Night.
Capítulo Ocho.
Ron apoyó los brazos en el alféizar de la amplia ventana, y cerró los ojos disfrutando el suave viento que golpeaba en su rostro. Aquella noche, una de las últimas que Ronald Weasley pasaría bajo el techo del Hospital San Mungo, el cielo estaba iluminado por millones de estrellas de todos tamaños, además de por una luna menguante blanca y radiante. El viento corría por entre la hierba desordenandola despreocupadamente, y los arboles se sacudían sigliosamente como esperando también ser atendidos por la brisa freca de verano. Se sentía el aroma a tierra recién regada mezclado con el de las flores, y por un momento era posible para Ron Weasley olvidar todo lo que le ocurría y sólo ser un espectador de aquella bella naturaleza, un espectador pequeño, sin importancia, como una hormiga en un bosque a la que nadie observa y a la que nadie hace sufrir, ya que, aunque sea por un momento, embelesado ante aquella obra que se desarrolla con desenvoltura frente a sus minúsculos ojos brillantes, no puede producir sentimientos de agonía, decepción o ira. Sólo está allí, mirando, de pie ante un mundo enorme que no le presta atención.
Últimamente, todo estaba ocurriendo muy rápido. En el mes que ya acababa, el quinto que Hermione cumplía estando en aquella fría habitación de hospital, había recibido una nota de Draco Malfoy, el mismísimo mortífago que era padre del hijo que Hermione esperaba, que decía que él estaba buscando un medio para curar a la que decía era su amiga desde sexto año, y que necesitaba todos los datos que él pudiese sacar del hospital respecto al extraño caso de Hermione. Él, sin sentir plena confianza hacia los propósitos de Draco Malfoy, hizo lo que este le había pedido y hace tres días había le enviado una carta con aquella información. Los medimagos, por otra parte, le habían dado la poco favorable noticia de que Hermione no estaba respondiendo positivamente al nuevo tratamiento, ya que apesar de que ahora podía interactuar con los demás normalmente, leer, e incluso dar paseos matutinos, su energía se acaba al cabo de unas horas y sus defensas bajaban considerablemente, al punto que podía, con solo un descuido, contraer una enfermedad que la matara al instante. Y Harry, desaparecido hace trece días, luego de haber ido a enfrentarse, junto con la mayoría de los de la Orden, a Voldemort.
Todo en en último mes, demasiado rápido como para poder asimilarse. Ron por un momento creyó en que quizás Malfoy podía curar a Hermione, pero luego las palabras de los medimagos, tan seguras, tan frías, tan... tan verdaderas, mutilaron toda esperanza que pudiera albergar su corazón. Y ni siquiera tenía a su amigo, o a alguien que en verdad lo entendiera, a su lado, para poder contarle lo que ocurría, desahogarse, gritarle, alguien que lo abrazara, que aunque fuera inútil le ofreciera una partida de ajedrez para distraerse, o que le dijera " Vamos a nadar al lago", ... cosas estúpidas que siempre es necesario escuchar en los momentos difíciles.
Y no había nadie.
Solo, allí, más solo que nunca. Acompañado solo por sus sentimientos, por su miseria, por su agonía, su tristeza, su vacío... Su vacío, aquel agujero en el alma que cada día se iba haciendo más grande, que cada segundo absorvía algo más de la poca felicidad que le quedaba, que iba tiñiendo todos sus recuerdos hermosos de tristeza y desesperación.
La vida, al fin, estaba perdiendo todo el sentido que podía tener. ¿ Y si Harry, si todos, fallecían? Solo quedaría él, allí, en algún rincón del mundo, bajo la sombra de sus recuerdos, ahogándose con sus lágrimas, afixiandose con el aire, golpeándose con los ruidos de un mundo infernal que ya no lo comprendería.
Suspiró.
Un grillo cantó en medio de la hierba.
Sintió unas ganas terribles de correr, correr para siempre, gritando con todas sus fuerzas, destrozando todo a su paso sin importarle nada, solo gritando, despojándose de todas sus tristezas, olvidando todo, ... tan solo irse, desaparecer...
Pero sabía que no podría. ¿ Cómo iba a hacerlo? Él se quedaría hasta que llegara aquel día que soñaba noche a noche. Hermione aparecería vestida con una túnica hermosa, como la que había usado en el baile de cuarto año, con el pelo hermoso, los ojos brillantes como cuando se le ocurría una idea fantástica, una sonrisa enorme, ... y diría " Ron, ¿ Ves? Todo ha salido bien". Él la abrazaría, se deleitaría sintiendo el perfume de sus cabellos, la suavidad de su piel, ... y reirían, y reirían por siempre, porque al fin la vida recobraría su sentido, porque al fin todo habría valido la pena, porque al fin... sabría que los milagros existían.
Miró nuevamente, con los ojos vidriosos, hacia la noche, que susurraba un cuento a la luna y al bosque, que parecía ser de amor. De repente, un gemido lo sobresaltó, y Ron volteó hacia la cama donde dormía Hermione. Esta estaba sentada, con las sábanas en el suelo, y cerraba los ojos con fuerza.
- Hermione, ¿ Qué pasa?- Preguntó preocupado, mientras se levantaba. Buscaba con desesperación en su cabeza el movimiento de varita y las palabras que tenía que decir para que un sanador acudiera, y mientras más se empeñaba en sacar aquella información de su mente, más parecía bloquearse el acceso a los pensamientos que no fueran recientes-. Hermione... Vamos, háblame... ¿ Qué te duele? ¿ Qué poción debo darte?...
La única respuesta fue que Hermione soltara otro gemido de dolor, mientras su rostro adquiría un color rojo y perlas de sudor brillaban en su frente. Se tocó la barriga, que se notaba ya bastante bajo su ropa blanca, y sonrió entonces, para sorpresa y desesperación de Ron.
- Contracciones...- Murmuró, suspirando. Intentaba mantener la calma, al parecer, porque respiraba con fuerza.
- ¿ Contracciones?- Preguntó, sintiéndose como al borde de un abismo- ¡ Pero si tienes...! - Ron se detuvo de repente- ¡ Ya tienes nueve meses, Hermione!
- Lo sé... - Susurró esta, sonriendo.
El reloj marcaba las nueve y media de la noche cuando apareció una sanadora en la puerta, con rostro enfadado.
- Señor Weasley, hace dos horas usted debería haberse marchado- Le comunicó-. Sabe cual es el horario de visitas, y aunque Maruth le haya permitido quedarse hasta las diez,...
- ¡ Sanadora! ¡ Hermione tiene contracciones!- Exclamó Ron, interrumpiéndola- Y eso significa que... ¡ Vamos, haga algo!
La sanadora dirigó su mirada a Hermione, que volvía a contraer el rostro de dolor. Con un movimiento de varita llamó a otros medimagos, que a los segundos después transladaban a Hermione hacia la Sala de Partos de San Mungo.
Ron, mientras esperaba afuera, nerviosísimo, trató de escribir una nota a Draco Malfoy, posiblemente la única persona que podría estar en condiciones para recibir una carta en esos momentos, pero la mano le tembló tanto que las letras no lograron juntarse jamás en un orden entendible sobre el pergamino. Luego pensó que aquello era una estupidez: Malfoy también era mortífago, y de seguro estaba enfrentándosele a Harry, a Dumbledore...
Entonces, justo cuando se encontraba entre aquellos pensamientos tan poco esperanzadores, se escucharon varios ruidos afuera del hospital. Todos se asomaron, los enfermos - que eran demasiados para aquella habitación-, y el personal del hospital, por la ventana. Afuera se veían muchas luces de colores, demasiadas, y a Ron le recordó los fuegos pirotécnicos con que los muggles celebraban el año nuevo. Y, claro, eran muy parecidos. Luces de color amarillo, rosa, rojo y anaranjado brillaban maravillosamente en el cielo, y a Ron, por una fracción de segundo, se olvidó que de probablemente Hermione estaba dando a luz en ese mismo instante. Entonces brilló una frase en el cielo que dejó a todos atónitos.
" Hemos ganado la segunda guerra"
Nadie pensó en que quizás los muggles estaban preguntándose qué significaba aquello, ni en que, quizás, aquel mensaje podía provenir del otro bando, el del Innombrable. Y justo en ese momento, ocurrieron las cosas más bellas que podían haberle pasado a Ronald Weasley:
Apareció un rayo en el cielo, amarillo como el sol, igual a la cicatriz que Harry tenía en la frente. Y cuando todos estallaban de felicidad, gritando, abrazándose, gimoteando y llorando de alegría, hubo un extraño silencio repentino que dejó escuchar, en toda su magnitud, en toda su gloria, el llanto de un bebé.
Entonces Ronald Weasley supo que los milagros si existían, y que ya no había de qué preocuparse : Todo estaría bien.
*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-
Nota de la Autora.
Sin duda, este es el capítulo menos triste de todo el fic, y el más esperanzador, sin duda. Espero que les haya gustado, y que me manden sus opiniones... Y, a propósito, si van a mandarme e-mails^^ prefiero que lo hagan a akane_wakashimatzu_de_lioncourt@yahoo.com, ya que si los mandan a hotmail, es probable que queden en Correo No Deseado y el servidor me los borre- no suelo revisar muy amenudo esa carpeta-. ¿ Ok? De todas maneras, muchas gracias a sus reviews anteriores, y como planeo subir este capítulo de inmediato, no alcanzo a contestarlos... ¡ Ah, y poR supuesto! También mil gracias a las chicas que me mandaron e-mails, les aseguro que me han subido muchísimo el animo... en el próximo capítulo les contesto :D Aunque, luego de esto, pueden sacar sus conclusiones, claro... pero yo les daré una pista: Yo si creo en los milagros! ^-^ - Aunque pensé en no creer en ellos-.
Besos!
Akane.
Capítulo Ocho.
Ron apoyó los brazos en el alféizar de la amplia ventana, y cerró los ojos disfrutando el suave viento que golpeaba en su rostro. Aquella noche, una de las últimas que Ronald Weasley pasaría bajo el techo del Hospital San Mungo, el cielo estaba iluminado por millones de estrellas de todos tamaños, además de por una luna menguante blanca y radiante. El viento corría por entre la hierba desordenandola despreocupadamente, y los arboles se sacudían sigliosamente como esperando también ser atendidos por la brisa freca de verano. Se sentía el aroma a tierra recién regada mezclado con el de las flores, y por un momento era posible para Ron Weasley olvidar todo lo que le ocurría y sólo ser un espectador de aquella bella naturaleza, un espectador pequeño, sin importancia, como una hormiga en un bosque a la que nadie observa y a la que nadie hace sufrir, ya que, aunque sea por un momento, embelesado ante aquella obra que se desarrolla con desenvoltura frente a sus minúsculos ojos brillantes, no puede producir sentimientos de agonía, decepción o ira. Sólo está allí, mirando, de pie ante un mundo enorme que no le presta atención.
Últimamente, todo estaba ocurriendo muy rápido. En el mes que ya acababa, el quinto que Hermione cumplía estando en aquella fría habitación de hospital, había recibido una nota de Draco Malfoy, el mismísimo mortífago que era padre del hijo que Hermione esperaba, que decía que él estaba buscando un medio para curar a la que decía era su amiga desde sexto año, y que necesitaba todos los datos que él pudiese sacar del hospital respecto al extraño caso de Hermione. Él, sin sentir plena confianza hacia los propósitos de Draco Malfoy, hizo lo que este le había pedido y hace tres días había le enviado una carta con aquella información. Los medimagos, por otra parte, le habían dado la poco favorable noticia de que Hermione no estaba respondiendo positivamente al nuevo tratamiento, ya que apesar de que ahora podía interactuar con los demás normalmente, leer, e incluso dar paseos matutinos, su energía se acaba al cabo de unas horas y sus defensas bajaban considerablemente, al punto que podía, con solo un descuido, contraer una enfermedad que la matara al instante. Y Harry, desaparecido hace trece días, luego de haber ido a enfrentarse, junto con la mayoría de los de la Orden, a Voldemort.
Todo en en último mes, demasiado rápido como para poder asimilarse. Ron por un momento creyó en que quizás Malfoy podía curar a Hermione, pero luego las palabras de los medimagos, tan seguras, tan frías, tan... tan verdaderas, mutilaron toda esperanza que pudiera albergar su corazón. Y ni siquiera tenía a su amigo, o a alguien que en verdad lo entendiera, a su lado, para poder contarle lo que ocurría, desahogarse, gritarle, alguien que lo abrazara, que aunque fuera inútil le ofreciera una partida de ajedrez para distraerse, o que le dijera " Vamos a nadar al lago", ... cosas estúpidas que siempre es necesario escuchar en los momentos difíciles.
Y no había nadie.
Solo, allí, más solo que nunca. Acompañado solo por sus sentimientos, por su miseria, por su agonía, su tristeza, su vacío... Su vacío, aquel agujero en el alma que cada día se iba haciendo más grande, que cada segundo absorvía algo más de la poca felicidad que le quedaba, que iba tiñiendo todos sus recuerdos hermosos de tristeza y desesperación.
La vida, al fin, estaba perdiendo todo el sentido que podía tener. ¿ Y si Harry, si todos, fallecían? Solo quedaría él, allí, en algún rincón del mundo, bajo la sombra de sus recuerdos, ahogándose con sus lágrimas, afixiandose con el aire, golpeándose con los ruidos de un mundo infernal que ya no lo comprendería.
Suspiró.
Un grillo cantó en medio de la hierba.
Sintió unas ganas terribles de correr, correr para siempre, gritando con todas sus fuerzas, destrozando todo a su paso sin importarle nada, solo gritando, despojándose de todas sus tristezas, olvidando todo, ... tan solo irse, desaparecer...
Pero sabía que no podría. ¿ Cómo iba a hacerlo? Él se quedaría hasta que llegara aquel día que soñaba noche a noche. Hermione aparecería vestida con una túnica hermosa, como la que había usado en el baile de cuarto año, con el pelo hermoso, los ojos brillantes como cuando se le ocurría una idea fantástica, una sonrisa enorme, ... y diría " Ron, ¿ Ves? Todo ha salido bien". Él la abrazaría, se deleitaría sintiendo el perfume de sus cabellos, la suavidad de su piel, ... y reirían, y reirían por siempre, porque al fin la vida recobraría su sentido, porque al fin todo habría valido la pena, porque al fin... sabría que los milagros existían.
Miró nuevamente, con los ojos vidriosos, hacia la noche, que susurraba un cuento a la luna y al bosque, que parecía ser de amor. De repente, un gemido lo sobresaltó, y Ron volteó hacia la cama donde dormía Hermione. Esta estaba sentada, con las sábanas en el suelo, y cerraba los ojos con fuerza.
- Hermione, ¿ Qué pasa?- Preguntó preocupado, mientras se levantaba. Buscaba con desesperación en su cabeza el movimiento de varita y las palabras que tenía que decir para que un sanador acudiera, y mientras más se empeñaba en sacar aquella información de su mente, más parecía bloquearse el acceso a los pensamientos que no fueran recientes-. Hermione... Vamos, háblame... ¿ Qué te duele? ¿ Qué poción debo darte?...
La única respuesta fue que Hermione soltara otro gemido de dolor, mientras su rostro adquiría un color rojo y perlas de sudor brillaban en su frente. Se tocó la barriga, que se notaba ya bastante bajo su ropa blanca, y sonrió entonces, para sorpresa y desesperación de Ron.
- Contracciones...- Murmuró, suspirando. Intentaba mantener la calma, al parecer, porque respiraba con fuerza.
- ¿ Contracciones?- Preguntó, sintiéndose como al borde de un abismo- ¡ Pero si tienes...! - Ron se detuvo de repente- ¡ Ya tienes nueve meses, Hermione!
- Lo sé... - Susurró esta, sonriendo.
El reloj marcaba las nueve y media de la noche cuando apareció una sanadora en la puerta, con rostro enfadado.
- Señor Weasley, hace dos horas usted debería haberse marchado- Le comunicó-. Sabe cual es el horario de visitas, y aunque Maruth le haya permitido quedarse hasta las diez,...
- ¡ Sanadora! ¡ Hermione tiene contracciones!- Exclamó Ron, interrumpiéndola- Y eso significa que... ¡ Vamos, haga algo!
La sanadora dirigó su mirada a Hermione, que volvía a contraer el rostro de dolor. Con un movimiento de varita llamó a otros medimagos, que a los segundos después transladaban a Hermione hacia la Sala de Partos de San Mungo.
Ron, mientras esperaba afuera, nerviosísimo, trató de escribir una nota a Draco Malfoy, posiblemente la única persona que podría estar en condiciones para recibir una carta en esos momentos, pero la mano le tembló tanto que las letras no lograron juntarse jamás en un orden entendible sobre el pergamino. Luego pensó que aquello era una estupidez: Malfoy también era mortífago, y de seguro estaba enfrentándosele a Harry, a Dumbledore...
Entonces, justo cuando se encontraba entre aquellos pensamientos tan poco esperanzadores, se escucharon varios ruidos afuera del hospital. Todos se asomaron, los enfermos - que eran demasiados para aquella habitación-, y el personal del hospital, por la ventana. Afuera se veían muchas luces de colores, demasiadas, y a Ron le recordó los fuegos pirotécnicos con que los muggles celebraban el año nuevo. Y, claro, eran muy parecidos. Luces de color amarillo, rosa, rojo y anaranjado brillaban maravillosamente en el cielo, y a Ron, por una fracción de segundo, se olvidó que de probablemente Hermione estaba dando a luz en ese mismo instante. Entonces brilló una frase en el cielo que dejó a todos atónitos.
" Hemos ganado la segunda guerra"
Nadie pensó en que quizás los muggles estaban preguntándose qué significaba aquello, ni en que, quizás, aquel mensaje podía provenir del otro bando, el del Innombrable. Y justo en ese momento, ocurrieron las cosas más bellas que podían haberle pasado a Ronald Weasley:
Apareció un rayo en el cielo, amarillo como el sol, igual a la cicatriz que Harry tenía en la frente. Y cuando todos estallaban de felicidad, gritando, abrazándose, gimoteando y llorando de alegría, hubo un extraño silencio repentino que dejó escuchar, en toda su magnitud, en toda su gloria, el llanto de un bebé.
Entonces Ronald Weasley supo que los milagros si existían, y que ya no había de qué preocuparse : Todo estaría bien.
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Nota de la Autora.
Sin duda, este es el capítulo menos triste de todo el fic, y el más esperanzador, sin duda. Espero que les haya gustado, y que me manden sus opiniones... Y, a propósito, si van a mandarme e-mails^^ prefiero que lo hagan a akane_wakashimatzu_de_lioncourt@yahoo.com, ya que si los mandan a hotmail, es probable que queden en Correo No Deseado y el servidor me los borre- no suelo revisar muy amenudo esa carpeta-. ¿ Ok? De todas maneras, muchas gracias a sus reviews anteriores, y como planeo subir este capítulo de inmediato, no alcanzo a contestarlos... ¡ Ah, y poR supuesto! También mil gracias a las chicas que me mandaron e-mails, les aseguro que me han subido muchísimo el animo... en el próximo capítulo les contesto :D Aunque, luego de esto, pueden sacar sus conclusiones, claro... pero yo les daré una pista: Yo si creo en los milagros! ^-^ - Aunque pensé en no creer en ellos-.
Besos!
Akane.
