. Aquellos si eran tiempos felices en que no nos importaba nada más que los tesoros y la vida de pirata, me gustaba aquella vida sin complejos, huyendo de los franceses y de los enemigos más fuertes que nosotros, enfrontándonos a pequeños saqueadores, disfrazándonos de diversas gentes para pasar inadvertidos.

-Ven. –dijo ella levantándose y cogiéndolo de la mano- ¡Ahora volvemos Will!

-¿Dónde me llevas? –preguntaba Lían corriendo y llevado de la mano hacia el interior.

En la primera puerta que abrieron se quedaron, se trataba de un camarote que servía más para los trastos viejos que para dormir, una especie de trastero de cosas innecesarias que en algún momento puntual pueden ser necesarias, como remos de repuesto, redes, velas enrolladas, cuerdas, cubos, etc.

-¿Por qué me has traído aquí?

Dänae encendió una vela que había colgada en la pared cercana a la puerta, la cerilla se apagó inmediatamente al soplarle, seguidamente cerró la puerta.

-Mis padres están al final del pasillo, como nos oigan vamos a flipar.

-Nos van a oír si no te callas. Es acogedor –dijo ella más bajito ahora-

-Dänae. Todos creen que tú y yo tenemos relación y no la tenemos, somos amigos.

-¿Es eso lo que quieres, que seamos amigos y nada más? –parecía reprochar indirectamente-

-…no…

-Me fascina tu vida, me fascina todo lo que haces, lo que dices. Todo.

-¿Por qué?

-Porque eres diferente a los que conozco, callado, misterioso, tenaz algunas veces, pero a la vez divertido, alegre, simpático y amable. Solamente quiero llegar a ti, estar contigo si me dejas.

-¿Así soy para ti?

-Y mucho mejor que lo eres, para mi eres lo más grande que he conocido. No se si te estás dando cuenta pero te estoy abriendo mi corazón, estoy diciendo cosas que jamás pensé que las diría, cosas que siento y que no me atrevo a decir por miedo a un reproche.

-Aún nos queda mucho por aprender. Somos niños aunque nos cueste aceptarlo.

-…veo que he sido una tonta en decírtelo… pens

-…

-…pensé que me querías como yo y que estarías dispuesto a estar a mi lado como yo estoy dispuesta a estar al tuyo. …pero no ha sido así…

-¿Hasta que punto te crees eso?

-Hasta dar la vida por ti si hiciera falta. Te quiero…

En el fondo Lían tenía miedo, no era la primera vez que sentía algo por una chica pero sí la primera en sentir aquello que sentía, él no la quería, la amaba, pero en silencio, un silencio que empezó desde que la vio y desde que se fijó en ella, un silencio que a menudo era roto por el roce que había entre ellos y que hacía creer a los demás que estaban juntos.

-…respóndeme cuando veas que quieres estar conmigo…

Se giró y alargó la mano al pomo de la puerta para abrirla, en aquel momento notó sus manos en los hombros, que de ahí bajaban por los brazos hacia las manos de ella y las unía acariciándoselas, sintió un dulce beso en el cuello y un susurro que la hizo palpitar más fuerte el corazón de lo que ya le iba al sentir las manos y el beso.

-Nadie me hace sentir lo que me haces sentir tú cuando estoy hablando contigo. Nadie me mira como tú, con esa pulcritud y esa pasión que enfurece mis sentidos hasta el punto de desearte más de una vez. Doy mi vida por ti, la muerte y la siguiente vida si hace falta, te doy lo que anhelas Dänae, me entrego a ti…

Hablaba con tanta dulzura que hasta las lágrimas se le caían a la chica de escucharlas, no daba crédito a lo que había oído, deseaba volver a escuchar su voz otra vez, deseaba estar con él siempre y no separarse nunca. Lenta se giró siendo envuelta por sus brazos, la miraba como jamás la había mirado antes, pues por un segundo sentía miedo, por otro amor. Las respiraciones se confundían con el deseo, la pasión ardía en sus corazones impaciente, las miradas se encontraban sin dejarse, cada vez más cercanas y deseadas, descargando así todo lo contenido en un dulce y anhelado beso.

Se podían ver los cabellos rubios oscuros con mechas doradas a la luz tenue de la vela, ondulados hasta media espalda, por detrás se veía el nudo y las puntas de un pañuelo azulado, los ojos los mantenían cerrados pero éstos eran verdes como esmeraldas, sus labios carnosos y rojizos, el mentón fino y la cara fina también. El rostro suave aún no atizado por el viento salado del mar, la expresión serena y angustiada a la vez aunque la chispa de sus ojos alegraba el rostro hasta contentarlo.

Las manos se perdían por el cabello de Lían, sus labios besaban los de él con furor y pasión, su cuerpo se arrapaba al de él sintiéndose segura y tranquila ya que se encontraba en sus brazos. Lían la contenía hacia sí, sentía el besar en sus labios produciéndole una dulce sensación, se sentía bien besándola y acariciándole su espalda desnuda y a la vez tapada por el cabello que se le enredaba en sus dedos a causa de las ondulaciones.