Capitulo VII - Explosión

Remus y Severus se habían quedado embobados mirando cómo la joven se alejaba por el pasillo. Cuando ésta desapareció por un recodo ambos hombres quedaron sumidos en sus propios pensamientos. De repente, Remus se giró sobre sus talones y echó a andar hacia la cama donde Silvara había dormido.

- No se supone que te has quedado para advertirme de nuevo? – Comentó Snape con un tono que rayaba lo burlón y lo irritado.

Remus no contestó inmediatamente sino que hizo oídos sordos, recogió el paquete y cuando pasó por los pies de la cama del profesor contestó mirando al frente en vez de al interpelado:

- Te equivocas, yo no tengo que advertirte de nada. Tú mismo lo has comprobado. – Fue entonces cuando le dirigió una mirada elocuente.

Snape entornó los ojos y le dirigió una gélida mirada.

- No tienes nada que hacer contra mí, licántropo. – Dijo en un tono despectivo, de desprecio. Para sorpresa de Severus, el licántropo no se inmutó y en vez de saltar como una fiera a su cuello sonrió triunfalmente. El profesor frunció el entrecejo observando con recelo y los labios apretados cómo el licántropo despertaba con suma delicadeza a la enfermera. Hasta donde él estaba llegaban las voces de Madam Pomfrey.

- Gracias por despertarme querido, he debido quedarme dormida!

- Es normal, Madam Pomfrey. Usted y Silvara estuvieron trabajando ayer muy duro y eficazmente. También ella cayó dormida en una silla. – Contestó Lupin amablemente. (Pelota...)

- Ah, querido, esa chica! Es una bendición para esta enfermería! Trabajó ayer como no había visto yo a nadie nunca y conocía más remedios que los libros y mi experiencia juntos! – Severus volvió la mirada hacia donde provenían las voces y vio sonreír al licántropo. Un sentimiento que no conocía le embargó e intensificó el odio que ya profesaba a Lupin desde la infancia. El profesor yacía en la cama con la pierna vendada observando la escena con sus fríos ojos negros. Estuvo maldiciendo a Lupin hasta incuso después de que éste saliese en pos de la mujer para desayunar en el Gran Comedor.

Cuando Remus entró en el Gran Comedor la mayoría de los alumnos de Hogwarts estaban allí tomando sus gachas de avena y tostadas. La mayoría de las miradas se posaron en él a medida que se acercaba a la mesa de profesores, donde Silvara se untaba una tostada con gesto ausente. Dumbeldore hablaba animadamente con una medio dormida profesora McGonagall y los demás profesores desayunaban, la mayoría demasiado adormilados aún para hablar. Haciendo caso omiso de los cuchicheos que se creaban a su paso y las curiosas miradas tomó asiento al lado de la joven y alcanzó una tostada.

- Hola de nuevo. – Dijo él a modo de saludo sonriendo fugazmente.

- Hola. – Contestó ella devolviéndole la sonrisa. – Qué has hecho con la cena? – preguntó ella y luego le dio un buen mordisco a su tostada con mantequilla.

- Tirarla. – Contestó el hombre sirviéndose un poco de té en su taza. Ante la mirada de sorpresa de Silvara continuó. – Apuesto a que esta noche se habría puesto mala. Esta noche cenaremos otra cosa. – Remus sonrió y empezó a untarse una tostada.

- Vale. – Replicó la mujer después de darle un sorbo a su taza de leche. – Qué te pasa con Severus? – Preguntó ella como si estuviese preguntando la hora.

La pregunta pilló a Remus desprevenido.

- Perdón? – Dijo él dejando de untar la tostada.

- Que qué te pasa con Severus Snape. – Volvió a repetir ella mirando intensamente a Remus.

- No pasa nada, por qué lo dices? – Respondió el interpelado serio y continuó untando la tostada.

- No lo sé. – Dijo ella dándole otro bocado al pan tostado. – Noto cierta tensión entre vosotros. – Remus la miró levantando una ceja a lo que ella añadió: - Más de la habitual.

- Y a ti que te pasa con Severus? – Inquirió Remus dándole un bocado a su tostada.

- A mi? – Silvara miró al hombre sorprendida enarcando las cejas. – A mi no me pasa nada, has notado algo extraño en mí con Severus?

- Bueno, ayer cuando llegué a la enfermería te habías quedado dormida sentada al lado de su cama apoyada en la mesita de noche. – Silvara suspiró pesadamente.

- Remus... No me digas que estás celoso de Severus! – Exclamó ella reprimiendo una sonrisa. El hombre no contestó. – Esto es increíble! Cómo puedes estar celoso de semejante personaje? – Había subido el tono de su voz en la última pregunta y al ver que varios alumnos de Gryffindor y Ravenclaw la miraban curiosos le dijo a Remus entre dientes – Luego hablaremos.

- Aquí tienes tu café Severus y qué prefieres: tostadas o croasanes?

- Tostadas. – respondió él molesto por tanta atención. Cuando la servicial enfermera le dejó preparado el desayuno Severus volvió a hablar. – Está bien Madam Pomfrey, gracias.

Ella sin mediar palabra le dejó a solas con sus tostadas. Severus tenía la vista posada en el pan tostado, en una mano el cuchillo de untar y en la otra la mermelada, pero lo único en lo que podía pensar era en el día anterior, la noche y ésa mañana.

Apretó tanto las mandíbulas que los dientes le chirriaron odiándose tanto por comportarse como un imbécil. Unos sentimientos bastante discrepantes se cruzaban en su mente liándolo aún más... Tenía ganas de gritar, de correr lo más rápido que le permitieran sus piernas, de descargar adrenalina... de desahogarse. Pero no podía. Tenía que tragarse sus sentimientos, como siempre. Mejor ser el señor de hielo a ser un sensiblero de pacotilla. La gente no respetaba a los buenos, respetaban a los fríos distantes. ... Pero él tenía sentimientos. Malos, buenos... pero al fin y al cabo eran sentimientos. Además, quién dicta cuáles son buenos y cuales malos?

Maquinalmente se puso a untar la mermelada en la tostada con el ceño tan fruncido que le dolían los músculos de la cara.

Esto no podía seguir así... Iba a reventar. Tenía que desahogarse de alguna manera. Necesitaba moverse. Dejó la tostada en el plato a medio untar y el cuchillo. Observó que Madam Pomfrey no estaba en la enfermería y aprovechó para saltar de la cama. A toda prisa salió del cuarto sintiendo miradas de curiosidad en su nuca pero nadie se atrevió a decirle nada. Severus sonrió, los tenía bien entrenados.

Cojeando notablemente cruzó el largo pasillo lo más rápido que pudo. Se sentía eufórico, le costaba trabajo respirar y su único pensamiento era que había escapado, se sentía osado y temerario. Agachó la mirada para recogerse un poco la túnica, no fuera a ser que se la pisase y chocó contra algo o alguien verde oliva.

- Quién co... – Exclamó Severus frotándose la dolorida nariz a causa del choque.

- Qué haces aquí? No deberías estar en la enfermería? – Remus se frotaba el pecho donde había recibido el impacto. Tenía una mirada dura, poco usual en él pero Severus desechó la idea de que fuera con él el mal rollo.

- Y a ti que te importa? Metete en tus asuntos, Lupin.

Remus calló por un instante meditando sus palabras, el ambiente ya estaba demasiado caldeado.

- Tú mismo Severus, es tu pierna no la mía. Ya nos veremos en el quirófano cuando te la tengan que amputar o algo por el estilo.

- Mira licántropo miserable, no me digas qué tengo que hacer. – Siseó Severus con odio apretando los puños.

- Cómo me has llamado? Mira tío, yo contigo no me meto... – Empezó a decir Remus en tono hiriente.

- No me digas? Qué me vas a hacer? Darme un bocado y pegarme la rabia? – Severus empujó en el hombro a Remus haciendo que éste retrocediera un paso sorprendido.

- No me toques, Snivellus! – Rugió Remus apartando de un manotazo la mano de Severus. Sus mejillas estaban encendidas y una expresión feroz se apostó en su rostro.

- O si no qué? Eh? – Remus seguía con expresión furiosa pero luchaba por no estallar.

Avanzó un paso y apretó más si cabe los puños a la vez que decía con dificultad:

- Debería haber hecho esto hace mucho tiempo...

- El qué? Uy, que se pone gallito!! – Severus estaba provocando a propósito. Aquí estaba su oportunidad de desahogarse. No le importaba el numerito. No lo había montado ya con lo de la herida en la enfermería?

- Cállate desgraciado! – Exclamó Remus propinándole un puñetazo en el pómulo causándole un dolor candente e intenso. Severus no necesitó más alicientes. Sin mediar palabra y aprovechando el impulso del golpe recibido le propinó uno en la boca del estómago que dejó a su contrincante sin respiración por unos instantes. Éste al tener por naturaleza la licantropía era más resistente físicamente y casi sin tomar aliento arremetió contra él hincando su cabeza en el estómago del profesor novato.

Severus emitió un sonido ahogado y se dejó arrastrar por la fuerza del impulso. Ambos cayeron al suelo estrepitosamente, Remus encima de Severus. Éste al ver que estaba en una posición descubierta le dio un puñetazo en la comisura de los labios y aprovechó su aturdimiento para agarrar al licántropo por los cuellos de su túnica y rodó sobre él hasta ponerse encima. Entonces le aferró el cuello con las dos manos, y empezó a apretar. El licántropo, que tenía el labio partido, intentaba soltarse y Severus, al notar que lo estaba consiguiendo le propinó un rodillazo en la entrepierna. Remus emitió un gemido de dolor.

- Ah, - dijo Severus con voz siseante mezcla de esfuerzo y triunfo – veo que los licántropos también tenéis puntos débiles...

Remus intentó decir algo pero no podía, apenas le llegaba aire a los pulmones. No podía respirar, tenía que hacer algo! Como un movimiento reflejo levantó una de sus manos y con todas sus fuerzas le metió dos dedos en sendos ojos. Snape gritó furioso de dolor a la vez que lo liberaba de su estrangulamiento. Éste se quitó de encima de Remus para rodar sobre sí mismo con las manos cubriéndole los ojos.

- Oh, joder, cómo duele!! Eso es trampa! – Exclamó Snape mientras que se intentaba incorporar a ciegas.

- Trampa? Y qué me dices de la patada en la entrepierna! – Remus se incorporó, limpiándose con el anverso de la mano el hilo de sangre que manaba de sus labios y le propinó un puntapié en las costillas. – Estoy harto de ti y tus gilipolleces!! Déjanos en paz, olvídanos!!

Ninguno de los dos pensaba, la adrenalina había nublado sus mentes. Remus levantó el puño para asestar un golpe seco en la espalda del mago pero se detuvo al ver una figura en el extremo del pasillo.

Era Silvara que miraba la escena con cara de sorpresa y horror.

- Silvara! – Exclamó con sorpresa Remus aún con el puño levantado.

Silvara no contestó, no se movió. – Cuánto tiempo llevas aquí? – Preguntó Remus temeroso de que lo hubiese presenciado todo.

- A... acabo de llegar... – Contestó la mujer sorprendida.

- Te lo puedo explicar... – Se excusó Remus sintiéndose estúpido.

- No, no, déjalo, no hace falta que me expliques nada. – Dijo ella con tono nervioso e irónico caminando abstraída hacia Severus que gemía y se agarraba el costado. Cuando llegó hasta él observó las heridas de éste y luego observó la cara y el cuello de Remus. – Vamos a la enfermería.