Capítulo I – La traición de Black

Remus Lupin no era un tipo normal. No era alguien que vivía la vida como los demás. Era un mago. Pero no un mago de feria ni un ilusionista; él era lo que los magos llaman auror; es decir, que luchaba contra las artes oscuras de la magia.

El departamento del ministerio de magia donde Remus trabajaba era en esos días completamente un caos. El mago tenebroso más terrible de este siglo estaba suelto, sembrando el caos junto a sus aliados: mortífagos, dementores y gigantes.

Voldemort, nombre que muchos temían incluso pronunciar, era, según la opinión de Remus, el ser más despiadado del que había oído hablar.

Sólo hacía una semana que Remus se había reunido por última vez con sus amigos: Sirius Black, Peter Pettigrew y James Potter, al que acompañaban su adorable mujer Lily y su hijo de apenas un año Harry.

El niño tenía el pelo de James, rebelde y negro azabache, pero había heredado los brillantes ojos verdes de su madre. Remus sonrió recordando a sus amigos.

Se habían reunido para despedirse por una temporada. James, auror también, estaba perseguido por el mismísimo Voldemort. Los cuatro amigos sabían que no cejaría en su empeño hasta matar a James Potter y quien sabe si a su familia.

A causa de los terribles acontecimientos acaecidos en el mundo tanto mágico como no mágico, Albus Dumbeldore decidió salvaguardar a la familia Potter con el hechizo Fidelio, que consistía en el ocultamiento mágico de algo en la mente de una sola persona.

- La información se oculta dentro de la persona elegida, que es el guardián secreto y es imposible encontrarlo a menos que el guardián lo divulgue. Lo que vamos a ocultar es la ubicación de nuestra casa. No podrá encontrarnos aunque tenga la nariz pegada a nuestra ventana.– Había dicho James a sus compañeros.

- Y quién será tu guardián, James? – Preguntó Remus con cara de preocupación. Ninguno ignoraba que había infiltrados en el ministerio.

- Seré yo, Remus, - dijo Sirius con voz profunda – quédate tranquilo.

- Si eres tú, estoy tranquilo Canuto. – Respondió Remus apoyando su mano en el hombro de Sirius.

- Gracias Lunático, viejo amigo. – Añadió Sirius con emoción contenida y sonriendo. Los cinco sabían que esta reunión significaba separarse por un tiempo indefinido.

- Recordad que no podéis contárselo a nadie, de acuerdo? Si no, el hechizo Fidelio no serviría de nada, ya que todos sabrían que Sirius es el guardián...

- James, puedes confiar en nosotros. – Señaló Peter con un brillo extraño en sus ojos, pequeños, redondos y negros.

- Ay, Harry, no toques la varita de mamá! – Interrumpió Lily. Harry rió con el chupete en la boca y se le cayó al suelo. Hábilmente, Lily cogió su varita y al grito de inmobilus! el chupete se paró en el aire antes de que cayera al suelo. – Chicos, vamos, no estéis tan tensos, - dijo mientras se agachaba a por el chupete y se lo metía a Harry en la boca, que estaba empezando a hacer pucheros reclamando su chupete. – James y yo vamos a estar bien, sólo es por un tiempo.

- Lily tiene razón, - añadió sonriente James, pasando un brazo por los hombros de su mujer – no hagáis esto más difícil.

- Va a ser duro para todos, James. – Dijo Remus con expresión sombría. Su aspecto era enfermizo, faltaba poco para la luna llena.

- Lo sé, Lunático, lo sé. Sé que falta poco para la luna llena. Nadie desea más que yo que acabe esta pesadilla.

Al final de la tarde, hubo una emotiva despedida.

- James, sabes que te quiero como a un hermano. Por favor, cuídate. – Dijo Remus con una desagradable presión en el pecho.

- Lo sé Remus, y tú sabes que sois lo mejor de mi vida junto con mi familia. Cuídate tú también, quieres? – Ambos se fundieron en un fraternal abrazo.

James se despidió de manera similar de Peter y acto seguido estrechó la mano de Sirius tan fuerte que los nudillos de ambos adquirieron un tono blanquecino.

- Nos vemos en dos días, Cornamenta. – Dijo Sirius con una sonrisa socarrona en la cara.

- Te espero Canuto. – Respondió James devolviéndole la sonrisa.

Acto seguido Remus, Sirius y Peter se desaparecieron.

En un abrir y cerrar de ojos Remus paseaba por el comedor, inquieto.

- Este asunto no me gusta. – Se dijo en voz baja, mientras continuaba dando vueltas por la habitación.

Durante la semana todo transcurrió con normalidad, salvo que Remus palidecía cada día más y sus ojeras eran más profundas. No se cruzó en el ministerio con Sirius o con Peter, algo que no extrañó a Remus, ya que su trabajo exigía constantes viajes.

El último día de Octubre, Remus se encontraba por la mañana arreglando unos papeles en su despacho cuando una joven de su edad aproximadamente se paró frente a su mesa.

- Buenos días, Fiona, en qué puedo ayudarte? – Dijo Remus mirándola directamente a los ojos con semblante amable.

La chica enrojeció levemente al acaparar la atención del mago.

- Bueno... Esta noche es Halloween y hay una fiesta en casa de Sybill Trelawney...

- Trelawney? – Dijo extrañado Remus. Sybill era una mujer extremadamente delgada, llevaba unas grandes gafas en la cara que aumentaban el tamaño de sus ojos y portaba siempre multitud de collares de cuentas, anillos y pulseras. A Remus no le hacía ni pizca de gracia Sybill Trelawney que se dedicaba a adivinar el futuro de sus clientes, cosa que estaba empeñada en hacerle a él, gratuitamente.

- Si, me preguntaba si te gustaría venir. – Dijo Fiona enrojeciendo y disminuyendo el tono de su voz.

- Pues – respondió Remus sintiéndose incómodo al darle una negativa – no puedo Fiona, tengo mucho trabajo y dudo que salga a ningún sitio.

- Oh, bueno, es una pena. – Dijo ella con aire decepcionado. – Hasta mañana pues. – Añadió volteándose para irse.

- Precisamente eso es algo que quería comentarte. – Dijo Remus levantándose de la silla lentamente y sin arrastrarla.

- El qué? – Dijo Fiona extrañada.

- Que mañana me es imposible venir.

- Ah, y eso?

- Problemas familiares. – Dijo Remus con pena. No le gustaba nada mentirle así a nadie. – Mi tía, está fatal de la pierna y voy a ir a verla.

- Bueno, lo comunicaré. Que se mejore tu tía.

- Gracias Fiona.

Cuando Remus llegó de trabajar, estaba tan cansado que decidió dormir un rato. Se tumbó en el sofá, pero no encontró una postura cómoda. Tampoco hubo suerte en la cama, así que decidió darse un paseo en bicicleta por el mundo muggle, gente no mágica.

Los prados verdes iban pasando, pero Remus no prestaba atención a la belleza de la naturaleza; estaba inmerso en sus cavilaciones.

Había algo en todo aquel asunto que no le gustaba. Sabía que podía confiar la vida a cualquiera de sus amigos, pero había una desazón en el estómago que no le dejaba tranquilo. Demasiado perfecto! Le decía una voz desde las sienes.

A mitad de camino se dio la vuelta, su salud en los días de luna llena era nefasta.

Con un último esfuerzo llegó a casa, sudoroso y agotado. Maldiciendo su naturaleza se metió en la ducha.

Los Potter estaban en su casita en el Valle de Godric, cenando tranquilamente la noche de halloween.

- Cariño, hoy te has esmerado más que nunca. – Dijo James saboreando un trozo de patata asada con salsa picante.

- Gracias, pero me lo dices todos los días. – Respondió Lily con suspicacia.

- Nunca me cansaría de decirlo Lily. – Añadió él con una mirada tierna. – A que no, Harry? – Preguntó dirigiéndose al niño, que se estaba poniendo perdido de papilla. El pequeño respondió con un sonoro "Ga!" acompañado de salpicadura de papilla extra para los presentes.

- Oh, no! Tu chaleco James! – Dijo Lily haciendo ademán de levantarse.

- No te preocupes, ya voy yo a por la varita para quitarme la mancha. – Dijo él posando una mano en el hombro de su mujer a la par que se levantaba.

James desapareció por la puerta del comedor en dirección a la entrada.

- Ay, Harry, seguro que llevas más papilla encima de la que te has comido. – Le dijo Lily al bebé con una sonrisa tierna mientras limpiaba la diminuta nariz del pequeño.

De repente se oyó un golpe seco, como si hubieran abierto la puerta de golpe y ésta hubiera chocado contra la pared con el impulso.

- James? Estás bien? – Preguntó Lily sin moverse del sitio con un temblor en la voz.

- Lily! Coge a Harry y vete! Es él! Vete! Corre! Yo lo detendré! – Gritó James con voz aterrorizada.

La mujer no necesitó oírlo dos veces, cogió al niño y salió en pos de la cocina, donde había una puerta hacia el exterior.

Sólo había una idea en su cabeza: salvar a Harry.

En el momento que entraba en la cocina, oyó una risa terrible, que helaba la sangre. La misma voz aguda y siseante dijo firme:

- Avada Kedabra!

Se oyó un golpe seco en el suelo: James había muerto.

- No! – Gimió Lily. – No, por favor!

Lily vio la cocina borrosa y perdió el equilibrio cayendo en una esquina, aferrando al niño como si fuera a irse.

Una figura encapuchada surgió de la puerta dirigiéndose a ella con paso firme pero lento, como si el extraño estuviera disfrutando con la agonía de la mujer.

- Hazte a un lado. – Siseó una voz aguda de las profundidades de la capucha.

- A Harry no! – Suplicó Lily interponiendo su cuerpo entre Voldemort y el pequeño. – A Harry no, por favor! Haré cualquier cosa... – siguió diciendo ella con voz temblorosa, suplicante.

- Apártate estúpida. – Dijo desdeñosamente el asesino.

Hubo un forcejeo: Lily no dejaba pasar a Voldemort.

- A Harry no. Te lo ruego, no. Cógeme a mi. Mátame a mí en su lugar... – Lily sacó fuerzas de no sabía donde y siguió aguantando a Voldemort por las muñecas. – A Harry no, por favor. Ten piedad, te lo ruego, ten piedad...

La voz estridente del ser encapuchado estalló en carcajadas.

- Crucio! – Dijo él con voz divertida.

Lily se hallaba en el suelo, gritando de dolor; el encapuchado siguió riéndose de forma macabra hasta que finalmente ejecutó el hechizo "Avada Kedabra". Entonces Lily dejó de gritar, dejó de moverse, de respirar. Su cuerpo inerte se hallaba extendido en el suelo, su rostro exhibía una mueca de terror. El pequeño Harry lloraba asustado por el griterío.

Voldemort pasó por encima del cadáver de la mujer y se colocó frente al bebé.

- Digamos adiós a la generación Potter. – Dijo él con voz teatral. – Avada Kedabra!

Un rayo de luz verde salió de su varita, dirigiéndose directamente a la cabeza del niño. El rayo chocó contra su frente, pero para sorpresa de Voldemort, rebotó en dirección suya.

- No! No es posible! – Dijo él con una nota de terror en la voz cubriéndose el rostro con las manos. Sintió que su cuerpo se desintegraba. – No! Soy el mago más tenebroso de la historia! Un niño no puede vencerme! – Dijo él torciendo el rostro a causa del dolor. – No voy a morir! – Siguió gimoteando. A sus gritos de dolor se unió el llanto de Harry, que lloraba con una fuerza inusitada en un niño tan pequeño.

Con un esfuerzo, Voldemort habló de nuevo:

- Yo... no voy a morir solo... Harry Potter. – Con un último movimiento de varita, una explosión sacudió el valle de Godric.


Espero que os haya gustado el primer capítulo, dejad reviews para decidme qué os parece ^^ Mil gracias.

Saludos cordiales,

Silvara Waylan.