bCapítulo 7: "La petición"/b

iPor: JkRowling6./i

La tarde pasó lenta y silenciosa. A pesar de que Ginny estaba muy bien, la señora Promfey se negó en dejar pasar las demás visitas que quisieron saber sobre su salud, argumentando que la chica necesitaba descansar.

Ella se entretuvo leyendo un libro que Hermione le había dejado. Cada párrafo que leía, terminaba con una despistada pelirroja, mirando por la pequeña ventanilla de la enfermería al cielo gris y tormentoso de aquella tarde. Deseaba ávidamente el momento de salir de ahí y caminar hacia el aula de encantamientos, para que el Draco Malfoy de su cabeza dejara de molestarla y aparecerse sonriendo.

Ella era una chica fuerte, siempre dueña de la situación, siempre guía de los demás cuando estaban confundidos. Pero ahora necesitaba una Ginny Weasley más, exenta de pensamientos confusos sobre alguien que creía conocer, libre de miedos y dudas. Necesitaba situarse y volver a ser la misma.

Quería volver a sentir la crueldad de Draco Malfoy, y así finalmente convencerse del tipo de persona con el que estaba tratando. Pero ella sabía que esa no sería una solución definitiva, porque estaba consciente del tipo de persona que la había sacado de sitio, y aún así, sabiendo todo eso, no lograba reaccionar y salir de lo que se está volviendo una dulce pesadilla.

Cerró los ojos, intentando pensar en los rostros de sus padres si se enteraran de lo que iba a hacer. Vio las expresiones de horror en sus hermanos y curiosamente recordó a su padre, humillado ante las palabras de Lucius Malfoy. Entonces comprendió que lo mejor que podía hacer era ir y terminar con todo eso.

Eran las nueve de la tarde cuando la señora Promfey le avisó que podía irse. Ginny tomó su bolso y salió corriendo hacia el castillo sin hacer caso de las instrucciones de la enfermera.

-¡Intente no agitarse mucho! ¡Está usted aún muy débil!

El sol ya se escondía tras las montañas y el aire otoñal se volvía cada vez más frío. Ella percibió con agrado la frescura del césped bajo sus pies y el cielo gris sobre su cabeza. No era un día radiante, se había desmayado en la mañana y había perdido sus primeras clases del año, pero se sentía curiosamente contenta, luego de horas de meditar si estaba haciendo lo correcto. Ella no se había metido en eso. No había ido en búsqueda de un beso de Draco Malfoy, o de convertirse en la nueva candidata a poder caminar de su mano. Pero si podía terminarlo todo de una vez. Y esperaba que Malfoy entendiera. Realmente lo esperaba.

-¡Ginny!-exclamó Hermione, viéndola entrar a la Sala Común, con las mejillas rosas por el frío-. ¿Te dejó salir? ¿Te sientes bien ahora?

-Perfecto-respondió ella, sonriendo, mientras Harry le hacía unas señas en forma de saludo-. Sólo con mucha hambre. La señora Promfey me dio sólo galletitas de soda…

-Es por tu bien-replicó Hermione, observándola relajada, mientras pasaba su mano suavemente por el regazo de Crookshanks.

-¿Y no te dieron deberes? ¿Tranquilo el primer día?-inquirió buscando conversación. Miró a su hermano de reojo, pero éste parecía estar decidido a no dirigirle la palabra.

-El mío sí-contestó ella-. Harry y Ron tienen otras asignaturas, y creo que para ellos los deberes ya comenzaron-agregó, riendo ante el gesto de cansancio en su novio.

-Bueno, creo que voy a buscar a alguien de mi curso… Debo ponerme al día con…

-No, no… por eso no te preocupes, Aline dejó unos apuntes para ti en la mesa, por si los necesitabas-indicó Hermione.

-Ah, bien… ¿Ron, me pasas los apuntes?-preguntó hacia el otro lado de la sala, mirando al pelirrojo apoyado sobre la mesa.

Él permaneció impasible, deslizando su mano por el pergamino, deteniéndose a ratos para untar su pluma en el frasco de tinta. Hermione se devolvió a mirarla con tristeza, mientras Harry tomaba dos hojas de pergamino enrolladas y se las tiraba a Ginny ágilmente.

-Gracias, Harry-musitó, bajando la cabeza a leer los apuntes, algo dolida ante la indiferencia de su hermano.

-Me voy a dormir-avisó repentinamente Ron, levantándose visiblemente malhumorado. Tomó sus pergaminos y su frasco de tinta y caminó hacia la escalera-. Buenas noches.

Harry y Hermione se miraron resignados.

-Yo también me voy a dormir-dijo Ginny, levantándose y mirando su reloj. Eran las diez y un cuarto-. Buenas noches, chicos.

Volteó sin esperar respuesta. El dormitorio de chicas estaba vacío. Ella aprovechó la situación para recostarse en su cama y prepararse sicológicamente para lo que iba a hacer. En la oscuridad, con los ojos abiertos, planeó todo lo que le diría a Draco Malfoy para que la dejara tranquila.

La hora comenzó a avanzar angustiosamente. Si por lo menos tuviera ese magnífico mapa del que alguna vez había escuchado comentar a Fred y George. O si pudiera conseguir de alguna manera la capa invisible de Harry… Sabía que Hermione podría pedírsela, pero ¿qué razones le daría? i"Harry, necesito que me prestes la capa invisible pues Ginny la necesita para su cita nocturna con Draco…"/i

Soltó una carcajada sarcástica y tiró la mullida almohada al otro lado de la habitación. Iba a enfrentar el problema sola, sin capa invisible, ni nada que pudiera ayudarla. Y las cosas saldrían bien.

~~~**~~~

Ella se deslizó silenciosamente, saltando como un gato en la oscuridad del dormitorio. Sus compañeras dormían desde hace una hora, había tomado el tiempo levantando su brazo y consultando su reloj bajo los débiles rayos de luna que penetraban por la ventana.

Pisó con cuidado, sin zapatos, con los puños apretados. Subió la parte superior de su capa y se guardó el cabello, intentando que nadie pudiera reconocerla. Eran las doce de la noche y la Sala Común ya estaba vacía. Bajó la escalera con cuidado, con el oído alerta a cualquier sonido, rogando entre dientes porque Filch y su odiosa gata ya se hubieran dormido. Llegó hasta el retrato de la Dama Rosa y murmuró la contraseña imitando una voz diferente. El retrato se abrió vacilante, pero finalmente la dejó pasar.

Los pasillos de Hogwarts estaban vacíos, pero más de una vez la chica debió esconderse tras una armadura evitando el encuentro con algún profesor que deambulaba hasta su dormitorio.

Nunca el camino hacia el aula de Encantamientos le había parecido tan largo. Bajó escaleras, giró y corrió muchas veces. De vez en cuando se detenía tras una puerta atenta a algún sonido que le indicara que alguien se acercaba.

Nunca supo cuánto tiempo había transcurrido, sino que de pronto vio el rostro serio de Draco y Malfoy y sus brazos estuvieron a punto de abrazar su cuello.

-Viniste-musitó él, observándola con tanto interés que parecía no haberla visto nunca. Por un segundo, Ginny pensó que Malfoy se había asombrado de que ella le hubiese creído y hubiese accedido a su chantaje. Pero la expresión en el rostro de él era inconfundible, estaba satisfecho.

-Vine-admitió ella-. Pero sólo para aclararte una cosa.

-¿Oh, sí?-se impresionó Malfoy-. ¿Qué cosa?

Ginny tomó aire para proceder con el discurso que tanto había ensayado.

-Que no quiero tener absolutamente nada contigo, no sólo porque seas un Slytherin y además un cerdo, sino porque no me gustas, porque me desagradas increíblemente, y en palabras sinceras, porque me das asco-expresó en forma clara-. Y no pienses que lo que pasó ayer o lo que hiciste hoy pudo haber cambiado la opinión que he tenido toda mi vida sobre ti y tu familia. Quiero-que-me-dejes-en-paz.

Él sonrió, acercándose a Ginny suavemente. La pelirroja tuvo muchos deseos de retroceder, pero sabía que podría demostrar miedo y eso no era exactamente lo que podía convencerlo de dejarla en paz.

-Mira, Weasley-musitó, sin hacer ningún esfuerzo de concentración, mientras levantaba su pie suavemente y empujaba la puerta del aula, cerrándola-. No eres tú, sino yo, el que dicta las reglas de este juego y por ahora sólo puedo decirte una cosa-se acercó a su oído y susurró lentamente-. No quiero que termine.

-Lo lamento, entonces-replicó Ginny, alejándose sin cuidado-. Porque tú y yo no hemos comenzado nada.

-Podríamos.

-Malfoy-exigió, cansándose-. ¿Qué es lo que quieres? ¿Por qué me molestas a mí habiendo aún en Hogwarts cientos de estúpidas a las que podrías convencer de unirse a tu jueguito con un chispear de tus dedos?

-Porque simplemente quiero un nuevo juego contigo.

-Entonces lo admites-dijo Ginny, sintiéndose de pronto, en contra de su voluntad, muy decepcionada-. Sólo quieres que yo…

Una voz interrumpió su plática y antes que pudiera hacer algo, Malfoy había levantado su mano para tapar la boca de ella, mientras pasaba una mano por su cintura y la cubría bajo su cuello.

La puerta se abrió y Malfoy pudo observar los ojos malignos de la Señora Filch.

-¡Oh, mierda!

Ginny cerró los ojos en desesperación. Draco tomó su mano y mientras la gata salía fugazmente tras la búsqueda de su amo, él y la chica corrieron a esconderse en un armario milagrosamente ubicado en el pasillo.

-¡Entra, vamos!

Recelosa, a pesar del miedo, Ginny entró al armario y levantó su capa para tapar el cabello rojizo que escapaba de un moño. Draco la abrazó y permanecieron en silencio.

Pasos se acercaban.

Volvió a cerrar los ojos, mientras sus manos apretaban la túnica de Malfoy y ella contenía la respiración, inverosímilmente aferrada a su cuerpo.