Capítulo V – Una carta inesperada de alguien... no menos inesperado.

Los días iban pasando en casa de Remus con lentitud y pesadumbre. El entierro de Peter ya había sido celebrado, en el mismo lugar que el de James y Lily. La madre de Peter recibió la Orden de Merlín de Primera Clase que su hijo había ganado con su valentía al enfrentarse a Black él solo aunque dejó la vida en ello.

Silvara se había instalado en la casa de Remus. Aunque tenía sus cosas en la habitación de invitados, muchas veces caía dormida en la cama del mago agotada, después de velar toda la noche los sueños de éste.

Remus se sentía profundamente agradecido, pero a la vez culpable: Ya había hablado con Silvara asegurándole que no necesitaba que ella le acariciase el cabello hasta caer dormido, aunque en el fondo sabía que sí y, tal y como él sospechaba, ella también lo sabía.

Ambos seguían trabajando y esto hacía que se vieran casi prácticamente a las horas de las comidas y por la noche.

El cuarto día después del entierro de Peter, ambos se encontraban almorzando en el comedor, viendo la televisión en silencio.

Silvara, aburrida por las noticias muggles, miró a Remus, o más bien, miró al cogote de Remus, ya que estaba totalmente en estado catatónico mirando la pantalla.

Ella deslizó su mano por la mesa para agarrar la del mago. Cuando hicieron contacto, él volvió el rostro lentamente hacia ella, sonrió dulcemente y dijo:

- Está todo delicioso, Silvara, muchas gracias.

- No importa, lo hago encantada. – Contestó ella sonriendo abiertamente. – Pero alegra esa cara o me veré obligada a hacer comidas raras.

- Raras? – preguntó Remus con una expresión de desconcierto en el rostro.

- Si, ya sabes... – replicó la mujer estrechando los ojos y sonriendo pícaramente. – Cerebro de cordero, lengua de cerdo...

- Vale, vale, no sigas. – contestó Remus levantando las manos en señal de rendición. – Pero sería imposible que hicieras eso de comer.

- Ah, si? Y por qué es imposible? – Preguntó ella levantando una ceja.

- Primero porque no te veo yo comprando una lengua de cerdo y tocándola con las manos para cocinarla, - Silvara puso cara de asco y confirmó así que no sería capaz – y segundo, porque me quieres demasiado para hacer de comer esa porquería.

- Cómo me conoces. – Dijo ella en un tono que provocó un escalofrío en Remus a la vez que le daba un fugaz beso en la mejilla. – Qué quieres de postre? – Preguntó a la par que se levantaba de la mesa con gracilidad. Empezó a recoger los platos sin mirar a Remus y oyó que él también se levantaba. – Remuuus... que qué quieres de... – pero no pudo acabar la frase. Remus había callado su pregunta con un beso en los labios.

Sin dejar de besarla en los labios para evitar posibles protestas, la condujo hasta el sofá y, sujetando a Silvara por la cintura, la recostó suavemente en la mullida superficie.

Mientras sus labios se deslizaban por el cuello de la mujer, ella le susurró al oído:

- Quizás debería haberte amenazado con lengua de cerdo antes. – Los dos rieron el comentario.

- Quien sabe... – añadió el mago con tono misterioso mientras ella enlazaba los dedos detrás de su nuca. Abrió la boca para añadir algo más, pero ella le puso suavemente un dedo en los labios.

- No Remus, no te disculpes por nada. Ninguno de nosotros tiene la culpa de todo lo que está pasando, los dos estamos demasiado tristes... No pienses que yo espero que todo sea de repente como si no hubiera pasado nada. Llevas varios días dándole vueltas en la cabeza y estás equivocado. No quiero que celebres una fiesta ni que actúes como si nada de esto hubiera pasado, recuerda que también eran amigos míos.

- Vale, - respondió él en un susurro tocando la nariz de ella con la suya – es bueno saber eso. – Ella se limitó a sonreír de manera provocativa.

Siguieron besándose y Remus deslizó una mano por debajo del chaleco de Silvara y comenzó a acariciar el suave vientre de la mujer. Entre besos él alcanzó a decir:

- Te he echado de menos.

- Yo también. – Contestó ella en un susurro.

De pronto se oyó un picoteo continuo y urgente en el cristal de la ventana. Ambos quedaron paralizados ante el sospechoso ruido proveniente de la ventana.

- Esperas carta, cariño? – preguntó Silvara con tono irónico, sonriendo y levantando una ceja.

- Pues no, la verdad. – contestó el hombre incorporándose y visiblemente molesto por la interrupción tan oportuna. Silvara se quedó recostada en el sofá, tapándose los ojos con el antebrazo y emitió un profundo suspiro. Escuchó una risita divertida y Remus añadió – Es para ti, Silvara.

- Para mí? – repitió incorporándose. Miró a Remus intentando encontrar en sus ojos alguna respuesta útil, pero fue en vano. – Anda, trae la carta, a ver quien es el oportuno. – Dijo estirando el brazo y levantando de nuevo la misma ceja. El hombre se sentó pegado a ella en el sofá y le tendió la carta.

- Ábrela, tengo mucha curiosidad. – comentó él apoyando su barbilla en el hombro de la mujer. Ella abrió el sobre con sello de Hogwarts y leyó en voz alta:

Estimada señorita Waylan,

Rogamos que se presente en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. Necesitamos su ayuda profesional en artes curativas, ya que un accidente ha sucedido en la clase de Pociones y sabemos que usted conoce los remedios necesarios para una recuperación perfecta de los afectados.

Atentamente, Albus Dumbeldore.

Silvara resopló.

- Qué pasa? – preguntó intrigado Remus aún con la cabeza apoyada en el hombro de ella.

- Será incompetente... – murmuró la mujer entre dientes.

- Quién? – volvió a preguntar él con mayor intriga.

- Quién va a ser! – Respondió ella con tono indignado sin apartar la vista de la carta.

- Pues como no me lo digas tú... – replicó el mago sin entender lo que se estaba cociendo.

- Snape.

- Qué tiene que ver Snape en todo esto? – preguntó él con un suave tono impregnado de una inocente ignorancia.

- Pues tiene que ver que Snape es el nuevo profesor de Pociones de Hogwarts, y que el muy bobo ha dejado que "un accidente suceda en la clase". Lo más gracioso de todo esto es que yo tengo que ir a arreglar lo que su incompetencia o malas pulgas han causado.

Remus mordió suavemente su oreja sintiendo el sabor de la plata de los pequeños aritos que adornaban las orejas de ella en varios sitios.

- Y tienes que ir ahora? – preguntó él con tono de tristeza fingida.. o no tan fingida? Sabía que Silvara debía partir inmediatamente.

- Si. – contestó la mujer de mala gana.

- No te enfades tanto, míralo por el lado bueno: Han acudido a ti... porque saben que eres la mejor.

- Ya, bueno... – dijo ella todavía con el entrecejo fruncido y los labios apretados.

- Qué mona estás cuando haces pucheritos. – comentó Remus mientras la rodeaba con sus brazos. Calló un momento y añadió – Oye, y a todo esto... qué hace Snape enseñando pociones en Hogwarts?

Silvara suspiró y le dio a Remus una versión "light" del asunto: No le comentó que Snape había sido mortífago. Le parecía algo personal de Snape, y por muy mal concepto de él que tuviera, no eran motivos para revelar cosas que él no quería que se supieran.

Después de despedirse de Remus con la promesa de no estrangular a Snape si lo veía, Silvara se apareció a las puertas de Hogsmeade y echó a andar con paso decidido en dirección al colegio.

Dumbeldore estaba esperándola en las puertas del castillo con expresión que oscilaba entre la preocupación y la diversión.

- Bueno, director, cuénteme qué ha pasado mientras llegamos a la enfermería. – Ambos iban subiendo las escaleras con paso rápido.

- Bueno... no sé mucho de lo ocurrido porque Poppy nos ha echado a todos de la enfermería como si los enfermos hubieran contraído la peste. – Dumbeldore miró a la mujer con un brillo divertido en los ojos, pero al percatarse del miedo creciente en ella prosiguió con su relato. – Pero quédate tranquila, no es nada contagioso, estaban en Pociones y hubo un accidente. Creo que un caldero explotó.

- Dios... – se quejó ella pasándose un par de dedos por el tabique de la nariz. – Quiere decir que lo que les ha herido... no es ni una poción bien echa.

- Pues no, por eso hemos recurrido a ti, hay que averiguar el antídoto.

- Genial. – contestó de mala gana la mujer más para ella que para el mago.

Cuando Silvara llamó tímidamente a la puerta de la enfermería, no se esperaba tal caos.

Madam Pomfrey iba de un lado para otro con vendas en las manos, baldes de agua, dando ordenes aquí y allí y tranquilizando a los pacientes, que se quejaban como si fuera el fin del mundo.

- Ya estoy aquí!! – Gritó Silvara para hacerse oír por encima de los lamentos.

- Ah, querida, ya era hora! Dónde ha estado? – Inquirió la enfermera colocando en los brazos de una aturdida Silvara un montón de vendas limpias.

- Er... pues yo... he venido en cuanto me llegó la carta... – Dijo ella siguiendo a la enfermera... a dondequiera que fuese.

- No me siga y ayúdeme! – Le espetó la enfermera en un alarde de osadía.

- Eh... claro, claro... – farfulló la mujer dándose la vuelta y examinando el caos reinante.

Unos seis o siete alumnos yacían en sus respectivas camas, apretándose alguna parte del cuerpo con muecas de dolor en el rostro. Por suerte, a ninguno le había llegado a la cara.

Silvara, dispuesta a finiquitar el asunto lo antes posible para volver con Remus, empezó a pasearse por las camas, observando las heridas de los pacientes. No tenían muy buena pinta, la verdad. Pidió explicaciones de lo ocurrido a varios alumnos, y lo único que sacó en claro es que un caldero explotó y que el nuevo profesor de pociones era bastante arisco.

"Menuda novedad" se dijo Silvara encaminándose de nuevo a la ocupada Madam Pomfrey.

- Discúlpeme, Madam Pomfrey, sabe usted dónde está el profesor Snape? – preguntó ella educadamente mientras dejaba las vendas tal y como se las habían dado encima de una mesilla próxima a la cama donde la enfermera estaba inclinada intentando vendar a una alumna.

- Pues creo que está en su despacho. Lo único que sé es que se encerró allí clamando que no quería ver a nadie.

- De eso hace cuánto? – volvió a preguntar una Silvara muy suspicaz.

- Justo después del accidente, no quiso venir a la enfermería.

"Cielo santo, qué he hecho yo para merecer esto?!" se preguntó la bella mujer tapándose con la mano los ojos en un gesto de desesperación. Antes de contestar calmó sus ganas de estrangular a alguien.

- Vale, gracias, volveré. – Y con esa promesa salió de la enfermería como una exhalación.

En el camino hacia el despacho de Snape, Silvara iba pensando decirle de todo, menos "bonito".

No le preguntó a nadie dónde se encontraba el despacho de Snape, dejó que su intuición la guiase. Si él era el nuevo profesor de pociones... lógicamente estaba en el despacho del que debía ser el profesor de dicha materia.

Llegó a la susodicha puerta y llamó. Nada. Volvió a llamar y nada. Dudó un momento y dijo con un miedo creciente:

- Severus? – Ninguna respuesta. "Pues vaya cosa" pensó. Intentó abrir la puerta: cerrada. La situación estaba empezando a calentar a Silvara. – Alohomora! – y la puerta emitió un chasquido: seguía sin poderse abrir. - Pero será posible!! – exclamó en voz alta. Sólo había una solución, se dijo mentalmente. Si el idiota de Snape había sido tan... idiota, estaba segura de que se encontraría inconsciente por ahí tirado. Suspiró, tomó impulso y dio la primera patada a la puerta. Ésta retumbó pero no se movió de sus goznes. Segunda patada a la puerta: algo crujió peligrosamente. Silvara tomó impulso para la tercera patada y la puerta se abrió bruscamente, pero ya era tarde, Silvara no pudo desviar la pierna y evitar así propinar una contundente patada en el estómago de la oscura figura que había surgido detrás de la puerta.

Automáticamente Silvara se deshizo en disculpas a la vez que se arrodillaba al lado del hombre que solo emitía un leve quejido a causa de la falta de aire.

- Yo... lo siento, no quise... cielos benditos, perdóname... Estaba cerrado a cal y canto... – Silvara se mordió el labio mientras ayudaba a Severus Snape a incorporarse. – Qué tal estás ahora? – Como Snape no le contestase se iba a morir de angustia.

A duras penas el hombre habló con un susurro apenas audible, muy distinto del que usaba en clase.

- Lo de matarme iba en serio por lo que veo. – tosió aún sin haberla mirado, cosa que Silvara echó de menos: una mirada calculadora o una asesina.

La mujer se sonrojó hasta la raíz del pelo y comenzó a balbucear:

- Lo siento de verdad, estaba asustada, no sabía donde estabas, no contestabas y claro... lo siento mucho...

- Estabas asustada? – preguntó él, ahora mirándola a los ojos con un brillo extraño en los suyos.

- Por supuesto. – Respondió ella como si nada. Las mejillas de Snape se tornaron de un rosa pálido. – No iba a dejar que te murieras sin haberme dicho la poción que estaban haciendo en tu clase, no? Tengo que curar a los niños, para eso estoy aquí.

Snape se levantó tan bruscamente que Silvara cayó hacia atrás dando con sus posaderas en el suelo.

- Ah, era por eso. – añadió él dándole la espalda a la mujer.

Ella vaciló pero se decantó por ser sincera.

- Claro, por qué pensabas que estaba asustada? No eres ya mayorcito para cuidarte tu solo? – preguntó ella con una ceja alzada mientras se levantaba del frío suelo.

Si Silvara se esperaba alguna respuesta mordaz o hiriente se vio seriamente frustrada, pues Snape solo emitió un gruñido y encaminó sus pasos a su despacho.

- Y a ti que te pasa? – Le preguntó la mujer con sumo interés, estaba que se moría de curiosidad: Ni una mirada reprochadora, ni una palabra mordaz, ni un gesto desagradable...

- No-leas-mi-mente. – Dijo él con gesto amenazador mientras que la fulminaba con la mirada.

- Tranquilo, – dijo ella con el tono de voz más neutral que fue capaz de adoptar – no pensaba hacerlo. Si la última vez fue una vista rápida y no quise volver a verte... cómo sería un examen en profundidad?

Notó que Snape se mordía la lengua literalmente antes de volverse hacia su mesa. El nuevo profesor tomó aire y le explicó a la mujer qué poción era y qué ingredientes contenía dicha poción. Al final de la explicación, Silvara estaba apoyada en la mesa, con la cabeza hundida en el pecho meditando. Snape estaba esperando pacientemente y al fin ella habló:

- Así que cada uno puede tener un síntoma distinto, porque según lo que me has contado...

- Si, la poción que estalló fue la del más incompetente en pociones de toda la promoción.

- Gracias, Severus, al menos ahora tengo la certeza de que esto es un auténtico caos. Y yo que quería cenar en casa tranquilamente...! – los pensamientos de la mujer volaron hasta Remus y una punzada sacudió su estómago. Le estaba echando de menos.

- Puedes cenar en el Gran comedor, Waylan. – sugirió Snape con voz neutral.

- Bueno, qué esperabas, que comiera en la cocina con los elfos? – preguntó ella con una sonrisa alzando una ceja.

- Desde luego que no. – Aseguró él imitándola al levantar una ceja. Ella se quedó mirándole a los ojos fijamente, con expresión pensativa y sin mediar palabra se dirigió a la puerta. Antes de cruzar el umbral se dio la vuelta de tal manera que sus cabellos ondearon al viento.

- Oye, una última pregunta. Por qué te encerraste en el despacho?

Snape dudó si contestar o no, pero al final dijo con el tono más frío que fue capaz de poner:

- Eso a ti no te importa.

Ella dirigió sus ojos al techo un momento en actitud pensativa y añadió:

- Tienes razón, me importa un bledo. – Y sin decir nada más, cerró la puerta.

Tan pronto como ella cerró la puerta, Snape se levantó el pantalón hasta la rodilla y dejó al descubierto una herida muy fea a lo largo de la espinilla. Su carne estaba chamuscada y no había forma de hacer que la herida evolucionase para bien, había probado todo lo que conocía. Resoplando de desesperación, se bajó de nuevo el pantalón, se colocó bien la túnica y sin darse cuenta empezó a dar vueltas por el aula, de nuevo a meditar, como llevaba haciendo desde el entierro de los Potter. Le dolía la cabeza terriblemente. Maldiciendo a la saga de los Potter, a Black, a Pettigrew y a Lupin se dejó caer pesadamente en un sillón frente al fuego. Fue entonces cuando la fiebre empezó a atacar su cuerpo.


Bueno, voy a hacer algo que no eh hecho antes y es dar gracias de corazón a las personas que leen mi fic y especialmente a las que me han dejado algún review que otro, que lo creáis o no, te animan siempre. Gracias de verdad. Y ya de paso, me enrollo un poco más, que se me da muy bien xD.

annita Lupin-Black: Eso que es? Afincándote a los dos tíos buenos de Harry Potter para ti? xD Que sepas que Remus sólo me quiere a mí, ya sé que es un palo un poco duro, pero es la realidad :P Muy mal por tu parte leer mi fic en vez de estudiar. Luego me llegan cartas - protesta por tus notas, jejeje. A ver, me quiero liar con Remus, si pudiera, claro y si él quisiera, por supuesto. Pero la Silvara de el fic no soy yo ni de coña. Lo que pasa es que es mi nombre favorito y ya es casi como mi nombre oficial, jaja, por eso, nada más. No le iba a poner Ruperta Waylan, no? xD

Amanda Black: Otra que se quiere afincar a Sirius? Bueno, vosotras peleaos por él, que yo me quedo con Remus xD Claro que hacía falta que leyera la carta en ése momento. Era de Hogwarts, por lo tanto, importante y además, esto es un drama... jajaja La cosa tiene que ser dramática ;P Y no puedo matar a la rata... Porque esto está basado en la historia real, ya morirá, creo. Tranquila, que se recoge lo que se siembra.

Amanda Beicker: Tía, gracias por tu apoyo moral! ^___^ Con esto he tardado siglos, pero entre las clases y todos estos rollos... lo tengo todo abandonado: la comu, el fic... ains v_V La vida del estudiante es mu dura, eh? xD

Gwenie Lupin: Al final Silvara se queda con Remus, no? ;) Pero ya veremos qué pasa, porque hay un mal rollo flotando en el ambiente, no lo notáis?

Pekenyta: No me presionas en absoluto... y aunque suena un poco masiqusta... Presióname!! Que si no se me va la olla y no actualizo! ^^

Chaka Khan: No me digas que a tí también te gusta las Chaka Khan!! ^____^ Espero no dejarte mucha intriga :P

En el próximo... más, saludos cordiales,

Silvara Waylan.