Remus había salido ya de la ducha y se estaba preparando algo de comer, antes de la transformación.
Todo lo demás estaba preparado. El mago poseía un sótano donde se encerraba a sí mismo las noches de luna llena.
Apuró su cena, compuesta por un filete y ensalada, viendo el tiempo en la televisión. Aunque sus amigos se reían de él y lo consideraban un loco por tener electricidad en casa, a Remus le gustaba saber qué pasaba en el mundo muggle y ver el informativo del tiempo.
Esta noche el cielo iba a estar despejado, y el hombre del tiempo animaba a los amantes de la astronomía a observar las estrellas en tan propicia noche. Remus sonrió sarcásticamente.
Cuando terminaba de fregar los platos y enseres usados, una lechuza picoteó la ventana.
- Oh, buenas noches. – Dijo Remus abriendo la ventana y sonriéndole a la lechuza. – No es muy tarde para entregar una carta? – Dijo con amabilidad mientras liberaba a la lechuza de la correspondencia. – De Hogwarts? Bueno, la leeré mejor en el sótano.
La lechuza ululó suavemente, con educación.
- Por supuesto, sírvete. – le dijo a la lechuza amablemente acercándole un cuenco lleno de chucherías lechuciles.
La lechuza ululó agradecida y picoteó del cuenco.
- En fin, buen viaje y ten cuidado. – Añadió Remus acariciándole las plumas en señal de despedida.
La lechuza le pellizcó la mano amistosamente, picoteó un par de veces más del cuenco y se marchó por la ventana.
Remus se encontraba ya en el sótano, cerrado mediante un hechizo, y se dispuso a abrir el sobre. La letra le resultaba familiar. La carta decía así:
Querido Remus,
Siento ser el portador de malas noticias. James y Lily Potter han sido asesinados por Voldemort esta misma noche.
Desde aquí te envío mi más sincero pésame.
Atentamente, Albus DumbeldoreEl sobre, junto con la carta, cayó al suelo. Remus se llevó lentamente las manos a la cabeza.
- No... no puede ser... – balbuceó intentando ordenar las ideas en su cabeza. – Imposible... – Sus manos se cerraron agarrando mechones de pelo con fuerza. Sendos regueros de lágrimas estaban comenzando a brotar de sus ojos.
- Sirius... – dijo en un jadeo. La transformación había comenzado. Sintió que sus huesos se rompían como cristales para volver a componerse con otra estructura. – QUÉ HAS HECHO!!!?? – Rugió cayendo de rodillas al suelo. Sintió cómo sus uñas desaparecían para aparecer en su lugar garras. El vello de su cuerpo se volvía duro y comenzó a crecer a ritmo vertiginoso en zonas en las que la naturaleza humana no poseía de por sí. Su mandíbula se alargaba y sus dientes crecían produciendo un dolor lacerante en sus encías, que también se alargaban a la vez.
Intentó gritar, pero de su garganta sólo salió un aullido de dolor y frustración.
Esta noche el único objetivo del licántropo era destruir. No tenía nada que destruir, así que cargó su furia contra sí mismo, arañándose y mordiéndose con fiereza. La rabia cegaba aún más la poca cordura humana que pudiera quedar en su mente.
Nadie escuchaba los aullidos de rabia y dolor que procedían de la casa, ya que estaba aislada a unos pocos kilómetros de cualquier resquicio de vida humana.
Dumbeldore estaba a punto de salir de su despacho cuando una mujer joven entró en él como una exhalación.
- Buenas noches, Silvara. – Dijo el hombre a la joven que había entrado. Era muy guapa, de ojos verdes, tez morena y pelo lacio y plateado.
- Hola señor Director. – Contestó Silvara jadeando levemente. – Qué significa esto?! – Preguntó levantando con voz temblorosa un pergamino.
- Pues está claro, es una carta... que he escrito yo.
- Eso ya lo sé. – Contestó ella haciendo con la mano un ademán de impaciencia. – Señor director... es verdad que James y Lily... – preguntó ella con voz temblorosa. Las lágrimas se escapaban a raudales por sus ojos verdes.
- Lo siento Silvara, sabes que con estas cosas nunca bromeo. – Contestó el director con abatimiento.
Ella rompió a llorar y en una reacción instintiva se abrazó al talle de Dumbeldore, el cual era muy alto. Éste le devolvió el abrazo y dejó que ella se desfogase.
Mientras Silvara sollozaba, Dumbeldore de daba suaves palmaditas tranquilizadoras en la cabeza.
- Por qué? Por qué James? Por qué Lily? – Repetía Silvara una y otra vez sin parar de convulsionarse a causa de los profundos sollozos.
- No lo sé, querida. Tranquilízate, todo ha acabado.
- Qué quiere decir con eso? – Preguntó ella apartándose bruscamente del pecho del director.
- Voldemort ha matado a James y a Lily, pero...
- Y Harry?! – interrumpió ella cayendo en la cuenta de que el nombre del pequeño no había sido nombrado por el director en la carta.
- Se ha salvado. Ha vencido a Voldemort, Silvara. – Dijo él con una expresión triunfal en el rostro.
- El pequeño Harry ha vencido a Voldemort? Cómo es posible? Si es solo un niño! – Dijo ella frunciendo el ceño y mordiéndose el labio.
- Creo que nunca lo sabremos Silvara. – Contestó él con una sonrisa triste. – Ahora te aconsejo que vayas a celebrar la caída de Voldemort con tus amigos.
Silvara lo miró entre enfadada y confundida.
- Dumbeldore! Mis amigos estarán destrozados moralmente! Sirius, Peter, Remus... Un momento! Remus! Sabes Remus lo que ha sucedido?!
- Por supuesto, le escribí en cuanto lo supe, al igual que a ti.
- No! – Dijo gritando ella abriendo mucho los ojos. – Qué ha hecho!? No sabe que hay luna llena?
Dumbeldore asintió serio.
- Claro que lo sé, pero Remus hubiera querido que se le informara de inmediato.
Silvara meditó unos momentos.
- Quizás tenga razón, tal vez no le haya dado tiempo a leer la carta...
- Lo más probable, - admitió él – es que no la haya leído aún.
- Ahora mismo iré a verle. – Dijo Silvara tomando una decisión.
- Pero mujer, ahora no es un momento muy propicio, aún es de noche. Y tal vez ahora mismo no desee visitas.
- Me importa un rábano la hora que es. – Respondió ella con osadía.
Dumbeldore sonrió y añadió cariñosamente:
- Siempre tan impulsiva. Bien, pues. Yo también parto, he de ocuparme del pequeño Harry.
- Se lo entregará a Sirius, verdad? Él es su padrino.
- Me temo que no. Sirius ahora no puede hacerse cargo de un bebé, y menos de Harry.
- Pero... Por qué? – preguntó Silvara confusa.
- Eso ahora no te lo puedo contar, es una larga historia y carecemos de tiempo. Mañana te lo contaré todo. Aunque puede que te enteres antes... – Dijo el director con tono de acabar la conversación. Pero Silvara no estaba dispuesta a dejar una pregunta sin respuesta.
- Entonces, qué va a hacer con Harry? – Preguntó ella con suspicacia.
- Le llevaré con sus tíos, la única familia que le queda.
- Cómo??! – Exclamó la muchacha. – No puede llevarlo con los Dursley! Lily me habló de ellos. Harry crecerá desgraciado en esa familia!
Dumbeldore la observó impasible.
- Tienes otra idea mejor? – le preguntó atusándose la alba barba.
- Euh... – Silvara titubeó. – Pues que permanezca en una familia de magos es buena idea.
- Y dejar que le ahogue la fama antes de saber hablar o andar? – Preguntó suavemente Dumbeldore. – Éste niño será famoso en todo el mundo mágico! Mejor que permanezca apartado de todo el barullo mientras crece.
Silvara meditó unos momentos y al final admitió:
- Tiene usted toda la razón, señor.
- Gracias por comprender mis motivos, Silvara. Ahora, si me disculpas he de irme.
- Si... Yo también. – Dijo ella permaneciendo en el despacho mirando al vacío.
- Después de ti. – Dijo Dumbeldore cediéndole el paso a la joven.
- Gracias director. Por todo.
- De nada Silvara.
Con un suave "plop" Silvara apareció en el salón de la casa de Remus. Miró por la ventana y vio que el cielo se estaba tornando de un color rosa anaranjado. Menos mal, si amanece pronto puede que no sea hombre lobo y pueda darle la noticia yo misma Pensó. Pero para su sorpresa oyó un ruido de rasgaduras, arañazos y un gemido de dolor.
- Remus! – susurró. Corrió hacia la puerta del sótano, sin dudar ni un momento de donde estaba. Cuando llegó, oyó varios golpes, rasgaduras y gemidos más. Embargada por el miedo, comenzó a forzar el pomo de la puerta. Ésta no cedió, pero Silvara tampoco. Comenzó a aporrearla. Cuando se detuvo al tercer golpe para frotarse la muñeca dolorida, se acordó de su varita.
- Muy bien, inteligente! – Dijo ella sonriendo sarcásticamente mientras que sacaba su varita del cinto. – Alohomora! – Y la puerta se abrió dócilmente. – A veces tengo cosas de bomberos! – se reprendió. Silvara no esperaba encontrarse a Remus sentado en una silla con las piernas cruzadas esperándola, pero tampoco se esperó la visión que le ofrecieron sus ojos.
Remus se hallaba tendido en el suelo cuan largo era. Había marcas de garras por todo el suelo que habían levantado astillas del entarimado. Remus, que yacía de cualquier manera, estaba desnudo y una túnica, o lo que quedaba de ella, se encontraba echa jirones a su lado. Su cuerpo presentaba diversas heridas, todas producidas por garras, en el costado, cuello, cara y extremidades. El suelo estaba manchado de sangre, y él también.
- Remus... – susurró Silvara llevándose una mano a la frente. – Pero qué te has hecho! – Antes de ir en pos de Remus, Silvara bajó la vista y vio en el suelo la carta de Hogwarts. La leyó rápidamente y la estrujó con una mano. Cerró los ojos fuertemente para contener las lágrimas, tiró al suelo el papel arrugado con desprecio y corrió en auxilio del herido.
Por suerte ella tenía conocimientos básicos de curación mágica, su ascendencia élfica en estos momentos era muy bienvenida. Por arte de magia hizo aparecer una camilla, puso en ella a Remus, lo tapó con su capa suavemente y lo llevó a la habitación.
Remus entreabrió un ojo. Intentó apartarse el pelo de la cara, pero al levantar el brazo vio que tenia numerosas vendas a lo largo de éste y que todos los músculos del cuerpo le dolían. Soltó un leve gemido de dolor y volvió a colocar el brazo en su sitio lentamente y con cuidado. Lo veía todo borroso a causa en parte del sueño y en parte del dolor.
- Ya te has despertado? – Preguntó una suave voz desde algún lugar lejano.
Remus movió la cabeza lentamente hacia el lugar de donde procedía la voz. Entonces la vio. Una mujer muy hermosa se dirigía hacia él. Su pelo plateado lanzaba destellos del sol y sus ojos verdes eran profundos, absorbentes, intimidantes.
- Un... ángel? – dijo Remus convencido de lo que había dicho. Ella sonrió y le apartó el fino cabello de los ojos. Entonces él la reconoció. – Silvara! – dijo con voz ronca.
- La misma. – Contestó ella acariciándole la cara con ternura.
- Donde estoy? – preguntó Remus con el ceño fruncido.
- En tu habitación. No recuerdas nada? – preguntó ella con expresión tranquila en el rostro. Remus examinó su rostro y vio que no estaba igual que siempre. Profundos surcos se habían acomodado debajo de sus preciosos ojos, llevaba los pantalones llenos de polen y verde de las hiervas y sus manos tenían pequeños cortes en las yemas de los dedos.
- Qué te ha pasado? – preguntó Remus eludiendo la pregunta formulada por la mujer.
- A mi nada, y a ti? – Dijo ella escondiendo sus manos de la vista de él.
- Nada. – contestó Remus sonriendo débilmente.
- Es inútil que intentes engañarme Remus. He sido yo la que te ha curado, por eso estoy así de sucia. Fui a las praderas a buscar remedios naturales... – dijo ella apartándole una venda del costado – que por lo que veo, están haciendo su efecto rápidamente. – Concluyó Silvara con una suave sonrisa.
- Te agradezco que me hayas curado Silvara... – comenzó él a decir.
- Pero no quieres verme o qué? No quieres hacerme daño... O no quieres hacértelo a tí? – le cortó ella entre triste y divertida.
- No es eso... ya estuvimos hablando de esto... – intentó seguir él. Pero una emoción contenida le presionaba el pecho. Sintió sus mejillas arder. A quién quería engañar?
- Mira Remus, - le cortó de nuevo ella mirándose los pies – no estoy aquí por eso. Vine a evitar que te hicieras esto. Nos conocemos demasiado bien. – su tez morena se estaba tornando de color rojo oscuro en las mejillas. – Estuve hablando con Albus Dumbeldore... y me dijo que Harry había sobrevivido a Voldemort. – Remus enarcó las cejas con expresión de sorpresa. – No sólo eso, sino que además, el niño acabó con el poder de Voldemort.
- Cómo? Qué increíble! – exclamó incorporándose en la cama con dificultad.
- Si, - dijo ella con un toque sarcástico y ayudando al enfermo a incorporarse – lo más increíble es que Dumbeldore me dijo que Sirius no se iba a quedar con la custodia del niño... Lo va a enviar con los Dursley!! – exclamó Silvara con voz ofendida. El rostro de Remus se ensombreció al nombrar a Sirius. Silvara, que se había percatado de la reacción del mago le preguntó. – Remus... estás bien? Te doy un calmante para el dolor?
- No... – Dijo él tomando sin pensar la mano de la mujer entre las suyas. – Es verdad, tu no sabes... no sabías... – empezó a balbucear mirando a Silvara con ojos asustados.
Silvara estaba confundida, pero aún así preguntó.
- Qué, qué... Qué no sé, qué no sabía? – Dijo ella con voz susurrante, para que Remus se calmara. Éste había comenzado a temblar y sus ojos estaban empañados. Silvara estaba asustada, nunca en su vida había visto a Remus tan destrozado. Ante tanta confusión, solo pudo intentar calmarle. Remus se llevó a la cara la mano de Silvara, enterró el rostro en ella y comenzó a sollozar. – Tranquilo Remus... – dijo ella con voz susurrante mientras que le acariciaba el pelo – tranquilo cariño. – Posó su mano libre en el espacio de rostro visible y lo levantó para que el mago la mirase a los ojos. – Remus... hay algo que debas contarme? – dijo ella dejando escapar una lágrima por la mejilla. Se estaba temiendo lo peor.
- Silvara, hay tantas cosas que contar... Pero hoy sólo te contaré una de ellas. – Contestó él acariciando el rostro de la joven
- De acuerdo.
Remus se secó la cara con el dorso de la mano, que estaba cubierto por vendas absorbentes.
- Todo esto se remonta a hace unas semanas. Cuando Dumbeldore propuso a James y Lily que realizaran el hechizo Fidelio.
- Si. – Lo animó a continuar Silvara.
- Consiste en... – empezó a decir él, pero Silvara le cortó con suavidad.
- Sé en qué consiste Remus, sigue.
- Oh, y cómo...
- Mejor no te lo cuento. – Contestó ella a la inacabada pregunta con una sonrisa forzada. Le había prometido no leerle la mente... Hacía años que lo había echo, pero su ansiedad por saber... había dejado escapar de manera involuntaria, pero también voluntaria, su capacidad de leer la mente, algo que debía agradecer a su ascendencia élfica.
- Como gustes. – Dijo Remus amablemente. – Pasó esto... Porque alguien le había dado el soplo a Dumbeldore de las intenciones de Voldemort para con James. No sabemos por qué a James precisamente. – Remus hizo una pausa, hablar de ese tema le hacía arder el pecho. Le dolía respirar. – Hace una semana aproximadamente nos reunimos Peter, Sirius, James, Lily y yo. Nos contaron sus planes. Estaban decididos a realizar el hechizo Fidelio. El mismo Dumbeldore se había ofrecido como guardián secreto, pero James rechazó su ofrecimiento, - Remus bajó la cabeza hasta tocarse el pecho con la barbilla, el pelo liso le caía delicadamente hacia adelante a la altura de los ojos – escogiendo así a Sirius como guardián.
Silvara tardó unos instantes en captar la idea. Su mente comenzó a hacer conexiones... que le parecían incoherentes.
- Pero... Remus, eso es imposible. Sirius de soplón... Nunca lo hubiera creído... Todos estos años... – La mujer miraba al mago intentando obtener respuestas. Le dedicó una mirada suplicante que pedía a gritos que le dijesen lo que sus oídos querían oír. – Remus, lo siento tanto! – Le dijo ella abrazándolo. Él respondió al abrazo. Silvara se sintió como si estuviera abrazando a un niño asustado y solo. Fue eso lo que vio en la mente de Remus: tormento, tristeza y soledad. Se sintió culpable, parte de ese dolor, tristeza y soledad eran culpa suya. Si no se hubiese dado por vencido... Si no se hubiese comportado como una cría y hubiese desoído las palabras de Remus... – Remus, lo siento tanto... – La mujer fue vencida por sus sentimientos. Dejó a un lado las apariencias y la compostura y rompió a llorar, apretando con fuerza a Remus contra sí. – No quiero llorar, pero no puedo... mis sentimientos me desbordan! – siguió hablando con un tono de vergüenza e impotencia en la voz.
Ella sabía que Remus también lloraba, podía sentir su corazón latiendo violentamente en su pecho, podía sentir la respiración entrecortada y los temblores que recorrían su cuerpo.
- A mi también me desbordan, Silvara... – susurró Remus acariciando su cabello. – Perdóname.T______T Jooo, pobrecito Remus. En el próximo capítulo Silvara y Remus seguirán hablando de cómo se sienten. Peter no da señales de vida y hay que ir al entierro de James y Lily.
