1. UNA CARTA Y UNA VISITA

            -Solo digo que tendríamos que aumentar la seguridad en Hogwarts, director- opinó Lupin.

            -Lo entiendo perfectamente Remus, pero tiene que pensar que no podemos dejar que los alumnos entren en pánico, se quedaran sin libertad de movimientos–respondió el director Dumbledore con una sonrisa, a eso Snape murmuró algo parecido o "algunos si que les tendríamos que quitar libertad de movimientos".-¿Dices Severus?

            -Nada, que tiene razón. No necesitamos aumentar el pánico.- Dumbledore volvió a girarse hacia Lupin.

-Y no se preocupe, que para la única asignatura que nos falta profesor, he mandado avisar a uno de los mejores, que nos ayudara en la protección del colegio y de los alumnos. Espero que esto le deje más tranquilo, Remus. Además tendremos a Sirius entre nosotros.

            Oyendo esta frase Snape gruño, era de esperar, pues no había nadie que le cayera peor que Sirius. En ese momento recordó, que tenia una poción en el bolsillo de su túnica. La cogió y se la dio a Lupin, este le dio las gracias, se la bebió de un trago y dio un respingo, la poción continuaba siendo tan mala como siempre. Con esto Dumbledore dio por terminada la reunión y Snape y Lupin marcharon hacia sus habitaciones.

            Mientras Lupin iba hacia su habitación miro el cielo, pronto saldría la luna llena, pero gracias a la poción de Snape, ya no la temía tanto. Se encerró en su habitación, pensando que dentro de unos días llegarían los alumnos y empezarían las clases.

             La mujer estaba en un callejón sin salida. Los ladrones se estaban acercando a ella, no sabia que hacer, ni como escaparse sin levantar sospechas y sin levantar el vuelo.

            -Mirad chicos, yo entiendo que estéis molestos, no tendría que intrometerme en vuestros asuntos con esa muchacha... pero no he podido evitarlo. Ya me lo decía mi madre, no te metas en los asuntos que no te incumben, pero yo erre que erre- los tres hombres se acercaban cada vez mas a ella con cara de perplejidad.

            -Es que ¿No te callas nunca?- preguntó uno de sus perseguidores.

-Ni debajo del agua- contestó ella con una sonrisa, tenia que hacer algo rápido. Miro detrás suyo y vio una reja, decidió intentar subir por ella, con un poquito de ayuda por parte de la magia. Mientras subía miro en el cielo y vio una preciosa luna llena, cuantos recuerdos le traía esa luna, le recordaba...

            Sacudió la cabeza y volvió al presente,

-¿Por qué en los momentos más importantes, mi mente se va y me deja sola? -Saltó la reja y corrió hacia una esquina, los tres ladrones no tardarían en aparecer, miro a la izquierda y luego a la derecha, sacó su varita, susurro unas palabras y desapareció. Un segundo después aparecieron los ladrones, pero no encontraron ni rastro de ella.

            Mientras tanto, la mujer apareció en su casa. Desde hacia tres años vivía sola en esa casa, con todas las comodidades de los muggles, hacia vida de muggle, hablaba con las vecinas... era curioso que en tan poco tiempo se hubiera acostumbrado a la vida muggle, iba a cenas de calle, invitaba a alas vecinas a tomar el te... y todas esas cosas que hacían las mujeres muggles.

            -¡Soy una maruja!

Trabajaba en un bar-restaurante, donde también hacia vida social, pero de momento no había conocido ningún hombre que le gustara, a parte de que casi ningún hombre se le acercaba porque la veían un poco rara.

Se acercó a un espejo, para mirar como había quedado después del encuentro con los ladrones. Tenia el maquillaje corrido, y el pelo que normalmente, tenia liso hasta la cintura y claro con unos toques de violeta en las puntas, ahora lo tenia un poco revuelto. Se paso los dedos por el pelo para peinarlo un poco. Se arreglo un poco el maquillaje y se quedó unos segundos mirándose a los ojos, unos ojos verdes con unos toques de amarillo cerca de la pupila y todo envuelto con una línea gris oscura. Aunque muchas cosas en su vida habían cambiado en esos tres años, sus ojos continuaban igual que siempre. Se sonrió.

Había estado todo el día fuera de casa, haciendo compras, y ahora estaba terriblemente cansada, sobretodo después de haber ayudado a una indefensa muchacha, que era atacada por unos ladrones, justo cuando estaba dejando las compras en su coche...

-¡Mierda! El coche, lo he olvidado...y con todas las compras allí... - en ese momento oyó como alguien daba golpecitos a la ventana de la cocina. Se acercó y vio una lechuza marrón. Pensó en quien, después de tantos años lejos de la comunidad mágica, le escribía una carta. La ultima que había  recibido fue hacia más de un año. Abrió la ventana, cogió el papel que llevaba atado en una pata, antes de abrirla, llenó un cuenco de agua, y cogió un poco de comida de su propia lechuza y se la ofreció. Galeyka, su lechuza, observó como comía la lechuza marrón. La mujer fue hacia el comedor, se sentó en el sofá y abrió el pergamino.

 Estimada Andraia Flammeus:

Tenemos una vacante en la escuela de magia y hechicería Hogwarts y nos complacería que usted se uniera a nosotros ejerciendo estas clases. Es sabido que hace años que usted se desvinculó del mundo mágico, pero realmente aquí es necesaria.

Hoy, a las ocho, la vendrá a visitar una enviado de Hogwarts, para acabar de hablar del tema. Él le contara porque es necesario su trabajo aquí.

Se despide, atentamente,

            Albus Dumbledore

Andraia miro el reloj de la cocina, pasaba un minuto de las ocho, y en ese momento sonaron un par de golpes en la puerta. Tenia que ser el enviado de Dumbledore, porque un muggle normal utilizaría el timbre.

No estaba segura de querer abrir la puerta, si lo hacia el mundo mágico volvería a entrar en su vida. Suspiró, fue hacia la puerta y cuando la abrió se encontró a la silueta de un hombre alto y muy grande. No era la primera vez que la veía:

-¿Hagrid? – preguntó Andraia. El hombre como toda respuesta dio un paso adelante hacia la luz y abrazó fuertemente a la mujer. La mujer soltó una risa- ¡qué me ahogas!- Hagrid se disculpó- no pasa nada.

Le hizo pasar dentro de la casa.

- No has cambiado mucho, des de la ultima vez que nos vimos. Sigues igual de guapa.

- Gracias. – Andraia se sonrojó y le sirvió un te con un par de pastelitos.-Pero dime, ¿qué te trae por aquí?

- ¿Has recibido la carta de Dumbledore?- ella asintió con la cabeza- el director me ha enviado, para explicarte la situación. No sé si te habrás enterado, pero en los últimos cuatro años quien-tu-ya-sabes, ha hecho varias apariciones- se notaba que no le gustaba hablar del tema- su objetivo principal ha sido matar a...a...- Hagrid respiro hondo antes de decir el nombre- a Harry Potter- Andraia se puso pálida de golpe, cuantos recuerdos le traía este nombre. Intento seguir escuchando a Hagrid para que los recuerdos no se amontonasen en su mente- pero lo peor es que el año pasado, recupero su cuerpo...y su poder...

-¡Que! No puede ser, ¿Qué Lord Voldemort ha recuperado su poder? – Hagrid dio un salto al oír ese nombre, pero asintió. Al cabo de unos segundos continuo.

-Por eso el Director, me ha mandado buscarte. Necesitamos a alguien en quien confiar y que pueda defender a Hogwarts de sus ataques, pero sobretodo, que pueda defender a Harry.

            -No se si yo... 

            Andraia miro su antebrazo izquierdo, aunque lo llevaba tapado sabia qué había tatuado en su piel, Hagrid había dicho en quien confiar.

            -Tu eres lo que necesitamos...

 Odiaba a Voldemort, por todo lo que había hecho, pensó que ese era un buen momento para volver al mundo mágico. Cabía la posibilidad de que por fin se hubieran cansado de buscarla, y ahora que Hogwarts la había encontrado quien le decía que aquellos... no pudieran hacerlo.

            -De acuerdo- Andraia bajo la mirada y tomo aire- ¿qué día tengo que estar allí? – a Hagrid se le iluminaron los ojos, había cumplido con su misión, el director estaría orgulloso de él. Hagrid le contó cuando salía el tren hacia Hogwarts, y que daría las clases de astronomía, pues la profesora que antes lo ocupaba había pedido una año sabático para ir a África para estudiar las estrellas y su cambio en las estaciones y en los lugares.

            Cuando Hagrid se fue, Andraia llamó a su madre.

            -Si mamá... ahora vengo, lo siento no sabia que las compras se alargarian tanto...aja, si...tengo que contarte lo que me ha pasado. De acuerdo, hasta ahora.